The Project Gutenberg eBook of Es mi hombre: Tragedia grotesca en tres actos

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Title: Es mi hombre: Tragedia grotesca en tres actos

Author: Carlos Arniches y Barrera

Release date: April 21, 2022 [eBook #67895]
Most recently updated: October 18, 2024

Language: Spanish

Original publication: Spain: Imprenta de La Correspondencia Militar

Credits: Ramón Pajares Box (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/American Libraries.)

*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK ES MI HOMBRE: TRAGEDIA GROTESCA EN TRES ACTOS ***

Nota de transcripción


Cubierta del libro

p. 1

ES MI HOMBRE



p. 3

ES MI HOMBRE

Tragedia grotesca

EN TRES ACTOS

ORIGINAL DE

CARLOS ARNICHES


Estrenada en el TEATRO DE LA COMEDIA
el día 22 de diciembre de 1921


SEGUNDA EDICIÓN


MADRID

Imprenta de La Correspondencia Militar

Pasaje de la Alhambra, 1.

TELÉFONO 18-40

1921


p. 5

A Alicante

Apenas desprendido de tus manos maternales, que deshojaron sobre mi corazón las rosas de tu amor, vuelvo a Madrid, y los primeros aplausos que recojo de este pueblo generoso y bueno te los ofrezco a ti, mi tierra amada, para pagar, en parte mínima, la deuda de gratitud que dejaste abierta en mi alma filial.

A las bellas y nobles mujeres y a los hombres inteligentes y cordiales que te representan, envío mi saludo fraterno.

Y a ti, mi ciudad gloriosa, te ofrezco de hoy para siempre decir en toda oportunidad, ungidos los labios de emoción:

Soc fill del poble que te les chiques
com les palmeres de junt al mar.
CARLOS ARNICHES

Madrid, 24 diciembre 1921.


p. 6

REPARTO


PERSONAJES ACTORES
LEONOR, 17 años. Aurora Redondo.
LA SOLE. Carmen Andrés.
SEÑÁ CALIXTA, 40 años. Carmen Sanz.
LA PURA. Carmen Sanz.
PAQUITA. Carmen Navascués.
LA ROMUALDA. Isabel Redondo.
DON ANTONIO, 50 años. Valeriano León.
MARCOS, 24 años. Jesús Tordesillas.
DON MARIANO, 54 años. Andrés Tobías.
PACO EL MALUENDA. Carlos Viaña.
SEÑOR TÁRSILO, 50 años. Federico Górriz.
ANICETÍN, 8 años. Niño Larios.
EL POLLO BOTINES. Joaquín Roa.
EL REQUIÉS. Antonio Gimbernat.
EL JARRITAS. Rafael Terry.
CAMARERO. Antonio García.
JUGADOR 1.º José Carrascosa.
JUGADOR 2.º Antonio Brañas.
EL QUEMARROPA. Andrés Tobías.

Crupiers, jugadores, etc.


La acción, en Madrid, actualmente.
Derecha e izquierda, las del actor.


p. 7

Ilustración ornamental

ACTO PRIMERO


Pequeña habitación en un sotabanco humildísimo. Al foro, a la derecha hay una puerta con mirilla y llamador, que da a un pasillo que conduce a la escalera. A la izquierda, una reja con cortina, que da al mismo pasillo. En los laterales derecha, segundo término, otra ventana con vidriera, da a un patio. En los laterales izquierda, primer término, una puerta que conduce a la parte interior de la casa.

El mobiliario pone de manifiesto la extrema miseria de las personas que habitan el sotabanco, y se reduce a dos o tres sillas de Vitoria, desvencijadas; una mesita de pino, una cómoda vieja, un baúl deteriorado, y en un rincón, un lavabo de hierro con palangana, jarro y cubo, una máquina de coser, un cesto de ropa, etc., etc.

En la ventana de la derecha, una jaula vacía, un tiesto sin flores y un botijo.

Es por la mañana temprano, en un día de primavera.

ESCENA PRIMERA

LEONORCITA. Luego DON ANTONIO, por la puerta de la izquierda. VOZ DE HOMBRE y VOZ DE MUJER, en el patio.

Al levantarse el telón aparece Leonorcita, dormida, de bruces sobre la máquina de coser, en la que se ven unos pantalones de niño, no terminados. La mesita de pino está cubierta por una manta vieja, y sobre ella habrá un mantelillo, dos planchas y una tacita con agua. El cesto de la costura, al lado de la máquina. La niña veló, quedando dormida sobre su trabajo. Se ha hechop. 8 de día y un rayo de sol penetra por la ventana, a medio abrir, e ilumina la cabecita de la muchacha, esclareciendo un poco la penumbra del cuarto. Se escucha la Voz de un hombre que grita desde el patio.

Voz hombre

Señá Balbina, dígale usté a Ufrasio que baje, que son las ocho, y me voy pa la obra.

Voz mujer

Dice que te vayas delante, que ahora va él.

Voz hombre

¿Ha dicho que ahora va?

Voz mujer

Eso ha dicho.

Voz hombre

¡Pues dígale usté que recuerdos y que hasta pasao mañana!

(Se hace un corto silencio y sale don Antonio por la puerta izquierda, despeinado, como hombre que acaba de echarse de la cama. Viste pantalón, camiseta, americana, chanclas y un pañuelo al cuello, todo viejo y raído.)

Antonio

Le he oído gritar al señor Dimas, el cantero, que son las ocho. Y sí lo serán, porque ese es el Longines de la casa, ¡Caramba, las ocho ya! ¡Me he dormido como un tronco!... En cambio, la niña, ¡pobrecita!, se conoce que ha velado, pero, al fin, la rindió el sueño. (Se acerca.) ¡Duerme como un angelito! (Abre la ventana. Entra una luz radiante.) Me dijo que la despertase a las siete. ¡Cómo me va a regañar! Por algo quiere la pobrecita, un despertador; pero como no puedo comprárselo, me he comprometido yo a hacer ese oficio... Ahora, que lo hago con una falta de puntualidad, que es para darme un puntapié en la esfera. En fin, vamos a despertarla. (Se acerca a Leonorcita y trata de imitar, durante un breve instante, la vibración del timbre de un despertador.) Rrrrrrrrrrrrrrrrr...

Leonor

(Despertando sobresaltada.) ¡Ay!... (Mirándole.) ¡Papá, tú!... ¿Pero qué hora es?

Antonio

Las ocho, hija.

Leonor

(Extrañada.) ¡Cómo las ocho!

Antonio

Sí, las ocho. (Con cierta vergüenza.)

Leonor

(Enfadada.) ¿Pues a qué hora te puse yo anoche?

Antonio

Me pusiste a las siete, pero ya sabes que atraso un poco...

Leonor

Un poco, bueno; pero atrasar una hora, ¿te parece bonito?... ¿Ves como no sirves parap. 9 reló, papá?... ¡Y que no vale darte cuerda ni nada!

Antonio

Hija, es que está uno ya tan averiado, que por mucha cuerda que me des... en cuanto me meto en la relojera, ¡un leño!...

Leonor

¡Dormírseme el despertador!... ¡Vamos, es el colmo!...

Antonio

Que ya no está uno pa dar la hora, hija mía; hay que desengañarse.

Leonor

(Muy cariñosa.) ¿Pero estará para que le den un beso, verdá, so extraplano?

Antonio

¡Más que nunca, hijita mía! (Se besan.) Y tú, qué, ¿es que no te acostaste, vida?

Leonor

Que me levanté a las dos y media. ¡Pero muy callandito, para que no despertaras! Quería acabar el trajecito de marinero del chico de la señora Calixta, que va a tomar mañana la primera comunión en las Carboneras...

Antonio

¡Hombre, qué rico!

Leonor

Y me he estado hasta las seis y media dale que dale... Ahora, que cuando empieza a clarear entra un cansancio que ya no se puede... ¡Y me he quedado...!

Antonio

¿Completamente roque?

Leonor

Roque y familia, porque si tú no me llamas, aún estoy roncando. Y lo peor es que no he podido terminarlo.

Antonio

Déjalo, ahora lo acabas. (Con curiosidad.) Y dime, hija, dime, ¿cómo te ha salido el trajecito?

Leonor

¡Ay, no me lo preguntes, papá, que me aterro! No sé cómo me habrá salido. Yo creo que bien; pero como es el primero que hago, ¿sabes?... Estoy asustada.

Antonio

Sí, claro.

Leonor

¿A ti qué te parece la blusita, papá? (Se la enseña.)

Antonio

Yo no entiendo, pero yo creo que está muy mona; al menos así, a vista de pájaro...

Leonor

¿Te parece que esto está para que el niño tome la primera comunión?

Antonio

Mujer, yo creo que no le pondrán dificultades.

Leonor

¡Dios lo quiera!

Antonio

Ahora, que hay que tener en cuenta que el niño es una lombriz, y una lombriz de marinero, yo no sé el efecto que le hará a un sacerdote... pero, vamos, como vista... Su cuellecito,p. 10 sus puñitos, sus anclitas... Que puede decir su mamá que se lo han hecho en El Capricho.

Leonor

¡Ay, cómo me animas, papaíto!

Antonio

¿Y qué te falta, hija, qué te falta?

Leonor

Pues una costura del pantaloncito, pero antes verás... voy a chapuzarme en la palangana, (Echa agua en ella.) tengo el sueño metido en los ojos, (Se quila la blusa, quedando en cubrecorsé.) y así me despabilo, y en un segundo, visto y no visto. Lo acabo, lo devuelvo, me lo pagan, me dan las seis pesetas... ¡porque he pedido por él seis pesetas!...

Antonio

¡Seis pesetas! ¡Buen debut!

Leonor

¡Y nos vamos a dar hoy un banquetazo!... Ya verás, papaíto, ya verás... Patatas con bacalao, mojama... aceitunas... ¡una cosa como del Ritz!

Antonio

Y será de razón, hija, porque ayer, ¡todo el día con un pedazo de pan y un racimo de uvas, una criatura que está creciendo!...

Leonor

Eso no. Por ti siento yo estas miserias; porque al cabo, una es joven y todo lo puede aguantar, que cuando se tienen pocos años, ¡anda con Dios!...

Antonio

(Con abatimiento.) ¡Qué sé yo!...

Leonor

Mira, papaíto, hazme de aprendiza, anda. Mientras me lavo, veme quitando los hilvanes de la blusa, ¿quieres?

Antonio

Lo que te dé la gana. (Quita hilvanes.)

Leonor

(Echándose agua a la cara.) ¡Berrrrr!... ¡Uy, qué fresquita está el agua!... (Se echa más.) ¡Qué rica y cómo despeja!... ¡Ay, qué gusto!... (Se lava los brazos y las manos.) Pero no estés triste, ¡qué tonto!... que hoy ya verás. ¡Hasta churros te voy a traer!

Antonio

¡Gracias, hija, gracias!

Leonor

¡Que yo haya acertado es lo que hay que pedirle a Dios!

Antonio

¡Pues ya lo creo!

Leonor

Mira, dame ese mantelillo para secarme.

Antonio

(Dándole el mantelillo de la mesa.) ¡Secarte con el mantel!...

Leonor

¡Si no hay otra cosa!... Él, que se creería que nos iba a servir para comer.

Antonio

(Mostrando una forma de plancha tostada que se ve en él.) ¡Pues ya ves qué plancha!... Es para secarnos.

p. 11

Leonor

(Secándose.) No se puede presumir de nada. ¡Ajajá!... ¡Ya estoy más lista y más fresquita!...

ESCENA II

DICHOS y MARCOS.

Marcos

(Que desde fuera levanta la cortina de la reja y se asoma.) Leo...

Leonor

(Asustada, se cubre con el mantelillo.) ¡Ay, hombre, por Dios, no mires... tapa!

(Marcos suelta la cortina.)

Antonio

Oye, Marquitos, se pide permiso.

Marcos

¡Pero si no he entrao!

Antonio

Tú, no; pero ¿y los ojos?...

Marcos

(Vuelve a mirar.) ¡Hombre, las niñas no pecan!

Leonor

¡Que tapes he dicho!

Marcos

Bueno; se puede...

Antonio

¿No has visto que no?

Marcos

Digo que se puede secar y avisarme luego, que no me corre ninguna prisa.

Leonor

¿Pues qué querías?

Marcos

Quería que viese tu padre cómo ha puesto El Sol al señor La Cierva.

Antonio

¿Moreno?

Marcos

Verde. Ya le guardaré a usté el número, don Antonio, que viene bueno.

Antonio

Muchas gracias, hijo.

Leonor

(Se sienta a coser.) Ya puedes asomarte.

Marcos

(Se asoma.) Ya lo había visto por una auje..., digo, por un cálculo que había hecho. ¡Buenos días, (Muy sonriente.) doña Leonor!

Leonor

¿Qué, te vas al taller?

Marcos

No, porque hoy no trabajamos, pa celebrar el éxito de la última huelga. ¡Creo que después de una lucha de tres meses sin trabajar, ya podemos descansar un día!

Antonio

Es de razón... ¿Y qué, la habéis ganao?

Marcos

¡Ya lo creo! Luego le leeré a usté las bases del arreglo con la Patronal. Hemos encontrao una base pa no hacer nada los sábados por la tarde y cobrar dos reales más.

Antonio

Pues no perderla, que es una ganga.

Marcos

Oye, Leo: como veo que ahora estás ocupada, me voy ahí en caa el señor Evaristo, quep. 12 estamos haciendo un retrato de Lenín con algodón perlé. Cuando acabes, avísame.

Leonor

Bueno, ya te avisaré.

Marcos

Don Antonio, hasta luego, y ¡viva el soviet!

(Vase.)

ESCENA III

LEONOR y DON ANTONIO.

Antonio

¡Adiós, terrorista!... ¡Pobre Marquitos, qué bueno es! Es en lo único que has tenido suerte, hija, en el novio. Eso es como un pedazo de pan: ¡lo muerdes y encima te alimenta!

Leonor

No, y físicamente tampoco es despreciable, no creas, papá.

Antonio

Mujer, tanto como eso... (Gesto de duda.) porque como guapo, la verdad... (Se levanta, coge papel, tintero y pluma.)

Leonor

¿Qué tienes que decir de sus ojos?

Antonio

Que son chiquitos como aceitunas... y tiene dos niñas, como dos perdigones.

Leonor

Hombre, no te diré yo que sean unas niñas como para llevarlas con «mamuasel», pero como expresivas...

Antonio

No, si para mí, con que sea bueno y te quiera, ya tiene la mayor hermosura. (Se sienta a escribir.)

Leonor

¿Qué vas a escribir, papá?

Antonio

Pues voy a redactarte el recibito para la señora Calixta. Así, al entregarle el traje, le entregas la cuenta, y siempre es menos violento que pedirle el dinero de viva voz.

Leonor

Y además comprenderá la prisa. ¡Porque si no nos pagara!... ¡Otro día sin nada, Virgen santa!

Antonio

Calla, hijita, no vaticines. No querrá Dios. Verás. (Escribiendo.) He recibido de doña Calixta Cacho... ¿Cómo se llama el marido?

Leonor

Ceneque... (Se levanta, dobla el trajecito y lo envuelve en un pañuelo.)

Antonio

De doña Calixta Cacho de Ceneque, la cantidad de seis pesetas cincuenta céntimos... He añadido estos cincuenta céntimos por si me quieres traer unos pitillitos; así no te soy gravoso... Se lo cargo a Ceneque.

Leonor

Ya lo creo, papaíto; bien hecho.

p. 13

Antonio

Seis pesetas cincuenta céntimos por la confección de un trajecito marinero, modelo primera comunión, para su señor hijo Anicetín, hecho en piqué, con cuello y bocamangas merino, anclas a realce. Madrid, a tantos de tantos... Leonor Jiménez, especialidad en primeras comuniones para niños y niñas de ambos sexos.

Leonor

Si pones de ambos sexos, sobran las niñas.

Antonio

Es verdad. Para niños de ambos sexos. Ahí va el recibo. (Se lo da.)

Leonor

Y el traje ya está bien envueltecito. ¡Ahora a entregarlo! ¡Tengo un temblor! ¿Me habrá salido bien, papá?

Antonio

¡Ya lo creo, hija!... Ya verás. Dios es bueno.

Leonor

Dios, sí; pero como el patrón era para un niño mayorcito, si no he calculado bien las medidas, pues... ¡En fin, sea lo que Dios quiera!

(Vase.)

Antonio

¡Ánimo, hija mía, ánimo!... (Cierra la puerta.)

ESCENA IV

DON ANTONIO, solo.

Antonio

¡Bueno, se me parte el alma... porque eso es un ángel!... ¡No cenó anoche, no ha desayunado... pues ni una lágrima, ni una queja!... Sin abrigo, sin alimento, y a los dieciséis años, ¡y tan espigadita como está!... Creciendo, delicada... y a pesar de esto, la pobre hija, por no verme sufrir, por ayudarme a sobrellevar estas miserias, se lanza a todo. Ella costurera, ella modista, ella planchadora, ella peinadora. Y es natural, como la criatura no tiene nociones de nada.... y todo lo hace por afición... por afición a comer, ¡claro!... ¡Pues da cada tropiezo el ángel!... Ayer se empeñó en ondularle el pelo a la señora Cipriana, la del fumista, que iba a una boda. La empezó a ondular, y ¡bueno!... ¡qué cabeza la puso!... Aquello no era ondulación, aquello era un oleaje encrespado. La achicharró las patillas, la tostó los abuelos; unos pelos los tenía quemados, otros de punta... ¡Un desastre! Había que oír a la pobre mujer, conp. 14 una cabeza como la de Medusa y el añadido en la mano, gritando amargamente... «¡Ay, mi mata!... ¡Ay, en cuanto me vea mi marido!... ¡Mi mata, Dios mío!... ¡Mi mata!...» Yo me eché a sus pies para aplacarla y de poco me mata de un puñetazo... Estaba furiosa... ¡Claro, la pobre había perdido la cabeza, pero para una temporada!... (Llaman fuertemente a la puerta.) ¡Santo Dios, qué llamada más recia!... Me suena al animal del portero. Sí, él debe ser, porque hoy estamos a nueve, y yo le dije que viniese el nueve. Claro que le dije el nueve como le hubiera podido decir el cuatro mil setecientos noventa y cinco... porque lo que es pagarle... Y con lo bruto que es, ¡Dios mío!, se va a poner hecho una fiera... ¡Le tiemblo a este salvaje!... Me alegro que no esté la niña. (Vuelven a llamar más fuerte.) Voy, voy...

ESCENA V

DON ANTONIO y SEÑOR TÁRSILO, del foro.

Társilo

(Hombre soez y ordinario, habla ásperamente.) ¿S’había usté dormido?

Antonio

(Exagerando la afabilidad.) No, señor, señor Társilo, no me había dormido, era que...

Társilo

Pues me paece que llamo pa que me oigan.

Antonio

Sí, efectivamente, son llamadas de colegio de sordomudos. Pero siéntese usté, señor Társilo.

Társilo

¿Pa qué?... Pa que me ensucie como la otra tarde, que me senté en una silla y aplasté un garbanzo...

Antonio

¡¡Un garbanzo!!...

Társilo

¡Un garbanzo!

Antonio

(Como recordando.) ¡Ah!, hará unos ocho días, sí; pues crea usted que es que no lo vimos, porque si no, no se extravía. Aquí los garbanzos, como no se metan bajo tierra, perecen.

Társilo

(Tratando de sonreír.) ¡Bajo tierra!... ¡Amos, que tie usté un humor!... ¡Estar en plena miseria y toavía con gana de chirigotas!... ¡Es frescura!

Antonio

No es frescura, señor Társilo; pero si no tomasep. 15 las penalidades de la vida con cierta resignación, pues ya me había muerto.

Társilo

¡Pa lo que iba usté a perder!

