Title: Nuestra Pampa; libro de lectura
Author: W. Jaime Molins
Release date: October 15, 2020 [eBook #63464]
Most recently updated: October 18, 2024
Language: Spanish
Credits: Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
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produced from images made available by the HathiTrust
Digital Library.)
W. Jaime Molins
LIBRO DE LECTURA
BUENOS AIRES
Establecimiento Gráfico “Oceana"—Chile 525
1923
{4}
Comprende Nuestra Pampa,—arreglo metodizado y ampliación de mi libro «La Pampa»—una serie de crónicas objetivas sobre el más importante y rico de nuestros territorios, prolongación de la campaña de Buenos Aires. Su confección artística, como se advierte claramente, es marginal entre la literatura y el periodismo. Podrían, y posiblemente con propiedad, designarse sus capítulos, como crónicas de «alto reportaje». Y en cuanto a sus materias, bastará una ligera lectura, para encontrar que la historia, la sociología, la geografía, la economía rural, etc., han servido de base al estudio más completo que se haya hecho hasta ahora sobre la conquista del desierto[A].
Por sobre el anhelo, fuertemente acariciado, de escribir un libro de lectura de generalizaciones argentinas, con descripciones de costumbres, paisajes y acontecimientos,—diluyendo en un volumen, siempre limitado, toda la inmensa fuente de inspiración que nos brinda el país—he preferido, lógicamente, la labor constructiva, robusta, completa, sobre determinada región, sobre esta Pampa tan universal y tan nuestra; tan próxima a los grandes centros urbanos y tan desconocida a la vez; tan legendaria y tan moderna; tan joven y tan promisora.
Siempre he creído que los textos de lectura poligráficos, lejos de {6}encauzar el espíritu y la vocación de los niños, contribuyen a pervertir y extraviar el concepto artístico o científico que deben formarse sobre las obras bellas. Los mosaicos, las antologías, ordenadas con o sin método, hechas de «menudillas» literarias, confecciones editoriales, inescrupulosas casi siempre, no serán jamás auxiliar poderoso del maestro en la inclinación artística o en la educación sentimental de sus alumnos en los grados superiores del curso de aplicación. La antología de Cossón,—permítaseme puntualizar—podrá recordarse con el valor del «vademecum» literario, de fragancias híbridas, con flores y malezas y donde la juventud inquieta, libara al acaso algunas mieles, como el gorrión en las cerezas del huerto abandonado. En cambio, «El Tempe Argentino» de Sastre, sacó triunfante la nota emotiva, llena de sabiduría, de bondad y de belleza, y dió con sus páginas, matices fundamentales para el estilo de muchos de sus niños, que debían de brillar, más tarde, en el libro, en la cátedra y en la prensa. ¡Lástima que aquel libro tenga sobre sí el achaque glorioso de los cincuenta años, mientras el Delta eglógico de los ceibales y la «canoa, sencilla como los afectos», remozado de civilización, se ha vestido con los atavíos de la agricultura científica, ha abierto sus puertos al frigorífico y sus arterias al «ferry boat»!...
Tal es mi juicio sobre la confección material e intelectual de un libro de lectura. La época, sin duda, reclama otras exigencias en su contextura general. Es posible que la prosa movida, ágil, robusta a ratos, amena siempre, sea el punto central de la materia. De ello informaría el sistema dialogado que uso a menudo, las ligeras informaciones estadísticas y la discreción de los cuadros y pinturas fugaces, a título de suavizar el aspecto de algunos estudios que pudieran parecer pesados. En suma: he tratado de organizar un libro que dentro del más acrisolado nacionalismo, sea sano en gramática, en {7}pedagogía y en sentimiento.
En este arreglo escolar y didáctico de mi «Pampa» he desbrozado de la obra original todos los asuntos que he creído superfluos dentro de la asignatura. He arrasado con todas las notas personales e innocuas, evitando, en lo posible, los nombres propios. La estancia del señor A, la cabaña de B, la colonización de X, la gran empresa de H, pasan al libro escolar en el anónimo, destacándose solamente en su fuerza representativa, como elementos máximos del gran desarrollo pampeano. Dejo, únicamente, los nombres de los precursores, de los «pioneers» autóctonos, de los héroes de verdad, sean humildes o poderosos. Así, no puedo pasar por alto el nombre del primer humilde agricultor que llevó los primeros manzanos al valle de General Acha, y que queda incorporado de hecho a la historia agrícola de la República; como el de ese francés de garra, sembrador de pueblos, que fundó Telén, y que vitalizó con su energía y con su franco optimismo, toda la zona noroeste del territorio.
Aspiro, con esta obra, a poner en manos de los educandos un libro lleno de sencillez y verdad, sanamente patriótico y eminentemente objetivo; fiel a la tradición y al progreso; un libro, en suma, constructivo, de una sola pieza, dentro de su contextura, su idealidad y su estilo; que reuna todas las condiciones exigidas por la moderna asignatura y concrete, en capítulos ordenados, la evolución pampera, legendaria y universal,—¡tan argentina, tan nuestra!—desde los tiempos bravos de la dominación aborigen, hasta las más nobles conquistas en materia rural, las grandes invernadas y la colonización científica. Aspiro, a impregnar en los niños de las escuelas de la República, estos mismos sentimientos de tonificante nacionalismo; a que gusten, a través de mi pluma, de las mismas bellezas que yo he gustado y sientan como yo, el noble orgullo de la nacionalidad. Sólo así, comprendiendo la grandeza de la Pampa Argentina, cada lector será{8} capaz a la vez, de revelarla con impresión personal y juicio sereno. Habremos conseguido entonces, en nuestros educandos el resultado de que hablaba Ernesto Leguové a Saint Beuve: despertar el espíritu crítico, sobre la base de obras bellas y sanas. Y se afirmaba para ello el eminente profesor, en la lectura en alta voz, que «nos daba un poder de análisis al que nunca llegaríamos por la lectura muda».
Nunca más que ahora al verificar este arreglo escolar de «La Pampa», he pensado en aquel famoso discurso de Racine sobre Corneille, discurso que tendía el puente de oro entre el teatro francés, antes y después del ilustre comediógrafo. Ora suave como un arroyo valletano, ora violento como un turbión; vigoroso en sus signos admirativos; persuasivo y blando en sus descripciones; lleno de unción siempre, Racine no sólo había querido describir el teatro, si no pintarlo. Modelo tan eterno y tan admirable, no puede menos que arrastrar nuestra simpatía. Tal he querido en Nuestra Pampa: describir y pintar. Describir el choque del pueblo aborigen con las armas de la nación; la heredad salvaje bajo la influencia de la sangre nueva, que llevó el germen de futuros pueblos; la atrevida conquista del riel; la implantación de las grandes empresas rurales; la invasión colónica, que ha convertido en campos de cereal aquellas ásperas tierras, empenachadas de dunas; pintar la fuerza panteísta de los bosques de caldén, el cuadro pastoril, la chacra sencilla, el panorama silvestre y la obra de civilización, estilizada y potente...
*
* *
A fin de facilitar la tarea ilustrativa de mis lectores—maestros y alumnos—y después de una juiciosa encuesta entre el personal docente de diversos establecimientos edu{9}cacionales, he resuelto incorporar a «Nuestra Pampa», un vocabulario—«prontuario», más bien dicho—sobre palabras difíciles, términos, expresiones, neologismos, indianismos y modismos empleados en el texto.
La necesidad de este aporte lexicológico es bien justificada y no necesita mayores explicaciones. Lo que debo recalcar, aunque sea someramente, es la razón de incorporar a un texto de lectura, netamente argentino y dedicado a los grados superiores de la enseñanza primaria, una buena cantidad de expresiones ajenas a nuestra lengua matriz. Pueblo nuevo el nuestro, formado por todas las razas, todas las religiones, todos los idiomas, sería un error craso constreñir nuestra «lengua corriente» entre las fronteras del castellano clásico, impecaminoso y hermético. Las ciencias, las artes, las industrias, la geografía misma, los deportes, crean día a día, términos nuevos, expresiones ajustadas, desprendidas de otras lenguas, y que es necesario adoptar so pena de regresión en el proceso evolutivo de la humanidad y en el agitado intercambio de los pueblos, vale decir en el ejercicio de las necesidades prácticas de la vida. España misma, en plena reacción literaria, ha debido dar paso para sus novísimos diccionarios, a la avalancha de galicismos que trasponen sus Pirinenos, mientras Francia academiza el término anglicano, que se filtra en su léxico por obra y gracia de la novelería deporticia. Y la España de hoy, que gallardea con la gloria secular de su «Quijote», no puede menos de sentirse cómoda con la incorporación a su lengua oficial, de todo ese ejército de neologismos, creados, en su mayoría, por la ciencia y por las artes. Tal lo que nos dice el propio jefe de la interpretación de lenguas del ministerio de Estado de España, don Julio Casares, en el prólogo de uno de sus diccionarios, sentando, como una necesidad fundamental, este ensanchamiento del idioma, de acuerdo con las exigencias modernas. «La prosa—dice—recoge de la multitud heteróclita de palabras extranjeras, las nuevas palabras inventadas, por la ciencia, el deporte, el periodismo, las múltiples incursiones de las diversas lenguas que contribuyen al concierto de nuestra nacionalidad.»
Respetando las bases fundamentales de nuestro idioma—la gramática, más que el léxico—sería una absurdo que en nuestros libros americanos, nuestros libros didácticos, hiciéramos abstracción de todas esas palabras y modismos{10} ajustados a nuestro temperamento de pueblo cosmopolita, para circunscribirnos a la expresión racial y a solo título de no infringir irreverencia con el léxico hispano. Tendríamos, entonces, que mientras en el libro de lectura, acrisolado, impoluto, en lo que a expresión castiza se refiere, trataríamos obstinadamente de conservar la tradición lingüística, frente por frente y en abierta oposición con los intereses escolares entregados a nuestra dirección y encauzamiento, se interpondrían al alcance del niño, esos factores que se llaman el diario moderno, el cinematógrafo, la revista de actualidades y el teatro, abiertos a las necesidades de la vida y no al intransigente purismo del idioma.
Las lenguas, como las industrias, como las artes, como el comercio, necesitan de movimiento, de intercambio constante, de algo así como el flujo y reflujo de los vocablos, buscando para su armonía y su utilidad, no de las expresiones altisonantes, sino de los matices, de los términos claros, precisos, ajustados, propios. Por su intransigencia, perdieron su prestigio de lenguas vivas, el latín y el griego, hasta que los siglos las borren en absoluto de la memoria de los pueblos, segadas por las palpitaciones de otras lenguas que evolucionan, que se mueven, que trafican, que abren sus fronteras a la libre migración de las palabras.
Y si nosotros, los de Sudamérica, por las características geo-sociológicas de nuestras repúblicas, estamos destinados a la gran evolución lingüística, sobre la base de nuestro glorioso castellano, debemos estar alerta para no incurrir en la incongruencia de enseñar a nuestros escolares a pensar en americano, valiéndose, como instrumento de expresión del diccionario inmoble y perpetuamente academizado. Debemos pensar, en primer término, que aun no hemos plasmado el tipo definitivo de nuestra raza continental y que todavía somos por aquí un conglomerado de pueblos, en donde deben tener honrosa participación todos sus componentes, por razones de étnica y de autonomía nacional.
En auxilio de nuestra tesis podríamos traer el ejemplo francés en la evolución de su literatura. En Rabelais se operan los primeros pasos firmes del latín al francés. Montaigne se deja llevar a menudo por las citas de la lengua del Lacio; pero, más regionalista y muy original, prefiere amalgamar las lenguas y dialectos que se desarrollan en pleno territorio francés, y así en sus «Ensayos» declara que «no titubea en{11} usar del gascón cuando el francés no le basta para la más franca expresión de su temperamento.» Descartes, que con Bossuet, pertenece a los grandes ingenios del siglo XVII, escribe en francés su «Tratado de las pasiones»; pero no puede apartar su estilo bebido en la sintaxis del genio latino. Y así Racine, a pesar de su originalidad. Quien francamente rompe las ligaduras, es Voltaire, abanderado de la revolución del siglo XVIII en la prosa francesa, cultivador feliz, que vuelca en el surco de la literatura francesa, la simiente de nuevas expresiones. Con él acaba la elocuencia romana «porque había la necesidad de expresar claramente y no de componer discursos.»
¡Loado sea nuestro rico, fecundo y armonioso castellano, que trajo a América en su verbo, las palpitaciones viriles de la raza! ¡Loado sea! Pero al eternizar su glorioso dominio, su brava alcurnia, pensemos que para su propia perpetuación y generoso expandimiento, ningún campo más propicio que estos jóvenes pueblos en donde confraternizan en el trabajo, en el patriotismo y en la acción todas las razas de la tierra.
W. Jaime Molins.
Buenos Aires, 1922.
La primera impresión del territorio pampeano, renueva en el viajero una gloriosa remembranza: la conquista del desierto por las armas de la nación.
“Cuando la ola humana invada estos desolados campos que ayer eran el escenario de correrías destructoras y sanguinarias, para convertirlos en emporio de riquezas y en pueblos florecientes, en que millones de hombres puedan vivir ricos y felices—decía a sus soldados el general Roca, en la orden del día, en Carhué el 26 de abril de 1879—recién entonces se estimará en su verdadero valor el mérito de vuestros esfuerzos. Extinguiéndose estos nidos de piratas terrestres y tomando posesión real de la vasta región que los abriga, habéis abierto y dilatado los horizontes de la patria hacia las comarcas del sur, trazando, para decirlo así, con vuestras bayonetas, un radio inmenso para el desenvolvimiento y grandeza futuras.”
Y en verdad, el vaticinio del ilustre jefe se ha cumplido. La ola humana se ha diseminado por la rica campaña. La tierra salvaje, se rinde como una madre próvida al tajo del arado. Se inmoviliza el médano bajo el manto de las plantas forrajeras. Florecen los trigos y florecen los pueblos como una inmensa constelación. Y mientras los ferrocarriles se bifurcan en todas direcciones sobre la campaña infinita y ondulada, se tonaliza el predio rústico con el verde intenso de los alfalfares, se extienden nuevas sementeras sobre el desmonte de los caldenes, y la colonización sistemada se rinde a Ceres, estira el alambrado civilizador en el latifundio inviolado y se arraiga al amor del clima y bajo la certeza augural del porvenir.
La expedición al desierto tiene para el país una significación trascendental: como acontecimiento militar interno, importa la campaña más fructífera de cuantas han podido realizarse después de la consolidación de la independencia nacional. Con economía de sangre y de{14} recursos, se logró para la civilización el patrimonio de 20.000 leguas, entregadas al arbitrio de las tribus indómitas. Como acontecimiento político llegó aún más lejos la brillante cruzada: se cortó a Chile el recurso ilegal y cuantioso de la rapiña indígena. Según cálculos “grosso modo”, excedía de 200.000 el número de cabezas de ganado vacuno y caballar que pasaba los boquetes de la cordillera en arrias indígenas apañadas por deshonestos acopiadores e industriales de ultracordillera. Este predominio, tradicional en el desierto, sobre el pueblo indígena extendido desde los campos de Buenos Aires hasta los Andes y desde las fronteras de Córdoba, Mendoza y San Luis, hasta la Patagonia, tenía su explicación natural en el origen araucano de las tribus. La corriente salvaje se inclinaba al Pacífico donde la impunidad del robo se hacía fuerte al amparo de la tolerancia política. Cierto es que la opinión sensata del país vecino, repudió con energía el procedimiento y más de una vez se alzó la voz enérgica de los legisladores protestando de aquel comercio subrepticio que era un atentado contra la civilización y la amistad internacional. Pero es cierto también que durante largas décadas, el ganado de nuestras pampas y la sal de nuestras lagunas, adquiridos malamente, constituyeron la industria del tasajo con que Chile dominó el mercado pacífico, desde Antofagasta al Ecuador.
El famoso cacique Juan Agustín, de la tribu de Las Barrancas, que tanto daño causó en Mendoza con sus cuatrerías y sus malones sangrientos, tenía en Chile concepto de honestísimo propietario y las prerrogativas de juez y subdelegado en las poblaciones indocriollas. El cacique Caepé, del Neuquen, de crueldad proverbial, afianzaba su impunidad en un parentesco empingorotado por parte de su mujer; y el cacique Aillal, regentaba sin control y en pleno territorio argentino, un establecimiento del general Bulnes, vale decir que tenía vara alta en el tránsito libre de las cordilleras. Cita Olascoaga—nuestro más veraz historiador del desierto—que el coronel Bulnes, pariente del general del mismo nombre, y que vivió muchos años en la frontera de Araujo, vino en diversas ocasiones al territorio del Neuquen, cul{15}tivando relaciones con los primeros jefes indios. De una de estas entrevistas, que siempre fueron de carácter comercial, nació el propósito de sublevar las tribus ranqueles que poblaban la Pampa y mantenían tratados de
paz con el gobierno nacional. Los caciques Rouan, Cheuquel y Udelman, engolosinados por las promesas del jefe chileno, desprendieron sus emisarios a Baigorrita, Epumer y Cayupan, incitándolos a la rebeldía y a la{16} invasión. “Chile gobierna a los indios”, era la voz de orden. Allí estaba la génesis de la raza que idealizó Ercilla en la soberbia indómita de Caupolicán. Las tribus de la Pampa no eran más que las ramas de aquel tronco que había afianzado sus raíces en las costas del mar, desde Santiago al archipiélago del sur. Esta premisa que tenía todos los contornos de una política subterránea, capaz de influir en el diferendo territorial que nos tenía al borde de la guerra, trajo como consecuencia, el parlamento salvaje de Poytahué entre los ranquelinos y la embajada de Meliqueo que tenía la plenipotencia de sus amigos del Neuquen, para formalizar un plan subversivo contra las autoridades argentinas, llevando una invasión conjunta a las indefensas poblaciones del interior.
Acontecimientos de tal trascendencia tenían que traer consecuentemente una campaña formal sobre el desierto. Era menester hacer la guerra al indio que era la guerra a Chile. Había que quebrar, con las armas de la nación, el bandidaje desalmado puesto al servicio de aquella rivalidad internacional que podía ser nefasta para nuestra integridad. La milicia chilena, puesta en tensión, con las perspectivas de la guerra al Perú y Bolivia, tentaba por medio de nuestros indios, de avocarnos al problema de la lucha interior, temerosa tal vez, de que pudiéramos tomar una participación decidida en la contienda. Mientras tanto—cabe a nuestra hidalguía reconocerlo—no faltaron estadistas prudentes y sabios legisladores que se opusieron abiertamente a este juego peligroso sobre la base, no siempre leal, de las lanzas nómades que bien pudieran esgrimirse contra Chile si al gobierno argentino se le hubiese ocurrido conquistarlas con el halago de la tolerancia y de la protección...
Es de suponer que graves exigencias de política interna, obligaron al gobierno chileno a mantenerse reacio a nuestras reclamaciones. Sólo así se explica el vacío que rodeó las quejas de nuestro representante Miguel Góyena cuando exigía control y castigo para el infamante comercio de ganado, producto del más descarado latrocinio. Para contraste del proceder de la Moneda, aquel mismo año—1876—el Canadá, con motivo de haberse{17} internado en su territorio las mesnadas de Sitting Bull, producía en su protocolo oficial la siguiente declaración: “Conforme a todos los principios de la ley internacional, cada gobierno está obligado a proteger el territorio del Estado vecino y amigo contra actos de hostilidades de parte de refugiados que, escapando a la persecución, cruzan las fronteras.”
Sea como fuere, la actitud insólita del gobierno chileno, mató las más bellas iniciativas de hombres de ponderación. Ya en 1870, el señor Puelma, desde su banca legislativa por San Carlos, sosteniendo la imperiosa necesidad de adoptar un sistema civilizador sobre el pue{18}blo araucano, había dicho, bien alto, en sesión del 18 de agosto:
—Analicemos lo que sucede. En cuanto al comercio, vemos que el de animales, que es el que más se hace con los araucanos, proviene siempre de animales robados en la República Argentina. Es sabido que últimamente se han robado allí 40.000 animales, más o menos. Y nosotros, sabiendo que son robados, los compramos sin escrúpulo ninguno. Y luego decimos que los ladrones son sólo los indios...
Esta valiente afirmación, que era toda una apotegma, cayó en el vacío. No queremos, sin embargo, en esta suscinta relación de los acontecimientos que ocasionaron la campaña civilizadora, dejar de mano las propias lacras, desarrolladas como enfermedad endémica intra-cordillera y hasta en las propias puertas de Buenos Aires, en campo sometido por el fortín y hasta por el riel. Siempre el abigeato encontró pie en el comercio inmoral de los acopiadores. La pulpería pampeana, lugar de regocijo y de pelea, no siempre contribuyó al estímulo civilizador de las armas que abrieron paso a la inmigración y a la colonia. La vida de fronteras tiene a menudo episodios que desdicen con el noble propósito de la civilización. No recordamos si Alvaro Barros o qué cronista de la gran expedición, narra el caso de un pulpero inmoral protector de montesinos y carneadores de ajeno, castigado en su propio delito.
—Tráime todos los cueros que te vengan a mano—reclamaba a un paisano ladino, un negociante crapuloso de la campaña de Olavarría.
—¿Voltiaré alzaos, nomás?... Porque los ajenos...
—De todo, che. Hay que hacer plata. Y vos que andás con pandiya noche a noche, podés hacer una buena rejunta. Yo compro todo... Voltiá, nomás. Ya sabés qu’el jujao está a mi cargo...
Emprendió la tarea el gaucho. Por muchas mañanas, entre dos luces, se apareció en la casa del pulpero, trayendo una buena cosecha de cuerambre. El pulpero pagaba poco, pero pagaba. Los paisanos eran diestros para cuerear a campo; y el producto de la correría fué copioso en un par de semanas.{19}
Pasó por fin la partida a las estacas. Se tendieron las pieles en una enorme superficie. Y cuando el viento del sur barrió el secadero, se patentizaron las marcas sobre los cueros de vacuno y caballar. ¡Eran del propio herraje del pulpero, era su misma hacienda la que había hecho sacrificar por ambición del lucro inmoral y desmedido!
—¡Ah, canaya!—le dijo al gaucho, cuando se acercó con la última remesa.—¡Vas a pagar caro, ladrón!...
—¡No s’enoje patroncito!... Usté me dijo que carniara ¿y de’ai?... Yo creí que fueran de los suyos... ¡Natural! Porque yo no nací para ladrón ¿sabe?... Y vaya pagando esta última partidita porque tengo que dar cuenta a los muchachos que m’esperan afuera... ¡Que ni pa los vicios, con sus cuatro riales locos que aflueja!...
Pampa. Expresión indígena introducida por los pueblos autóctonos que llegaron del norte. Directamente, y en nuestro territorio, la popularizaron los quechuas. Pero los quechuas la tomaron de los aymaras. “Pampa” quiere decir llano, llanura.
Remembranza. Recuerdo de alguna cosa pasada.
Emporio. Mercado.
Vaticinio. Predicción, adivinanza, pronóstico, profecía.
Próvida. Benéfica, liberal, generosa, dispensadora de bienes.
Constelación. (Usada en sent. figur.) Conjunto de estrellas fijas.
Predio. Finca heredad, tierra, posesión, inmueble.
Ceres. Diosa de la agricultura. (Expresión poética).
Latifundio. Amplia extensión de tierra.
"Grosso modo". Expresión latina que significa: de cualquier modo, ligeramente, sin ningún cuidado.
Boquete. Entrada angosta en una montaña.
Arria. Conjunto de bestias de carga.
Subrepticio. Lo que se hace o toma ocultamente.
Tasajo. Carne seca y salada.
Cuatrería. Robo de hacienda realizado por cuatreros o cuadrilleros.
Malón. Ataque de indios a poblaciones o haciendas.
Empingorotado. Levantado, empinado.
Génesis. (Por extensión) origen, principio.
Ercilla (Alonso de). Poeta español, autor del poema “La Araucana".
Premisa. Circunstancia precursora de alguna cosa.
Subversivo. De “subvertir”: alterar, perturbar, trastornar, destruir.
Nefasta. Que es de malos resultados o consecuencias.
Estadista. Hombre versado y práctico en asuntos de Estado y labores de alto gobierno.
Nómade. Errante, que no tiene domicilio.
Latrocinio. Robo, hurto, defraudación, usurpación.
Moneda (La). En este caso se refiere al palacio de gobierno de Santiago de Chile.{20}
Mesnada. Compañía de gente armada. (Expresión anticuada, pero en uso por aplicación).
Protocolo. Registro de negociaciones diplomáticas.
Insólita. Inusitada, que no es común.
Apotegma. Sentencia breve, aguda y oportuna.
Sucinto. Breve, lacónico, preciso.
Lacra. Falla o defecto de alguna cosa, moral o material.
Abigeato. Robo de ganado.
Pulpería. Despacho de bebidas en la campaña.
Crapuloso. De “crápula”: degradación moral y física del hombre; pérdida de su dignidad.
Meliqueo, Caepé, Ronán, Cheuquel, Udelmán, Cazupán. (Voces araucanas). Nombres de caciques indígenas.{21}
Tuvo también su alcance moralizador la partida militar, sobre este desquicio social de la campaña. El ejército argentino llevó la seguridad territorial, la paz indígena y la depuración. Se vió claro, además, aquel misterio de la Pampa que a los ojos de Buenos Aires era el dragón terrorífico puesto en guardia para velar los pasos de la Cordillera. Nuestra pampa, la de Echeverría, reclamada por las musas y por Minerva terminaba en Mercedes y en Areco. La llanura dilatada, “inmenso piélago verde”, se perdía con el ombú, junto a los ríos dóciles y claros de la provincia. La otra Pampa, la ondulante, la eterna Pampa, la
la del calden milenario, la de las dunas caprichosas, la del silvestre alfilerillo, la de las lagunas, la de los bosques, tenía que romper el velo de la leyenda y abrir su misterio a la civilización. Nos imaginamos la sorpresa que causaría en los austeros padres de la patria, el alegato de Avellaneda, robusteciendo en su mensaje al congreso, del 14 de agosto de 1878, la petición de acuerdo para arbitrar los recursos reclamados por la campaña civilizadora. “El ministro actual de la guerra—decía el ilustre presidente—ha recorrido personalmente estos lugares y puede asegurarse que son inmejorables para la ganadería y aún para la colonización. Abundan pastos de varias clases; el agua dulce y clara se encuentra en grandes lagunas, al pie de los médanos de arena; y donde no se la ve en la superficie, se oculta tan de cerca, que basta levantar algunas paladas de arena para que surja en abundancia del seno de la tierra.”
Y sin embargo, la idea de la ocupación civilizadora hasta Río Negro, para fijar una frontera natural a la nación aborigen, databa de un siglo atrás. Durante el virreinato del marqués de Loreto, el capitán don Fran{22}cisco de Viedma, llevó una expedición parcial hasta los valles del Colorado y más allá. Esta primer tentativa en tierra salvaje originó un precioso informe en donde el intrépido explorador puso de relieve la importancia estratégica del Río Negro, como línea militar defensiva. Tiempo después, el naturalista don Félix de Azara—1796—aconsejaba la necesidad de ocupar Río Negro, “como el único medio de asegurar la tranquilidad y posesión de las pampas”, compartiendo de igual opinión, el capitán don Sebastián Undiano y Castelú, jefe de guarnición en Mendoza y hábil conocedor de la extendida región de los mapuches. Pero ningún gobierno mueve la iniciativa. Pasa la vorágine de la revolución. Pasa la lucha gloriosa. Se afianza la emancipación americana. Se inician los primeros tanteos del gobierno libre. Y recién cuando Rozas asume el primer mandato popular, recién se echa de ver la necesidad de poner los ojos en el desierto. La campaña de Rozas fué el primer triunfo. Y hubiera bastado este título de “héroe del desierto” para asegurar a su nombre la gratitud nacional, si la hazaña gloriosa no hubiera cimentado el abismo de la dictadura. Cincuenta años más tarde, el general Roca, en plena juventud, preparaba, sobre las propias bases, la presidencia de la República. ¡Grande debió ser la obra como grande fué el premio!
Y en verdad, difícil hubiera sido concebir y ejecutar un plan más estratégico, más político, más sobrio, más definitivo. Los Estados Unidos, con más recursos que nosotros, no solucionaron con mayor lucidez y economía su problema autóctono sobre las tribus del oeste. Y eso que sus salvajes no contaron con la protección vecina, como los nuestros. El plan de Alsina, de ir ganando paulatinamente el dominio de la Pampa, con el foso artificial y la línea de fortines, tenía su indiscutible y acertada orientación; pero era largo y dispendioso. Tres años gastaron nuestras tropas en abrir aquella zanja que ha borrado el tiempo. Pero fué un envión noble en el sentido de la incorporación territorial pacífica. Después de este iniciador, la empresa armada debía caber a Roca. Ya la ley que autorizaba el avance y la posesión real del desierto, dormía un encarpetamiento de diez años{23}—1867—y posiblemente a Mitre le hubiera tocado en suerte esta campaña, para mayor lustre de su nombre, si la guerra con el Paraguay no se prolonga con el incruento sacrificio de cuatro naciones.
No bien se inicia Roca en el ministerio de la guerra, dedica toda su atención a las fronteras del sur, de las cordilleras y del Chaco. Su plan, conocido ya por sus comunicaciones epistolares con Alsina, tiende a concentrar un movimiento simultáneo con fuerzas destacadas convenientemente a flor del extenso perímetro y que deben operar de norte a sur y de este a oeste, estrechando cada vez más al pueblo indígena hasta llevarlo al otro lado del caudaloso Río Negro. Como prolegómenos de este plan, los diversos cuerpos del ejército comienzan a ejercitar su acción en las distintas zonas del imperio bárbaro. Se suceden los primeros encuentros, felices siempre para las armas de la nación. Estos preliminares abarcan el espacio de tiempo comprendido de julio del 78 a mayo del 79. Buenos Aires, descreído hasta entonces de estas incursiones al país de los indios, ve regresar a sus soldados trayendo infinidad de prisioneros, que la previsión oficial destina a la marina y a las colonias agrícolas de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Corrientes, a emporios industriales y establecimientos de educación. Y recién entonces se comienza a creer en la eficacia de la gran empresa militar.
Puesto en juego el plan general de la campaña, las diversas divisiones del ejército debían de operar en la siguiente forma: Levalle se iniciaría por Traru-Lauquen hasta Toay o Naicó y se correría hasta Lihuel Calel; Racedo, desde Villa Mercedes de San Luis, haría una descubierta en toda la comarca ranquelina; destacaría su jefe de vanguardia hacia Chadi-Leuvu y trataría de ponerse en comunicación con las fuerzas que salieran de Trenque Lauquen y que alcanzaría en Toay; Napoleón Uriburu, destacado en el fuerte General San Martín (Mendoza), emprendería su marcha en dirección al Neuquen, limpiando de indios las pampas mendocinas y los valles intracordilleranos; Hilario Lagos, saldría de Carhué, camino de Llanquil-co hasta Toay o Malal; el comandante Enrique Godoy recorrería de Guaminí a{24} Naicó. Centro de concentración general de todo este movimiento sería Choele Choel, a las órdenes inmediatas del propio ministro de la guerra, general Roca.
La campaña se llevó punto por punto con una precisión admirable. Comenzó el desbande de las tribus.{25} Pincén, Epumer, los Catriel, Baigorrita, Mariano Rozas, Namuncurá, y cien capitanes más, desorientados ante este avance sistemado y uniforme sobre sus dominios, o caen prisioneros, o se someten, o huyen hacia el sur, a recaudo del avance arrollador. La nación ranquelina, extendida en setecientas leguas sobre la Pampa, en medio de espesos bosques y grandes praderas, tiembla ante esta irrupción civilizadora, se defiende al principio con recursos infructuosos de montonera; pero desprevenida y desorganizada para la lucha, cae, se rinde o huye. Lo propio ocurre con las demás tribus enseñoreadas hasta entonces del desierto. No hay derramamiento de sangre en nuestras tropas. Y ese es, precisamente, el mayor de los triunfos, del punto de vista militar. Las travesías, sin embargo, son penosas. Aquella naturaleza montaraz supo tener sus dolorosas sorpresas para nuestros soldados, desconocedores del amplio e ignorado país. A veces la sed; el hambre a veces. La engañadora laguna, daba salitre en vez de agua cristalina; el campo de totoras ocultaba el temible tembladeral. ¿Y la falta de forraje para las bestias? ¿Y la arena cruel de los médanos? ¿Y los vientos? ¿Y el despiadado temporal?...
—Si no te hallas en actitud con estos medios, de dar debido cumplimiento a lo que se te va a encomendar y crees que se te sacrifica—le decía el general Roca a uno de sus jefes, quejoso por la escasez de elementos con que debía de iniciar su marcha—dilo con tiempo, que yo no quiero forzarte a marchar contra tu voluntad. Debo prevenirte, que ni Uriburu, ni Racedo, ni el comandante Roca, ni Levalle, ni García, llevan carros ni carruajes. El único que lleva esas cosas soy yo y yo no sé si tendré que tirarlas en el camino...
Meses después, el ilustre jefe podía asegurar con entera confianza en la eficacia de la magna obra:
“Los indios se han visto asediados, confundidos y oprimidos en todas partes y en todas direcciones. No ha quedado un sólo lugar del desierto donde pueda crearse una nueva acechanza contra la seguridad de los pueblos que tocan con sus pertenencias en la Pampa, ni de las personas e intereses que vengan en lo futuro a{26} radicarse en estas vírgenes y generosas tierras que por sus cualidades naturales de producción y de clima, revelan hoy claramente la razón de ser del arraigo secular, la vida y fortaleza relativa de sus habitantes bárbaros.
“Los pocos indios que quedaban en el territorio así dominado, han caído en poder de nuestras fuerzas o se han apresurado a presentarse; otros han huído abandonando a sus familias a la muerte en la travesía. Namuncurá debe su temporaria salvación a la anticipación de tiempo en que emprendió su retirada a los valles interiores de la cordillera donde hoy se encuentra amparado por su pariente Ranque-Curá, que tendrá que responder perentoriamente de este hecho. Baigorrita y los restos de su tribu, quedan aún dentro del cerco de nuestros dominios: se tienen noticias por prisioneros tomados, del estado de aniquilamiento de recursos de movilidad y mantención con que se trataba de escapar a la persecución de nuestras partidas, en cuyas manos es casi seguro caerá, ya sea en la parte occidental de Chadi-Leuvu, donde le sigue una columna de la tercera división, o en la cordillera, en las guardias de la cuarta o en el Colorado donde cruzan las que he desprendido de las de mi inmediato mando.
“En los valles de los Andes, ha recibido golpe de muerte el tráfico tan inmoral y tan antiguo, como la plaga de los indios, que allí tenía lugar con el robo que éstos hacían de nuestras haciendas. La presencia de las fuerzas de la cuarta división ha cortado definitivamente ese mal que hoy ha podido apreciarse cuánto ha debido perjudicar a nuestro país.
“Los ganados argentinos no pasarán en adelante los anchos y multiplicados boquetes de la cordillera del sur, sino por la consignación de sus legítimos dueños; y serán de hoy más aquellos campos una nueva ventajosa expansión del comercio ganadero legal, especialmente para las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires, que podrán hacer su itinerario directo por el paso de los ranqueles, vías del Colorado y Río Negro para sus compras, invernadas y transportes al mercado trasandino.{27}
“No ha sido menos fructífera esta campaña en lo que toca a la adquisición de conocimientos sobre la geografía y topografía de esta región hasta hoy desconocida y en los que han venido a rectificarse muy favorablemente las noticias o conjeturas que había a su respecto. Muy lejos de la aridez desconsolante que algunos han supuesto en la mayor parte del territorio que se llama la Pampa, se tienen, en general, los mejores datos acerca de la buena calidad de los campos que han recorrido las divisiones y las partidas sueltas, que han llevado unas y otras especial encargo de estudiar esto con interés; y en cuanto a la dilatada extensión que yo mismo he recorrido, me ha producido el convencimiento de que en ningún punto de ella se verían defraudadas las esperanzas del agricultor o criador de cualquier especie, dado los trabajos a que debe responder toda buena tierra y mejor clima.”
Así hablaba el general Roca en el parte general, como comandante en jefe del ejército de operaciones y elevado al ministro de guerra interino. Quedaba con ésto entregado al acervo nacional el vasto territorio. Asegurada la tranquilidad territorial; destruído el señorío salvaje; francos los caminos; libres los campos; garantida la propiedad privada con el amparo de la ley; se abría la Pampa como un tesoro invalorado al empuje civilizador. Sobre las huellas frescas de nuestra caballería, se plantaba la colonia. Eclosionaron los pueblos. El tren, detenido en el Azul, avanzó campo afuera mientras nuevas ferrovías pobladoras debían llegar al corazón del país de los caldenes, llevando el éxodo emigrador. Cuarenta años después de aquella gran cruzada, capaz de consagrar por sí sola la figura del héroe, el viajero de hoy mira desde el tren la campiña florida. Se renueva el paisaje con la loma tapizada de verdura, la arboleda de sauces, de eucaliptus y de aromos, el chalet elegante, el camino decidor y geométrico, linde y motor de la propiedad subdividida y cultivada. Un hálito de vida nueva invade el solar infinito. Y todo se transforma. ¡Hasta los vientos! Cae el bosque hirsuto bajo el hacha del leñador. Mueren los pastos punas al cruce del arado{28} y se alegran los oteros con las gramillas y el aromado trebolar. ¡Y qué transformación! Ya no se queja en los senderos el chirrión de dos ruedas que conducía a nuestros bravos oficiales del ejército a su destartalada estación telegráfica en donde, por estrechez, se fumaban hasta los libros. El salto ha sido brusco, fundamental, imprevisto, vertiginoso. De la carreta, al automóvil; de la vaca cueruda y flaca, a los más nobles ejemplares de alta mestización; del trigo salvaje, cultivado a la buena de Dios, al trigo campeón consagrado en el más significativo de nuestros certámenes con el nombre bautismal
de “trigo argentino”; del lanar pampa, al Lincoln, a la cruza fina, desiderátum en textil, en carne y en sabor. Quiere decir que sobre la redención territorial, vino de golpe y porrazo la savia nueva. La Pampa es el único de nuestros territorios del que puede decirse que no ha tenido adolescencia. Y de este espécimen de colonización es posible que no pueda jactarse ninguna nación de la tierra. No sólo no hay indios. ¡No hay gauchos! Es de Europa el entrevero que ha venido a plasmar esta generación uniforme, inteligente y definitiva. El misterio ha quedado a la espalda, en el devocionario de la tradición. Los descendientes de los indios son hoy inteligentes colonos y criadores técnicos. De esta raza bravía{29} que dominó el desierto—¡suyo era al fin!—no es difícil encontrar hoy retoños de significación en el ganadero acomodado, en el industrial y hasta en la maestra de escuela.
Queda, sin embargo, un rastro de aquel pueblo salvaje y varonil: la nomenclatura de su dominio accidentado. ¡Y bien! conservémosla, siquiera sea por el recuerdo, por la misma étnica tan ajustada al concepto geográfico que consagró el valor de su lingüística, por la propia noción del sacrificio que costó al ejército y a la tutela nacional. Cuando este gran campo de actividad humana se consolide de firme; cuando las colonias sean pueblos y los pueblos ciudades, la posteridad podrá entonces adjudicar el justo premio a los próceres de la noble expedición.
Ya se inicia el pago de la deuda, con modestia, pero con devoción. Santa Rosa ha levantado su pirámide. Ya Pico ha puesto en su plaza pública el busto de Alsina. Mientras la gratitud nacional unifica en una sola voluntad rememorativa el bronce que ha de retar a los siglos, abramos nuestro corazón a este gran territorio destinado a ser una de las primeras provincias argentinas.
Minerva. Diosa de la sabiduría y del trabajo, según leyenda religiosa de la antigüedad.
Caldén. Arbol pampeano, coposo, de crecimiento tardío, de larga vida y cuya madera es un excelente combustible.
Duna. Médano; montículos de arena menuda y liviana, extendidos sobre los campos, y que cambian de local bajo la influencia de los vientos.
Alfilerillo. Yerba silvestre, excelente como forraje.
Aborigen. El habitante primitivo de un país.
Estratégica. De “estrategia”: arte de dirigir las operaciones militares para alcanzar la victoria.
Mapuche. Palabra araucana: de “mapu” (tierra) y “che” (gente).
Vorágine. (Expresión figurada): revuelta violenta, impetuosa.
Autóctono. Aborigen, primitivo.
Epistolar. Propio de la epístola, carta, misiva.
Perímetro. Ambito, contorno de una figura.
Prolegómeno. Principio de alguna obra.
Irrupción. Invasión, acometimiento impetuoso y repentino.
Montonera. Guerrilla; partida militar de caballería, sin residencia fija e irregular en sus movimientos como fuerza armada.
Totora. Junco, espadaña.
Secular. Que dura uno o más siglos.{30}
Perentoriamente. Con urgencia.
Tráfico. Acción de comerciar o negociar, comprando o vendiendo.
Fructífera. Que produce fruto, recompensa o utilidad.
Acervo. Tesoro común.
Eclosionar. Aparecer en forma rápida, violenta.
Exodo. Peregrinación de un pueblo.
Hálito. Soplo, aliento.
Hirsuto. Disperso, duro.
Pasto puna. Pasto silvestre y amargo.
Chirrión. Carro fuerte que chirría mucho.
Certamen. Concurso, torneo.
Desiderátum. (Voz latina): objeto y fin de un constante deseo.
Espécimen. Modelo.
Plasmar. Hacer o formar alguna cosa.
Nomenclatura. Nómina, lista, catálogo de personas o cosas.
Étnica. Perteneciente a una nación, raza o pueblo.
Toay. (Voz araucana). Rodeo. Puede ser abra. Según algunos araucanistas: árbol caído.
Naicó. Manantial. (Voz araucana).
Trenque-Lauquen. (Voces araucanas). Trenque (redonda); Lauquén (laguna).
Pincén, Epumer, Catriel, Namuncurá. Nombres de caciques indígenas. (Voces araucanas).{31}
Chañar. Arbol leñoso de la región pampásica, de fronda espinosa, flores amarillas y frutos pequeños y dulces.
Agreste. Lo que pertenece al campo o lo que crece sin cultivo.
Adusta. Severa, recia.
Milenario. Que tiene mil años o más.
Fúlgida. Resplandeciente, brillante.
Rastrojo. El terreno cultivado después que se ha recogido la cosecha.
Pradería. Pedazo de prado muy fértil.
Troquel. Cuño, molde. En el caso presente, este vocablo tiene un sentido figurado y se refiere a la influencia primitiva y perdurable de la Pampa, bajo su aspecto de región con características propias.{33}
Por el tren de las seis de la mañana, vía General Acha, hemos realizado nuestro viaje hasta Toay, en donde la línea del Pacífico combina con el Oeste, en amplia curva hacia Buenos Aires. No obstante frisar en septiembre, hace mucho frío. Los pasajeros—pocos—que vienen en el convoy, son en su mayoría agricultores que se van diseminando en los pueblos y estaciones del trayecto. Todo el mundo pasa al coche-comedor en tren de refacción mañanera. Bien arropados, con media cara escondida en la bufanda, establecemos en un rincón nuestro observatorio cerca del calorcito de la cocina. El sol se insinúa en el espacio anunciando un día primaveral. En las mesas próximas se han formado grupos de chacareros que hablan con calor de las perspectivas del año. No se necesita oír las conversaciones para penetrar en el franco optimismo de los circunstantes. Basta mirar la risueña esperanza de los campos...
A veces en una parada del tren llegan hasta nosotros diálogos interesantes:
—¿Esquiló, Apesteguía?
—Sí. Las ovejas que tengo en El Rincón. Es una puntita, nomás. Tenía compromiso de vender.
—¿Y a cómo?
—A 17.50. Poca cosa. Es fina, pero es lana pesada y con semilla...
—¡No sea chambón! El otro día se ha pagado por fina terrosa y corta de Nueva Roma, a 23...
—Es que la mía era un lotecito. Tenía que liquidar... Y como se empeñó mi consignatario...
En una mesa más retirada, un joven de marcada pronunciación francesa, se empeña en convencer a un chacarero de que no deben vivir en la eterna zozobra hasta el resultado final de las cosechas. Se diría que este Aristarco no ha pasado las amarguras del labriego cuando divisa la nube de voladora o recibe el anuncio de la helada con el barrido del viento sur, intemperante y glacial.{34}
—Hasta cuando tienen los trigos en las planchadas, están temblando ustedes—dice el mozo.—Que si se quedarán con el stock, por falta de marchantes; que si se vendrán abajo los precios, por un juego de bolsa o por que no hay bodegas; que si se incendiarán... Y recién les viene el alma al cuerpo, cuando han pescado al comprador y tienen la platita en el bolsillo...
—¡Cómo se conoce que usted no ha sembrado nunca!—responde el chacarero.—La vida del agricultor está sujeta por un hilito a los caprichos del tiempo. Si estuviéramos más adelantados, si fuéramos más previsores, es cierto que no nos iría tan mal. Con la chacra mixta, por ejemplo. Siembre usted variado, cultive su alfalfarcito y métale a la chacra unas vaquitas y unas ovejas. Pero si no sale del trigo, siempre va a tener que andar de la cuarta al pértigo, salvo que los años sean excepcionales...
—¿Y ahora de qué se quejan?
—¿Yo?... De nada. Hay algunos pobres que les ha tocado la lotería de la isoca... Ahí andan desesperados a puras consultas y a puros ensayos. A usted no le supone nada la isoca ¿verdad? por que si encuentra una en el jardín de su casa, la mata con el pie... Pero en los campos!...
Y atenuando la ironía campechana y sincera que desconcierta un tanto a su interlocutor, le enseña por la ventanilla el predio verde y parejo tendido junto al tren como un golpe de espátula.
—Vea los campos. ¡Eso es trigo! Buen madrugador ha sido ese colono. Si parece una bendición de Dios.
Y en verdad que están verdegueantes y lozanos los trigales de la comarca.
Se suceden los centros poblados sin interrupción. Cada estación es un foco de actividad y movimiento a la hora del tren. El vecindario y los colonos que vienen a recoger su correspondencia, tienen consagrado este mentidero del andén de la estación en donde se toma lenguas sobre el estado de las sementeras, se palpita el porvenir del año agrícola y se formalizan transacciones.
Predomina en esta masa de población el elemento europeo, rubio casi siempre y de origen inmigratorio. En{35} Villa Iris, centro comercial de mucha importancia, numerosos vehículos de todo tamaño y calidad ocupan el canchón de espera: un par de autos norteamericanos, media docena de bateas rusas con sus cuádrigas fornidas, arañas voladoras y flexibles “boggys"... Al paso del tren se ven las calles rectas y amplias con sus faroles a hidro-carburo o alcohol. Cada estación está provista de sus espaciosos galpones de hierro y tinglados, síntoma evidente de riqueza cerealera. El molino de viento se alza en todas partes. El rancho de paredes quinchadas y techo de paja, tan vulgarizado en la provincia de Buenos Aires, no se conoce por aquí. Las casas de los colonos son de hierro galvanizado en casi su totalidad. Nos llama la atención, por cierto, la difusión de estos materiales. Bien está que la chapa de hierro pueda suplir la pared en las poblaciones inestables; pero nos parece inadmisible que se utilice como techo. El clima de la Pampa es recio, sin términos medios, dentro de una indiscutida salubridad. En consecuencia, el hierro se hace insoportable durante la intensidad de las estaciones. El material más adaptable, óptimo si se quiere, es el “ru-ber-oir”, una especie de yute hecho de fibras, amianto y substancias especiales, inaccesible a la lluvia, al frío y al calor. Resiste además, al fuego. Este material se elabora en rollos de 36 pulgadas de ancho, conteniendo 216 pies cuadrados para una superficie de 200 pies. Es absolutamente liviano y su costo, menor de la tercera parte del fierro galvanizado. Un metro de “ru-ber-oid” cuesta alrededor de 1.50 pesos, comprendiendo, además, los clavos y ruberinos. Hay también una derivación en color, de este material denominado “kaloroid” para chalecitos y viviendas elegantes.
Pero sigamos en la marcha del tren. El terreno es ligeramente ondulado. Mucho ganado lanar pace en los potreros, a uno y otro lado de la vía. Hasta Jacinto Arauz, entrada a la Pampa, abundan las praderas naturales. De allí el tren corre por entre sementeras a uno y otro lado. La tierra en esta gran zona está más subdividida. El aspecto externo de cada vivienda demuestra que está bajo el cuidado del propietario. Son campos de colonias subdivididas los que vamos cruzando.{36} Es rara la casita de material, pelada y sin árboles que la cobijen y le presten su simpática tonalidad.
Antes de llegar a Villa Alba, alegra la vista el monte de una chacra donde, de entre el verde suave de sus sauces y las ramas color siena de los álamos erectos, se destaca el rosado de los durazneros en flor. Villa Alba es uno de los focos de colonias rusas más significativos de la Pampa. Desde lejos advertimos el letrero de un almacén en el que, junto al nombre polaco de su poseedor, con un “insky” inconfundible, se destaca el título sintomático de “La Pampa Moderna"...
Sigue otra vez la llanura tendida. Un jinete, a lo lejos, galopa en un camino en sentido contrario al tren. Parece que estuviera desprendido de la tierra. Y más allá, mucho más lejos, un remolino de polvo se eleva en amplia columna hasta desaparecer confundido con el azul terroso del cielo. El día es magnífico. Un sol de las once castiga la tierra e improvisa su espejismo a lo lejos. Vuelven a ralear los árboles en las viviendas diseminadas por todas partes, blanqueadas unas, otras de chapas, sin molino ni reparos.
Después de Bernasconi se advierte el paisaje genuinamente pampeano: la loma poblada de arbustos naturales ensombreando la hondonada.
En Abramo nos cruzamos con el primer tren leñatero, con disposición de seguir a Bahía Blanca. Empieza el dominio de los caldenes. Grandes pilas de leña aguardan turno junto a los desvíos. A menudo cruzamos predios que fueron tupido monte, entregados hoy a la agricultura y sobre los cuales queda aun la remembranza de uno que otro árbol salvaje y disperso en la sabana verde del trigal.
Son los últimos vestigios de la Pampa de ayer, desgarrados del misterio secular para incorporarse a la civilización.
Frisar. Acercarse, lindar, tocar.
Refacción. Alimento moderado, reparador.
Chambón. Poco diestro o torpe.{37}
Aristarco. Crítico severo, censor de cosas ajenas.
Stock. Expresión inglesa, incorporada a nuestro vocabulario comercial, y que significa acopio de producción, mercaderías, etc.
“De la cuarta al pértigo". Expresión criolla que significa andar con poca fortuna en los negocios o empresas.
Isoca. Insecto perjudicial (oruga) que devasta los plantíos.
Mentidero. El sitio donde se junta la gente ociosa a tener conversación.
Batea. Carro sin elásticos, en forma de batea, usado comúnmente por los agricultores rusos.
Cuadriga. El tiro de cuatro caballos de frente.
Araña. Los sulkys sencillos, livianos y altos.
“Buggi". Carro norteamericano de cuatro ruedas, liviano, tipo de jardinera. (Pronúnciase: bogui).
Quinchado. Cerco o pared de ramas y barro.
Sementera. Tierra sembrada.{38}
A medio día llega el tren del Oeste a Santa Rosa. La impresión primera es agradable. La línea del ferrocarril ha venido bordeando el centro urbano. La estación es el remate de las calles principales en cuyo perímetro se recuesta el conglomerado macizo de la población. Transitamos un par de cuadras sobre pavimento de madera—tacos de caldén sobre portland—adoquín de ensayo que se afianzó hace cinco o seis años con un costo de 11.000 pesos por cuadra, o sea ocho pesos el metro cuadrado. La población es compacta, elegante la edificación. Se nota, de entrada, un ambiente de buen tono, en pequeño, si se quiere, algo así como una suave aristocratización, una sosegada estabilidad vecinal, que no condice con la agilidad urbana con que se han organizado los demás pueblos del territorio, bajo el aluvión de la colonia. ¡Claro! estamos en la capital, foco de fuerzas directrices, si no económicas, y donde se han recostado elementos significativos en la administración pública, la magistratura, el foro, el profesorado y la prensa.
Después de dejar nuestro equipaje en un hotel vecino a la plaza central, recorremos la población, al azar, para impresionarnos en conjunto. Es recto su trazado. Las calles están arborizadas con ligustros. La plaza Mitre donde se levanta un prisma conmemorativo a la conquista del desierto, es un paseo umbroso y bien lineado, con sus plantas ornamenticias, sus alamedas coposas y sus escaños de “laqué”, con su gimnasio infantil al aire libre, como en los grandes paseos de Buenos Aires, manifestaciones de edilidad que hablan con elocuencia de munícipes diligentes. Son polvorosas y pesadas las calles; correcta es su nomenclatura; tonificante el aspecto general de sus comercios; amplias y bien pavimentadas las veredas. No hay agua corriente todavía. El molino y las cisternas suplen la falta. El agua es potable y cristalina.
El día patronal del municipio, nos tomó en Santa{39} Rosa. La procesión sacramental de la virgen abogada, congregó a numerosas familias. Pudimos advertir en este acto religioso la homogeneidad del concurso social, manifestado en una porción ponderable de su vecindario. Abría las filas, después de las congregaciones y de la imagen que se veneraba, el anciano fundador del pueblo, acompañado de un grupo de vecinos de significación, que contribuyen con su validez a prestigiar la obra colectiva.
Después hemos recurrido a la fuente oficial en procura de informaciones. Visitamos en su despacho al gobernador, quien dentro de breves días debía delegar su mandato, por terminación de período. El gobernador es un caballero de fino trato. Nos habla con la conciencia del deber cumplido. No deja ponderables iniciativas, a pesar de sus tres períodos; pero esta infecundidad no es culpa suya. Es el sistema de las gobernaciones territoriales, lo que ahoga todo buen propósito. Un gobernador de territorio es un delegado, sujeto de pies y manos al ministerio del interior y que se mueve según la cuerda que le tiran. Es un funcionario, subalternizado injustamente a la política oficial, despojado de toda facultad inicial y sometido a recibir, para los servicios del territorio, al excedente de paniaguados que flota en Buenos Aires por falta de acomodo. El gobernador no deja obras pero tampoco deja enconos. Ha sido un funcionario correcto y digno de la estimación pública. Con él discurrimos sobre diversos tópicos de actualidad.
—¿Qué le parece el proyecto sobre el “homestead”?—le interrogamos, girando sobre un asunto de tanto interés que está en el tapete de la discusión parlamentaria aquellos días.
—Sería muy buena su implantación en la Pampa—nos responde.—Pero en la Pampa no se podría aplicar el “homestead” por falta de tierra pública. Apenas quedan al Estado algunos lotes en la parte oeste y sudoeste, donde no ha llegado la agricultura todavía. Lo que podría hacerse, en caso de legislación, sería expropiar...
—¿Y cuál es el valor de la tierra?
—En los alrededores de Santa Rosa, el campo vir{40}gen, monte sucio o rastrojo, tiene precios entre 100 y 150 pesos. Al sur, hasta General Acha, a ambos lados del ferrocarril Pacífico, puede valer 60. Donde los campos han alcanzado precios excepcionales es en la zona pastoril de Pico. Allí las tierras alfalfadas pueden valer hasta 500 y 600 pesos la hectárea.