Antonio

Hombre, iba a perder el mayor bien de la tierra, porque tengo una hija.

Társilo

Y yo tengo dos. Pues por eso hay que mirar por ellas y no estarse mano sobre mano, que los panecillos no caen de la atmósfera, don Antonio.

Antonio

Ya, ya; pero muchas veces de nada sirve la voluntad de los hombres...

Társilo

Bueno, bueno... Después de too, me estoy metiendo en camisa de ocho metros veinticinco, que vienen a ser las once varas, aproximadamente. Conque a lo que vengo.

Antonio

Dígame.

Társilo

Pues usté s’acordará que me dijo el día primero que me pasara por aquí a hacer efectivos los cuatro recibos que me se adeudan, hoy nueve del que corre.

Antonio

(Aparte, angustiado.) (Del que quisiera correr.)

Társilo

(Que ha empezado a hojear un paquete de recibos que lleva.) De forma que aquí los tie usté... (Se moja el dedo, aparta cuatro y los presenta.)

Antonio

Uno, dos, tres, cuatro... exactamente, señor Társilo; cuatro recibos... Ahora bien, es decir, ahora mal... o mejor dicho, el caso es, señor Társilo, que en este momento, y comoquiera que no he podido hacer efectivas ciertas cantidades que yo esperaba, me es imposible... (El señor Társilo da un terrible puñetazo sobre la mesa ) ¡Mi madre!... (Asustado, suelta los recibos encima de la mesa y los vuelve a recoger el portero.)

Társilo

¡Contraporra!... ¿Pero es que me va usté a salir ahora con que no me paga?

Antonio

No, señor Társilo, no es eso, pero es que en este momento...

Társilo

(Otro puñetazo.) Pues no, señor, ¡vaya!... Que ya estoy yo harto de pamplinas... Cuando los hombres peinan canas y dan una palabra, como usté me la ha dao a mí, por veinte vigésima vez, la cumplen. ¡Y no hay más cera que la que arde! De forma, que hoy me paga usté a mí por encima de too, o salenp. 16 usté y su hija danzando pa la calle; que no tengo yo cara e palo pa irle con cuentos al casero y que se crea que esto es un juego e compadres. (Puñetazo.) ¡Qué porra!

Antonio

Sí, señor, señor Társilo; tiene usté razón que le sobra para enfadarse, lo reconozco.

Társilo

¡Que si la tengo!...

Antonio

Yo le prometí pagarle hoy, es verdad; pero es que me engañan los deseos, señor Társilo... He buscado por todas partes y nadie me auxilia... Estoy en un momento de desgracia, desamparado, solo... Si usté quisiera esperar unos días...

Társilo

¿Cómo unos días?... ¡Ni un minuto ni naa!... que a usté ya le he tañao yo, don Antonio; qué usté lo que s’ha propuesto con sus mansedumbres y sus hipocriterías es vivir de guagua.

Antonio

No me juzgue usté tan cruelmente, señor Társilo.

Társilo

Las cosas como son. Y jugar con el casero y tomarle el pelo a un servidor; pero a mí, ¡magras del Perú!, que tengo yo muchas agallas pa que me zarandee un desahogao como usté.

Antonio

Señor Társilo, eso de desahogado...

Társilo

Eso de desahogao se lo digo yo a usté aquí y en la calle y en toos terrenos. Y si encima de tramposo me se pone usté chulo; le juro a usté... (Amenazador e iracundo.)

Antonio

¿Qué está usté diciendo, señor Társilo? Yo no me pongo chulo, porque ni sé, ni puedo, ni quiero. Yo lo que le ruego a usté es que se compadezca o no de mi desgracia, pero que no me maltrate, ¡porque yo no soy ningún tramposo!

Társilo

(Riendo.) ¡¡Menudo!!

Antonio

Yo soy un pobre hombre, vencido, acobardado por la miseria, porque tengo una criatura y quiero luchar para salvarla de este naufragio de mi vida; que si no fuera por ella, ya me habría ido de aquí, y chulo, no, no me pondría; pero me pondría donde se ponen los hombres que tienen dignidad cuando se los maltrata injustamente.

Társilo

¡Injustamente!... ¡Si no mirara!... (Amenazador.)

p. 17Antonio

¡Señor Társilo!... ¡Que está usted abusando de mi desgracia!

Társilo

Y hemos acabao, y lo dicho; dentro e media hora vuelvo, y me paga usté u escaleras abajo. Y en la calle ya le diré a usté yo dos o tres cositas ilustrás con grabaos en madera. ¡Que a mí, humitos y rentoys, no! (A punto de agredirle.) Ni usté ni cien como usté... Que si no fuera usté un desgraciao, ahora mismo... (Le amenaza.)

Antonio

(Asustado, retrocede.) ¡Pero señor Társilo!... ¿Qué he dicho yo para?...

Leonor

(Entrando aterrada.) ¡Papá!... ¡Señor Társilo!... ¿Pero qué ocurre?

Antonio

¡Por Dios, la niña!

Társilo

¡Vaya usté y que le den un caldo! ¡Pues hombre!... ¡El tío farsante!... ¡Maldita sea!...

(Vase.)

ESCENA VI

LEONORCITA y DON ANTONIO.

Leonor

¿Pero qué está usté diciendo? ¿Por qué ofende a mi papá?...

Antonio

No, nada, hija... Lo de que me den un caldo no es ninguna cosa ofensiva, y menos en nuestra situación...

Leonor

¡Pero estás tembloroso, pálido!... ¿Qué te ha dicho... ese bruto? ¡Si llego yo antes!... ¡Sinvergüenza! ¡Canalla!

Antonio

No, nada, hija; no chilles, no sea que vuelva... Si no ha sido nada... que es un poco grosero... ¡Ya le conoces!...

Leonor

¡Si creí que te iba a pegar!...

Antonio

No, hija... ¡Cualquier día se atreve!

Leonor

No te fíes, que es muy bárbaro. ¡Ay, papaíto, tan contenta como yo venía!

Antonio

¿Y por qué no estarlo?... Y dime, dime, qué, ¿te han pagado, hija mía, te han pagado?

Leonor

¡Tú verás! ¡Mira qué churros más ricos! (Se los enseña.) Me ha dicho la señora Gregoria que me esperase, y míralos, calentitos y con mucho, mucho azuquitar... ¡Como sé que eres tan goloso!...

Antonio

¡Hija mía!...

p. 18Leonor

Y fíjate; los pitillos, las cerillas; no se me ha olvidado nada. ¡Tan contenta como yo venía, y ese tío ordinariote!...

Antonio

¡Pero olvida a ese hombre, hija!... Y dime, dime, ¿le gustó el traje a la señora Calixta?

Leonor

Muchísimo, papá.

Antonio

¡No te lo decía yo!...

Leonor

Se ha quedado entusiasmada.

Antonio

¿Ves?... ¿Y cómo, cómo le está al niño?

Leonor

¡Ah, eso no lo sé, porque el niño estaba todavía en la cama, y me dijo que cuando se levantase se lo probaría! Y como me pagó en seguida, ¿sabes?... Y yo estaba tan impaciente por traerte estas cositas, pues me fui a comprarlas. Y lo demás del dinero aquí lo tengo, que me he hecho un nudo en el pañuelo para que no se me perdiese. Verás: un real los churros, treinta de pitillos y la caja de cerillas... y aquí lo demás, cinco pesetas ochenta y cinco céntimos... Cuenta si quieres...

Antonio

Sí, no sea que me hayas sisado... ¿verdad?... ¡Hija de mi alma!

Leonor

¡Ay, papá, qué día más rico vamos a pasar!... Te voy a hacer unas patatas con lomo que... (Llaman a la puerta enérgicamente.) ¡Ay! ¿Quién será? ¡Y con qué fuerza llaman!

Antonio

Hoy parece que todos vienen furiosos. Abre, a ver...

Leonor

¡Está una tan asustada!... ¿Quién? (Abre.)

ESCENA VII

DICHOS, SEÑORA CALIXTA y ANICETÍN.

La madre saca, cogido de la mano, al niño, que viene vestido de marinero, con un traje de piqué blanco, hecho una verdadera birria. Una manga muy corta, la otra muy larga. Lo mismo ocurre con las perneras del pantaloncito. El cuello le viene sobre un hombro, y tiene un ancla en el pecho y la otra en la espalda. El bolsillito casi en el sobaco. Lleva una gorrita blanca con cinta negra, sobre la que se lee en letras doradas: El Terror.

Calixta

(Entrando airada.) Aquí traigo esto. Ustésp. 19 verán. (Deja al niño en mitad de la habitación. El padre y la hija quedan mirándole con espanto.)

Antonio

(Coge al niño de la mano, lo lleva hasta primer término y le da vueltas, examinándolo con estupor. Mira alternativamente al niño, a su hija y a la señora Calixta., y no sabe si sonreír o afligirse. Al fin adopta un gesto de extrañeza.) ¿Y qué es, que... que no le sienta bien del todo?...

Calixta

¿Cómo del todo?... ¡Pero usté s’ha dejao los ojos en su pueblo, hijo!... Amos, que si no fuera por no darle un susto al juez, esto es pa irse al Juzgao de guardia, ¡palabra!, que hay que ver la engañifa; que esto no se hace con unas personas regulares... ¿A usté le parece bonito?

Antonio

Mujer, como bonito...

Leonor

(Aterrada y llorosa.) Pues sí que me choca esto, porque...

Calixta

Más me choca a mí, que te he encargao un trajecito e marinero, y me encuentro al niño haciendo de miraguano, metío en la funda de una almohada. ¡Porque hay que ver la birria!

Antonio

No, no está tan mal; lo que pasa es que el cuellito...

Calixta

¿Pero le llama usté cuellito a esto?... ¡Qué imaginación! Si esto no es cuellito, hijo; si esto es como si se hubiá echao el niño una manta al hombro.

Leonor

¡Qué he hecho yo, Dios mío!

Antonio

Mujer, no tanto; usté exagera.

Calixta

¿Que exagero?... Fíjese usté en las anclitas; una le pilla en las narices y la otra en salva sea la parte... Y un bolsillo en el sobaco... pa guardarse el sudor será... ¡Amos, que esto clama al cielo, hija!... ¡Habernos echao a perder la tela!... ¿Pero ande ties tú los ojos?

Leonor

(Llorosa.) ¡Ay, señora Calixta!...

Calixta

¡Qué señora Calixta ni qué narices!... Que si tú no sabes de estas cosas ¿pa qué te metes?

Antonio

No, si la niña sabe.

Leonor

Sí, señora, yo sé... y no es el primer traje de marinero que hago.

Calixta

¡Pero hay que ver la poca vergüenza!... ¿Pues no dice que sabe?...

Leonor

Y además, lo he cortado con patrón...

p. 20Antonio

Y ya sabe usté de toda la vida que donde hay patrón...

Calixta

Donde hay patrón no se manda este marinero... que es lo que yo digo. Que fíjense ustés... una manga de pierró... y la otra como si el niño se hubiá remangao pa hacer morcillas... Y el pantaloncito ídem de lienzo; es decir, ídem de piqué... y el talle en las corvas... porque hay que ser francos... ¿Ustés creen que si el niño se presenta así en la parroquia le dan la primera comunión?... Le dan la primera patada. Y luego la ocurrencia de haberle puesto en el letrero de la gorrita El Terror. ¡El terror va a ser si lo saco a la calle!...

Antonio

¡El Terror es un destróyer, señora!

Calixta

El destróyer lo ha sío su hija de usté... ¡Dos metros de tela perdidos!... ¡No m’ha pasao otra en los años que tengo!... ¡Amos, que el disgusto es pa morirse!...

Leonor

¡Por Dios, no lo tome usté así!

Calixta

No, si yo no lo tomo. ¡Ni así ni de ninguna manera!... Y ustés verán lo que hacen, que yo no pierdo el piqué...

Antonio

Calma, señora Calixta, calma, que me estoy fijando y esto tiene arreglo.

Calixta

¿Cómo arreglo?

Antonio

Sí, señora; verá usted... Al niño, el trajecito, bien, bien del todo no le sienta; ¡pa qué nos vamos a engañar! Ahora, que yo creo que bajándole de aquí, metiéndole de este lao, sacándole de esta sisa...

Calixta

¡Usté quie decir que haciéndole otro, vamos!

Antonio

No, no creo yo que sea para tanto. Mira, Leonorcita, fíjate, hija; a este niño lo que hay que hacer es cortarle el cuello... dame un cuchi... digo, dame unas tijeras.

Leonor

(Se las da.) Toma.

Antonio

Dame los alfileres. Lo dejo como un figurín, va usté a ver. Verás tú cómo remetiéndole de esta sisa... (Le hace un pliegue, le clava un alfiler y le pincha.)

Anicetín

(Dando un grito.) ¡¡Ay!!

Antonio

Perdona, rico. (A la madre y sonriendo.) Nada, un ligero pinchacito... que uno está nervioso... Ahora, iguálale esa pernerita.

Leonor

Yo creo que así será bastante. (Le clava otro alfiler.)

Anicetín

¡Ay! (Se lleva la mano a la parte dolorida.)

p. 21Antonio

¡Y estrechándole de aquí! (Le clava otro.)

Anicetín

(Huyendo.) ¡Ay!... ¡Mamá, que me pinchan!

Calixta

¡Bueno, a ver si dejan ustés al chico, no me lo vayan a agujerear encima!

Antonio

¿Y si le cortáramos la pierna?

Anicetín

¡Que me quieren cortar la pierna!

Calixta

Que no le cortan ustés na, vaya, y no sirven pamplinas. El trajecito está echao a perder, de modo que m’ha dicho mi marido que le diga a ustés que se queden con él... (Coge al niño y lo empieza a desnudar.)

Antonio

Pero si yo creo que cortándole...

Calixta

Que no le corta usté na, hombre, ¡qué empeño! Ahí va la blusita, el pantalón y la gorra. (Se lo tira.) ¡El Terror!... ¡Ha sío ocurrencia!

Leonor

Que se va a acatarrar.

Calixta

Está hecho al fresco. Conque busquen ustés otra tela nueva pa esta tarde, que vendrá mi marido a recogerla; y vengan las seis pesetas cincuenta céntimos que le he entregao a la niña.

Antonio

Pero si yo creo que cortándole...

Calixta

Corte usté por donde quiera. Las seis pesetas o doy un escándalo.

Antonio

Bueno, pero es que...

Calixta

Las seis pesetas o vamos al juzgao; ustés verán.

Leonor

No, por Dios; papá, dáselas.

Antonio

Las seis pesetas no es posible, hija, porque...

Calixta

(Furiosa.) ¿Cómo que no es posible?

Antonio

Enteras, vamos... porque es que la niña cobró, sabe usté, y claro, la criatura trajo unos churros para el desayuno y unos pitillos para mí... y no nos quedan más que cinco ochenta y cinco...

Calixta

Pos hay que ver la frescura, hijo... En fin, venga lo que sea, en dinero y en lo demás... (Coge el dinero, los pitillos y los churros.)

Leonor

Y se lleva hasta los churros...

Calixta

Te paecen pocos churros los que te dejo. Anda, hijo, cómetelos tú... Eso has sacao. (El niño se va comiendo un churro.) ¡Conque esta era la especialidad en primeras comuniones!... ¡Hay que ver!... ¡Se necesita frescura de niña!... Engañar a la gente de esta manera... ¡qué desahogo!... En fin, que ustés lo pasen bien.

(Vanse foro.)

p. 22Antonio

(Casi llorando.) ¡Dice que lo pasemos bien, hija mía! ¡Y se lo lleva todo!

Leonor

(Echándose en brazos del padre, anegada en llanto.) ¡Ay, papaíto de mi vida, que yo no sirvo para nada!

Antonio

¡No, hija, por Dios, no digas eso, no llores!...

Leonor

¡No, papaíto, no sirvo para nada!...

Antonio

¡No has de servir!... ¡Pues menuda habilidad tienes tú! Lo que hay es que te falta práctica, costumbre... y claro...

Leonor

No, papaíto, no, ya lo ves; no sé hacer nada... Yo, que pongo el alma en todo para que me salga bien y ayudarte... Un día que podíamos comer a gusto... por culpa mía... ¡qué rabia! (Sigue llorando.)

Antonio

(Hondamente conmovido.) Mira, hija mía, no llores... ¡no llores, porque se me parte el corazón!... Y déjalo... (Reaccionando y con gran energía.) Es decir, ¡déjalo, no!... No es posible dejarlo. Esto es preciso que termine, pero que termine hoy mismo. Pero no eres tú la que debes trabajar; soy yo, yo el que es necesario que busque, que busque y que encuentre trabajo, sea como sea y donde sea y lo que sea.

Leonor

¡Pero si tú lo has intentado todo, papá!... Aún no hace ocho días viniste a casa... ¡Pobrecito!, muerto de cansancio y con las manos ensangrentadas por haber querido trabajar en un tajo de la Villa...

Antonio

Pero no tuve resistencia. Que uno es blando, que uno es débil. Para los bajos oficios no tengo fuerza ni temperamento, para los altos no tengo favor ni suerte...

Leonor

Desde que perdiste el destino en aquella maldita agencia de negocios, todo se nos volvió al revés.

Antonio

¡Ah! Pero no te apures, hija; todavía me queda un recurso, ¡uno!, y a él hay que recurrir.

Leonor

¿Qué recurso, papá?

Antonio

¿Te acuerdas, hija, que hace ocho días traía yo todas las noches cinco pesetas a casa y tú te extrañabas?...

Leonor

Sí, ¿y de qué eran?

Antonio

Pues que me coloqué de anuncio ambulante y por las tardes...

Leonor

(Aterrada.) ¡Papá!... ¿Tú?...

Antonio

Sí, pero no con la cara descubierta, no tep. 23 asustes; para eso no tenía valor. Iba metido dentro de una gran botella de cartón que anunciaba el coñac «Diez Cepas» de la casa Maroto y Compañía.

Leonor

¿Tú dentro de una botella?

Antonio

Sí, pues ahí está, que me duró poco; porque, claro, como yo no había estado nunca embotellado, una tarde quise atravesar la calle de Alcalá, me atonté y me dio un golpe una motocicleta.

Leonor

¡Qué espanto!

Antonio

(Sonriendo.) Sí, pero no me hizo nada. Salimos rodando... la botella quedó vacía, yo derramado por el suelo... nada, un sustillo. Recogí los cascos, me volví a la Casa anunciadora y, compadecidos, me cambiaron de anuncio. Y como cosa más a propósito para mí, me dieron un disfraz de cabezudo.

Leonor

¿Tú cabezudo?...

Antonio

Ahí lo tengo. Lo escondí debajo de la cama para que no lo vieses; pero hoy, ante la perspectiva de otro día sin pan...

Leonor

No, papá, de ninguna manera. ¡Tú de cabezudo para que te apedreen los chicos! ¡No, jamás, nunca!... ¡Prefiero morir de hambre!

Antonio

No, hija mía, no insistas; es preciso.

Leonor

¡No, papá!

Antonio

¡Anunciar, barrer las calles, pedir limosna, todo para que tú vivas! Es mi obligación y debo cumplirla. Déjame.

Leonor

(Desesperada, llorosa.) ¡No, papaíto, no!

Antonio

Déjame. (La aparta y entra en su cuarto, puerta izquierda.)

Leonor

(Golpeando la puerta.) No, papá, papaíto mío, abre... No te vistas, que no te dejo... Yo empeñaré mi abrigo... mis zapatos, todo... Abre, que no te dejo...

Antonio

(Abre y sale con un disfraz de cabezudo, que consiste en una gorda y ridicula cabeza de un señor molletudo y sonriente, con un monóculo y sombrero de paja, ladeado, guiñando un ojo, con el pelo rizado. Lleva un gran batín gris en forma de gabán de trabilla. En la mano, un cartelón sujeto a un palo con un anuncio que dice: «Coñac Diez Cepas. El rey de la alegría. Maroto Hermanos, cosecheros. Jerez de la Frontera. Sucursal, Carmen, 119. Madrid.») Ya ves que no se me conoce. ¡Déjame,p. 24 hija mía, déjame!... (Intenta irse.)

Leonor

(Le detiene.) ¡Ay, qué horror! ¡Ay, no!... ¡Ay, no, papá!... ¡No quiero verte en esa vergüenza tan ridicula!... ¡No, no sales! ¡Quítate eso!

Antonio

No hay otro remedio: déjame, hija mía. ¡No puedo dejarte morir!

Leonor

(Llorando.) ¡No, por Dios, papá; quítate eso, de rodillas te lo pido! (Se arrodilla y se coge a sus pies.) Que no quiero verte así. ¡Quítatelo!

ESCENA VIII

DICHOS y MARCOS, puerta foro.

Marcos

(Asombrado. En la puerta.) ¡Mi señora madre!

Leonor

(Llorando.) ¡Ay, Marcos de mi alma!

Marcos

¡Tú de rodillas ante un cabezudo! ¿Pero qué es esto?

Leonor

Dile que no se vaya.

Marcos

¿Pero quién es? (Le golpea con los nudillos la cabeza.)

Antonio

Soy yo, Marquitos.

Marcos

(Insiste.) ¿Pero quién es?

Leonor

No des muy fuerte, que es papá.

Marcos

¡Tu padre!... ¡Pero don Antonio!... ¿Pero qué hace usted ahí dentro y con monocle?

Antonio

Lee y te lo explicarás. (Le muestra el cartelón.)

Marcos

«¡El rey de la alegría!»... ¿Pero esto es una broma?

Antonio

Es un coñac.

Leonor

¡Que quiere salir de anuncio con esa facha para ganarse cinco pesetas!... ¡Figúrate!...

Marcos

(Con energía y conmovido.) De ninguna forma, don Antonio. ¡Don Antonio, dispense usted que le quite la cabeza! (Intenta quitársela.)

Antonio

¡No, Marquitos!... (Luchan.) ¡No me la quites, por tu madre!

Marcos

(Se la quita al fin.) Sí, señor... y mientras Marcos Govianes taconee en el asfaltao terrestre, usté no se rebaja a cartelera, don Antonio. Usté es un caballero.

Leonor

Tiene razón.

p. 25Marcos

Usté no ha nacío pa esto. Y se lo digo a usté con too respeto, don Antonio, que en cuanto yo le vuelva a usté a ver así, le rompo la cabeza.

Leonor

Pero después de quitársela.

Marcos

Claro, mujer, no voy a ser tan arrebatado.

Antonio

(Desnudándose.) ¿Pero qué hacemos, Marquitos, qué hacemos? Porque tú me quitas la cabeza porque no sabes la situación en que estamos.

Marcos

¡No voy a saberla, hombre! Y lo que yo siento es haber estao tres meses en huelga, que si no, ¿de dónde iban ustés a pasar las fatigas que pasan?... ¡Que pasamos!... Que uno de verlo también se repudre y se le enternece a uno hasta el filete que s’ha comido, que ya es enternecer. Cuando yo veo que la meta e los días toman ustés el chocolate con la imaginación... ¡Vamos, es que!...

Antonio

Sí, pero es que la de hoy es una situación desesperada, Marcos, horrorosa... ¡Insostenible!

Marcos

¿Pues qué pasa hoy?

Leonor

Que le he hecho un trajecito al hijo de la señora Calixta, pero como me ha salido mal, después de haberme pagado se ha vuelto a llevar los cuartos y nos hemos quedado sin nada.

Marcos

¡Atiza!... ¿Pero le has hecho tú ese trajecito de marinero que llevaba?...

Leonor

Yo.

Marcos

¡Mi madre! Pues he metío la pata, porque en cuanto le hemos visto de pasar nos hemos muerto de risa y le hemos achagao con cacahuetes, creyendo que era un mono...

Antonio

Y por si no bastaba el no tener que comer, ha venido el señor Társilo a cobrar los cuatro recibos que le debemos, y me ha puesto como un trapo, y hasta me ha amenazao...

Marcos

¿Amenazarle a usté?... ¡Qué tío ladrón! (El señor Társilo se asoma a la ventana.)

Leonor

Cuando yo llegué quedé aterrada; creí que le pegaba a papá... Estaba así, con el puño en alto...

Marcos

Claro, ese tío sinvergüenza abusa de que ha encontrado dos personas indefensas, que si estoy yo aquí, de dónde se atreve ese bocazas...

p. 26Társilo

(Asomándose a La ventana del foro.) He procedido como he procedido...

Marcos

¡Mi madre!

Társilo

Porque he encontrao dos personas indefensas. Si te llego a encontrar a ti, a estas horas está la habitación llena de plumas... de gallina.

Marcos

Señor Társilo, a un servidor no le pelan más que los sábados y en la barbería...

Társilo

Pues aguárdate, que dentro de diez minutos vuelvo a ponerles los trastos en la calle, y si estás aquí, de paso te descañono, ¡por estas! ¡So niñera! (Desaparece.)

Marcos

¿Está usté oyendo?

Antonio

¡Que abusa de que ha encontrao tres personas indefensas!

Marcos

(Se va a un rincón y coge una tranca.) Bueno, esto...

Leonor

(Deteniéndole.) ¿Qué vas a hacer?

Marcos

Quitar esto de la vista... porque como ha dicho que vuelve y sé lo bruto que es... (Lo esconde.)

Antonio

Pues ya lo estás viendo. Esta es la situación. Conque ¿qué me aconsejas, Marquitos, qué me aconsejas, tú que algunos ratos discurres?

Marcos

¿Y usté por qué no mira entre sus amigos a ver si pue usté meter la cabeza en un escritorio u pa llevar cuentas u algo así?

Antonio

¡Ay, Marquitos! En estos cuatro meses de miseria nada me queda que solicitar... ¡nada!

Leonor

(Con cierta cortedad.) Pues yo, papá, no quería decírtelo por si te disgustaba, pero como una ya no sabe qué hacer, ayer hice yo una cosa que no sé si te agradará.

Antonio

¿Qué hiciste, hija?

Leonor

A Marcos tampoco se lo quise decir, porque...

Marcos

Oye, Leo, ¿pero qué has hecho?...

Leonor

Es que... como lo hice sin permiso...

Antonio

Dilo, por Dios, que nos tienes soliviantados, hija.

Leonor

Pues nada, que aunque hace mucho tiempo que no le vemos, le escribí a don Mariano, a mi padrino, contándole nuestra miseria y diciéndole si él sabía de algún sitio donde tú o yo pudiésemos trabajar.

Antonio

(Gesto de indiferencia.) ¡Bah! ¡Pedirle trabajop. 27 a Mariano! ¡Qué va a saber él de trabajo, si no ha trabajado en su vida!

Marcos

¿Pero es amigo de usted ese señor?

Antonio

Eso sí, desde niños. Ya ves, es padrino de esta. Y nos hemos querido siempre fraternalmente. Pero él tenía una cabeza algo ligera; tomó otros rumbos. Se dio a la vida alegre... Bullangas, juergas, qué sé yo. Y por eso es el único amigo a quien nunca se me ha ocurrido pedirle nada.

(Llaman a la puerta.)

Leonor

(Asustada.) ¡Ay, han llamado otra vez!

Antonio

¡Será el señor Társilo!...

Marcos

(Medroso.) ¡Caray!... Pues sí que sentiría yo, porque me pilla en casa ajena, y la prudencia...

Antonio

Mira a ver, hija.

Leonor

(Que ha mirado con cierta precaución, sin abrir se vuelve, llena de estupor.) ¡Ay, papá!

Antonio

(Con ansiedad.) ¿Quién es?

Leonor

¡Ay, papaíto!

Marcos

¿Pero qué te pasa?

Leonor

(Alegre.) ¿A que no sabes quién es, papá?

Antonio

¿Quién?

Leonor

¡Don Mariano!... ¡Mi padrino!

Antonio

¡Mariano aquí! ¿Es posible?

Marcos

¡Y nombrándole!... Paece cosa de milagro.

Antonio

¿Habrás estado acertada, hija?

Leonor

De seguro, porque cuando ha venido tan pronto...

Antonio

Abre a ver...

Leonor

(Abre.) Adelante, padrino.

ESCENA IX

DICHOS y DON MARIANO, foro.

Mariano

(Entrando.) ¡Chiquita!... ¡Mi madre!... ¡Pues no has crecío ni naa!... Ven que te vea. Bueno, que l’hacen a uno viejo estas chiquillas, pero que al trote largo. ¡Antoñito!... ¡A mis brazos, salao!

Antonio

¡Mariano! (Se abrazan efusivamente.)

Mariano

¡No te quiero yo naa!... ¡Maldita sea! Bueno, ¿y qué es de vuestra vida, buen mozo?

Antonio

Si le llamas vida a esto, ya puedes figurártelo, Mariano.

p. 28Mariano

(Mirando la habitación.) Sí, ya veo... Y ya m’ha dicho la chica... ¡Tropelías del destino, Antonio! Pero, en fin, aquí estoy yo. No hay que apurarse. No siendo la muerte, de too se sale. Yo debía haber venío antes, que os quiero chipén, y no os tengo olvidaos; que no me acuesto una noche, la noche que me acuesto, que no m’acuerde de vosotros, por mi salú. Sino que este Madriz arruga los días; el tiempo s’achica y no tiene uno una hora pa naa. Y menos con la vida, de uno, que siempre pa arriba y pa abajo y jaleos y berenjenales... que ya lo sabes tú. En fin... bueno, chiquilla, que estás mu monísima... Algo de mal colorcito, pero eso ya, se remediará, que las cosas van a cambiar.

Antonio

¿Qué dices?...

Mariano

¿Y este joven?

Antonio

Un vecino y amigo. Buen muchacho.

Mariano

(Dándole la mano.) De eso tiene cara. ¿Impresor?

Marcos

Estuchista.

Mariano

Pues ya te daré yo una alhaja pa que la hagas un estuche... (Mira a Leonor.) Y no te pongas coloraba, que no eres tú la alhaja, ni muchísimo menos. (A Marcos.) ¿Vives aquí?

Marcos

En el pasillo d’arriba, en el quince.

Mariano

Hombre, ¡el quince!, la niña bonita. Mu bien. No te mudes. (A Leonor. ) Le digo que no se mude.

Leonor

¡Qué cosas tiene usté!

Mariano

¿Yo?... Tú serás la que las tengas, ¿verdad, pollo?

Marcos

¡Hombre!

Mariano

(Abrazándole.) En fin, estuchista, que desde la presente te quiero como cosa nuestra.

Marcos

Gracias, don Mariano; es usté muy simpático.

Mariano

Naa, hijo, que no tiene uno desalquilao el prencipal izquierda. Yo también tengo una chiquilla, un capullito de rosa, no despreciando a nadie, y ella... ¡pos también tie otro sinvergüenza! Naa, Antoñito; esta juventú, que como está encargá de la confeción d’agüelos, ¡pues se quie dar una prisa loca! ¿Y qué le vas a hacer?... Lo que yo digo: «Arrear y alante, y ¡viva la vida!»... Y naa más. ¡Ah, bueno, y ya habrás visto, nena,p. 29 que ayer me escribiste y m’ha faltao tiempo!

Leonor

Ya, ya... Muchas gracias, padrino.

Mariano

(Con cierta solemnidad.) Y que os traigo... os traigo una buena noticia.

Antonio

¿De veras?

Mariano

Al menos, eso me figuro.

Leonor

¿Y qué es, qué es, padrino?

Mariano

¿Tú no me decías que buscase una coloración pa tu padre? ¡Pues se la he buscao!

Antonio

¡Ay, Mariano! (En el colmo de la alegría.) ¿Qué dices?

Leonor

¿Pero es posible?

Mariano

Chipén.

Leonor

¡Ay, bendito sea usté!

Marcos

(Abrazándole.) ¡Usté es Dios, don Mariano!

Antonio

¿Pero no me engañas, Mariano?

Mariano

No soy ningún atropellao, Antonio.

Antonio

¿Y es cosa inmediata?

Mariano

De mañana mismo, si quieres.

Antonio

¡Cómo que si quiero!... ¡Ay, Mariano, deja que te abrace! (Se abrazan todos.)

Leonor

¡Bendita sea su vida!

Antonio

(Bailando con loca alegría.) ¡Larán, larán, larán!... ¡¡Yo colocao!! ¡¡Ya estoy colocao!!

Marcos

¡Bueno; la paellaza en la Bombi va a ser como pa costernar a un gallinero! (Baila.) ¡Colocao!

Antonio

¡Ay, hija de mi alma! Al fin nos vamos a tutear con los filetes.

Marcos

¡Cómo tutear!... ¡Desde mañana, las cuarenta en garbanzos y veinte en tocino... y arrastrando de ensalaíta, naa más!

Antonio

Bueno, y vengan pormenores. ¿Es una oficina, Mariano?

Mariano

No.

Leonor

¿De cobrador?

Mariano

No es cosa de callejeo.

Marcos

¿Vigilante?

Mariano

Algo de eso, sin ser eso. La cosa no es ninguna ganga, no quiero engañarte, Antonio. Pagan bien, pero hay que ganarlo.

Antonio

A mí el trabajo no me asusta.

Mariano

No es cosa de trabajo.

Antonio

¿Que no?... ¿Entonces qué es?

Mariano

Os voy a sacar de dudas. De lo que yo puedo colocarte, hoy mismo si quieres, es de inspector de sala en la casa de Andorra.

p. 30Antonio

(Con cierta perplejidad.) ¿Inspector de qué?...

Marcos

¿En la casa de Andorra?

Leonor

¿Y qué es eso?

Mariano

Pues nada, un círculo de recreo... Inspector de sala de un círculo de recreo.

Antonio

(Con decepción.) ¡Mi madre!

Mariano

De recreos mayores, vamos. Donde se... (Se moja el dedo índice y sobre la palma de la mano golpea como pasando cartas.)

Antonio

Ya, ya... ¿Y yo?...

Mariano

El contratista de juego es un íntimo mío, Paco el Maluenda; hombre serio y formal en estos negocios, y el otro día, hablando, me dijo que necesitaba un hombre, un hombre de agallas...

Leonor

¿De qué?...

Antonio

De agallas, hija.

Mariano

Es una casa algo castigadilla por tahúres y barateros, y hay que limpiar aquello; ya comprenderás... Y yo me he acordao de ti.

Antonio

Te has acordao de mí pa limpiar...

Leonor

¿Limpiar mi papá?

Mariano

La chica me pidió una cosa a la desesperá, fuese lo que fuese, porque os estáis muriendo de hambre. Yo os hubiera querido traer la gloria, pero no he podido más que esto. Si sirve, sirve, y si no...

Antonio

Sí; pero yo en una casa de juego, entre matones, para tenerlos a raya... Bueno, Mariano; esto ha sido buscarme una colocación, pero en la estantería de una Sacramental... porque ni mi carácter, ni mis chichas...

Mariano

¡Por Dios, Antonio, no seas apocao, que os va a matar la miseria en un rincón a tu hija y a ti! Hay que tener bríos; hazlo siquiera por ella... Hay que lanzarse al mundo, tener acción, pegarle dos patás al hambre, tener gana de vivir. Cuando la vida vuelve la espalda, se la pone de cara a bofetás, a bocaos, ¡como sea!

Antonio

Sí, lo comprendo. Pero es que yo...

Mariano

Y te advierto que salíais d’apuros, porque dan mil pesetas mensuales.

Antonio

(En el colmo del asombro y de la exaltación.) ¿Qué?... ¡¡Qué has dicho!!... ¿Mil pesetas?...

Mariano

¡Mil! Y si ties empuje y suerte, pue que más.

p. 31Antonio

¡¡Más!!... ¡¡Yo mil pesetas!!... ¡Uno... dos... cinco... cerca de siete duros diarios!... ¡Voy, Mariano, voy!

Mariano

Bien hecho.

Antonio

¡Mil pesetas!... Voy, sea como sea.

Leonor

No, papá...

Antonio

(Exaltado.) ¡Voy!

Marcos

Pero don Antonio...

Antonio

(Gritando.) Voy he dicho. No contradecirme. Ahora, que quizá no me admitan, porque como yo tengo este aspecto así...

Mariano

Está previsto. Le he dicho al Maluenda que de figura, eres poquita cosa, pero que ties un valor frío, que hielas la sangre.

Antonio

¿Que hielo yo?...

Mariano

Y que ni en la bronca más terrible se te oye la voz.

Antonio

¡A mí qué se me va a oír en las broncas!

Mariano

Y que, siempre correzto y bien educao, con la mayor finura le metes al tío de más fachenda una cuarta de acero en el estómago... por lo cual le he dicho que te llaman Antonio Jiménez «el Modoso».

Antonio

¡El Modoso!... ¿Yo el Modoso?... Y una cuarta de... (Hace gestos como de contraer el estómago.) ¡Ay, que me da frío!

Leonor

¡Mi papá con mote!

Antonio

Pues nada, Mariano, sea lo que Dios quiera; voy.

Leonor

No, papá.

Antonio

Voy.

Marcos

Pero don Antonio, que con las chichas de usté, si le dan un cate...

Antonio

Voy he dicho. Y no contradecirme, ¡vaya!... (Los asusta con su energía.) Bueno, Mariano, ¿y desde cuándo podría yo cobrar? (Lo ha llevado aparte.)

Mariano

Desde en seguida, verás. Yo, por lo pronto, te voy a dejar cinco duros. Toma. (Se los da.)

Antonio

(Se los guarda.) Gracias.

Mariano

Coméis hoy, te arreglas y a las tres te espero yo, con Paco el Maluenda, en la calle de Sevilla.

Antonio

Muy bien.

Mariano

Te presento, habláis, nos vamos a la casa de Andorra, te darán tu smoking.

Antonio

¿Smoking?... ¿De modo que eso de la cuartap. 32 hay que hacerlo de etiqueta? (Acción de dar un navajazo.)

Mariano

Es lo obligao. Empiezas tu servicio a la noche, y si te arreglas, te darán hoy mismo el dinero, porque pagan adelantao.

Antonio

¿Adelantao?... Ni una palabra más.

Mariano

Yo te ilustraré de too. Estoy allí de cajero.

Antonio

Bueno; oye, tú, ¿y qué clase de tipos son los que?...

Mariano

Naa, hombre; too es tomarle el aire a la cosa.

Antonio

¿El aire?

Mariano

El peorcito es uno que le llaman «el Ciclón».

Antonio

¿El Ciclón?... ¿Y dices que tomarle el aire?...

Mariano

Y si me crees a mí, pocas palabras, dos tiros a tiempo y te haces el amo.

Antonio

¿Dos tiros a tiempo y el amo?...

Mariano

A propósito... (Le enseña una pistola discretamente.) Tú no tendrás...

Antonio

No, no tengo...

Mariano

Pues toma. Está cargada.

Antonio

(La toma con un gran terror.) ¡Cargada! ¿Oye, y esto no?...

Mariano

No tengas miedo. Guárdatela...

Antonio

¿Pero con el movimiento no se me?...

Mariano

Está en el seguro.

Antonio

(Se la guarda con un miedo espantoso. Desde este momento no se atreve a moverse violentamente.) Bueno; pues nada, Mariano, hasta luego, y gracias por todo, porque has venido a traer la tranquilidad a mi casa.

Mariano

¡Adiós, Antonio, y ánimo!... Hay que defender a esos angelitos, que ahora son chiquillas, pero luego crecen, y si el hambre las empuja...

Antonio

¡Calla, por Dios! Hasta luego, Mariano.

Mariano

Adiós, Antoñito. (Le abraza.)