Nuestra interlocución se extiende alrededor de diversos temas, mostrándosenos el gobernante como un observador sagaz. Para él, en la zona sur de la Pampa hay pocos agricultores de profesión. Son sembradores los más. No es la primera vez que oímos este concepto que define una colonización ambulatoria. Fuertes comerciantes del sur—sobre todo de la zona tributaria de Bahía Blanca—opinan lo mismo. Esto se debe, creemos nosotros, al temperamento ancestral de ciertos núcleos de población. Ya lo decimos por ahí en un capítulo referente a los rusos de Doblas y Rivera, procedentes de la región de Odessa, comparados con sus connacionales de otras latitudes. Sin duda alguna, las pampas del sur están más retrasadas que las del norte. Los centros coloniales suelen, por mayoría de nacionalidad, imponerse, no sólo en la vida urbana si no hasta en las orientaciones de la instrucción pública. En Villa Alba, por ejemplo, población en la que predomina el elemento ruso judío, el carnicero criollo no puede faenar sin que mate sus reses el rabí, de acuerdo con sus ritos. En otra forma caería bajo el “boycott” de la colectividad y se vería obligado a levantar su tienda. Hay un egoísmo recalcitrante en todas sus ceremonias, reflejo de la necesidad instintiva de defenderse en tierra extraña y con lengua y religión, extrañas también. Por lo menos queremos, por tolerancia, imaginarlo así.
Nos interesa conocer las relaciones policiales con la provincia de Buenos Aires. Ese meridiano quinto, que separa la provincia del territorio, se nos antoja como los burladeros de las plazas taurinas, usados por los matadores para zafar a las furias del toro. Hemos pensado que la delincuencia puede escurrirse allí por arte de tramoyar. El gobernador nos hace notar, efectivamente, que la policía del territorio tropieza con sus dificultades en aquella larga frontera, debido a las conti{41}nuas incursiones del elemento maleante y a los robos de haciendas y carneadas a ambos lados de la línea divisoria, no muy abundantes pero no por eso menos atrevidos. Con policía escasa es imposible hacer proezas; y la consumación de estos hechos delictuosos no puede hablar en menoscabo ni del gobierno territorial, ni del jefe de policía.
Aristocratización. Tomar el aspecto aristocrático.
Aluvión. (En sentido figurado). La corriente de nuevos pobladores.
Arborizada. Arbolada.
Ligustro. Arbusto de follaje perenne, muy usado para formar cercos vivos.
Ornamenticia. De adorno.
Edilidad. La acción de los ediles, o funcionarios a cuyo cargo corren los asuntos municipales.
Homogeneidad. De homogéneo: lo que está constituído por partes o elementos muy semejantes, como una reunión de personas de la misma condición, de la misma raza, de la misma estatura, etc., según el aspecto que se considere.
Paniaguados. Se dice de los sujetos favorecidos por un personaje influyente, y que están al servicio de éste. Tiene significado despectivo.
Homestead. Palabra inglesa que significa: la casa habitación, con todas sus dependencias. Se emplea en Estados Unidos para designar cierta ley que asegura a los pequeños propietarios la posesión del “hogar propio”, inembargable. Pronúnciase: jómsted.
Interlocución. Diálogo, conversación entre dos personas.
Ancestral. Heredado de los antepasados.
Rabí. Título que se da entre los judíos a los que son doctos en la ley de Moisés.
Recalcitrante. Terco, obstinado.
Burladeros. Pequeños refugios de entrada muy angosta, que hay en las barreras de las plazas de toros, para que en caso de apuro se guarezcan en ellos los toreros.
Taurinas. Plazas taurinas o de toros.
Tramoya. Trampa, enredo; mecanismo usado en los teatros para figurar ciertas escenas y representar transfiguraciones y sucesos fantásticos.
Delictuoso. Lo que constituye delito.
Menoscabo. Disminución.{42}
El éjido del municipio de Santa Rosa comprende una superficie de 8.000 hectáreas. La planta urbana tiene 155 hectáreas, con una población superior a 6.500 habitantes. Corresponde, políticamente, al departamento segundo del territorio. Está regida por una municipalidad compuesta por cinco miembros y su presidencia es, a la vez, departamento ejecutivo. Cuenta con un cálculo de recursos que oscila alrededor de 60.000 pesos, siendo sus principales rubros patentes fiscales, rodados, contribución directa, alumbrado y limpieza y carnicería municipal.
Dentro de las iniciativas comunales, la que más ha llamado nuestra atención, por ser de beneficios comunes y posiblemente la única de tal carácter en el país, es la municipalización de la carne. En el deseo de poner freno a la especulación de vendedores y matarifes y abaratar este artículo de primera necesidad, sin violentar la libertad de comercio, se llevó a la práctica el proyecto de municipalización de la carne, dictando una ordenanza en la que se encarecía tendenciosamente los derechos de abasto. Se prohibía, por esta resolución, el faenamiento de reses fuera del matadero municipal y se fijaba los derechos de matanza con las siguientes cifras: por cada animal vacuno, 30 pesos; por cada cabrío o lanar, 10; por cada yeguarizo, 25; por cada ternero mamón, 25. Esta ordenanza comenzó a regir el 2 de mayo de 1916.
La exorbitancia del arancel impositivo, fué, sin duda, una cortapisa para el negocio de los abastecedores. Pero fué también, la única forma de moderar los precios, hacer un servicio de higiene y economía públicas y beneficiar las rentas de la comuna.
Acto seguido de ponerse en vigencia la ordenanza, la municipalidad llamó a licitación pública para la adquisición de la carne de lanar y vacuno necesaria al consumo de la población.
Debemos hacer constar que el temperamento adop{43}tado por la municipalidad para oficializar el artículo, no fué resultado de una violenta y caprichosa restricción. El sistema surgió de la imposibilidad de poner de acuerdo, en mediación amigable, al gremio de expendedores de carne y matarifes, para fijar precios equitativos. Los beneficios fueron inmediatos. El cálculo de recursos asigna hoy una partida que no baja de 10.000 pesos, por concepto de la venta oficial de carne, mientras el vecindario come carne higiénica, nutritiva y barata. Este recurso que es diario y parejo y no obedece a dilaciones, suele ser rubro castigado para las erogaciones, como que es el más seguro. No es extraño, pues, que algún “Boletín Municipal” nos anuncie que un edil, solicite que se autorice la inversión de 3.000 pesos de la reserva de fondos de la carnicería, para la construcción de un veredón de cemento portland de seis metros de ancho en la avenida norte de la plaza Mitre y la adquisición de veinte bancos “laqué” y dos hamacas para el gimnasio de los niños...
Pasemos revista por otros servicios de importancia que ha establecido la municipalidad.
Ha instituído dos becas de 30 pesos cada una para alumnos del colegio nacional, pobres y aplicados; entrega a los niños de las escuelas del Estado útiles escolares, a la presentación de vales de pobreza otorgados por la dirección de la escuela; ha establecido el gimnasio de que hemos hecho mención, en la plaza Mitre, aprovechando dos cuadros del jardín de árboles coposos; ha establecido en su local propio, un servicio de baños públicos, con libre acceso; ha organizado un vivero municipal, con el objeto de difundir el árbol en el departamento.
Una obra destinada a tener resonancia, será la instalación del servicio de aguas corrientes, cuyos estudios, formalizados ya, asignan un costo de 200.000 pesos, labor que corresponde al ministerio de obras públicas de la nación, y que bien merece ser realizada a la brevedad, en atención, siquiera, al aporte material valiosísimo con que la Pampa contribuye al engrandecimiento nacional.
Posee Santa Rosa establecimientos culturales de sig{44}nificación, tales como la escuela normal y el colegio nacional bajo la docencia de personales competentes. Tiene, además, diversas escuelas nacionales, entre las que descuella la Sarmiento, no sólo por el número crecido de sus educandos, si no por las condiciones pedagógicas de su hermoso local. La biblioteca pública, bajo el patrocinio de la municipalidad, presta sus buenos servicios al elemento estudioso. En lo administrativo y judicial, sus tribunales con dos juzgados letrados y su correspondiente fiscalía, han congregado un núcleo forense de primer orden, cuya radicación ha contribuído a enaltecer los contornos intelectivos y sociales del municipio. Diversos diarios y periódicos dan la nota acabada de la cultura vecina, como portavoces de la opinión, pudiendo hacerse notar que a la iniciativa de uno de ellos se debe la organización del primer congreso de la prensa territorial del país.
Foco de intensas actividades agrícolas, en Santa Rosa se han celebrado dos certámenes de alta figuración y de perdurable recuerdo: el primero en 1913—la fiesta del grano—algo así como el santoral de las cosechas; y el segundo, el congreso agrícola del territorio, que ha tenido lugar bajo los mejores auspicios y tutelado por el ministerio de agricultura de la nación.
La zona circunvecina a Santa Rosa es eminentemente cerealera. Esta circunstancia circunscribe la intensidad de su movimiento comercial a la época de las cosechas. No han transcurrido todavía diez años de las últimas explotaciones leñateras en los campos vecinos. Pero los montes, descuajados ya, han dado campo a las sementeras y el departamento se ha sembrado de colonias. Es lástima que el latifundio sea todavía la eterna rémora en estas feraces campiñas y que la expansión urbana de Santa Rosa se encuentre con la trabazón de dos heredades que constriñen en sus extramuros a manera de ajustado dogal... Pero la razón, el tiempo o la testamentaría, tarde o temprano se encargarán del desembarazo, obviando la legítima expansión municipal.
Poco desarrollada está la ganadería en los campos del departamento, como asimismo la horticultura. Para la industria de la huerta, hubo al principio sus reparos.{45} Reacias eran las tierras y bravíos los vientos, según el pesimismo vulgarizado. Paulatinamente se ha ido rompiendo el prejuicio, sin que por esto deje de traerse, para las necesidades del abasto local, verduras de Chivilcoy y de Mercedes y aun de Mendoza, dato que hemos podido confirmar en las oficinas del ferrocarril. Todo puede dar esta tierra de Santa Rosa. Nuestra visita a la quinta Villa Concepción, situada en la proximidad del municipio, ha sido para nosotros el mejor comprobante de la feracidad de estas tierras. Su dueño, que es un progresista vecino de la capital, no sólo ha dominado al médano, si no que ha logrado su cultura agrícola, aun para las plantas más exigentes. Son una maravilla sus parras, sus frutales y sus hortalizas. Posiblemente esta quinta, tecnificada con las exigencias de los modernos cultivos, es una de las más hermosas y bien cuidadas que hemos encontrado en el territorio. Pero lo que más debía de halagarnos fué la comprobación de lo que puede hacerse en Santa Rosa y que venía a dar al traste con el poco de escepticismo y de rutina que retrasan los cultivos caseros, tan útiles para la economía familiar.
La quinta se destaca como un oasis sobre la duna conquistada. Desde allí, y bajo el sol radioso de una mañana de noviembre, contemplábamos la campiña, ancha cenefa de verde y siena circuyendo en gracioso panorama la capital.
Ejido. El trazado de un pueblo, con sus chacras.
Exorbitancia. Exageración.
Arancel. Tarifa.
Cortapisa. Obstáculo.
Equitativos. Justos.
Erogaciones. Gastos.
Santoral. Nómina o lista de los santos que venera la Iglesia, con indicación de sus respectivas fiestas. Por extensión puede decirse de las fiestas de otra clase.
Trabazón. Obstáculo, estorbo.
Dogal. La cuerda o soga que sirve para ahorcar a los reos. En el caso presente, está tomado en el sentido siguiente: que constriñe, que ahoga, que ahorca.
Obviando. Facilitando.
Horticultura. Cultivo de las huertas.
Cenefa. Colgadura; por extensión, el fondo de color que rodea a algo.{46}
Dos valles pintorescos y alegres se disputan la supremacía productora en el departamento de Utracán: el de Utracán y el de General Acha. Los dos corren entre médanos bravos; los dos son de tierra morena y fácil; y rinden los dos con igual feracidad. Utracán es largo y angosto. Por quince leguas, desde Doblas a la Hachita, se prolonga la hondanada dentro del marco de las lomas separadas por un kilómetro y medio de extensión. El agua dulce y clara que viene del sur, afluye de la arena como una bendición, para empapar los sembríos. Los primeros predios cultivados, diminutos los más, que constelan el valle con su verde matiz, han dado resultados excelentes. Todo rinde aquel valle providencial: frutas delicadas, frescas hortalizas; exuberantes forrajeras. Pero los cultivos no han pasado aun de ensayos incipientes. El incentivo agrícola está en las doce mil hectáreas circunvecinas entregadas a las sementeras. Numerosos “fundatarios”, dedican la heredad a los cultivos sobre firme: trigos, avenas y alfalfares. Podrán ser muy exquisitas las peras valletanas y el moscatel dar óptimos racimos; pero mientras la tierra se abra en surcos para recibir la caricia de Céres y haya lluvias germinativas y soles benignos que apresuren la macolla y doren las espigas, debe ser un lirismo aquello de engalanar el valle con manzanos, con guindos y perales y ver florecer los cerezos por la primavera...
Pero esto no ocurre en el valle de General Acha. La población aquí es de hortelanos y quinteros genuinos. La tierra está subdividida y cultivada. Cincuenta fincas se extienden desde las cercanías de la estación del ferrocarril hasta los últimos médanos que encajonan el valle y se desparraman, como pequeños oasis, entre las lomas caprichosas. El plantel primitivo de esta colonización fué a base de los lotes donados por el gobierno nacional, allá por el año 83, meses después de fundar el pueblo de General Acha—12 de agosto del 82.{47}—Cada predio tenía dimensiones de 220 metros de frente por 400 de fondo. Sobre esta dádiva, que venía como un corolario a complementar la campaña al salvaje, se delineaban las quintas pobladoras cuyos vestigios nos hablan hoy, en achacosos manzanos, de aquel esfuerzo civilizador. Fueron franceses en su mayoría los primeros colonos. Los hubo también españoles, italianos y criollos. La quinta del general Manuel J. Campos, hoy parque del Estado, situada fuera del valle, fué la primera revelación. La tierra era pródiga y había que aprovecharla. El primer poblador del valle de General Acha fué el francés Adolfo Laffeuillade. Vinieron después el italiano Cirilo P., el argentino Pantaleón T. y el español Guillermo G. Y más tarde, la segunda generación de quinteros, mientras un grupo numeroso de quinteros fundadores, emigraba a Victorica, buscando las nuevas praderas que despertaba el ferrocarril.
Hemos recorrido el valle en toda su extensión deteniéndonos en sus fincas mejores. La impresión es halagadora, desde que se desciende a la amplia hoyada. Por entre las macizas arboledas que deslindan cada propiedad, se advierte el lote de frutales en plena floración, la huerta y el pequeño viñedo extendido en hileras o en parral sombreador, acotado a las viviendas. Se nota un franco espíritu de previsión que debió anticiparse a los cultivos: el reparo forestal. Gruesos álamos, en hileras dobles, alineados como cancerberos junto al alambre divisor, ponen vallas a las furias del pampero. A veces la barrera es combinada—álamos con mimbres o con sauces—pues la situación del valle abierto de norte a sur, reclama toda defensa precaucional. Guarnecida así, aquella tierra no tiene reatos para brindar su tesoro. ¡Y qué frutos!
Visitamos la quinta de don Pedro O., vasco francés establecido en General Acha desde 1885. Un mocetón de veinte años entrega a la labor una media fanega de tierra, desmontada recién, y en donde los últimos raigones del saucedal se desparraman sin medida por la superficie muelle y fresca.
—Es como manteca—nos dice el labriego.—Fíjese la yunta... ¡Ni mella que le hace!{48}
—¿Y qué dá esa tierra?
—De lo que le ponga, señor. Dá hasta por lujo. ¿Ve esas papas que asoman en los surcos? No vaya a creer que son de siembra. Aquí había monte y basura. Son papas tiradas al azar...
Y sigue en pos de su yunta, manejando con pericia la esteva, mientras la cuchilla destripa con facilidad los terrones y se revuelcan los pájaros en la tierra removida que deja a la espalda.
Aquella misma quinta era la que en la exposición universal de París—1889—se aseguraba un primer premio con sus espigas de maíz piamontés.
Nos encantan, en verdad, los prolegómenos de esta colonización. Los primeros vecinos, hechos en Europa sobre la rutina del surco, ajenos a todo tecnicismo agrícola, muy sagaces y valientes debieron ser para afrontar el valle desconocido, luchar con los vientos y reclamar de la tierra inviolada todo lo que la tierra podía dar. Sobre los primeros tanteos debió consagrarse la rutina que ha perdurado hasta hoy. La herramienta moderna, el grano seleccionado, el procedimiento reformador, no debieron llegar hasta esta fértil cuenca, perdida en la inmensidad del desierto. Cuando se escriba la historia de la agricultura de la República Argentina, bella y fundamental debe ser la página que consagre el esfuerzo de estos argonautas.
Lo que ocurre en General Acha es un caso de agricultura que pudiéramos llamar “autóctona”, dada la forma en que se ha producido y las condiciones de aislamiento en que ha podido intensificarse, marcando un provechoso ejemplo para las tierras pampeanas.
La fruta de este valle ha alcanzado justa celebridad, no sólo en el territorio de la Pampa, si no en las rotiserías de Buenos Aires, en donde no siempre pasa con el informe de su procedencia nativa—como que la fruta cuyana o los ejemplares de California, tienen éxito indiscutido, tanto por sabor como por novelería.
—¿Le dan bien sus perales?—interrogamos a un viejo quintero, que ha venido a la reunión de vecinos citada por el agrónomo regional, en propaganda del congreso agrícola a celebrarse en diciembre.{49}
—Espléndidamente—nos responde.
—¿Y qué clase?
—Eso sí que no le puedo decir. Tengo unas peras largas, grandes, en forma de brevas, que maduran en invierno; otras chatas, panzonas, amarillas, de febrero a abril... ¿qué serán, pues?
Nos suponemos, por la reseña superficial, que se trata de la “belle Angevine” y la “duchese d’Angouleme”, de exquisito paladar.
Otro nos explica lo propio de sus manzanas.
—¡Viera qué ejemplares!—nos dice con legítimo or{50}gullo.—Me han dicho que son del país, nomás, pero tienen un sabor exquisito... ¿Conoce esas manzanas retaconas, angulosas, grandes, de color verde claro?... De esas... Tengo también de la misma clase de las californianas que importan a Buenos Aires.
Sin duda alguna nuestro informante se refiere a la manzana “de las cordilleras” y a una clase de la familia de las “renettas”, muy vulgarizadas en todas las quintas.
—¿Y cuál fué el origen de los manzanos fundadores?—interrogamos.
—En un viaje que hizo mi padre a Guaminí—nos dice don Leopoldo Laffeuillade—se le ocurrió traer algunas semillas de manzanas cultivadas en aquella población. Las plantó y dieron. De ese almácigo provienen las primeras plantas que se han desparramado por todo el valle. Si fuera usted por la finca que fué del viejo, vería alguno de esos manzanos que plantó mi madre. ¡Y cómo cargan! No diría usted que llevan treinta años bien cumplidos sin cansarse de florecer y producir...
¡Es bella la añoranza de este colono sencillo, que evoca con emoción el recuerdo maternal en la planta solariega, incansada y generosa!
En esa forma surgieron los plantíos. La necesidad, madre previsora, se anticipaba a la civilización forestal, para alegrar la mesa del labriego. Así se prodigaron los durazneros y los guindos y los perales: por simiente, a la ventura, obra del empuje rústico puesto sobre la tierra providencial. Cuatrocientos años atrás, hacían lo propio los conquistadores, trayendo en las pasas de Málaga, las primeras semillas que serían sarmientos criollos después, hasta culminar con las clases tecnificadas del cabernet, malbec y semillón, lo más ilustre en la nomenclatura vitícola. Estas quintas, no son solamente las primeras de General Acha; son las primeras de la Pampa. Vive aun el viejo que trajo el primer arado a la yerma soledad y que nos habla con amor de aquella colonización familiar en donde han retoñado dos generaciones.
—Estos solares no nos costaron nada—nos dice.{51}—Ya ve la tierra; es una maravilla. Nuestro esfuerzo debía concentrarse más en el reparo que en la propia tierra. Ya ve, con arboledas hemos domado los vientos. ¡Si pudiéramos hacer lo mismo con la langosta y las heladas! Pero esto es un mal general y cuando viene no hay más que conformarse. Nosotros seríamos unos ingratos si nos quejásemos. La buenaventura nunca nos ha abandonado... Los gobiernos fueron buenos con el colono. No nos dieron consejos para sacarnos del camino trillado, pero no nos pusieron trabas tampoco. De quien guardamos un gran recuerdo es del general Campos. ¡Ese sí que era buen criollo para amparar al agricultor!
Y a renglón seguido, el anciano nos hace una semblanza del tiempo pasado y de aquel jefe de la brigada de Acha, figura heroica y tutelar.
Estos colonos de General Acha, son dignos de la más decidida protección de parte del gobierno. Con hacer algo, y mucho, en su favor, no se haría más que reparar una deuda. Demasiado abandonados del amparo oficial han vivido para que se siga incurriendo en la omisión. Aquí la agricultura ha sido obra del prodigio silvestre. Las parras—moscatel rosada, en su mayor parte—algunas veintenarias, cargan porque hay una providencia en este valle. ¡Qué podas tan mal hechas! Como que están libradas a zagalejos que no han salido del solar. Virgilio nos habla con más técnica de esta preparación de sus viduños, dos mil años atrás. Esta inexperiencia preliminar, se justifica con el propio amor a las plantas que profesa el colono. Descargar al sarmiento de los troncos inocuos, sería herir en la entraña aquella vid, cuya conservación ha costado sacrificios. Se prefiere que se prodigue en ramas aunque no cargue en racimos. Viene un Tomba con nosotros—Sylla—de abolengo viticultor y mendocino por añadidura. No es posible permanecer impávido ante este espectáculo del espaldero protector, en donde las plantas se enseñorean en ramas inservibles. Nuestro acompañante coge la podadera y ofrece un ejemplo práctico sobre la forma eficaz de descargar las vides.
No para en esto la rutina. El ejemplo de sembrar{52} las cucurbitáceas—zapallos, melones y sandías—se tomó de los indios, sin que se hayan reemplazado hasta ahora los procedimientos. La reproducción de los manzanos sigue haciéndose por hijuelos, en forma primitiva. Este sistema tradicional de cultivos ha desaparecido en muchas quintas. No faltan los fruticultores imbuídos ya en los beneficios de la agricultura científica.
—Mis duraznos—nos dice Bonifacio R.—proceden de ingertos que compré en lo de Peluffo. Es una hectárea y media, nomás, pero me está dando muy bueno.
Y sabedlo bien: este buen criollo, casi pampeano, orgulloso con su granjita La Nena, que es una monada, ha obtenido el gran premio en la exposición internacional de San Francisco, por su semilla de alfalfa.
—La cosecha es poca—nos dice casi con rubor—pero a mí me gusta que sea de calidad. No siempre los criollos hemos de quedar dejados de mano. Este agricultor tiene una pradera alfalfada de 150 hectáreas, que le da, a conciencia, dos cortes anuales. Cultiva, además, un predio de hortalizas y algunos estadales de maíz.
Largo sería enumerar la nómina de colonos que dan vida a este valle próvido. Es lógico que no se hayan improvisado fortunas, pero no será aventurado asegurar que no hay ninguna familia que no tenga su buen pasar. La tierra se ha valorizado notablemente. Pero nadie vende su heredad. Fuera de la cuenca, se han hecho transacciones a 240 pesos la hectárea alfalfada. En las abras vecinas, estrechadas por los médanos, quedan aun muchos claros sin cultivo, entregándose los prados naturales al ganado lanar. El valle es fructícola por excelencia; y mucho nos equivocamos o su verdadero porvenir está en la viticultura.
—La manzana y la uva no fallan nunca—nos manifiesta un experimentado agricultor.—¡Lástima las heladas que a veces suelen ser crueles! Contra estas sí que no hay reparo...
—Pero se van atemperando—asegura un tercero.—Después de aquella famosa que cayó en marzo de 1912, que heló la alfalfa alta y achaparró hasta los eucaliptus, no han sido tan malignas las otras. Los vientos fuertes del sur nos tienen con el Jesús en la boca, porque siem{53}pre se anticipan a una noche polar. Hasta en diciembre... Pero ya nos estamos acostumbrando a estas amenazas, menos perjudiciales que la langosta cuando se viene a embolsar en el valle.
Hemos pasado una tarde deliciosa entre estas arboledas que nos traen el recuerdo de las quintas del delta del Paraná. El agrónomo regional ha congregado a los colonos del valle para gestionar su concurrencia al congreso agrícola que se celebrará en Santa Rosa el 16 de diciembre. De esta cita numerosa e interesante, ha salido el delegado de la comarca. La reunión ha sido franca, numerosa, al aire libre, con sencillez vecinal.
Una hora más tarde regresábamos a la vieja capital del territorio.
Utracan. (Voz araucana). Significa “valle muy recto". Hay algún araucanista que sostiene que esta voz quiere decir “parada".
Supremacía. Superioridad.
Hondonada. Terreno hondo.
Sembríos. Sembrados.
Fundatarios. Los que tienen o explotan una finca rural o fundo.
Optimos. Ricos, abundantes.
Macolla. De “macollar”: echar una planta las primeras hojas, cuando éstas salen del mismo punto.
Corolario. Consecuencia.
Hoyada. Terreno más bajo que el que lo rodea.
Esteva. La pieza corva del arado en que se apoya el que lo dirige.
Rutina. Hacer siempre una cosa del mismo modo, sin tratar de buscar otro que sea más conveniente.
Cuenca. Hoya, valle, cavidad.
Rotiserías. Restaurantes.
Almácigo. Plantas sembradas para trasplantar.
Añoranza. Aflicción o pena al recordar algo que se ha perdido.
Solariega. Perteneciente al solar; se sobreentiende que se trata del solar paterno o de los antepasados.
Cabernet, Malbec, Semillón. Distintas clases de uva que producen a su vez distintas clases de vinos.
Yermo. Lugar desierto y estéril.
Semblanza. Bosquejo biográfico.
Viduños. Pequeñas viñas o viñedos.
Inocuos. Que no sirven para mal ni para bien: inofensivos.
Espaldero. Armazón, o simple vara, que sostiene la planta.{54}
Se va a San Huberto por Naicó. Se quiebra el camino entre bosquecillos de caldenes, sementeras y campos a medio desmontar. San Huberto es una magnífica propiedad que supone al viajero la más avanzada y elocuente nota de cultura en anticipo al porvenir augural del territorio.
Naicó es una estación leñatera. El plantel de casas, paralelas a la línea del tren, da la idea del futuro centro nutrido. Se recuestan sobre la misma acera, la fonda y el correo, el almacén, que es un vademécum, la carnicería y la tienda de campaña, pródiga en paños gruesos, ropas de cargazón y colorinches. En un recodo de la plaza de la estación, advertimos los postes y faroles destinados a alumbrado público, y traídos por el propietario fundador. Se habla aquí con entusiasmo de urbanizar el caserío, se insinúa la panadería con harinas blancas de Santa Rosa; y nada difícil será, que al retorno de nuestra jira nos encontremos hasta con el periódico “de intereses generales". Ya en Unánue, población de idéntica categoría, una mano anónima nos alcanza por la ventanilla del tren, el primer ejemplar de “La Crítica”, hoja dominical que llega con buenos bríos y programa de luchar por todo lo “que sea noble y justo"...
Este pueblito de Naicó es una promesa. Sin embargo, sobre la prolongación de estos centros, derivados hasta hoy de la industria rudimentaria de sus bosques, no falta el prejuicio pesimista que atribuye al local una vitalidad circunstancial.
—Se van con los caldenes...—suelen decirnos.
—No—hemos argüido siempre, llenos de fe.—Se van los caldenes, pero vienen los trigos.
Estas poblaciones leñateras tienen el porvenir siempre abierto. No ocurre aquí como en los asientos mineros, donde, extinguido el caudal generoso del subsuelo, el organismo vecinal se desmorona, se liquida, siempre que no tenga a la vera el recurso del valle feraz.{55}
Los caldenes, arrancados de cuajo, según el régimen de explotación inveterado, dejan expedito el suelo para toda suerte de cultivos. Removido el desmonte con un rozado previsor, la primera siembra de trigo basta para unificar la condición agrológica del suelo. A pocas cuadras de Naicó, se extiende, en una veintena de casas, el pueblito de Ministro Lobos, en uno de cuyos edificios—la escuela—flamea la bandera nacional.
Vamos a San Huberto. Se suceden las lomas variando el paisaje a cada paso. No hay hojas en los árboles. Para agosto tenuemente... En cambio, la pradera se insinúa en el verde de las gramíneas a medio despuntar. Los campos, rizados por la reja, van borrando el color terroso y diseñando los predios de labor. A lo lejos, las lomas azules cierran el cuadro con una amable tonalidad. Se descubre, por fin, la roja techumbre de la estancia y poco a poco va apareciendo el chalet Luis XVI, que emerge con elegancia de la cenefa siempre verde del monte. Bella es la estampa del cuerpo principal del edificio elevado sobre el principio básico de la línea y de la sobriedad. Tal mansión, que rompe con su discreta y civilizadora enseñanza, la sencillez pastoril de la región, mucho de educador y subjetivo guarda en su interior. Tiene aquella vivienda todo de “cottage” señorial y de cultura clásica, brillante nota estética con que el espíritu culto de su propietario suscribe la clara visión sobre la Pampa futura. Todo en su interior es estilizado y elegante. El amplio comedor “renacimiento” deja la primera impresión. La mano del pintor Tristán Lacroix se prodiga en telas de mérito, escenas de la campaña y apuntes cinegéticos de buen tono. Es una obra de mérito el revestimiento de la gran chimenea donde un tallista parisién puso arte genial en los bajorrelieves. Nada choca en el estilo general del salón. Repisas, jarrones, cuadros, estatuas, todo obedece a una armoniosa sencillez. Y condiciendo con la advocación del santo francés que patrocina las cacerías y da nombre a la valiosa propiedad, el reloj de San Huberto con mil días de cuerda, marca las horas amables de la estancia. La biblioteca, bien nutrida de obras seleccio{56}nadas y con su colección completa de tratados deportivos, ofrece su dilecto regazo junto a la sala de billar.
Del “fumoir” tibio y lleno de luz, pasamos al jardín. Incipientes son los parterres, pero la curva delinea con gracia cada cantero. Se prodigan las plantas de adorno, ligustros y pinos marinos. Sobre esta base, aquello será bien pronto un parque coquetón, de corte versallés y en donde los rosales darán la nota de alegre policromía en sus innumerables variedades. En nuestra presencia, dispone el dueño de casa la ubicación de los escaramujos que han de trepar por las ventanas que dan al valle. Un hábil jardinero combina con previsión las variedades apropiadas al clima y busca, para el conjunto del jardín, la estética ornamental evitando el hacinamiento de ejemplares y la nota pesada. Desde la estancia, el paisaje es realmente pintoresco. La laguna se extiende como un río a lo largo de la hondonada. El cuadro nos evoca las riberas del alto Paraguay en las proximidades de Asunción con sus lomas empenachadas de arbustos. Y por cierto que para Buenos Aires, desconocedor en absoluto de estas bellezas pampeanas, muy raro debe ser el simil entre la laguna salitrosa y el ancho río tropical.
En las cercanías del edificio, bajo caldenes y en amplia extensión, está el corral de las aves, planteles finos cuyos maravillosos ejemplares fundadores, aclimatados en la zona, se han prolongado en espléndida generación.
En un cuadro del bosque, más allá de la laguna, se extiende la faisanería tomando un perímetro de varias hectáreas preservadas y techadas por alambre tejido, a recaudo de los gatos monteses y de los gavilanes. En esta sección destinada a la cacería menor, un chalet semi oculto entre los árboles ofrece grato refugio en las accidentadas travesías del bosque.
El montaráz, que guarda el precioso y nutrido plantel, nos habla de la acechanza de aquellos pequeños y ágiles felinos, sobre las aves inocentes.
—Estos gatos tienen el alma de Lucifer—nos dice.—Hace tiempo se coló uno por una falla del cerco y en dos minutos mató más de una docena de faisanes.
—Le hago un buen regalo—le dice el propietario{57}—si se anima a limpiarme de gatos esta parte del monte.
—¡Quién sabe si es posible, señor!... Son andariegos... Hace una semana he muerto un gato montés de aquí a una legua... Lo agarré a tiro porque andaba rengo. Que yo sepa, la pata que le faltaba quedó en uno de los cepos armados aquí nomás. Son muy bandidos estos gatos...
Pero con toda la habilidad de estos montesinos que no dejan en paz a los faisanes, una media docena de pellejos barcinos... estaqueados al sol, demuestran, claramente, que donde las dan las toman.
El cuadro de los ciervos ocupa el bosque extendido a lo largo de la laguna. Hasta allí, y por cañerías que vienen del gran tanque situado en la proximidad de la estancia, llega el agua nutricia. En este perímetro se han distribuído los tablones de cebada. Han procreado mucho estos gráciles rumiadores, que dejan año a año sus estriadas ornamentas entre la ramazón. En ellos, posiblemente, está el incentivo de la próxima montería. Mientras bajamos a la laguna, un grupo de ciervos se entrevera en el monte con el recelo habitual.
A espaldas del chalet, hacia el oeste, está el trozo de bosque destinado a los jabalíes, monte bravo donde la caza mayor tiene sus más gratas y accidentadas emociones. También se ha propagado notablemente esta es{58}pecie cuyos jabatos tienen tan exquisito sabor, sobre todo después de la correría emocional por la maraña.
Finalmente guiados por el dueño de casa, hemos recorrido todas las dependencias de San Huberto, apreciando en su justo valer, ese espíritu cultivado del dueño de casa, que no pone reparos para dar todo el efecto de la nota bella y armoniosa en la hospitalaria mansión. Ensaya la aclimatación de plantas nuevas, difunde el árbol y busca para el jardín, motivos de eterno color capaces de mantener la alegría, salud espiritual de los selectos. Nos encanta ese noble romanticismo, franco y optimista, en su amplia cultura. Bremontier llenó de pinares las riberas medanosas de la Gazcuña; para este pampeano no debe haber sólo caldenes en la Pampa. Sin dejar de lado la flora regional, respetando esos magníficos ejemplares de largas centurias la arboricultura exótica de la región le lleva al parque civilizado. El chalet, medio oculto al naciente por árboles montaraces, emergerá como una nota vívida de entre la verdura de los eucaliptus y las araucarias y el amarillo de los aromos.
Hasta el cuadro de los fresnos, que acaba de plantar en el suave repecho que se inclina desde el gran tanque distribuidor hacia el edificio, suelen venir los ciervos en busca del césped verdegueante y fresco y a afilar los puñales de sus cuernos. Llegan con la tarde, en la impunidad vesperal, sin que pueda el alambrado poner obstáculos a sus ágiles remos. ¿Cómo repeler esta salvaje incursión que descorteza los arbustos tiernos y abre claros en el elegante plantel? ¿Los ciervos o los árboles? Grave dilema.
—Suélteles los perros—ordena el propietario al hortelano.
—¡Pero, si vuelven, señor!... Son curtidos...
—Entonces una perdigonada discreta, que los castigue. Por los cuartos, nomás... A sesenta metros, con munición perdicera... ¡No faltaba más que van a destruir los árboles!...
Sospechamos que la instrucción no dará pie al guardián a que se le pase la mano en el calibre de la munición y en la puntería. ¡Cáspita! Cuesta quinientos pe{59}sos cada uno de estos gráciles cuadrúpedos. Pero, si así ocurriera, le quedaría el consuelo al propietario de haber estado del lado más noble de la defensa.
Tal le ocurrió al presidente Avellaneda, en su quinta de Temperley, ante el avance de la rama vigorosa de un eucaliptus, sobre la cornisa del edificio.
—Va a echar la casa abajo—arguyó el administrador.—¿Lo cortamos, señor?
—¿Cortarlo? Rectifique el muro, si es preciso; pero usted no me toca una hoja de este árbol.
Así hablaba el gran argentino, hijo de las florestas tropicales.
Desmontar. Rebajar los desniveles de un terreno y limpiarlo de troncos, malezas, etc., que impiden se le destine a labores de agricultura.
Vademécum. Voz latina que significa literalmente: “anda conmigo". Se aplica a las libretas de apuntes, libros que contienen una materia compendiada, con sólo los datos escenciales, etc. En el texto, está aplicada por extensión.
Cargazón. “Ropas de cargazón”, vale decir: ropas de confección.
Urbanizar. De “urbe”, palabra latina que significa “ciudad". Urbanizar, pues, quiere decir: “hacer como en las ciudades”, “a estilo de ciudad”, “convertir en ciudad".
Rudimentaria. Primitiva, sencilla, que no tiene complicaciones.
Vera (a la). Al lado.
Rozado. De “rozar”: limpiar las tierras de las matas y hierbas.
Agrológica. Relativa a la agrología, o estudio de los terrenos en lo que se refiere a su utilización agrícola.
Básico. Fundamental.
Subjetivo. Relativo a las ideas y sensaciones que una cosa provoca en nosotros mismos.
"Cotagge". Palabra inglesa; cabaña, choza; por extensión, casa de campo. Pronúnciase: cótech.
Cinegético. Lo que se relaciona con la caza.
Dilecto. Preferido.
"Fumoir". Palabra francesa: fumadero, cuarto de fumar. Pronúnciase: fumuar.
"Parterres". Palabra francesa, cuadro de jardín. Pronúnciase: parterr.
Versallés. De Versalles, ciudad francesa, en donde existe un parque famoso, construído por los reyes de Francia.
Policromía. Muchos colores juntos.
Escaramujos. Rosales silvestres.
Hacinamiento. Amontonamiento.
Símil. Parecido, comparación.
Nutricia. Alimentación.
Estriadas. Con estrías; las estrías son pequeñas hendeduras, paralelas entre sí por lo general, que tienen algunas cosas.
Montería. Partida de caza en el monte.
Exótica. Extraña, extranjera.
Vesperal. De la tarde.
Gráciles. Sutil, menudo, delgado, y al mismo tiempo, esbelto.
Perdigonada. Tiro de escopeta cargada con perdigones.{60}
San Huberto representa un considerable esfuerzo, cuya obra ostensible se embellece con la insinuante subjetividad que fluye de la naturaleza y el arte, en magnífico consorcio. Fué, en sus comienzos esta heredad, bosque bravo en sus tres cuartas partes de extensión. De aquella floresta, donde los árboles progenitores se levantan sobre troncos de más de cuatro metros de circunferencia, fué necesario abrir claros para facilitar la industria pecuaria, asegurando a las haciendas la umbría de los árboles, fresca en verano y reparadora en la estación invernal. Y he aquí la belleza nativa, consagrada por obra cultural, en nota de arte bajo la exigencia de la razón científica y de la necesidad. Y no ha desaparecido con esto el panteísmo silvestre de la maraña. Mientras se galopa por el bosque, absorto el espíritu bajo la influencia del paisaje, cada abra suele darnos la sorpresa de un grupo de bovinos, nobles por refinamiento, fornidos y dóciles; o el paso de la cabalgadura espanta la tropa de tímidos antílopes que se esfuma entre los espinosos matorrales.
Un gran cultor del árbol, esteta y naturalista, don Carlos Thays, antiguo director de parques y paseos y a quien tanto debe el país, en lo que se relaciona al cultivo y divulgación de nuestra flora, visitó, hace algunos años San Huberto. Y fué tan viva su impresión por la obra realizada para destacar la belleza de los caldenes, que, un año después, en el congreso forestal de París, mencionaba con entusiasmo el amor de este argentino a la flora indígena de un territorio cuya exaltación al rango de provincia constituye su más viva preocupación y su más férvido anhelo.
Los propósitos cardinales del propietario sobre San Huberto, han sido hacer de esta propiedad un establecimiento agropecuario modelo. Los grandes valles silvícolas, abiertos a hacha, son aptísimos para la agricultura, por los detritus foliáceos, acumulados durante siglos en la superficie. Sin duda alguna, este descuaja{61}miento de grandes trechos de bosque, ha debido costar ingentes sacrificios pecuniarios, en tiempo en que, por abundancia del carbón, la leña de calden no tenía incentivo como combustible de negocio, cubriendo escasamente el transporte. Hoy por el contrario: la valorización del calden será una providencia para San Huberto, siempre bajo el sistema de desmontar macizos de selva, abriendo claros de distintas dimensiones para entregarlos a las nobles industrias rurales. Para facilitar la explotación leñatera, se está construyendo un ramal ferroviario de la línea del Pacífico que se internará en la propiedad en una extensión de 12 kilómetros. La agricultura ha sido un poco esquiva estos últimos años en la comarca. Sequía, langosta, heladas y granizo, pasaron como por arte de maleficio. En cambio, la guerra vino a ofrecerle una compensación reparadora.
Después de las gratas enseñanzas que nos ha dejado San Huberto, amén de la importancia de sus cultivos, del proyecto de viñedos, de su plantación frutícola, de la explotación leñatera del fondo de sus bosques, por un desvío próximo a tirar por el ferrocarril; después de todo lo hecho y en vías de hacer; después de valorar en todo su alcance, el resultado de esta acción civilizadora, bien podemos asegurar que esta obra hace honor a la Pampa.
Ostensible. Lo que está a la vista.
Consorcio. Unión, combinación.
Progenitores. Engendradores; los padres.
Pecuario. Relativo al ganado.
Umbría. Sombra.
Panteísmo. Doctrina filosófica que pretende que la totalidad del Universo es el único Dios, o de otro modo, que la substancia divina está constituída por todo lo que existe en el Universo. Por extensión: amor a la naturaleza.
Bovinos. Perteneciente a los bueyes. Por extensión: se aplica a todo el ganado vacuno.
Antílopes. Especie de gamos.
Agropecuario. Lo que se refiere juntamente a la ganadería y la agricultura.
Silvícola. Derivado de “selva". “Valle silvícola”, es el cubierto de selva.
Detritus foliáceos. Resíduos de la descomposición de las hojas.
Maleficio. Daño que se supone causado con hechicerías.{62}
No queremos dejar de lado el capítulo anterior sin una remembranza que trajo el azar.
Visitando los montes y el campo con el dueño de San Huberto, se alzó de una laguna una nube de ánades y flamencos. Fué allí donde, años atrás, el duque de Montpensier, cinégeta experto, en compañía de otros cazadores recogía una nota pintoresca para su “portfolio” de incansado viajador. Aquella laguna no parecía violada aún. Era una ciudad toda rosa compuesta por miriadas y miriadas de flamencos. Se distribuyó en forma conveniente la partida, acometiendo a voz de mando contra las aves. ¡Qué carnicería! Pero, lo curioso del caso es que aquella urbe gigantesca, que revoloteaba despavorida, había establecido su población urbanizada en la margen de la laguna. Con barro fino habían levantado sus nidos, por centenares, en una enorme extensión. A distancia, poniendo un itsmo de barrera entre la vida y la muerte, se levantaba el cementerio común, donde los huesos de las aves progenitoras podían levantarse a paladas. Por cierto que esta característica, que define el concepto de disciplina y el amor nativo de estas aves, escapó para “El pájaro” a las observaciones campesinas de Michelet.
El duque de Montpensier, príncipe real, hermano de la ex reina Amalia de Portugal y del duque de Orleans, francés de origen y marino español, había venido al Río de la Plata en la “Nautilus". En Buenos Aires se preparó en su honor esta cacería pampeana. El ilustre viajero, matador de paquidermos en Africa y de tigres de Bengala en las selvas del Ganjes, tenía grandes deseos de llevar una batida al puma criollo. La partida, organizada con todo el “savoir faire” de estas excursiones montaraces, se llevó a cabo en estos mismos montes y campos circunvecinos. Guanacos y avestruces cayeron a centenares bajo el proyectil certero de los cazadores. Tembló el monte entero ante aquella irrupción diabólica desatada contra toda la zoología silvícola. Pero el puma,{63} más cauteloso que la tigre de Ruben “con su lustrosa piel manchada a trechos”, no apareció por ningún matorral del bosque ni dejó oír su rugido de amor en la siesta canicular. Sin embargo, el anecdotario narró después, la noble ultimación de la bestia y se encargó, en corrillos sociales, de dar todo el colorido que reclamó la hazaña...
En un claro del bosque se apostaron los cinegetas. La fiera, perseguida por un cordón de jinetes, tenía que desembocar, forzosamente, en el abra que la ponía al descubierto de los fusiles. Se dejó ver, por fin, “chispeante el ojo verde y dilatado”, erguido el testuz, zahareña, elegante, llena de orgullo montaraz. Cesaron de latir los corazones. Era para el ilustre huésped la pieza brava.
Un silencio aterrador se apodera del bosque.
El puma avanza.
El duque, espera.
Va a producirse el encuentro trágico.
¡Guay del que yerre!
Hasta el viento ha enmudecido bajo la gloria del sol.
Se miden los rivales.
Afila su garra la bestia, mientras el hombre impasible, aguarda la salvaje agresión.
El puma avanza.
El duque espera.
Se decide por fin el encuentro. Se atreve la fiera bravía. Cuatro saltos la ponen a diez pasos del duque. El duque entonces, inmutable, frío, lleno de noble serenidad, requiere su escopeta. Dispara. Y viene la fiera a caer a sus pies echando espumarajos de sangre. La bala le ha atravesado el corazón.
Así, según comento, terminó esta clásica cacería.
Horas después, en San Huberto, el duque de Montpensier encontraba las armas de su casa sobre el envase de un rancio cognac que el obsequioso anfitrión adquiriera, años atrás, en una célebre bodega de Francia.{64}
Ánade. Pato.
Flamenco. Zancuda muy común en la llanura argentina. Es muy buscada, principalmente la variedad llamada rosada, a causa de las plumas, que son muy valiosas.
Portfolio. Cartera de apuntes.
Miriadas. Un número muy grande de animales o cosas.
"Savoir faire". Expresión francesa que significa “saber hacer”, es decir, “hacer con elegancia, con tino, con discreción, con habilidad".
Irrupción. Invasión.
Canicular. Propio del verano o canícula.
Anecdotario. Colección de anécdotas.
Rancio. Muy antiguo.
Anfitrión. El dueño de casa cuando ofrece algún banquete.{65}
En Villa Alba hemos visitado la colonia Narcisse Leven (La Esmeralda) de la Jewish Colonization Association.
La Jewish Colonization Association, asociación internacional con colonias en Brasil, Canadá, Palestina, etc., fué instituída con el cuantioso legado del barón Mauricio Hirsch, filántropo israelita y hombre de altos prestigios en el mundo de las finanzas. En nuestro país, esta institución posee colonias en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Santiago del Estero y Entre Ríos y en la Pampa Central.
El administrador general de la colonia, esboza someramente la biografía del barón de Hirsch y nos da algunos detalles sobre la iniciación de la obra humanista de este hombre superior.
—El barón de Hirsch—nos dice—fué una figura excepcional que dedicó toda su existencia a mejorar la situación de los hijos de Israel. Dotado de una clara inteligencia y poseedor de una gran fortuna heredada de su abuela paterna y acrecentada con el patrimonio de su esposa, se inició en la vida de las grandes obras con la construcción de ferrocarriles en Australia, los Balcanes y Rusia. La idea de unir la Europa oriental con el lejano occidente por medio del ferrocarril, no gozaba, en Europa, de auspicios ni entre los gobiernos ni entre la banca y los hombres de empresa. El barón de Hirsch, contra viento y marea, llevó adelante su propósito civilizador. Y fué éste su primer gran éxito financiero, en contraposición al pesimismo ambiente y a la incredulidad de los hombres que parecía uniformada contra su decisión.
La dirección personal de estas grandes obras, le dió motivo para compenetrarse de las condiciones lamentables en que vivían los israelitas de oriente, debido, en primer término, a la falta de instrucción y de una orientación levantada y patriótica para ganarse la vida. Sus sentimientos altruístas le llevan a cooperar en forma{66} eficiente en el sostenimiento de la Alliance Israelita Universelle, poniendo a disposición de esta entidad una suma considerable, cosa de extender su radio de acción en toda la Turquía europea. En 1873 dió un millón de francos a la Alliance para creación de escuelas; y a partir del 80, hasta su muerte, tomó a su cargo la obligación de cubrir su déficit anual que sumaba centenares de miles de francos. Y no contento con estos valiosos desprendimientos, durante la guerra ruso-turca estableció hospitales para ambos ejércitos, sufragando los gastos de sostén y entregando al propio tiempo, a la emperatríz de Rusia, 40.000 libras esterlinas con fines humanitarios.
Los padecimientos de los israelitas en Rusia, privados de derechos políticos y hasta civiles, mucho más lamentables que los de los judíos en Galitzia, Turquía y los Balcanes, le inspiraron un proyecto tendiente a mejorar sus condiciones de vida. Su propósito era favorecer a los israelitas con disposiciones adoptadas en Rusia mismo, sin tener que adoptar el medio extremo de la emigración. Pero el gobierno ruso, celoso de sus leyes dictatoriales, no quiso admitir la generosa oferta que alcanzaba a 80.000.000 de francos con destino a propósitos educacionales. Sólo con la facultad exclusiva del empleo y control de esta suma, recibía el gobierno el donativo, lo que no pudo ser aceptado por ningún concepto. Frustrada tan noble tentativa, se dió cuenta Hirsch que el único plan factible para ayudar a los israelitas rusos era sobre la base de la emigración. De ahí nació la asociación internacional constituída bajo las leyes inglesas y denominada Jewish Colonization Association.
Conviene conocer por boca de su mismo gestor los propósitos básicos de esta asociación: “Facilitar y promover la emigración de los israelitas de todos los países de Europa y Asia—había dicho el barón de Hirsch,—y especialmente de aquellos países donde fueran o pudieran ser sometidos a gabelas especiales, inhabilitaciones políticas u otras arbitrariedades, a cualquier otra parte del mundo. Fundar y establecer colonias en varios países del norte y sur América y otros países también, con fines agrícolas y comerciales".{67}
Constituída la asociación, dirige el barón Hirsch un llamamiento a los israelitas de Rusia, instándoles a aceptar esta emigración forzosa para sus destinos y su mejoramiento. Y—cosa rara—el mismo gobierno de Rusia, que rechazara su oferta años antes, le prestó su contingente para organizar su sistema de emigración. Se inicia un comité central en Petrogrado y más tarde, en pleno auge la Jewish Colonization Association, se organiza la junta central definitiva en París, compuesta por personajes de respetabilidad de diversas naciones, judíos de Alemania, Francia, Inglaterra y Bélgica.
Esta es, a grandes rasgos la obra capital de este gran benefactor—termina nuestro informante—para quien “los cuarenta años del desierto”, de que nos habla la Escritura, si no podían ser eludidos, por lo menos podían ser abreviados. Para el mejor recuerdo de su obra dedicada al bien y al perfeccionamiento, no puede otra frase ser más consagratoria que su propia expresión, cuando contestaba un mensaje de pésame por la muerte de su hijo:
—He perdido a mi hijo, mas no a mi heredero. La humanidad recibirá mi herencia.
Jewish Colonization Association. Nombre inglés de la “Sociedad Judía (o más bien, hebrea) de Colonización". Pronúnciase: yeuish coloniséchion asosiéson.
Filántropo. El hombre que ama a sus semejantes.
Israelita. Judío.
Someramente. Ligeramente.
Humanista. Humanitaria.
Auspicios. En sentido figurado: apoyo.
Altruísta. La persona inclinada a hacer el bien a los demás.
Déficit. Palabra latina, que indica la diferencia que hay entre gastos y recursos, cuando éstos no alcanzan a cubrir aquéllos.
Gestor. El que dirige o administra una empresa.
Gabelas. Impuestos.
Auge. Prosperidad.
Benefactor. Bienhechor.
Escritura. La Biblia, y especialmente, la parte denominada Antiguo Testamento, que es a la que alude el texto.{68}
La colonia Narcisse Leven tiene 40.000 hectáreas, de las cuales se cultivan año a año un término medio de 30.000. El resto del campo, con pastos naturales o viejos rastrojos, se destina a la ganadería—vacunos en su mayor parte.—Hay, además, 800 hectáreas de alfalfar.
Pueblan la colonia, actualmente, 265 familias que constituyen un total de 2.075 almas. Los agricultores colonizados son 1.852 y emigrantes 223, rusos todos, salvo algunos rumanos.
—¿Y en qué condiciones se establecen los colonos?—interrogamos al administrador.
—Se formaliza un contrato de arrendamiento, fuera del cual se otorga al colono un crédito de 3.000 pesos correspondiente a tres anualidades. Este crédito comprende menesteres rurales, la casa del poblador, alambrados, implementos, etc. Pagadas las tres anualidades, se hace un contrato de promesa de venta. Cada chacra tiene una extensión de 150 hectáreas, costando al colono, al finalizar el contrato de venta,—es decir, en un término de 15 años—90 pesos más o menos. En esta cantidad están involucrados los intereses del 4%.
—¿Y qué elementos de labor entrega la compañía al colono?
—En primer término, le proporciona la población, consistente en dos habitaciones y cocina de chapas de fierro. Sobre este cuerpo, puede el colono hacer ampliaciones que quedan para la asociación, si no llega a finalizar su contrato y a hacerse propietario efectivo de su chacra. Se le da, además, 2 vacas, 10 o 15 yeguarizos, un carro ruso, un arado, una rastra y los elementos necesarios para alambrar su predio y una hectárea junto a la población, a manera de corral.
Nos llama la atención que a pesar de que la colonia lleva ocho años de establecida, sólo un colono ha podido pagar los 3.000 pesos que corresponden a su con{69}trato de arrendamiento, para quedar en condiciones de formalizar el contrato de promesa de venta.
—Esta circunstancia—nos dice el administrador—hay que atribuirla a las malas cosechas. Con un buen año como el que asoma, es probable que la mayoría de los colonos apresuren sus pagos de locación, adelantándose en la propiedad definitiva. Tiene usted un síntoma que habla por sí solo: desde la fundación de la colonia a la fecha, sólo se han retirado diez familias, mas dos o tres que ha sido necesario desalojar por ser elementos de disgregación. Otro detalle sugerente sobre el arraigo a que aspira el colono, es que muchos que no están al día en sus compromisos con la colonia, han construído casas con materiales completamente nuevos y se han rodeado de ciertas comodidades de carácter definitivo.
Pensamos, sin contrariar la palabra respetable de nuestro interlocutor, que estos síntomas tienen más atingencia con el espíritu previsor de ciertos colonos, que con el propósito de arraigo en una colonia a la que están sujetos por compromisos severos y dilatorios. Y una prueba de ello es que cada colono busca, cuando puede, su pequeño desahogo en la ganadería: compra sus vaquitas y sus pocos lanares, para defenderse en los momentos de apremio. Si por necesidad y por ingratitud de las cosechas, está obligado a permanecer hasta que la tierra le pertenezca en patrimonio, nada más justo que trate de buscar un poco de holgura para pasarlo mejor. Es así cómo se explica que, aparte de la tendencia general por la monocultura, muchos colonos dedican atención a la huerta, plantan árboles, crían aves de corral y hasta se dan el lujo de una porqueriza. Se cita el caso de un colono que ha comprado 300 frutales con su propio peculio; y, según cálculos, hay en la colonia alrededor de veinte y cinco quintas, cultivadas todas con buen éxito.
La administración se ha interesado mucho en las plantaciones. Ha comprado árboles en el vivero de Argerich, distribuyéndolos entre los colonos y ha ensayado con dedicación el cultivo de tunas sin espinas traídas de Puerto Militar y con destino a cercos vivos. La quinta de la administración, antiguo plantel de la es{70}tancia La Esmeralda, está rodeada de frondosos tamariscos, cuyos cortes de poda son plantados junto a los deslindes y caminos, organizando así un sistema de arborización y defensa cuyos resultados serán de gran importancia para la zona.
El cultivo general de la colonia es trigo, aparte de pequeños retazos dedicados a otras gramíneas. La maquinaria agrícola es diversa. Se prefieren los arados Secretario reformado y Molinet, que hacen una labor de una hectárea y media, si tiene dos rejas, y dos hectáreas, si tienen tres, término medio. La roturación de estas tierras se practica en los meses de marzo, abril y mayo. Se utiliza la sembradora Superior de veinte discos, que puede trabajar ocho hectáreas por día. Muchos colonos poseen sembradoras adquiridas directamente en las casas importadoras de Buenos Aires y Bahía Blanca. Funcionan en la colonia 130 cosechadoras marca Golondrina y Australiana, con peines. Se están ensayando las cosechadoras a cuchillo que parece dan mejores resultados.
El agua del subsuelo varía en la colonia, entre los 8 y 100 metros de profundidad. Las fluctuaciones en los precios de las cañerías—según nos informa el administrador—han sido óbice para ensayar pozos surgentes, que, tenemos la intuición, hubieran dado resultados, como ha ocurrido en Guatraché. La tosca se encuentra entre los cincuenta centímetros y un metro y medio de profundidad.
Para el servicio de cada dos casas hay un molino a viento. Este condominio suele ser a veces, manzana de discordia. No siempre una distribución equitativa de tan preciado bien, mantiene la paz vecinal. Pero para estos pleitos hay una comisión de arbitraje dentro de la Unión Cooperativa Agrícola, constituída por los colonos, con autonomía propia y a título de fomento y economía social. Para evitar estos diferendos, hay colonos que han preferido construír su molino—que ya lo dijera la Escritura—“cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera".
En la proximidad de la administración se han construído una veintena de casillas de chapas de fierro, des{71}tinadas al elemento emigrador, a negociantes y peones. Los letreros de esta alquería, alineada a ambos lados de la calle de acceso al edificio central, denuncian el mercadito, el almacén, la tienda y el taller de calzado.
—¿Y las escuelas?—interrogamos al administrador.
—En eso estamos bien—nos responde con cierto énfasis.—Hay seis escuelas en la colonia. Además, muchos niños de los colonos van a recibir instrucción a Bernasconi. Las escuelas primitivas tenían tres grados. Ahora la enseñanza se ha reducido a dos. Hace un par de meses que estos establecimientos se han puesto bajo la dirección oficial del gobierno. De manera que sus maestros son nacionales, como, asimismo, la instrucción que se suministra. Hay en cada escuela alrededor de sesenta educandos. Los edificios constan de dos aulas y de dos casas separadas, una para cada maestro.
Y ampliando sus informaciones, pone en nuestras manos el convenio suscripto con la inspección nacional, por el cual la compañía entrega al Estado por un plazo prudencial los edificios y útiles escolares de que dispone. En cambio, la empresa queda con el derecho de dictar sus clases de religión y de hebreo en la misma aula. Este sistema heterogéneo de enseñanza no nos parece ni pedagógico ni moral. Tutelada la escuela por el gobierno de la nación, no cabe otra enseñanza que la dispuesta por los programas vigentes. Ni se concibe tampoco, que después de abandonar el aula el maestro argentino, que cultiva el sentimiento argentino, en aquellos niños, argentinos también, ocupe el mismo pupitre un maestro ajeno a nuestro plan de estudios que va a instruir en lenguas exóticas y religión, contraviniendo al sistema laico de nuestra enseñanza.
Este detalle que conviene conozca el ministerio de instrucción pública, se atempera un tanto con otra nota simpática.
—La administración de la Jewish—nos dice el encargado—cedería de muy buen grado al ministerio de agricultura 25 hectáreas en Bernasconi para establecer una chacra experimental. Con este objeto contribuiría la compañía con una casa de dos piezas, molino, alambrados, etc. Esta chacra podría transferirse por un{72} plazo largo y no sería difícil que la compañía contribuyera con una subvención.
En compañía del administrador recorremos la huerta y la quinta de frutales. Prosperan los eucaliptus, los sauces, los coníferos y las acacias. La horticultura rinde bien, pero no se significa por una dedicación especial. Apena la quinta de frutales con más de diez hectáreas de extensión, con los árboles sin podar aun y en el más completo abandono. Fué, sin duda, un primor en manos de su dueño primitivo, que alineó con esmero los camellones y se prodigó en selección y variedad. Esta quinta, cuya formación costó más de 30.000 pesos, revela el espíritu emprendedor del señor Basset, entusiasta francés que dedicó sus más nobles energías al progreso del territorio.
—No me dan peones para su cuidado—nos dice el administrador, en justificación de aquella orfandad en que agoniza el huerto.
Y pensamos, que sacrificar las plantas es contravenir los manes del ilustre altruísta Hirsch, que buscaba la felicidad de los hombres en el arraigo, en el hogar, a la sombra de la familia y del árbol bienhechor. Pero el amargo sedimento se disipa pronto. Ha vuelto a correr nuestra máquina por los campos. Cruzamos el valle bordeando los trigos, y cuando ganamos el repecho, una visión de grandeza, se apodera del espíritu. Se domina el amplio panorama de la colonia, salpicado de casitas y matizado de cultivos. La línea de las lomas se quiebra suavemente, insensiblemente. Una brisa suave pasa acariciando las sementeras como el aliento de Dios...
Involucrados. Comprendidos, incluídos.
Locación. Arrendamiento.
Disgregación. Separación, división.
Apremio. Apuro.
Monocultura. El cultivo de una sola especie de plantas.
Tunas. Planta cuyas hojas, en forma de palas carnosas, suelen estar cubiertas de espinas. Son comestibles, y lo son también sus frutos—higos de tuna—que aparecen, como las flores, sobre las pencas u hojas.{73}
Rotura. De “roturar”: arar.
Obice. Obstáculo.
Arbitraje. Solución dada por los árbitros a un litigio.
Autonomía. Independencia.
Alquería. Pequeño caserío rural.
Heterogéneo. Confuso, formado por cosas que no concuerdan.
Laico. Lo relativo a los laicos, es decir, a los “no religiosos".
Coníferos. Arboles de la familia de las coníferas, a la que pertenecen, entre otros, los pinos, las araucarias, etc.
Horticultura. El cultivo de las huertas.
Camellones. Cuadro de hortalizas, flores, etc.
Repecho. Subida.{74}
La impresión más grata que nos ha dejado el cuarto departamento de la Pampa, que acabamos de visitar, es la que se relaciona con la organización de la Asociación de Fomento Agrícola-ganadero.
El cuarto departamento, denominado Hucal (laguna profunda), comprende la estación de Hucal y las florecientes localidades de Abramo, Bernasconi, Villa Alba y Jacinto Arauz, centros todos llenos de vitalidad y de porvenir. Sin duda alguna, la forma decidora con que el ferrocarril atraviesa este departamento, equidistante de los focos de colonización y dividiendo medio a medio aquellas 200 leguas aprovechadas en toda su extensión, ha operado un desarrollo parejo, cimentando de firme las industrias agropecuarias.
Sobre el millón de hectáreas de extensión, 220.000 están entregadas a cultivos, correspondiendo en su totalidad, a trigos, salvo un 5 por ciento de avena. De este total de sementeras, comprenden los cultivos de arrendatarios, un 65% y un 35% a propietarios. Las cuatro quintas partes del área total del departamento corresponden a campos de ganadería, dándose preferencia al lanar. No hay industrias de otra naturaleza, salvo el molino harinero de Villa Alba y la sal de Bernasconi, muy buena y en explotación desde hace veinte años. Como centro agrícola de gran significación en la zona, figura la Jewish Colonization Association, empresa judía de la que nos ocupamos en capítulo aparte. La tierra va subdividiéndose paulatinamente, aunque no con la celeridad que sería de desear. Alrededor de este problema concretará todo su empeñó la naciente asociación de fomento agrícola. Apena el enorme latifundio con cabecera en la estación Hucal, todo un condado de veinte y tantas leguas. Cierto que su poseedor, le saca el jugo para sus parcelas. Y cultivar es servir a la nación. Pero es verdad también que el hermetismo de aquel feudo, puesto como una enorme piedra al paso del camino, resiente la vialidad y retarda el progreso colectivo que{75} debe ser nuestra más sana aspiración nacional. El comprobante de esta premisa está en la exigüidad de la estación Hucal, pulmón de la estancia, pero que se nos antoja una piedra de segunda agua, engarzada a esta brillante cadena de pueblos, potentes y sanos, que viven del propio oxígeno de su vitalidad.
Trata, en término general la sociedad de fomento agrícola, de arraigar al colono, poniendo a su alcance los medios de cultura y bienestar. Pasa de 1.500 el número de colonos arrendatarios, distribuídos en la zona. Entre el que arrienda y el que posee el terreno, hay, generalmente un intermediario. Esta intercepción es, casi siempre, la que consigue mayor usufructo. El dueño del campo apenas recibe un dos por ciento de lo que produce. El colono, vive, sencillamente. El que lleva la mejor parte es el subarrendatario, interpuesto a menudo, como factor de utilitarismo y regresión, salvo en los casos en que, persiguiendo moderadas utilidades, vincula con medianerías al colono y le proporciona medios de vida y de labor, lo que significa exponer capital.
—El desideratum de nuestra obra—nos dice el presidente de la novel asociación y hombre de carácter y prestigios bien ganados—es tentar por todos los medios, el arraigo definitivo del colono.—Hay que hacer obra argentina, sobre todo; y creo que esta es la forma eficaz para estimular al agricultor y seleccionar la inmigración que conviene a nuestras tierras.
Y nos explica con calor, el plan general de la obra emprendida cuya realización ha despertado verdadero entusiasmo en toda la zona.
—Es ardua la tarea que nos hemos impuesto; pero hay necesidad de enseñarle al colono que debe buscar su tranquilidad con la chacra combinada. Variar los cultivos, cosa de no exponerse a los fracasos, es una precaución fundamental. Y si a esto agrega la necesidad de no descuidar la ganadería y criar unas pocas vacas u ovejas, el colono se pone a recaudo de la miseria. Si cada familia de colono arrendatario, logra dedicar su atención a un hato de vacas, diez o quince aunque sean, sume usted el incremento ganadero, que en conjunto puede tomar la región. Esto, amén de otras espe{76}culaciones caseras: la cría de cerdos y de aves, por ejemplo, que traen aparejados los cultivos hortícolos y que suponen un perfeccionamiento en la vida rural.
El ingeniero agrónomo con asiento en la zona sur de la Pampa y que es un observador sagaz y tiene ingerencia en el desarrollo de la Asociación de Fomento Agrícola, refuerza los argumentos del presidente de la institución, sobre la necesidad de mutualizar el esfuerzo agrícola. Para el señor agrónomo, es menester organizar un estudio prolijo sobre los factores que se oponen al arraigo del colono y resienten la selección. Opina con toda razón, cuando nos dice:
—Los rusos, que abundan tanto en la zona, no son agricultores de profesión. Su tendencia se orienta, casi siempre, en el sentido de ganar unos pesos y establecerse con algún negocio. Puede justificarse esta idiosincracia especial en diversos casos. En muchas colonias ocurre que la tierra está distribuída sin equidad, con respecto a sus condiciones productivas. No todas están bien ubicadas ni rinden con el mismo resultado. Esta circunstancia provoca el malestar en muchas familias y es por ello que el colono tiende a emigrar o a establecerse, aparte de los factores atávicos, que tendrán su influencia, pero que no es del caso profundizar. Hay que tener en cuenta que la colonización rusa en toda esta región, comprende, en Bernasconi, un 67% con respecto a la superficie cultivada y en Abramo un 56% con respecto a los arrendatarios.
Hace algún tiempo que en el cuarto departamento comenzó a producirse un éxodo de juventud moscovita. El agrónomo, deseoso de puntualizar esta emigración, que podía ser sintomática, abrió una encuesta.
—¿Por qué se van?—interrogó a los jóvenes rusos.
—Nos vamos, porque la tierra no produce...
Esta respuesta, muy generalizada, pudiera ser desconcertante. Pero, por suerte, una declaración fidedigna viene a poner en claro, la razón fundamental.
—Ellos se van—dice un joven de arraigo en Villa Alba—porque quieren independizarse, formar su hogar, salir de una vez de la tutela paterna.
Y dando fuerza a su tesis, se explaya en pormenores del{77} hogar, las rencillas caseras, el desacuerdo entre padres e hijos y los disturbios de vecindad, sobre todo en las colonias donde se han establecido grupos de dos y tres casas juntas. Con estos antecedentes, la emigración tiene justificativo de carácter social pero no económico.
Equídistante. A igual distancia.
Paulatinamente. Poco a poco.
Condado. En Inglaterra y Estados Unidos, división territorial.
Parcelas. Porciones o partes de tierra cultivable.
Hermetismo. Está en sentido figurado; quiere decir “el enorme latifundio cerrado".
Feudo. La propiedad del señor feudal.
Usufructo. Provecho.
Regresión. Retraso, atraso.
Hucal. Laguna profunda.
Medianería. Coparticipación del propietario y del colono en los beneficios de la tierra.
A recaudo. A cubierto.
Hato. Pequeño rebaño.
Mutualizar. Hacer comunes a muchos interesados, el esfuerzo para realizar una empresa, la dirección de la misma, y los beneficios que produzca.
Idiosincrasia. Característica. El temperamento o modo de ser propio de cada uno.
Atávico. De “atavismo”: ley de semejanza de todos los seres con sus antepasados, y que explica por qué las cualidades o defectos se transmiten por herencia.
Moscovita. De Moscú, la principal ciudad de Rusia. Por extensión, ruso.
Fidedigna. Digna de ser creída.{78}
Volviendo a los propósitos que persigue la Asociación de Fomento Agrícola Ganadero, el fundador nos explica someramente los puntos cardinales que comprenden su amplio programa.
—Esta entidad—nos dice—que nace bajo auspicios colectivos y como una necesidad sentida en la región, contribuirá, en primer término, al fomento de la colonización oficial y privada. Sobre esta base que es la piedra angular, propenderemos con todo nuestro esfuerzo, a la subdivisión del latifundio, a abaratar los arrendamientos, a prolongar los plazos y modificar la forma de pagos, generalmente impremeditada y extorsiva en la actualidad.
“Pondremos todo nuestro empeño en favor del cooperativismo y formación de sociedades de producción y seguros agrícolas".
—¿Mucho arrastran las compañías de seguros?—interrumpimos.
—Puede calcularse en algo más de 250.000 pesos el monto a que ascienden las primas de seguros. Ahora, si considera usted que sólo con el 43% se pagan los siniestros, tendremos que emigran 142.500 pesos de la comarca. Organizando la sección seguros, este dinero se incorporaría a la economía local.
La Asociación gestionará, asimismo, la implantación de un régimen de valuación racional de impuestos a industrias relacionadas con la agricultura.
—¿Y con respecto a cultivos?—interrogamos.
—Propenderá con toda decisión al cambio de sistema actual de cultivos, que tiene sus graves inconvenientes y fomentará la explotación mixta agrícolo-ganadera, o sea la granja modelo. Tratará la Asociación de introducir nuevos cultivos fundamentales, divulgación de frutales y forestales y prestará atención preferente a la industrialización de los productos.
—¿Y sobre estudios del subsuelo y la probabilidad de surgentes, se ocupará la Asociación?{79}
—Está, igualmente, en nuestro programa tal propósito. La investigación subterránea está dando buenos resultados. En la región de Guatraché, son varios los surgentes que funcionan con un caudal definitivo y es de suponer que se puedan conseguir resultados prácticos por aquí.
—¿Quiere usted exponernos, en síntesis, los demás propósitos de la Asociación?
—De mil amores. Además de los fines que le he enunciado, la Asociación gestionará ante los poderes públicos y empresas ferroviarias el mejoramiento de la vialidad y de los transportes, abaratamiento de fletes y alquiler de depósitos para productos agropecuarios. Fomentará, también, la formación de cajas rurales y funcionamiento de organismos de crédito. Organizará y propiciará concursos, congresos, exposiciones y ferias. Constituirá un tribunal de arbitraje para asuntos agrícolas y ganaderos. Aconsejará la destrucción de plagas, difundirá los conocimientos de interés general relacionados con la producción y en general propenderá al mejoramiento de la agricultura y al bienestar del colono. Estas son, en concreto, las bases generales.
—Nos parece muy interesante el programa—aducimos;—y aun cuando no se consiguiera llevar a feliz término todas estas bellas orientaciones, bastaría llenar una tercera parte del programa para asegurar el éxito de la institución.
Con motivo de la fiesta del árbol celebrada el 2 de septiembre, la asociación ha realizado plantaciones en Jacinto Arauz, Bernasconi, Villa Alba, Abramo y Hucal. El agrónomo dió conferencias muy interesantes.
Pensamos sinceramente que esta institución, organizada con carácter de federación de asociaciones, con comisiones vecinales en cada pueblo, va a ser de grandes resultados para la región. Por lo pronto constituye un organismo social capaz de operar una modificación completa en el sistema colonial del departamento, resentido por prácticas inveteradas que no armonizan con la cultura gremial a que hemos alcanzado, merced al mutualismo y la cooperación. Y si esto no fuera suficiente para su consagración, amén de otras ventajas igual{80}mente significativas, el carácter eminentemente argentino de la obra basta por sí para que merezca la asociación nuestro más merecido apoyo. Convencidos estamos de la urgencia de poner un poco de argentinidad en estos campos. No siempre hemos de recrear nuestro espíritu en el florecimiento de los trigales y en el porvenir de los pueblos nuevos, dejando de lado los problemas sociales que deben reclamar toda nuestra atención. Hay colonias extranjeras que a pesar de su personería judicial son todo un estado, metido a manera de ingerto, a trueque de nuestra legislación y como un dique al sentimiento nacional.
Muy poco llega de argentino hasta estos centros exóticos, retazos de la Europa esclavizada, incapaz de evolucionar en esta convivencia con la República...
Y conste que no reza esta premisa con la colonización latina, cuya difusión en la Pampa ha sido de tan beneficiosos resultados, ni es nuestro deseo agraviar al agricultor individualmente, sea de cualquier nacionalidad. Nos referimos a determinadas “entidades colonizadoras” encerradas en prácticas agenas a toda modernización y adaptamiento y en cuyos dominios tiene trabas hasta el empadronamiento y la instrucción nacional.
Sobre esta rémora—ese es el término—si no material, moral y política, por lo menos, mucho ha de influir la asociación de fomento, tendiendo a cultivar el espíritu del colono y al hacerlo amar la tierra que le da su fruto, hacerlo también amar a la nación.
Entidad. Institución.
Extorsivo. De “extorsión”: obtener alguna cosa de alguien por medio de amenazas o violencia.
Granja. Pequeño establecimiento rural aplicado a la labranza, ganadería e industrias inmediatamente derivadas o afines.
Forestal. Relativo a los bosques. Surgentes. Aguas que brotan o surgen del subsuelo. Los pozos construídos aprovechando la existencia de tales aguas.
Trueque (A). A cambio.
Rémora. En sentido figurado: obstáculo.{81}
En Guatraché visitamos detenidamente la Chacra Experimental, establecimiento de aclimatación e investigaciones agronómicas dependiente de la Dirección de Enseñanza Agrícola.
La obra fundamental de esta chacra corresponde a la experimentación de trigos, iniciada en 1914 y que se viene prosiguiendo bajo la dirección del agrónomo inglés Guillermo O. Backhouse, de la universidad de Cambridge, contratado al efecto por el gobierno de la nación.
Opina Backhouse “que poco o nada se sabe respecto a los trigos cultivados en el país, excepción hecha de que se conocen ciertos tipos bien definidos que en realidad son mezclas obtenidas mediante tentativas más o menos afortunadas para clasificarlas con destino a semilla y haciendo completamente los caracteres morfológicos de la planta". Con esta idea—agrega—en ciertos lugares se pone en práctica la mala costumbre de bautizar con nombres nuevos, buenas muestras de semilla pertenecientes a tipos comunes y conocidos al solo objeto de aumentar su venta y su precio.
Esta desorientación en la nomenclatura de los trigos y falta de tecnicismo y pericia para clasificarlos, pusieron trabas al mejoramiento de las especies. El barletta, el arrieta y el riete, fueron sin duda, los que mayor dificultad opusieron a los clasificadores, por la cantidad de variedades que, a simple vista, no presentan diferencias fundamentales.
Los tipos cultivados en la zona de Guatraché son: ruso sin barba, barletta y australiano; y en menor cantidad, los trigos pampa, francés y candeal. El trigo húngaro data de 1914, a raíz de la distribución de semilla efectuada por el gobierno de la nación. Estos son los tipos principales, pero las variedades son numerosísimas.
Backhouse, dice que el nombre de barletta en Guatraché o la región del sur, no tiene otro significado que el trigo barbado de primavera. Debido al hecho{82}agrega—de que los trigos son verdaderas mezclas parecidas unas a otras y fertilizadas, posiblemente por cruzamiento, resulta que se puede adquirir un trigo con el nombre de “pampa”, que se aproxima al barletta, húngaro, ruso con barba o arrieta. El colono compra su semilla con un cierto nombre y la vende bajo la misma denominación, por más que en muchas ocasiones hace caso omiso de este detalle. El almacenero, si algo puede cambiar con el cambio, la vende bajo otro nombre.
El premio excepcional otorgado por la Bolsa de Cereales en el certamen agrícola de 1914, a un trigo híbrido del territorio, que se bautizó después con el nombre de “pampa”, ha dado pie a la especulación de los vendedores de semilla. Todo grano que tenga cierta analogía con el cereal laureado, se denomina indistintamente “pampa". Y hasta la misma Chacra Experimental fué sorprendida con la adquisición de una partida de “pampa” apócrifo, que resultó ser un touzelle excepcional.
El trigo mayormente difundido en esta región es el ruso sin barba, que se siembra temprano y no es muy dañado por las heladas de invierno. Le sigue en cantidad el barletta. En la distribución de semilla de 1914, se entregó mayor cantidad de este trigo. Y la buena cosecha aseguró el porvenir del barletta en la comarca.
Entre las variedades introducidas en la Chacra Experimental, nueve son de origen ruso seleccionadas en Kansas (Estados Unidos). Sobre ellas se expresa así el señor Backhouse:
—Estas son una novedad dentro de su género y posiblemente resultarán de gran valor. Cinco de ellas fueron cosechadas y del resto se sacó lo suficiente para sembrar otras tantas pequeñas parcelas. También se cosecharon ejemplares del “turquey red”, y “crimean winter”, como pertenecientes al tipo invernal de tierras secas, formando un total de siete. Estos trigos están particularmente adaptados a la zona pampeana, donde es menester sembrar temprano, porque haciéndolo en estación avanzada, el suelo escasea de humedad y se corre el peligro de que se formen médanos con la remoción del terreno. Las heladas de invierno no las afectan en{83} lo más mínimo. Además, espigan tarde cuando ya el peligro de las heladas ha disminuído grandemente, llegando a su madurez a fines de diciembre o en la primera semana de enero.
“El grupo perteneciente al arrieta y pampa-barletta sufre mucho por las heladas y de ahí proviene el incremento alcanzado por el cultivo del ruso sin barba. Los trigos de Kansas poseen hojas angostas y alargadas, con reducida superficie de evaporación, y su crecimiento de invierno es más bien de carácter rastrero, lo que evita que los fuertes vientos de invierno, cargados de partículas de arena, les hagan los mismos daños que a los de crecimiento erecto. El grano de estos trigos es una decidida mejora sobre el del ruso común, único representante de la clase a que pertenece".
Efectivamente, sobre las parcelas sembradas en mayo, hemos comprobado estos caracteres citados por el señor Backhouse. El kansas sufre la seca por su misma exigüedad foliácea; y su conformación rastrera es muy conveniente para los terrenos medanosos. Sin embargo notamos que el kansas está un poco atrasado con respecto a las demás variedades. Convendría, tal vez, sembrarlo en abril. El barletta del plantel que visitamos, en donde hay veinte clases en observación, ha sufrido las heladas algo más que el colombiano. El ruso está más bajo que el barletta. En general estos trigos (barlettas), están adelantadísimos, lo que importa decir que su siembra conviene efectuarla en julio, evitando así que reciba las heladas en plena florescencia. El trigo húngaro también se significa por cierta precocidad.
Con respecto a la hibridación de las especies, el experimentador Backhouse informa:
—La hibridación no reviste en esta zona la importancia que asume en el norte, porque si bien allí parece ser el camino más seguro para llevar a cabo un mejoramiento de los trigos, aquí los ensayos realizados hacen presumir que la introducción de nuevas variedades y la selección continuada de los tipos existentes, conducirán al éxito que se anhela. Sin embargo existen factores en distintas variedades que, aunados en una sola, producirían un producto mejor que cualquiera de{84} las variedades consideradas aisladamente. Por ejemplo, el verdadero barletta no se desgrana, tiene una espiga dura al tacto y una gluma que imparte a la trilla su dejo de dificultad. Los puntos débiles del barletta en el distrito de Guatraché, ya han sido discutidos y tratados. En cambio, los trigos kansas, tan indicados en muchos respectos, adolecen de una propensión al desgrane. Lo mismo puede decirse del trigo ruso con barba cultivado en las inmediaciones de Pontaur.
“Algo se ha hecho en Guatraché respecto a ésto. Se cultivaron sesenta cruzas de primera generación. La mayor parte de los cruzamientos se hicieron sobre un barletta, un verdadero representante del tipo, cuyas plantas estaban caracterizadas por una espiga grande, un grano lleno y de buen color que bajo ninguna circunstancia puede llegar a desgranarse en el campo".
El ensayista en la Chacra Experimental es el agrónomo inglés Juan W., que secunda, con toda dedicación, la obra de Backhouse.
Después de nuestra detenida visita a las sementeras y planteles de ensayo, concentramos nuestra atención en la oficina meteorológica, casi completa en su instrumental, muy bien instalada y en donde las observaciones se registran con meticulosidad.
Recorremos después, la huerta y el plantel de parque, con infinidad de forestales de significación, casi abandonado por la escasez de agua. Las hortalizas producen bien, especialmente los espárragos que se dan con una robustez maravillosa.
La chacra, en general, nos ha impresionado bien. Tal vez la diversidad de facultades, dentro de un mismo organismo, fuera un defecto de administración. Nos referimos a la autonomía de cada rama, dentro del establecimiento: experimentación de cereales, meteorología y chacra en general. Pero esto es un detalle de fácil solución.
La sección de horticultura y frutales está organizada con dedicación, arborizadas convenientemente sus parcelas. Prosperan los tamariscos, las tuyas y el coral.
Una amplia avenida bordeada de álamos simonii, impresiona agradablemente a la entrada de la chacra. El{85} álamo simonii, adaptable al clima y fácil para su conservación, es una de las variedades más elegantes y graciosas como planta ornamental. Un vivero en Guatraché, podría ser el proveedor de todos los pueblos del sur de la Pampa, en donde se difundiría sin reatos en calles y plazas públicas como elemento de estética y edilidad.
Guatraché (Voz araucana). Nombre de un cacique. “Muela brava” o “Crujido de dientes".
Morfológico. Relativo a la forma y aspecto.
Omiso. (Hacer caso omiso). No hacer caso.
Apócrifo. Se dice de lo que lleva un nombre o título que no le pertenece.
Invernal. Del invierno.
Erecto. Erguido, derecho.
Florescencia. La aparición de las flores en la planta.
Precocidad. Anticipación en el desarrollo.
Glúma. Las dos valvas, a manera de escamas, que recubren las flores en las plantas gramíneas.
Meteorológica. Perteneciente a la meteorología o ciencia que estudia los fenómenos atmosféricos.
Meticulosidad. Con mucho cuidado de todos los detalles.
Estética. Está usada la palabra en el sentido de “adorno”, “belleza".{86}
En Macachín hemos visitado la colonia La Mercedes, poblada por familias rusas. Se nota, desde luego, en este centro agrícola, una notoria selección, manifestada en el sistema de cultivos, en el aprovechamiento de la tierra, en el deseo bien noble, de poseer en propiedad los elementos de labor y de tonalizar un poco la vida con el modesto halago del hogar. Estas características que definen un núcleo de agricultores sagaces, en armoniosa convivencia con el predio, tienen su explicación en el medio administrativo en que se desenvuelve la colonia. Modificar el carácter, generalmente hosco y desconfiado del colono ruso—sea ortodoxo o judío—no es un problema, cuando se da con el propietario tolerante, incapaz del abuso, buen consejero y amigable protector. La Mercedes está en estas condiciones. Desenvuélvense en este campo de 10.000 hectáreas, alrededor de cincuenta familias con un total de 400 almas, estando la colonia completamente cultivada.
Nueve años lleva de iniciativa La Mercedes y hace dos que está en manos de don Enrique P., un verdadero pioneer iniciador del florecimiento agropecuario de la comarca.
Apartándonos del alambrado de ocho hilos—lo mejor y más firme que hemos visto en nuestras giras—hemos recorrido de linde a linde la colonia, cortando por las abras estrechas el inmenso trigal. ¡Qué tonificante impresión de belleza, de vida, de color! La tierra nutritiva y amplia, se da toda entera al mar de las gramíneas, sin flaquezas, sin limpiones, pródiga de humus y de generosa maternidad. Se inclina el campo en suave planicie hacia la hoyada de una laguna; y es de ver la línea panorámica curveando graciosamente hasta perderse en el infinito sobre el pálido boceto de una duna!...
La impresión más elocuente que nos ha dejado este paseo matinal, es el aprovechamiento de la tierra. ¡Bien-{87}haya el arado avaro que ha venido a meter su diente hasta en el mismo salitral!
—¡Siembren... siembren!—les ha aconsejado el propietario a sus rusos.
—¿Y si viene mal?—pensaron al principio, tímidamente, los colonos.
Después echaron de ver que la tierra no tenía reparos para rendir parejo; que no faltó la semilla, ni la maquinaria, ni el crédito para sufragar la existencia durante la larga expectativa, desde la roturación a la cosecha y al troje. Y sembraron hasta el último estadal,{88} hasta el monte mismo, hasta agargantar al médano en estrecho dogal y desafiar el ingrato cabú de la salina.
El estímulo del propietario ha operado el optimismo y la cultura especial de sus colonos. Sólo la laguna puede detener la sementera, con sus arbustos grisáceos de jumen, sus cachiyuyos y sus matas de trébol de olor. Esta perseverancia, que ha creado la selección en los cultivos, dando rendimientos excepcionales en peso y calidad, ha tenido su noble premio en trigos de una densidad de 83½ por hectólitro, casi el desiderátum. La perspectiva se repite con esperanza augural en los trigales de este año, sanos, sin plagas, sin isoca, llenos de lozanía y de vigor.
Todos estos factores han creado una base moral en los colonos de La Mercedes. El trato administrativo y la propia confianza en la obra, sintomatizan un suave bienestar, ageno de sobresaltos y propicio a la labor y a la estabilidad. Saben estos buenos rusos, que si nace el sol, nace para todos; y que el sudor que humedece la gleba, no ha de ser estéril sacrificio, si fecunda en la espiga. La cultura industrial—y social si se quiere—de esta colonia, tiene su punto de apoyo en la comunidad de acción y de miras, entre el arrendatario y el arrendador. El señor P. ha hecho su aprendizaje desde abajo. Ama estos campos, porque los ha vivido en toda su intensidad y en todo su proceso civilizador; porque ha contribuído, como nadie, a la reforma del predio, desde el pasto salobre hasta el forraje artificial y el silo; desde el jagüel pampa hasta el surgente y el molino. En esta escuela ruda, que es toda una vida, se ha afianzado el concepto de solidaridad, capaz de forjar nuevos horizontes a la colonización rusa, de contínuo tan zarandeada, demostrando al propio tiempo, que es posible modificar el temperamento colectivo de esos núcleos rurales, cuando se procede con tolerancia y buena fe.
Los colonos de La Mercedes poseen en propiedad sus maquinarias y elementos de labor. Plantan sus arbolitos de sombra—frutales a veces—y no descuidan sus hortalizas para el uso casero. Elaboran su pan, que{89} es, sencillamente, blanco, suave, delicioso; y se atreven a un poco de cecina y tal vez a un jamón que dura una eternidad. Gustan de instruir a sus muchachos; y cuando se producen reuniones educativas sobre temas rurales, no tienen reparos para salvar largas distancias y asistir a estos concursos donde pueden adquirir conocimientos nuevos. A la cita convocada en Macachin, en preparación del congreso agrícola de la Pampa, concurrieron todos estos colonos. Al paso de nuestro coche nos cruzamos con sus bateas peculiares, arrastradas por caballos fuertes y clinudos. Cinco leguas tuvieron que salvar esa mañana para encontrarse a las diez en el coche de la delegación...
Ortodoxo. De la religión ortodoxa. La religión ortodoxa, llamada también cristianismo o catolicismo griego, es la que profesan la mayor parte de los griegos, rusos y demás cristianos del oriente europeo. Sus dogmas no difieren en gran cosa, salvo dos o tres puntos fundamentales, de los de la iglesia católica romana.
"Pioneer". Palabra inglesa que se aplica a los que primero pueblan y cultivan tierras desiertas. Pronúnciase: páionir.
Panorámica. De “panorama”: vista de un horizonte dilatado.
Troje (o Troja). Apartamiento, sitio, paraje destinado para almacenar cereales.
Estadal. Medida superficial de tierra: muy pequeña.
Cabú. Tierra inapta para cultivos.
Jumen (o Jume). Planta que crece en los terrenos salitrosos y de cuyas cenizas se extrae soda cáustica.
Cachiyuyos (o Cachillullos). Algas, marinas o de laguna.
Gleba. Tierra, heredad, finca.
Forraje artificial. Pastos cultivados: la alfalfa, la avena, el trébol, etc.
Silo. Depósitos para conservar forrajes; puede ser aéreo o subterráneo.
Jagüel. En la campaña se designa así al pozo sin brocal destinado a abrevar ganados.
Zarandeada. De “zarandear”: mover o menear alguna persona o cosa, con prisa, ligereza y facilidad.
Cecina. Carne salada, enjuta y curada al aire, al sol o al humo.{90}
Junto a La Mercedes, está La Cornelia. Esta es una colonia mixta, cultivada en sus 5.500 hectáreas de extensión, con 3.000 de alfalfar. Este campo está bajo el arriendo inmediato del señor P. En sus praderas pacen 2.000 vacunos y 8.000 lanares. La colonización es agropecuaria, en consecuencia. Pero lo que nos ha llamado poderosamente la atención en este caso, es la calidad de sus pobladores. Es una colonia eminentemente vascongada (vascos españoles). Sólo hay una familia italiana en el campo, familia que es un modelo de laboriosidad y que se desenvuelve con todos los recursos de la chacra combinada.
Esta colonia, que conviene ser tomada como espécimen para su divulgación en el territorio, marca caracteres especiales que deben dar tela de juicio a los hombres de estudio. El vasco, colonizado, es un elemento de primer orden. Es ganadero, agricultor e industrial a la vez. Trabajador, fuerte, sano de cuerpo y de espíritu, es incansable en la labor, leal en sus tratos, paciente en el fracaso y juicioso en el porvenir. Elije su terreno, y busca, sobre todas las cosas, el agua buena, elemento primordial de la vida. ¿Es buena el agua? Profundiza su hoyo y planta su casita. Vendrán después, las contingencias, los años ingratos, la adversidad de los vientos, de los acridios y las pestes.
—Va mal... sí, sí... Pero algún día irá bien; no hay que apurarse... ¡no, no!...
Verdad que en esta resignación simpática y hombruna, suelen sentirse espaldados por el patrón. Y esto constituye una fuerza en el rodar parejo del capital y del trabajo, orientados hacia el porvenir común.
¿Cómo se organizó esta colonia? De Carlos Casares y Tejedor salió, hace aproximadamente ocho años, un grupo de vascoespañoles, con rumbo a la Pampa, buscando tierras propicias para establecerse. Se congregaron en Macachin. Eran nueve familias. Azotadas por años crueles y cosechas efímeras, sólo pretendían{91} afirmarse al suelo y trabajar. De este contingente, nació la colonia. Sobre la prueba dura de los años iniciales, se afianzó el centro agrícola, que debía florecer y prosperar. Trabajando la tierra sin desmayos, se ahuyentó el pesimismo y se arraigó esa cordial convivencia que es fuerza decisiva en el rudo bregar. De nueve, llegaron a veinte las familias arrendatarias. Y nadie quiere hoy abandonar su tierra ni su vivienda, digna de ser propia, por el espíritu familiar que se ha puesto en las comodidades sencillas de la huerta y del corral. ¡Ah, si los campos de la Pampa pudieran poblarse de vascos! Sobre este modelo de centro agrícola, hemos podido apreciar la necesidad de fomentar en el territorio tan importante colonización.
La casa del poblador vasco, se significa, en primer término, por su hospitalidad, cosa que no es común en la de colonos de otras razas. Los pobladores de La Cornelia se han preocupado con empeño, en rodearse de un modesto bienestar. Crían aves; tienen sus lecheras bien cuidadas; hacen su queso y su manteca; benefician sus porcinos en sabrosas facturas; se esmeran en la huerta; y donde hay muchachas, es inevitable el jardincito, en donde junto a los pensamientos vulgares y las achiras ingénuas, suelen abrir sus cálices, algunos narcisos y tuberosas, sembrados “para probar, pues” y “porque los trajo el patrón"...
Esta tendencia a suavizar la aridez de la vida, ha dado campo a la iniciación de cultivos frutales. El dueño ha proporcionado a sus colonos, ejemplares de la casa Peluffo: higueras, brillasotto y española; durazneros pavía, norteamericano y gran monarca; manzanas renettas y cerezas graffión de Dolores. Merced a esta tentativa, cada familia puede gustar todo el amplio beneficio del predio, desde el puchero español, tan sabroso y patriarcal, hasta el postre de frutas de estación y la natilla con fresas, que es manjar delicado.
Es así como se puede amar la tierra.
Todo cuanto se pueda decir en favor de esta inteligente colonización resulta pálido, ante sus apreciables condiciones de vida y la necesidad de fomentar su arraigo en la Pampa. Excelentes cultivadores, han dado im{92}pulso a la comarca. Los fracasos del trigo, en algunos puntos de la zona, se han debido, generalmente, a la seca. Los vascos de La Cornelia, han cosechado trigos de óptimos rendimientos. El año anterior, una avena
blanca de esta colonia, dió una densidad de 57 por hectólitro. Pero, a pesar de estos triunfos, no descuidan la ganadería, a la que dedican atención especial. Los campos de Macachin son inmejorables como praderas{93} artificiales. La tosca está a un metro y medio y el agua—una agua cristalina, dulce y fresca—se encuentra desde tres a nueve metros de profundidad. Esta característica, fuente de vida para los ganados, es quizá, la riqueza más fundamental de la zona. El molino, el tanque y el abrevadero metálico, han venido a suplantar la represa y la “bebida” tradicionales, a donde acudían las vacas criollas a resarcirse de la mezquindad silvestre de los prados, veinte años atrás...
La alfalfa rinde exuberantemente en los campos del Departamento Tercero. El cultivo de una hectárea de alfalfa, tomada en una proporción de 400 hectáreas, cuesta alrededor de 50 pesos, de acuerdo con el precio de la semilla en la actualidad (18 pesos, más o menos). Una hectárea necesita 22 kilos de semilla. En las faenas de arar, sembrar, rastrear, etc., se invierte alrededor de 12 a 13 pesos. Hay que anteponer a estos gastos el valor del alambrado, molino y tanque del lote, amén de otros gastos accesorios. Sobre esta base se establece la proporción relativa de la hectárea.
Hemos visitado con verdadero placer algunas casas de la colonia. La perspectiva agrícola, que es inmejorable, mueve la diligencia de los pobladores. En una población, con aspecto de vieja estancia, se ha comenzado a repasar el motor de la trilladora, cosa que jueguen bien sus piezas en el momento de alzar los trigos. Allí nos convidan con mate y nos hablan de una transacción feliz en ovejas. En otra vivienda churrasqueamos un buen costillar y gustamos de un queso exquisito, mientras la vista se solaza en la huerta verdegueante, donde no falta nada, desde los espárragos hasta el perejil y los cebollinos de verdeo. Ya, en la mañana, hemos probado la amable hospitalidad del colono italiano, bella persona que ha formado su paraíso familiar con dos generaciones y que se siente feliz en entregar a la Pampa su tranquila vejez. Esquilan a esa hora los muchachos en el galpón. Las muchachas se desviven por hacernos agradable la visita. Y nos obsequian, con una sencillez encantadora, un chocolate que es restaurador, después de nuestra gira matinal. ¡Qué aseo en la casa! ¡Qué sencilla pulcritud! Se respira una espon{94}tánea comodidad que habla desde la alacena bien provista hasta el grafófono.
Hemos observado que el grafófono está muy difundido entre los colonos de la Pampa. Esta circunstancia, nos mueve a indicar la conveniencia que habría en que el ministerio de agricultura, imprimiera discos sobre asuntos de enseñanza agrícola y consejos prácticos relacionados con cultivos, cosechas, plagas, etc., y los distribuyera profusamente entre los agricultores. Estos discos podrían ser impresos en los idiomas más difundidos en la colonización. Se prestaría con esto un verdadero servicio a los cultivadores, secundando eficazmente la tarea de los agrónomos en la enseñanza agrícola.
Al regresar, nos hemos detenido en un bebedero, en circunstancias que el ganado vacuno se ha acercado a abrevar la sed. Es un noble mestizaje el de estos animales corpulentos que se dejan casi palmear, mientras el agua se apresa en el amplio recipiente.
—¡Qué cambio!—nos apresuramos a decir a nuestro acompañante, ante esta sintomática mansedumbre de las bestias.
—¡Ah!... Era otro cantar la novillada criolla de hace veinte años—nos responde.—Con los cultivos, con la civilización, se han domado hasta los médanos...
El tren, que viene de Doblas, pasa a la distancia con su airón de humo. Se detiene en Atreuco. Debemos estar antes de las dos en Macachin.
Nuestra máquina vuela por el camino, paralelo al ferrocarril...
Macachin. Planta silvestre, pequeña.
Acridios. De “acridia”: langosta.
Efímeras. De “efímero”: transitorio, fugaz.
Bregar. Luchar.
Achiras. Planta acuática, de hojas anchas, lanceoladas, pedúnculo largo y flores comúnmente rojas.
Aridez. Sequedad grande de la tierra.
Optimos. Sumamente buenos, excelentes.
Tanque. Depósito para agua, generalmente de hierro galvanizado o lata.
Abrevadero. Sitio donde se da de beber al ganado.{95}
Bebida. En este caso, el recipiente de madera, hierro o latón donde beben los animales.
Resarcirse. De “resarcir”: indemnizar, compensar, reparar un daño o perjuicio.
Churrasquear. Expresión criolla que significa tomar una merienda frugal, comúnmente carne asada.
Pulcritud. Delicado esmero en el arreglo y adorno de la persona, de la habitación, etc.
Bebedero. Tanque o recipiente donde bebe el ganado.
Sintomática. De “síntoma”: característica especial, señal o detalle digno de ser tomado en cuenta.
Airón. Penacho.{96}
Los colonos de la Jewish Colonization Association, hebreos en su totalidad, han constituído en cada centro agrícola su cooperativa. Responde este propósito no sólo a una finalidad de economía y bienestar, sino a un plan defensivo del interés común. La condición social de estas instituciones gremiales, varía según la importancia y calidad de los núcleos de colonización judía. La colonia Narcisse Leven, de Bernasconi, constituída por rusos y unos pocos rumanos y organizada con apresuramiento sobre la base de una inmigración heterogénea, no ha podido prosperar como la colonia de Rivera, con sus doce leguas de Pampa, en Rolón, bien pobladas. Este fenómeno, producido sobre campos análogos y bajo una misma administración, se explica por la diversa condición social de cada centro. No todo el pueblo ruso es agricultor. En las colonias de Bernasconi, se nota cierto espíritu tendencioso, contrario a la estabilidad y el arraigo. Hay una propensión emigratoria, que es todo un síntoma ancestral. El colono que ha tenido buena sombra en la cosecha y se arma de unos pesos, difícil será que no se asiente con un negocio cualquiera, buscando el reparo de la estación ferroviaria en la época del movimiento agrícola. Luego, realiza su tendejón y vuela. Contra esta idiosincracia, tiene su capítulo punitivo la cooperativa de la colonia, la que castiga con expulsión al que rescinde su contrato de promesa de venta celebrado con la Jewish Colonization Association, referente a la chacra que posea en Narcisse Leven, o si una vez poseída la chacra con título definitivo, la llega a enajenar o a alquilar a otra persona. Es, realmente, una forma, más o menos eficaz para contrarrestar el temperamento ambulatorio de sus asociados.
Por cierto que el plan de cooperativismo de esta sociedad se orienta sobre los más laudables propósitos.
Y si alguna objeción pudiera hacerse, sería sobre la exigüidad del capital, de 10.000 pesos para afrontar un programa demasiado frondoso.{97}
—Nuestro propósito—nos dice uno de los organizadores de la asociación—se orienta sobre las siguientes bases: Procurar y obtener el bienestar económico de sus asociados; fomentar el desarrollo de la agricultura, suprimiendo la acción de sus intermediarios; vender a los asociados y al público en general, artículos de consumo, maquinarias e instrumentos agrícolas, bolsas, hilos y accesorios para la agricultura y ganadería; facilitar créditos a los asociados para levantamiento de las cosechas, siempre que la situación financiera de la sociedad lo permita; establecer fábricas de bolsas o de otros materiales; proveer a los socios que lo soliciten semilla seleccionada y otros productos de la industria agrícola o ganadera; crear secciones de tienda y otras que armonicen con los fines arriba expresados; comprar y arrendar casas o terrenos para edificar en ellos galpones para depósito de productos agropecuarios de sus asociados, así como para oficinas y dependencias de la sociedad; ejercer toda clase de representaciones y comisiones que se relacionen con la vida agrícola de sus asociados; recibir depósitos en caja de ahorros y en otra forma y realizar con sus asociados toda clase de operaciones financieras; fundar en la colonia bibliotecas y escuelas y organizar en la misma el servicio sanitario, velando por su cultura e higiene; actuar como árbitro en todas las desavenencias que se susciten entre sus asociados.
La sociedad cooperativa de Rivera, que comprende también los campos de Rolón, ha dado ya frutos sazonados. Es indudable que estos colonos superan, como entidad colectiva a los de Narcisse Leven. Aquí la selección es de origen. Son agricultores de verdad, como que proceden de los campos de Odessa, sobre el Mar Negro, “zona de trigo”, designada por la geografía rusa. Cada colono debía traer consigo un capital de 2.000 rublos. La colonización se organizó por grupos. Recibieron la tierra sin ayudas ni mejoras. Cuarenta familias, que en la organización de la colonia se denominaron “Novobug”, constituyeron el primer núcleo de población que roturó los campos vírgenes adquiridos a Leloir—algo más de 100.000 hectáreas.—Vino después el segundo grupo que se denominó “Bojedorovs{98}ko"—(dado por Dios), en eslavo—compuesto de veintidós familias. Con elementos organizados en Europa, se inició la colonización en 1905. Dos años después, sobre esta base agrícola, que tomaba incremento, se fundó Rivera.
Los primeros tiempos fueron de dura prueba. Por cada chacra de 15 hectáreas, se estableció una reserva de 75. Esta división de los campos de la colonia, ocasionó un desacuerdo entre los pobladores y la administración general, pues la Jewish, quería obligar a que sus colonos ocuparan de inmediato las reservas. Y esta pretensión no podía conciliarse, dado las dificultades iniciales que castigaron al colono impidiendo el desenvolvimiento normal de sus labores.
Esta lucha entre el capital y el trabajo, duró tres años. Por fin, intervino el ministerio de agricultura para allanar las dificultades. La Jewish, entonces, envió un agrónomo para que informara. El emisario resultó un cooperativista de fuerza que se puso en la línea razonable y estudió a conciencia el problema, dando la razón a los colonos. Esta circunstancia obligó a la Jewish a desenvolver procedimientos equitativos, prestando su ayuda eficaz al colono. Inició labores de mejora y fomento, buscando la comodidad de sus colonos. Una de sus obras de significación, fué el vivero destinado a distribuir plantas en todas las viviendas de sus pobladores. El año anterior fueron distribuídas 10.000 plantas de acacia y otras forestales.
En la actualidad pueblan esta colonia más de 250 familias, contando con dos establecimientos de instrucción.
A nuestro paso por Rivera, en viaje a Macachin, visitamos el local de esta cooperativa, teniendo oportunidad de departir con su presidente don Aaron B., hombre de cultura general, colono fundador y muy versado en temas de mutualismo y cooperación.{99}
Cooperativa. Calificación del sistema de comunidad de producción o de consumo.
Tendencioso. De “tendencia”: propensión a alguna cosa.
Punitivo. De “punir”: castigar.
Rescinde. De “rescindir”: deshacer, anular, declarar sin efecto alguna cosa.
Ambulatorio. De “ambular”: andar de una parte a otra; no tener residencia fija.
Incremento. Aumento, expansión.
Versado. Práctico, experto, perito, ejercitado.{100}
“Nobis placeant ante omnia sylve"—había dicho Virgilio en uno de sus grandes poemas.—“Nada nos guste tanto como el bosque".—Brisas del Helicón, patria de las musas, soplaban todavía por el Mediterráneo, y la Europa toda, sostenía aun el culto legendario de las florestas. Bien pudo la loa del bucoliasta, ser anatematizante reivindicación para el bosque que acababa de talar Julio César—según Lucano—camino de Marsella.
De este atentado, arrancó la odisea de los bosques de Europa. Pero es que el dictador vitalicio no iba, hacha en mano, contra las selvas, por molestar a Ceres, como lo hiciera Eriticson, a estar a lo que cuentan “Las Metamorfosis” de Ovidio. Julio César quería cortar de cuajo contra las supersticiones druídicas. Y blandió su herramienta mortal contra los robles sagrados. Fué la hora trágica de las selvas. ¡Para él, el primer tajo sobre el árbol secular! El verso de “La Farsalia”, pinta en boca del héroe su brava decisión, para instigar a sus legionarios al doloroso desgarramiento de la floresta primitiva y gloriosa:
Tal ocurre a los bosques pampeanos. El hacha de César ha declarado su guerra cruel a los caldenes. Pero es la necesidad, la apremiosa necesidad, no el fanatismo, la que abre el tajo y allana la floresta. Caen los árboles corpulentos, milenarios tal vez, reclamados por las usinas, por las fábricas, por el ferrocarril. El sentimiento nacional pone una nota de angustia sobre la agonía de sus bosques, mientras la avidez agraria se apodera del viejo patrimonio, regado aun por la savia roja de sus árboles, y donde la colonia ha de espolvorear el oro de las mieses...{101}
Y bien: explotemos nuestros montes, pero con prudencia, con talento, con amor. No hagamos lo que Estados Unidos, que después de arrasar sus grandes florestas, en una extensión tan amplia como Europa, ha tenido que castigar su irreflexiva sordidez, con la “fiesta del árbol”, la más bella advocación a Flora y una de las mejores conquistas de la civilización. Explotemos nuestros bosques; pero llevando siempre en el corazón el verso de Virgilio: “Nobis placeant ante omnia sylve"...
La explotación leñatera está en todo su apogeo en la Pampa. El encarecimiento del carbón mineral ha operado el florecimiento de una industria que venía desarrollándose paulatinamente y sin el incentivo de las grandes empresas. La necesidad y el usufructo, han despejado el horizonte para la explotación. El calden, leña del hogar, ha pasado al fogón de la locomotora a suplir al Cardiff. Y de muy buena calidad debe ser este combustible, cuando las empresas ferroviarias se apresuran a formalizar, con los beneficiadores de bosques, contratos de consideración y a largos términos. Esta enseñanza, que viene a sacudir la indolencia del país, es una de las buenas cosas que nos deja el prontuario de la guerra universal.
De tres años a esta parte, se ha venido intensificando la industria. Las ferrovías del sur, que cruzaban hasta hace poco, el monte salvaje, cortan ahora predios civilizados por la colonia. ¡Es de muerte la guerra emprendida por el hacha talar! Pero, sobre los bosques de la Pampa sería difícil, hoy por hoy, imponer una legislación previsora que perpetúe la floresta primitiva. El servicio de guardería forestal debe ser obra del interés privado, de acuerdo con las ventajas que reporta una explotación sistemada; que no destruya, que civilice; que no arrase, que usufructe y combine. Los bosques purifican la atmósfera, atemperan la impetuosidad de los vientos, suavizan el rigor del clima y regularizan las lluvias. Se explica la legislación inglesa sobre sus bosques. Pero no es éste el precedente que conviene a la Pampa argentina. El gobierno británico bien hizo en permitir el descuajamiento de sus florestas. Las co{102}rrientes submarinas que bañan las costas de aquellas islas con el calor del trópico, y la humedad que traen los vientos del Este, bastan, como elementos naturales, para hacer productivas aquellas regiones geográficamente frías. El arrasamiento de sus bosques fué para Inglaterra una solución, pues no sólo abrió campo a sus cultivos agrícolas, si no que desecó el suelo y disminuyó la humedad de la atmósfera.
El desiderátum de nuestra explotación forestal en tierras pampeanas, será la chacra-monte, combinación nueva, en vísperas de crearse en los bosques vecinos al Colorado. Será éste un modelo de colonización, de orientaciones nuevas en el país, que tenderá al usufructo mixto de la selva montaraz y el cultivo agrícola, sobre la base de la estabilización de los hachadores. Es decir: llevar a la acción, en una palabra, el aforismo alemán, tan eficiente y civilizador: “ni cultivo sin monte, ni monte sin cultivo". Por lo pronto, derribar los caldenes comporta, en la actualidad, rescatar los campos para el dominio del arado. Si fuera posible la repoblación de estos bosques en el tiempo breve en que se desarrollan los árboles del trópico, se impondría de inmediato la ley precaucional que tutelara su explotación. Pero estos tremendos ejemplares parece que no han tenido infancia. Los viejos vecinos de la Pampa, que saben conservar, por cariño, algún calden familiar, a cuya sombra retozaron sus hijos y sus nietos, suelen decirnos, orgullosos de aquella longevidad indescifrable:
—Es el mismo siempre. No ha echado ni una rama más desde que lo conozco...
La botánica se estrella ante el enigma de esta vitalidad montaraz tan digna de estudio. La fito-biología falla, inevitablemente, ante los círculos concéntricos que rodean la médula de los troncos. Y como es cómodo dar rienda suelta a la imaginación y buscar una procedencia legendaria a los viejos amigos que se van, no faltan bondadosos informantes que remontan el origen de algunos ejemplares, a los tiempos de Noé...
—Yo creo que hay árboles que se mantienen en pie desde el diluvio—nos dice un formidable anciano, fundador de Santa Rosa, que no ha leído a Chateaubriand,{103} sin duda, pero que rescataría para nuestros caldenes la expresión grandilocuente del escritor francés sobre los bosques: “son los primeros templos de la divinidad".
Los propietarios previsores, al desmontar el bosque para entregar la tierra a los cultivos, dejan árboles en pie de trecho en trecho, no sólo como un adorno para el campo, sino como elemento de sombra para los ganados, que aprovecharán el rastrojo después de las cosechas. Entre los caldenes suele medrar, en ejemplares aislados, algún tupido “sombra de toro”, de forma elipsoidal y hoja perenne, tan uniforme, tan umbroso, tan bello, en fin, que lo reclamaría sin desdoro el parque más exigente y estilizado de Buenos Aires.
Helicón. Montaña de Grecia consagrada a las musas, deidades de la antigua mitología griega, protectoras de las letras, las artes las ciencias. Por extensión, se da el mismo nombre al lugar a donde se va a buscar inspiración poética.
Legendario. Perteneciente o relativo a las leyendas.
Loa. Elogio.
Bucoliasta. Autor de composiciones pastoriles o poesías camperas.
Odisea. Las aventuras de Ulises en la guerra de Troya, según el poema de Homero. Se usa por extensión, refiriéndose a percances y vicisitudes de la vida.
Supersticiones. De “superstición”: creencia ridícula y llevada al fanatismo.
Vitalicio. Lo que dura por toda la vida de una persona.
Druídicas. De “druída”: sacerdote de los antiguos galos o celtas.
Avidez. Inmoderada ansia, codicia, voracidad.
Sordidez. Mezquindad, miserable tacañería.
Advocación. De “advocar”: consagrar una imagen, un templo, etc.
Guardería. El trabajo o la ocupación del guarda.
Aforismo. Regla, principio, axioma.
Longevidad. Larga vida, existencia prolongada.