Antonio

(Aterrado.) Oye, no me zarandees, que...

Mariano

Adiós, nena.

Leonor

(Secamente.) Adiós.

Mariano

Pollo...

Marcos

(Con igual sequedad.) Adiós.

Mariano

Y no os quedéis con esas caras largas. ¡Hay que vivir!... Cuando no se pue de un modo, de otro, ¡qué demonio! Lo mío: «¡Pecho alante y viva la vida!»

Antonio

Adiós, Mariano.

Mariano

Más cornás da el hambre, que decía el otro.

(Vase.)

p. 33ESCENA X

LEONORCITA, DON ANTONIO y MARCOS

Leonor

No, papaíto; ¡tú no vas, no vas y no vas!

Marcos

¡Usté no va, y no va, don Antonio!...

Antonio

(Acordándose de la pistola.) No os pongáis a este lado... ¡por Dios!...

Marcos

Pero...

Antonio

¡Que no os pongáis a este lado, he dicho!

Leonor

Bueno; ¡pero tú no vas a la casa de Andorra, papá!

Marcos

¿Usté entre matones?... Usté, que el otro día salimos de paseo y le tuve que ayudar a llevar el bastón porque se cansaba.

Leonor

¡No, papaíto, no vayas, yo te lo ruego; no vayas!

Antonio

Mira, hija mía, déjame, no insistas; es nuestra salvación. ¡Es tu vida, tu pan, tu alegría!...

Leonor

¿Pero qué alegría voy a tener yo si te veo en peligro constante de muerte?

Antonio

¿Y tú crees que el dolor de verte sufrir no puede matarme también?

Marcos

Pero no se haga usté ilusiones... ¡si es que usté no tie valor ni arranque pa eso!

Antonio

Que no tengo valor, y hace cuatro meses que la veo padecer horriblemente. ¡Sí, sí tengo valor!... Pero este valor que tengo hay que volverlo al revés... y quiero tenerlo, no para que no me maten a mí, sino para que no te mueras tú.

Leonor

(Abrazándole.) ¡Papaíto!...

Antonio

Y no, no te morirás, yo te lo juro. (Lloran los dos.)

Marcos

(Llorando también.) Bueno; ¡se ponen ustés que tie uno que hincarla!

Antonio

¡Además, que esto del valor es una patraña ridicula! El valor es una cosa que la tiene todo el mundo cuando le hace falta. ¿Qué valor puede tener un pobre muchacho que está de sacristán en unas monjas? Pues un día le llega su servicio, le visten de soldado, y hala, adonde le manden. Y va un señor con unas cuantas estrellas en cualquier lado y le dice: «Quieto aquí, aunque te maten, porquep. 34 si te mueves, te fusilo»... Y el hombre, entre el miedo de que le maten y el terror de que le fusilen, se hace un lío y no se mueve, pase lo que pase, y ¡es valiente! Pues eso me ocurre a mí. O me matan en la casa de Andorra, o nos fusila el hambre... ¡pues no nos fusila, no!... Son mil pesetas, ¡mil!... ¡Tú, vestidita, abrigada, con tu cocidito todos los días!... ¿Que no sirvo para el cargo?... Sirvo, hijos míos, sirvo... ¡Lo mismo que otro hombre cualquiera!... ¡Ya veréis si sirvo!... ¡Ya veréis si soy valiente!... (Llaman a la puerta.) ¿Quién?

ESCENA XI

DICHOS y SEÑOR TÁRSILO, foro.

Leonor

(Que va a mirar. Con terror.) ¡El portero! (Pausa.)

Antonio

¡Hombre, el señor Társilo!... ¡Ese bárbaro!... ¡Me alegro!... Ahora vamos a ver si sirvo o si no sirvo. Dejadme solo con él.

Leonor

¡Por Dios, papá!

Antonio

¡Ahora lo veremos!... Dejadme solo.

Marcos

Don Antonio, no se ensaye usté con ese bruto, que...

Antonio

(Imperativamente.) Fuera he dicho. Vosotros ahí dentro... (Les indica el cuarto izquierda.)

Leonor

Pero papá...

Antonio

Adentro. Pronto. (Entran los dos.) ¡Ahora, ahora veremos si sirvo o no sirvo! (Abre resueltamente la puerta.) Adelante.

Társilo

(Entrando burlonamente.) ¿Y qué, la gallina esa que tenían ustés recogida ha puesto pies en polvorosa?

Antonio

(Sereno y digno.) Señor Társilo, aquí no teníamos ninguna gallina recogida.

Társilo

Aquí las gallinas se las comen ustés, ¿no?

Antonio

Las gallinas y, si hace falta, los gallos. Conque a lo que venga usté concretamente, y nada más.

Társilo

¿Pero qué es esto?... ¿Es que se va usté a subir por las nubes?

Antonio

Yo no me subo por ninguna parte, pero a una impertinencia contesto con otra.

Társilo

Eso de impertinencia...

p. 35Antonio

Está dicho. Conque al asunto.

Társilo

¡Caray! Bueno, pues m’alegro de encontrarle a usté en ese terreno, hombre. Venga el dinero de los cuatro recibos, pero que a tocateja.

Antonio

Nada de tocateja. Y hágame usted el favor de decirle al casero, que el dinero de los cuatro recibos no lo tengo en este instante.

Társilo

(Burlonamente.) ¿Que no lo tiene usté?

Antonio

No, señor.

Társilo

¡Ja, jay!... Ya sabía yo que nos daríamos de narices con la excusita.

Antonio

Yo no me doy de narices con nada. Y le añade usté al casero que estoy colocado.

Társilo

(Gestos de extrañeza.) ¿Usté colocao?

Antonio

Yo colocado. Que esta noche cobro, y mañana sin falta, a las ocho en punto, pagaré sus recibos, y nada más. (Indicándole la puerta.)

Társilo

Bueno, don Antonio, usté es un número de circo. Pa un rato de risa, Charló y usté. ¡Ja, jay!

Antonio

Señor Társilo, a la portería.

Társilo

(Con calma.) Espérese usté un ratito, que no quiero. Y antes, cuando se echaba usté por los suelos, amos, toavía me daba usté un poco de lástima, ¡qué demonio!; pero hoy que me s’ha disfrazao usté de Ciz Campeador, voy a aprovecharlo pa decirle a usté escuetamente que es usté un tío más fresco que la escarcha y un tramposo, pero que como una loma, ¿está esto clarito?

Antonio

(Vivamente.) ¿Yo tramposo?

Társilo

Usté.

Antonio

Pues bien, señor Társilo; a ese insulto soez y grosero, para el que ni mi desgracia ni mi conducta le autorizan a usté, yo contesto diciendo que usté es un canalla, y un bárbaro sin educación y sin decoro.

Társilo

(Furioso y torvo.) Alto el carrito, mi amigo... Eso de canalla, ¿tie usté coraje pa sostenerlo?...

Antonio

¿Que si tengo coraje?... Lo va usted a ver, pero en seguida. (Cierra la puerta con cerrojo.)

Társilo

¿Qué hace usted?

Antonio

Ya estamos encerrados, y mano a mano, señor Társilo. (En actitud seria y resuelta.)

Társilo

¿Y qué pasa?

p. 36Antonio

Pues pasa que ahora, ahora mismo va usted a decirme que retira todos, todos los insultos que me ha dirigido, o le juro a usted, por la memoria sagrada de mi madre, que uno de los dos se queda muerto aquí dentro. (Dando un puñetazo en la mesa.) ¡Muerto!

Társilo

¡Don Antonio!... .

Antonio

(Exaltado.) ¡Muerto!... ¡Pronto, señor Társilo, pronto! ¡O retráctese usted o defiéndase, porque ya no me importa ni morir ni matar!...

Társilo

¡Pero por qué se pone usté así, señor!

Antonio

Ni morir ni matar... Conque o dice usted que soy una persona decente, o se parte usté el corazón conmigo ahora mismo.

Társilo

Don Antonio, un poco de calma...

Antonio

¡La he perdido ya! ¡O dice usted que soy un hombre honrado, sin más excusas, o le parto a usté el corazón, so cobarde!

Társilo

Don Antonio, no se ponga usté así, ¡caray!, que nadie ha dicho en serio que usté no fuese lo que es. Sino que uno s’acalora y...

Antonio

¡Se acalora!... ¡Miserable!... Y cuando me ha visto usted llorando a sus pies, abrazado a mi hija, pidiéndole un poco de compasión para nuestra miseria... ¡se ha reído de mí!, llamándome fresco y tramposo... ¿Y ahora?... Repita usted ahora solo una sílaba de esos insultos, y toda la sangre miserable que...

Társilo

Don Antonio, ¡caray!, que hace tres años que vive usted aquí, y cuando se toma confianza con las personas, uno no mide...

Antonio

¡So blanco!

Társilo

¿Yo blanco?

Antonio

¡Nítido!

Társilo

Bueno, eso es otra cosa. A más, que usté ya sabe lo tiranos que son los caseros, don Antonio, y va uno sin cobrar y le ponen verde. Que últimamente, que esté usté dos años u tres sin pagar, ¡a mí qué!...

Antonio

Ni dos años ni un día siquiera. Mañana sube usted los recibos, y nada más.

Társilo

Bueno, y si yo no pudiera subir, ya mandaré a la chica... porque como uno...

Antonio

Y ahora a la calle.

Társilo

Sí, señor, y crea usté que si yo sé el disgusto...

Antonio

Pero antes una advertencia.

p. 37

Társilo

Usté dirá.

Antonio

Otro día, cuando trasponga usté los umbrales de esta casa, se quita usté la gorra, así. (Se la quita y se la tira al pasillo.)

Társilo

No hace falta poner ejemplos.

Antonio

Y entra usté descubierto, como yo lo estoy.

Társilo

¡Si no m’ha dao usté tiempo, señor!

Antonio

¡A la portería!

Társilo

Sí, señor.

Antonio

¡Fuera de aquí! (Le empuja y cierra.) ¡So embustero!

ESCENA ÚLTIMA

DON ANTONIO, LEONOR y MARCOS

Antonio

(Temblando y convulsivamente.) Bueno, yo estoy... yo estoy que... Agua, un poco de agua....

Leonor

(Saliendo.) ¡Papá, papaíto!

Marcos

Don Antonio, ¿pero usté es Jiménez u Napoleón de primer apellido?

Antonio

Bueno, un poco de agua, que tengo la boca... (Con alegría.) Pero ¡sirvo!... ¡Ya habréis visto que sirvo!

Leonor

Si no te conozco.

Antonio

¡Ay, qué desagradable es esto de ser valiente!... ¡Agua!

Marcos

¡Que no se le ocurra a usté ir a la nueva Casa de Fieras, que lo enjaulan!

Antonio

¡Agua! ¡Tila!... ¡Me ahogo!... ¡Pero sirvo, hija mía, sirvo!... ¡Ya habéis visto que sirvo!... ¡Comerás, irás abrigadita... vivirás!... ¡Sirvo! ¡Sirvo!... ¡Soy un hombre!... ¡Soy un hombre!... ¡¡Un hombre!! (Pasea agitado y altivo.)Telón.

FIN DEL ACTO PRIMERO


p. 39

Ilustración ornamental

ACTO SEGUNDO


Habitación destartalada contigua a la sala de juego de uno de esos garitos, llamados actualmente por el vulgo círculos de recreo o casa... de cualquiera de las regiones españolas.

Se ve por una puerta amplia que habrá al foro, la mesa donde juegan a la ruleta, y como es consiguiente, parte de la sala llamada de recreos mayores. Cuando convenga, las hojas de esta puerta se cierran, o se corre una cortina para que quede oculta esta sala a los ojos del público. El lujo de la segunda habitación contrasta con la sencillez y humildad de la primera, que debe tener en los laterales izquierda dos puertas: la del primer término, con mampara que da paso a una escalera, y la de segundo ostentará un letrero sobre ella que diga: Secretaría. En los laterales derecha, un pequeño balcón que da a la calle. En los ángulos de esta habitación, cuatro mesas, semejantes a las de los cafés, de mármol o madera, según convenga, rodeadas de sillas y taburetes. En los ángulos del fondo, perchas para abrigos y sombreros. Apliques de luz eléctrica en las paredes y lámparas centrales pendientes del techo. Es de noche.

ESCENA PRIMERA

La SOLE, la PURA y PAQUITA LA RAYO. DON MARIANO con PACO EL MALUENDA. JUGADOR 1.º, un CAMARERO. Después JUGADOR 2.º, gente jugando, CRUPIERS.

Al levantarse el telón se ve la mesa de ruleta funcionando, rodeada de gente, hombres y mujeres bien vestidos, que juegan, sentados o de pie. Los crupiers, vestidos de smoking,p. 40 tiran la bola, cantan los números y las jugadas, pagan y cobran. En la habitación primera, en una mesa próxima al ángulo izquierda, sentadas, la Sole, la Pura y Paquita la Rayo. Beben whisky y fuman. Van vestidas con elegancia y descoco. En la mesa del ángulo de la derecha, don Mariano y Paco el Maluenda toman cerveza. En la mesa primera izquierda, un joven jugador haciendo cálculos sobre un papel. Toma un refresco. Un Mozo con cara de presidiario, vestido con una librea elegante y nueva, sirve a unos y otros. Luego viene el Jugador 2.º

Crupier

Hagan juego, señores.

Uno

Ese duro a impares;

Otro

Diez pesetas encarnao.

Una

Dos pesetas a ese cuadro.

Otro

Tres duros al ocho.

Una

Cinco a caballo.

Crupier

¿Está hecho el juego? (Tira la bola.) No va más. (Pausa.) Diecisiete negro. Pleno, caballo, cuadro. (Se escucha rumor entre los Jugadores. Los crupiers pagan, retiran el dinero que pierde. Siguen jugando.)

Sole

¡El diecisiete negro!... ¡El mío!... ¡Maldita sea su estampa! ¡Qué negrito! ¡Estaba esperando que yo me fuese pa salir!

Pura

Lo que te hacen muchos blancos, hija.

Sole

¡Paece que me tenía miedo el ladrón!

Paquita

¿Y qué es, que te has quedao sin naa?

Sole

Pa que me crezcan telarañas en el bolso naa más. (Lo abre y lo enseña.) Echa una ojeada.

Paquita

El vacío más aterrador.

Sole

El pañuelo, las llaves y el frasco de las sales por si pierdo... el conocimiento y me tengo que agarrar a la postura del señor de al lao.

Paquita

¡Qué fresca eres! (Riendo.)

Sole

¡Quién habló!... Pues a ver pa qué llevas tú los impertinentes, hija.

Crupier

Treinta y tres negro. Caballo, línea, cuadro.

Paquita

¡Otro negro!

Sole

¿No te digo?... Mi suertecita arrastrá. Esta noche me se hace a mí negra hasta la barra e los labios.

Pura

¡Cuando se ponen así las cosas!...

Sole

¡Calla, hija! Sabes mi pasión por los negros;p. 41 pos mientras yo jugaba, ni uno. Y por fin, harta de perder, ya desesperá, saqué los cinco duros últimos que me quedaban y dije, digo: «Tres a la línea y dos a la calle». Pos como si los hubiá tirao a la calle los cinco; ¡la contraria!

Paquita

Señor, si es que tú ties un prurito con las calles...

Pura

Si de las calles no se saca naa, hija.

Sole

Barro.

Pura

Ni más ni menos.

Sole

Y luego, chiquillas, pa alivio, ¿vosotras habéis visto el ispetorcito ese que han traído?

Paquita

¿A don Antoñito el Modoso?

Pura

¡Camará con el Modoso!... Porque toda la modosidaz es que antes de dar un puntapié hace una reverencia; pero no se sabe si es pa hacer un saludo u pa tomar impulso.

Sole

¡Y qué genio; es una fiera! Mueves, sin querer, una peseta que no sea de tu propiedaz, y te echa una mirada que te mustia hasta las flores del sombrero.

Pura

Lo que es ahora, eso de levantar aquí un muertecito...

Sole

¡Cómo levantarlo, ni incorporarlo siquiera!...

Paquita

Como que yo ya no sé qué hacer con los impertinentes.

Pura

Ni yo con el abanico. ¡Con los duros que me ha ganao este!

Sole

Ya, ya; el gandumbas ese ha metío la sala en un puño.

Pura

¡Paece mentira, una pizca de hombre!

Paquita

¡Porque hay que ver lo ruin!

Sole

Pos ya veis... El otro día, que me había yo hartao de dejar pesetas, por no perderlo too, vi un duro distraído y fui a por él; y cuando pagaban voy y dije, digo: Ese duro de la calle es mío. Y va él y dice: «El duro es de este señor... pero la calle es de too el mundo, conque a ella». Y me señala la puerta.

Pura

¡Qué grosero! ¡No tener consideración ni con las señoras!...

Sole

Que si no me voy al tocador y me hago la distraída, pues que me expulsa; naa más.

Paquita

¡El demonio del gusarapo!...

Sole

Ahora, que yo, aquí pa internosotras, os voy a decir una cosita.

p. 42Las dos

¿Tú dirás?

Sole

Que poco puedo, o por estas que a ese ispetor le fascino yo.

Pura

¡Qué quies que te diga!...

Sole

Ya conocéis mis dotes oratorias y de las otras; y a ese le veis, antes de naa, de rodillas y a mis pies.

Pura

Me paece que te falla.

Sole

De rodillitas. Está dicho.

Pura

Te avierto que yo ya le he tanteao. La otra noche le dirigí cuatro miradas como pa pasarse el invierno sin cok, pa ver si podía colar un duro sevillano; pues naa; lo único que logré fue que me dijese: «Preciosidad, ese duro cecea»... Y me lo volvió a meter en el bolso.

Sole

No le hace. Vosotras dejármelo a mí, y yo os juro que la semana que viene ponemos en pie el cementerio del Este. (Se levantan.)

Paquita

¿Le gustarán las gordas?

Sole

Ahí está mi suerte. Si no, me pongo a plan.

Pura

Sí, porque lo que es ahora estás pa racataplán.

Sole

¡Amos a él! ¡Sería el primer menudito que me fallase! Son mi especialidad. Los pesos plumas, que dicen en boxeo. Si lo atonto, os pago dos de Pomery extra. ¡Jurao! (Entran en la sala de juego.)

ESCENA II

DICHOS, menos la SOLE, PURA y PAQUITA

Jugador 1.º

Las ocho y ese sin venir. (Escribiendo.) Dos encarnaos impares, docena, calle. Repetidos, cinco, siete, nueve o cuatro, seis, ocho... Se tienen que dar por fuerza, Después, un negro, menores...

Jugador 2.º

(Entra y se acerca a la mesa.) ¡Hola!

Jugador 1.º

¡Lo que has tardao!

Jugador 2.º

Que no he tenido la precaución de irme a pie. ¡Me se ha ocurrido tomar el tranvía, y el paro forzoso, por carencia de fluido!...

Jugador 1.º

¡El tranvía es pa cuando no se tiene naa que hacer, hombre! ¿Qué te han dao?

Jugador 2.º

Dos del portamonedas, cinco del reloj, seisp. 43 de la sortija, quince del alfiler, cuatro de la petaca, tres del...

Jugador 1.º

Bueno, ¿total?...

Jugador 2.º

Cuarenta y cinco. Diez de la papeleta, cinco de la papeleta de la papeleta, dos de la papeleta de la papeleta de la pa...

Jugador 1.º

Bueno; dime que has empeñao hasta el infinito y acabas de una. Venga todo.

Jugador 2.º

Ahí va. (Le da el dinero.)

Jugador 1.º

Cuatro que hacen ocho; ocho que hacen dieciséis; dieciséis que hacen treinta y dos... Oye, métete el pico del pañuelo, por lo que más quieras, que me da mala sombra, En cuanto te veo el triángulo tremolante, no acierto una.

Jugador 2.º

(Se oculta el pañuelo.) Remediao.