Fito-biología. Ciencia de la vida vegetal.{104}
El movimiento ferroviario del sur y del oeste de la Pampa, no se da tregua en el arrastre de convoyes leñateros, rumbo a los puertos de Bahía Blanca y Buenos Aires. Junto a los desvíos de cada estación, enormes parvas de calden esperan turno para el transporte, consignadas a las grandes empresas, fábricas y frigoríficos del litoral.
En Guatraché hemos visitado detenidamente la “hachada” más importante del territorio, industria del señor don Fortunato A., uno de los hombres jóvenes más progresistas y emprendedores del territorio. En compañía del administrador del establecimiento, nos internamos en el corazón del monte, siguiendo el sendero tortuoso, ahondado por el trajín incesante de los carros cargadores. Toda la superficie circunvecina a la vieja estancia, está desbrozada ya. Los hachadores, distribuídos en pequeñas cuadrillas, van derribando el bosque, sin dejar rastros de la floresta secular. Abatido el calden, se descuaja el recio tronco, se queman las raíces y luego se ciega el hoyo, allanando la tierra que bien pronto ha de confundir y emparejar el arado con su tajo atrevido. ¡Y qué pocos meses de vida tiene este bosque! Setecientos hachadores fornidos han iniciado la obra del desmonte. Y mientras las rajas van apilándose en verdaderas montañas—hay 50.000 toneladas de leña lista ya para embarque—el ferrocarril se apresura a terminar su línea industrial para dar salida a la cuantiosa producción.
Un compromiso celebrado entre el señor A. y el ferrocarril del Sur ha ocasionado esta vertiginosa explotación que reclama sin medida, jornaleros y celeridad. El contrato, cuyos términos generales han trascendido, de acuerdo con la importancia del negocio, atribuye a las partes la obligación de entregar y recibir leña por 20.000.000 de pesos, enorme suma que se hará efectiva en el transcurso de cinco años y mediante la explotación de diversas matas. Esta transacción, la más{105} importante que se ha celebrado hasta ahora en el país, ha venido a dar a este obraje el contorno de un verdadero emporio de riqueza. Respetamos, porque así lo exige la reserva comercial, el precio estipulado por tonelaje y otros detalles de la operación. Baste saber, como dato ilustrativo, que el ferrocarril del Sur tendrá, para muy en breve, listo su ramal que empalma con el Pacífico. Esta línea tiene una longitud de 14 kilómetros y combina entre Remecó y Guatraché. La reciente huelga ferroviaria ha venido a dilatar la inauguración de esta línea. El señor Fortunato A. se dispone a entregar, a partir del primero de año, 1.000 toneladas diarias, como base, tratando de exceder de 600.000 al año, si es posible, cantidad única, hasta ahora, en esta clase de operaciones, entregada al arrastre del ferrocarril. En la actualidad el monte de A. industrializa diariamente más de 600 toneladas, siendo probable que la producción se duplique con el acrecentamiento de hachadores que se producirá a renglón seguido de las cosechas.
El peón en este obraje gana un jornal de 2.50 a 3.00 pesos, según la calidad del monte, intensidad o rarefacción de ejemplares nobles. En medio de la maraña, suelen aparecer limpiones de monte sucio que es necesario extirpar también. En esta operación cabe el aumento de salario.
En la proveduría, contigua a la estancia, hemos departido con algunos peones, quienes nos informan sobre las condiciones de labor.
—El trabajo es rudo, señor—nos dice un joven español.—Menos mal, cuando uno es del oficio y tiene callo formado en la labor... Que no todos pueden rendir su tonelada diaria.
—No se puede—arguye un criollo—por que en descuajar, cerrar el pozo y quemar los raigones, que es trabajo aventado, se echa un cuarto de día, por lo menos.
—¿Y en qué condiciones trabajan ustedes?
—Nosotros nos organizamos en cuadrillas de a cinco—continúa el español ladino.—Tenemos que comprar los elementos de trabajo, esos cuatro fierros que ve usted: un martillo grande, dos cuñas y el hacha. Este{106} lote para cada trabajador; además de la sierra grande, el pasaportodo, que corresponde al grupo y es la herramienta de más valor.
—¿Y cómo adquieren estos elementos?
—Los fía la casa. Un total de cerca de 70 pesos en conjunto. De manera que uno al iniciarse, entra en deuda con el patrón. Y créame que los artículos de consumo no dejan de ser un poco pesados...
—¿A cómo?
—La carne, a 55 centavos; la galleta, a 40; el azúcar, a 75... ¿No le parece caro?
Tenemos siempre el espíritu bien dispuesto en favor del trabajador; pero, en este caso, no encontramos razonable la protesta. 40 centavos se paga por la galleta en Santa Rosa; y el azúcar, posiblemente, no se consigue a menor precio en ningún pueblo de la Pampa. En la cooperativa de los colonos de Rivera—la Jewish Colonization Association—que hemos visitado, se cobra a los asociados 84 centavos por el kilo de azúcar, a pesar del mutualismo que proclaman.
De primera intención, parecería esquilmadora la medida de cobrar medio centavo por el litro de agua entre los hachadores, mayormente teniendo en cuenta que el agua abunda en este campo, en donde los surgentes han sido una revelación.... Pero hay que convenir que la distribución del agua a las numerosas cuadrillas diseminadas en el monte, importa establecer servicios auxiliares y carros aguateros cuya circulación irroga gastos.
En Naicó, por ejemplo, como asimismo en diversos beneficios leñateros, en la zona del sur, los obreros trabajan en condiciones inferiores. Ganan de 2.00 pesos a 2.20 por tonelada, o 50 centavos por metro cúbico. Se paga 80 centavos por metro, de acarreo, hasta tres leguas—un carro carga de 15 hasta 22 metros.—Hay que tener en cuenta que en acarreos de tres leguas de distancia, se puede realizar un viaje cada día por medio.
El campo Los Surgentes, donde están estos montes destinados a desaparecer en breve, será uno de los mejores de la comarca, una vez entregado a los cultivos. Nada de difícil prever que el ramal eventual, construído a los fines de esta explotación pasajera, sea un desa{107}hogo para la futura colonia o estire sus rieles hasta Bernasconi, civilizando nuevas tierras. Por lo pronto, el gran porvenir de este campo, ganado al monte, está asegurado ya con los surgentes de agua riquísima—uno de los cuales da más de 150 litros por minuto—y que serán manantiales de vida para las futuras poblaciones. En la actualidad son diez los surgentes de una profundidad de 120 a 150 metros, distribuídos con inteligencia y previsión en todo el campo. Estos pozos, rinden constantemente, de 60 a 150 litros por minuto y cuestan cada uno alrededor de 500 pesos. Sobre esta base del agua, se ha de afianzar la labor futura del gran establecimiento agropecuario que se iniciará con la caída de los últimos caldenes y sobre una extensión de 15.000 hectáreas.
Se dirá que en esta guerra sin cuartel contra la naturaleza salvaje del terreno, no volverán los árboles magníficos y llenos de sombra a tonalizar el valle y empenachar los collados, pensando, con dolor, en la expresión de Tehuriet de que el monte es la poesía y el perfume de la tierra; pero sobre el salvaje orgullo, nadie negará que se ha puesto una nota de poesía, civilizando la heredad con la colonia y con el tren...
Parvas. Cúmulo, montón considerable de alguna cosa.
Rajas. Astilla de leña.
Matas. Pedazo de terreno cubierto de árboles de una misma especie.
Aventado. De “aventar”: echar al aire alguna cosa; echar, expeler, ahuyentar.
Esquilmadora. De “esquilmar”: arrebatar a alguno el fruto de sus trabajos, sudores o privaciones.{108}
Una de las regiones de la Pampa donde la explotación forestal ha realizado su ciclo completo, desde el monte primitivo hasta la colonia, ha sido la comarca tributaria de Naicó, junto a la línea del Pacífico. Hasta estos montes solitarios, llevó hace ocho años su acción valiente y juvenil don Fortunato A. De aquella violación decisiva a la selva intocada, debía nacer el centro futuro, la colonia próvida y la pradera boyal. Fué una brava aventura la de este argonauta joven, que se lanzaba a la conquista del monte vigoroso y desconocido, a civilizar heredades sin deslindes, sin aguadas, sin caminos, sin perspectivas de utilización agrícola. Rudos fueron los prolegómenos de esta atrevida iniciación. Sobre extensas tierras de la sucesión de Ataliva Roca, pobló A., colonizó, dividió, alfalfó, mientras sus hachadores talaban la selva en tres leguas a la redonda, sobre la estación del ferrocarril. El emporio de labor que venía a sacudir la armonía salvaje de aquella agreste virginidad, reclamó, bien luego, el núcleo vecinal. Y A. fundó el centro urbano a la vera de la estación, en donde se congregaron las primeras familias rusas que tentaron su bienestar en la colonia. Es así cómo se inició el pueblo Ministro Lobos, a base de un prudente loteo de chacras, quintas y solares.
Mientras tanto, los primeros cultivos, diseminados a título de comprobación sobre la aptitud agrológica de aquella tierra, comenzaban a tomar incremento. El maíz rindió en forma excepcional, habiéndose aprovechado en una de sus cosechas más de 5.000 bolsas. La alfalfa verdeó parejo en 1.200 hectáreas, a manera de ensayo, y el trigo, la avena y el centeno, comenzaron a prodigarse, con buenos augurios, en predios de consideración. Actualmente en estas colonias se ha cultivado una superficie de 12.500 hectáreas de trigo y más de 3.000 de maíz.
El pueblo Ministro Lobos, que creció, al propio tiempo que se urbanizaba con nuevos edificios los terrenos{109} contiguos a la estación, acrecentó su importancia con el reflejo tributario de las setenta familias colonizadoras que fueron en pos de la vitalidad productora de aquellos campos brutos, que resultaron tierras de pan llevar. Interín el ferrocarril seguía evacuando, con rumbo a Bahía Blanca, el tributo del bosque que llegó a significarse, en números redondos, con 300.00 toneladas.
Fué una lucha tenaz aquel comienzo—nos dice el señor Fortunato A.—Pero no pudo el pesimismo ambiente contra la visión clara que se había apoderado de mi espíritu. Sin defecciones, sin desmayos, con fe sincera en el porvenir, emprendí la labor. Los cultivos primeros fueron de prueba y por administración. Bien pronto me dí cuenta del valer productivo de toda la zona. Y fué una comprobación muy grata para mí poder apreciar que el éxito de la agricultura en esta comarca, está basado, más que en la cantidad, en la oportunidad de las lluvias, 400 milímetros que es el promedio anual, bien distribuídos y a su tiempo, bastan para levantar buenas cosechas.
Esta obra tuvo, como era de esperarse, su grata repercusión vecina. Pasado el Rubicón con tan buen éxito, se arremangaron los vecinos a tentar fortuna en la colonización. Campos de Esturizar, de Ataliva Roca, Roca de Bollini, Madero, García, etc., que no habían intentado aventar, siquiera un grano, al erial, roturaron francamente el baldío, seguros que la tierra no sería esquiva a sus afanes. Ocho años han bastado para transformar la fisonomía comarcana. El pueblo, la colonia, el campo pastoril, el molino, el alambrado divisor, el camino insinuante, han operado la transformación vertiginosa de la selva huraña. Y si para el sentimentalismo nativo, cabe la melancólica añoranza de los árboles criollos que se fueron en la lenta agonía de las cosas, con su sombra, con sus aves, con sus nidos, con su fragancia, arrastrados por el torbellino de la conquista, signos de progreso definitivo, ponen su nota augural en la maquinaria moderna que surca, que siembra, que engavilla, que arrastra; en el seleccionamiento de los cultivos y los ganados; en el bienestar invalora{110}ble de la campiña, tecnificada ya, y hasta en el canto de los labradores, calandrias de la civilización...
Pero no para ahí la obra eficiente y porfiada de este hombre emprendedor, de esta “garra”, en el sentido generoso del vocablo. Fortunato A., Júpiter de los caldenes,—si cabe el teogonismo pagano atribuído a las florestas pampeanas, donde puede el caldén, como el roble, ser símbolo de suprema fuerza forestal—lleva sus hachadores al sur, a las márgenes del río Colorado. Pero, hombre de empresa y civilizador a la vez, ha de buscar, como lo indicamos en nuestro capítulo anterior, una combinación novísima, capaz de dar la nota más alta, completa y educativa en nuestras especulaciones agrícolo-ganadero-forestales: la “chacra-monte".
No conocemos en la economía forestal el precedente que se haya anticipado a esta explotación “sui-géneris". Alemania, cuya política arbórea culmina en sabias legislaciones sobre bosques, pudiera tal vez, darnos entre sus disposiciones algún ejemplo análogo. Inglaterra no nos lo da. Ni Francia. Ni España mismo, que posee una de las codificaciones más avanzadas sobre bosques, y que a partir del Fuero Juzgo, que dejaron los godos—¡hijos de las selvas, al fin!—y las pragmáticas de los reyes Católicos, supo distribuir con mesura el patrimonio de las florestas. Ni Estados Unidos, que comenzó su conquista agraria con el incendio de sus selvas, y que, pueblo arrebatado y nuevo, no tenía noción de aquel sabio código de Castilla, que decía en su libro 8.º, título 2.º: “si algún onme enciende monte asieno o árboles de cual manera quier, préndalo el iuez, e fagal dar C azotes e faga enmienda de lo que quemó, cuemo asmaren onmes buenos"... Felizmente, para la gran nación del Norte, su fiero empuje arrasador buscó el correctivo en el culto a las plantas, extremoso y sentimental.
¿Cuál es el plan de Fortunato A.? En síntesis, crear un tipo montaraz, el hachador-labriego, que se arraigue a la tierra, que deje de ser el saltamontes, el gandul, el obrero paria, hecho a la herramienta devastadora como una prolongación cruel. El leñador, en esta nueva escuela del trabajo, sabrá bien que si desbroza la maraña, sobre el suelo domado, para él germinará la{111} espiga que fecundará su sudor. Y con esta perspectiva, educadora y franca, ha de ser piadoso con la selva, respetando los árboles de sombra, que diseminados por el campo, abierto a los sembríos, abrigarán al ganado de sus dehesas, como preveía la pragmática de Carlos V. sobre la prudencia en las explotaciones, por que “hay mucho desorden en los disipar; de que resulta que no hay abrigo para los ganados en tiempo de fortuna y gran falta de leña".
Mucho y bueno debemos esperar de esta iniciativa que abrirá nuevos horizontes al leñador, mientras se pueblan comarcas nuevas y se fecunda la virginidad de aquellas tierras del Colorado, que son un misterio todavía para el espíritu descreído de Buenos Aires.
De cien leguas es la superficie que acaba de arrendar A. a don Dalmiro M., sobre la margen izquierda de aquel río. ¡Imagináos las sorpresas que puede guardar este feudo al empuje civilizador! Selvas impolutas, aguardan en la misteriosa soledad, la hora en que la mano del hombre vaya a adueñarse de aquel “summum munus homini datum”, que atribuía Cicerón a los bosques; praderas cerriles, que esperan la caricia sensual del arado, para abrirse en estupenda maternidad; salinas riquísimas, como lagos árticos, sólo conocidos por las aves; poéticas cuchillas y hondonadas feraces...
Hasta este fundo inmenso llevará el ferrocarril del Sur sus rieles, movido por el interés común. Son 75 kilómetros de línea, comenzada ya, que facilitarán la conquista, empalmando en el trayecto de Gaviotas y Río Colorado. Sobre esta intersección, tenemos fe en que ha de organizarse, en forma vertiginosa, una ciudad de porvenir, núcleo central del Sur pampeano.
Conjuntamente con estos campos, el señor A. ha adquirido 40.000 hectáreas vecinas, que comprende el campo de los Achával, en cuya superficie desarrollará con preferencia, su plan de colonización. Hasta allí irá un ramal de 5 kilómetros, cuyas ventajas allanarán los preliminares de la cultura agrícola a que están destinados.
Hasta el presente la comarca vecina a estos campos desconoce en absoluto las labores agrícolas. Algunas vegas están pobladas de ganadería lanar, pero en forma{112} de crianzas rudimentarias. El futuro centro de población, el ferrocarril, que ya comienza a afirmar sus durmientes y la explotación mixta que usufructuará el monte y hará rendir forraje y cereal a la tierra desbrozada, van a sacudir la molicie del Sur y a abrir un nuevo horizonte industrial y económico a la Pampa, completando para el gran territorio, la cenefa que cerró magistralmente Pico por el Norte y por el Este el rosario de pueblos recostados sobre el Meridiano Quinto.
Forestal. Perteneciente a los bosques.
Ciclo. Período.
Boyal. Relativo a los bueyes.
Tierras de pan llevar. Las que son aptas para el cultivo del trigo.
Rubicón. El Rubicón es un pequeño río del norte de Italia que, en época de la república romana, separaba las provincias gobernadas por Julio César de las que administraba Pompeyo. Cuando aquél se dicidió a luchar contra el segundo, atravesó el Rubicón al frente de sus soldados, con lo que, al invadir el territorio de Pompeyo, iniciaba la guerra. Desde entonces se dice “pasar el Rubicón”, para significar que se inicia alguna empresa difícil al vencer el primer obstáculo.
Sui géneris. Expresión latina que se emplea para denotar algo especial, que no puede ser confundido con cosas análogas.
Fuero Juzgo. Leyes españolas del tiempo de los godos.
Si algún onme enciende monte asieno o árboles de cual manera quier, préndalo el juez e faga dar C azotes e faga enmiendo de lo quemó cuemo asmaren onmes buenos. (Tomado al pie de la letra del texto del Fuero Juzgo, en castellano antiguo). He aquí la correspondencia literal en castellano moderno: “Si algún hombre enciende monte ajeno, o árboles, de cualquier manera que sea, préndalo el juez y haga darle 100 azotes, y pague (el incendiario) indemnización por lo que hizo, según lo estimen personas honestas y entendidas".
Pragmáticas. Leyes, ordenanzas.
Impolutas. Que no han sido exploradas; vírgenes aún.
Summum munus homini datum. Expresión latina: la mayor riqueza dada a los hombres.
Vega. Tierra baja, llana y fértil.{113}
—Lihuel Calel—nos informa en General Acha un fuerte afincado en el Noveno Departamento—es una tierra rica en minerales de cobre y oro... ¿Por qué no la visita?
Deseos tendríamos, en verdad, de hacer una excursión a estas montañas, que, con la Sierra Chica, constituyen un raro sistema orográfico perdido en la inmensidad de los campos; pero nuestra visita, a simple título contemplativo, a ninguna explicación concreta podría arribar sobre las condiciones científicas de aquellos minerales. El viejo beneficio, que tentó la codicia de algunos mineros profesionales en el espacio de veinte años, a partir de 1885, está completamente abandonado. Baste saber, a mérito informativo, que los pozos cavados en este asiento, tienen algunos una profundidad de setenta metros. El explotador de las minas de Lihuel Calel, fué don Juan de Dios Sepúlveda, quien las trabajó durante diez años enviando su producto a Chile. Durante los años de 1902 a 1903, la explotación estuvo en manos de una compañía de Bahía Blanca. El embarque de minerales se hacía por Pichi Mahuida—F. C. S.—a veinte y cinco leguas de distancia. Probablemente, los gastos originados por el transporte fueron óbice para continuar la explotación. Y ahí están los trabajos paralizados, a la espera, tal vez, de que se formalice la línea proyectada por el ferrocarril Pacífico, de General Acha al occidente, acortando en una tercera parte la distancia ferrocarrilera que conviene a la explotación.
La minería, industria incipiente todavía en nuestro país, no ha despertado en este territorio el interés de la empresa. Los buscadores de fortuna, tentados por el oro de las mieses, no salen de las especulaciones trilladas. Las arenas de estos médanos—no es una novedad para nadie—poseen un buen porcentaje de pirita de fierro. Esta proporción que por su abundancia pudiera tener su interés para la industria minera, vale{114} mucho más para la explotación agrícola, en forma indirecta y en el sentido práctico de los colonos. El aprovechamiento racional está en la inmovilidad de esos médanos ferruginosos, y sobre ellos el cultivo adaptable y eficaz. Engolosina, de primera intención, la riqueza metálica de las arenas. Pero no se pone en cuenta las dificultades y el costo de la explotación. Es un ingenuo lirismo esta novedosa teoría de explotar los médanos, alejándolos de su destino natural de ser tierra firme con el tiempo. Y hasta hay personas graves, que nos dicen con énfasis, como si hubieran encontrado la piedra filosofal:
—¡30 por ciento de fierro! ¡Si es una riqueza colosal!...
Ante este entusiasmo desmedido en vías de dar consagración a una novelería, cabe preguntar, lo que sería de esta Pampa, si le quitaran el hierro que constituye, precisamente, el poco de densidad de sus médanos. Las dunas, lejos de civilizarse con plantaciones y sementeras, se convertirían en un piélago de arenas indóciles, reacias a todo empeño de cultura agrícola y de inmovilidad, destinadas a eterno juguete de los vientos y azote de las poblaciones...
Cuando el general Roca, a punto de culminar su campaña civilizadora, llegó al río Colorado, los oficiales descubrieron en las arenas vecinas una mezcla poderosa de fierro titánico. Por medio de un imán, se extrajo el mineral; y era tan pequeña la cantidad de arena pura, que quedaba, después de esta separación, que apenas rendía un diez por ciento... Esta existencia de fierro titánico, que venía a dar la presunción de un arrastre aurífero, despertó en el público una gran predisposición por las tierras del Colorado. Felizmente no se produjo el éxodo californiano, a pesar de la aseveración optimista de los sabios teutones que acompañaban la expedición. Quedó, sin embargo, un vaticinio augural, que suscribió el redactor militar de la cruzada.
—Tengo la esperanza—decía el coronel Olascoaga—de oir decir un día que se ha descubierto un rico lavadero o mina de oro en cualquier parte del río Colo{115}rado; y más probable entre sus nacimientos y las inmediaciones de Pichi Mahuida.
Van corridos treinta y ocho años y aun la profecía está en pie. Aquellas tierras se han poblado, pero el oro del ensueño no ha despertado aun la avidez de los buscadores.
Tal, la amable fábula de esta industrialización de los médanos, con la diferencia que exprimir el hierro de los médanos sería fomentar el Sahara infecundo, despiadado y eterno...
Cuando se estudie con detención el subsuelo de la Pampa, nada de extraño será que se abra un nuevo horizonte capaz de concentrar fecundas actividades. Este territorio, geológicamente considerado, es una prolongación de las pampas mendocinas que tienen su punto de arranque en las nacientes del Atuel, en donde los cateos acaban de revelar la existencia de carbón (que ya se explota), alquitrán y petróleo, fuera de los ricos minerales de cobre, conocidos y trabajados de tiempo atrás. Esta derivación es probable que nos reserve algunas sorpresas. La necesidad de buscar el surgente, que es la vida económica y firme de los cultivos intensivos, ha de despejar la incógnita en el momento menos pensado, revelando la existencia de hulla o la cuenca petrolífera significada en fecundo nacedor.
Lihuel-Calel. (Voz araucana). Pico de serranía.
Contemplativo. De “contemplar”: mirar, registrar, considerar profundamente.
Beneficio. Labor que se da a los campos, árboles, minas, etc.
Pirita de fierro. Mineral con azufre, arsénico y hierro.
Enfasis. Fuerza de entonación con que se acentúa lo que se dice o se lee.
Piélago. Poéticamente, significa “mar".
Teutones. Alemanes.
Cateos. De “catear”: voz antigua y americana que significa “buscar, descubrir, especialmente minas".
Nacedor. Expresión campera (término nuevo) que significa “manantial de agua".{116}
La sal común es el único mineral que actualmente se explota en la Pampa. Las fuentes productoras están al sureste, comprendiendo tres o cuatro lagunas en los departamentos Tercero y Cuarto. Estos criaderos de sal en pleno beneficio hoy, fueron focos de atracción otrora de las tribus nómades que pululaban por el desierto, antes de la campaña militar. La labor elemental y rendidora de la explotación, y el abandono en que yacían estos bienes del Estado, dieron pie a la depredación de las indiadas, completando así, con las haciendas mal habidas, el comercio inmoral en los mercados de ultracordillera.
—Yo he visto con mis propios ojos—nos dice un anciano, peón todavía en Pico—¡ah, criollo!—que actuó como soldado en toda la campaña, desde los preliminares de Alsina hasta la concentración histórica de Choele-Choel—yo he visto las arrias indígenas, cargadas de sal, camino de Naicó, rumbo a las cordilleras. Y le garanto que eran por lo menos cincuenta cargueras y más de treinta lanzas que les venían pisando los garrones... Estaba yo entonces, destacado en patrulla volante y bajo las órdenes del comandante Clodomiro Villar... Eramos diez de la partida, internados campo afuera, siguiendo los rastros de una indiada, que había pasado tres días atrás. Como a doce leguas de la laguna Mari Mamuel, la cruzada de un monte de caldenes nos separó y quedé con dos soldados entre unos medanales más traicioneros!... sin víveres, sin pilchas y hasta sin tabaco... ¡pa pior! Era una corajeada bárbara... A eso de oraciones habíamos descendido al reparo de una barranquita, cuando vimos pasar como a dos cuadras, como botón de chaleco, a la indiada... Venían del lao de las salinas... ¡La suerte que no nos habían tomado el olor!...
—“¿Atacamos?"—les pregunté a los muchachos.
—“¿Pa qué?"—me dijeron...—¡Si es al ñudo!... ¿Pa que nos pongan como arneros a lanzasos?...{117}
—Tenían razón. Era morir. ¡Sin güelta! Morir en lay, pero sin provecho para la nación. Y le garanto que sentí como qu’el corazón se me achicaba. Y pensé en los versos de Martín Fierro que sabía leer mi sargento en el fortín de Carhué:
En Macachín, gentilmente acompañados por un progresista vecino, uno de los iniciadores del progreso agrícola-ganadero de la comarca, hemos visitado las{118} Salinas Grandes, distante tres leguas del centro urbano y bajo la explotación, actualmente, de la Compañía Introductora de Buenos Aires.
Un auto volador—es el automóvil, elemento de locomoción consagrado en toda la Pampa—nos pone bien pronto sobre el camino, entre sementeras y predios alfalfados que son una maravilla. Minutos después, desde una lomada que bordea la ribera, se domina la cuenca extendida como un inmenso manto color gris. Estamos en presencia de uno de los más cuantiosos criaderos de sal de la Pampa. El panorama es absolutamente nuevo. Se diría un lago de nieve, donde el cielo indeciso de la tarde ha impuesto su brumosa palidez. El trajín de la ribera, nos habla con elocuencia del emporio industrial. Se destaca, en primer término, el cuerpo principal de la fábrica, a la izquierda, con sus galpones espaciosos y bien construídos. Se alínean, a renglón seguido, las casas de los obreros, uniformes, aseadas; la maestranza, el depósito de maquinarias y otras dependencias auxiliares; luego la casa de la administración, aparte, a la derecha, sobre la barranca poetizada un tanto entre enredaderas y jarillas.
La impresión que nos causa este asiento salinero, es la de un puerto mediterráneo y singular. Un puerto sin barcos, pero con aparejos, con desvíos, con todo el aparato ribereño para la carga y el transporte y—¡asombráos!—con su largo muelle de punta que se interna decididamente hasta el corazón de la salina. Por este muelle, corren las locomotoras y el convoy industrial transportando la sal virgen, descortezada a la laguna.
Hemos querido presenciar la faena para recoger nuestra impresión objetiva sobre esta gran industria. A lo lejos, muy lejos, hormiguean unos puntos negros perdidos en el piélago impoluto de la salina. Son los obreros que apilan el noble producto en las parvas alineadas a lo largo del carril. Dos puntos más grandes, definidos con contornos de maquinaria, se mueven también, rastreando en ruta ondulada sobre la tersa superficie. Son los motores que traccionan los aparatos raspadores.
¿Qué distancia nos separa al foco de labor? Sobre el manto blanco, sin un punto de comparación se pierde{119} el cálculo del trayecto. Para nosotros no puede pasar del kilómetro la distancia. Y nos ponemos en marcha. Primero seguimos sobre el muelle a paso largo. Pero el muelle es como una aguja interminable. Después comenzamos a cortar campo sobre la sal endurecida, salvando, sin dificultad, los charcos de agua pluvial esparcidos por todas partes y que no han entrado todavía en el estado de saturación, con los 25 grados Beaumé de base para su cristalización. Un hálito salobre se compenetra en nuestro cutis. Los labios son de sal; las manos se alisan notablemente. Sin sentir, vamos ganando trecho; pero los puntos que hormigueaban a lo lejos, siguen siendo los mismos puntos, a la lontananza como si nada hubiéramos adelantado en la incursión. Por fin llegamos.
—¿No sabe cuánto hemos recorrido?—nos interroga el administrador de la salina, que nos ha acompañado en la travesía.
—¿Una legua, quizá?...
—No tanto; pero algo así como unos cuatro kilómetros largos.
La novedad de la labor atempera el poco de cansancio que se ha apoderado de nosotros. Con razón, el señor P. no ha querido moverse del puerto, abstraído tal vez, en la poesía del panorama...
La tarea es simplísima. Los motores—una especie de Champion, de 25 caballos de fuerza, a nafta—mueven un aparejo sencillo, patentado por la empresa. Este acoplado, consta, en síntesis, de una cuchilla como de un metro de largo que funciona en sentido perpendicular a la dirección que lleva el motor y raspa el suelo horizontalmente. El funcionamiento elemental de este aparato nos recuerda el aplanador que usan los hortelanos, una especie de arado superficial que va desmontando suavemente las sinuosidades del terreno. Sobre este implemento, que en esta explotación obra de máquina fundamental, dos hombres gradúan la labor y levantan la cuchilla a espacios de tiempo regulares, formando así pequeños montículos de sal. Viene, entonces la operación de los paleros y acarreadores. De la superficie, pasa la sal, en carretillas, a las pilas. Luego, al{120} “decauville” y después a la línea central, al muelle, rumbo al puerto.
La labor, de la extracción, por lo mismo que es sencilla, es rendidora. Un peón, tomado en conjunto con relación a los diversos menesteres del ingenio, vale por algo más de dos toneladas diarias. Gana un jornal de tres pesos, estirable a seis, en tiempos de cosecha.
En épocas de trabajo intenso, han laborado en la extracción hasta cuatrocientos obreros con un rendimiento de mil toneladas por día. La faena no es tan pesada como la de los leñateros ni la de los emparvadores de cereal, salvo durante el rigor de las estaciones, con la crudeza de los fríos pampeanos y el azote del sol del estío. El esfuerzo muscular, por otra parte, no es abrumador. Reina el mayor orden y aseo en estas labores fiscalizadas por capataces expertos. Durante el trabajo, un convoy de víveres y elementos de uso personal, ocupa el desvío, contribuyendo a la economía de tiempo y a la higiene reclamada, por el trabajo. Actualmente los hombres de labor de este ingenio alcanzan a 140 con un rendimiento de más de 200 toneladas de sal por día.
El yacimiento de esta laguna es inagotable, no sólo por la profundidad de algunos de sus criaderos, si no por la cooperación de las aguas pluviales que contribuyen, al saturarse, al crecimiento por yuxtaposición del preciado mineral. El raspaje se practica superficialmente, porque el espesor no es el mismo en toda la laguna. Hay parajes, determinados ya por el calado, en donde la sal se concentra en núcleos de consideración, formando lo que podríamos llamar la verdadera mina.
Veamos ligeramente lo que compete a la faena de industrialización. Las vagonetas del convoy vuelcan su carga de sal gruesa en unos buzones cilíndricos de cedazos metálicos y en donde el mineral se somete a un lavado con agua dulce, a fin de quitarle las impurezas superficiales. De ahí, recogida nuevamente la sal por un convoy que circula a nivel inferior, es llevada a los departamentos de laboración para la molienda. Allí se practica la separación. La sal gruesa que ha de salir al mercado, no requiere preparaciones accesorias. Se{121} embala en bolsas, simplemente. La sal de mesa, pasa al molino—que no tiene diferencia fundamental con el harinero—y después de la acción de práctica, bajo la fuerza de pistones y trituradoras, queda en condiciones de consumo.
La sal de Salinas Grandes, por el resultado de sus análisis y su agradable paladar está conceptuada análoga a la sal de Cádiz, de fama universal. La sal de mesa se prepara en bolsitas de tela blanca, de un kilo de peso y se ha difundido bajo la marca de Dos Anclas.
De las salinas parte una línea de trocha angosta hasta la estación Hidalgo, distante nueve kilómetros. Por este tren industrial se evacúa el producto sobre la línea del Pacífico. Para tal servicio, la empresa cuenta con 10 locomotoras y más de 300 vagonetas de transporte. La sal de este yacimiento se distribuye en todo el país.
Nuestra impresión general del establecimiento y sus dependencias ha sido inmejorable.
Regresamos. La tarde agoniza. Nuestra máquina vuela por el camino amplio y polvoroso. Del campo dormido, viene como una suave caricia del perfume de los pastos artificiales. Venus se abre en el cielo con su luz radiosa y tutelar. Al cruce de un camino se intercepta una tropa de vacunos que vuelve de la feria en bulliciosa caravana.
—¿De quién son, ché?—interroga nuestro acompañante a los reseros.
—De don Fulano... No alcanzaron a venderse por falta de tiempo... Estuvieron fuerte los negocios...
Aquella tarde—supimos después—en la feria de Macachín se habían vendido animales por más de 100.000 pesos...
Pululaban. De “pulular”: abundar y bullir en un paraje personas o cosas.
Depredación. Pillaje, devastación, saqueo con violencia.
Pilchas. Expresión criolla que significa “prendas de vestir” o las correspondientes a la silla de montar (recado).
Locomoción. Mudanza de lugar, movimiento de traslación.
Maestranza. Lugar que ocupan los talleres.{122}
Jarillas. Arbusto difundido en la zona pampásica.
Traccionan. De “tracción”: acción y efecto de traer o de arrastrar.
Sinuosidades. De “sinuoso”: torcido, quebrado, irregular.
"Decauville". Expresión francesa para indicar pequeños trenes de carga, o las líneas o vías sobre las cuales corren, que son de trocha muy angosta. Pronúnciase “decovil".
Ingenio. Expresión americana con la que se indica un establecimiento en el cual se benefician minerales o productos de la tierra.
Yacimiento. El sitio donde se halla un mineral, fósiles, etc.
Yuxtaposición. La forma de crecer los minerales, al revés de las plantas, superponiéndose.
Cedazos. Tela de fibras, o metálica, destinada a separar en ciertas operaciones las partes gruesas de las finas.
Venus. Uno de los más bellos planetas, que alumbra al anochecer o al amanecer, llamado comúnmente “el lucero del alba".
Mari Mamuel. (Voz araucana). Diez árboles.{123}
La línea férrea de Valentín Gómez a Winifreda la hemos recorrido en una mañana de noviembre. El día es amable, soleado, tibio. Hay alegría, verdor y luz en las praderas. La primera impresión, inconfundible, al cruzar tierra pampeana, es la laguna, volcada junto al tren sobre un campo de gramillas silvestres. La garbosa novillada, de inequívoco tipo Durham, de pulpas firmes, de líneas gráciles, y en vísperas, tal vez, de frigorificación, se ha dado cita junto al agua, tranquila, familiarizada ya con el bullicio ciclópeo del tren...
Winifreda, es una alquería, con contornos de pueblo, que nos produce, de llegada, buena impresión. La calle principal, se abre a lo largo de la vía, abarrotada de pequeños negocios: la fonda, la botica, la peluquería, el almacén. Más allá, la carnicería. Se comienza el diseño de las calles adyacentes. Se aguirnaldan de verde follaje algunos sauces, en la línea de la acera que da al tren. Pero, con displicencia, a la ventura, sin propósitos de edilidad. Numerosos galpones junto a los desvíos, anticipan la exigencia agraria de abundosas cosechas. Basta este síntoma de los tinglados, para adjudicar la importancia de la región. Así como la estación sin pueblo, nos da la idea del latifundio ganaderil vecino, la estación pobre en galpones, nos habla con elocuencia de cosechas precarias o de una incipiente agricultura. Winifreda se sintomatiza como comarca productora en esta exteriorización de sus trojes de hierro galvanizado, en donde vuelcan los colonos sus ingentes cosechas. Se puebla la estación a la hora del tren. Hormiguean los sulkis por los caminos y las chatas promiscuas. Algunas bateas rusas fuertes, sin elásticos, trasunto de la estepa ventosa o de las tierras de pan, de Odessa, se prodigan en la cancha de espera junto a un par de baqueteados automóviles, signos de prosperidad colonial.
Espléndidos están los trigales. En esta zona se ha cultivado este año alrededor de 70.000 hectáreas.{124}
Hace algo menos de ocho años que se organizó esta colonia. Campos pelados, incultos aún, sin la más remota perspectiva de ferrovía, fué una valiente empresa afrontar su cultivo. Todo el mundo—es decir “celui que ne comprend pas"—puso su irónica dubitación en la aventura. Aquella era una utopía, una empresa descabellada. Si la estación próxima dista más de cuatro leguas de la zona de producción—aconseja la economía agrícola—no compensa los gastos de acarreo. Más de diez leguas tuvieron que recorrer los primeros trigos de Winifreda.
—Las grandes dificultades—nos dice el organizador de esta colonia—las tuve al principio. Aquella de encontrar agua potable, fué un problema. Después de consecutivos e infructuosos ensayos, pude allanar el obstáculo, encontrando napas muy buenas. Créame que los tres primeros años fueron para mí un verdadero fracaso. No desmayé, sin embargo. Seguí proporcionando a mis colonos elementos, semillas, dinero, para que no se malograra la labor.
—Pero ha triunfado al fin...
—No puedo quejarme. Moralmente, siento la gran satisfacción de haber dado vida a una rica zona de la Pampa, luchando abiertamente por su cultura agrícola, por su población y por su expandimiento ferroviario.
“Suele haber, sin embargo, un cierto prejuicio con los extranjeros—arguye, con cierta amarga ironía.—La creencia de que nuestro único móvil es embolsar dinero, no siempre es razonable y justificada. Verdad es que nadie trabaja por amor al arte... Pero, puedo asegurarle que esta empresa colonizadora me ha costado muchos quebrantos en los primeros tiempos. ¿Que han reaccionado las perspectivas? ¿que después de tan rudo bregar debo recoger el fruto de mi empeñosa labor? No hay duda alguna. Pero, aun en el éxito, no se dirá que abandono a mis colonos...”
Y, a renglón seguido, nos muestra en su copiador, el documento de garantía subscripto a favor de una veintena de sus colonos, con el Banco de la Nación en General Pico, por una suma superior de 20.000 pesos en garantía de dinero para levantar las cosechas.{125}
Cierto es que la recolección está ad-portas; que se anticipa un óptimo rendimiento—noviembre se desliza temprano y parejo.—Pero estos buenos augurios que pudieran desvalorizar la acción prestataria, frente a la pronta y segura recompensa, suelen ser humo de paja cuando ha de venir el granizo, las heladas y aun las fuertes lluvias de fines de primavera, verdaderos turbiones que malogran el trigo hasta en la misma parva. El colono no está seguro hasta que tiene su grano en las planchadas o lo ve alejarse en los vagones del tren.
La colonia de que hablamos lleva el nombre simbólico de La Espiga de Oro. Su éxito, formalizado en estos tres últimos años, ha dado pie a la organización de otras colonias vecinas tributarias de la estación Winifreda: La Delfina, La Paz, Santamarina, etc. Actualmente La Espiga de Oro tiene bajo cultivos una superficie de 20.000 hectáreas, siendo sus colonos, alemanes católicos y protestantes.
Fueron treinta las familias fundadoras de este campo. De entonces acá, los años han tenido sus veleidades. Los últimos cinco pueden significarse por dos cosechas malas y tres buenas. Se dijera que el complemento del ferrocarril, estableció, en definitiva, la bonanza de la región. Actualmente ocupan la colonia 108 familias, subarrendatarios que pagan como locación el 16% de la cosecha, con contratos por cinco años y por lotes de 100 a 300 hectáreas.
Los campos de esta colonia son de tierra firme, exentos de médanos. El agua está de 6 a 15 metros y la tosca a dos. La ganadería es muy precaria.
Las habitaciones de los colonos constan de dos piezas y cocina. Son muy reducidos los mejoramientos que introduce el colono en su vivienda, pues su carácter de locatario, que ha de abandonar su predio al finalizar el contrato, no le da bríos para tonalizar el rancho con cultivos forestales ni reformas que han de quedar en la tierra. La maquinaria, eso sí, es de propiedad de cada familia. Los colonos utilizan las espigadoras Mc Cormick y Deering. No usan cosechadoras, ni engavillan. Espigan.{126}
Nos interesamos vivamente por algunas características morales de la masa, su grado de comprensibilidad en los negocios, etc.
—Nuestros colonos—nos dice el administrador de La Espiga de Oro—constituyen un tipo de excelentes cultivadores. Son laboriosos, tenaces, fuertes; pero les falta espíritu de iniciativa. No tienen preparación técnica, y en consecuencia no trabajan con sagacidad los campos feraces. Son, por otra parte, analfabetos en su mayoría. Estas circunstancias contribuyen a dificultar las operaciones comerciales y bancarias, aguzando en el colono el instinto de conservación hasta el punto de cometer torpezas que pudieran sospecharse de acciones deliberadas y dolosas ocultaciones.
Nos agrada conocer esta semblanza de los colonos, presentada por el administrador como un rasgo saliente de su étnica. A nosotros, que hemos visitado todos los núcleos coloniales del territorio, se nos antoja que estos perfiles no definen un temperamento ancestral, refractario a todo perfeccionamiento. Rusos más hoscos y colonos trapisondistas hemos encontrado en el camino, modificados en su temperamento primitivo por los beneficios del predio propio. Cuando se solucione el problema agrario, ya hemos de ver que todas las razas serán igualmente aptas para tecnificar y ennoblecer los cultivos. Y será, sin duda, esta Pampa generosa, el gran crisol en donde se han de retener, fundir y unificar los pueblos migradores en un tipo común.
Felizmente para la colonia, ha comenzado a funcionar la escuela pública, bajo el patrocinio de la nación y con más de cuarenta educandos, costeada en su mayor parte con el producto de algunos festivales y donaciones.
Vecino a La Espiga de Oro, el mismo propietario cultiva, por igual sistema de arrendamiento, la colonia El Guanaco, con subarrendatarios alemanes. El terreno es algo inferior en calidad a La Espiga de Oro y más distante de Winifreda. Los colonos pagan el 15% en especies sobre las cosechas y por concepto de arrendamiento.
Como se desprende de estas ligeras apuntaciones, es de gran porvenir esta comarca, hecha pródiga merced a{127} la valentía de una vertiginosa colonización. El tren, que llegó un día, después que el esfuerzo promisor maculara la tierra virgen, para recoger el premio generoso, no ha de estacionarse allí. Nuevas tierras al oeste reclaman sus paralelas de hierro. Mientras tanto, Winifreda, que se anticipó a la conquista, irá urbanizándose poco a poco—no bien desaparezcan ciertas trabas que se oponen a su expansión edilicia—hasta transformarse en un centro de primer orden llamado a desempeñar un papel importante en aquella extendida región de los trigos.
Gramillas. De “gramíneas”: pasto silvestre difundido en nuestros campos.
Inequívoco. Que no da lugar a equivocación ni duda.
Ciclópeo. Gigantesco.
Edilidad. De “edil”: Correspondiente a la acción municipal en pueblos o ciudades.
Tinglados. En el caso presente, significa sitio o local en las estaciones ferroviarias, destinado a depositar cereales o frutos del país.
Promiscuas. De “promiscuo”: mezclado en confusión y sin orden.
Estepa. Llano extenso de escaso cultivo.
"Celui que ne comprend pas". Expresión francesa que significa “aquel que nada sabe". Se pronuncia: “Celuí que ne comprán pa".
Dubitación. Duda.
Utopía. Plan teórico, irrealizable; proyecto ilusorio; cálculo vano.
"Ad-portas". Expresión latina: en las puertas.
Prestataria. De “prestar”: dar o entregar una cosa con la condición de devolverla.
Precaria. De poca duración, inestable.
Dolosa. Falaz, engañosa, fraudulenta.
Trapisondistas. Enredistas.
Migradores. Que pasan de un país a otro para radicarse en él.
Patrocinio. De “patrocinar”: amparar, resguardar, cobijar, apoyar.
Promisor. De “promisorio”: que encierra promesa.
Maculatura. De “macular”: deslustrar, manchar. En el caso presente significa quitar la virginidad al campo silvestre.{128}
Las cuarenta leguas que separan a Pico de Santa Rosa, las acabamos de salvar en automóvil, dejando para más adelante nuestra visita detenida a los campos pastoriles del norte.
Fué el 3 de septiembre. Una lluvia torrencial diluviaba sobre la tierra sedienta. El viento sopló del sureste, un viento agresivo que no cesó sino a última hora de la tarde. El ganado vacuno, que puebla los gramillales y campos de alfalfa en todo el trayecto de Pico a Catriló, venía a embolsarse en el alambrado del camino, paralelo a la línea del ferrocarril, viento abajo, inmóvil y resignado ante el azote del temporal. Fué para nosotros una oportunidad preciosa aquella de poder observar el enorme tesoro ganaderil de las grandes praderas, en todos sus ejemplares de excelente mestización, que se daban cita a lo largo del camino en filas interminables, verdadero certamen de gordura, de tipo, de calidad.
Los vientos de la comarca del norte, antes tan bravíos y desatados, se han venido atemperando paulatinamente. Maracó, Rancul, Realicó, Chapaleufú, Trenel, Conhello, Quemú-Quemú, han sufrido una transformación radical con los cultivos, y lo que es más sintomático para el arraigo territorial, una transformación meteorológica. Es la obra de la civilización de los campos la que opera el fenómeno. Los cultivos atraen las lluvias, modifican los vientos, estabilizan los arenales. Sin embargo, no podemos decir que se ha llegado a la verdadera protección de las sementeras y los alfalfares con la divulgación de los cercos vivos. Esto importa un problema, sobre todo cuando se trata de lindes extensos y es menester preservar los cercos protectores, incipientes aún, de la zaña destructora de las liebres y las vizcachas. Para felicidad de los colonos, las liebres en esta zona van desapareciendo poco a poco. Hace algunos años se propagó un flagelo que no llegó a sintomatizarse con exactitud, pero que se hizo sentir como{129} una racha destructora para la especie. El daño, que se generalizó como una epidemia en toda la región del norte, se singularizó con una característica particular: las liebres venían a morir en los caminos. Esta circunstancia facilitó la limpieza de los predios pastoriles. Después de este azote, la invasión de las liebres se dirigió al suroeste, quizás para no volver más sobre la rica zona. Queda aun la vizcacha difundida por los campos. Pero su extinción es mucho más sencilla y su obra de devastación se circunscribe alrededor de su madriguera, dando facilidad al colono para localizar el ataque.
Algunos chacareros previsores han ensayado el cerco vivo con buenos resultados; otros han colocado tejido en el linde de sus cultivos o alfalfares. Pero este sistema precaucional es dispendioso y sólo tiene efecto contra las plagas de las liebres. Lo importante sería conciliar la defensa contra los vientos. De ahí el cerco vivo. Tenemos fe en que no han de pasar muchos años en que estos campos feraces, subdivididos por granjas y potreros, se pueblen de arbolados. La lluvia de este día, lluvia de oro para los sembrados nacientes, pero que chasqueó sin piedad sobre el lomo de las bestias como las cuerdas de un látigo movido por el aquilón, interrumpiendo el tranquilo pacer del ganado, nos dió idea clara de la necesidad de difundir el forestal por los campos, para la grata sombra en el estío y el reparo en la crudeza invernal.
Muy pocos árboles hemos visto en el largo trayecto. De vez en cuando algún sauce en eclosión de yemas, rompía la línea ondulada del paisaje. Siempre el molino junto a la vivienda reclamando la fuerza del viento para regar la huerta o abrevar al ganado; raras veces el árbol. Hasta los mismos focos de población, nutridos ya, poco culto le dedican a las plantas. Se explica esto por el carácter genuinamente comercial de los centros urbanos que se suceden en el camino. ¿Qué importan los eucaliptus, el sauce campechano, los paraísos fragantes, el jardín sencillo, en la fonda de la estación o la tienda de abarrotes, destinados a servir al elemento movedizo y migrador de la colonia? Pero los centros que se conglomeran a la ventura por el propio des{130}arrollo vegetativo y por exigencias de la vecindad colonizadora, van municipalizándose poco a poco y es necesario pensar en la edilidad definitiva, carente de incentivo sin la propagación civilizada del árbol. Dorila, Quemú-Quemú, Relmu, Catriló, Lonquimay, La Gloria, Uriburu, impresionan gratamente por su intensidad de vida mercantil, pero no por la influencia emotiva que deja el árbol, signo de avanzada civilización. Sólo Miguel Cané, que cruzamos en el trayecto, se engalana profusamente con atavíos forestales. Cada casa tiene su huerta y por sobre las chapas de hierro de sus techados asoma la alegría de un vegetal. Suponemos el tono alegre de la alquería, destacándose del paisaje pampeano en un día claro de primavera...
¿Adversión al árbol?—supondrá algún espíritu caviloso, ante el retraimiento prosaico de estas poblaciones.—No. Es la propia juventud de cada centro, la improvisación vertiginosa de la comuna que no ha formalizado aun su vida social, ni se ha dado tiempo para estas especulaciones del espíritu que dulcifican la vida. El arraigo vecinal extiende sus primeras raíces en la tierra pródiga. Cada uno de estos pueblos nació con los preliminares de la colonización agrícola, resultado, casi siempre, de una emigración heterogénea ávida de tentar fortuna en el noble trabajo de la tierra. El crecimiento de cada población ha sido un fenómeno imprevisto en casi todos los casos, salvo en la capital del territorio. De la noche a la mañana han surgido los pueblos: con vida propia y de gran porvenir, en las cercanías de las chacras y los campos, subdivididos; anémicos, en la vecindad de los latifundios y las grandes invernadas.
Arraigados los vecindarios, se patentizan los problemas de la urbanización. Felizmente los fundadores de pueblos tuvieron casi siempre—¡y cómo no!—la visión del futuro; y al delinear y subdividir, convinieron, por lo menos, en la amplitud de las calles y el reparo de los vientos. En muchos casos no se anticipó el gran centro y la economía de los propietarios del terreno original, a pesar de la baratura del suelo, limitaron su dádiva al lote para algunas oficinas de rigor,{131}—la policía y el juzgado, sin duda.—Pensar en plaza pública sería un lirismo; en iglesia, una regresión. ¡No necesitaría de estos lujos la ola adventicia de la colonia! Fondas, almacenes fuertes, panaderías, canchas de bochas y despachos de licor, era lo que necesitaban los poblados. Sin régimen para la colonización, los pueblos agrícolas fueron, casi siempre, el resultado lógico de la colonia. Un campo de labor adjudicado a doscientas familias, reclamaba, como consecuencia, el centro urbano, exigido con antelación y a título de negocio, por el poseedor primitivo. Conjuntamente con el pueblo, asomó el ferrocarril a recoger las cosechas y se insinuó el amparo oficial con la administración de orden y de justicia. En esta forma han surgido de diez años a esta parte casi todos los centros agrícolas de la Pampa. La improvisación de ayer reclama hoy atenciones diversas y fundamentales. El conglomerado comercial que definió un centro poblado, tiene hoy exigencias de carácter social. Se organiza la familia nueva, la familia pampeana, adherida al terruño con aspiraciones propias y caracteres definitivos. La escuela pública unifica en el territorio la instrucción nacional. El elemento extranjero que ha sudado sobre la tierra arisca o ha levantado fortuna desde el mostrador, se encariña al suelo en espontánea y fructífera convivencia. Ha llegado el momento, entonces, de cimentar sobre bases definitivas el pueblo que nació a la ventura, obra de un tanteo comercial o de una exigencia de la comarca. Y vienen los reparos a la imprevisión, ya que no es dado retener al progreso. Y entran los pueblos en la segunda etapa de vida comunal, tratando de rectificar los errores propios de la improvisación.
En esto están los pueblos del norte que dejamos atrás al paso acelerado de nuestra máquina, el propio “Mercedes” que sirvió a Roosevelt para cruzar la cordillera de los Andes. Ahí quedan los pueblos con aleteos de aldea y proyecciones de urbes populosas. A ellos volveremos en incursión territorial, anhelosos de estudiar su constitución, su vitalidad, su porvenir.
Mientras tanto, el camino se ensancha a nuestro paso{132} como una arteria abierta a las praderías infinitas, en donde se insinúan los sembrados nacientes, jubilosos ante el aguacero torrencial. ¡Y qué auspiciosa compañía la que nos lleva sobre el camino trillado hacia la capital! El telégrafo, el teléfono, el riel...
Meteorología. Que trata de las causas y efectos de los fenómenos atmosféricos, por ejemplo: de la lluvia, del viento, del granizo, etc.
Flagelo. En este caso se refiere a una peste, a una enfermedad vulgarizada.
Dispendioso. Costoso, cuantioso, exorbitante.
Genuinamente. De “genuino”: puro, propio, natural.
Vegetativo. De “vegetar”: disfrutar voluntariamente vida tranquila, exenta de trabajos y cuidados.
Arraigo. Fijeza, estabilidad, permanencia.
Lirismo. Pensar u obrar sin lógica, sin juicio sereno.
Regresión. Acto de volver atrás.
Adventicia. Accidental, casual, extraña, que no es natural ni propia.
Antelación. Anticipación, anterioridad.
Conglomerado. De “conglomerar”: aglomerar, hacinar, amontonar, juntar.
Convivencia. Vivir simultáneamente con otros, en unión, al mismo tiempo.
Maracó. Aguada de las liebres (voz araucana).
Chapaleufú. (Voz araucana). Río pantanoso.
Trenel. Campo de totoras; también se llama “trenel” a los bastos del “recado” de montar.
Lonquimay. (Voz araucana). Nombre de cacique.
Conhello. (Voz araucana). Paraje con agua abundante.
Relmu. (Voz araucana). Arco iris.
Catriló. (Voz araucana). Médano cortado.{133}
General Pico es el primer centro comercial del territorio. Bautizarlo Rosario de la Pampa, sería vaticinarle un porvenir político dentro de la futura provincia; y ¡líbrenos Dios de caer en suspicacias! Fué ingénuo, sin duda, el mote de “Chicago del porvenir”, que suscribió un gran espíritu, sembrador de pueblos—Chapeaurouge.—Pico, por su situación mediterránea, podrá nuclear con fuerzas propias una inmensa y rica comarca, pero nunca será la ciudad de la carne, la ciudad de los “packing house”, bajo la garra colosal de Armour. Chicago, junto al Michigan, tiene la gran comodidad lacustre que ha podido favorecer la expansión de sus frigoríficos. Pico, finca su porvenir en las industrias agropecuarias, y mientras el tiempo y la testamentaría, no barran los latifundios, está su departamento destinado a ser la región—única, por la calidad de sus forrajes—de las grandes praderías, la región de las invernadas o “de cebo” como llaman los estadounidenses a los ranchos de Nebraska. Con Kansas City sería más apropiado el parangón que le cuadra a Pico, siquiera por su similitud geográfica y la forma vertiginosa en que se va acrecentando su población.
De todas maneras, bajo su aspecto comercial, Pico se nos antoja un pueblo del Far West. Sin aguzar la imaginación, retrotrayendo aquella agitación febril que caracterizó las transacciones primitivas y, a renglón seguido, al agiotaje de los terrenos, podremos encontrar los preliminares de Pico en aquel pueblo de Guthrie, en el corazón de Oklahoma, tal como lo describe Paul de Rousiers. Suponemos a los afanosos lonjistas oteando como buenos sabuesos, la lucrativa reventa; los “land agents"—especuladores en tierras—y aquella frase sacramental en todos los labios, de una invariable elocuencia: “¿how is business?” (¿cómo van los negocios?), tan propia del Oeste de allá como de nuestro Oeste, signo etnográfico de todas las improvisaciones. Y hasta la vida accidentada de aquel capitán Couch,{134} cuya figura de poblador y hombre de empresa debe haber quedado como una leyenda en Oklahoma, nos proporciona acontecimientos análogos al origen de nuestras poblaciones vertiginosas, en donde no siempre la noble labor colonizadora está exenta de tropiezos, cuando hay intereses encontrados entre propietarios de campos favorecidos y empresas de ferrocarril.
¿Queréis conocer los preliminares de Pico? Nadie puede narrarnos con mayor interés que el primer comerciante, que vino a establecer su casa La Fundadora, salvando con valentía y con fe todos los obstáculos. Escuchemos lo que nos dice don Juan L. P.
—Era el mes de julio del año 1905. El tren del Oeste llegaba hasta el Meridiano Quinto, límite de la provincia de Buenos Aires con nuestro territorio. Bajé en ese punto para trasladarme hasta el lugar indicado donde había de fundarse el pueblo. Un tren en construcción me trajo hasta la puerta de la estancia del entonces presidente de la República, doctor Quintana, en donde fuí recibido por el mayordomo del establecimiento y por mi buen amigo, señor Luis C., futuro administrador del pueblo General Pico. En esa época, la actual estación estaba en construcción a un metro y medio del nivel del suelo, siendo todo este campo una desolada pampa de propiedad del señor don Eduardo Castex.
“El agrimensor señor A., venido de Intendente Alvear, terminaba la mensura del gran pueblo, y una cuadrilla de veinte peones, formó campamento frente mismo de la actual estación para levantar los galpones de hierro de la casa de comercio de los señores Juan L. P. y Cía.
“A dos leguas de la estación existía una pulpería, llamada Las Liebres, de propiedad del señor Santos A.; de aspecto humilde, con el clásico enrejado delante del mostrador y una pequeña abertura para despachar los artículos a los pocos compradores que acudían.
“No había por allí otro signo de civilización; los campos en su totalidad estaban dedicados a la cría de ovejas, pues solo existía el pasto natural y algunas aguadas. Los materiales de construcción que yo hacía venir de la Capital Federal hasta Meridiano Quinto, para fundar la casa de comercio que más tarde debió llamarse{135} a título de buen derecho, La Fundadora, eran traídos aquí en carros y en tren de balasto, cuando se podía. Pueden imaginarse las dificultades que tendríamos para desarrollar todas nuestras energías, cuando la galleta, por mencionar el primer renglón de comestibles, nos llegaba de una distancia de ocho leguas y propiamente de la estancia del señor don Bartolomé G. (Santa Aurelia), célebre después por su cabaña, en toda la República.
“Construído el galpón para mi casa de comercio, al mismo tiempo edificaron en adobe y barro pequeñas habitaciones, los señores Saturnino M. y Julio B., que se dedicaban al comercio de restaurant y hotel. La gente trabajadora acudía bulliciosamente a comer, y yo mismo, recuerdo, que pasé algunos días vinculado a esa nueva vida para mí.”
Fijada la fecha del remate por el señor Eduardo Ch., socio a su vez, en aquel entonces, de la firma Juan L. P. y Cía., para el 11 de noviembre, empezaron las construcciones de carpas y casas de cinc que se levantaban en el día. Con el permiso del señor Ch. se ubicaban en el solar que lo creían conveniente, para quedar propietarios, sujetándose al precio del día del remate.
“En general, ocurre que la formación de pueblos nuevos, trae dos corrientes de elementos como pobladores. El elemento trabajador que viene buscando nuevos horizontes, y el elemento inservible de otros pueblos, que son despedidos, expulsados por sus raterías o cuatrerismo.
“El 11 de noviembre de 1905, por primera vez veíamos un tren de pasajeros, que era un expreso, donde, aparte de las primeras autoridades del territorio, como el gobernador doctor Diego G., su secretario Víctor L., intendente municipal, Manuel G., Juan F. A., y muchos otros caballeros de Santa Rosa y Buenos Aires, venía un millar de personas que al son de acordes de una banda de música y disparo de bombas, se encaminaban a ver el trazado del pueblo y eligiendo sus lotes ya preferidos según el plano.
“Ya desde temprano, más de doscientos vehículos de puntos lejanos, habían llegado al renombrado Pico, con ansia; aquello era una verdadera fiebre de entusiasmo.{136} En nuestro galpón se realizaba el remate que duró tres días. Es de notar que aunque con todas las incomodidades del lugar y del momento, los espíritus no desfallecían. Al tercer día hubo más animación que en el segundo y las ventas sobrepasaron el millón de pesos moneda nacional. Todos querían poseer un pedazo de suelo como si se tratara de una tierra prometida.
“No todo, sin embargo, andaba a pedir de boca; entre la concurrencia había personas interesadas en hacer fracasar el remate. Lamento anotar que algunas de estas personas eran emisarios de fundadores de otros pueblos, que a pesar de una descarada ayuda oficial, no conseguían progresar, debido a las pésimas tierras en que los habían ubicado.
“Empezó a divulgarse la noticia de que el empalme del ferrocarril Pacífico era un sueño y que el pueblo no tendría vida propia: que el nombre de la Chicago de la Pampa, era una burda superchería; y que los compradores que invirtieron sus ahorros en estas tierras, tarde o temprano quedarían en la miseria.
“En efecto: el ferrocarril Pacífico, había prometido empalmar en el lugar donde estaba ubicada la estación del ferrocarril Oeste; pero no había pasado de las promesas. Esta demora hacía fracasar una parte de los planes de los compradores. Se sabía que en Catriló había un ingeniero del ferrocarril Pacífico, pero nada más. El primer día del remate no hubo mucha animación; la gente quería ver llegar esa cuadrilla del ferrocarril Pacífico y nada se divisaba. Seguía el remate; en los planos figuraba el empalme, dibujado en lienzos y avisos de propaganda; pero hasta ese momento, nada había de seguro.
“Los ánimos estaban excitados; los emisarios hacían circular malas noticias. Hubo un momento en que se suspendió el remate. El almuerzo no fué alegre. Había algo que flotaba en el ambiente; abatimiento, desconfianza; no sé lo que era.”
Pero de pronto, alguien lanzó un grito: “¡Llega gente a caballo!” “Son indios” dijeron algunos. “No; son coches; vienen al remate".
“En efecto: en el lejano horizonte se destacaba un{137} punto negro envuelto en una nube de polvo. Los concurrentes miraban todos para aquel lado. El señor Ch. tenía noticias de que las cuadrillas del Pacífico, debían llegar a las diez de la mañana; eran las dos de la tarde; tal vez por la falta de caballada no podrían llegar. Poco a poco se divisaron las mulas y los carros cargados de carpas y herramientas para dar principio al terraplenamiento de la línea. 1.700 hombres, bajo la dirección del ingeniero don Tomás A., realzaron los ánimos y todo fué a las mil maravillas.
“Este fué el principio de la fundación, el principio de una era de trabajo y de verdadero orgullo para aquellos que como yo, olvidaron la gran ciudad de Buenos Aires y las comodidades de la vida, entregándonos a una vida activa y de trabajo, llenos de júbilo, cuando todos los días al amanecer veíamos levantar cuatro tirantes formando un cuadrado o un cuadrilongo, y días más tarde quedaban cubiertos con chapas, siendo un nuevo poblador que venía a radicarse lleno de vivas esperanzas".
"Packing house". (Expresión inglesa). Frigorífico. Casa para el embalaje de la carne. (Pronúnciase: “paquin jaus”).
Armour. Famoso frigorífico de Chicago, con ramificaciones comerciales en todo el mundo.
Lacustre. Relativo a los lagos.
Retrotrayendo. De “retrotraer”: fingir que una cosa sucedió en época anterior a la real.
Agiotaje. Especulación abusiva.
Lonjista. Tratante en negocios o especulador.
Oteando. De “otear”: escrutar, escudriñar, registrar, inspeccionar, examinar.
Etnográfico. De “etnografía”: Descripción de los pueblos, razas o naciones.
Tren de balasto. Se designa así al tren de carga que no tiene materiales que arrastrar y que, en consecuencia, se destina a cualquier carga para que no arrastre vagones vacíos.{138}
Hasta aquí la interesante descripción del señor P., tan gráfica como llena de sencilla emoción. Así fueron los prodromos de Pico. La pequeña población comienza a tomar contornos, a edilizarse con rapidez vertiginosa. Los solares fueron vendidos desde 25 centavos a 2 pesos el metro cuadrado; las quintas, desde 85 pesos a 300 y las chacras desde 58 a 92. El ferrocarril del Oeste comenzó a descargar diariamente sus convoyes con materiales de construcción. Brotaron casas y galpones como por obra de magia. Cuatro hornos de ladrillos, iniciados a renglón seguido de los primeros remates, no daban abasto para satisfacer las exigencias del florecimiento urbano, sin precedentes en el territorio, por su celeridad. Y como todo fué obra de la improvisación, no faltaron tampoco, los trances angustiosos que pusieron su nota de incertidumbre en el espíritu de los valientes pobladores. El trazado del ferrocarril Pacífico, a punto estuvo de sufrir una transformación, llevando su paso a nivel con el Oeste, a dos leguas de Pico o sea en el deslinde de Las Liebres. Felizmente, primó el buen criterio de la empresa y el cruce vino a favorecer la incipiente población, poniéndola en contacto con los puertos de Bahía Blanca. Diez y ocho meses después de la fundación de Pico, este ferrocarril inaugura la línea con su servicio regular de pasajeros y carga. A partir de esa fecha, toma la población un incremento considerable. Y mientras el centro urbano se intensifica y se embellece, las colonias circunvecinas, acrecientan sus labores, se pueblan y se subdividen.
Veamos lo que nos dice el primer colonizador de Pico, don Isidoro J. B. B., uno de los hombres más caracterizados y progresistas de Pico:
—Con motivo de un negocio de campo, entré en relación con el señor Eduardo Ch., quien conocía perfectamente este territorio y de acuerdo con él vine a revisar los campos de la sección primera, pernoctando en la estancia Las Liebres, del malogrado doctor Quin{139}tana, cuyo encargado me facilitó amablemente los medios necesarios para llenar mi cometido.
“La primera impresión que tuve de estos campos, a decir la verdad, no fué del todo agradable. La falta de pastos tiernos, en primer lugar, escasez de humus en la primera capa, me desalentaban: pero noté que a ocho o diez centímetros de profundidad, en un terreno cultivado, a pesar de los tres o cuatro meses que no llovía, subsistía una regular humedad. Comprendí entonces la bondad para el trigo, de estas tierras arenosas; en primer término, por cuanto mantienen la humedad en tiempo de sequía prolongada, permitiendo la filtración del agua en caso de exceso de lluvia.
“Por último, tuve una prueba más decisiva y me permito citarla. A pocas cuadras de la estancia Las Liebres, había una pequeña parva que más bien parecía un montón de yuyos. Por un peón supe que aquello era trigo cosechado en el año anterior, que quedó sin trillar, por falta de máquinas. En seguida me trasladé al lugar de la parva y del interior de la misma saqué un manojo de espigas. Fué para mí una grata sorpresa constatar la calidad superior a todos mis cálculos; era un trigo húngaro, de un color y peso, para mí desconocido en la provincia de Santa Fe. Me es grato, en este momento, dejar constancia que dicho hallazgo me llenó de entusiasmo.
“Regresé en seguida a Buenos Aires para firmar el contrato de arrendamiento, conjuntamente con el señor Ch., de la colonia La Argentina, del señor Antonio D.
“El año 1906 se fundaron las colonias Belbedere, Itálica, Las Liebres, etc. En 1907, se incorporaron las colonias Malvicino y colonia Dora. En 1905, sólo el señor José B. sembró unas treinta hectáreas de trigo, con un peso específico de 81 y 83 kilógramos por hectólitro y un rinde de 650 kilógramos por hectárea. Los demás colonos sembraron maíz con resultados poco satisfactorios.
“¿Cómo se explica que en los primeros años se obtuvo trigo de muy buena calidad y peso específico, producción que hoy no se consigue? La contestación, por lo general,{140} es la siguiente: “Tierra vieja, cansada". Verdad es que ya no tiene la cantidad de humus, arcilla, silice, calcáreo, etcétera, que tenía los primeros años de su cultivo: pero también es cierto que el resultado poco satisfactorio obtenido en estos últimos años, sobre todo en calidad y peso específico, a pesar de las abundantes lluvias caídas, no es del todo culpa de la tierra, si no de muchas causas, y ocuparía demasiado tiempo en explicarlas en la forma debida. La mayor parte de los colonos preparan con una sola reja la tierra destinada a la siembra de los cereales, unos por abarcar más de lo que pueden, otros por inexperiencia y otros por falta de elementos: resultando, por esta causa que las tierras cultivadas temprano, si bien entierran cuanto yuyo o maciegas hay en el campo, raros son los años que no nazcan al poco tiempo, el trigo quedado en el rastrojo: y a pesar que el agricultor siembra con sembradoras de discos, ese trigo, que vulgarmente se llama “guacho”, no se extirpa, al contrario; se desarrolla con más vigor, cubriendo de tal modo el trigo recién nacido, que en retazos lo ahoga casi por completo.”
No pueden ser más interesantes estos preliminares hondamente vinculados al progreso de la región. Con hombres de esta laya, emprendedores, tenaces, inteligentes, el porvenir de Pico estaba asegurado.
El desenvolvimiento demográfico y la vida social, reclamaron, bien luego, apremiosas atenciones urbanas. Seis años después—el primero de febrero de 1912—el gobierno federal, le acuerda el derecho de municipalidad propia, dilatando injustificadamente una autonomía bien ganada con prestigios propios.
De entonces acá, la cosa pública ha estado en manos de buenos munícipes. Hoy Pico cuenta con más de 7.000 habitantes en su éjido urbano, y 15.000 con su Departamento de cien leguas. Tiene sus calles abovedadas y arborizadas de ligustros. Posee una sucursal del Banco de la Nación y una importante sociedad de seguros contra el granizo—“La Pampa"—mercado, hospital, buenos hoteles, escuelas del Estado y particulares, dos salas-teatro, una hermosa plaza pública, donde la gratitud{141} popular—¡bella ofrenda!—ha levantado el busto de Alsina; fábricas de mosaicos, de jabón, de hielo, de pastas alimenticias, fideos, etc.; fuertes y bien acreditadas casas de comercio, cuatro remate-ferias; luz eléctrica y teléfono, periódicos, biblioteca pública y oficina municipal de trabajo. Y como si esto no fuera un síntoma definitivo de su prosperidad, en sus praderas vecinas pacen más de 50.000 cabezas de bovinos, 80.000 lanares y 15.000 yeguarizos, tecnificados con alta mestización.
Así ha iniciado su infancia Pico, esta Kansas City de la República Argentina. Hoy tiene 7.000 habitantes. ¿Cuántos tendrá de aquí a un par de décadas? Si nuestro deseo augural puede encarnarse un día, basta recordar que Kansas City tenía en 1860 ocho mil habitantes, y treinta años después, excedía de doscientos millares...
Prodromo. Introducción a algún trabajo o estudios. Por extensión: preliminar.
Incertidumbre. Duda, irresolución, indecisión.
Laya. Calidad, clase, especie, género, calaña.
Demográfico. De “demografía”: descripción de los pueblos desde el punto de vista de la población, domicilio, edades, profesiones, etc.
Munícipes. Municipales, miembros de concejo municipal, ediles.
Ofrenda. Dádiva o servicio en muestra de gratitud o amor.
Década. Período de diez años.{142}
Conocimos a Pico en un momento de intensa agitación política: a raíz de las elecciones municipales del 2 de septiembre. Y por cierto que ninguna hora más propicia para compenetrarnos de su alma de pueblo nuevo, de sus pasiones, de su vitalidad. Teníamos mentas ya de su espíritu localista, trabajado por la propia noción de una prosperidad vecinal, hija del esfuerzo, sin padrinazgos oficiales ni rodrigones.
—Los de Pico—nos habían dicho en alguna parte de la Pampa—son rumbosos y soberbios... ¡Y cuidado si usted no les cae en gracia! Va a tener que salir más ligero que volando...
No nos inquietó la advertencia, acostumbrados a gastar nuestro escaso don de gentes y dejar en el camino, siempre que sea posible, un amable sedimento de nuestra personalidad. Nos supo a ingenua emulación simplemente. “¡Vaya!—pensamos:—es el caso de los parientes pobres que siempre están protestando a regañadientes por la ventura del pariente con plata...”
Y fuímos a Pico.
El emporio comercial, advertido no bien se desciende del tren, se había trocado en un comité político. Tres fracciones—dos de ellas con etiqueta nacional y una independiente—disputaban las posiciones comunales. El movimiento político que iba a dirimirse en los comicios al día siguiente de nuestro arribo, concentraba en absoluto la atención pública. Era otro el Pico de esta hora excepcional. La gimnasia de cuatro meses en agitados prolegómenos electorales, había puesto en tensión los ánimos y avivado pasiones, como si el alegato puesto en juego, fuera el único recurso vital del municipio.
Seríamos injustos si dijéramos—argentinos sobre todo—que esta característica, nueva en la tranquila población, movió nuestra censura. Al contrario: nos gustó el torneo, no sólo por la tonificante pasión puesta{143} en el ensayo, sino porque nos habló claro sobre el Pico capacitado para defender sus intereses y regirse solo, signo elocuente de preparación para su futuro augural.
A partir de mayo, en que se iniciaron las maniobras con balas de fogueo—vale decir, con mesurados boletines—la agitación política había ido subiendo de tono. Las primeras manifestaciones de la palabra escrita, ponen en juego la más bella convicción doctrinaria. “Más que una entidad política, este comité—decía una de las fracciones—es una agrupación de vecinos que se ha decidido a defender los intereses generales, segura de que en esta forma defiende los suyos propios. El atraso y la miseria de un pueblo, no constituye porvenir para nadie particularmente, porque la prosperidad individual en todas partes, es simplemente consecuencia de la prosperidad colectiva. Es de obtusos suponer que alguien pueda enriquecerse en una localidad destruída. Por consiguiente, queremos acabar con todos esos mezquinos afanes de preponderancia y usufructo vedado, consolidando la situación sobre los cimientos de una municipalidad libre, trabajadora, honesta y capaz.”
A los disparos con pólvora sola, siguen los cartuchos de perdigón. La prensa local se acoraza y desde los minaretes lanza su fuego cerrado contra el bando rival. Algunas hojas sueltas, que coleccionamos oportunamente, nos encantan por sus premisas doctrinarias, verdaderos artículos que figurarían sin desdoro como editoriales de cualquiera de nuestros grandes rotativos. Otras—facturas de cargazón—escritas por manos, si no más expertas en achaques de pluma, más hábiles en muñequeos electorales, se prodigan en dicterios de léxico pesado, sabedoras de aquello de que “el que más grita es el que más se hace oír". Algunas de un lirismo simpático: otras, de una desconcertante procacidad. No faltan los versos satirizantes, donde la musa juguetona de la localidad, vuelca todo su ingenio para ridiculizar a los candidatos de la fracción contraria. Y de entre el fárrago de hojas impresas que salen a la calle cada diez minutos, agresivas las más, o llenas de ditirambos para{144} sus parciales, no falta la palabra de cordura, el consejo doctoral, que se extiende como un bálsamo sobre las rozaduras del ambiente. No podemos excusarnos a la tentación de transcribir este recordatorio, que se nos antoja una evangélica electoral, síntesis clarísima y completa de la ley, y que puede servir de formulario para todas las agrupaciones municipales del país que aspiren de veras al bienestar de la comuna.
“Señor... Tenemos el agrado de comunicarle que a usted le corresponde votar en la mesa número..., situada en la escuela número..., calle tal, etc.
“Le recordamos, al propio tiempo, que el voto es absolutamente secreto. Nadie puede saber, si usted mismo no lo dice, por quién ha sufragado.
“La ley garantiza al ciudadano una libertad tan amplia, que la íntima voluntad puede imponerse por encima de todos los compromisos personales. Es cuestión que usted sea o no hombre de conciencia.
“Reflexione usted tranquilamente. Como parte del vecindario, tenga en cuenta la conveniencia colectiva y apoye a los hombres que por sus dotes de inteligencia, de moral y de labor, puedan hacer un buen gobierno y dar impulso al progreso general de Pico.
“Le adjuntamos la lista de nuestros candidatos con el fin de que usted los conozca y esté habilitado para discutirlos. No pedimos su voto, no presionamos su ánimo, porque tenemos aspiraciones de que la justicia se cumpla y como ciudadanos emancipados, deseamos la libertad de conciencia.
“Tenga usted carácter. Sea usted dueño de sus decisiones. No descienda usted a la condición menguada del que no sabe lo que hace.
“Vote usted digna, altiva, noblemente.”
De la lucha álgida, nació la apelación a cortes. Y el gobierno central se vió en la necesidad de ejercer su representación por medio de un emisario, con facultades tan exiguas como pudiera tenerlas un mero espectador. Se explica entonces, que aquellas agrupaciones, caldeadas por el ejercicio del comité, y que habían solicitado{145} una “panacea” para los males eleccionarios, concentraran sus mandobles sobre el comisionado federal, incapacitado para distribuir la razón equitativa, de acuerdo con la ley. Sin duda alguna, no deben achacarse al ministerio del interior los actos derivados de la representación—ya que una acción ajena a las decisiones autónomas del municipio, debía limitarse a escrutar, nunca a dirimir;—y si alguna actitud ostensible y bien quista asumió el poder central, fué disponer en Pico la constitución del juez letrado, quién bajó de Santa Rosa y con dignidad consular rodeó al acto eleccionario de los mejores prestigios.
¡Y han de perdurar en Pico los recuerdos de esta afanosa lucha electoral! Todos los elementos de locomoción se pusieron al servicio de los comités. Más de setenta automóviles cruzaron como exalaciones, durante el día, las calles del municipio conduciendo electores. Y es de fama, según los mentideros oficiosos, que alcanzaron a 80.000 pesos en cifras redondas, los dineros gastados durante todo el proceso electoral. Damos los guarismos en la seguridad de que no han de alarmarse ni los estadounidenses maestros de democracia, ni algunos de nuestros políticos de vieja cepa, acostumbrados a concurrir a los actos comiciales con la rosada libreta de cheques...
Las primeras horas de la mañana las gastamos en el incesante tragín de los comicios a la comisaria, a los comités y al hotel, constituído en cuartel general del comisionado. Después, cuando se estableció la corriente electoral de ir y venir de sufragantes, en una rutina sin incidentes de consideración, fuímos a respirar el aire de las afueras, bajo el cielo de una tarde plomiza y templada. Nos atrajo el hospital, sito en el aledaño y donde una benemérita corporación derrama a manos llenas la simiente de la filantropía y la bondad.
Visitamos después las quintas. Fueron revelaciones aquellos huertos levantando sus árboles porfiados contra las inclemencias del pampero, que suele ser recio y hostil. Aquel espectáculo venía a poner la última nota propicia sobre los destinos de Pico: mieses, ganados, huertas...{146} Tibia y buena era la tarde. En el corazón del municipio, jugaban su apasionada partida los hombres, cuyas rozaduras desaparecerían bien pronto bajo la acción niveladora del trabajo. En los huertos se vestían de yemas los durazneros...
Rodrigones. Sustentos, apoyos, compañeros.
Rumbosos. Desprendidos, liberales, muníficos, espléndidos.
Emulación. Sentimiento noble que incita a imitar y sobrepasar la acción de los demás.
Regañadientes (A). Por lo bajo; murmurando.
Alegato. Cualquier alegación, verbal o por escrito.
Balas de fogueo. Balas de ensayo, con pólvora pero sin proyectil.
Minaretes. En sentido figurado; pequeñas torres en lo alto de los edificios y que antiguamente se usaban como parapetos para defender una posición.
Dicterios. Dicho mordaz, grosero, picante.
Rotativos. Los grandes diarios que usan máquinas impresoras “rotativas".
Ditirambo. Expresión elogiosa.
Satirizante. Cualquier dicho agudo, picante, incisivo, hiriente, amargo.
Exiguo. Pequeño, escaso, reducido.
Procacidad. Desvergüenza, impudicia, insolencia.
Panacea. Remedio universal.
Mandoble. Golpe recio; reprimenda fuerte y severa.
Autónomas. Que conservan autonomía, es decir, el derecho de gobernarse por sí solas, sin intromisión ni auxilio extraño.
Bien quista. Bien querida, mirada, reputada, estimada, etc.
Guarismo. Número, cantidad expresada por cifras.
Aledano. Confín, término, límite.{147}
Con el día siguiente, renacía el espíritu de labor. Recobraba su aspecto habitual el vecindario. Se iniciaba el éxodo a la campaña, con aquella población inestable que había acudido a jugar la suerte municipal del pueblo. Se desahogaban un tanto los hoteles, y las noches del cinematógrafo volvían a concentrar sus contertulios. Buenas o malas, las nuevas autoridades quedaban con la carga de la cosa pública. Se despertaba, por fin, de la pesadilla...
Nosotros buscaríamos, mientras tanto, argumentos para justificar aquel progreso tan significativo y tan franco. El templo de Mercurio nos daría un poco de luz para seguir en el sendero. Y fuímos al Banco de la Nación.
—Esta sucursal—nos dice su gerente—sirve a los departamentos de Maracó, Trenel, Quemú-Quemú y Conhello, en la Pampa, y al partido de Rivadavia en la provincia de Buenos Aires; es decir, una zona que comprende cuatro pueblos de importancia y treinta y una estaciones de ferrocarril, con un total de 37.000 habitantes. Fué establecida en abril de 1909.
“Mi constante acción—agrega—se ha concentrado alrededor de la necesidad que hay de vincular el colono directamente a la institución, evitando los intermediarios. Y puedo asegurarle que he logrado mucho en este sentido. El colono ha sido reacio hasta el presente, porque se vió obligado siempre a ser un cliente indirecto. El comerciante era el mediador inveterado. Su acción y su responsabilidad con el Banco, son inmediatas ahora. La condición de los préstamos con garantía de prenda agraria, ha venido a librar al colono de compromisos absorcivos y a tonificar su temperamente moral, mediante la obligación directa con la institución que le proporciona los recursos necesarios. Este “modus operandi” ha fomentado en el chacarero un sentimiento respetuoso{148} hacia el Banco, que le mantiene siempre bien dispuesto para cumplir con sus obligaciones.”
—¿Y en qué condiciones cultivan estos colonos?
—Arriendan la tierra, generalmente a plazos reducidos, sin la más remota creencia de que la han de poseer en propiedad algún día. Siembran grandes extensiones, pero por lo común, sin espíritu de previsión. Si les va bien un año, todo el producto lo invierten en la nueva labor. Esto demuestra que, en la mayoría de los casos no son agricultores profesionales. Un fracaso suele aniquilarlos después de ruda labor.
—¿Cuál es el valor de la tierra dentro del radio en que opera el Banco?
—Hace veinte años, la hectárea tenía un valor de 10 pesos, más o menos; ahora, alfalfada, vale de 150 a 200 y más, como promedio.
Remata sus informaciones el gerente, con los siguientes significativos datos sobre la importancia agropecuaria de la región:
—La zona que sirve el Banco—nos dice—tiene en la actualidad, las siguientes extensiones bajo cultivos: 300.000 hectáreas de trigo; 40.000 de avena; 20.000 de maíz; 8.000 de cebada; 10.000 de centeno; 230.000 de alfalfa y 7.000 diversos cultivos (huerta, viña, etc.) En ganadería podemos anotar las siguientes cifras: 280.000 vacunos; 320.000 ovinos; 90.000 yeguarizos; 5.000 mulares; 2.000 cabríos y 15.000 porcinos.
No se puede pedir un detalle más elocuente sobre la importancia rural de la región.
Contertulios. Personas que se reunen en sociedad para conversar o entretenerse.
Templo de Mercurio. Por extensión se aplica a un establecimiento bancario, casa de empeños, préstamos, etc.
Maracó. (Departamento de Pico). En araucano: aguada de las liebres.
Trenel. Localidad de la Pampa. En araucano: lugar de diversiones. Otra acepción: espejismo.
Quemú-Quemú. Localidad de la Pampa. En araucano: campo de totoras. Otra acepción: bastos, prenda de la montura criolla (recado).
Prenda agraria. Sistema de préstamo bancario con garantía de la hacienda o cereales.
Absorsivo. Que absorbe, atrae, arrebata, lleva tras sí, embebe.
Modus operandi. Expresión latina: modo de operar u obrar.{149}
Nuestra excursión a través de los grandes establecimientos pecuarios del Norte, la iniciamos por la Gwenita, de don Federico W., a seis leguas de General Pico. Va en nuestra compañía, un veterinario del Departamento Nacional de Ganadería, y cuyo tecnicismo profesional contribuye muy eficazmente a facilitar nuestra tarea investigativa.
Es bello el conjunto de la estancia, con edificios cómodos y arbolados elegantes y tupidos. Cruzamos la tranquera de servicio y vamos a detener nuestro auto frente al galpón de los aperos, donde el señor Ff., el principal, departe con el mecánico del establecimiento. El señor F., tipo adusto, nos recibe con dosificada discreción, casi con sequedad. Ya veníamos olfateando un poco de excentricismo en la mansión: primero, cuando quisimos franquear la avenida, limpia y ensombreada, y un zagal nos cortó el paso. “¡Vaya—pensamos, para nuestro fuero íntimo—la escalera de honor de la Opera de París!"... Y buscamos el rodeo, junto a las cuadras—la gatera, como quien dice—para llegar al administrador. Luego, el mismo nombre del establecimiento, completaba su nota de rareza: La Gwenita. ¿Qué quiere decir La Gwenita? Nada. Ni en inglés, ni en criollo... Después el señor Ff. entra por fin en juego. Se abre, como quien dice. Pone en su expresión un poco de amabilidad, tal vez una sonrisa. Se sienta sobre el escritorio para darnos algunos informes. Nosotros trepamos el pie sobre la silla, para recogerlos campechanamente en nuestro cuaderno de apuntes. No se puede pedir más francachela en esta inocente pampasia, enclavada en el corazón de “South América"...
Después hemos sabido que bajo este temperamento aparentemente hosco y retraído, se oculta un “gentleman”, humorista, inteligente y mordaz, epigramático más que aticista, supuesto que no le ayuda el idioma. Hasta nosotros ha llegado esta anécdota de corrillos:{150}
Un amigo le dice al señor Ff.:
—¿No le parece, señor Ff., que la Pampa debe ser declarada provincia? Un territorio tan rico...
El señor Ff., como buen súbdito británico, sabedor de que “las colonias son siempre las colonias”, responde:
—Lo que yo crrrreo que necesita la Pampa es un tirano... ¡qué caramba!
—Pero un territorio tan rico, tan grande...
—Bueno: si es tan grande, métale dos tiranos.
Esto, como opinión sin argumento, es lapidario, admirable. Lo que sería curioso conocer es la explicación que daría el señor Ff. cuando algún otro amigo de su cenáculo, le interrogue sobre la razón de las dos primeras efes de su apellido, frondoso derroche de consonantes, que obedecerá, tal vez, a un rasgo de buen humor...
* * *
Comprende el campo de La Gwenita, una superficie de 9.000 hectáreas, de las cuales 8.000 están bajo cultivos, con espléndidos alfalfares. El establecimiento comprende cabaña e invernada. Sus ejemplares, en tipo Durham, son de la más noble procedencia. La cabaña se inició hace nueve años con toros y vaquillonas, puros por mestización de Chapadmalal. De entonces a la fecha, se ha puesto en práctica los mejores procedimientos aconsejados por la zootecnia para la selección y refinamiento, con padres importados directamente de Inglaterra. Sobre esta orientación, base de una administración inteligente, no es extraño que se hayan obtenido los más altos rendimientos en carne y los precios más lucrativos. El peso de cada ejemplar de este establecimiento, en vacuno, tipo frigorífico, oscila entre 680 y 840 libras, habiéndose obtenido en 1915 precios de 190 a 200 pesos como máximo.
En la actualidad La Gwenita posee alrededor de 5.300 cabezas de ganado vacuno y 3.000 lanares. El máximo de bovinos lo alcanzó en 1915 con 6.000 cabezas.
—Nuestro negocio—nos dice el administrador—lo mantenemos especialmente con los frigoríficos. La cabaña es un derivado de la invernada. Pesos y tipos bue{151}nos es lo que nos proponemos mantener y perfeccionar, si es posible. Y siendo este un permanente interés nuestro, creemos inoficioso enviar a las exposiciones, ejemplares de La Gwenita.
“Excuso decirle—agrega el administrador—que tomamos severas medidas contra los flagelos del ganado—el carbunclo y la mancha—comprando los animales reproductores, tuberculinizados ya.”
Visitamos el corral de los toros importados. A esa hora los requisa el galponero. La presencia del veterinario se hace notar entonces sobre el terreno de su profesión. Siempre alguna dolencia, por leve que sea, llena de inquietante zozobra al cuidador y al dueño. Un toro fino, tiene a veces el valor de un edificio y una insignificante afección, suele ser como la gotera que si no se atiende desfonda el techo de la casa más fuerte. Hay algunas dolencias en el plantel. Un magnífico toro rosillo manquea ligeramente. El cuidador ignora la causa. El técnico la previene y diagnostica. Tiene una tumefacción entre las pezuñas de la mano derecha. El profesional aconseja el tratamiento. Otro toro, al orinar, se encoleriza y patea. Tiene también para este noble enfermo su prescripción facultativa el veterinario.
Del local de las bestias finas, que no por ser pocas dejan de valer una fortuna, pasamos al campo abierto a visitar los silos, los reservorios de forraje. El silo aéreo de cemento, de este establecimiento, es de lo más moderno, resistente y lujoso que se conoce. Consta este depósito, de forma cilíndrica, de 29 pies de alto por 4.50 metros de diámetro. Sobre un armazón de varillas de acero, se han afirmado los bloques de material compuestos de piedra molida, portland y arena de Montevideo. Una máquina trituradora de alfalfa, movida por un motor Triunfo, de 18 H. P. y marca Ohio, a la cual está acoplado un ventilador, eleva el forraje hasta la ventanilla superior del recipiente. No se usa de prensaje para el pasto. Lleno el silo, y cerrado herméticamente, cosa de evitar la influencia del aire, tres meses después está en condiciones de ser utilizada su alfalfa.
La distribución de forraje se hace por una serie de{152} ventanillas escalonadas y a resguardo del viento, mediante un buzón acoplado al silo a manera de chimenea y verticalmente.
Después, recorremos los potreros, en donde la alfalfa se prodiga muelle y uniforme. ¡Qué espléndida está la pradera! Es un verdadero espécimen de la región este campo, en donde la proximidad del agua—de 5 a 8 metros—y la falta de tosca, ha podido arraigar el forraje en lozanía extraordinaria. En uno de los potreros que cruzamos, pace la majada de romney marsch, difundida en tipos corpulentos y apelotonados de gordura.
Visitamos luego los silos del subsuelo, verdaderas tumbas de alfalfa, en donde se conserva el forraje por un procedimiento más económico, más simple y quizá tan práctico como en los silos aéreos.
Una hora más tarde, después de haber visitado las maestranzas y el galpón de esquila, donde las máquinas esquiladoras se desenvuelven con sus 120 ovejas por tijera y por día, emprendemos nuestro viaje a Santa Aurelia, donde almorzaremos. El señor Ff. nos insta para que le acompañemos a su mesa. Su retracción primitiva ha ido atemperándose con el roce de la mañana hasta convertirse en amable camaradería. Lamentamos no acceder a su invitación porque probablemente hubiéramos hecho buenas migas. Nos reclamaba la tarde en Santa Aurelia y Trebolares.
Pecuario. Lo perteneciente al ganado.
Dosificada. Expresión figurada: cantidad pequeña.
Excentricismo. De “excéntrico”: raro, extravagante.
Zagal. Muchacho que ha llegado a la adolescencia.
Hosco. Huraño, agrio, seco.
"Gentleman". En inglés: caballero. Pronúnciase: Yéntelman.
Gatera. Agujero en las puertas, ventanas o paredes, para que puedan pasar los gatos.
Francachela. Holgorio, diversión ruidosa.
"South América". En inglés: América del Sud. Pronúnciase: sauz américa.
Humorista. Festivo, bromista.
Mordaz. Se dice de la persona que habla en forma hiriente.
Cenáculo. En sentido figurado: los amigos y compañeros de mayor confianza.{153}
"Durham". Nombre de una raza vacuna inglesa. Pronúnciase: dóram.
"Romney Marsh". Nombre de una raza ovejuna inglesa. Pronúnciase: romi marsh.
Epigramático. Satírico; el que hace epigrama.
Aticista. El que habla con lenguaje pulido y elegante.
Lapidario. Definitivo, sin vuelta.
Zootecnia. Ciencia del cuidado y cría de las razas animales, como industria.
Tuberculinizados. Se dice de los animales a los que se ha inyectado la tuberculina, suero contra la tuberculosis.
Diagnóstico. De “diagnosticar”: averiguar, por los síntomas que un enfermo presenta, cual es la enfermedad que padece.
Tumefacción. Hinchazón y endurecimiento de una parte del cuerpo.
Longevidad. Larga vida.
Bastardeada. Desnaturalizada, degenerada, alterada.
Fragoso. Terreno abrupto.
"Se non e vero". Expresión italiana (“Se non e vero e ben trovata"...): Si no es cierto (tal cosa), está bien hallada o traída.
"Herd". Palabra inglesa: rebaño. “Herd-book” es el registro genealógico del ganado vacuno de razas finas. Pronúnciase: jer buk.
Almiar. Parva.
Terraza. Especie de plataforma descubierta, encima o al lado de un edificio.
Semental. Padrillo.
"Malgré". En francés: a pesar.
Pulcritud. Aseo esmerado.{154}
Uno de los establecimientos ganaderos más reputados de la zona de Pico es Trebolares, capaz, por su enorme superficie, la importancia de sus praderas y la tecnificación de sus ganados, de llamar la atención al “ranchman” más localista de Nebraska, tierra de las famosas estancias de engorde.
Imagináos un campo de 40.000 hectáreas, dividido en 60 potreros por alambrados de ocho hilos, con 50 molinos, con 12 puestos—edificios de mampostería—y con más de 20.000 cabezas de ganado vacuno, tipo Durham, y os daréis una idea aproximada de lo que puede ser este establecimiento. Trebolares, por otra parte, no es una improvisación del capital como pudiera suponerse, en este territorio nuevo y promisor. Sus preliminares se remontan a treinta años atrás, cuando la Pampa del norte, recién aventada la dominación ranquelina, era todavía un interrogante. Esta antigüedad unida al espíritu conservador y progresista a la vez de su propietario y administradores, marca un timbre de honor que casi pudiera llamarse gentilicio, si cupiera el concepto atribuído a la noble sangre de sus ganados.
No es necesario hacer un gran esfuerzo imaginativo para darse cuenta de los graves inconvenientes que tendría que salvar aquella colonización pastoril, tan alejada de los centros urbanos y del tren. Aquellas diez y seis leguas de campo primitivo, entregadas a gramillales, veleidosos como las lluvias, reclamaron la más constante y empeñosa labor para su cultura. Solamente la conducción de materiales para poblaciones y potreros, debió irrogar ingentes sumas y largas demoras, como el transporte de los ganados y de los reproductores que reclamaron apremiosas comodidades.
De aquellos orígenes se remonta la reputación de hoy. La heredad no ha sido alfalfada en toda su extensión todavía. Restan ocho leguas aun de campo grosero, con la virginidad de los pastizales silvestres, único pre{155}dio de la región que no ha sentido en su entraña la reja del arado... Es un resto de la Pampa incivil, donde el espíritu romántico de sus poseedores ha perpetuado la silvestre tradición con guanacos y avestruces. Pero, el prado artificial, que es lo técnico, va ultimando al campo bruto con sabrosas forrajeras, con abrevaderos y molinos. Día vendrá en que Trebolares, duplicado el número de sus haciendas, sea, tal vez, el más extendido alfalfar de la República.
Establecimiento organizado con método, con inteligencia, con los procedimientos prudentes y decisivos que aconseja el arte de criar y seleccionar, ha logrado ponerse a la altura de los primeros del país, alcanzando los mejores precios en sus ventas a frigoríficos. Según datos que recojemos en la estancia, de una tropa de vacas para la exportación, se obtuvo un promedio, en peso, de 854 libras de carne limpia; casi el record. La constitución de este campo es, sin duda, la más apropiada para el sostenimiento y calidad de los alfalfares—arenoso y liviano.—La profundidad del agua oscila de un metro a nueve. Esto es un factor importantísimo para la longevidad de los prados. No hay que extrañarse haya cuadros de alfalfa, cuya siembra data de más de veinte años, en perfecto estado de conservación.
La cultura pastoril de este campo, tuvo sus tropiezos con los médanos móviles, diseminados en diversos potreros. Para combatir este mal, que va desapareciendo paulatinamente en la Pampa, su administración, ensayó hace diez años los cultivos de centeno con excelentes resultados. En la actualidad sigue formalizándose esta clase de sementeras en los terrenos flojos y destinados a forraje de invierno.
Trebolares, además de sus 20.000 vacunos, posee 280 cabezas de pedigree (vacunos puros), 1.000 yeguarizos mestizos con Shire y Hunter; 6.000 ovinos, cruza de Lincoln y Rambouillet, que da un excelente tipo. Como padres equinos, tiene actualmente dos magníficos ejemplares puros de carrera y tres Shire. El Drabble Conscript, fué campeón de Palermo el año anterior.
Una característica que nos ha llamado profundamente{156} la atención en el establecimiento, es la crianza por deporte, simplemente, de un tipo híbrido de rumiante, producto de guanaca y llama macho, a decir del administrador. No ponemos las manos en el fuego sobre esta bastardeada procreación, conociendo la característica fisiológica de la llama y su dificultad de convivencia en otro terreno que no sea su fragosa meseta. Pero, “se non é vero"...
Trebolares tiene su “herd” propio para la inscripción de los toros destinados a sus planteles.
En los potreros no se ha establecido el sistema de silos todavía. Sin embargo, su administrador se inclina en sentido favorable, convencido de que es el procedimiento más técnico y de mejor resultado para la conservación del forraje. La alfalfa se estaciona en parvas y almiares.
Estos son, en síntesis, los perfiles más salientes de este establecimiento. Alma y motor de sus progresos generales, fué el señor don Diego R., experimentado administrador de la sociedad originaria que se denominó Las Barrancas y que importó los primeros ejemplares para formalizar la mestización que hoy culmina en rendidores ejemplares. El administrador actual de Trebolares, es un inglés culto, cuyo don de gentes y exquisita amabilidad, corren parejos con sus conocimientos científicos sobre la moderna ganadería.
La estancia nos produjo una impresión muy agradable. Por sobre los parterres, cercados de tamariscos disciplinados, a manera de cercos protectores, se destaca el chalet de corte inglés, sencillo, aereado y elegante. Hasta su terraza llegamos en nuestro auto. En el jardín contiguo, miss Dickie, hermana del dueño de casa, oficia de bondadosa jardinera. Nos recibe con esa franca alegría de los espíritus selectos que saben embellecer la vida, buscando las rosas entre los madroños. Su hermano está en el campo. Ha ido a presenciar un aparte a uno de los potreros vecinos. Hasta allá vamos en compañía del segundo administrador. La máquina se pierde entre el mullido gramillal. Junto al rodeo, en el martillo del alambrado, encontramos al administrador diri{157}giendo la faena, caballero bien puesto sobre un nervioso bridón. Presenciamos la maniobra rural a campo, con el sello argentino y tradicional de los quehaceres de la vieja estancia. Es interesante, sin embargo, el contraste de este criollismo que no se va, junto al alambrado de púa, por donde no pasan ni las liebres y bajo la fiscalización de administradores europeos que se afianzan con garbo sobre la silla inglesa...
Regresamos, visitando luego todas las dependencias de la estancia, los tres grandes galpones de mampostería, destinados a estable de los toros, a depósito del cuerambre y maquinarias (limpiadora de avena, trituradora y machacadora de maíz, etc.) Visitamos las casas del personal, los compartimentos accesorios y nos enteramos de la salud de un apreciable semental importado que no anda con muy buen humor aquellos días, “malgré” la tarde amable y el potrerito seductor donde está confinado. Y volvemos al chalet central, pequeño paraíso que da idea de buen tono, de pulcritud y de confort.
Caía la tarde cuando nos pusimos en marcha de regreso a Pico, costeando, en siete leguas, la línea del ferrocarril.
Ranchman. En la zona ganadera de los Estados Unidos se llama así al hacendado (hombre del rancho o de la hacienda).
Gentilicio. Perteneciente al linaje o familia.
Irrogar. Ocasionar, causar.
Incivil. Que no es civilizado.
"Record". Palabra inglesa que literalmente significa “registro”, y que se aplica para indicar el máximo a que se ha llegado en tal clase de esfuerzos deportivos, en el precio de un objeto o animal, etc. Pronúnciase: ricórd.{158}
Usando el término que los norteamericanos emplean para significar la importancia de sus grandes granjas del Dacota, podíamos decir de Santa Aurelia: es una cabaña “mammouth". El prejuicio, trabajado por la fama nacional de este gran emporio ganaderil, se torna en bella comprobación, no bien se ha traspuesto sus tranqueras y se tiene a la vista el dilatado bosque del establecimiento, a manera de pueblo arborizado, más que de estancia. La celebridad de Santa Aurelia acrecentada en los últimos años con la progenie de Americus y de Golden Fame, era ya proverbial por la selección y honestidad de sus productos. Agréguese a ésto el valor material de aquel enorme campo de más de 30.000 hectáreas, completamente cultivado y el invalorado caudal de sus haciendas, y se tendrá idea de la importancia de Santa Aurelia, como uno de los primeros establecimientos del país.
Salvando todos los inconvenientes propios de la época—distancia y falta de elementos de transporte, en primer término—se inicia el establecimiento el 22 de marzo de 1889. Con el primer año de labor, se introduce el alto mestizaje y la tecnificación en los procedimientos de crianza. Los primeros animales Durham llevados a la futura cabaña, tienen su origen en la estancia Sajones, en Ranchos (General Paz). Lote histórico en los anales del establecimiento, conviene recordarlo. Estaba compuesto así: 2 vacas de pedigree, Merry Thought y Happy Thought, madre e hija. Merry Thought era hija de Master Tom (1044) H B I 46.766, criado por S. M. la reina de Inglaterra y adquirida por don Santiago Lawrie; Happy Thought, hija del toro Lowtehr (474), criado por lord Lovat, en Escocia, y adquirido por F. J. Meeks para Paradise Grove, en Lomas de Zamora. Además de estos dos ejemplares de tan linajuda estirpe, 52 vacas de vientre; 15 vaquillonas de dos años y 24 de un año, puras por mestización, y un toro, Poli{159}gamist, hijo de Lowtehr. Estos ejemplares eran internados en el establecimiento el 12 de abril de 1890. Meses después, en septiembre del mismo año, la novel cabaña se enriquece con un nuevo semental: el toro Gobernador III, de la cabaña La Inés. Gobernador y Poligamist son, en definitiva, los fundadores del plantel primitivo de Santa Aurelia.
A partir de esta prestigiosa iniciación, comienza el establecimiento a desenvolverse con elementos propios, usando para sus planteles, puros por mestización. Se suceden los padres de gran sangre; Merttien, Bermecide, Mapocho, Conde V, Heir of Englishman, Farrier, Calomel, Golden Fame I, y otros de no menos empingorotada genealogía, llegando Santa Aurelia a tener a los veinte y cuatro años de su fundación, más de 1.000 cabezas entre vacas y vaquillonas puras por mestización. Es así como va conquistando su bien cimentada fama el establecimiento, a base de una constante labor, siguiendo el plan primitivo, sobre la pureza de sangre, en procura siempre de la línea armoniosa y el mayor rendimiento, en carne, de sus productos.
Con Golden Fame I, adquirido ternero en Chapadmalal, culmina la consagración industrial de la cabaña. Este célebre toro adquiere primer premio y campeonato medalla de oro, copa Macllennan y copa Nicanor Olivera en la Exposición Internacional de 1910 y forma la base de una ilustre familia que se manifiesta entre sus principales representantes, con G. Fame 3.º, Golden Fame 10, Corsair, Golden Fame 14, Golden Fame 15, Golden Fame 16, Sunwise, Augustus Waterloo, Golden Fame 17, Golden Fame 18, Golden Fame 22, Golden Fame 24, y Golden Fame 25. Además, las vacas Servia 5, Baronesa Santa Aurelia, White Rose 2, Industry 22, Wallflower 43.
Muerto Golden Fame I en 1913, tan brillante plantel de vaquillonas necesitaba un padre de abolengo. En la exposición de Palermo durante el mes de septiembre, Santa Aurelia adquiere, en subasta, el gran toro Americus, por la enorme suma de 80.000 pesos, el precio más alto que se había pagado, hasta entonces, en el mundo,{160} por un reproductor. Americus traía su pedigree nobilizado con ruidosos triunfos durante la exposición de 1921. Este ejemplar, cuya adquisición fué tan sonada en el país, dejó alrededor de cuarenta hijos, entre los cuales han descollado Gran Duke of Aurelian, descendiente por vía materna de la afamada tribu Duchess; Baronesa Santa Aurelia 4, que ganó conjuntamente con su hija Baronesa Santa Aurelia 4th, el premio Windsor (vaca con cría), en la Exposición Rural de 1915; American Ruth, American Orphan 2 y Aurelian Champion.
A la muerte de este celebérrimo ejemplar, su esqueleto fué donado al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Golden Fame, fué enterrado en una de las calles transversales del parque, bajo una glorieta. Si los canes tienen cementerios en las grandes ciudades de Europa, nos explicamos esta piadosa recordación al noble ejemplar, que al dejar sellos tan inconfundibles, puso un nuevo blasón en nuestra industria pecuaria, respondiendo al esfuerzo de los “pioneers” del progreso nacional.
Con tan sistemado e inteligente seleccionamiento, nada de extraño es que la hacienda general sea de primer orden. Actualmente en los campos de Santa Aurelia hay alrededor de 23.000 cabezas de vacuno, hacienda caracterizada por el tipo uniforme, la línea curva y suave y la firmeza de carnes en cada ejemplar.
En lo que respecta a ganado yeguarizo, Santa Aurelia se ha especializado en la raza Clydesdale, consiguiendo ejemplares de nota. King’s Choice, magnífico semental, base del plantel, fué criado en Inglaterra por David Ridell, Blackhall, Paisley, Reufrewshire, en el famoso stud de Clydesdale. Es nieto de Prince of Wales, el más famoso padrillo que registra la historia de su raza.
En porcinos, la raza cultivada es Berkshire, siendo uno de los padres de la cabaña Elbetham Bugler, criado por lord Ca11thorp, en Inglaterra. Este gran ejemplar produjo hijos que ganaron los siguientes premios en la Exposición de la Sociedad Rural Argentina de 1914: Danesfield Mermaid 17, primer premio y premio campeón, en mayo; Danesfield Mermaid 20, primer premio,{161} premio campeona y copa British Bershire Association, en agosto; Elvetham Meridiam 2, primer premio y premio campeón, en mayo; Elvetham Model 3, primer premio y premio campeón, en agosto. En premio (grupo de tres), obtuvieron el primer puesto, Queen Danesfield 4, Elvetham Mermaid 5 y Elvetham Mermaid 6.
Como dato ilustrativo, podemos informar que se han vendido algunos padrillos porcinos por precios que exceden de 1.000 pesos.
Actualmente, entre puros y mestizos, hay en la cabaña más de 200 ejemplares adultos.
En ganado asnal, se sigue un especial seleccionamiento, produciéndose mulas de la mejor estampa, con alturas parejas de más de 1.60, ejemplares que se venden a precios no inferiores de 300 pesos, pagados por compradores de Chile y de las provincias andinas.
Mammouth. Elefante fósil, mucho más grande que los conocidos hoy.
Progenie. Raza, línea, estirpe, casta, familia.
"Pedigree". En inglés: genealogía. Pronúnciase: pédigri.
Linajuda estirpe. De la más noble raza, casta o familia.
Novel. Nuevo.
Genealogía. Serie de los antepasados, ascendientes o progenitores de una raza o individuo. (En el caso presente es una aplicación figurada).
Abolengo. Patrimonio o herencia que viene de los antepasados.
Celebérrimo. De grande celebridad o notoriedad.
Porcino. Que se refiere a los puercos o cerdos.
Adultos. Que ha llegado a la adolescencia, que ha adquirido todo su desarrollo.{162}
Hemos visitado el enorme establecimiento. Recorriendo sus amplios galpones construídos de acuerdo con la última palabra de la higiene zootécnica, sus cuadras cómodas, sus porquerizas, sus maestranzas, desde el escritorio a la lechería, desde los silos a la manga, desde el parque, donde el culto al árbol difundido en bosque inmenso, revela el espíritu superior de sus propietarios, hasta el médano, inmóvil ya con los abrigos forestales, hasta la lechería, hasta los potreros florecientes, lozanos, llenos de alegría y de verdor; recorriendo todo esto, no podemos menos que laudar con sentimiento argentino, la obra del valiente industrial, del precursor, que contrarrestando todos los inconvenientes de la Pampa desolada de hace tres décadas, trajo hasta aquí energías, capitales, civilización.
Lamentamos de verdad, no poder admirar el conjunto de novillada selecta mandada días atrás a Buenos Aires al concurso de hacienda gorda. Suplimos esta falta, con el espectáculo de un plantel de vacas finas que pacen en un potrero próximo a la estancia y cuyo enorme tipo, plasticidad y suavidad de líneas, dan idea de una prole excepcional.
Nos interesamos vivamente sobre el resultado de los silos. Santa Aurelia practica el ensilaje de la alfalfa en dos formas: en siles de madera de pino colorado (The Mac Clure Company) y por un sistema especial del establecimiento. Consiste el procedimiento en emparvar el pasto verde. Luego de hecho el almiar, se cubre herméticamente con chapas de fierro galvanizado, ajustándose luego por medio de torniquetes, de manera de prensar el forraje, evitando la entrada del aire. Este procedimiento ha dado muy buenos resultados, allanando la faena de la distribución. Los silos de madera (dos) pueden contener 120 toneladas de alfalfa cada uno. Son de forma cilíndrica como los de cemento armado y más económicos en su construcción.{163}
Iniciamos nuestra excursión por el campo con la visita a un médano vecino, a medio estabilizar. En resguardo se han plantado allí 275.000 estacas de álamo de Italia. Sin duda este procedimiento tiene no sólo la ventaja de rescatar para los cultivos, el terreno inestable, sino que crea el monte, capaz de ser una industria lucrativa, a la vuelta de ocho o diez años.
Para el arraigo de las dunas se ha puesto en práctica el procedimiento de cultivos de caña de Castilla. Un médano de 76 hectáreas que hace cinco años era un Sahara y que amenazaba con correrse a merced del viento, inutilizando vegas vecinas, se vió, de pronto, atrincherado por este tupido carrizal. Y ahí ha quedado el pobre, vencido, esperando el arado y sin fuerzas para levantar una arenilla deleznable. Este ensayo, tan provechoso, sencillo y de un tan rápido resultado, debe ser tomado en cuenta por los agricultores de la Pampa como el medio más eficaz para detener las arenas, después de la simplicidad primitiva y provechosa de los cultivos de centeno.
Visitamos la lechería y quesería, establecimiento complementario, en donde con la base de 100 lecheras se elaboran 60 kilos de queso diario, producto que tiene su venta acreditada en Buenos Aires. Luego destinamos breve tiempo a ver el funcionamiento de la manga, sistema novísimo de bretes, donde con ahorro excepcional de tiempo y de brazos, se puede realizar todas las faenas rurales: marcar, descornar, pesar, apartar, bañar, tusar, curar, etc., la hacienda, tanto lanar como vacuna y yeguariza. Este brete cuesta alrededor de 18.000 pesos.