Jugador 1.º

Si no me falla la combina, siete mil pesetas.

Jugador 2.º

Y si se da mal, ¿por qué no cuelas un galápago?

Jugador 1.º

¿Con el ispetorcito nuevo?

Jugador 2.º

¡Qué más da!

Jugador 1.º

En fin, si la cosa viene mal, probaremos.

Jugador 2.º

Entra con el pie derecho.

Jugador 1.º

A una, dos y tres... (Entrando.) Cae un duro al trece... (Entran los dos.)

ESCENA III

DON MARIANO y PACO EL MALUENDA

Mariano

Bueno, Paco, y hablando de otro asunto, ¿qué te parece de mi recomendao?

Paco

Chico, yo no tengo vista una cosa semejante en lo que llevo en estos negocios, que ya va pa fecha.

Mariano

Me paece que hemos acertao con el don Antoñito.

Paco

¿Que si hemos acertao?... ¡Eso es un tío de temple!

Mariano

Sereno, duro, frío...

Paco

Y al mismo tiempo bien educao de verdá, que es lo que me cautiva; porque no tie naa que ver el chascarle a uno la nuez pa decirle le bésole a usté la mano. ¡Ese me limpia la sala de pillos en cuatro días!

p. 44Mariano

¿Y has visto su sistema?... Too lo arregla sin voces, sin palabrotas, sin ruidos...

Paco

Pero chico, ¿habré yo visto tíos valientes?... Pues este es que pone una mirá, y se le desencaja la cara de una forma, que costerna. Ya ves, conmigo no pue estar más cariñoso; pues hay noches que viene a decirme: «Usté descanse», y me da miedo.

Mariano

Y hay que verlo cuando se arma la más ligera bronca, en la sala. Va muy menudito, muy atildao; se para delante del promotor, se pone un poco pálido, un poco tembloroso, y muy bajito y con la mejor educación del mundo le dice, al que sea, su frase sacramental: «O la calle o la peritonitis», y les apunta al vientre. Y, claro, la cosa no es pa dudar...

Paco

En fin, si será atento, que el otro día me dijo que le trajesen jabón de sublimao, porque quería desinfectarse las manos por si tenía que dar algunas bofetás. ¡Cómo pensará darlas!...

Mariano

Ya te dije que era un hallazgo.

Paco

¡Menuda arquisición!

(Se escucha en la sala rumor de inquietud. Voces que van creciendo. Se suspende el juego. Algunos se ponen de pie increpando a alguien.)

Voces

¡Ese señor! ¿Yo? ¡Sí! ¡Fuera! ¡Echarlo! ¡No hay quién! ¡Granuja! ¡Canalla! ¡Don Antonio! (Crecen las voces hasta convertirse en gritos y el jaleo en bronca.)

Mariano

¿Qué es eso?

Paco

¿Qué pasará?

Mariano

(Yendo hacia la sala.) ¿Qué ha sido?

Paco

¿Quién es?

Voces

¡Que le echen!... ¡A la calle!... ¡Fuera!...

(Violentamente, y como echado de la sala de un formidable empujón, sale a trompicones el Jugador 1.º, que queda apoyado contra una mesa en actitud airada.)

Jugador 1.º

¡A mí no hay quién! ¡Que salga a echarme el que quiera!...

p. 45ESCENA IV

DICHOS y DON ANTONIO, de la sala.

Antonio

(Sale imponente, de smoking, andando paso a pasito, serio, haciendo guiños e imponiendo silencio. Durante la escena, cada guiño hace estremecer al adversario. Todo el mundo, agolpado a las puertas, calla con enorme expectación.) ¡Chist!... (Se para frente a él.)

Jugador 1.º

Es que a mí no hay quién... porque yo...

Antonio

¡Chistss!... Hónreme con su más profundo silencio. (Guiño.)

Jugador 1.º

¡Pero de dónde voy a callarme yo, cuando!...

Antonio

Inestimable contertulio, ruégole que con la más discreta sordomudez tenga la amabilidad de movilizarse a noventa por hora con rumbo a la vía pública.

Jugador 1.º

Es que a mí...

Antonio

Tengo el honor de invitarle a bajar por su pie las escaleras; pero si usted prefiere golpear con el cráneo en los descansillos, será complacido. (Guiño.)

Jugador 1.º

¡Pero señor, antes de echarme, que me se diga qué he hecho yo!

Antonio

Tratar de engrosar sus ingresos dando a sus amables posturas en la mesa de juego unos leves impulsos fraudulentos con la manga, con el objeto benéfico de arriesgar dos y que apoquinen cinco. Nada... Ingenuos y discretos robos.

Jugador 1.º

Eso de robos...

Antonio

Bueno; juveniles y ligeras estufillas, como usted lo prefiera. Conque planee y aterrice. (Guiño.) Siga la flecha. (Le señala la puerta con el dedo.)

Jugador 1.º

A mí no hay quién me eche del local.

Antonio

¿Que no? Pollo, reasumamos: «O la calle o la peritonitis». (Le apunta con una pistola.)

Jugador 1.º

(Aterrado.) ¿No tiene usted términos medios?

Antonio

El corazón. (Le apunta con otra.)

Jugador 1.º

¡Mi madre!... (Da un salto atrás.) ¡Pero por estas que vuelvo!

(Vase.)

Antonio

¡Fuera! (Dándole un puntapié que le obliga a salir violentamente. A la gente, riendo.) Se ha dado de narices contra la mampara.p. 46 Concluso el incidente. (A todos.) Tengan la sin par bondad de proseguir el recreo. Hasta otra.

Paco

(Abrazándole.) ¡Es usté admirable, don Antonio!

Antonio

(Con fingida indiferencia.) ¡Futesas!

Paco

(A la gente.) Sigan, sigan... (Los convence para que entren. Entran y prosigue el fuego.)

Antonio

(Aprovecha este momento para irse a un rincón, y tembloroso y demudado, con la cara de verdadera angustia de un hombre que acaba de hacer un esfuerzo supremo, saca un frasquito del bolsillo del chaleco y, tembloroso y acongojado, bebe un sorbo.) ¡Ay, hija mía!

Mariano

(Se acerca. Aparte.) ¿Qué tomas?

Antonio

Antiespasmódica.

Mariano

¡Qué rato habrás pasao!

Antonio

¡Como que se me ha hecho una pelota en la garganta, que no me la puedo tragar! ¡Ay, Mariano, el día que me falle uno de estos, mi ruina!

Mariano

(Por Paco, que se acerca.) Calla, que viene.

Paco

¡Don Antonio!... (Abrazándole.) ¡Me tie usté encantao! ¡Usté es mi hombre!

Antonio

(Volviendo a la sonrisa y a la jactancia.) Nada, don Paco. Escaramucillas de principiante. ¡Digo!... ¡Pues si usté me hubiera visto a mí una noche en la calle de las Sierpes, en Sevilla!... ¡Cinco hombres disparándome tiros, y yo limpiándome las botas y cantando la Madelón traducida!... ¡Que lo diga aquí Mariano!... ¿Te acuerdas?...

Mariano

¡Aquello era para erizar a un queso de bola!

Antonio

¡Cinco blancos en la caja de betún, un impacto en el cepillo, el betunero herido en la región metacarpiana y un servidor desviando las balas con ligeros balanceos! (Los hace.) Lo mismito que si estuviera bailando un fox.

Paco

¡Qué admirable! ¿Y de dónde se saca usté esa serenidad?

Antonio

(Señalando al corazón.) Del almacén. Que tengo stock. Nada.

(Vase hacia la sala, humilde y modoso.)

p. 47ESCENA V

DON MARIANO y PACO

Paco

Bueno, yo no he conocido a Napoleón, pero debía ser una chinela comparao con este hombre.

Mariano

(¡Pobre Antonio!... ¡El miedo que está pasando!)

Paco

¿Pero tú has visto una cosa como esta? ¡Es admirable!

Mariano

(Con amarga ironía.) ¡Que si es admirable! ¡No lo sabes tú bien!

Paco

Yo le aumento el sueldo desde este mes.

Mariano

Se lo merece.

Paco

¡Pero que en un doble! Porque, además, hay que reconocerlo, lo que ha tenío que hacer hasta ahora no es naa en comparación de lo que le queda, que es lo gordo.

Mariano

¿A qué te refieres?

Paco

Pues que aún tiene que ponerse cara a cara con los de cuidao. Con el Pollo Botines, el Requiés y el Jarritas. ¡Los tres granujas de más agallas de Madrid! ¡Menudo historial carcelario!

Mariano

Pero esos hasta ahora parece que le respetan a don Antonio.

Paco

¿Que le respetan? ¡Narices! Que son unos vivales y lo estaban tanteando; pero se conoce que ya le han encontrao el tacón de Aquiles, porque, ¿no sabes lo de anoche?

Mariano

¿Qué?

Paco

Pues naa; que como desde que está aquí don Antonio he suprimido suvenciones y no hay valiente que me saque ni una perra pa un churro, pues me se acercaron los tres de muy mal arate y me vinieron con el ultimátum de que hoy mismo u echaba yo a la calle a don Antonio u le echaban ellos.

Mariano

¿Pero es posible? ¡Qué cafres! ¿Y tú que les dijiste?

Paco

Que si tenían ganas de jugarse la pellejita, que viniesen ellos a echarle, que yo estaba muy contento con él.

Mariano

¿Y qué te dijeron?

p. 48Paco

Naa... Que esta noche, a las diez en punto, me daban palabra de ponerlo de pezuñas en la vía pública, en su totalidad u en veces.

Mariano

¿Pero es que piensan descuartizarlo?

Paco

¡Por lo visto! (Riendo.) ¡No saben la fiera que buscan! Yo te digo que temo el choque y lo deseo. Va a ser una bronca que dejará recuerdo en Madriz pa muchos años.

Mariano

Sí, bueno... ¿Pero tú no le has prevenido a don Antonio?...

Paco

Todavía no.

Mariano

Pues debías decírselo; poco a poco, pero debías decírselo.

Paco

Yo, por si esos golfos lo dejaban en amenaza.

Mariano

No te fíes. ¡Menudos madrugones! ¡Siquiera que lo cojan sobre aviso al hombre!

Paco

Pue que tengas razón. Pues mira, vamos a decir que no los dejen entrar por la puerta prencipal, pa que antes de meterse en la sala tengan que pasar por aquí y podamos advertirle.

Mariano

Es lo mejor.

Paco

Vamos.

Mariano

(Aparte.) ¡La que le aguarda! ¡Pobre Antoñito!...

(Vanse primera izquierda.)

ESCENA VI

DON ANTONIO. Luego LEONORCITA y MARCOS, primera izquierda.

Antonio

(Sale con cautela, se va a un rincón, saca el frasquito, bebe otro trago y se lo guarda.) Este trago no es de miedo, es de nervioso. Nada, que estaba yo en la mesa, inspeccionando y se me ha sentado una señora gorda, pero guapísima, a la distancia de un papel de fumar de canto... y me está echando unas miradas, que entre ella y el radiador que tengo detrás... ¡estoy de nervioso, que me quiero sonar y no me doy con las narices!... ¡Qué tía! ¡Qué ojazos! Y qué... ¡qué miserable es la Humanidad!... ¡Yo, que ya me había olvidao de estas cosas!... Pero está visto que en cuanto come uno quince días seguidos y se muda cada semana, pues que...p. 49 ¡que se le reverdecen las pasiones!... ¡Verdad es que las gordas han sido siempre mi perdición!... ¡Dios mío, que no me se verdevezcan, digo, redrevezcan, digo, verde... bueno, que no lo digo!... ¡Y me paece que esa contertulia anda detrás de movilizarme un cadáver!... ¡No, pues como yo la pille en una trampa, la echo, y así me quito de peligros!... Es lo mejor. (Va a entrar y le detienen Leonorcita y Marcos, que salen primera izquierda.)

Leonor

(Que viene muy mona, vestidita de nuevo y con un sombrerito elegante.) ¡Papá, papaíto!...

Antonio

¡Hija, hija mía!... (La besa y la abraza.)

Leonor

¿Qué tal, qué tal, papaíto? ¿No te ha pasado nada?

Antonio

Nada, hijita, ¿qué me va a pasar?...

Leonor

¡Ay, hasta que te veo no descanso!

Marcos

(Entra también bien vestido, pero con mediano gusto.) ¡Don Antonio! (Le abraza.)

Antonio

(Muy efusivo.) ¡Hola, Marquitos!

Marcos

(Admirado, contemplándole.) ¡Mi familia! ¡Quién le ha visto a usté y quién le ve!... De smokinge, con dos dedos de chaleco naa más, un lazo al cuello y medio metro de raya... (Fijándose.) ¡Porque le llega a usté hasta la metá e la espalda!... ¡Gachó!...

Antonio

Sí, pues mira que tú... Ven que te vea.

Marcos

Hombre, mi ternito con remangue, mi flexibito, mi corbatita muerdoré y mi cabuchón de seis reales... Que me he tenío que poner a tono aquí con la joven... que yo ya no sé si voy con mi novia u con un número atrasao del Pintorial Revue.

Leonor

¡Tonto!

Antonio

No, no; dice bien Marquitos que estás monísima. ¡Hija de mi alma!... ¡Qué alegría verte tan bonita!... (La mira embelesado.)

Marcos

Que la ropa lo hace too. Ahora, de que veníamos, pues too el mundo a mirarla; en cambio, acuérdate cuando llevabas el trajecito numerao...

Leonor

¿Cómo numerado?

Marcos

¡A ver!... Too lleno de sietes y de unos... pero de unos lamparones de este porte.

Antonio

¡Hacéis una parejita!... Porque tú también tienes un tipo...

p. 50Marcos

¡Airosito y marchoso naa más, don Antonio! Y ya me verá usté el domingo en cuanto cobre, que me voy a comprar guantes, pero dos. Que no me los he comprao ya, porque tengo un amigo que me vendía uno por tres reales; pero no lo he querido porque era uno solo, y además, no me servía pa las dos manos. En esta me entraba mu bien, pero en esta lo tenía que llevar del revés.

Antonio

(Riendo.) ¡Naturalmente!... Y luego, Marcos, ¿tú te has fijao en la niña qué colorcito tan sano se le está poniendo?

Leonor

¡Que como todos los días, papaíto! Oye, ¿sabes que me he pesado?

Antonio

¿Y qué, hija?

Leonor

¡Que he ganao cinco kilos!... ¡¡Cinco!!

Marcos

Como que hay noches que cenas tres veces, mia esta.

Leonor

Hombre, nos teníamos que poner al corriente. En cambio, tú... Yo te encuentro más desmejorado, papá, y con un color tan pálido...

Marcos

Yo creo que es que toma usté demasiada tila, don Antonio...

Antonio

No, hijos, pero si estoy muy llenito...

Marcos

¿De qué?

Leonor

No, papaíto, tú no estás bien. Debes alimentarte más. Todo te viene ancho.

Marcos

Sí, porque si no estoy viendo que un día se le va a usté a quedar el traje vacío en metá e la calle, don Antonio.

Leonor

Yo engrueso, yo como, yo vivo a gusto, pero tú...

Antonio

Pues si tú vives a gusto, ¿qué más necesito?...

Leonor

No; no te acostumbras a este ambiente, papá, ya lo veo. Has de hacer esfuerzos horribles que perjudican tu sistema, nervioso, que te aniquilan... Y yo soy una egoísta, papá, una egoísta... Pero un día me voy a quitar todo esto...

Marcos

Aquí no.

Leonor

Y voy a...

Antonio

¡Calla, tonta!... ¡Que no me acostumbro a esto, y tengo la sala dominada! ¡Si me hubieses visto antes echar a uno!... ¡Y cómo me respetan! Y todavía sin haber tenido que dar una bofetada.

Marcos

¡Toma!... Es que el día que tenga usted quep. 51 darlas (Acción de quedarse sin nada.), no hay de qué darlas...

Antonio

¡Pero me las ingenio muy bien con esta farsa del valor!... ¡Alégrate, hija mía, no hay que preocuparse! ¡Adelante, y viva la vida, que dice Mariano!... Y en fin, que yo, encantado de charlar con vosotros, descuido mi obligación, y tengo tomada la visual ahí a una individua, que en cuanto me haga una trampa, la echo.

Leonor

¡Ay, pero echar a una señora!... ¿Y no te hará nada si la echas?...

Antonio

No; las señoras no hay cuidado, hija.

Marcos

Las señoras se pue decir que se echan solas.

Antonio

Con una ligera indicación... En fin, meteos ahí en la Secretaría, que volveré pronto. Quiero que cenéis conmigo.

(Vase a la sala.)

Leonor

Bueno, papaíto.

ESCENA VII

LEONORCITA y MARCOS

Leonor

Anda, vamos a la Secretaría.

Marcos

(Entreabriendo la puerta.) Espera que mire un poco.

Leonor

Todas las noches que venimos haces lo mismo.

Marcos

¡Oye, fíjate cuánta gente! ¡Qué corrutoras son estas salas! ¡Qué mujeres!

Leonor

¡Y qué escotadas! ¡Qué escándalo!

Marcos

Se mira encima de la mesa y no se ve más que dinero, carne, corrución... ¡Aguarda!...

Leonor

¿Qué es?

Marcos

¡Ha salío el 24 negro! ¡El 24! ¡Mis años! ¿Quies que me juegue dos pesetas de pleno a la repetida?

Leonor

(Apartándole.) ¡No, señor, ni un céntimo! ¡Anda!

Marcos

Espera. Fíjate en aquella rubia; ¡qué hombros!

Leonor

Anda, Marcos, o vienes o me voy. ¡Así sois los hombres, que nunca os contentáis con lo que tenéis!...

Marcos

¿Pues qué dirías si estuviésemos en la Mahometania, donde cada hombre tie cuarenta y dos mujeres lo menos?... Pues te hubiesesp. 52 tenío que conformar con la cuarenta y doceava parte mía.

Leonor

¡Cuarenta y doceava! ¿Y qué es eso?

Marcos

¡Menos que un guisante!

(Entran en la Secretaría discutiendo.)

ESCENA VIII

La SOLE y DON ANTONIO, de la sala.

Antonio

(Señalándola enérgicamente la puerta.) Bueno, señora; agradézcame usted que no he querido avergonzarla delante de todos, pero usté se va a la calle ahora mismo.

Sole

No tengo ganita. (Se sienta.)

Antonio

La he cogido a usted levantando un cadáver. A la calle.

Sole

Pero si lo he hecho pa que usté se fijara en mí, so primo.

Antonio

¡Mentira!

Sole

Por la memoria de mis muertos.

Antonio

No jure usté, que son muchos.

Sole

Son innumerables... ¡ay, sí, señor!

Antonio

Bueno, a la calle.

Sole

Con usté, en seguida. Sola y a estas horas, me da miedo, don Antonio.

Antonio

¿Pero usté le tiene miedo a algo?

Sole

A que me se ponga una cosa entre ceja y ceja.

Antonio

¿Y qué se le ha puesto a usted?

Sole

¡Qué sé yo!... ¡Locuras! Hablar con usté a solas... Tie usté un modo de mirar que...

Antonio

Pamplinas; me va usted a convencer que a mis años y con estos ojos tan pequeños...

Sole

Con una cerilla se enciende un horno. Además, es lo de toa mi vida, mi locura, ¡los hombres valientes! Tengo Napoleón a la cabecera e la cama y el Espartero a los pies.

Antonio

(Ya meloso.) ¿Y a mí dónde me iba usté a colocar?

Sole

En el techo. Colgaíto por malo.

Antonio

¿Malo yo? (Se acerca.)

Sole

(Empujándole con el hombro.) ¡Es usté más antipático!...

Antonio

(Derretido.) Sole..: (Deteniéndose en la pendiente y volviendo a su primitiva energía.) ¡Bueno, a la calle!

p. 53Sole

Acompáñeme usté.

Antonio

No tengo abrigo, (Con sorna.) y a cuerpo limpio...

Sole

Y hablando en serio, Antonio. No se ría usté de mí, que pue que le pese. Cantaba yo una copla, cuando cantaba, que decía:

«Aquel pajarito, madre,
que canta en el limón verde,
su día le ha de llegar
que él esté triste y yo alegre.»

Antonio

Es bonita la copla.

Sole

Es verdá, como todas. Hoy se ríe usté de mí. Bueno. Pero quién sabe mañana... Aunque puede que se ría usted siempre, porque yo pa querer no he tenío suerte nunca. (Se limpia con disimulo una lágrima.) Por supuesto, ni pa querer ni pa naa. Pero en fin, a lo que estábamos. Me echa usté porque tie usté razón pa echarme, y me voy... ¡Si una es lo que es, cómo la van a mirar a una!

Antonio

Mujer, yo...

Sole

Pero siento que sea usté el que me eche, palabra, porque le tengo a usté mucha simpatía, Antonio. (Conmovida.)

Antonio

¡Sole!

Sole

A pocos hombres les he dicho yo esto. Y eso que una ha tenío la desgracia de la libertá, y ha dicho toas las cosas que se le han antojao.

Antonio

(Librando una batalla interior.) ¡Sole!... (¡Ay, mi hija!)

Sole

Pero con todo y con esos a pocos se lo he dicho, y a usté se lo digo, pero chipén.

Antonio

Bueno, pero...

Sole

Y en fin, perdonar, y por estas que no vuelvo a poner los pies en esta casa.

Antonio

Mujer, tanto como eso...

Sole

Ni a usté le conviene que yo vuelva, ni a mí volver.

Antonio

Eso... ¡quién sabe!... (¡Ay, mi hija!)

Sole

Adiós. (Se dan la mano y no se sueltan.)

Antonio

(Entregándose.) No te vayas.

Sole

Déjame, Antonio. Si me quedo, puede que sea peor pa los dos.

Antonio

No me importa. Quédate.

Leonor

(Asomándose.) Papá...

Antonio

(Aterrado.) ¡Mi hija!... (Fingiendo extremadap. 54 energía.) Bueno, señora..., basta de..., y ahora mismo sale usté por... (Perplejo y atontado mira alternativamente a las dos puertas, la de la sala y la de la escalera, y no sabe cuál señalar.) por... por... por ahí... ¡que yo la arreglaré!... (Le señala la sala.) ¡Fuera!

Sole

¡Pero, don Antonio!

Antonio

¡Fuera!

Sole

(No m’ha fallao. De rodillitas, ¡Mío!)

(Vase a la sala.)

Leonor

¿Es esa la tramposa, papá?

Antonio

No, no es que sea tramposa... es una desgraciada, pero...

Leonor

¿Y no has podido echarla?

Antonio

¡Ay, hija de mi vida, no, no he podido, pero voy a ver si ahora!... (Elevando los ojos.) ¿Por qué me has traído aquí, Dios mío? (Entra resueltamente en la sala.)

Leonor

(A Marcos, que se ha asomado también.) ¿Has visto el pobre papá?... ¡No ha podido echarla!

Marcos

Es que es mucha señora pa echarla así, del primer impulso.

Leonor

Calla...

Marcos

¿Qué es?

Leonor

Gente que sube...

Marcos

Serán puntos... Que no nos vean... (Se ocultan en la Secretaría.)

ESCENA IX

DON MARIANO y PACO EL MALUENDA

Paco

Bueno; por la puerta principal estamos tranquilos que ya no suben. Ahora vamos a decírselo too a don Antonio.

Mariano

Es lo prudente.

Paco

Se va a morir de risa.

Mariano

Sí; pero sin embargo, es bueno que esté advertido. (Al Mozo, que anda limpiando una mesa.) Gorila, tráete un bock. (El Mozo le sirve.)

Paco

Esos tres pa él son tres ratas, hombre; ya lo verás. (Se acerca a la puerta del fondo yp. 55 llama.) Don Antonio... Chist, don Antonio... Un momento.

Mariano

(Aparte.) Le da un colapso.

Antonio

(Saliendo.) ¡Hola, mi querido don Paco! ¿Qué pasa?

Paco

Hombre, perdone usté que le moleste, porque en realidá cosa de importancia no es.

Antonio

Sea lo que sea. Diga usted.

Paco

Pues una nimiedaz... Que anoche me se acercaron el Pollo Botines, el Jarritas y el Requiés.

Mariano

¡Que tú ya los conoces!

Antonio

¡Ya, ya!... ¿Y qué anhelaban esas tres orugas?

Mariano

(A Antonio.) Bebe un poco de cerveza, anda... (Le da el bock.)

Paco

Pues decirme —se va usté a revolcar— que si yo no le echaba a usté hoy sin falta de mi casa, que esta noche vendrían ellos mismos... (Cada vez va acentuando más su sonrisa.) a ponerle a usté de pezuñas en la vía pública, u en su totalidaz u en veces.

Antonio

¿A mí?... (Se le cae la copa de las manos, de terror; pero reacciona y suelta una carcajada que su estado nervioso exagera.) ¡A la calle!... ¿Yo?... ¿Pero yo?... ¡Ja, ja, ja!... ¿En mi totalidad?... ¡Ja, ja, ja!... ¡Ja, ja, ja!...

Paco

(A Mariano.) ¿No te lo decía yo?... ¡La gracia que le ha hecho!...

Antonio

¿Yo?... ¡A la calle!... ¡Pero yo!... ¡Ja, ja, ja!... ¿Y cuántos dice usté que son?

Paco

Tres.

Antonio

¡Ja, ja, ja!... ¡Tres naa más!... ¿Y echarme a mí?... (Quedándose repentinamente serio y metiendo la mano en el bolsillo del revólver.) Bueno, ¿dónde están?

Paco

No han venido todavía.

Antonio

Que tienen un ángel custodio que vela por ellos.

Paco

Y mire usté... (Don Antonio se vuelve rápidamente y aterrado, creyendo que vienen.) Y mire usté que ir a estrellarse con usté... ¡Ja, ja!

Antonio

¡Ya, ya, estrellarse conmigo! Bueno; pues me va usté a hacer el favor... ¡ja, ja, ja!... espere usté que me acabe de reír... de mandarles el siguiente recadito: que como se personen en esta su casa, les voy a dar una dep. 56 bofetás, que va a tener que hacer las particiones un notario. Eso de prólogo. Y de epílogo, que como no saquen kilométrico, no encuentran los dientes, ¡por estas!

Mariano

Pero ¿tú los conoces? ¿Sabes quiénes son?

Antonio

¡Sí, hombre, tres desvencijaos!... ¡Naa! ¡Asoman por ahí y no vas a ver más que una nube de polvo!

Paco

(Entusiasmado.) ¡Bravo, don Antonio, bravo! (Le abraza.)

Antonio

Naa, hombre. (Al abrazarse estrechamente con Paco, aprovecha la ocasión para beber de un frasquito un sorbo de antiespasmódica, poniéndole a Mariano una terrible mirada de angustia.)

Paco

¡No esperaba yo menos de usté!

Antonio

¡Natural!... ¡Ja, ja, ja!... Bueno, si no fuera por estos ratitos, la vida sería... ¿verdad, don Paco?

Paco

Ya, ya...

Antonio

¿Y a qué hora han quedado en venir?

Paco

A las diez en punto.

Antonio

(Mira el reloj con angustia.) Menos cinco. (Se levantan. Abrazando a Mariano.) Bueno, Marianete, te quieren dejar sin compañero... ¡ja, ja!... pero va a ser difícil. (Aprovecha el abrazo para beber otro sorbo, y su temblor y su inquietud nerviosa ya no cesan en toda la escena.) (¡Que me traigan más, que me se ha acabao!) (Le da el frasco.) ¡Ah, una cosa!

Paco

Venga.

Antonio

¿Usté me dará permiso pa que los eche a los tres por ese balcón?

Paco

Claro que sí. ¡Y con poquita alegría que lo voy a ver!

Antonio

Pues ni una palabra más.

Paco

Sí, una palabra más.

Antonio

Venga.

Paco

(Al notar su inquietud.) ¡Pero no esté usté tan nervioso!

Antonio

Es que yo, cuando me meto en un fregao de estos, hasta que no le dicen a mi adversario las misas gregorianas no me quedo tranquilo. Pero venga esa palabra.

Paco

Pues quería decirle a usté que como son tres puntos de pronóstico, porque el Requiés se susurra que fue el que mató a un chalán enp. 57 la travesía de Moriana y se le absolvió por falta de pruebas.

Antonio

Sí, señor...

Paco

Al Pollo Botines se le denomina el surtidor de las Casas de Socorro por lo pendenciero, y el Jarritas no saca las manos del bolsillo que no haga falta una cura de urgencia...

Antonio

¡Ja, ja, ja!... ¡De urgencia! (Mira el reloj.)

Paco

Pues yo, en cuanto usté me los eche de aquí, bien escarmentaos, le regalo a usted diez mil pesetas. Naa más. Prometido.

Antonio

¡A mí! ¡Diez mil pesetas! ¡Don Paco! (Mira el reloj.)

Paco

(A don Mariano.) En diez pápiros. Ya sabes la orden. En cuanto los eche se las entregas.

Antonio

¡Ay, don Paco!... ¡Diez mil pesetas de una vez!... ¡Ay, Mariano, mi felicidad!... Mi... mi... (Mira el reloj.) (Minuto y medio.)

Paco

Y cuando yo prometo algo...

Antonio

Don Paco, yo, con dinero y sin dinero, en cuanto esas tres cucarachas me dirijan una mirada que no sea de recibo, los cojo y los...

ESCENA X

DICHOS, el POLLO BOTINES, el REQUIÉS y el JARRITAS, por la izquierda.

Son tres puntos tahúres profesionales, vestidos entre señoritos y chulos, con caras carcelarias. El Pollo Botines los lleva. El Jarritas va siempre en jarras, por llevar las manos en los bolsillos, y el Requiés va de luto y es su aspecto patibulario.

Requiés

(Desde la puerta.) ¡Ave María Purísima!

Paco

¡Ellos!

Antonio

(Con espanto.) ¡Mi ma... mi ma... mi madre!

Mariano

Ya están aquí.

Antonio

(A los otros, temblando.) (Serenidad.)

(Entran los tres.)

Jarritas

Benditos y alabaos.

Pollo

La paz del Señor... del señor inspector sea con ustedes.

Paco

Santas y guasonas.

Mariano

Bien venidos. ¿Y de chunga, por lo visto?

p. 58Antonio

(Yo me tiro por el balcón.) (Lo entreabre.)

Paco

(A Mariano.) (Va a preparar el balcón para tirarlos.)

Mariano

(¡Ya lo veo!)

Requiés

¿Os habéis fijao?... Un terceto de dos y medio.

Antonio

¡Y otro de todo a sesenta y cinco!

Paco

¿Venís con ganita de bronca?

Pollo

¡Dios nos libre!

Jarritas

Naa de eso.

Requiés

Tres ursulinos.

Pollo

A propósito. Diga usté, honorable y valeroso don Antonio, ¿podríamos pasar ahí dentro un ratito?

Jarritas

Porque nos da, miedo entrar sin su respetable permiso.

Requiés

¿Y si somos buenos no nos pondrán de rodillas, verdad?

Pollo

Oiga usté, y si le pego yo dos patás en la boquita del estómago a cualquier amigo o conocido, ¿no me dejarán sin postre?

Antonio

Según; porque como me dé a mí por estropear melones... (Los mira con recelo.)

Requiés

Se iba usté a quedar sin sus amistades.

Jarritas

(Riendo.) ¡Qué gracioso! ¿Has oído?

Pollo

¡Es un cuarto kilo de chistes!

Antonio

A lo mejor, un cuarto de kilo los hace daño a tres.

Requiés

No siendo de escabeche no creo yo que...

Jarritas

¿Conque podemos pasar? ¿Sí u sí?

Paco

(A don Antonio.) (¡Ande usté con ellos!)

Antonio

(Voy.) (Adelanta.) Señores, como veo que vienen ustedes de mal arate, me hallo consternao. Miren cómo estoy de oírles... (Exagerando su temblor.) ¡Esto es miedo, lo demás son tonterías! De modo que si del terror me atraganto, perdonen... pero en fin, voy a ver si puedo articularles cuatro palabras. Ahí dentro —medrosos y aterradores amigos— puede entrar el que quiera y hacer lo que le dé la gana; pero si lo que le da la gana no le gusta a este humilde y tembloroso servidor, entro y le gasto al delincuente una broma, ¡pero una broma con orificio de entrada y salida! (Los tres se ríen.) ¿Les ha hecho a ustedes gracia?

Jarritas

¡Un montón!

Antonio

(A los suyos.) ¿He estao bien?

p. 59Requiés

En fin, Maluenda, ahí estamos. Ya resollaremos.

Pollo

¿Sí somos buenos se nos dará una estampita?

Antonio

O se les romperá la estampita. Según. (A los suyos.) ¿He estao bien?

Requiés

Es usté tan guapo como ínclito. Hasta de aquí a una miaja.

Los tres

¡Saluz! (Entran en la sala.)

Mariano

¡Bueno, vienen con las de Caín!

Paco

Vamos, que yo no los pierdo de vista. ¡No me echen mano al dinero!...

Antonio

Sí, vayan ustedes, que en seguida voy yo, que tengo aquí a mi hija... y quiero que se vaya pa que no presencie...

Paco

Pero entre usté en seguida.

Antonio

Lo preciso. Voy en un vuelo. (Entran en la sala Paco y don Mariano.)

ESCENA XI

DON ANTONIO, LEONOR, MARCOS y DON MARIANO

Antonio

(Cayéndose a pedazos de emoción y de miedo.) ¡Bueno, yo ya no puedo más! Mi saliva es engrudo... Se me salta el corazón. (Se levanta trabajosamente de la silla en que ha caído. Va a la Secretaría.) Supongo que lo habréis oído todo.

Leonor

(Que sale angustiada.) ¡Todo, todo!... ¡Ay, papaíto de mi vida, yo estoy aterrada!

Marcos

(Que sale con cara de espanto.) A mí me se ha quitado hasta el apresto del traje.

Antonio

Ya comprenderás que yo no puedo pegar a esos tres asesinos.

Marcos

¡Toma, pero ni con brocha!

Leonor

¿Y qué vas a hacer, papaíto?

Antonio

Pues quitarme a escape este smoking y ponerme mi traje y marcharme de aquí.

Leonor

Sí, papaíto, sí... ¡Vámonos a casa!

Antonio

Perdona, hija, pero se me ha acabao el valor.

Leonor

Sí, vámonos, vámonos antes que salgan.

Marcos

¡Y qué lástima!... ¡Diez mil pesetas que le daría a usté don Paco!

Antonio

¡A mí no, a mis restos!

Marcos

¡Diez mil pesetas!... ¡El bienestar pa siempre!p. 60 ¡Nosotros casaos, yo establecido, usté tranquilo en casita, dedicao a mecer lo que fuese!... ¡Esos ladrones!... ¡¡Si yo me atreviera!!...

Antonio

¡No sueñes locuras!

Leonor

¡Tú contra unos asesinos!

Antonio

Tienen clientela en el Este.

Leonor

¡Vamos, vamos, papá!

Antonio

Si es que del esfuerzo las piernas no me tienen.

Mariano

(Que sale rápidamente.) Supongo que te irás.

Antonio

Pero volando.

Mariano

Haces bien. Paco me ha dicho que viniese a buscarte, porque esos están metiendo la pata; pero no entres. ¡Yo te he querío buscar un pedazo de pan, pero no tu perdición! Iros a escape.

Leonor

¿Verdá que sí, padrino?

Antonio

Que salga Marcos por un automóvil...

Marcos

¿Pero tanta prisa corre?

Mariano

Cuando se enteren que te has ido, que estés lejos; porque si no salen a alcanzarte y te la ganas.

Antonio

¡Un automóvil, por tu madre!

Mariano

En la esquina hay un punto.

(Vase a la sala.)

Marcos

Volando.

(Vase primera izquierda.)

Leonor

Anda, papá... anda, por Dios, que ya has oído. Yo aquí espero mientras te cambias de ropa.

Antonio

Un segundo. (Entra en la Secretaría.)

ESCENA ÚLTIMA

LEONORCITA, luego el POLLO BOTINES, el REQUIÉS y el JARRITAS, de la sala.

Leonor

¡Dios mío!... ¡Vivir, vivir!... ¡Qué amargura!... ¡Lo que cuesta vivir!... ¡Ay, mi papaíto de mi vida!... ¡Tan pusilánime como es el pobre y lo que ha hecho por mí!... ¡Pero él con esos bandidos!... ¡No, no!... (Los ve salir aterrada.) ¡Dios mío!... ¡Ellos!...

Requiés

Bueno; lo primero, vamos a cenar con opiparidaz. ¿No os parece?

Jarritas

No es ninguna memez.

Requiés

Y a los postres les damos a esta gentuza el té... el te reviento.

p. 61Jarritas

Es un programa.

Pollo

(Fijándose en Leonor cita.) Hombre, callarse. ¡Qué nena!

Requiés

¡No está mal la moruchita!

Jarritas

Me se hace que es la hija de don Antonio.

Requiés

Mejor que mejor.

Pollo

Aguardarse, que ya tenemos amenidaz femenina pa la orgía.

Requiés

Invítala, de grado o a fuerciori.

Pollo

Ni que decir. Dejarme. (Adelanta.) ¡Apreciada pollita!

Leonor

¿Qué desea?

Pollo

A los pies de usted.

Leonor

(Mira al suelo. Con ingenuidad.) ¿A mis pies, qué?

Pollo

Es saludo.

Leonor

¡Ah! (¿Qué querrán de mí?)

Pollo

¿Usted ha cenao?... Y perdone usté que la interviuvee.

Leonor

No; señor; todavía no.

Pollo

Pues no se preocupe usté, que le han caído tres anfitriones.

Leonor

¿Tres qué?

Pollo

Tres sujetos que se verían muy honraos en que usté cenase con ellos.

Requiés

¿Le gustan a usté las judías con oreja de cerdo?

Leonor

¡Yo no quiero nada con cerdos! Ni con nadie.

Pollo

Esta noche, sí.

Leonor

¡Ni esta noche ni nunca! ¿Por quién me han tomado ustedes?

Pollo

¡Pero no se ponga usté así, fierecita!

Leonor

Me pongo como debo. Y no quiero hablar más con ustedes.

Pollo

De modo que si un hombre, cegao por sus encantos, la cogiese a usté así... (Va a cogerla.)

Leonor

(Aterrada.) ¿Pero qué va usté a hacer?... (Los otros se ríen.)

Pollo

La cogiese a usté así, (La coge.) y la diera un beso. (Se lo da.) ¿El que lo hiciera?...

Leonor

(Gritando angustiada.) ¡Papá!... ¡Papá!... ¡Socorro!

Antonio

(Sale de la Secretaría en mangas de camisa, fiero, erguido, colérico, y al ver a su hija atropellada tan cobardemente, grita con fiereza.) ¡Moriría como vas tú a morir!... ¡Toma, canalla! (Le da un silletazo.)

p. 62

Pollo

(Cayendo con las manos en la cabeza.) ¡¡Me ha matao!!

Antonio

(Revolviéndose.) ¡Infames! ¡Asesinos!... ¡Mi hija!... ¡Atropellar a mi hija! ¡Ladrones! (Saca la pistola.)

Leonor

(Muerta de espanto.) ¡Por Dios, papá!

Antonio

(Disparando.) Fuera, fuera de aquí. ¡A la calle!