Rematamos nuestra gira visitando la escuela, terminada de construir en el mes de julio, contando en la actualidad con 50 educandos. Este edificio, tipo norteamericano, estilizado y elegante, ha sido donado al gobierno de la nación, con el terreno correspondiente, bancos y útiles, por el propietario de Santa Aurelia. La enseñanza se reduce, por el momento, a los dos primeros grados. Como tipo de escuela, no se puede pedir nada más completo, obedeciendo a las exigencias de la pedagogía moderna. De acuerdo con la limitación de sus{164} aulas, es el edificio escolar más hermoso y apropiado de la Pampa.
De las 12 leguas de campo que comprende este gran establecimiento que acabamos de visitar, hay 26.000 hectáreas alfalfadas; 2.000 cultivadas con cereales por administración y 2.000 por chacareros que pagan un arrendamiento equivalente al 14% de sus cosechas. En haciendas, además del cuantioso número de vacunos ya mencionados, hay 4.000 ovejas Lincoln; 1.500 yeguarizos Clydesdale; 200 ejemplares de ganado asnal y más de 200 porcinos Berkshire.
Las 30.000 hectáreas de campo están divididas en 130 potreros. Hay 76 molinos y 11 puestos para distribuir las labores rurales, 74 kilómetros de teléfono de doble línea, ponen en comunicación directa todas las dependencias de esta gran estancia que hace honor al territorio y honor al país.
Después de esta reseña que suponemos dá la impresión aproximada de este establecimiento, huelga la sugerente laudatoria. Aquello es, sencillamente, un gran emporio industrial. Pero caeríamos, sin duda, en omisión si a la apología sincera que nos merece tan bella fuente de la grandeza nacional, no ligáramos el perfil de su héroe, de su denodado gestor. Su propietario pertenece a la pléyade los precursores. Se inicia con nuestra evolución y sigue su proceso como eficiente factor, compenetrado del porvenir de la República. Llegado niño a nuestras playas, se inicia muy joven en el comercio. Bien pronto su laboriosidad, su práctica en los negocios, su clara inteligencia unida a su carácter tesonero y su honestidad—virtud máxima de aquellos felices tiempos del viejo Buenos Aires—le llevaron a un puesto destacado en el mundo de los negocios. Su importante casa de consignaciones y almacén mayorista afianzaron su reputación comercial y le dieron la base de su gran fortuna. Seguirlo paso a paso a través de su larga actuación en la plaza sería ímproba labor. Baste decir que su nombre está ligado a infinidad de iniciativas de carácter bancario, económico y social, a numerosas empresas mercantiles, a cuanta sociedad anónima ha buscado en él el impulso{165} directriz y la influencia decisiva del capital y sobre todo a la evolución edilicia de la metrópoli, a cuya estética y expandimiento urbano ha contribuído como progresista, fuerte y antiguo propietario.
Pero, donde su obra, a nuestro entender, adquiere contornos más amplios y sobresalientes, es en la industria ganadera. Basta mentar este gran establecimiento pampeano, además de diversos establecimientos en las provincias de Buenos Aires y San Luis, para adjudicarle uno de los primeros puestos entre los “pioneers” de la grandeza nacional. Y he ahí, precisamente, la silueta del precursor, afianzada en los prolegómenos de nuestra ganadería científica, piedra angular de la riqueza del país. Otros antes que él, habrán, posiblemente, iniciado ese gran paso del perfeccionamiento ganaderil, pero nadie podrá aventajarle en valentía para afrontar la evolución, desde su aventura de llevar toda su fe y su energía al desierto hosco y apenador de hace treinta años y convertir al baldío en el establecimiento más completo y educador, hasta el gesto significativo de adjudicar el precio mayor del mundo por un ejemplar bovino, lo que importa, a nuestro entender, la mejor propaganda que pueda hacerse de nuestros productos ganaderos ante el mercado del mundo.
Manga. Instalación moderna en los establecimientos de campo que sirve para facilitar las faenas rurales, el aparte de los ganados, el baño, el descornamiento de los vacunos, el pesaje, la marca o yerra, etc.
Lozano. Frondoso, lleno de vida y de verdosidad.
Laudar. Elogiar, alabar.
Plasticidad. De formas firmes, seguras, macizas.
Lucrativa. Que reporta o produce utilidad, fruto o ganancia.
Vegas. Terrenos bajos y fértiles, con aguadas, y convenientemente resguardados a los vientos.
Laudatoria. Apología, alabanza, encomio.
Apología. Análoga a laudatoria.
Pléyade. Grupo, legión.
Baldío. Inculto, abandonado.
Bovino. Perteneciente al ganado vacuno. Deriva de buey (“bosbovis” en latín).{166}
“Santa Catalina” constituye, como establecimiento ganaderil, el tipo perfecto de la invernada. A semejanza de los grandes “ranchos de cebo” de Estados Unidos, Santa Catalina tiene su “rancho de cría”, es decir su campo generatriz. Como en el Norte lejano, los vacunos que se tonifican con forrajeras nobles y con salvado en las estancias de Nebraska, para lucirse después en los “stock yards” de Chicago, fueron la misma hacienda cerril y flaca de las praderas del Wyoming. Santa Catalina tiene este complemento a manera de “almácigo”, si cabe la expresión: la estancia El Campamento, en el sur de Mendoza.
Es sencilla la rotación de las haciendas, en este procedimiento combinado de crianza y engorde. El Campamento, cuyos ganados proceden de Santa Catalina y son hijos de toros importados, surte a este establecimiento con 2 o 3.000 novillos por año. Con dos años de invernada en Santa Catalina, queda esta hacienda apta para el frigorífico, con rendimiento de un “chilled” excepcional en calidad y gordura. Las vacas viejas, una vez paridas y producido el destete de sus crías, pasan a la venta, mientras sus becerros son llevados al campo de crianza, de cuyas vegas silvestres tornarán, dos años después, en la remesa anual de novillada. Actualmente, en Santa Catalina hay 1.300 vacas en estas condiciones, muy próximas a la hora fatal del matadero.
* * *
Con sumo placer hemos realizado una visita a Santa Catalina. En breve tiempo hemos salvado las seis leguas que nos separan de Pico, volando en automóvil por el camino accesible y llano. Se derrocha el sol coruscante de la mañana. Se engalanan las vegas con margaritas purpúreas y blancas, mientras las flores azules de los linos, dan la nota amable del comienzo de la primavera.{167} La estancia, que emerge del arbolado como un nido, se baña en sol y en rosas. Suben los escaramujos por los espalderos del corredor constelados de flores en donde el rojo se prodiga en toda la gama, del pálido al carmín.
El jardín, de cotos nuevos, recién trazado, se insinúa en elegantes dibujos, dando estilo al parquecito europeizado, de geométricos camellones. Adivinamos el espíritu femenil que da vida a estas bellezas subjetivas, a trueque de la aridez industrial que supone el importante establecimiento.
La expansión de la mesa, nos revela después el secreto de esta nota floral, risueña y pródiga. La esposa del señor Gerardo G., finísima y espiritual dama rosarina, que cultiva sus niños, flores del hogar, debe también prodigar su afecto al jardín.
El señor G., caballero argentino, muy gentil, que con inteligente dedicación, administra el establecimiento, nos dispensa su más benévola acogida. Después del almuerzo pasamos a recorrer las diversas dependencias de la estancia. Nos llama la atención, en primer término, el monte umbroso y joven que espalda el edificio, y en donde una plantación de 7.000 árboles, da sombra y perfume y atempera la irascibilidad de los vientos: eucaliptus, álamos, ligustros, paraísos, moreras, acacias, pinos y plátanos, en razas promíscuas, se han reunido en civilizada floresta, prometiendo arraigarse y convivir. Y junto al monte de adorno y de reparo, se difunde el huerto de manzanos, durazneros, nísperos, perales...
Santa Catalina tiene una extensión de 6.600 hectáreas. El primer poblador de estos campos fué don Wilfredo B. (argentino), hace once años. La nueva estancia, data de siete años. Toda la superficie está subdividida en 46 potreros, con 17 molinos, con tanques australianos.
Actualmente el establecimiento posee un plantel de 400 vacas puras Durham, con ocho toros a galpón procedentes de Inglaterra y de grandes cabañas argentinas. Hay más de 5.000 novillos en los diversos potreros, hacienda que paulatinamente pasa a los frigoríficos La Blanca y La Plata, embarcada por las estaciones Agustoni y Mira Pampa.{168}
El sistema de alimentación y las prescripciones higiénicas puestas en práctica con todo rigor, constituyen la base del éxito en las ventas, por excelencia de tipo y calidad. Rara vez se produce en frigoríficos el rechazo de un ejemplar de Santa Catalina, obteniéndose precios que oscilan entre 160 y 200 pesos, con densidades de 720 a 750 libras de carne limpia. Las haciendas a invernada son mantenidas con la variedad posible de forrajes, alternando alfalfa verde con seca y silo y avena o centeno, cosa de no fatigar al animal con una alimentación única. Los preceptos de la zootecnia hacen lo demás, utilizándose, al efecto, cómodos y modernos bretes para baños preservativos de sarna y de parásitos, y además, para la higiene, en la oportunidad del peleche. Los sementales vacunos son utilizados exclusivamente para el servicio del establecimiento. No se exponen ni se envían a certámenes ganaderos. Si exceden del número necesario, se venden, pero como excepción.
En yeguarizos, Santa Catalina se ha dedicado con especialidad a las razas oldemburguesa y bulonesa, a base, la primera, de puros importados de Alemania. Este tipo, según los técnicos, ha dado los mejores resultados en lo que se refiere a aguante, agilidad y presentación en el trote.
De tronco tan ponderativo, se han derivado dos ramas de gran significación, con las siguientes cruzas: 1.º, padre oldemburgués puro y madre 7/8 de carrera, hijas de Briceño y Cagliostro; 2.º, productos de la cruza anterior, como madres, y como padre, oldemburgués puro. He aquí los resultados: la primera cruza da el prototipo del caballo de oficial de ejército. Es decir, el caballo de carrera, más fornido, de cabeza pequeña y remos más cortos, pero más resistentes, buen cuerpo y especialmente pelo parejo y buena silla; aptos para saltos y marchas resistentes. La segunda cruza, da el caballo para oficial de ejército, del arma de artillería liviana, por tener más sangre oldemburguesa. Este producto es especial para trote. De cabeza chica, es elegante y fornido.
En lo que respecta al bulonés (raza francesa), tipo{169} del percherón liviano, el establecimiento dedica constante atención, como medio de conseguir buenos ejemplares, en yeguas para las labores del campo. Las características del bulonés se individualizan por el cuerpo fornido y voluminoso y a la vez presteza en la acción. Son caballos especiales para la agricultura por su férrea complexión y gran consistencia y sirven, al propio tiempo, para tiros pesados y livianos. La cabeza es muy chica, tirando a árabe. Una particularidad especial de este tipo es que no tiene ranilla, condición ventajosa para el aseo y que pone al animal a recaudo de algunas dolencias en los vasos. Hay actualmente cerca de 5.000 yeguarizos en el campo, de ambas clases.
En lo que respecta al ganado lanar, se ha comenzado a cimentar la crianza con carneros Romney Marsch importados, consiguiendo, con varios cruzamientos, un espléndido plantel de ovejas puras de esta raza. Este tipo da lana excelente, es de mucho cuerpo y engorda con facilidad. Según la opinión del señor G., es el verdadero animal para frigorífico. Un borrego de diez meses da fácilmente 35 kilos de carne. Por borrego pelado del mismo tipo, se ha obtenido en venta hasta 17.60 pesos.
La industria lanar es incipiente en el establecimiento. Ocurre lo propio con la crianza de porcinos, destinados al consumo del establecimiento, salvo algún remanente que se ha dado a la venta. El tipo predilecto es Berkshire, cuyos capones de un año han alcanzado precios de 100 pesos cada uno, con un promedio de 220 kilos de peso en pie.
Como un deporte especial que condice con las predilecciones cinegéticas del señor G., la cabaña canina pone su nota original en el establecimiento. Los planteles, no tan numerosos como selectos, abarcan diversas razas, desde los mastines de San Bernardo hasta los ágiles fox-terrier. Descuellan con sus modalidades propias y tipos inconfundibles, los setters, galgos, pointers, belgas, de policía, etc.{170}
Generatriz. Que engendra, que sirve para engendrar o dar vida.
Salvado. La cáscara gruesa del grano, que queda en la harina después de molido éste.
"Stock yards". En inglés: patios (yards) de depósito. En los frigoríficos norteamericanos se designa así a lo que nosotros llamamos bretes o corrales. Pronúnciase: stok iárds.
"Chilled". En inglés: enfriado. Pronúnciase: child.
Coruscante. Brillante.
Emerge. Se alza.
Gama. Gradación de los colores.
Peleche. De “pelechar”: comenzar a salir el pelo o pluma de los animales.
Certámenes. Exposiciones.
Ranilla. La porción del casco o vaso de los caballos, situada en la parte de atrás, entre los dos talones; tiene la forma de una pirámide y es más blanda que el resto del casco. A veces se pudre, ocasionando la caída de todo el casco.
Remanente. Sobrante.{171}
Se ha iniciado la siesta. El sol se derrite en polvo de oro y fuego sobre la campiña aletargada. Ni la más leve brisa mueve las hojas. En cómodo “break”, arrastrados por fornidas trotonas, vamos a recorrer los potreros. Bien pronto se pierde de vista la estancia entre las ondulaciones del campo. Algunos accidentes del terreno nos informan de viejos arenales, estabilizados ya. El señor G. usa para ello el procedimiento más viable: el alambrado precaucional conjuntamente con el cultivo de centeno, la plantación de álamos erectos o cañaverales.
Los alfalfares están espléndidos. El año ha sido excepcional por las lluvias oportunas y abundosas. Para renuevo de los alfalfares se recultivan los potreros durante uno, dos o tres años, con maíz, avena, centeno o caupí, produciendo con estos, forrajes en verde, seco, grano y silo. Es un procedimiento previsor que pone al reparo de toda emergencia.
Llegamos al local de los silos en donde trabaja a esa hora la máquina trituradora “The Ross”, movida por un motorcito de seis caballos. Junto al silo, casi a llenar, y alambrado por medio, una cuadrilla emparva el forraje recién henado. Es fuerte la faena bajo aquel sol canicular. Desde el preodo, donde la dejó la cortadora, es conducida la alfalfa en montículos de dos y tres toneladas y mediante una sencilla rastra de cadena. Un aparejo la eleva hasta la parte superior del almiar, prendida a su gran horquilla, mientras un niño ejecuta la labor de manejar el caballo que hace funcionar el guinche.
En el silo próximo, la obra es más mecánica y rendidora. Junto al foso de 15 x 5 x 2, abierto al suelo, trabaja la máquina picadora. El pasto introducido en su buzón por una garrucha de madera tableada, sale desmenuzado inmediatamente para recibir la influencia del ventilador, que por un tubo de metal liviano lo expele{172} a distancia graduable. En esta forma se va llenando el foso. La alfalfa así almacenada, excede como un metro a flor de los bordes del foso. Luego se cubre con la misma tierra excavada, dándose a este revoque un espesor de 40 centímetros. He ahí el silo subterráneo, de remoto origen, pero cuya exhumación para las prácticas agrícolas en el uso de forrajes, se le debe a los Estados Unidos. Tres o cuatro meses después puede utilizarse el pasto así almacenado, con resultados ventajosísimos y cuando el invierno suele ser cruel para los campos.
El señor G., que es un gran propagandista de este sistema de conservación del forraje, hace dos años que practica los silos.
—Al principio—nos dice—no faltó quien tildara de locura mi ensayo. Pero cuando ralearon los campos, con el inviernito que nos tocó soportar, alguien se acordó que mis silos podían ser una solución.
—¿Y cuántos silos hay en el campo?
—Actualmente diez; pero pienso hacer de 60 a 80, por el mismo procedimiento, que conceptúo lo mejor. Estos silos serán distribuídos en los potreros, de manera de facilitar el reparto del forraje cuando se necesite. El reparto se hace en comederos con un 50% de economía en el pasto.
Piensa el señor G. ensilar el maíz que ha cultivado en 60 hectáreas y las 60 hectáreas de caupí.
Regresamos a la estancia a la hora del té. Nuestro coche corta a campo traviesa por sobre el mullido alfalfar. En algunos potreros, las manadas curiosas se acercan a nuestro encuentro y vienen a olfatear a nuestras yeguas de tiro. El sol castiga con menos impiedad. Pasamos junto a una aguada. Luego bordeamos el campo de centeno que comienza a amarillear, poniendo un tono nuevo al eterno verdor...
Erectos. Erguidos.
Caupí. Forraje.
Henado. Convertido en heno.
Garrucha. Polea.
Expela. De “expeler”: arrojar fuera.
Aguada. Sitio donde hay agua; sitio a donde el ganado va a beber.{173}
Hemos llegado de noche a la estancia La Barrancosa. Nos recibe su administrador, don Sotero R., con esa llaneza tan sin reatos y tan amplia, propia de nuestros viejos hombres de campo. Y efectivamente, el señor R., que acaba de ser elegido munícipe de Pico por el consenso de dos fracciones en lucha, es un espécimen del criollo de antaño, abierto y suspicaz, tipo inteligente del ganadero, que sin dejar las modalidades sencillas del pasado—virtud tradicional de raza—adopta la reforma, buscando en el tecnicismo de importación, todo lo que contribuya a ennoblecer y acrecentar nuestras industrias rurales. Los yankees lo ejemplarizarían como un “ranchman” modelo. Nuestro espíritu de argentinidad, experimenta la sensación de un desahogo al lado de este hombre.
Conjuntamente con uno de sus hijos, su yerno y el agrónomo, damos razón de una buena comida, prevista por ese apetito campero trabajado por el aire libre de la pampa. Es larga y afectiva la sobremesa. El señor R.—lector asíduo de los diarios de Buenos Aires—sigue paso a paso el proceso del país y los acontecimientos europeos, dedicando especial atención a las referencias de la estadística. Está al cabo del movimiento del mercado mundial en productos, precios y relación financiera de los grandes países. Sigue con gran interés el giro de la conflagración europea, anticipando deducciones tan propias y atinadas que revelan una afinada sagacidad. Se habla de política, y como se ha establecido una corriente de simpática camaradería, se habla... “a calzón quitado”, según la expresión criolla. No siempre es suave la premisa. Algún concepto fogoso lastima la epidermis. El juicio sobre hombres y cosas, es ágil, sutil, a veces puntiagudo... Y como el señor R. es{174} militante, tiene que sacarse el lazo a menudo. Y lo hace con bizarría, con entereza, con elegancia, buscando la expresión adecuada, el concepto final lleno de filosófica sencillez.
Al día siguiente, temprano, después de saborear una docena de mates amargos, echamos a andar por el campo en un “buggy”, vehículo de lo más cómodo para campaña. Queríamos recorrer, en compañía de don Sotero, los diversos cuadros del campo.
Consta este establecimiento de 5.000 hectáreas divididas en 38 potreros, con 12 molinos y tanques australianos para 400.000 litros cada uno. Este campo fué poblado hace seis años con destino a agricultura. Hace cuatro y medio años que se aprovecha en ganadería. Está completamente alfalfado. Tiene el agua a 5 metros de profundidad, como término medio y carece en absoluto de tosca.
En la actualidad La Barrancosa posee 6.000 cabezas de ganado, habiendo alcanzado a 10.000, raza Durham, producto de padres puros, por pedigree y madres puras por cruza. Los toros progenitores son importados de Inglaterra por intermedio de la casa Bullrich.
Por productos de este establecimiento se ha obtenido en el frigorífico La Plata (Compañía Swift de La Plata), el más alto precio de la zona: 222.70$ por novillo. El máximum de peso alcanzado ha sido de 852 libras de carne y en novillos de tres años. Un animal que da este peso, tendría vivo, alrededor de 665 kilos.
Sobre el funcionamiento de la manga moderna y sus accesorios, nos da, en pleno local, una explicación detallada el señor R. El sistema de compuertas, corrales, apretadores y palancas, juega en forma sencilla, bajo la acción de un ingenioso mecanismo. Esta manga es sistema “Cremona”, patentado, pero los corrales han sido construídos de acuerdo con indicaciones prácticas del señor R., simplificando el procedimiento en los apartes y embretadas.
Visitamos los potreros. Es imposible superar la lozanía de estos alfalfares, ni un tipo más uniforme y parejo en las vacadas. Los abrevaderos están colocados en{175} la intersección de los alambrados, de manera de favorecer cuatro potreros a la vez, correspondiendo a cada uno por sectores.
Nos encanta, a las diez de la mañana, el concierto ganaderil, frente al agua cristalina, formado por las haciendas de cuatro cuadros, que vienen mansamente a la hora habitual. Desde lo alto del molino, presenciamos la interesante romería que se va congregando{176} poco a poco, y cuyos grupos rezagados apenas se divisan entre el verde pastizal del horizonte.
La Barrancosa practica los silos aéreos, a manera de almiares, revocados con una capa de tierra de 30 a 40 centímetros, sobre cuya capa se pone otra de pasto como abrigo para atemperar la fuerza del sol. Opina el señor R. que éste es el silo más práctico y económico que se pueda realizar, facilitando la operación de corte y de reparto.
Actualmente hay en el establecimiento 10 silos, del año anterior. Con el corte de alfalfa en una superficie de 1.000 hectáreas, se formarán en seguida de 50 a 60 silos.
Tiene muy pocos médanos este campo. En general, han desaparecido con los cultivos apropiados; y las pocas dunas que quedan en algunos potreros, se utilizan como reparo para los novillos gordos, en las noches de invierno, cuando el frío anticipa la nevazón. Se improvisan comederos en los huecos de arena y los ganados no sienten tanto los efectos de las noches crueles que suelen desmejorar la presentación de las reses.
Regresamos a medio día, a la estancia, complacidos de aquella gratísima excursión que nos dió la pauta de las ponderables energías del señor R., puestas en acción para la cultura del predio y la selección de los ganados.
Después del almuerzo, departimos amigablemente bajo el corredor, cuando anuncian por teléfono de Pico, haber recibido un telegrama de Buenos Aires, para La Barrancosa. Se levanta el señor R. para atender la comunicación.
—¿Novedades?—le interrogamos al verle regresar con semblante jubiloso.
—Nada...—nos responde.—Me informan que en la exposición de ganado gordo de la Sociedad Rural, en Palermo, se ha pagado 900 pesos por cada ejemplar de La Barrancosa.
Era el martes 13 de noviembre.{177}
Restos. Condiciones, reticencias, reservas.
Espécimen. Modelo.
Premisa. Afirmación.
Embretada. De “embretar”: meter el ganado en los bretes.
Sectores. Trozos, partes.
Dan la pauta. Dan la medida.{178}
Fué la comarca de Trenel dominio de ranqueles, antes de la conquista civilizadora. Hasta allí extendió su imperio el pueblo aborigen, cuyo foco central irradiaba desde las selvas tupidas del noroeste. Trenel es una prolongación de la planicie inquebrada de Buenos Aires. Sin ríos, sin lagunas, sin arroyos, campos de gramillal, salpicados de trecho en trecho por caldenares precarios, no fué, en suma, la silvestre heredad, solar de tribus arraigadas. Sus indios, fieros y audaces, como que tenían en sus venas sangre de Caupolicán, los cruzaron mil veces en depredadoras caravanas.
según el clásico poema, y burlando el acecho de nuestra caballería. Sin quiebras, sin refugios, sin el recurso montaraz del bosque inextricable, fué, en realidad, un desierto la comarca. Por fin las armas de la nación, escalonando sus felices jornadas, desde el foso de Alsina y los fortines de Córdoba, Mendoza y San Luis, hasta Choele-Choel y el Limay, quiebran para siempre la autóctona soberanía. Y el misterio cae bajo la fuerza avasalladora de la civilización. Con las últimas dianas, se plantan los primeros pueblos. Se allana el tránsito, barrida con pólvora la tenebrosa heredad: carga el Estado con el rico patrimonio que ha de subdividir y cultivar; se roturan los predios; se domina el monte legendario; despuntan las primeras colonias; se atreven el comercio y la industria a buscar horizontes en el nuevo país. Y mientras los pueblos migradores, vitalizan con fuerzas promisoras la tierra conquistada, tímidamente se orientan hacia la Pampa las paralelas del tren...
Capitales anglo-criollos ponen sobre los campos brutos de Trenel su primer nota cultural. Es un ensayo indeciso{179} aquella tentativa de civilidad, no obstante el clásico empuje, valiente y engreído, del capital inglés.
Tiene más de especulativo que de progresista el trance que corre la South American Land Company Limited, con directorio en Londres, a base de la ganadería elemental. Nada de selección, nada de praderías artificiales, ni procedimientos zootécnicos que no fueran los rudimentarios. Sobre los gramillales veleidosos de 90.000 hectáreas, 12.000 bovinos, 30.000 ovejas y algunos yeguarizos, constituyeron la gran estancia con todo el sello de un criollismo indolente y primario, sin aspiración a perfeccionamiento ni propósitos de colonización. En tales circunstancias, pasa el gran fundo a manos de don Antonio D.
Consta esta propiedad de 327.500 hectáreas, o sea 131 leguas cuadradas en un solo block. Está ubicada, casi en su totalidad, en la sección Primera de la Pampa y vecina al Meridiano 5.º, límite entre el territorio y la provincia de Buenos Aires.
A renglón seguido de la adquisición, que se verifica en enero de 1905, el propietario, anheloso de dar a aquellas tierras un impulso definitivo, tira las bases de la sociedad anónima Estancia y Colonias Trenel, sólido organismo que debía imprimir de inmediato la transformación cultural de la comarca. Y se inicia la transición con las primeras colonias. Los campos pastoriles, silvestres y feraces, se entregan a Céres sin reatos. El ferrocarril, que apenas ha iniciado la travesía a la capital del territorio, marchando con cautela, se resuelve por el norte, atraído por la valiente tentativa de su propietario. Y comienza la tierra generosa a manifestarse en óptimas cosechas; y surge como una bendición el semillero de pueblos: Trenel, Monte Nievas, Metileo, Arata, Caleufú, Embajador Martini e Ingeniero Luiggi. He ahí, en síntesis, la evolución de aquella extendida comarca, desde el capital egoísta y retardatario de la South American Land Company Limited hasta la iniciativa franca de la empresa colonizadora que llevaba la civilización.
Veamos cómo se ha producido el proceso agrícola de{180} los campos de Trenel, a partir de 1905. En este año se inicia la colonización, entregando a cultivos 80.000 hectáreas. Quedan, en consecuencia, 247.500 hectáreas de campo bruto. En 1906, el área cultivada con cereales, alcanza una superficie de 117.500 hectáreas. En los años de 1907 y 8, llega la labor agrícola a significarse con 137.500 hectáreas. En 1909 las sementeras ocupan más de la mitad de los campos. Se reparten así las cifras: 160.000 hectáreas de pradera silvestre y 167.000 de chacras perfectamente cultivadas. En los años de 1910 a 12 se insinúa la ganadería, y la agricultura toma un impulso considerable. A 230.000 alcanza el número de hectáreas cultivadas, mientras el campo virgen se ha reducido a 95.000 hectáreas. El año 13 asciende la agricultura a 260.000 hectáreas; el 14, a 290.000. En 1915, la colonización agraria ha dominado por completo con sus 335.000 hectáreas bajo cultivos y 2.500 hectáreas dedicadas a la industria pecuaria. Con esta culminación se clausura el primer ciclo de la Estancia y Colonias Trenel, iniciado y cumplido en el breve espacio de tiempo de diez años, desde el predio salvaje hasta la más ponderable colonización.
Obra realizada con método, con entusiasmo, con previsión, con clarividencia, sobre todo, sus gestores han sabido utilizar juiciosamente todos los factores capaces de asegurar un éxito definitivo. Aventurado hubiera sido romper de golpe con la rutina comarqueña, imbuída en el prejuicio elemental de la vieja estancia. El plan colonizador tenía que ser prudente y decisivo, cosa de utilizar de consuno todos los factores convergentes, tratando de seleccionar y arraigar al colono, perfeccionar los cultivos y atraer y distribuir convenientemente las líneas del tren. Sin duda, una de las obras más fundamentales que trajo consigo esta empresa, fué la distribución apropiada del sistema ferrocarrilero, ramificado en sus dominios. La línea del Oeste, que viene de Buenos Aires por Meridiano 5.º, cruza Pico y se interna hacia Victorica y Telén, sirve los intereses de la colonia en la comarca de Metileo y Monte Nievas. Desde Metileo arranca un ramal en dirección{181} al noroeste, ramal que se interna al corazón de estos campos y cruza por las chacras y poblaciones de Trenel, Arata y Caleufú. La línea del Pacífico que arranca de Huinca Renancó, para rematar en Puerto Galván de Bahía Blanca, corre por el linde oriental de las colonias, pasa por Speluzzi, sobre los mismos alambrados, por Berg y Pico a cinco kilómetros y por Dorila a once. Por el norte, la ferrovía que arranca de la capital federal por Bragado y Los Toldos, sirve toda la extensa zona de Ingeniero Luiggi y Embajador Martini. Este es, en concreto, el sistema ferroviario que sirve cumplidamente los cuantiosos intereses de la sociedad. Trenel queda de Buenos Aires, por la línea del ferrocarril del Oeste, a una distancia entre 545 y 607 kilómetros, y de Bahía Blanca a 394 kilómetros. El flete por cereales, desde las colonias a los puertos de embarque, oscila entre 7 y 8 pesos la tonelada, según la estación en donde se cargue. Conviene hacer notar, como dato ilustrativo, para demostrar la ventajosa ubicación de estas líneas, que ningún punto de las colonias está a una distancia superior a 15 kilómetros de la estación inmediata. Complementan estas ventajas del tráfico, excelentes caminos vecinales que facilitan el transporte de las cosechas y ponen en comunicación a todos los pueblos y chacras de la colonia.
Ranqueles. Tribus de origen araucano, que poblaban la zona norte y oeste de la Pampa, en la época de la conquista del desierto.
Planicie. Llanura extensa y dilatada.
"Block". (O bloc): conjunto homogéneo de personas o cosas.
Clarividencia. La virtud de ver con clara visión los acontecimientos del futuro.
Convergente. Que tienden a un mismo fin, a una misma acción, lugar o destino.
Imbuída. Inclinada, infundida, persuadida.
Caleufú. (Voz araucana). Muy pantanoso.{182}
Sobre las condiciones agrológicas del terreno, creemos oportuno reproducir el informe oficial del propio ministerio de agricultura, a raíz de un estudio practicado en 1904. “Sin duda alguna—dice el documento—estos terrenos deben su origen a depósitos de aluvión. La capa arable, cuyo depósito crece de día en día, se halla en plena formación, lo que explica el gran porvenir que nosotros atribuímos a estos dominios, desde el punto de vista de la agricultura". Y refiriéndose a la calidad de las aguas, dice el mismo informe: “La calidad de las aguas es satisfactoria desde el punto de vista de la alimentación del hombre y de los animales, como lo indica desde luego, la media de los análisis efectuados. A pesar de su dureza, esas aguas son perfectamente potables y muy poco cargadas de sales marinas". En lo que se refiere a fenómenos meteóricos, podemos asegurar que las lluvias en los campos de Trenel se producen con un promedio anual de más de 650 milímetros. La máxima de lluvias por mes ha sido de seis días. El término medio por año oscila alrededor de 33 días lluviosos. Es evidente que con los cultivos se han regularizado las lluvias. El clima de toda la región es templado y agradable. La temperatura máxima absoluta es de 32.8 grados Reaumur en diciembre; la temperatura mínima absoluta es de 3.1 en julio. Los vientos reinantes dominan del este y sudoeste o “pampero”; pero nunca son tan bravíos que impidan el cultivo de la tierra. El terreno es absolutamente llano. Es la pampa idealizada en Buenos Aires, “donde la vista se pierde, sin tener donde posar". De vez en cuando se produce algún ligero declive que nunca pasa, en su altura mayor, de 40 metros.
Sobre la aptitud productora de las tierras de Trenel, basta decir que los cultivos se han sucedido año a año, en forma extensiva, sin abonos, sin sistemas rotativos, ni tecnificaciones propias de las tierras precarias. Esto{183} demuestra la condición excepcional de la tierra, y por ende, la calidad de las cosechas. Fácil nos es ratificar este aserto con las comprobaciones oficiales. La memoria del Departamento de Economía Rural y Estadística, registra el siguiente cuadro relacionado con el peso específico por hectólitro del cereal cosechado en diferentes zonas del país: “Trigo de la provincia de Buenos Aires, 78.50 kilos; de Santa Fe, 77; de Córdoba, 79.40; de la Pampa, 80". En la zona de Trenel, los trigos de la cosecha 1907-1908 excedieron en peso específico a las cifras anotadas. Por ejemplo, en la colonia Santa Filomena, situada entre Trenel y Arata, el rendimiento fué de 80|500; en la colonia Itálica, de 81|750; en la colonia Antonio Devoto, de 82|160. Sin embargo, la cosecha siguiente superó en mucho tales densidades, llegando a registrarse pesos de 85|700 por hectólitro, lo que importa un desiderátum. A este trigo le cupo en suerte ser declarado en la exposición del Centenario, el mejor trigo barletta de la Pampa, obteniendo, en consecuencia, primer premio y medalla de oro. En aquel recordado certamen, los trigos de las colonias Trenel, obtuvieron, además, cinco premios primeros por trigos barletta, ruso y húngaro; catorce segundos premios por trigos, linos y cebadas; cinco terceros premios por trigos y avenas y seis menciones honoríficas por trigos en general. No podía pedirse una comprobación más elocuente del éxito de esta importante colonización, cuyo primer quinquenio acababa de cerrarse con la festividad centenaria. Y debió ser una honda satisfacción para sus gestores, cuando el primer magistrado de la nación, doctor Sáenz Peña, en su mensaje de aquel año a las cámaras, al hablar de la Pampa, confirmaba el amplio criterio con que la sociedad Trenel había orientado su acción colonizadora.
“La división y explotación agrícola de esas grandes propiedades de la Pampa—decía el recordado Presidente—requería la concurrencia de algunos de estos factores: a) Propietarios con mucho capital y bastante empuje para dividir sus campos en chacras con las instalaciones indispensables y venderlas barato, a largos{184} plazos, a los colonos y a medida que los medios de transporte permitieran la explotación agrícola; b) Agricultores con suficiente capital para comprar lotes de tierra y para instalar chacras, cultivarlas, etc.
“He aquí extremos difíciles de acercar en las condiciones actuales de nuestra economía rural.
“Muchos propietarios han vendido las haciendas pero son muchos más los que arriendan, por la sencilla razón que son pocos los colonos que pueden comprar desde el primer momento la tierra que explotan.
“Por otra parte, si es tan enorme el capital que se ha necesitado para poner en cultivo esa área en pocos años, ¿qué suma habría alcanzado este capital si el colono hubiera tenido que comprar la tierra? La respuesta es clara: la tierra no se habría cultivado en tales proporciones, porque el colono no dispone de capital; viene aquí para ganarlo con su trabajo. Y es ésta, precisamente, la incomparable ventaja que ofrece nuestro país. El gran factor del avance de la agricultura en la Pampa central, como en otras regiones, es la confianza bien fundada que todos tienen en la prodigalidad de la naturaleza.”
Tales son las manifestaciones presidenciales que encuadran perfectamente dentro del programa de esta colonización. Y es, por cierto, uno de sus principales objetivos, la subdivisión y venta de sus tierras en pequeñas fracciones, de manera de arraigar la población trabajadora, sobre la base de transacciones liberales. De otra manera no se conciben las siete poblaciones florecientes cuyo desarrollo edilicio toma cuerpo día a día, centros vecinales llamados a una creciente prosperidad. Por otra parte, la sociedad destinó oportunamente 70.000 hectáreas para la venta por parcelas y en condiciones de pago ventajosas para los colonos compradores.
La prosperidad agrícola de Trenel ha traído, por consiguiente, exigencias de carácter social. Y a fe que con la urbanización de sus centros poblados, van llenándose paulatinamente. Por lo pronto, las escuelas públicas han concentrado preferentemente la atención de{185} la sociedad. En todos los núcleos de población funcionan establecimientos de enseñanza bajo el patrocinio del Consejo Nacional de Educación. En estas escuelas reciben instrucción más de 800 niños, población escolar que dá idea de notorios progresos. Aparte de este exponente cultural, los pueblos de Ingeniero Luiggi y Trenel han enriquecido su edilidad con sus templos parroquiales de bello estilo y que tonalizan la vida espiritual de la comarca, constituída en su totalidad, por pobladores católicos. Conviene hacer notar que en la masa colonizadora predomina el trabajador italiano, vale decir, el elemento que viene desarrollando con más eficacia sus condiciones de labor en nuestras industrias rurales, sobre todo en agricultura.
Estas son, en concreto, las características más salientes de las colonias de Trenel. El proceso evolutivo, desde que se abrió el primer surco hasta que se convirtió en un mar de mieses la extensa heredad, ha obedecido a un plan metodizado y prudente. Sin embargo, no puede pedirse una mayor celeridad en la transformación. Diez años han bastado para dominar el inmenso baldío, contribuir a la economía nacional con el producto de 120.000 toneladas de cereales anualmente y culminar como modelo, por sus franquicias y su alto espíritu de equidad dentro de los diversos sistemas de nuestra colonización privada. Es decir, que desde sus prolegómenos a la fecha, ha llenado airosamente su programa, propendiendo no solo a valorizar su acervo, si no a vitalizar aquella rica zona del norte pampeano, llevando el ferrocarril, fundando pueblos, abriendo caminos y propendiendo a la vida fácil de la masa trabajadora que siempre encontró su apoyo decidido y franco. Es así como clausura su primer ciclo la sociedad Estancia y Colonias Trenel, bajo la pujante voluntad de su iniciador.
Hemos visitado con detenimiento las diversas poblaciones coloniales. Hemos recorrido las chacras desde Monte Nievas a Ingeniero Luiggi, desde Caleufú a Metileo, cortando en auto los trigales inmensos. ¡Qué maravilla! Pasa noviembre con sus soles bravos y sus ma{186}ñanas deliciosas. Se pierde la máquina entre las tupidas sementeras. En Monte Nievas visitamos las casas de algunos pobladores, propietarios ya. Cada vivienda denota un amable bienestar. Se prodiga la huerta en frutales y plantas de reparo: durazneros, manzanos, sauces y tamariscos. El corral y la porqueriza, dan idea de previsión y economía, subrayando la nota peculiar del colono de arraigo. En Trenel, vagando a la ventura por los viales angostos, nos detenemos un momento en la vieja estancia, desde donde la South American Land Company Limited dirigió su extendido dominio ganaderil. Involuntariamente se vá al parangón ante aquel vestigio de la Pampa silvestre, arrumbado entre el verde portentoso de la campiña civilizada. Y es entonces cuando la obra de hoy surge destacada en su amplio aspecto cultural y magnífico, y se siente como un hálito vivificador que trae al espíritu su canción augural...
Aluvión. Amontonamiento de fango, arena, guijarros, substancias grasas de la tierra, etc., provocado por las corrientes de agua.
Quinquenio. Espacio de tiempo correspondiente a cinco años.
Mieses. Los sembrados.
Franquicias. Exenciones y libertades concedidas sobre pago de derechos, etc., tendientes a facilitar los medios de vida, social o personalmente.
Ciclo. Período de tiempo durante el cual se ha desenvuelto por completo una acción determinada.
Pujante. Enérgico, brioso, valiente y decidido.
Viales. Caminos, calles.
Augural. Relacionado con el porvenir.{187}
Veamos ahora los perfiles salientes del prócer que cimentó esta obra.
Tuvo, sobre todas las cosas, don Antonio D., un gran carácter, como basamento de su contextura moral. Espíritu abierto, valeroso, franco, poseía, además, al decir de sus allegados, ese don intuitivo de las cosas. Sus éxitos de financista, de industrial, de hombre de negocios, no se afianzaron nunca en el juego aventurado de los acontecimientos, si no en la clara visión. Era inductivo-deductivo para el sistema de sus operaciones; y como se había hecho en el yunque y conocía el juego franco de los negocios y estaba ligado, como un factor integrante—tal vez más que ninguno—a la evolución comercial y económica del país, jamás el fracaso desconcertó ninguna de sus obras. Sin haber afrontado responsabilidades gubernaticias, debido a su calidad de extranjero, tenía toda la materia fundamental del estadista. ¿Qué otra cosa es esta inmensa comarca colonizada, donde florece un semillero de pueblos ligados por caminos de hierro, si no el resultado de una energía motriz y de una orientación previsora que rompió valientemente el prejuicio pesimista, puesto como un dique frente al porvenir de la Pampa? ¿No advertís la sentencia alberdiana, puesta en acción, en el momento preciso en que la reclama con más urgencia la República? Cuando adquirió los campos en Trenel, no faltó la expresión de escepticismo en boca de los potentados de Buenos Aires. ¡Era una lástima aventar tanta energía en aquel ingrato territorio! Y el prejuicio se basaba, precisamente, en una novelería que es necesario desterrar de una vez por todas de nuestra ingenua credulidad. Si el capital inglés, corajudo y engreído, había puesto límite a la ventura, criando ovejas a la buena de Dios que es grande, en aquella extendida comarca, ¿qué resultado aguardaría a Don Antonio que se arremangaba a la nueva conquista de conjurar la tierra con el arado?{188} Solo el respeto que infundía este argonauta, puso una nota de fe en la timidez ambiente. Y Trenel fué una nueva consagración de su talento y un nuevo campo de acción para la riqueza nacional.
Convalecía el país, después de Caseros, cuando en 1855 aparece don Antonio asociado a su hermano don Bartolomé, piloteando su casa inicial. Para seguirlo en su ascensión de medio siglo, hasta la hora de su muerte—siquiera sea en sus más destacadas aristas—hay que vincularlo en todo momento al progreso argentino, a veces a los destinos de la cosa pública, siempre a la indiscutible confraternidad ítalo-argentina, y muy a menudo a los acontecimientos de orden económico que han puesto en juego la acción administrativa del Estado. Quiere decir con ésto que estamos en presencia de un grande hombre, un caso del “self-help”, en el sentido personal, un “pioneer”, generalizando el concepto público, digno de la estatua y de la gratitud.
Hombre de trabajo en la amplia acepción, lleno de salud física y moral, iniciador y dinámico, nada es desconocido para él en el alto mundo de los negocios. Banquero y financista, funda, encarrila y preside por largo tiempo el Banco de Italia y Río de la Plata. Funda el Banco Inmobiliario que pasa más tarde a ser compañía de seguros. Industrial, organiza y preside la compañía General de Fósforos y el Frigorífico Argentino. Hombre de empresa, toma a su cargo durante los años 1882 a 1886, la construcción de una gran parte de las obras de salubridad y aguas corrientes de la metrópoli, que importaron una suma mayor de 16.000.000 de pesos; el túnel de las aguas corrientes; el sifón que corre bajo el lecho del Riachuelo; el acueducto de desagüe que muere en Berazategui; obras de empuje que ponen de manifiesto su energía excepcional y su gran fe en el progreso argentino. Sembrador de pueblos, funda el pintoresco y nutrido faubourg de Villa Devoto, centro suburbano de notorio prestigio social, e inunda de núcleos florecientes el norte pampeano con la clarividencia del porvenir. Y es, a la vez, hombre público dentro de la acción oficial, filántropo, patriota fervoroso, gran argenti{189}nista y gran señor. Por diversos períodos el Concejo Deliberante de Buenos Aires y el Banco de la Provincia, le cuentan entre sus munícipes y directores más caracterizados por su iniciativa y su labor. Hombre de corazón y sentimientos cultivados, contribuye con generosas dádivas al sostenimiento de las instituciones filantrópicas. Funda y sostiene con su propio peculio en Villa Devoto, el gran asilo Umberto Primero, con destino a recoger, amparar y educar a los niños huérfanos de italianos, proporcionándoles, al propio tiempo, una educación sana y útil que los capacite para la lucha por la vida. Este orfelinato, cuyo sostenimiento mensual irroga un gasto de 15.000 pesos, cobija en su seno a más de doscientos niños, grandioso patrimonio que la caridad y el estudio rescatan para la sociedad al habilitarlos para la acción eficiente del trabajo y la moralidad. Italiano de origen y argentino de corazón, dá cima en 1910 a la noble idea de iniciar y sustanciar un gran movimiento de propaganda, en el sentido de que sus connacionales residentes significaran su afecto al país con la erección de un monumento a Cristóbal Colón. En esta oportunidad conviene con el artista Zocchi los detalles concernientes a la ejecución de esta obra, contribuye con un fuerte donativo y coloca la piedra fundamental en unión de los presidentes argentino y chileno y del representante de la corona de Italia, embajador extraordinario Fernando Martini. Quien tal hace para fortalecer los vínculos afectivos entre la patria de nacimiento y la tierra de adopción, no puede descuidar ni las duras calamidades que sufrió la Italia meridional, con los terremotos de la Calabria, ni los momentos de apremio por que pasaron las finanzas argentinas a raíz de la crisis del 90. Así le vemos concurrir con un cuantioso donativo para mitigar el dolor de la patria lontana, aportar ingentes sumas en ocasión de la guerra ítalo-turca y de la actual conflagración, suscribiendo con espontaneidad y magnificencia todos los empréstitos italianos y poniéndose como el primer italiano de la República, a la cabeza del comité italiano de guerra, destinado a subvenir al sostén de las viudas y huérfanos de los que cayeron inmolados{190} en aras de la patria. Y le vemos también, en 1891, cuando el gobierno argentino, haciendo un llamamiento al patriotismo nacional, lanzó un empréstito popular interno, suscribiéndose con 500.000 pesos, cooperación que le colocara en los primeros puestos entre los contribuyentes particulares.
No es extraño, entonces, que esta descollante figura, mientras conquistaba la gratitud y el sentimiento argentinos para el juicio desapasionado de la posteridad, cosechara para su ejecutoria de gran hijo de Italia gloriosa, los timbres honoríficos con que premiara el rey sus virtudes, puestas al servicio de la humanidad y de la patria: caballero de la orden de la corona de Italia, de la orden del mérito del trabajo y de la orden de San Mauricio y San Lázaro; comendador de la Corona, gran Oficial y finalmente el título nobiliario de conde. No puede pedirse una demostración más elocuente ni un juicio más definitivo en la consagración de sus méritos.
Y fué, en ocasiones, diplomático habilísimo y sutil. Su don de gentes, su gran tacto, de hombre de mundo, le valieron un éxito de discreción y buen tono con motivo del desentendimiento que hubo de producirse a raíz del rechazo, por parte del congreso nacional, de la obra pictórica del miniaturista Nestor Leoni. Allanando la molesta situación de los que habían intervenido en esta adquisición y haciendo, al propio tiempo, honor a la celebridad del artista, adquiere para sí el valioso trabajo en la suma de 100.000 pesos. Y como un corolario dignificante de tan caballeresca gestión, dona al gobierno nacional el bello trabajo, enaltecido en su confección artística por el símbolo sugerente de la constitución nacional. He ahí una gentileza de gran señor que dá medida de un delicado “savoir faire” y de una nota de diplomacia fina y sagaz.
Estos son, en síntesis, los rasgos salientes de don Antonio. Fué un precursor, un augur, si cabe el vocablo, que anticipó con rara intuición el porvenir de la República. Modelo de carácter y laboriosidad, jamás el triunfo le abandonó en el camino, por que tenía la noción exacta de su peso moral. Como si hubiera nacido en esta{191} tierra, fué nuestro en cuerpo y alma. Tuvo el don de la modestia para hacer el bien y la aristocracia del espíritu para crearlo. Fué, sin duda, un espécimen en todo. No se amenguarían las figuras de Smiles si lo recogieran sus páginas. Y con seguridad que superaría a algunas de aquellas vidas ilustres.
La muerte le toma incansado, tenaz y valeroso, como la tempestad a la encina.
Ahí queda su obra. Y sobre todo, su gran obra en las pampas maravillosas del norte.
Contextura. Organización, combinación, composición, disposición conjunta de las partes de un todo.
Intuitivo. Que produce la comprensión clara, fácil, cierta de una verdad.
Inductivo-deductivo. Razonamiento y consecuencia o resultado sobre una cosa o acción.
Motriz. Que se mueve, que engendra e imprime movimiento.
Alberdiana. Propia de Juan Bautista Alberdi, eminente pensador argentino.
Escepticismo. Incredulidad, duda de todo.
Argonauta. (Tomado, en este caso, en sentido figurado). Capacitado para afrontar con valentía, serenidad e inteligencia, empresas de importancia.
"Self-help". Expresión inglesa: que significa la ayuda que a sí mismos se dan los hombres emprendedores activos. Pronúnciase: self-jelp.
Acepción. Modo en que se interpreta un concepto.
Dinámico. Que engendra o produce fuerza.
Acueducto. Conducto de agua; especie de canal subterráneo, construído de piedra de sillería o de cal y canto.
"Faubourg". Palabra francesa que indica barrio apartado en una gran ciudad. Generalmente se sobreentiende que se trata de un barrio habitado por gente rica. Pronúnciase: fobur.
Munícipe. Concejal, miembro de la municipalidad.
Dádivas. Regalos, presentes, donativos.
Filantrópicas. De “filantropía”: amor a la humanidad.
Peculio. El capital propio de uno.
Irroga. Causa, ocasiona, acarrea, produce.
Lontana. Lejana.
Ingentes. Muy grande.
Ejecutoria. Título que acredita nobleza.
Pictórica. Se refiere a la pintura.
Augur. Adivino, profeta.{192}
Al éxito de Trenel está ligada íntimamente la acción de don César N., administrador general de la importante sociedad. Identificado a la obra civilizadora, hombre de ideales elevados, de difundida cultura y ponderable dinamismo, el señor N. puso en práctica sobre la orientación de aquel gran organismo entregado a sus manos, un plan general que debía completar, en el mínimum de tiempo, la evolución cultural de la inmensa comarca, desde la salvaje heredad al aprovechamiento definitivo y total de la tierra, bajo los cultivos científicos y la colonización sistemada. Labrador incansable y sincero optimista, puso método, energía y prudencia en la obra. Las cifras que arroja año a año el proceso expansivo de la agricultura, se han encargado de prestigiar tan juicioso procedimiento. Solo una década necesita Trenel para cerrar su ciclo, entregando a la economía del país, siete pueblos florecientes entrelazados por el ferrocarril, ciento treinta leguas de campo bajo el dominio de las sementeras y el sistema de colonización más completo y equitativo de la República. No conocemos un triunfo más elocuente, más metodizado, más completo y equitativo, en los anales de nuestra economía rural. Por que no es solo el éxito privado, que redituó enormemente sobre el capital puesto en juego, con omisión del bienestar colectivo y los progresos de la región. Aquí se unifican los factores capital y trabajo; y de esta acción conjunta surge el porvenir de la inmensa comarca, urbanizada y vitalizada en su organismo social. Es decir, que los lineamientos particulares de esta colonización tienen tantos puntos de contacto con la colectividad y es tal su entraña nacional, que la obra se embellece con los contornos de un sano argentinismo, capaz de servir de base y modelo a todas las colonias privadas del país.
En materia de colonización a base de arrendamiento, el señor N., que ha especializado esta rama de la economía política, plantea soluciones alrededor de estas con{193}clusiones fundamentales: “La tierra debe ser entregada por su propietario directamente al colono que la trabaja”; “en la colonización por arrendamiento debe subordinarse el monto de éste en relación a la producción de cada año".
Alrededor de esta tesis ha girado su trabajo presentado a la comisión dictaminadora del reciente congreso Agrícola de la Pampa celebrado en Santa Rosa, trabajo que prohijó y suscribió unánimemente en calidad de dictamen.
Opina el señor N. que el propietario de la tierra debe estar vinculado al locatario, de manera de correr una misma suerte. Para establecer esta complementación, es menester subordinar el arrendamiento a la producción anual.
—Lo prudente y equitativo—nos dice—será convertir en dinero contante, el porcentaje que corresponda al propietario por concepto de arrendamiento, evitando los inconvenientes de orden legal y jurídico, sin necesidad de proponer una ley especial y esperar su sanción, a menudo dilatoria y no siempre encuadrada dentro de la razón.
—¿Querría puntualizarnos, con mayores detalles, este concepto judicial?—hemos requerido.
—Se refiere esta premisa—arguye el señor N.—al recelo que comunmente tiene el proprietario de la tierra para abordar en forma decisiva el negocio de la colonia, frente a la discrepancia de algunos funcionarios encargados de administrar justicia. La presunta huelga agraria de 1913-14 nos dejó algunas enseñanzas que es necesario no echar en olvido. Una de ellas fué a raíz de la premura de ciertos procedimientos judiciarios, que sentaron una rara jurisprudencia sobre la calidad jurídica de propietarios y colonos, llegando a sostener que los contratos al tanto por ciento establecían, de hecho, vínculos de “sociedad” entre las partes. Esta manera de apreciar, pone en evidencia los peligros que pueden marginarse durante el ciclo de las cosechas, con soluciones no siempre equitativas para uno de los contratantes.
“En la práctica—continúa el señor N.—hemos po{194}dido apreciar los inconvenientes que acarrea el arrendamiento fijo y en dinero efectivo. Puedo asegurar, convencido absolutamente, que este sistema carece de equidad. Si el colono es favorecido por una buena cosecha, paga el arrendamiento estipulado; pero si la suerte le ha sido adversa, no solo no cumple con su locación, si no que se escurre subrepticiamente con todo lo que posee. Por otra parte, el propietario que se vé obligado por el contrato a percibir un arrendamiento limitado cuando la tierra dá buenos rendimientos y no puede cobrar nada en época de malas cosechas, por falta de responsabilidad en el colono, indignado por aquella limitación a que se ha visto sujeto en la práctica, echa mano del recurso judicial y se vá al embargo de los animales o implementos agrícolas que poseyera el chacarero. De este temperamento adoptado surge otro gran inconveniente que nos plantea el caso tan discutido de la conveniencia y razón de la embargabilidad o inembargabilidad de los animales e implementos de labor.”
—¿Podría señalarnos algún concreto de su experimentación?—interrogamos.
—Durante cuatro años—nos responde—he venido practicando escalonadamente y en una superficie de 200.000 hectáreas un modelo de contrato de arrendamiento, cuyas conclusiones están destinadas a establecer, o más bien dicho, convertir en dinero efectivo, lo que corresponda por arrendamiento al propietario en relación a la producción de cada año. Es decir, que no solo se establece el canon más razonable para el colono, sino que legalmente desaparece la presunta calidad de “socio” en que se solía colocar al propietario. De ahí que las partes contratantes lo encuentren equitativo y diversos propietarios del país lo hayan adoptado para sus arrendamientos.
—¿En qué condiciones queda el colono, mediante ese contrato?
—El colono queda en plena libertad de seguro, de trilla, de compra de bolsas, forma de acarreos, venta del cereal, etc. Queda en posesión de todo el cereal que produzca y para que lo venda a quien más le plazca.{195} Si el colono no paga el arrendamiento en especie, no guarda el constante recelo de que por tal concepto le sea retirado el mejor cereal producido. Se evita así, discusiones desagradables muy frecuentes, y se sostiene la cordialidad entre el propietario y el colono. Uno de los artículos—el 10—deja al colono en plena libertad de rescindir el contrato al terminar cualquiera de los años agrícolas.
“Veamos ahora, en cifras—continúa el señor N.—cómo este contrato representa una conveniencia considerable para el colono, traducido en una rebaja efectiva en el arrendamiento. Para ello es menester consignar que los arrendamientos en especie que se acostumbra cobrar en aquella zona suelen alcanzar a un 18 por ciento.”