(Tiros, palos, estacazos, patadas. Le disparan. Acomete. Como una fiera salta, ataca, acomete, acorrala, pega... Los matones quedan sobrecogidos ante tal ímpetu, y al fin, en franca fuga, uno se tira por el balcón. Los otros salen por la puerta. Al último le da una patada y se oye a poco un gran ruido de cristales. La gente, desde el principio, se asoma consternada a la puerta de la sala. Marquitos, que ha entrado, sin explicarse aquello, auxilia a don Antonio. Los demás, cuando le ven triunfante, se le acercan entusiasmados.)

Mariano

Pero Antonio ¿qué ha sido?

Sole

¡Los ha echao!

Antonio

Los he echao.

Paco

¿Pero usté solo?

Antonio

¡Solo! ¡Solo! ¡¡Yo solo!!

Paco

¿A los tres?

Antonio

¡A los tres!

Paco

¿Pero cómo?

Antonio

Porque era mi obligación. He cumplido con mi deber. Nada más. (Todavía excitado y enardecido por su fiereza, conserva hasta el final una imponente energía, que hace obedecer a todos ciegamente.) ¡Conque esto se ha acabado! ¡A jugar todo el mundo; pronto!

Todos

Sí, señor. (Se ponen a jugar de nuevo.)

Antonio

¡¡Pronto!! (A Mariano.) Tú, a darme las diez mil pesetas, ¡inmediatamente!

Mariano

Pero...

Antonio

¡Inmediatamente!

Paco

Inmediatamente, que se las ha ganao.

(Vase Mariano.)

Leonor

¡Papá!...

Antonio

¡Tú, a casa con ese!

Marcos

Es que...

Antonio

A casa con esa. A escape.

(Vanse asustados.)

Paco

Yo, por mi parte...

Antonio

Usté, a dar órdenes de que si vuelven esos canallas se me avise.

p. 63Paco

Sí, señor.

(Vase.)

Antonio

(Al Mozo.) A ver. Que me sirvan una cena.

Mozo

Volando.

Antonio

Pero una cena para dos.

Mozo

Sí, señor.

(Vase corriendo.)

Antonio

Tú, a cenar conmigo.

Sole

Pero...

Antonio

A cenar conmigo. ¡Fuera todo el mundo! Cerrar ahí. (Cierran.)

Sole

Antonio, eres mi hombre.

Antonio

(Dando palmadas.) A ver, que se me sirva una copa de lo más fuerte que haya... Whisky... A ver, ¡un whisky! — Telón.

FIN DEL ACTO SEGUNDO


p. 65

Ilustración ornamental

ACTO TERCERO


El mismo sotabanco del acto primero, pero amueblado con enseres nuevos. Todo modesto y limpio. Es de día.

ESCENA PRIMERA

Aparece el sotabanco en una leve penumbra. Entra por una ventana que quedó un poco entreabierta una suave claridad. DON ANTONIO, sentado junto a una mesa, duerme de bruces sobre ella. Tiene a su lado una botella de Pedro Ximénez y otra de coñac y un periódico. Entre los dedos, un puro enorme. Dentro, VOZ DE HOMBRE y MUJER. Luego LEONORCITA.

Voz hombre

(En el patio.) Señá Balbina, dígale usté a Ufrasio que baje si quie venir pa la obra, que son las ocho.

Voz mujer

(Ídem.) Dice que eches a andar, que ahora te alcanza.

Voz hombre

¿Se le han pegao las sábanas?

Voz mujer

Con colchones y todo.

Voz hombre

Pues dígale usté que no corra, que voy en tranvía. ¡Ta lego! (Pausa.)

Leonor

(Por la puerta izquierda, vestida con modestia.) ¡Ah, papá durmiendo aquí! Yo creí que no había venido, como otras noches. Pero llegaría al amanecer y se conoce que por no despertarme... (Abre las ventanas. Entra la luz.) ¡Calle, y se ha bebido media botella de coñac!... «Coñac Tres Cepas»... ¡Tres cepas y él, cuatro! Y otra de Pedro Ximénez. Es lo que más le gusta. ¡Como son tocayos! ¡Y menudo puro!... ¡Pobre papaíto!... Porquep. 66 él es bueno... Ahora, que desde que se metió en esas cosas de juego y de matonerías... Y como alrededor de eso siempre andan mujeres, pues... ¡claro!... Pero él es bueno, sino que a veces los hombres más buenos tienen que hacer cosas que parecen malos. ¡Lo que él ha sufrido hasta acostumbrarse a parecer malo!

ESCENA II

DICHOS y MARCOS, por la ventana del pasillo.

Marcos

Leo.

Leonor

(Con tristeza.) Hola, Marcos. ¿Qué, te vas al taller?

Marcos

No, porque a las once se reúne la Junta del Sindicato pa reformar la base 5.ª del apartao 8.º del Reglamento 6.º, y no sabemos qué opinará la Federación de Picadores de Higadillas, que s’han declarao en huelga permanente y quien que vayamos al paro los demás ramos.

Leonor

Pues entonces, pasa.

Marcos

(Atendiendo.) Oye, ¿ese ronquido a quién pertenece?

Leonor

Es de mi papá.

Marcos

Me lo había parecido por lo aflautao. (Entra.)

Leonor

(Mostrándole a su padre.) Repara.

Marcos

(Con desconsuelo.) ¡Dios mío, quién l’ha visto y quién le ve!

Leonor

(Llorosa.) ¡Él, que era un padre modelo!

Marcos

Como que pa mí no había en este mundo más que dos padres intachables: tu padre y el Padre Nuestro... el Padre Nuestro que estás en los cielos, porque el mío particular no lo he conocido, por desgracia.

Leonor

¿Murió tu padre antes de nacer tú?

Marcos

Año y medio antes... (Rectificando vivamente.) Digo, no... mes y medio, ¡que no sé lo que me digo!; porque de ver yo a tu padre en el camino que le veo...

Leonor

Ya ves, entregao al Pedro Ximénez, que le marea horriblemente.

Marcos

¡Menudo perico está!

Leonor

Le hace perder el juicio.

p. 67Marcos

Pues claro; ¿tú has conocido ningún Perico formal?

Leonor

Y fíjate en el puro.

Marcos

Un puro como pa fumárselo apoyándolo en una tronera, porque él con los dientes solo no lo sostiene. Naa, la vida de esas malditas casas de juego, que corrompen hasta lo más sano.

Leonor

Y lo que yo más siento es esa mujer, la Sole, que le tiene sorbido el seso. ¿Pero cómo se lo habrá sorbido?

Marcos

Pues soplando pa dentro. Esas tías son muy ladinas. Y como tu padre ya no es que digamos ningún chavalillo...

Leonor

Ni mucho menos.

Marcos

Pues ha ido esa individua, le ha jurao un amor eterno pa lo que queda de año, le ha regalao una esclava de deciocho pesetas que le está poniendo verde la muñeca; le ha escrito en un retrato: «Tulla para siempre»; pero tulla con tres eles, y en cuanto a un anciano le cometen esa falta de ortografía, pues que l’ha diñao. Naa más.

Leonor

¿Y qué haríamos con él?

Marcos

Pues si hubiese un reformatorio pa ancianos, yo le metía.

Leonor

¿Querría entrar en las Reparadoras?

Marcos

Él, sí; las que no querrían serían las hermanitas.

Leonor

Son madres.

Marcos

Peor que peor.

Leonor

(Llorando.) ¡Ay, Marcos; yo no tengo, después de mi papá, a nadie en el mundo más que a ti!

Marcos

Pero no llores, mujer.

Leonor

Es preciso que tú me ayudes.

Marcos

Que sí, mujer.

Leonor

Es preciso que le quitemos de esa mujerota de la Sole sea como sea.

Marcos

¿Pero cómo?

Leonor

Haciendo locuras.

Marcos

No, las locuras ya las hace él. ¡Pero en fin, yo te prometo que hoy la echamos a esa tía! Por no verte llorar soy yo capaz...

Leonor

Ya sabes que ella, todas las mañanas, en cuanto yo me voy al taller de sombreros, aprovecha que papá está solo y sube.

p. 68Marcos

Pues déjate, que hoy la espero yo aquí. Y te juro que hoy la echo a la calle pa siempre, ¡por estas que son cruces!

Leonor

¡Ay, gracias, gracias, Marcos de mi vida! ¿La echarás?

Marcos

Palabra. Y respetive a tu padre, en cuanto abra los ojos a la luz, le endiño una reprimenda que le quito de beber pa mientras viva. Mialas.

Leonor

Calla, que despierta.

Marcos

Déjate. (Amenazador.)

Antonio

(Se rebulle, despierta, balbucea.) Sole... Sole... tú...

Leonor

Soy yo, papá.

Antonio

¡Tú, Sole... digo, sola... digo, hija!

Leonor

No, estoy con Marcos... (Se pone el velito para irse.)

Antonio

¡Caramba, estaba soñando y!... Hola, Marquitos, hijo; ¿qué tal día hace?

Marcos

Despejao; ¿y usté?

Antonio

Pues mira, hijo, que me venía esta madrugada a casa, me encontré a dos amigos...

Marcos

Sí, ya los veo; don Pedro Domecq y don Pedro Ximénez, y l’han estao a usté mareando, ¿eh?

Antonio

¡Pero qué malicioso! Estos amigos me esperaban. Los otros eran de verdad; me han entretenido, llegué tarde y claro...

Marcos

Eso de claro...

Leonor

Bueno, papá; yo me voy, que es la hora de entrar al obrador. Aquí te quedas con Marcos.

Antonio

¿Pero por qué vas a trabajar, hija mía?

Leonor

Pero si no aprendo bien a sombrerera, ¿cómo quieres que luego me establezca con el dinerito que tenemos guardado?

(Movimiento de contrariedad en don Antonio, que trata de disimular en seguida.)

Marcos

¡Nos vamos a establecer con las diez mil beatas que se ganó usté por sus puñitos, don Antonio! Tenemos el plan. Nos casamos. Ella pone una sombrerería, yo una estuchería... ¡y cualquiera nos tose, si no se nos acatarran los chavales! ¿Verdad, rica?

Leonor

Calla, calla...

Antonio

¡Qué Marquitos este!

Leonor

Adiós, papaíto. (Le besa.)

p. 69Antonio

Adiós, vida.

Marcos

(Acompañándola hasta la puerta.) Adiós.

Leonor

(Aparte.) Si viene esa mujer...

Marcos

Que la echo rodando pon las escaleras.

Leonor

Y el vino.

Marcos

No vuelve a probar ni una gota.

Leonor

¡Que tengas carácter!

Marcos

¡Por estas!

(Vase Leonor.)

ESCENA III

DON ANTONIO y MARCOS

Antonio

(Ofreciéndole una copa de vino.) Marquitos, hijo...

Marcos

(Muy serio.) Don Antonio, aparte usté.

Antonio

Pero hijo... ¿es que me desprecias? (Insiste.)

Marcos

¿Pero usté no me conoce a mí?

Antonio

Pues por eso que te conozco y sé que te gusta lo bueno...

Marcos

¡Vino yo!

Antonio

Pero si no es vino. ¿Dónde tienes los ojos? Es coñac... (Vuelve a ofrecérsela.) Anda, hijo.

Marcos

(Secamente.) He dicho que no. (Se sientan uno frente a otro.)

Antonio

Que da uno con tontos. Paciencia. (Se la bebe él.)

Marcos

Pero usté, don Antonio, ¿cómo se ha vuelto usté así? Usté, que era la virtú con dos patas. Usté, que era...

Antonio

Pues nada, hijo, ya lo ves; el ambiente,. Que se hace uno a todo. Aquel día fatal que entré en la casa de Andorra fue mi perdición. La baraja tiene detrás una mujer y a dos dedos una botella... y das de una cosa en otra, como si una mano fatal te empujase.

Marcos

¿Pero no vale bastante su hija pa quitarlo de too eso?

Antonio

¡No, no me hables de mi hija! Cuando me acuerdo de ella... (Le ofrece otra copa.) parece que quiero borrar con el vino... Anda, bebe, que quiero borrar.

Marcos

¡Que yo no bebo, he dicho!

Antonio

Hombre, siquiera para que no me lo beba yo solo y me perjudique.

Marcos

Si es como obra de misericordia u de longanizanimidaz,p. 70 bueno. (Bebe y le devuelve la copa.) No, este no me gusta; yo quería del dulce.

Antonio

Sí, hijo mío, toma. (Le da otra copa, que se la bebe.) Pero te advierto que este es más estomacal. Pues volviendo a lo de mi hija, te juro, Marquitos, que estoy pasando por ella, solo por ella, unos días horrendos.

Marcos

¿Pero qué dice usté?

Antonio

¡Sí, Marquitos, sí!... ¡Me acecha un peligro de muerte! Acércate, quiero confesártelo todo.

(Tembloroso y dando al momento gran interés, sirve dos copas de vino, ofrece una a Marcos y aproxima su silla a la del interlocutor.)

Marcos

(Se sienta. Bebe.) No, yo quería del estomacal.

Antonio

(Le sirve otra, que Marcos bebe.) Pues oye lo que me pasa y atérrate. Procedente del penal de Ocaña ha llegado hace unos días a Madrid un matón, ¡pero qué matón! ¡El terror de los garitos de Málaga!... Le llaman el Quemarropa porque es el campeón del disparo a diez centímetros.

Marcos

¡Qué bruto!...

Antonio

Te pega un tiro y te estropea la piel y el terno.

Marcos

¡Mi agüela!

Antonio

Bueno; pues ha venido, ha preguntao que quién era en la actualidad el valiente de moda en Madrid, le han dicho que yo, y me anda buscando hace dos días para cortarme una oreja y mandarla en un estuche a la casa de Andorra, ¡lugar de mis triunfos! ¡Calcula!

Marcos

¡Mi santa madre! Bueno, beba usté, que está usté muy tembloroso, don Antonio. (Sirve dos copas y se las beben.)

Antonio

Ahora comprenderás por qué tengo unas ojeras que me llegan al bolsillo del chaleco.

Marcos

¡Ya lo creo!... ¡Porque me figuro que será un tío!...

Antonio

¡Espantable! Tiene una cara, que la ves y no se te olvida. Chato, con un cerquillo que le llega casi hasta las cejas, labios gruesos, un lunar de pelo.

Marcos

¡Una cara como pa cortar un estornudo!

p. 71Antonio

Peor. La otra tarde lo vi en el tranvía Delicias-Pacífico, pues iba en la plataforma delantera, dándose de bofetadas con doce pasajeros y una autoridad; todos los que caben. Excuso decirte que me tiré del estribo al suelo con la celeridad del rayo. Y como sé que me busca la oreja, porque soy su obsesión, yo no voy a ninguna parte, yo no salgo más que de noche, yo me veo, ¡y esto es lo más triste!... privado de ir a buscar a la Sole... ¡a la Sole!, que es para mí, ¿cómo te diría yo?, como el aire para el pez, como el agua para el ave, como el...

Marcos

Amos, don Antonio, por Dios, no se ponga usté baba, que precisamente a ese punto quería yo que llegásemos...

Antonio

¿A qué punto?

Marcos

(Severamente.) Al de esa... señora. ¡Don Antonio, es preciso que deje usté a esa mujer pa siempre!

Antonio

¿Yo?... ¿Qué dices?... ¿Dejarla?... ¡Ah, no, Marquitos, eso sí que no!... ¡Dejarla! Cuando la he querido tanto, tanto... que te voy a hacer una confidencia. ¿Te acuerdas, Marquitos, de las diez mil pesetas que me dieron en la casa de Andorra, y que yo guardaba para vuestra boda?

Marcos

(Con ansiedad.) Sí, señor; ¿qué?

Antonio

Pues que era tan grande nuestro amor, que en la luna de miel nos hemos gastado un poquito, y de las diez mil pesetas ya no me quedan más que...

Marcos

(Aterrado.) ¿Cuánto?

Antonio

No me quedan más que...

Marcos

¿Ocho mil?

Antonio

(Avergonzado.) Menos.

Marcos

¿Seis mil?

Antonio

(Bajando la cabeza.) ¡Diez y nueve reales!

Marcos

¡Mi agüela!

Antonio

Dame del estomacal.

Marcos

¡Que se lo dé a usté la Rita! (Se levanta indignado.)

Antonio

¡Marcos!

Marcos

(En el colmo de la indignación.) ¿Pero qué ha hecho usté, hombre de Dios, qué ha hecho usté?

Antonio

Pues ya te lo he dicho: darle todo el dinero a esa mujer.

p. 72Marcos

¿Pero cómo?...

Antonio

En veces.

Marcos

¿Pero cómo ha hecho usté esa brutalidaz, olvidándose de su hija, que es su hija, y de mí, que soy un allegao?

Antonio

Es que me las ha extraído de una manera tan dulce... Porque si tú la oyeses, Marcos, te cautivaba, te seducía, te...

Marcos

¿A mí?

Antonio

¡A ti!... ¡Ah, tú no la conoces! Su voz es tan persuasiva, tan cautivadora... Y su mirada penetra en tu corazón como el sol a través...

Marcos

¡En cuanto venga la echo!

Antonio

¡Ah, no! No podrás.

Marcos

¿Que no podré?... En cuanto... (Llaman a la puerta con un fuerte repiqueteo.)

Antonio

(Embelesado.) ¡Calla!...

Marcos

¿Quién?

Antonio

¡Ella! Su argentino repique.

Marcos

Va a la calle.

Antonio

¡No podrás echarla, no! Ocúltate, óyela y comprenderás mi locura.

Marcos

Pues hombre, ni que fuese una sirena.

Antonio

Entra, espera y calcula.

(Marcos entra en el cuarto izquierda.)

ESCENA IV

DON ANTONIO y SOLE

Sole

(En traje de mañana, con abrigo y velo.) Hola, vidita, ¿estás solo?

Antonio

Solo, cielo, pasa.

Sole

¿Pero qué tienes tú, gloria?

Antonio

¿Por qué, cariño?

Sole

Paece que te encuentro con ojeritas.

Antonio

Que he dormido mal.

Sole

Que no te di yo las buenas noches. ¡Que no pues vivir sin tu moracha!... ¿A que no?

Antonio

¡No, locura inabarcable, no! (La abraza.)

Sole

Por supuesto, que no haces más que corresponder. Anoche, mira, no podía yo dormirme pensando en lo mismo... ¡Mi Antoñín, mi Antoñín!...

Antonio

(A Marcos, que se asoma.) ¿Lo oyes?

p. 73Sole

¿Qué?

Antonio

No, que te oigo embelesado.

Sole

¡Amos, que si me dicen a mí que iba a encontrar a estas, horas al hombre que me ha quitao el sueño!...

Antonio

¿Pero es de veras que me quieres?

Sole

¿No lo ves? Te juro que cuando estoy en la sala de juego y entras tú y dicen las mujeres: «Ese es el tío más valiente de Madriz»; amos, es que me se ensancha el alma y me digo: ¡Ese valiente es mío! Le hago yo dos caricias a ese tigre, y un borreguito.

Antonio

Oye, encanto, búscame otro animal comparativo... Eso de borrego no me hace, la verdad.

Sole

Y a más que el mío es un cariño sin interés. Eso ya lo sabes. Porque, ¿qué m’has dao tú pa como está todo? Tres porquerías y en pizcas. ¿Y no he dejao yo por ti a don Tomás el de Arganda, que me quería alquilar un entresuelo en Príncipe de Vergara? ¿Entonces?... Bueno, y a propósito. Oye, gloria, que ayer me trajeron la faztura de los tres sombreros... ¿qué te queda de las diez mil pesetas?

Antonio

(Volviéndose de espaldas a Marcos, que le mira.) ¡Pero enormidad de mi vida, si ya te he dicho que las he liquidao!

Sole

¿Pero es de veras?...

Antonio

Te juro que de ese dinero no me resta una gorda... ¡no siendo tú!