Y nos dicta el señor N., el siguiente cuadro que constituye la sipnosis de su fórmula:
“Con una base de producción de 8 quintales al 10%, corresponden al propietario 0.144; quintales, que al precio de 10 pesos importan para el propietario, pesos 14.40; al precio de 9.00, importan 12.96; al precio de 8.00, 11.52; al de 7.00, 10.08; al de 6.00, 8.64; al de 5.55, 8.00 pesos. Siendo el precio más alto fijado en nuestro contrato el de 8.00 pesos por hectárea, en mérito a una producción de 8 quintales, lo que equivale en realidad a un peso por quintal, resulta, como se vé, que la fórmula en especie se le equipararía en caso de que el trigo llegara a valer, o sea a pagarse al colono a pesos 5.55 el quintal. Según la zona o parcela a arrendarse, más o menos inferior, debe fijarse el arrendamiento, ya sea en 8.00 pesos, o 7.60, o 7.20, o 6.80, o 6.40, o 6.00 o 6.50 pesos por hectárea y así sucesivamente, lo que en realidad equivale respectivamente a pesos 1.00, 0.95, 0.90, 0.80, 0.75 ó 0.70 pesos por cada quintal.”
—¿Y cuáles son las conveniencias para el propietario?
—El propietario lo encuentra conveniente por las siguientes razones: Esta forma de contrato hace que la administración de una colonia sea liberal y simpática, sencilla y fácil. Además, económica, por que requiere poco personal. Evita discusiones enojosas y es de un{196} contralor casi mecánico que hasta consulta la psicología del personal que se emplea en la administración local de la colonia, en virtud del uso de formularios ad-hoc que el mismo contrato exige para su ejecución en la práctica. Con esta forma le es posible al propietario colonizar y administrar directamente, con toda facilidad grandes extensiones de tierra, sin el concurso de intermediarios cuya intervención ha sido tan combatida y resistida por infinidad de motivos que hoy son del dominio general y, sobre todo, esta forma subsana el inconveniente de la parte jurídica, que considera al propietario “socio” del colono, cuando percibe un tanto por ciento de la cosecha por concepto de arrendamiento.
“Debo advertirle—prosigue nuestro interlocutor—que el sistema de mis contratos ha sido aceptado por más de quinientos colonos, quienes, no solo lo interpretan fielmente, si no que lo prefieren a cualquier otro después de cuatro años de práctica. El formulario de este contrato, con su comentario, sirvió de tesis a la comisión dictaminadora del congreso Agrícola de la Pampa.”
En lo que respecta a colonización privada, a base de venta de la tierra, sintetiza su opinión el señor N., en las siguientes manifestaciones subscriptas en el trabajo que presentara al precitado congreso Agrícola de la Pampa:
—Para la Pampa, en donde por lo general los propietarios poseen grandes extensiones de tierra, la base de colonización que juzgo más adecuada para la conveniencia mutua del colono y del propietario, por ser más segura; valorizadora del resto de la tierra no dedicada a la colonización de una propiedad y más tranquila, por que daría fin a las disidencias y disturbios que las frecuentes llamadas “huelgas agrarias” provocan, sería la colonización a base de la venta de la tierra en parcelas a plazos y sencillamente con pagos subordinados a la producción de la misma tierra; ayuda a establecerse en el mismo contrato de compraventa y que consistiría en el derecho de recibir el colono préstamos del propietario, anualmente y en relación al capital que hubiese abonado a cuenta de su compra.{197}”
“En suma—termina el señor N.—la colonización debe ser hecha a base de la venta de la tierra a los colonos que la trabajen; si el propietario no se dispone a vender por lo menos una parte de las grandes extensiones de tierra que posee y quiere, como generalmente lo pretende, que se le reconozca como verdaderamente asociado al progreso del país por medio de la producción, entonces debe hacer trabajar y producir su tierra por administración propia, empleando colonos sin ningún capital, o sea, simplemente, labradores de tierra.”
No obstante el éxito material y moral de estos sistemas de colonización, proyecta el señor N. un plan general con ampliaciones y reformas, que publicará como modelo o lo practicará en algún predio particular.
Tal es, en síntesis, la obra de este gran espíritu. Mucho, mucho le debe la Pampa a su iniciativa y a su acción. Mucho espera todavía de su energía motriz, de su experiencia, de su tenacidad en la labor. Con su retirada de la administración, de la sociedad Estancia y Colonias Trenel, se clausura la primera etapa de esta gran empresa, la etapa inicial de conquista, si cabe el vocablo, de cultura agraria y de civilización. Crecerán los pueblos, rotarán las tierras hacia nuevas especulaciones industriales; se transformará con el rodar del tiempo la fisonomía de la comarca; pero su paso por la Pampa siempre será recordado y la historia de la agricultura argentina lo mentará algún día junto al “pioneer” don Antonio D., descorriendo el velo de aquella intocada virginidad de los campos del norte.
Mínimum. La menor cantidad posible de una cosa.
Sistemada. Sometida a las reglas de un sistema.
Optimista. El que ve las cosas bajo el punto más favorable.
Equitativo. Justo.
Redituó. De “redituar”: dar renta o utilidad.
Vitalizada. Que adquirió vida.
Prohijó. De “prohijar”: tomar por hijo. En sentido figurado, se dice del que acepta como propio algo ajeno.
Locatario. El que toma en arrendamiento un campo o una propiedad.{198}
Discrepancia. Diversidad de opiniones.
Jurisprudencia. Precedentes legales.
Subrepticiamente. Ocultamente, a escondidas.
Implementos. Utiles agrícolas.
Canon. El que se paga por arrendamiento, ya sea de la tierra, ya de un servicio cualquiera (como el de riego).
Tesis. Proposición en la que se afirma o sostiene un principio que luego se demuestra.
Rescindir. Deshacer, invalidar un contrato.
Sipnosis. Compendio o resumen.
Contralor. Fiscalización.
"Ad-hoc". Expresión latina que quiere decir: para esto.
Disidencias. Disputas, divergencias.
Etapa. Cada uno de los lugares en que acampa para hacer noche la tropa cuando marcha. Por extensión se aplica a las sucesivas jornadas en el desarrollo de una empresa.{199}
¿Hacia dónde se orientará de hoy en adelante, el porvenir de esta empresa, cerrado su proceso inicial? Hacia la colonización agropecuaria, o sea la chacra mixta. Razones de orden fundamental aconsejan esta evolución. De primer intento, se dijera que una razón agrológica, de economía elemental, viene a imponer la rotación. El proceso cultural de la comarca, escalonado en el transcurso de una década, ha debido fatigar algunos predios. La tierra reclamaría su vacación o su variante, para acrecentar los jugos nutricios sin aminorar el generoso tributo. Pero, sobre esta razón, que no deja de ser fundamental, hay otra más robusta aún, de más significativa trascendencia, de carácter eminentemente económico y cuyos elementos han sido espigados en el campo de la estadística y madurados en el estudio comparativo de la evolución universal.
Y por cierto que conviene a los espíritus estudiosos y hombres de gobierno, seguir de cerca este grandioso y valiente ensayo, en que van a iniciarse los campos de Trenel, pasando de la época civilizadora y el triunfo cuantitativo—todo un desiderátum—al período de la plus-cultura agropecuaria dentro del modelo más completo de colonización que se conozca.
Opina el señor Prudencio M.—nuevo administrador de la sociedad Estancia y Colonias Trenel—que a renglón seguido de la conflagración mundial, se producirá el éxodo en Europa; pero que esta dispersión será momentánea. La República Argentina sentirá, sin duda, y en primer término la acción del flujo inmigratorio. Ahora bien: Rusia, cuyas extensiones laborables son inmensas, va a proporcionar el espectáculo más trascendental de carácter económico que pueda producirse después de la guerra. El acervo privado del gran zar, marcó en predios, una extensión de casi el doble de las tierras laborables de la Argentina. Tan inmenso patrimonio, secularizado por obra de la divinidad en esta{200} casta privilegiada, donde veinte y cinco agrónomos, primeras medallas de facultad, pusieron su ciencia no siempre en cultivos nobles, sino en especulaciones recreativas para el “padrecito” común y sus cortesanos—pasará a manos del pueblo y será subdividido en miles de predios, dados en propiedad a agricultores profesionales. Alemania, que ha culminado en materia de cultivos técnicos, desarrollará posiblemente—triunfante o derrotada—su influencia científica sobre las tierras rusas en poder del proletariado. Encarriladas en su vida normal las naciones, después de la guerra, y con esta gran fuente de producción rusa, que se incorporará al mercado universal, el trigo, que ha alcanzado precios excepcionales, sentirá forzosamente una enorme depresión en sus cotizaciones. ¿Qué debemos hacer, entonces? Adelantarnos al porvenir, cosa que la inesperada evolución no nos tome de sorpresa y nos aniquile.
Encarriladas las tierras rusas bajo los auspicios de gobiernos populares, nada de extraño es que se produzca el reflujo emigrador y se dirija hacia aquellas latitudes la corriente trabajadora que nos envía Europa. Rusia, cuantiosamente rica en tierras de pan llevar, dilatadas comarcas extendidas hasta los confines siberianos, poseedora en el subsuelo de enormes yacimientos de fosfatos que constituyen los mejores abonos naturales, tiene que congregar, forzosamente y bajo gobiernos reparadores, la ola flotante del trabajador universal que busque bienestar y convivencia en el suelo productor. Y si no es desacertado pensar en que Alemania pueda ejercer su influencia cultural agraria en aquellas inmensas tierras, fácil será echar un cálculo sobre el porvenir industrial que le está reservado a la Rusia moderna, tan rica, tan amplia, tan abierta hoy a las especulaciones del trabajo. Sobre la posibilidad de que se consagre en el hecho esta hipótesis, es bueno tener presente de que Alemania ha dado la nota más alta en materia de perfeccionamiento de los cultivos. En materia de abonos gasta por hectárea lo que consumen juntos Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda e Italia. Se explica así la creación de su gran industria del azúcar{201} de remolacha y que haya culminado en el rendimiento de sus trigos. Mientras Alemania produce 3.000 kilos por hectárea, Estados Unidos ha alcanzado al máximum de 2.800 y la Argentina sólo a 600 u 800.
Estas juiciosas opiniones, resultado de una observación madurada y científica y que nos trasmite esquemáticamente el señor M., mucho tienen que ver con la nueva orientación que se ha resuelto imprimir a los campos de Trenel. Sin duda alguna, la situación actual de la República es transitoria. La transición de país importador a exportador, operada en el transcurso de cuarenta años, tiene su explicación lógica a través del proceso universal. Nos ha favorecido en estos últimos años la situación general de los grandes países productores, de Estados Unidos que necesita para sí de sus cosechas; de Australia y Canadá que responden a las exigencias consumidoras de las Islas Británicas. Nuestra condición productora es única en estos momentos. Pero hete aquí que la renovación rusa viene a plantear un gran interrogante sobre el destino que le está reservado de inmediato a nuestra industria agrícola. ¿Será aventurado pensar que pueda producirse una superproducción? Y si esto no resultara una paradoja, sabemos por experiencia, en carne propia, lo que importan estos problemas. Ya los palpamos hace años con los cañaverales del norte y los hemos vuelto a sentir recientemente, con la industria vitivinícola de Cuyo, desmonetizada por la fiebre expansiva de los viñadores.
Rotación. Acción de rodar. Aplicado a los cultivos, se refiere a la variación de éstos en un mismo campo de un año a otro.
Cuantitativo. Referente a cantidad.
Plus-cultura. Expresión moderna, incorporada ya al vocabulario técnico de la agricultura nacional con la que se significa el más intenso y diversificado cultivo.
Exodo. Emigración en masa.
Proletariado. La clase de los proletarios. Por extensión, se dice hoy proletarios a los trabajadores.
Reflujo. Descenso de las aguas después de la pleamar. Aquí se ha tomado en sentido figurado.
Hipótesis. Suposición.
Esquemáticamente. A grandes rasgos.
Paradoja. Aserción falsa o inexacta que se presenta con opiniones de verdadera.
Desmonetizada. Desvalorizada.{202}
A prevenir con tiempo eventualidades de orden económico, tiende el amplio y magnífico proyecto con que inicia Trenel su nuevo ciclo y cuya orientación capital puede circunscribirse al propósito de no dejar todo librado a los destinos de la agricultura, ensanchando el horizonte de la colonización con los cultivos mixtos, poniéndose a recaudo de todas las sorpresas y sobre la base siempre noble de proporcionar a los pobladores todas las comodidades apetecibles y la más arraigada convivencia al predio.
Veamos los lineamientos generales de este gran proyecto en vías de una consagración definitiva.
La sociedad de Trenel establecerá, en primer término, un Banco Rural, con asiento matriz en Trenel y sucursal en Buenos Aires. Este organismo de crédito facilitará a los colonos el dinero necesario para labrar y sembrar la tierra como asimismo el que sea menester para el levantamiento de las cosechas, dinero que se facilitará con intereses corrientes. De esta manera el colono se verá libre de la especulación y de la usura y trabajará con fe viéndose espaldado por la propia sociedad.
El colono, por otra parte, no quedará sujeto a ninguna otra exigencia que no sea el compromiso bancario regular, quedando en libertad absoluta para adquirir su semilla, sus herramientas y sus mercaderías donde mejor le cuadre.
Establecerá una cremería central y diversas cremerías dependientes en los distintos pueblos de la colonia, de manera que cada colono que posea vacas cuya leche sea un excedente sobre el consumo casero, pueda vender esta producción en la cremería vecinal, en donde se le abonará al día y una vez desnatada se le devolverá el suero para sus cerdos. En esta forma el colono puede percibir diariamente una entrada para sufragar sus gastos menudos, ingreso que para su economía importa{203} una retribución más eficaz que si recibiera al final del año la suma redonda por el mismo concepto. Estas cremerías darán origen a una fábrica de quesos que se organizará sobre las mismas bases.
Construirá la empresa un molino harinero central y siete molinos distribuídos en los centros urbanos de la zona. El objeto de estos molinos tiende a que los colonos lleven su trigo a moler para que puedan elaborar para sus necesidades pan bueno y barato. Ocurre la anomalía de que en la región donde se produce el trigo, la harina es más cara que en Buenos Aires. El señor M. hace fijar nuestra atención sobre este ligero cálculo: 100 kilos de trigo producen 75 de harina. En Trenel, 100 kilos de trigo valen 10 pesos y 75 de harina valen 18. ¿Cómo solucionar el problema para establecer una baratura equilibrada? El colono lleva su trigo al molino. Allí se le cobra sin gravamen de ninguna especie, la manufactura y el interés del capital. De manera que no se recargará la harina ni con fletes, ni negocios de molinería, ni intermediarios. Como accesorios del molino se establecerán fábricas de fideos y panaderías mecánicas, a estilo de las que existen en Buenos Aires y bajo la más absoluta higiene. Estos establecimientos recibirán la harina de los colonos y entregarán el pan y los fideos cobrando los gastos de hornada y el manipuleo indispensable. Sobre las ventajas de este procedimiento eminentemente económico, conviene hacer notar que si valen los fideos en Buenos Aires 24 centavos y en Trenel 40, después de establecida esta industria en la región, los fideos en Trenel se cotizarán a precios no superiores de 20 y 15 centavos por las calidades de primera y segunda. Está calculado que para su economía un rústico ingiere diariamente dentro de los alimentos que consume, el 50% de pan y el 25% de fideos. Con este solo detalle, revelación de la higiene privada, queda justificado el beneficioso sistema de molinos y fideerías que implantará Trenel.
No paran aquí los propósitos de carácter colectivo que se propone afrontar la sociedad. Cuando este libro aparezca es probable que ya se hayan cavado en la po{204}blación de Trenel, los cimientos del gran hospital regional, establecimiento de primer orden, montado con todas las comodidades y elementos modernos, con amplios y ventilados pabellones, con jardines, dispensario y sala de maternidad y primeros auxilios. Hemos tenido ocasión de revisar los planos del futuro edificio y hemos quedado gratamente impresionados de su disposición, de su aspecto general y la previsión con que será ubicado, anticipando ampliaciones para el porvenir.
Construirá, además, la sociedad, un espacioso hotel con su gran comedor, su bar, sus habitaciones para viajeros, con baños bien distribuídos y demás comodidades, su jardín en el patio central con plantas de la región y arbolados propios para atemperar los vientos, con caballerizas y garage; todo esto bajo un plan de higiene y confortable sencillez. Un hotel, en fin, donde puedan darse la mano, si cabe la expresión, la bondad del campo y la cultura de la ciudad.
Sobre el sistema de venta de tierra de Trenel, que será un innovamiento en las prácticas coloniales de la sociedad, nos dice el señor M.:
—Es sabido que los grandes centros atraen las masas rurales. Tal ocurrirá a Trenel. Sobre este aforismo se ha resuelto establecer un sistema original y lo más equitativo que pueda concebirse para la venta de cierta cantidad de tierra. He aquí la forma: el colono pagará su tierra con el 20% de la cosecha. De manera que el colono, no bien entra a ocupar su predio se siente propietario. En esta forma, demás está decir que cultivará con verdadero amor su parcela. Ya lo dijo el pensador inglés en términos parecidos: “Dad a un agricultor en arrendamiento un jardín y lo convertirá en un erial; dad en propiedad un erial y lo convertirá en un jardín.” Sin duda alguna que para esta nueva colonización se exigirá muy escrupulosamente moralidad reconocida y hábitos de trabajo, debiendo además, cada colono hacer de su peculio, un rancho y un pozo, poseyendo, además, la semilla y herramientas necesarias para afrontar la labor de la siembra. Es decir, que el colono debe poseer en elementos o dinero efectivo, de 1.500{205} a 2.000 pesos. Sobre este particular, es bueno recordar que ningún agricultor que trabaja su tierra posee menos de esta suma de animales, herramientas e implementos de labor. Decir lo contrario sería aceptar implícitamente que el colono que no posea estos elementos en forma ostensible, los tiene a buen recaudo bajo el nombre de un tercero para capear algún fracaso o zafar a la mano del acreedor.
Las chacras que se transferirán según esta forma de venta, serán de una superficie de 250 hectáreas destinadas a chacras agropecuarias. La sociedad Trenel gestionará ante el gobierno en el sentido de que toda la tierra que sea dada en venta en estas condiciones sea inembargable.
Establecerá un vivero regional, destinando para ello 35 hectáreas de campo y especialmente para frutales y forestales. Estas plantas se darán gratis a los colonos para que las distribuyan en sus predios. Las que se planten y prosperen, serán pagadas por la sociedad a tanto por vegetal y como una retribución.
No conocemos un procedimiento más práctico, más noble y más eficaz para propender al culto de las plantas, difundir la huerta frutal y divulgar el cerco vivo, tan necesario en las regiones del norte y en toda la Pampa. Aparejado a esta organización de cultura vegetal, se organizará el regadío por sistema de norias que elevarán 60 toneladas de agua por hora, estimulando así a los colonos a la disciplina y aprovechamiento del agua que es obra de civilización.
Tan vasto y grandioso plan, concretado en sus contornos capitales está en vísperas de llevarse a la práctica. Cuatro o cinco millones de ladrillos, hornados ya, levantarán en seguida los cimientos de los grandes edificios destinados a hotel, a molinos y hospital; nuevas líneas reforman y subdividen en el plano la inmensa propiedad, mientras los primeros alfalfares anuncian, florecientes y magníficos, que ha llegado la hora de la renovación.
¿Queréis un espécimen más acabado de la colonización moderna? ¿Queréis una expresión más simpática{206} del cooperativismo, por la acción espontánea del capital frente al trabajo? Por que no hay duda alguna de que estamos en presencia de un caso único en la República y quizá en el mundo. No será un invento, tomando por separado cada una de sus proyecciones, pero es una combinación magistral, cuyo modelo será inútil buscarlo en la colonización privada de las más avanzadas naciones del orbe. Se busca algo más grande y duradero que la comodidad transitoria del colono; se persigue el noble propósito de “hacerle patria"—y “ubi bene ibi patria"—orientación magnífica que lleva todo el espíritu de una elocuente argentinidad. ¡Bien se conoce que detrás del proyecto está la garra del erudito, la fe del práctico y la concepción augural del maestro!
Y sabedlo bien, hombres de empresa y potentados del país, que solo veis vuestro éxito en las redituaciones fáciles del capital absorbente como la piedra imantada sobre las limaduras del hierro—sabedlo, que frente a esta valiente reforma, una mujer, una gran mujer, ha puesto todo su espíritu generoso y su clara visión. Una gran mujer, una mujer argentina que preside y orienta la sociedad Estancia y Colonias Trenel, bajo cuyo arbitrio juegan setenta millones de pesos, que dirije sus sesiones, lleva la palabra directriz y encarrila los debates, y que a su raro talento e inmensa filantropía, une las dotes de una acendrada modestia.
De vez en cuando una racha de feminismo nos llega del norte con la claridad de una gran conquista. Pero no siempre el triunfo novelero y aparentemente viril de las faldas, despeja horizontes definitivos a la mujer. El Capitolio de Wáshington fué testigo hace unos meses de una escena sintomática. La diputada X, prototipo del caudillo feminista, se desmayaba en su banca al votarse la ruptura de relaciones con Alemania. ¿Qué es, entonces, el feminismo, preguntamos nosotros? ¿Será como lo plantea, en este caso, Estados Unidos o como podemos concebirlo nosotros, con este modelo de compatriota, que bellamente, silenciosamente, pone su fortuna y su talento en favor de la patria y su corazón en favor del bien?...{207}
Eventualidades. Sucesos que pueden ocurrir.
A recaudo. En seguridad.
Percibir. Recibir.
Sufragar. Pagar.
Anomalía. Contrasentido.
Gravámen. Recargo en el precio.
Manufactura. La obra que se hace con la materia prima, sea a mano, sea con máquina.
Accesorios. Auxiliares.
Manipuleo. De “manipulear”: operar con las manos.
Ingiere. Traga, come.
Dispensario. Establecimiento o local donde se dan consultas y medicamentos a los enfermos menesterosos.
Aforismo. Sentencia, máxima o afirmación formulada en pocas palabras.
Erial. Tierra o campo sin cultivar ni labrar.
Implícitamente. Sin que esté expresado.
Capear. Afrontar.
Zafar. Escapar.
Transferirán. De “transferir”: pasar a otro.
Norias. Aparato para sacar agua de los pozos.
Orbe. El mundo.
Redituaciones. Rentas, intereses producidos por el capital.
Arbitrio. Dirección.
Acendrada. Completa.
Prototipo. El más perfecto modelo.{208}
Uno de los pueblos más antiguos de la Pampa y sobre el que ha pesado una rara injusticia, propia del azar de las cosas, ha sido Parera, centro urbano del norte y hasta el cual no ha llegado todavía el ferrocarril.
El Ferrocarril Oeste, cuando llevó sus líneas por aquella comarca, tuvo el propósito de conectar directamente Van Praet con Parera. Hace de esto algo así como quince años. Sea por convenir a los intereses de la empresa la modificación del trazado, o por que los propietarios de campo se “empacaron” en sostener precios fuertes por la tierra que iba a utilizar la ferrovía, el caso es que el tren se desvió para Jardón, siguió para Realicó, Quetrequén, etc., defraudando las esperanzas del vecindario de Parera, digno de mejor suerte.
Parera tiene 26 años de existencia y fué fundado en campos de don Faustino Parera, quien dividió y loteó el égido. Se llamó en sus comienzos el Tordillo. Los planos de esta población se oficializaron recién en 1915. Su población urbana cuenta con 1.400 habitantes. Tiene servicios municipales, modestos pero completos. Funciona en esta localidad una escuela nacional con los cinco primeros grados de enseñanza y que ha contado hasta 300 alumnos.
La colonización de la zona de Parera data de 1910. Los primeros agricultores fueron italianos procedentes de Quetrequén, Rancul y Chamaicó. Estos arrendatarios primitivos pagaban por su locación el 13% sobre la cosecha, o cuatro pesos por hectárea. Pero el arrendamiento en dinero no duró mucho tiempo. Había que facilitar la acción de los agricultores ya que la lejanía del tren dificultaba o encarecía el levantamiento y transporte de las cosechas.
¿Cuáles fueron los resultados de aquella iniciación agrícola? Los cuatro primeros años se hicieron notar así: dos, malos; uno, regular; uno, bueno. A pesar de{209} todos los trastornos, los colonos se arraigaron. Hoy son francamente optimistas.
Algún tiempo después se hacía sentir, en parte, la ayuda oficial. El Banco de la Nación prestó sobre prenda agraria. En esta forma, se evitó el intermediario, que fué siempre el comercio local, formalizándose las operaciones directamente entre la institución bancaria y los colonos.
—¿Vendrá algún día el ferrocarril?—nos interroga un vecino caracterizado de Parera, que encontramos en Quetrequén.—Estamos tan desesperanzados ya!...
Sentimos desilucionar a este bravo agricultor que fué de los primeros en roturar la tierra de la comarca. Nos parece difícil que el ferrocarril lleve sus líneas hasta Parera. Lo único viable que encontramos—y que será tal vez la solución del tan justamente anhelado beneficio ferrocarrilero—es la unión de Quetrequén con Ingeniero Luiggi, pasando por Parera, a pesar de la pequeña comba que haría la línea. Mientras esto se convierta en una bella realidad, beneficiando con el riel a una región importantísima, hagamos votos por que el gobierno lleve a Parera, por lo menos, el telégrafo nacional.
Realicó, la población más septentrional de la Pampa, centro cortado en cruz por los ferrocarriles del Pacífico y del Oeste, está destinado a ser de una importancia excepcional una vez que se subdivida la tierra circunvecina. Sus prolegómenos fueron como la mayor parte de los pueblos pampeanos, erizados de dificultades. El pueblo tiene apenas diez años de vida y ya es un centro primoroso, sin la potencialidad de Pico, pero con muy brillantes perspectivas. Se fundó el 2 de marzo de 1907. La colonización de sus chacras vecinas data de 1903. Se ha seguido, pues, en este sistema de población, el orden correcto: primero los años de prueba, los cultivos, es decir el ensayo sobre los medios de vida de que dispone la comarca; después, la fundación del centro urbano.
Había en los comienzos de esta colonización un arraigado pesimismo que fué menester destruir poco a poco.{210} Los agricultores santafecinos y del sur de Córdoba, no querían arriesgarse en el ensayo de aquellas tierras, conceptuadas malas, “a priori". La tosca, la arena, la escasez de pastos, la irregularidad de las lluvias, eran factores negativos, mentados de lejos y sin el conocimiento absoluto de la tierra. Había una especie de terror a una planta silvestre llamada alpataco, de corto tallo, que se difunde en raíces duras y que rompe las rejas del arado. A esta mala cizaña, se unía el olivillo y el tupe enseñoreado, también, de las praderas.
Destinados a ganarse la vida en campos tan ingratos y tan desacreditados por el prejuicio, los primeros agricultores se volvían a sus tierras del norte, sin intentar que la labor inteligente salvara los obstáculos. Después, los más tenaces, echaron de ver que las tierras eran de excelente calidad. El alpataco, con su raigambre infernal, sirvió de combustible, descuajado a fuerza de hacha, después de arar. Y, cosa rara, resultó que las tierras de alpataco fueron las más aptas para los cultivos de las gramináceas.
Los criadores de ovinos, corridos por la irrupción agrícola, se retiraron al oeste, no sin antes haber provo{211}cado el choque. De esta lucha de las dos corrientes industriales, la ganadería rudimentaria y la agricultura científica, resultaron las quemazones de campos, consecuencia de la derrota de una de ellas, al arriar sus majadas en busca de tierras vírgenes.
¿Qué ocurrió después? Que la colonia fué tomando incremento en forma halagadora, hasta no dejar un estadal de tierra sin cultivo.
Hoy este pueblo del norte está en marcha y en estado floreciente, merced a la difusión agrícola de su departamento. La tierra se subdivide en pequeñas propiedades, lo que importa un progreso regional que ha de hacerse sentir bien luego en la economía del departamento. He aquí un dato sugerente que nos proporciona el señor S., vecino de gran prestigio en Realicó y la zona del norte; Don Pedro V., arrendó en la cercanía de esta población 564 hectáreas de campo al precio de 6 pesos. Esta fracción tiene unas 60 hectáreas de monte. El primer año obtuvo buena cosecha. El segundo tuvo un rendimiento de 3.000 quintales que vendió entre 14 y 16 pesos. Este año agrícola ha sembrado 400 hectáreas con un rendimiento aproximado de 10 fanegas por hectárea—no hemos confirmado el dato.—Corolario de la prosperidad de este colono con buena estrella: que ha comprado el campo a la compañía Holando-Argentina a razón de 137 pesos la hectárea, pagándolo con el producto de sus cosechas.
Basta este detalle para pensar que fué ilusorio aquel pesimismo inicial y que no deben ser tan malas las tierras de alpataco...
De nuestra visita a Quemú-Quemú, hemos recogido la más óptima impresión. Es, sin duda, esta población una de las más progresistas de la Pampa, por la situación topográfica que ocupa en el territorio, la calidad de las tierras adyacentes y la difusión colonial que informa el incremento que ha tomado la agricultura.
Quemú-Quemú, fué fundado el 26 de julio de 1908, por el señor Carlos M. Madero, en campos de la señora Sara Unzué de Madero. Tiene actualmente en su planta urbana 3.500 habitantes y 3.000 en el perímetro de su{212} departamento. La población está, como Pico, Realicó y Catriló, cruzada por dos vías férreas, el Pacífico y el Oeste. Esta circunstancia pone al departamento en condiciones inmejorables para propagar sus industrias rurales.
Quemú-Quemú tiene hoy municipalidad propia. Sus calles son amplias y rectas. Dos plazas públicas—San Martín y Belgrano—dan vida al aspecto general del municipio con sus jardines bien arborizados. Tiene importantes establecimientos de comercio e industrias urbanas.
En los campos tributarios de Quemú-Quemú, quince colonias de importancia han intensificado la vida agrícola, extendiendo sus cultivos en una superficie de 170.000 hectáreas.
El agua subterránea se encuentra a profundidades que varían de 3 a 5 metros.
Entre los establecimientos rurales de Quemú-Quemú más importantes, figura La Enriqueta, con 2.500 hectáreas, campo alfalfado y dividido en 15 potreros. Esta propiedad dedica sus praderas a la crianza de vacunos, tipo Durham mestizado y caballar Hackney.
Es digno de mención el importante criadero de aves de La Enriqueta, con magníficos planteles y reproductores de pedigree.
Pero el establecimiento de verdadera significación en la zona es San Alberto, a cuatro leguas del pueblo, fundado en 1907.
San Alberto se extiende en una superficie de 14.000 hectáreas, es decir, más de cinco y media leguas de campo. Esta inmensa pradera, alfalfada en su totalidad, está dividida en 50 potreros con 46 molinos.
Para darse cuenta de la importancia de esta gran invernada, baste saber que pacen en aquel fundo alrededor de 15.000 cabezas de ganado vacuno, tipo Durham en su totalidad.
Otro establecimiento digno de mención, es San Rafael. Comprende este campo una superficie de 2.500 hectáreas cultivadas con alfalfa y pobladas con ganados bovino y ovino, de noble mestización.{213}
San Rafael, dividido convenientemente en cuadros de invernada, está cercado con alambrados de seis hilos lisos y dos de púa.
La Delicia es otro establecimiento de industrias mixtas. En este campo de 1.200 hectáreas, hay un monte frutal y viñedo que han dado excelentes resultados.
En compañía del intendente municipal de Quemú-Quemú, giramos la población, sorprendiéndonos agradablemente los progresos de la edificación y el buen orden edilicio que dan idea de la comuna progresista.
Conectar. Poner en conección, unir.
Ferrovía. Ferrocarril.
Viable. Hacedero; que puede ser hecho.
Septentrional. Del norte.
A priori. Locución latina. De antemano. Se dice que una demostración o una afirmación es a priori, cuando deducen los efectos de las causas.
Alpataco. Planta leñosa de raíces duras y sarmentosas.
Incremento. Aumento.
Corolario. Consecuencia.
Tributarios. Que dependen.
Pacen. De “pacer”, comer la hierba.
Fundo. Propiedad, finca rural.
Realicó. Alberca o aguada en forma de fuente (araucano).
Rancul (o Ranquel). Juncos (araucano).
Chamaicó. Cha (gente); mai (derecha); co (aguada, manantial).{214}
Después de visitar diversos pueblos de la línea de Pico, hemos pasado a Victorica. En la proximidad de Conhello comienzan los montes de caldén, de vegetación uniforme. Está la comarca en plena explotación. La leña, en parvas interminables, se alínea junto a los alambrados del ferrocarril. En Luan Toro, el stock de consideración, aguarda tren rodante para volcarse en la capital federal. Cruzamos las “hachadas” de M. de P. y T. Las industrias agropecuarias poca vitalidad dan todavía a la zona. Se está en la faena primitiva de descuajar el bosque para entregar los campos a la roturación.
El día es espléndido. Se visten de alegría el cielo azul, el monte y la pradera. El cardo asnal levanta sus mitras constelando de pompones el campo de tréboles y gramillas. El paisaje silvestre se tonaliza de vez en cuando con el pequeño alfalfar, el desmonte, el labrantío. Muy de tarde en tarde, asoma de entre el monte tupido, un ranchujo cimarrón mezcla de toldo y de vivienda suburbana. El terreno se quiebra en collados, pero sin brusquedad, con elegancia. En algunos potre{215}ros advertimos la vacada de criollos, de tipos torvos y violentos, pero con las primeras intentonas de mestización; algún rebaño pampa, a medio seleccionar y algún hato caprino triscando alegre entre los árboles.
No es necesario descender del tren para dar juicio sobre la aptitud de los campos. La cebadilla agreste difundida en copiosos matorrales, nos habla con elocuencia de la fertilidad del suelo. Las lluvias de este año han sido frecuentes y abundosas.
Los campos de Victorica, por sus condiciones agrológicas, son buenos para cultivos de forrajeras. La tierra, arenosa y morena, es propicia a la alfalfa.
Los primeros alfalfares los inició en la región y en 1898, don Máximo G. Estos ensayos en su establecimiento Carro Quemado, fueron una comprobación. Le siguieron en la prueba, don Alberto S. en La Isabel; don Alfonso C.—el pujante francés—en sus campos de Telén; Von B., en Poitahué, y Armando L., en La Morocha. Actualmente la superficie alfalfada de Victorica puede calcularse en una extensión de 80.000 hectáreas.
Sin duda alguna, el más empeñoso cultivador ha sido don Máximo G., quien por la excelencia de sus semillas, obtuvo premios de valía en el concurso organizado por el ministerio de agricultura en 1909, y en los de la Bolsa de Cereales de 1910 y 1913.
Para el cultivo de una hectárea de alfalfa en Victorica se calcula una inversión de 30 pesos. Por las faenas de arar, sembrar y rastrear, se paga 7 pesos. Se dan, generalmente, tres cortes anuales, destinando el primero para semilla, cosa de que si fracasa se pueda asegurar el segundo. La alfalfa se acondiciona en parvas y almiares. No se han ensayado aún los silos en esta región, debido a que los resultados del forraje, en estos tres últimos años—salvo el presente—han sido precarios, por escasez de lluvias.
El maíz se cosecha con éxito en toda la comarca. Predomina el tipo de maíz amarillo.
Este año se han iniciado los primeros tanteos en trigos, con pequeñas extensiones de 100 y 200 hectáreas,{216} en ruso y barletta. Y a fe que este cereal y su poco de avena, han dado rendimientos alentadores. Son italianos, españoles y criollos los labriegos que acaban de tentar esta nueva orientación para los cultivos rudimentarios de la comarca. De este ensayo arrancará la corriente colonizadora que ha de iniciar la evolución agraria en Victorica.
—Quien está poniendo mucha atención en estos preliminares agrícolas—nos dice el gerente del Banco de la Nación—es el señor Enrique K., en su campo La Fe. El señor K. ha traído colonos del sur de Buenos Aires. Su ubicación es reducida pero ha resultado eficaz. Son tres familias, solamente, las fundadoras de la chacra, con un cultivo de 300 hectáreas. El trigo y la avena prometen dar óptimo rendimiento. Con tan buenos auspicios, el propietario del campo aumentará sus colonos el año entrante. El campo La Fe está situado a seis leguas del ferrocarril. El señor K. no cobra arrendamiento por el campo destinado a agricultura. Lo hace, simplemente, a título de ensayo.
La industria ganadera tiene viejo arraigo en la zona. En materia de ganado vacuno, la tecnificación comienza hace quince años, con los primeros tipos importados en toros y vaquillonas. Actualmente predomina el tipo Durham. Se calcula en más de 250.000 el número de cabezas en el departamento. Estas haciendas se destinan a los mercados del litoral y a frigoríficos. Como un dato significativo sobre el mercado de haciendas, diremos que en los remate-ferias de Telén y Victorica hay ventas mensuales, sobre totales de 1.000 cabezas como término medio, exclusión hecha del ganado lanar. En ovino, se ha reformado mucho también, con cruzas de Lincoln y Rambouillet. Las majadas aborígenes, salvo uno que otro plantelito de propiedad de criadores retrógrados, están en Santa Isabel y Colonia Mitre para afuera. Son limpias, en general, las lanas de la zona. Hay un poco de roseta, sin embargo. No hay abrojo grande. No hay garrapata. No hay lombriz. La sarna es benigna, y para ello tienen los establecimientos sus comodidades zootécnicas. La cosecha de lana este año está calculada{217} en 2.000.000 de kilos. Los últimos precios alcanzados hasta ahora—escribimos este capítulo a principios de noviembre—han oscilado entre 20 y 25 pesos.
Creemos que bastan estos apuntes como semblanza general del departamento. La tierra es generosa y feraz, apta como la mejor del territorio para las industrias rurales. ¡Lástima que no esté lo suficientemente subdividida! Pero las necesidades agrícolas han de formalizar con el tiempo la evolución, tonificando el progreso de la zona.
El comercio regional es nutrido y honesto. Las casas de Victorica tienen un extendido radio de acción en el noroeste, llevando sus mercaderías hasta las colonias Mitre y Epumel y gran parte de la sección 13. Hay establecimientos comerciales que merced a su empeñosa labor, y sin ser excesivos en los precios, han doblado su capital en un año. Unase a esto el dato de que el Banco de la Nación sostiene un movimiento no inferior a 15.000.000 de pesos, según informes oficiosos que recogemos, y se tendrá una noción aproximada de la validez comercial de este centro.
La evolución de Victorica es hacia la agricultura. Ya se diseñan los primeros albores. Departamento criollo—el más criollo de la Pampa—y ganadero, en consecuencia va ganando el oeste, mientras la agricultura de importación, se apodera de los gramillales y fracciona en chacras la heredad. La línea de Toay a Victorica, cuando vaya, revolucionará los predios y constelará de colonias el camino.
Hachadas. Las partes del monte en que trabajan los leñadores o hachadores.
Cardo asnal. Variedad del cardo común, de hojas muy espinosas.
Mitras. Ornamento o capelo, color violeta con que los obispos se cubren la cabeza en las funciones religiosas.
Constelando. Matizando.
Collados. Lomas o colinas de poca elevación.
Hato caprino. Rebaño de cabras.
Inversión. Gasto.{218}
Auspicios. Comienzos; lo que permite esperar que aquello que se emprende salga o resulte bien.
Retrógrado. Atrasado.
Garrapatas. Insecto de patas gambadas que se agarra fuertemente a la piel de los animales para chuparles la sangre.
Feraz. Fértil.
Apta. Adecuada, que sirve para algo.
Heredad. Posesión de campo.
Constelará. Llenará. Tomada en sentido figurado.{219}
Terminada la campaña al desierto, había que poblar el país conquistado. La Pampa del norte, foco de tribus hoscas bajo la garra de caciques zahareños, reclamaba con urgencia núcleos urbanos como el primer complemento civilizador. Nuestra caballería, fatigada aun, dejaba sus carabinas humeantes para cavar el cimiento de las poblaciones. Militar había sido el desbrozamiento del bosque salvaje y militar debía ser el bautismo de los pueblos. Nace así Victorica, el 12 de febrero de 1882, tutelado por las armas victoriosas del 9 de caballería. Es el coronel don Eduardo Racedo quien le unge su óleo militar, en unión de sus compañeros de armas, coronel Ernesto Rodríguez, comandante Sócrates Anaya, Froilán Leiría y otras figuras descollantes de la cruzada.
Era a la sazón ministro de la guerra, el general don Benjamín Victorica. El pueblo criollo cuyos primeros vecinos proceden de Mercedes de San Luis, recibe el legado de las armas dispuesto a desenvolver sus energías y a apresurar la colonización del vasto territorio. Era la simiente de la pacificación llevada por la guerra y que debía germinar en rama de olivo entre los campos agrestes y los bosques del norte. Y en verdad, que no podía el ejército haber elegido un punto más estratégico y central para la fijación del núcleo urbano.
Abarquemos en una ligera reseña el amplio panorama de la heredad indígena, donde estaban aún frescas las huellas de la salvaje dominación. Poitahué, vecino a Victorica, puede considerarse el punto de irradiación de aquel dominio bárbaro. El paraje es boscoso, lleno de quiebras y circundado de médanos. Las selvas se escalonan en anfiteatro hasta empenachar las más altas colinas. Allí, desde tiempo inmemorial, se consagraron las más sonadas aventuras indígenas, alianzas y parlamentos y se tramaron las más bravas invasiones a tierra de cristianos. Fueron estas selvas, metrópoli gubernaticia en lo bárbaro e institucional y gran mercado de{220} transacciones en el comercio y la ganadería. Hasta allí vinieron los plenipotenciarios del Limay, de Mendoza y de ultra cordillera a transar convenios “internacionales” y legislar sobre los campos sin fronteras; y vinieron también arrieros y negociantes a comprar ganados y cargar en sus recuas con la sal de las lagunas. Hacia el sur oeste, donde el bosque se diluye en aislados matorrales, dos lagunas, como dos broches de plata, cierran la herradura de los médanos. Allí tenía el cacique Quinchao su aduar, como un cancerbero puesto en guardia junto a los primeros árboles de la selva mitológica. Desde la cresta de las lomadas vecinas, la vista abarca un dilatado horizonte. Hacia el sureste se abre, otra vez, el bosque infinito y espeso. Es el Rincón de Baigorrita entre cuyas tupidas arboledas supo, el famoso cacique, buscar refugio como un gato montés. Más allá una hondonada; luego un médano. Después, una laguna—Metero-Quett—abundosa mina de sal común.
Se entra después en la tierra próvida: Yuá-Yuá. Fué en este valle feracísimo donde Painé había asentado su pueblo. Tierra rica en humus, se prodiga en gramíneas silvestres y en pintorescas perspectivas. Levantada la tienda aborigen, nuestras tropas encontraron cebadales sembrados en forma rutinaria pero floreciente. De este{221} oasis, que suponemos invernadero promisor para las caballadas indígenas, pudo decir el doctor Benjamín Dupot cuando en 1879 lo cruzó con las tropas del coronel Rudecindo Roca: “De todos los terrenos que hemos recorrido, desde Villa Mercedes de San Luis hasta aquí, 92 leguas, es el más feraz éste, pareciendo que fuese fecundada la tierra artificialmente.”
Pero este valle no es más que un anticipo de la vega fertilísima que sigue al sur espaldada en semicírculo por las colinas de Calpe y Curru-Mahuida, que corren paralelamente de noreste a suroeste y donde, en previsión del árido desierto que vendrá después, la naturaleza parece que hubiera desbordado en gracias. Lástima que es breve el solar valletano. Pero es nutricia y es húmeda su tierra y basta una lluvia tímida para tapizar de verdura el prado. Aquí se abre el horizonte sobre la travesía como una puerta infranqueable que los indios denominaron Huin-cul.
Desde allí hasta los derrames del Atuel, sobre las arenas del Chadi-Leuvú, el terreno se presenta fragoso y desigual, ora lleno de dunas errátiles, ora salpicado de jarillas y piquillines precarios, ora con praderías fértiles pero amargas, ora con sotos exíguos pero poblados de gramillas y trébol de olor.
Pero no es esto todo el vasto país que dominaron los ranqueles. Hacia el norte y hacia el sur y hacia el este llevaron la fuerza brutal de su poderío. Y si nómades fueron sus correrías, no fué por la pobreza de sus valles, que no convivieron la tierra propia, en los afanes del trabajo remunerador. Guerreros por casta, sañudos y andariegos por modalidad, no era el sedentarismo de la labor agraria el que había de poner freno a su vida gandul. Con invernadas fértiles ¿a qué razón intentar el labrantío, si era más fácil poner por delante de sus potros los ganados ajenos y alcanzar la inmensidad de los bosques y las vegas recónditas? ¡Ah si hubieran sido sosegados y trabajadores como los indios de la meseta! La misma facilidad de la vida sobre la tierra fértil y bajo el sol benigno, contribuyó a entorpecer su propia étnica, trabajada en la guerra y en la rapiña del pueblo{222} araucano, su antecesor. Y hubieron de perder su paraíso porque no supieron cultivarlo para vivir en paz a su sombra.
¡Sus valles! ¡Sus bosques! ¡Sus serranías! ¡Sus lagunas!... En Ranquel-có, exuberante pradera regada por su arroyo juguetón y circundada de médanos hechos al azote del viento, solía Baigorrita invernar sus caballadas. En Leuvucó, junto a la laguna de Ochoel, donde se dividía el extenso reinado con Epumer, salpicado por vastas selvas y claros ubérrimos, mantenía su tienda Mariano Rosas, mientras el predio le devolvía con trigos y cebada el trabajo de aventar la semilla. ¿Y Cochicó? ¿Queréis algo más bello? Sobre este valle, santificado por la tragedia, un militar de la cruzada, en parte a Racedo, suscribió esta breve semblanza: “La naturaleza parece hacer alarde de sus galas. Difícil es describir la particularidad de esa perla—permítasenos la frase—en la soledad misteriosa de la Pampa.”
Y todo lo perdieron. Quedó la inmensa heredad abandonada. Las tolderías deshechas. Creció la maleza en las vegas inactivas y ansiosas de ganado. Se cubrieron de maraña los senderos ocultos que se retorcían como serpientes hasta el corazón de las selvas. Y cuando la civilización, legataria del esfuerzo armado, quiso recoger el premio de su gran conquista, pensó en que la obra inmediata de esta depuración debía llevarla la colonia.
Así nació Victorica, primera avanzada civilizadora en el país de los ranqueles.
Hoscas. Asperas, intratables, hostiles.
Zahareño. Desdeñoso, desconfiado, irreductible.
Desbrozamiento. De “desbrozar”: quitar la broza, limpiar.
Unge. De “ungir”: señalar una persona o cosa derramando sobre ella el óleo santo. Está en sentido figurado para significar que se señaló o asentó el sitio en que se levantaría el pueblo de Victorica.
Estratégico. De acuerdo con la estrategia.
Irradiación, punto de irradiación. El centro desde el cual se ejercía el poderío indígena.{223}
Anfiteatro. Lo que está en forma de anfiteatro. En sentido recto, anfiteatro es un edificio ovalado o redondo, con gradas alrededor.
Transar. Realizar.
Recuas. Conjunto de animales de carga.
Diluye. Se extiende en forma suave.
Aduar. Campamento o población movible de los árabes nómades. Por extensión, se aplica a las tolderías de los indios de la Pampa.
Cancerbero. Guardián fiero y soez. En la mitología griega, Cancerbero era un perro de tres cabezas, feroz, que guardaba la entrada de los infiernos.
Mitológica. Propia de la mitología.
Humus. Tierra rica en materias nutritivas vegetales, negra, y la más apta para que se desarrollen las plantas.
Valletano. Perteneciente al valle.
Errátiles. Movedizos.
Jarillas. Planta de la zona pampásica.
Piquillines. Planta pampeana.
Sañudos. Furibundos, dados a la saña.
Sedentarismo. La vida en un sitio fijo.
Gandul. Holgazán.
Recónditas. Muy escondidas.
Ubérrimos. Los más feraces.
Semblanza. Descripción.
Maraña. Maleza.
Legataria. Heredera; que recibe un legado.
Ranquel-co. (Voz araucana). Laguna de juncos.
Limay. (Voz araucana). Liso, plano, parejo.
Curru-Mahuida. (Voz araucana). Cerro negro.{224}
La primera impresión agradable que nos da Victorica, la recogemos en la plaza pública. Es el obelisco a los héroes de Cochicó, mojón más que monumento, donde el alma popular ha significado su espontánea glorificación al puñado de valientes que cayó en la jornada del 19 de agosto de 1882, inmolado por las lanzas de Yancamil. ¡Loado sea el pueblo que venera a los humildes!
Sin duda, historiadores rotundos, ignoráis esta sencilla jornada del desierto, que venía a epilogar con la nota más cruel y más saliente la campaña civilizadora. El episodio de Cochicó, trivial para los resultados generales de la cruzada, tiene una significación trascendental dentro del espíritu de disciplina del ejército. Demuestra, además, con harta elocuencia, la necesidad de complementar el éxito de las armas, con una política gubernamental auspiciosa, que llevara sobre el rastro de las tribus en derrota, vigilancia, cultivos y población.
El coronel Racedo, con asiento en Villa Mercedes, en parte telegráfico de 25 de noviembre de 1878, decía al ministro de la guerra, general Roca: “Le felicito por el resultado de la expedición del comandante Roca. Ella ha sido tan feliz como la mía. Poco queda que hacer con los ranqueles.” Roca le contestaba dos días después: “Me parece conveniente que usted en persona dirija la operación de concluir con los ranqueles. Váyase preparando y avíseme qué día piensa salir. Creo que ahora estas marchas deben hacerse despacio para no fatigar los caballos. No deje perder esta luna. Le recomiendo me lo trate bien a Chancalito.”
Sin embargo, lejos estaban de concluir con la salvaje dominación. Era muy vasto el país ranquelino, muy lleno de accidentes topográficos y variado en recursos naturales para que pudiera descuajarse de golpe aquel imperio montaraz. Faltaban por caer los soberanos Baigorrita y Epumer. Las armas de la nación, demasiado{225} hacían en aquel inextricable laberinto, desde los altos médanos de Poitahué hasta los guadales del Salado, en una extensión salpicada de bosques espesos, de lagunas salobres, campos abiertos, dunas y collados. Por fin cae Epumer con su mesnada de 300 jinetes de chusma y lanza. Es el día 7 de enero de 1879 y lo comunica Racedo desde Río IV. Abandonan los aborígenes sus viejas guaridas y se retiran al Chadi-Leuvú. Pero falta Baigorrita. ¡Baigorrita! Contra él se lanza el jefe de la vanguardia de la tercera división de operaciones, coronel Rudecindo Roca y lo persigue a lo largo del Salado hacia el sur. En Curru Mahuida, le da un indio la noticia de que el fugitivo con sus fieles, ha vadeado el río y el Atuel. Se sigue los rastros. Se costea una cerrillada de médanos. Se cruza el abra. Luego el monte hirsuto. Pero ahí está el río lleno de braveza, hinchando el lomo y guarnecido por el tembladeral. ¿Quién se azota!... Una de las comisiones volantes anuncia, por la delación de un indio, hermano del capitanejo Mariqueo, que Baigorrita debe estar junto a la laguna de Cochicó. Hay que volver entonces diez y seis leguas por lo menos. Allí ha de estar el montesino, el ogro, con su hermano Lucho que es su sombra y su brazo. Y hacia Cochicó fueron nuestras armas. Penosa debía ser la travesía. Los derrames del Atuel habían invadido con su raigambre de cañadones una extensa superficie. Diez horas permanecieron nuestros bravos en el agua un día 25 de mayo frío y ventoso. Pasaron por fin aquel delta endemoniado. Ganaron una isla, ateridos y hambrientos, para recomenzar la jornada al día siguiente, no bien se iniciase el sol. ¡No había que dar tregua al fiero ranquel! El 27 se gana el rastro de Cochicó. Cruzan el bosque de chañares y jarillas y van a acampar a la vera de la serranía. Allí se muda de caballos y se vuelve a tomar el camino hasta la laguna amarga. Un chasque del capitanejo Cumilao, sorprendido en el monte, denuncia la situación de Baigorrita en Cochicó. Allí está con Lucho, Fortuna y Cumilao. Pero, no contaban nuestras tropas con la astucia del indio, que es su naturaleza providencial. Baigorrita ha huído{226} horas antes, al otear como una fiera perseguida, la proximidad del ejército. ¿Hacia dónde? A Ranqueló, sin duda. Pero no se detiene aquí y vuelve nuevamente a burlar a sus perseguidores, emprendiendo la fuga hacia el Colorado. Le garronearon las pezuñas los jinetes del 9. Pero fué inútil. El gamo había nacido en las breñas y tenía el instinto ancestral del bosque. Se escurrió como una sabandija.
—¿Ve esa humareda?—le preguntó al coronel Roca, un ex-cautivo que se plegó a las tropas frente al jagüel de Las Liebres.—Es Baigorrita que avisa a sus indios dispersos, encontrarse en la otra ribera del Colorado.
Dos meses después, en agosto, el gobernador de Mendoza, don Elías Villanueva, comunicaba al general Roca la muerte del ranquelino. “Cayó Baigorrita en poder de las fuerzas, después de combate reñido. Huyó con diez indios, y el mayor Torres, que lo perseguía, lo mató porque no quería rendirse.”
Este episodio ocurrió el diez de agosto a la margen del río Agrio.
Con la muerte de Baigorrita y el sometimiento de grado o por fuerza de los grandes caciques, termina el imperio pampeano como entidad subordinada a la soberanía indígena. Pero no así el bandidaje desalmado en algunas comarcas. El país ranquelino, quebrado y fértil, lleno de bosques, de médanos, de serranías y gramillales, era de fisonomía excepcional para prolongar las montoneras. El chusmaje aborigen, capitaneado par los últimos lanceros que restó la huída en los repliegues del camino, por largo tiempo merodeó en la comarca sometida, no obstante el optimismo de los conquistadores. Y precisamente, a la guerra sorpresiva que siguió a la acción sistemada, pertenecen los más bellos y emocionantes episodios militares. El encuentro de Cochicó que trata de perpetuar este monumento honrado y glorificador de la plaza pública, tiene los contornos de la epopeya. Se suscribió así aquella jornada de sangre y de valor. En el mes de julio de 1882, cinco meses después de fundado el pueblo de Victorica, el comandante{227} Froilán Leiria, segundo jefe del regimiento 9 de caballería, desplegó al mando del mayor Nicolás Santerbó en persecución de los indios, una parte de la fuerza de su guarnición. Cuando estas tropas llegaron a Puelen, es decir a cincuenta leguas de Victorica, su jefe desprendió
una partida de 26 hombres al mando de los oficiales tenientes Tránsito Mora y alférez indígena Simón Martínez. Esta fuerza, con carácter de exploradora, debía patrullar por Cochicó (“cochi”, dulce; “co”, aguada) y sus alrededores. Conocedores los indios de{228} esta maniobra, tendieron su celada. Cuatrocientos jinetes, apostados en las breñas y en el monte, salieron al encuentro de los atrevidos exploradores. Eran las lanzas del bravo cacique Yancamil, cuyas depredaciones y salteos no habían encontrado castigo todavía. ¡Qué lejos estaba Santerbó para el auxilio! Rodeado Mora y sus legionarios lucharon denodadamente en aquella demanda desigual de uno contra quince. Agotadas las municiones, inutilizadas sus armas blancas ante las largas picas y las boleadoras, hubieron de pelear hasta con las piedras. ¡Qué dolorosa ultimación! Cuando Santerbó, avisado del encuentro, llegó al lugar de la jornada, habían pasado a la inmortalidad sus héroes bajo la envoltura sangrienta y gloriosa. Recordemos sus nombres; Cabos primeros del regimiento 9, Matías Rosales y Miguel Cardoso; cabos primeros distinguidos, Juan Suárez y Juan Márquez; soldados Tiburcio Vergara y Liberato Páez; cabo primero del batallón 10, Francisco López, y soldado Dolores Amalag.
Tal fué el episodio de Cochicó. Tal el monumento sencillo que la gratitud popular ha llevado a la plaza pública. Los despojos de los héroes humildes descansan en el atrio de la iglesia. Allí se levantará el monumento futuro, grande y significativo como la propia acción. Y cuando la Pampa, dejando su minoría de edad, se incorpore a la diadema constelada como una nueva provincia—¡gran provincia, sin duda!—y necesite fomentar el culto de los héroes propios, ya el sentimiento nativo volverá sus ojos al vallecito aquel, donde dos arroyos, que se tiran como dos culebras del cerro, ponen sus cintas de plata sobre el verde tapiz...