Sole

Bueno, no le hace. ¿Te lo has gastao? Bien está. Tuyo era y pa los tuyos.

Antonio

(Asombrado.) ¡Pero si te lo he dao a ti todo!

Sole

¡Amos, guasón!... Pero en fin, no discutamos eso. ¿No tienes dinero? Pues hoy te quiero más que nunca.

Antonio

¡Sole!

Sole

¿Qué vale el dinero ande hay un querer verdá?

Antonio

(A Marcos.) ¿Oyes?

Sole

Ahora que yo, Antonio, y esto más es por tu hija que por mí, creo, ya que te has vuelto a quedar sin naa, que debías hacer algo pa ganarte otros miles de pesetas; ties la ocasión que ni pintada.

Antonio

¿Qué ocasión?

Sole

La que yo te traigo. Verás. Anoche me decíap. 74 a mí Paco el Maluenda: «¡Pero señor, qué raro lo de don Antonio, no querer volver por aquí!» Y como sabe lo nuestro, me cogió en un pasillo y me dijo: «Mira, Sole; dile a don Antonio que vuelva, que como saben que no viene, me s’ha colao otro matón en la casa: el Quemarropa.»

Antonio

(Aparte.) (¡ Mi madre!)

Sole

«Que venga, que le dé dos punteras, que me lo eche a la calle y os ganáis otras diez mil pesetas.» ¡Figúrate!...

Antonio

Sí, pero uno ya está viejo, y mi hija...

Sole

¿Pero es que vas a cerdear ahora? ¡No lo querrá Dios!

Antonio

No, no es eso, Sole, pero...

Sole

Mia que ese tío dicen que viene a quitarte el cartel.

Antonio

A mí, con que me deje un programa de mano...

Sole

A más —vaya, quiero que lo sepas—, que anoche mismo dijo en la casa de Andorra que te iba a cortar una oreja pa regalársela a los crupiers; y yo, como una te quiere, pues salté y le dije, digo: «Oiga usté, iluso: don Antonio Jiménez el Modoso, me ha ofrecido a mí las narices de usté pa un dije. Vaya usté y le tomará el tamaño. Vive Costanilla de Cabestreros, 18, cuarto.»

Antonio

(Indignado.) ¿Y tú por qué le has dao las señas?

Sole

Hombre, a un tío tan charrán ¿qué iba a hacer?...

Antonio

¡Sí, pero en mi casa!... Porque viene y...

Sole

(Muy melosa.) ¡Pégale, gloria!... Anda, dale dos azotes. Es tu cartel; son diez mil pesetas más, que podemos disfrutarlas los dos... ¡Hazlo por tu hija siquiera! Anda con él... y podremos hacer aquel viajecito los dos solos...

Antonio

Pero y si me da una puñalada...

Sole

¿Y te asusta a ti eso?... ¡Ja, jay!... Anda, gloria, le rompes la cabeza naa más... ¿quieres?

Antonio

Pero si es que...

Sole

¡Que son dos mil duros, cielo!...

Marcos

(Aparte.) (¡Qué fiera! Hipotecar la vida de un hombre... ¡Yo salgo y la echo!)

p. 75

ESCENA V

DICHOS y MARCOS

Marcos

(Saliendo.) Buenos días.

Sole

(Asombrada.) ¡Anda, pero no estabas solo!

Antonio

No, estaba este joven ahí, barnizando una silla.

Marcos

Servidor.

Antonio

Es el novio de la nena.

Sole

¡Ah! ¿Este joven tan simpático es el novio de su hija de usted?

Marcos

Pa servirla.

Sole

Caramba, pues van ustés a hacer una parejita súper.

Marcos

Regular.

Sole

Súper. No rebajo naa. Porque la chiquilla es monísima.

Antonio

Mi retrato.

Sole

Pero usté... ¡usté es un mocito pero que muy apañao!

Marcos

Señora...

Sole

Diga usté, joven, y dispense la pregunta, ¿el rizao del pelo es natural?

Marcos

Que me levanto; hago así con la mano naa más y ya ve usté cómo me se queda.

Sole

Una preciosidad.

Antonio

Ensortijillao.

Sole

Pero, vamos, que no dice usté que es un obrero, y por el tipo... ¡cuántos señoritos quisieran!..

Marcos

Eso sí; ve usté que está feo que uno lo diga, pero ya me ha dicho bastante gente...

Sole

En fin, que no sale perdiendo naa su novia.

Marcos

Usté que es muy amable.

Sole

¿Amable?... No tie usté más que mirarse al espejo... figura, simpatía, buen porte... amos, que si yo me casase con usté...

Marcos

¡Por Dios!... (Sonriendo.)

Sole

¡Que no iba a estar tranquila, palabra!

Marcos

No, eso sí, porque uno tie su miaja de partido, pero vamos...

Sole

¡Qué pelo! ¡Estoy enamorá!

Marcos

Pues si tanto le gusta...

Sole

No me lo ofrezca usté, que se lo tomo.

p. 76Antonio

No insistas, que te toma el pelo.

Marcos

Pues ande usté... Con que me deje usté el necesario pa que me conozcan en casa...

Antonio

(¡Lo ha fascinao!)

Sole

Pero en fin, basta de bromas y a lo que venía... ¿No le sería a usté posible, don Antonio, aquí, con permiso del joven, darme siquiera pa pagar el recibo de la luz, que sube a cincuenta pesetas y han venío ya tres veces?

Antonio

Pero hija, si ya te he dicho que no dispongo...

Sole

Por Dios, Antonio, que han dicho que me la cortan. Son cincuenta pesetas naa más y por esa porquería, joven, me va a pasar lo que no l’ha pasao a nadie: verse a oscuras.

Marcos

Sí que sería raro.

Sole

Rebaña a ver, hombre... (Marcos instintivamente se registra el chaleco.)

Antonio

(Contando lo que ha sacado del bolsillo.) Nada, que no me quedan más que siete duros...

Sole

¡Pero, Dios mío, qué afrenta!... ¡Y por tres cochinos duros!... ¿No podrían ustedes, aunque fuese entre los dos?...

Marcos

(Rebañando su bolsillo.) Calle usté a ver si yo... Yo no tengo más que doce pesetas treinta y cinco céntimos... ¿si sirven?

Sole

¡Ay, cómo no!... ¡Pero que me habéis salvao! Siete tuyos y aquí lo del pollo... Pero por supuesto, en calidá de devolución, que coste.

Marcos

¡Señora, por Dios!...

Sole

¡Que si no, no lo tomo!...

ESCENA VI

DICHOS y LEONOR, foro.

Leonor

(Apareciendo en la puerta, la cual ha abierto con la llave que se guarda.) Buenos días.

Antonio

¡La niña!

Marcos

¡La Leo!

Sole

¡Atiza! (Todo casi simultáneo.)

Leonor

Señora.

Sole

¿Qué pasa?

Leonor

Haga, usté el favor de salir por esa puerta.

Antonio

¡Hija mía!

p. 77Leonor

Haga usté el favor de salir por esa puerta.

Sole

¿Eso es echarme?

Leonor

Eso es decirle en pocas palabras que en la casa donde yo viva con mi padre no puede usté entrar.

Sole

No veo claro..

Leonor

Me choca, después que le han pagado a usté la luz por suscripción.

Marcos

(Aparte.) (¡Lo ha visto!)

Sole

¿Estás oyendo?

Antonio

Hija...

Leonor

Y si mi novio tiene el pelo rizado y a usté le gusta, paciencia; que ya se lo alisaré yo cuando pueda, para poder vivir tranquila.

Sole

¡Ah! Pero ¿has estao de oyenta?

Leonor

Saliendo un poco a la derecha está la escalera. (Abre la puerta.)

Sole

¡Qué fina! ¿Te has educao en las damas negras?

Leonor

Más vale educarse en las negras que en las verdes.

Marcos

¡Arrea!

Antonio

¡No hagas caso, que es una chica!

Sole

Pues guárdala en alcohol... ¡El demonio del feto!... ¡De verano!

(Vase airada.)

ESCENA VII

LEONOR, DON ANTONIO y MARCOS

Leonor

(A Marcos, que baja la cabeza avergonzado.) ¿Y eras tú el que ibas a echarla rodando, escaleras abajo?

Marcos

Leo...

Leonor

Porque si no llego yo a pedir permiso en el obrador y vuelvo, la veo rodando, pero escaleras arriba.

Marcos

Yo comprendo que está mal, pero me ha dicho cuatro piropos y...

Leonor

(Con desprecio.) ¡Y a eso le llaman el sexo fuerte... y pagan los piropos a tres pesetas!...

Marcos

(Suplicante.) Leo...

Leonor

¡Quítate de mi vista! ¿Y eras tú el que decías que se iba a acabar el vino?

p. 78Antonio

No, eso sí, el vino se ha acabado, gracias a él.

Marcos

¿Lo estás oyendo?

Leonor

Y respecto a ti, papaíto, parece mentira que...

ESCENA VIII

DICHOS y la ROMUALDA, foro.

Romualda

(Una criadita muy humilde.) ¿Se puede?

Antonio

Anda, la Romualda...

Marcos

La miss del chico del portero.

Leonor

Pasa, pasa.

Antonio

¿Qué te ocurre?

Romualda

Pos naa, que m’ha dicho el señor Társilo que anduviese y subiese y les dijiese a ustés, que hay abajo un señor mu mal encarao, que lleva dos horas rondando por delante la casa, y que al remate s’arrimao, ha preguntao por usté y está empeñao que si no sube que no se va.

Antonio

¡Cielos!...

Leonor

¿Y quién es?

Romualda

No sé; él ha dicho que se llama como eso que hacen las planchadoras...

Leonor

¡Las planchadoras!...

Romualda

¡Ah, ya sé... el quema la ropa!

Antonio

¿Lo oyes?

Marcos

¡Ese tío!...

Leonor

¡Ah! ¿El matón ese tan tremendo que me contaste?

Antonio

El mismo... Que viene por la oreja.

Romualda

Yo no sé por lo que vendrá; pero le ha dicho al señor Társilo que o le dejan subir pa decirle a usté dos cosas al oído...

Antonio

¿Lo estás oyendo?... ¡Al oído!

Romualda

U que le pongan abajo una cama, porque él no se mueve.

Marcos

¡Qué ferocidad!

Romualda

Y m’ha dicho el señor Társilo que anduviese y subiese y les dijiese a ustés si le deja subir u le pone la cama.

Antonio

Bueno; ese tío viene con las negras. ¿Qué hago yo?

Leonor

¿Pues qué vas a hacer?... Decirle que subap. 79 y contarle la verdad; que tú eres un infeliz, que no has sido valiente en tu vida...

Antonio

No, eso no; porque se va a la casa de Andorra, lo cuenta, se enteran de que he sido un farsante, viene Maluenda, me pide las diez mil pesetas y...

Leonor

Sí, tienes razón. ¿Y qué haríamos?...

Marcos

Verdaderamente es un peligro...

Romualda

¿Qué le digo?

Antonio

Aguarda, mujer. Hija mía, si se te ocurriera algo para alejar a ese tío... porque mi vida está en peligro...

Leonor

¡Ah, calla!... ¡Sí!... ¡Ya está! Una idea feliz.

Antonio

¿Qué idea?

Leonor

Veréis qué bien. Dentro de cinco minutos sale volando. Anda, Romualda, dile a ese señor que suba.

Los dos

¿Cómo que suba?

Leonor

Sí, que suba en seguida; anda, anda.

Romualda

Voy, voy.

(Vase foro.)

Antonio

Pero hija mía, ¿tú sabes que ese bestia?...

Leonor

Te he salvado, ya verás. Lo mato del susto. Vosotros meteros aquí, en este cuarto. Quítate la americana, papá.

Marcos

¿Pero qué maquinas?

Leonor

Silencio... Venga la americana. Voy a poner en ella... (Mete en los bolsillos algo que no debe verse.) Ahora os encerráis ahí, y cuando oigáis que doy así con la mano en la mesa, empezáis como a reñir: golpes, ayes, gritos de pelea, y en seguida, dos tiros... y atentos a lo que yo diga, que con la palabra os indicaré lo que hay que seguir haciendo. (Llaman a la puerta.)

Los tres

¡¡Él!!...

Leonor

Pronto, silencio y lo que he dicho. Adentro.

Antonio

Descuida.

Marcos

Yo estaré atento. (Los encierra.)

ESCENA ÚLTIMA

LEONOR y el QUEMARROPA, foro.

Quemarropa

(Es el tipo de matón descrito por don Antonio. Habla con acento andaluz.) Mu güeno día.

p. 80Leonor

(Muy cariñosa y haciéndose la tonta, actitud en que continúa toda la escena.) Muy buenos. ¿Qué deseaba usted?

Quemarropa

Er zeñó don Antonio Jimene er Modozo, ¿mora en esta vivienda, u por mejó decí, vive en esta morada?

Leonor

Sí, señor, aquí vive; pase usté adelante.

Quemarropa

¿Y tendría usté la bondá de desirme si se halla en eya, u por mejó desí, si está en casa?

Leonor

Sí, señor, está. Y en seguida sale. Siéntese usté. ¿Y quién le digo que le busca?

Quemarropa

(¡Se muere del susto!) Nadie... Er señó Vitoriano Molina, er Quemarropa.

Leonor

(Mostrando una gran alegría.) ¡Uy!... ¡Usté el Quemarropa!... ¡Oy, qué alegría va a tener mi papá!

Quemarropa

¿Alegría?

Leonor

Sí, señor. ¡El Quemarropa en casa! Si aquí hace una semana que no hablamos de otra cosa. Desde que le dijeron a mi papá que había usté dicho no sé qué en la casa de Andorra, que le anda a usté buscando por todas partes.

Quemarropa

¿Él a mí? ¿Estaz zegura?

Leonor

Anda, como que le ha escrito a usté cinco o seis cartas, citándolo.

Quemarropa

Puez no las he recibío. ¿Y qué me quiere, si no es curiozidá?

Leonor

Yo no sé qué le he oído decir de una oreja... el caso es que cada vez que habla de usté, saca una navaja que tiene que corta mucho, y prueba así el filo con la uña, como hacen los barberos, y además ha encargado un estuche.

Quemarropa

¡Josú! ¡Qué concidencia!

Leonor

¡Ay, en cuanto le diga que está usté aquí, qué alegría va a tener! Porque esta, mañana, ya desesperado de dar con usté, y creyendo que se había vuelto usté a Málaga, ha sacao un kilométrico para ir a buscarle.

Quemarropa

¡Un kilométrico!

Leonor

Sí, señor; verá usté, aquí en la americana creo que lo tiene. (Coge la americana, busca por los bolsillos y empieza a sacar de ellos navajas y pistolas, que tira ruidosamente sobre la mesa.)

p. 81Quemarropa

¡Caray, va pertrechao!

Leonor

Pos en el traje nuevo tiene más. Pero no lo encuentro. Se conoce que lo lleva encima. Ya se lo enseñará él a usté cuando salga. (Se sienta y con la mano golpea en la mesa. De pronto se oye un golpe seco, que inquieta al Quemarropa; luego, voces de disputa, dos o tres estacazos y ayes.)

Quemarropa

¿Qué paza ahí que?...

Leonor

(Riendo y con cara de boba.) Es mi papá...

Quemarropa

Pero...

Leonor

Que le está pegando a un señor.

Quemarropa

Güeno, pero...

Leonor

Y todos los días lo mismo. ¡Se entretiene en unas cosas! Ayer fue una risa; metió a uno en ese cuarto, y a los cinco minutos salía el pobre hombre con todas las muelas en un papelito.

Quemarropa

¿Pero toas?

Leonor

Sí, señor; las llevaba en un cucuruchito, como si se hubiera comprao piñones. ¡Me dio una risa!

Quemarropa

¿Pero tú no ties mieo?

Leonor

¡Anda, miedo!... ¡Pues si a veces tiran hasta tiros!

Quemarropa

¡Mi mare!

Leonor

Anteayer, sin ir más lejos, dio una bala en esa silla donde está usté sentado.

Quemarropa

Oye, niña... (Se levanta de un salto.)

Leonor

Y el otro día estaba yo haciendo jersey, y una bala se me llevó media aguja. ¡Me dio una risa!

Quemarropa

(Azorado y nervioso.) Bueno, niña; como veo que tu papaíto... voy a ver zi tengo una tarjeta... (Busca en el bolsillo.)

Leonor

No, espere usté, si sale en seguida. Los despacha en un vuelo. (Suenan dos tiros, ayes, gritos, estacazos.) Ve usté, ya está acabando. ¡En seguida pasa usté!

Quemarropa

¡Un cuerno!... (De pronto sale don Antonio demudado, trémulo, lívido, con la ropa en desorden.)

Antonio

¡Despachao! (A su hija.) Ya está. Avisa a la Casa de Socorro. Creo que le he estrangulado. (Se oyen dentro del cuarto lamentos largos y débiles.)

Leonor

Voy en seguida.

p. 82Antonio

Aún no ha muerto. (Al Quemarropa.) Usté dirá qué se le ofrece. A su disposición.

Quemarropa

Zí, güeno; pero como veo que está osté ahora mu ocupao... Gorveré.

Antonio

No, diga usté, si a mí estas cosas...

Quemarropa

No, zeñó; gorveré en otra ocazión, no me gusta molestá, y veo que... Con Dio. (Sale disparado.)

Leonor

No le dejes ir, papá, que es el Quemarropa...

Antonio

(Gritando.) ¡Eh... venga usté aquí, granuja, bocón, embustero!... ¡Va como alma que lleva el diablo!...

Leonor

¡Lo veis!

Antonio

¡Gracias, hija mía!... ¡Gracias!...

Marcos

(Sale riéndose.) Bueno, tú te pones a hacer películas y te ríes de la Musicidora. ¡Qué susto lleva el gachó!

Antonio

¡Y estos son los matones... los valientes! ¡Cuánto timo hay en la vida! ¡En fin, hija mía, a pelear otra vez con la miseria!

Leonor

No, con la miseria, no, porque ahora ya sé yo hacer algo útil, sé hacer sombreros, y con las diez mil pesetas que tenemos...

Antonio

No, hija mía, no... ¡no te hagas ilusiones!

Leonor

¿Cómo que no me haga ilusiones?

Marcos

Sí, porque las diez mil pesetas, volaverum... Se lo digo en francés pa que no la haga tan mal efezto.

Leonor

¿Pero qué decís?...

Antonio

Sí, hija mía, la verdad, perdóname. Me las he gastado con... con...

Leonor

Me lo figuraba. ¡Vayan con Dios!... Dinero de vicio y de infamia, ¿qué cosa útil podía hacer?... Trabajaremos.

Marcos

Y tan ricamente. Cuatro de tu jornal y diez del mío... ¡y a vivir, tropa! Y vayan con Dios los sobresaltos, que bien poco provecho hemos sacao de ellos.

Antonio

Eso no, hijo mío. De todas las cosas, aún de las más humildes, se puede sacar un poco de provecho.

Marcos

Sí, pero de esta...

Antonio

Pues esta te ha enseñado que no hay en el mundo farsa más grande que la del valor. Cuando los hombres tienen que salvar la vida y la honra de los suyos, todos son valientes, porque el valor es el cumplimientop. 83 del deber... ¡Todo lo demás, ya lo has visto, farsas! Tú habrás oído hablar del Cid, de Roldán, de Napoleón... ¡pchs, nada!... Para valiente, un tío con ocho hijos que no sepa cómo darles de comer y no quiera robar y no tenga más alimento que agua del Lozoya...

Marcos

¡Digo, y como viene ahora!...

Antonio

¡Ese, ese es un valiente!

(Al público.)

Y aquí termina esta grotesca tragedia, en la que se ha pretendido deciros la verdad del valor de los hombres. Perdonad si el que la compuso no logró su propósito. — Telón.

FIN DE LA OBRA