Obelisco. Alto pilar aislado, semejante a los obeliscos egipcios, que eran unos monumentos monolíticos (de una sola piedra) en forma de pirámide cuadrangular, de base estrecha con relación a su altura, que solía pasar de 20 metros.
Mojón. Señal que se pone para marcar el límite de los campos, caminos, etc. Generalmente es una piedra enclavada en tierra.
Cochicó. (Voz araucana). Aguada dulce.
Rotundos. “Historiadores rotundos”: los que emplean un tono dogmático.{229}
Epilogar. Resumir, poner el epilogo.
Auspiciosa. Que asegura el porvenir.
Fotográficos. Correspondiente a la fotografía.
Descuajarse. Arrancar de raíz, de cuajo.
Inextricable. Enredado, confuso.
Laberinto. Lugar formado de calles y encrucijadas, de modo que el que se encuentre dentro no pueda dar con la salida.
Guadales. Los campos de arena en que ésta llega a gran profundidad. Los antiguos médanos ya firmes.
Mesnada. Soldados, generalmente voluntarios, que siguen a un jefe.
Vadeado. Atravesado.
Cerrillada. Región cubierta de cerrillos.
Abra. Abertura por la que se puede pasar entre dos montañas o cerros. También se aplica a los pasos practicables en las selvas espesas.
Hirsuto. Dícese del pelo duro y revuelto.
Tembladeral. Sitio por el que en apariencia se puede transitar, pero en el que bajo una capa de césped se oculta una capa de fango, a veces muy profunda.
Breñas. Campo cubierto de peñas y malezas.
Jagüel. Pozo excavado (sin borde) del que se extrae el agua para el ganado.
Merodeo. De “merodear”: andar por un paraje, robando y pillando.
Epopeya. Poema en que se cantan grandes y heroicas acciones.
Depredaciones. Pillaje, devastación.
Boleadoras. Las tres bolas de piedra, unidas con tiras de cuero, que sirven como arma arrojadiza para detener animales que huyen.{230}
Hubo un error capitalísimo en la fundación de Victorica. La falta de un estudio catastral del terreno y la deficiencia de las cartas planimétricas levantadas fraccionariamente por el ejército, marginaron errores de ubicación que acarrearon graves consecuencias. Victorica se delineó sobre campos de la Ganadera Nacional, en la creencia de que se trataba de patrimonio del fisco. Este error hubo de subsanarse con una ley nacional que indemnizó con largueza el acervo privado. Pero ya el centro urbano, subdividido y loteado, estaba en marcha y su trasplante hubiera sido un fracaso. El agua buena, casi al ras del suelo—de 5 a 8 metros de profundidad—era su principal incentivo. Sus predios suburbanos, por lo demás, eran dóciles a la labor, blandos y feraces, con condiciones de primer orden para los cultivos hortícolas. El égido original comprendía 248 manzanas, divididas en cuatro solares cada una y 150 lotes de chacra de 100 hectáreas.
Cuando la obra miliciana tocó a su término y fué menester retirarse y entregar el nuevo pueblo a la acción civil de sus autoridades, los jefes pobladores, autorizados por la superioridad, entregaron a las tropas, certificados por los cuales se les concedía en propiedad solares y chacras. Los héroes, sustanciada tan brillantemente la campaña, buscaron el abrigo del rancho propio, trocando el fusil por el arado. Confiados en la modesta recompensa, construyeron sus poblaciones, labraron sus dehesas, y esperaron que la escritura, que era lo propio, canjeara en definitiva el certificado eventual. Pero como aquel comisario pagador largamente esperado por los milicos de la frontera, la escritura no llegaba nunca ni ha legalizado todavía la posesión del solar...
Con incertidumbre, con pesimismo, frente a la regresión propia del que cultiva para que coseche el vecino, se inicia la odisea de aquellos hombres de labor{231} arraigados al suelo, firmes en el rudo bregar, pero huérfanos de todo estímulo y de toda protección. Se registra, por fin, una ley confiriendo atribuciones a todos los municipios de la Pampa para conceder y escriturar las tierras perimetrales a los pobladores que estuvieran dentro de la ley—es decir que hubiesen alambrado, poblado y hecho un pozo dentro de la posesión.—Pero esta legislación fué, sencillamente, un paliativo. Concurrieron los pobladores de Victorica. La intendencia les dió títulos, pero títulos provisorios que no pudieron canjearse por definitivos.
¿Qué hace el gobierno nacional después? Anula la ley con un decreto y procede con el criterio más injusto y desprovisto de toda equidad, a la anulación de las tierras del égido y a ponerlas nuevamente a la venta. Victorica había pasado ya sus días de prueba. Su infancia, difícil y gloriosa, se trocaba en floreciente juventud. No era ya la alquería de los primeros tiempos. Era el núcleo social, lozano y fuerte, que no podía detenerse en el remanso como la piedra del arroyo. El conglomerado de casas, había alcanzado su tonificante edilidad. Era fuerte su comercio, fácil su vida, manifiesta su prosperidad y su labor. Casas de mampostería en reto a los ranchos fundadores, carreteras expeditas y ampliadas por el tráfico, irradiando como un sistema arterial por la inmensa campiña; plantaciones y arbolados, estancias y sembríos. Tal era el exponente de aquella joven población, cuya influencia debía pesar en forma definitiva sobre el dominio conquistado ansioso de civilización.
Pero estos títulos no debieron ser suficiente timbre de honor para el gobierno nacional, que en forma tan inconsulta borraba de un plumazo el sacrificio de aquellos valientes pobladores. Se puso en vigor el decreto, violatorio de la ley. Volvió a transarse la tierra. Y como la mayor parte del vecindario había poblado de firme, muy pocos pusieron resistencia a este “atentado”, que venía a poner cada propiedad frente al remate compulsivo por deudas ilusorias al fisco... Y se dió el ejemplo, poco edificante para el Estado, de que hubo{232} propietario que pagó más de dos veces su solar, siendo notorio el caso de doña Carmen Orozco, la sargento mayor del ejército expedicionario doña Carmen Orozco—¡oídlo bien!—esposa de militar, quien ha pagado cuatro veces el valor de su propiedad. ¡Ingrata recompensa!...
Por repetidas veces la dirección general de tierras, mandó sus inspectores en tren de investigación más que de arreglo. ¿Qué se ha hecho hasta ahora? Nada. Los pobladores siguen reclamando infructuosamente sus derechos, a pesar de haber cumplido con la ley. Esta circunstancia, de inestabilidad posesoria, imposibilita las operaciones bancarias y comerciales, por la dificultad, en caso necesario, de disponer como responsabilidad, de la garantía raíz que es lo corriente en esta clase de transacciones.
Un caso concreto y que da la pauta de este desbarajuste, es el ocurrido a don Luis G., viejo poblador de Victorica. G. que tiene una hermosa casa edificada, posee dos títulos de propiedad de su terreno: uno, firmado por la municipalidad; otro por el ministerio de agricultura (dirección de tierras y colonias). Un buen día recibe este poblador una nota de tierras y colonias compeliéndole a que en el término de treinta días “arreglara su situación". De otra manera se daría por caducada su ubicación en el terreno. ¿Qué situación? Se pretende, acaso, que este progresista vecino pague por tercera vez su terreno? ¿O es que esta odiosa situación no lleva miras de acabarse nunca?
No deja de ser interesante este otro caso: la manzana donde está la municipalidad, la biblioteca y el templo parroquial, frente a la plaza, fué edificada por el ejército y con el contingente de algunas dádivas particulares. Allí estuvo el cuartel del 9 famoso. La iglesia, que aparentemente tiene zanjada su situación posesoria, mediante una escritura otorgada por tierras y colonias, tiene, según este documento, derecho a todo el solar de 50 × 50. Con esta superficie invade el local de la biblioteca.... ¿Irá la biblioteca a la calle con sus 3.000 volúmenes y su gran simpatía popular? Sería curioso... Pero{233} ha de primar el buen tino, y el obispado platense, a cuya diócesis corresponde este templo, no ha de permitir el alegato entre tan altas instituciones.
Debe terminar de una vez este estado inestable de la propiedad privada, que tanto afecta al desenvolvimiento de Victorica. El presidente de la República, doctor Hipólito Irigoyen, que con austera equidad, se ha avocado el conocimiento y solución de los viejos pleitos de la tierra pública, debe tender sus ojos a este pueblo, lleno de esperanza y de gloria, reparar el error de los predecesores y darle de una vez el poco de justicia que reclama.
Catastral. Relativo al “catastro”, enumeración y estimación de las propiedades territoriales, a los fines de la administración fiscal.
Planimétricas. Relativo a la “planimetría” o medida de las superficies planas y su representación gráfica.
Egido. Trazado o planta de los pueblos.
Dehesas. Campo de pastoreo.
Milicos. Soldados.
Pesimismo. Propensión a considerar todas las cosas por su peor aspecto.
Perimetrales. Del perímetro, esto es, vecinas al límite.
Paliativo. Se dice de los remedios que no sirven para curar una enfermedad, sino simplemente para suavizar sus dolores y contenerla durante un tiempo.
Canjearse. Cambiarse.
Equidad. Justicia.
Transarse. Comprarse y venderse.
Fisco. El tesoro nacional.
Pauta. Medida.
Compeliéndole. Obligándole.
Caducada. De caducar: perderse un derecho por haber vencido el plazo dentro del cual podía ejercerse.
Avocado. Atribuído.{234}
El porvenir agrícola de Victorica tendrá un valiosísimo factor en la viticultura, y en consecuencia la industria derivada del vino. Es excepcional su tierra para esta clase de cultivos. El obstáculo, que puede salvarse, tratándose de extensiones reducidas, es el régimen de las lluvias. Las lluvias no obedecen a una regularización más o menos aproximada. Pero esta condición meteorológica del clima, tiene su compensación con el riego artificial y el molino. Puede asegurarse que casi no hay quinta ni propiedad urbana que no tenga su parralito o su espaldero. ¡Y qué productos! Un hortelano, cuya finquita es un pequeño paraíso—el italiano Pascual M.—envió hace algunos años al general Victorica, cuatro racimos, hijos de una moscatel rosada ya provecta. Diez y seis kilos bien medidos pesaba esta lujuriosa cosecha.
Los viduños fundadores, primitivos como los de Noé, datan de veinticinco años atrás. La crónica de entonces trae hasta nosotros la nómina de los ensayadores. Después prosiguen otros. Popularizado el éxito, se difunden los cultivos, se tecnifican las clases, se perfeccionan las instalaciones y se organizan viveros con buen resultado. Esta comprobación tienta a la empresa. Y por ahí queda en arreglos una cooperativa que hubo de sentar tienda con capitales y prácticas adquiridas en Mendoza.
De muy buen grado visitamos los viñadores de significación, distribuyendo nuestra mañana entre las huertas principales.
M. tiene una hectárea que compró en 1897. Posee además, una chacra de 88 hectáreas, sobre la que no le ha caído en gracia, como a todos, el título definitivo.
—¿Cómo inicié mi viñedito?—nos dice con modestia.—Pues, desde Mercedes de San Luis hice venir un manojo de sarmientos. Eran diez varillitas de moscatel blanca y negra. Llegaron en diligencia. Las planté y rindieron. Las podas de esas plantas me sirvieron des{235}pués para extenderme. Ya ve usted. Y no está tan mal que digamos. ¿No le parece? El año pasado me las dejó arruinadas la langosta. No me quejo este año...
Y en verdad que están pampanosas y frescas las vides. No obstante, de vez en cuando, la mirada investigativa descubre entre el follaje alguna hoja donde la antragnosis ha puesto su carcoma color de tabaco. Pero es sencilla la profilaxis para el parra enfermo y M. que es horticultor de cepa, sabe utilizar los recursos del sulfato y la cal para prevenirse.
Están magníficos los perales y los almendreros. El duraznero no da los resultados apetecidos en la comarca. Vive cuatro o cinco años. A los dos produce fruta. Luego se achaparra y se muere. M. opina que es por la flojedad de la tierra. Los almendros sí que rinden y se vuelven viejos. De cuatro plantitas que tiene por vía de ensayo, ha recogido el año anterior cuatro bolsas de 45 kilos cada una.
Estos datos sencillos y veraces, son una comprobación de la excelencia agrológica del suelo para determinados cultivos. Nos despedimos de este simpático trabajador.
—Esto que usted ve—nos dice M. al cruzar la huerta llena de sombra, acompañándonos hasta nuestro coche—era un monte de caldenes cuando lo adquirí. Ahora hay viñas y perales. Pero créame, señor, no se ayuda el esfuerzo y a uno se le va, a veces, hasta el coraje de trabajar...
El viñedo de don Domingo L. es un parral elegante y cuidado. Parece un vergel. Se explica que medie más un propósito deportivo en cultivar esta plantación que en sacarle utilidad. L. es comerciante antiguo y goza de buena posición pecuniaria.
También sus sarmientos vinieron como los de M., de Mercedes. Predomina la uva moscatel aun cuando tiene un poco de francesa.
Este vecino, uno de los hombres más caracterizados y más antiguo de la población, tiene fe en el porvenir que le está reservado a la viticultura.{236}
Otra de las quintas que merece mención especial es la de don Medardo B., vecina a la estación del ferrocarril y cuyo producto no sólo se relaciona con la viña y los árboles frutales, sino con las hortalizas. Es un cultivo este, donde su propietario ha puesto en práctica los procedimientos aconsejados por la tecnificación agrícola; y es por ello que la tierra remunera su labor con productos excepcionales.
Hortelano. El que cultiva y cuida huertas.
Provecta. De mucha edad.
Podas. Las ramas supérfluas quitadas a los árboles y arbustos.
Pampanosas. Con muchos pámpanos.
Antragnosis. Enfermedad de las viñas.
Carcoma. Roedura causada por insectos.
Profilaxis. Remedios preventivos.
Se achaparra. Se achata.
Pecuniaria. Relativo al dinero o fortuna.
Remunera. De “remunerar”: recompensar.{237}
La colonización ganadera en los departamentos de Leventué y Chalileo—es decir la extendida comarca comprendida entre Victorica y la ribera del Salado—va tomando cuerpo día a día. Los pobladores de esta región son, en su mayor parte, criollos. Mientras las sementeras inician sus primeras tentativas, con resultados halagüeños en la parte oriental, adelantándose el ferrocarril que unirá a Victorica con Santa Rosa, los hijos del país, ganaderos nativos, se aventuran al oeste donde abundan los campos de pastoreo. Y no se sospeche que es una reticencia criolla este aspecto silvestre de la industria ganadera, demasiado tecnificada en la región para que pudiera creerse regresiva. El criollo no es agricultor; y si con resultados exiguos ha de ser arrendatario en los campos próximos al poblado, prefiere habilitaciones o medianerías ventajosas, lejos, eso sí, pero con libertad. ¡No es para la jaula esa ave nacida en la soledad infinita de los campos! Y no le creáis ni hosco, ni atrasado, ni tímido.
—Nuestro criollo—nos dice un respetable vecino de Victorica—se ha modificado mucho. Es generoso, como siempre, pero no derrochador. La vida cara le ha llevado a la economía sin estrechez. Ya no es el nómade de que habla la leyenda campesina. Se arraiga, refina y cuida su hacienda como el mejor ganadero. Para defender sus productos, se ha hecho comerciante. Lee o hace leer los precios y el movimiento del mercado. Trae sus animales a las ferias; y, lo que hubiera parecido increíble hace algunos años, deposita el excedente de sus operaciones en caja de ahorros del Banco de la Nación.
Tal, en pocas palabras, es el criollo del noroeste, difundido en un setenta por ciento en la población general de aquellos campos.
En lo que no se ha estado acertado es en la organización de algunas colonias, malogrando, desgraciadamente, las energías de numerosos pobladores. La colonia{238} Epumel (su verdadero nombre debería ser Epumer), fundada hace diez años, constituyó al principio un foco de atracción para una apreciable masa de modestos ganaderos. Se loteó la tierra en fracciones de 600 hectáreas. Pero fué una organización a ojo de buen cubero, sobre el mapa, como quien dice, y desconociendo en absoluto, las condiciones de la tierra. No se hizo esperar el fracaso. ¡Ah de los pobres colonos con el agua a 100 metros de profundidad! Fué doloroso el engaño bajo la sanción formal del gobierno. La colonia Epumel está hoy casi abandonada, a pesar de la oferta seducente de ventas fáciles y por grandes extensiones. No podía ocurrir de otra manera en aquellos terrenos donde un jagüel cuesta de 4.000 a 5.000 pesos, y si es un semisurgente, algo más.
Tal fracaso se debe única y exclusivamente a la forma inconsulta de organizar esta colonización, sin haber antes estudiado con empeño la calidad de las tierras y sus facilidades para los cultivos. Campos linderos a Epumel, que han sido fiscales, son hoy praderías artificiales, debido a las ventajas del subsuelo y a la proximidad del agua. Citemos algunos establecimientos: Pichimericó, Los Manantiales, Los Cerrillos, etc., todos de la sección 13.
Algo parecido a Epumel ha ocurrido a la colonia Mitre, cuyas tierras fueron entregadas al cacique Morales y su tribu. El agua escasa es la rémora opuesta a la prosperidad de este valle de tierra feraz. Sólo dos lotes de chacras son los favorecidos por pozos propicios y en donde la colonia encuentra, en los momentos precarios, el manantial aplacador que abrió Moisés en la peña del Sinaí...
Regresiva. Que retrocede.
Rémora. Cualquier cosa que detiene u obstaculiza una acción. Se dice por alusión al pez rémora, que se adhiere a los cuerpos sumergidos, haciendo el vacío con una especie de válvula que tiene en la cabeza.
Leventué. (Voz araucana). Paraje donde se ha corrido. Otra acepción: que dispara.
Chalileo. (Voz araucana). Tierra salitrosa.{239}
Aprovechamos la mañana primaveral para visitar el establecimiento ganadero La Morocha de don Armando L., distante cuatro leguas de Victorica. El camino tenía sus trechos de pesado arenal. Ya en la tarde anterior, el auto que nos conducía, no tuvo fuerzas para trasponer el médano, acostado como un dragón sobre la carretera. Y nos vimos obligados a regresar a la población, a pie. Pero este birlocho que nos conduce ahora es ágil y son fornidas las bestias que lo arrastran. Volvemos a cruzar sobre la duna brava, bordeando el deslinde de La Morocha hasta las primeras matas del gran monte. Torcemos de allí a la izquierda. A poco andar, la depresión del terreno, dilatándose hasta el horizonte, se abre ante nuestros ojos en amplia vega. Abajo, en los cuadros de alfalfa, faenan los carros forrajeros. La horquilla de los emparvadores levanta el henar, oreado ya, para hacer los almiares. La estancia emerge como una cenefa a espalda del valle destacando sus umbrosas alamedas.
Bajamos. No son las siete de la mañana todavía. El establecimiento está en plena labor. Junto a los galpones, el personal acondiciona, en parva enorme, la alfalfa del valle. Un hijo de don Armando, joven y bien plantado, que no puede negar su tipo francés, capitanea el grupo. Con él paseamos por las calles del parque bajo los enormes carolinos y árboles de importación, cuya convivencia en el solar ha de haber costado ingentes sacrificios. Es una nota de buen tono este parquecito, propia del espíritu francés, no muy peculiarizado por las iniciativas, pero inteligente, fino y amante de la comodidad. El verde tornadizo y amable suple en el parterre artificiado y en la variedad del adorno arborícolo, la exigüidad del jardín, incapaz de ser pródigo bajo el azote de los vientos fríos o del ardor tropical.
Momentos después departíamos con don Armando.
—La ganadería mestizada en esta zona—nos dice—se {240}inició en 1900. Se organizaron en aquella época algunos establecimientos de crianza e invernada. Los preliminares, sin duda alguna, se deben a don Alfonso Capdeville, quien diez años atrás, en 1890, dió el primer envión a la industria ganaderil de la comarca.
“En 1902, es decir, dos años después de haber formalizado este establecimiento, traje de Inglaterra dos toros puros. Fuí, en consecuencia, el primer ganadero de la zona, que tentaba el ensayo de la alta mestización, en contraposición a todos los inconvenientes imaginables. Estos sementales vinieron en tren hasta Santa Rosa. De Santa Rosa aquí fué menester traerlos a pie. Para este traslado se empleó más de un mes. Traerlos en carretas, con los malos caminos de entonces, hubiera sido poco menos que imposible. Vinieron pisada sobre pisada, sin molestarlos cuando no querían caminar y con el consiguiente convoy de auxilio, carro de forraje y carro aguatero. Cada uno de estos ejemplares me había costado alrededor de 6.000 pesos.”
Nos imaginamos la importancia de este prolegómeno de la industria, que fué sin duda, el precedente alentador, que desbrozó el camino a los demás ganaderos de la zona.
A estos sementales fundadores, siguieron otros toros importados, que apresuraron la tecnificación de las haciendas. El primer lote de vacas casi puras, que vino a romper el sello criollo de la ganadería comarcana, estaba compuesto de 80 ejemplares de tipo Durham, que procedían de la cabaña Stenz de Vedia, en la provincia de Buenos Aires. También a este selecto plantel le tocó su parte de odisea en una arreada desde Buena Esperanza hasta La Morocha.
Actualmente el establecimiento, que dedica su atención a crianza y engorde, conjuntamente, tiene un total de 1.500 vacas Durham.
Podría argüirse que esta cantidad de ganado es ínfima para una extensión de 17.000 hectáreas que comprende el campo de La Morocha. Pero en esta superficie cuya mitad está invadida por el monte talar, no han prosperado en la forma anhelada los alfalfares, debido a los{241} años de persistente sequía. Don Armando nos informa, con cierto escepticismo, sobre el resultado de sus cultivos forrajeros.
—La alfalfa da bien, siempre que la lluvia sea pródiga—nos dice.—Hay que refinar el campo paulatinamente, pues por la flojedad de la tierra, resulta que con un par de aradas se forma médano. Al comienzo sembramos de 6 a 7.000 hectáreas. No llovió y se perdieron. El agua es problemática, además. Las napas corren de diez a quince metros, pero suelen estar a profundidades no menores de cien. El anterior fué un año pésimo para la alfalfa.
—¿Y este año?—interrogamos.—Porque el cuadro próximo a la estancia es un primor...
—Vea usted lo que ha ocurrido con ese cuadro. En el mes de mayo, imbuído del pesimismo anterior, sembramos ese campo, pero a la de Dios que es grande: sin arar la tierra. Se empleó solamente la rastra de discos, tanto para desparramar la simiente. Y ahí tiene usted: la alfalfa es una maravilla. El prodigio lo ha hecho la lluvia; ni más ni menos.
—¿Y cuál es el promedio de lluvia en la comarca?
—En 1915 llovió 467 milímetros; en 1916, 244; y en lo que llevamos de 1917 hasta octubre, 363 milímetros.
Como se ve por estas cifras, no es la escasez pluvial lo que ocasiona el fracaso en los forrajes; es la falta de oportunidad en las lluvias. Así vemos que con un milimetraje tan exiguo como el que registran estos tres trimestres, los alfalfares de mayo han alcanzado una lozanía excepcional, con sólo aventar la semilla y distribuirla en la tierra con un rastrillaje superficial.
No siendo hasta ahora de un resultado seguro la alfalfa, el procedimiento de los silos no se ha puesto en práctica aún. El almiar es un depósito más inmediato para los momentos apremiosos del ganado. Arguye, además el señor L., que para los silos subterráneos no se presta el suelo, por su falta de densidad. La arena es un inconveniente insalvable, según su opinión.
Nos explicamos que este espíritu de hombre de progreso, trabajado por ingratas alternativas en el rendi{242}miento de su labor rural, tenga su poco de pesimismo, después de haber afrontado con voluntad serena aquellos difíciles preliminares del refinamiento ganaderil. Tal vez dentro de aquella acción tesonera ha faltado un poco de iniciativa para alternar los cultivos del campo con rendimientos de otra naturaleza, o un empecinamiento cerrado ha circunscripto la constante labor alrededor del círculo vicioso de cebar vacunos en alfalfares problemáticos. Y no se puede tomar como ejemplo, ninguna desilusión aquí en Victorica, donde cuarenta leguas afuera hay establecimientos como Ventreucó con diez y seis leguas de campo destinadas a cría y engorde y a donde ha ido a plantar alambrados con postes de fierro la garra inglesa, valiente y tenaz.
—¿Y el monte?—interrogamos.
—El monte he dejado de explotarlo—nos dice el señor L.—Hoy por hoy, no rinde la leña como negocio. Son malos los caminos. Son pesados los fletes...
Momentos después nos despedimos de don Armando y de su hijo. Ascendimos por el camino. Ganó el “charret” la loma. Desde la meseta volvimos la vista atrás. Abajo, en el valle, verde como una esmeralda, levantaban el henar los horquilleros, mientras los pájaros silvestres saludaban la mañana radiosa con una pastoral...
Virlocho. Volantín pequeño muy usado en el campo.
Henar. Parva.
Carolinos. Arboles que adquieren gran desarrollo. (De la familia de los álamos).
Ingentes. Importantes, grandes.
Exigüidad. Pequeñez.
Argüirse. De argüir: argumentar, dar razones, sostener una opinión.
Napas. Corrientes subterráneas de agua.
Imbuído. Estar imbuído de una cosa: estar convencido de ella.
Simiente. Semilla.
Circunscripto. Limitado.
Charret. Carruaje pequeño.
Meseta. Llanura más elevada que el terreno que la rodea.
Pastoral. En literatura se aplica este calificativo a la poesía que canta la vida de los pastores.{243}
Pesa sobre la zona oeste de la Pampa un injusto prejuicio, el mismo que hace poco más de veinte años gravitaba sobre todo el territorio, malogrando las más bellas iniciativas. La campaña al desierto cerró el legendario interrogante. Roto el misterio para la incredulidad de Buenos Aires, el capital inteligente buscó su acomodo en la tierra conquistada. Se extendió el horizonte de la ganadería, se abrió paso a paso, llevando con sus rieles civilización y bienestar. Y bien: no se ha hecho toda la conquista. Las pampas del oeste esperan todavía, como el bíblico solar, el advenimiento transformador. Malos gobiernos, iniciativas débiles, indolencia oficial y privada, han sido los factores negativos puestos como una infranqueable barrera para la prosperidad de aquellos campos. Por eso, cuando aparece una figura de garra, que se levanta como la sombra de Anteo a retar el obstáculo, el escepticismo intolerante no admite en la acción nueva el propósito levantado, sino la tentativa especuladora y aviesa.
Tal habrá ocurrido a ese hombre de envergadura, a ese gran francés, tipo de los modernos colonos del Madagascar, don Alfonso Capdeville. ¿Y quién es Capdeville?—preguntarán los burócratas de todo el país, los afincados cómodos que pasan el día mirándose la panza como los fetiches.—¡Pues nadie!... Capdeville fué el fundador de Telén, buscador del vellocino que plantó su tienda—qué decimos: ¡su castillo!—treinta leguas más allá de los últimos durmientes del ferrocarril; que dió impulso formidable a una inmensa comarca; que depuró de bandidaje los campos, allanó los caminos y llevó el intercambio comercial hasta los puntos más remotos del oeste, hasta Colonia Mitre, hasta el Odre, hasta Santa Isabel, Algarrobo del Aguila y la Copelina. Y después de dar vitalidad a toda esta región, de organizar su comercio, de estabilizar una nutrida población, fomentar las industrias rurales, valorizar la tierra, fun{244}dar bancos y propender a todas las iniciativas, envuelto en la veleidad de los negocios—¡Anteo, al fin!—va a poblar el establecimiento El Sosneado, llevando, como un águila, el empuje de su espíritu civilizador hasta los valles mendocinos del sur, ignotos y feraces.
El tren del Oeste no llegaba a General Pico aun, cuando Capdeville planta la primera piedra de la naciente población. Como medida previa, se organiza un servicio de comunicaciones y pasajeros entre Victorica y Telén, a base de las diligencias bisemanales en comunicación regular y directa con la capital del territorio. Para el transporte de las mercaderías y productos regionales, se establece un servicio de tropas, nutrido y bien aviado. Pero esto no era el desiderátum para la economía vecinal, destinada a una costosa edificación con el encarecimiento de los materiales. Capdeville, que no sabe abandonar a los suyos, afronta con valentía las dificultades preliminares y da el ejemplo en la empeñosa labor. Su casa, sita en el punto más alto de Telén, no es una casa: es una montaña, aferrada al suelo como un sello inconfundible de estabilidad. Con esta fábrica, que parece una ciudadela, se inicia la edificación urbana. Sigue su casa de negocio que abarca una manzana con amplio hotel, talleres de carpintería y herrería montados con maquinarias modernas y una barraca de frutos con prensa hidráulica y a donde por muchos años, vino a volcarse la cosecha de lanas de toda la región hasta los límites con San Luis y Mendoza. Complementan estas construcciones hechas a todo costo, los edificios para el correo y la escuela. En este tren vertiginoso de progreso, nada de extraño es que Telén sea el primer pueblo de la Pampa que haya tenido luz eléctrica. ¡Bello apresuramiento esta electrificación de su alumbrado público, cuando aun no había llegado el tren! Esta sola nota da la medida del gran espíritu de su fundador.
Conjuntamente con estas primeras manifestaciones edilicias, se daba la nota amable con la plaza pública que es un primor y la que fué necesario tapiar con una pared de un metro de alto, para resguardar contra los vientos las plantas exóticas que dieron tonalidad y ale{245}gría a sus jardines. La iglesia parroquial, de tipo elegante, reclamó para su construcción, una suma no menor de 50.000 pesos. Fueron tiempos felices aquellos de la infancia de esta interesante población, cuando la abundancia fué nota característica de una creciente prosperidad vecinal, y la gran casa del señor Capdeville, verdadero emporio y verdadero banco de la zona, vió eternamente en sus canchas de embalaje y en las calles adyacentes, hasta cincuenta carros diarios cargando y descargando mercadería.
Fué quello una racha de bienestar para todos los pobladores, situación que se hizo más accesible con la fundación del Banco de Crédito Rural de Telén, establecimiento constituído por acciones y con un buen capital. Este banco trabajó seis años holgadamente. Con el decaimiento de Telén clausuró sus operaciones, estando actualmente en liquidación.
Son estos, en síntesis, los primeros pasos de Telén. Pero, como todas las obras personalísimas que llevan el sello inconfundible de sus gestores, Telén sintió el vacío, cuando reveses de fortuna alejaron de su seno a su esforzado fundador y “alma mater” de aquella brillante iniciación. Hoy ha decaído. Pero somos optimistas sobre el futuro que le está reservado todavía. Telén supervivirá al sacudón y al amodorramiento. En esta parálisis en que vegeta hoy, son diversos los factores que operan con fuerzas negativas, pero que irán desapareciendo poco a poco.
Capdeville no fué un visionario. El tenía fe en el éxito de la aventura. El sabía que el triunfo de Telén sería definitivo, cuando los campos circundadores cayeran en cultivos. La agricultura haría el prodigio. Pero la agricultura se ha retardado demasiado, y esto no estaba en los libros del señor Capdeville. ¿Por qué se prolonga esta evolución que tiene que venir fatalmente? Porque el latifundio ahoga todavía al centro urbano. Y los terratenientes, que antes de fundarse Telén, hubiesen realizado sus campos por dos cobres, una vez floreciente el centro urbano, se dejaron llevar por el optimismo y{246} pidieron cifras fabulosas por su heredad. No se pudo subdividir y en consecuencia, no se pudo sembrar.
Cuando esto ocurra, Telén renacerá con más vigor.
Garra (de). De empuje; capaz de grandes empresas.
Legendario. Propio de la leyenda.
Advenimiento. La llegada de algo que se espera.
Envergadura. En sentido figurado: gran capacidad para realizar las empresas que un hombre emprendedor se propone realizar.
Burócratas. Oficinistas.
Vellocino. En sentido figurado: la fortuna.
Durmientes. Travesaños de madera dura sobre los cuales se asientan los rieles del ferrocarril.
Depuró. De “depurar”: purificar, limpiar.
Ignotos. Ignorados, desconocidos.
Prensa hidráulica. Aparato que se usa para comprimir y reducir a su menor volumen los fardos de lana, forraje, etc., y que se mueve por medio del agua.
Exóticas. Extrañas, extranjeras.
Emporio. Centro comercial de un país o de una región.
Adyacentes. Que están muy próximas.
Síntesis. Resumen.
Alma mater. En latín: alma madre. Se dice de la persona que es necesaria para el funcionamiento y progreso de alguna empresa.
Terratenientes. Propietario de una gran extensión de campo.{247}
Toda la zona oeste que arranca de Victorica está comprendida por establecimientos pastoriles, algunos de notoria importancia. Hasta Santa Isabel, treinta leguas al oeste, los campos están alambrados. Las condiciones agrológicas del suelo, son variadas. Donde el agua está próxima a la superficie, no tardan en arraigarse los alfalfares. Pero las napas son veleidosas y corren a profundidades de 3 a más de 100 metros. Y ocurre a menudo que en los campos donde el agua está más distante, la tierra, morena y blanca, es de condiciones excepcionales para cultivos.
Mucho más retirado, al sudoeste, la ganadería lanar se especifica en cruzas Rambouillet y Lincoln. Los prados artificiales son escasos. Se aprovechan las hondonadas para alfalfares, pues los terrenos altos son, por lo común, pedregosos.
La sección 20 letras B y C, está muy poblada con hacienda ovina. Lo propio ocurre con las secciones 10 y 15 del lado de Pichi-Mahuida. En la colonia de los puelches, a treinta y cinco leguas al oeste de General Acha, han mestizado sus ovejas. Tienen también sus moradores numerosos rebaños de cabras. Los pobladores aborígenes, últimos restos en el dominio secular, van retirándose para el Colorado y las cordilleras. La población de esta comarca central oeste es española, en general. Hay pocos italianos y algunos franceses. Los campos son regulares, a veces medanosos, pero en general, con buenos pastos. Sus ocupantes aseguran que pueden mantener 1.000 ovejas por legua; pero puede afirmarse, que bien explotados estos campos, dan un rendimiento muy superior, 1.000 lanares por legua es el resultado del aprovechamiento rutinario, sin aspiraciones y a la de Dios que es grande. En las proximidades del Salado o Desaguadero la tierra tiene precios que oscilan entre cinco y ocho pesos la hectárea. Los cam{248}pos tienen, por lo común, montes de arilla, piquillín y alpataco.
Pero hablamos de tierras muy distintas de Telén y en el paralelo de General Acha. Volvamos a la región tributaria del oeste.
¿Precios de la tierra? Imposible fijarlos por el momento, dado la época anormal para esta clase de transacciones. Antes de la conflagración europea, la tierra de esta zona, de Telén afuera, tenía un valor de 30 a 40 pesos la hectárea. Estas mismas tierras se cotizan hoy con precios que oscilan entre 15 y 18 pesos; y entre 12 a 15, tratándose de terrenos alejados de las poblaciones. Pero estas cotizaciones, lógico es, no son definitivas. Desaparecidas las trabas que dificultan las operaciones en tierras, estos campos marcarán cotizaciones estimables. En nuestro concepto los capitalistas podrían emplear muy bien su dinero en adquisición de tierras en el oeste, en la seguridad de que con solo el repunte de los precios, que vendrá muy en breve, se realizarían pingües negocios. Por lo pronto, los arrendamientos han comenzado a subir, arguyendo los propietarios para fijar sus aumentos, la valorización de los productos de la ganadería y especialmente de las lanas.
En materia de caminos, no podemos, por desgracia, decir nada halagador. En general, son pésimos. Nada han hecho los gobiernos por mejorar la vialidad del oeste. Los convoyes con mercaderías que van a los centros y colonias retirados, desde Victorica y Telén, emplean por lo general, toda una semana en viaje redondo. Esta demora se debe, en parte, a los malos caminos. Los propietarios de campo, tan alejados de la fiscalización gubernativa, no cumplen con las prescripciones del código rural en lo que se relaciona con los caminos carreteros. Comúnmente cercan grandes extensiones de campo, sin abrir las tranqueras reglamentarias. De aquí que las distancias se hacen enormes y los viales quedan librados a sus malos pasos, sobre temibles médanos, quebradas fragosas, o encerrados entre interminables alambrados.
—Cuando tenga la Pampa un gobierno que se pre{249}ocupe de sus intereses y se avoque a las necesidades de la zona del oeste—nos dice un vecino prestigioso de la comarca—es probable que los caminos continúen siendo malos, pero tenga seguro que las distancias serán mucho más cortas.
“La acción del gobierno—agrega—debe circunscribirse muy especialmente a satisfacer estas necesidades: extender sus líneas telegráficas; estimular el avance del ferrocarril, y mejorar la vialidad de la campaña.”
Puelches. Tribu indígena que habitó la región pampásica.
Tributaria. Que depende, subordinada.
Pingües. Beneficiosos; de gran resultado.
Convoyes. Serie o hilera de carros—o vehículos de cualquier clase—que viajan juntos. Las tropas de carros o carretas son verdaderos convoyes.
Tranqueras. Especie de puertas que franquean el paso por los cercos y alambrados.
Pichi-mahuida. (Voz araucana). Sierra chica.{250}
La red ferroviaria de la Pampa está dispuesta a los grandes destinos. Dos sistemas, colonizadores ambos e igualmente benéficos, han extendido su raigambre por todo el territorio. La condición de cada una de las zonas que benefician y la ubicación de los puertos a donde converge la cuantiosa producción cerealera, han definido perfectamente las comarcas de influencia, ajenas a toda previsión. El Oeste es un ferrocarril afluyente; el Pacífico, un ferrocarril exportador. Nervio esencialísimo del gran sistema del Pacífico, es la línea de Villa Dolores a Bahía Blanca, que se quiebra en Watt y que moviliza la más completa región agropecuaria del país, toda una trayectoria sin desperdicios que toma la región pastoril de San Luis, de Córdoba y la Pampa; cruza los campos agrícolas del oeste de Buenos Aires, corre el meridiano 5.º y va a rematar a los tinglados de Puerto Galván. Irradia desde esta gran arteria el sistema triangular de ramales Toay-Catriló-Bahía Blanca, que ha operado el impulso definitivo de una rica comarca, con sectores apropiados al servicio de una nutrida colonización.
El Oeste, extendido como un amplio abanico, de Colonia Alvear a Santa Rosa, parece orientado en el sentido de la gran travesía. El Pacífico, sin embargo, le sale al paso y tienta su línea transversal, proyectada de Toay a San Rafael, buscando salida portuaria para las nuevas colonias. El Oeste no puede detenerse ni en Telén ni en Toay. Su rumbo está al oeste, al riñón del territorio, sembrando pueblos. Y nada de difícil sería que a este sistema le estuviera reservado el esfuerzo más trascendental en la conquista del riel, dentro de la Pampa: su intersección con Cipoletti, atraído por la feracidad de la mesopotamia del Río Negro, o su travesía en línea recta hacia el sur mendocino. Con esta expansión ferroviaria, que viene preparándose para el futuro, por comprensión geográfica y por propio espíritu de{251} conservación comercial, habrá, la obra de las grandes empresas, cerrado el ciclo de conquista y colonización que arranca desde la campaña al desierto. Y en verdad que estará en el interés de cada ferrocarril extender en lo posible sus líneas avanzadas hacia el oeste, centro de futuras poblaciones y de una nutrida colonización.
La política ferrocarrilera del país tiene analogía con la que se ha venido desarrollando en los Estados Unidos. El interés particular de las empresas ha hecho la obra. Y debemos confesar que lo ha hecho con tino, con prudencia, con clara visión, creando y fomentando el interés particular y el del Estado. Y es digno de mencionarse que en nuestro país no ha ocurrido el fracaso ostensible de tener que levantar rieles por improductibilidad de las líneas, espectáculo muy común en los Estados Unidos del Norte, cuando el capital invertido en un ferrocarril particular, no compensa las exigencias del interés. En estos últimos años son numerosos los pequeños ramales construídos en el territorio de la Pampa. Es un sistema original, a retazos, en crecimiento por yuxtaposición sobre las líneas matrices. Son los ramales leñateros destinados de inmediato a desmontar los predios boscosos allanando la tierra para la colonización y el poblado. Y ocurre, que como a renglón seguido de la explotación forestal, se apoderan las sementeras del campo desbrozado, el ramal, que fué una improvisación, se hace una necesidad para levantar las cosechas. Y la línea circunstancial, queda, en definitiva, ampliando a tramos, el gran sistema. Por este procedimiento—no hay que ponerlo en duda—irán las empresas conquistando el oeste, con su tejido de malla, buscando la leña para sus locomotoras y abriendo nuevos horizontes a las industrias rurales.
El desarrollo sorprendente de la Pampa, se difunde en forma tan decisiva hacia el interior, que tiene que provocarse lógicamente esta lucha de intereses entre las dos empresas: la una sirviendo la zona del Norte, con la cercanía de Buenos Aires; la otra, con su influencia distribuída en el sur y camino a los puertos de aguas hondas. Condiciones más o menos análogas, equilibran{252} el prestigio y la acción de ambos ferrocarriles: el Oeste, con 740 kilómetros; el Pacífico, con 640. Las dos empresas se han dado cita en Toay, punto medio y equidistante del sistema pampeano. ¿A qué empresa le está reservada la travesía definitiva hasta la confluencia del Negro y el Limay, atravesando diagonalmente el territorio? Cuando esto ocurra, no sólo se habrá dado el paso más serio en la campaña civilizadora, sino que se habrá abierto a Buenos Aires una nueva ruta hacia Chile, evitando la comba del ferrocarril del Sur por Bahía Blanca, destinada, eso sí, a importantes servicios territoriales en Río Negro y Neuquén. Ya la línea del Sur ha ganado airosamente la frontera por Pino Hachado. El esfuerzo chileno tienta la combinación con su transversal por Temuco, como un nervio de su sistema medular, destinado a dar horizonte a sus puertos de Talcahuano y de Valdivia. Vemos, pues, que esta gran expansión al sudoeste, no sólo es de beneficio pampeano, sino que es de trascendencia nacional. No creemos que los resultados de este trasandino puedan ser de grandes ventajas para el comercio internacional. Tenemos el ejemplo evidente de la línea por Uspallata, sujeta a los accidentes geográficos y meteorológicos: cara, deficiente, tiránica, imposibilitada a veces, en su función por los temporales de invierno, al extremo de haberse vulgarizado en Chile—lo hemos leído en sus órganos de publicidad—la manifestación de que anteriormente con sus correos a mula estaban mejor servidos, por lo menos en la regularidad de la travesía y en el transporte de la correspondencia. Chile, con su línea por Temuco, a medio construir, tiene fe en abrirle un grandioso porvenir a su industria maderera. Ojalá no se equivoque. Mientras tanto, para nosotros, esta línea tendrá la importancia de un vínculo internacional.
La solución inmediata para el territorio pampeano, en lo que respecta al expandimiento de sus ferrovías, corresponderá a la competencia de las dos grandes empresas, competencia en tarifas, en servicios y en difusión. A medida que el Oeste avanza en líneas concéntricas sobre Buenos Aires, el Pacífico se desparrama en{253} idéntica irradiación sobre Bahía Blanca. Y donde se cruzan, allí se entabla lucha de competencia. En cada intersección se pone en juego la prepotencia de los contendores. Se compite noblemente y se toman posiciones. No se dan tregua en el avance. Cada nuevo ramal se estira sobriamente pero sobre seguro. Y el primero que gane los campos semipoblados del occidente—es probable que esto ocurra dentro de muy breve plazo—afianzará sobre el esfuerzo inmediato el éxito más definitivo en el porvenir.
Converge. De “converger” o “convergir”: dirigirse a un mismo punto dos o más líneas, dos o más corrientes comerciales.
Sectores. Zonas dependientes.
Intersección. El cruce de dos caminos, de dos ferrocarriles, etc.
Desbrozado. De “desbrozar”: quitar del campo los yuyos y malezas.
Tramos. Trecho. “A tramos”: por trechos sucesivos, poco a poco.
Análogas. Parecidas.
Equidistante. A igual distancia.
Concéntricas. Que tienen un centro común.
Prepotencia. Gran poder; poder superior al de otros.{254}
Con la Fiesta del Grano, celebrada por primera vez en Santa Rosa el 16 de noviembre de 1913, se incorpora al calendal agrícola de la Pampa, una ceremonia destinada a ser clásica. Ceres, tuteladora de las sementeras, reclamaba su santoral. Tal vez la fecha, no muy apropiada, tenga su modificación en los festivales del porvenir y se arraigue en febrero, por ejemplo, con el grano en los trojes o en el trasatlántico. Ya lo dijo el Exodo de Moisés: “la fiesta de la cosecha, cuando cogieres tu trabajo del año". Pero, sea como fuere, reclama el triunfo del cereal su advocación consagratoria. El trasunto es oriental y eterno como la belleza. Flora fué la simbolización gentilicia que enseñó a los griegos a consagrar sus viñas y a amar en el perfume y el color de los prados la grandeza del sol. Roma, recoge el modelo y los perpetúa en la diosa del pan, hija de Saturno y nodriza de la dorada mies sobre las campiñas tiberianas. Y se llamó Ceres.
De entonces acá el símbolo la eternizó como el hada maravillosa, con su túnica blanca y bajo cuyo aliento promisor cubriríanse de verdura las hazas y caería el polvo de oro sobre las espigas.
La Fiesta del Grano en la Pampa, es la fiesta a Ceres, que prendió a la tierra el arado y roturó el labrantío, que desparramó la simiente y puso en el alma de cada labriego su gota de esperanza y su gota de amor. Poetizarla en su fiesta patronal, es enguirnaldar sus cabellos con una égloga de Virgilio, es volcar en su holocausto el ánfora de la gratitud donde bañaron su esperanza los pueblos migradores de toda la tierra que vinieron en busca del azul de nuestro cielo y el abrigo de nuestro solar. Por eso es que sentimos hondo la influencia de esta consagración sencilla, evocadora y sentimental.
En el concurso de cereales, organizado en septiembre de 1913 por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Sociedad Rural Argentina, cupo en suerte a los trigos{255} de la Pampa, la adjudicación de diversos y significativos premios.
El premio por trigo Barletta fué adjudicado a don Bartolomé G. P., de Colonia Castex; el correspondiente a trigo ruso, a don Francisco M., de General Pico. Campeón regional de lino fué declarado don Juan B., de Arata; por avena obtuvo el premio don Juan S., de Bernasconi. Don Guillermo B., de General Acha, alcanzó campeonato por semilla de alfalfa. Por centeno, obtuvo el premio don Boiso M., de Utracan.{256}
Bastaría sólo esta nómina para demostrar palmariamente la importancia que habían alcanzado en el territorio los diversos cultivos. Pero, sobre este halagador resultado del certamen, había un premio máximo: el campeón nacional. Este premio, el más significativo y valioso del concurso, lo alcanzó con su trigo híbrido, el cultivador don Andrés Giordano, chacarero de las colonias Inés y Carlota, vecinas a la capital del territorio.
Ya en 1907, un agricultor de aquella vecindad, había obtenido el primer premio—medalla de oro—adjudicado por el ministerio de agricultura, en un concurso de cereales. Este nuevo triunfo, era la consagración definitiva sobre la calidad productora de la Pampa. Y hubiese sido malograr una oportunidad excepcional en el estímulo reclamado por la industria, dejar correr tan fausto acontecimiento sin dedicarle la atención pública, mancomunando el triunfo agrícola que era el triunfo común.
De esta necesidad colectiva, nació la Fiesta del Grano, es decir la fiesta a Ceres. Debía celebrarse el ceremonial con motivo de la distribución de los premios obtenidos. En su edición del 30 de septiembre decía un diario de Santa Rosa, al hablar de la fiesta en ciernes y refiriéndose a los agricultores premiados:
“Estos detalles que allá en la gran metrópoli argentina pasan inapercibidos para la inmensa mayoría de sus habitantes, son para nosotros los timbres de honor, los diplomas de nobleza, que han ganado los pioneers del progreso pampeano con su labor, y la prueba palpable de la fertilidad de la tierra generosa de esta región, que devuelve con creces el fruto de la simiente arrojada con mano inteligente y robusta en el surco labrado por los agricultores.”
La ironía era amarga pero tenía su fondo de verdad. Con este concepto local sobre el propio valimiento, difundido en el territorio, la consagración a la espiga próvida tenía que concentrar la voluntad de todos los agricultores. Y el festival alcanzó todos los contornos de un gran acontecimiento.
Fué dificultoso preliminar la tarea de establecer la{257} persona del colono campeón. La Bolsa de Buenos Aires designó una comisión de técnicos para que identificara la procedencia del cereal premiado. Se sabía que correspondía a colonos de Inés y Carlota, pero como los trigos de éstos, en el transcurso de verificarse el certamen, habían sido vendidos, se presentaron algunas dificultades para la investigación. Por fin se pudo constatar que las muestras traídas de Buenos Aires, coincidían con las muestras del trigo de Giordano, conservadas por su esposa, como si una rara intuición, una previsión misteriosa, se hubiera anticipado al feliz acontecimiento. Nos explicamos el triunfo sentimental de Ruth Moabita espigando en la segada de Booz...
La distribución de los premios se realizó en acto público. Concurrieron agricultores de todos los ámbitos del territorio. La ceremonia fué auspiciosa y fraternal. Se estrecharon en vínculo afectivo los cultivadores. Se laudó en cálidas manifestaciones la obra del progreso puesta en marcha sobre los campos pampeanos. Aquello fué una tonificante demostración de vitalidad, de energías, de labor. Se entonó un salmo a Ceres. Y al loar el triunfo de la agricultura, se puso en alto el nombre de la nación.
Calendal. Calendario, almanaque.
Ceres. Diosa de las mieses o de la agricultura, en la mitología greco-romana.
Adoración. Consagración.
Perpetúa. De “perpetuar”: hacer que una cosa dure eternamente o por lo menos muchísimo tiempo.
Labrantío. El campo o tierra de labor.
Holocausto. En sentido figurado: en homenaje a alguien, en honor.
Ánfora. Vaso antiguo.
Híbrido. Aplícase al animal o vegetal procreado por dos individuos de distinta especie.
Fausto. Feliz, digno de ser festejado.
Mancomunado. De “mancomunar”: unir varias personas en un esfuerzo común.
Próvida. Propicia, benévola.
Constatar. Verificar, comprobar.
Intuición. Presentimiento, percepción clara de un hecho futuro, como si se tuviera ante la vista.
Auspiciosa. De buen agüero.
Laudó. Se alabó.
Salmo. Himno, canto.
Loar. Elogiar, celebrar.{258}
Los problemas agrarios, cuya intensidad se significa con el movimiento santafecino de 1913-14, tuvieron, como era de esperarse, su repercusión en la Pampa. El procedimiento judicial, moldeado hasta hoy en la rutina de nuestro sistema colonizador, se vió de pronto en la necesidad de afrontar casos desconocidos para nuestra legislación. Por las actuaciones del juzgado letrado en lo civil y comercial a cargo del doctor T., podrán nuestros lectores apreciar la importancia del procedimiento judicial en lo que tiene atingencia con los diversos problemas agrarios planteados últimamente.
Sostiene el doctor T. que siendo la Pampa un territorio de irradiación agrícola en donde vienen a converger las corrientes colonizadoras de Buenos Aires y Santa Fe, nada más lógico que todos los problemas rurales que se produzcan en estas provincias, tengan en la Pampa, su inmediata repercusión. Así se explica que el movimiento agrario de Santa Fe, se reprodujera de inmediato, aunque con menor intensidad, en este territorio.
¿Cuál fué el origen de este movimiento? Plantearon el problema los arrendamientos excesivos generalmente a base de intermediarios y en la época ingrata de las malas cosechas.
Los agricultores, imposibilitados para satisfacer la locación y temerosos de caer en el embargo, levantaban las cosechas subrepticiamente, aprovechando la impunidad de la noche para trillar con máquinas australianas. Por este medio lograban burlar la acción de los arrendadores o propietarios, quienes, de improviso, se encontraban con que no había una espiga en pie. Esta propaganda de levantamiento de trigos, se intensificó en las zonas de Anguil, Uriburu, Quemú-Quemú, Pico, Trenel e Ingeniero Luiggi.{259}
Como la diferencia entre arrendadores y colonos no llevara miras de solución, los propietarios se presentaron a los tribunales pidiendo embargo sobre las cosechas de los chacareros. Se dió el caso de un solo propietario que solicitó este procedimiento judicial simultáneamente sobre cuatrocientos cincuenta chacareros.
Los agitadores sostenían que los contratos no eran de arrendamiento, sino de sociedad. Para establecerse la demanda era menester dar cumplimiento al impuesto de papel sellado. (Debemos advertir que hasta hace poco tiempo no había en el territorio la costumbre de satisfacer el impuesto al estampillado). En la necesidad de poner las cosas bajo el imperio rígido de la ley, cada demanda planteada ante el juzgado, debía irrogar a sus gestores, previamente a toda sustanciación, una suma de 2.100 pesos; es decir, 100 pesos por concepto impositivo del sellado; y 2.000, en carácter de multa (1.000 pesos corresponde a cada una de las partes en litigio.)
Contra la tesis de los chacareros, los propietarios o arrendadores sostenían que los contratos no eran de sociedad, sino de arrendamiento.
Ante esta disparidad entre los litigantes, el juzgado, que buscaba el interés legítimo de ambas partes, no quería pronunciarse, supuesto que se trataba de fenómenos nuevos en el territorio, no previstos hasta ahora por el procedimiento.
La tendencia del juzgado, como se descubre, era arribar a una solución equitativa. Es decir, suavizar el canon de los arrendamientos y al propio tiempo que se satisfacieran con regularidad. Sin la oportunidad para desarrollar de inmediato un procedimiento tranquilizador y equitativo, mantiene, en consecuencia, una situación espectante, ya que proceder de golpe con aquella avalancha de litigios, provocando un desalojo a granel, hubiera sido plantear una situación violenta para el territorio, casi una revolución.
He aquí su acción circunscripta alrededor de los siguientes objetivos: 1.º obtener la disminución razonable en los arrendamientos; 2.º pago inmediato de los mismos; 3.º proporcionar a las partes la oportunidad,{260} con el nuevo contrato, de cumplir con la ley de sellos; 4.º evitar los desalojos. Este fué, en suma, el programa lleno de cordura que se puso en práctica para solucionar la mayoría de los casos.
Sin duda, antes de llegar a esta conclusión, hubo necesidad de proceder ejecutivamente. Y cuando se observó que la demora en la sustanciación de los juicios, daba pie a que los colonos levantasen las cosechas, el juzgado resolvió los embargos sin ocuparse de la naturaleza del contrato, formalizándose la acción judicial con el auxilio de la fuerza pública y entregándose a los embargantes la parte proporcional del arrendamiento. Este procedimiento severo pero legal, llevó la situación a su quicio. La huelga—que tal fué aquel movimiento—quedó terminada sin necesidad de pronunciarse desalojos.
¿Cuál fué la consecuencia de este temperamento judicial? La supresión del intermediario, pues los dueños, de campo se dieron cuenta que los intermediarios, que tenían en gran parte la culpa del movimiento, zafaban su responsabilidad descargándose con los chacareros.
Tenemos, pues, que mientras en Santa Fe continuaron las agitaciones agrarias, en la Pampa cesaron radicalmente. Y esto, sin duda, fué debido a la acción de la justicia, que si no importaba un desiderátum, en lo que concierne al usufructo directo de la tierra y a la subdivisión, fué doctrinaria, de conciliación y de equidad.
Ahora bien: relacionando la jurisprudencia sentada por el juzgado con los propósitos de orden económico, obtenidos por el procedimiento, se buscaba las siguientes finalidades: 1.º no perder un solo grano de las cosechas; 2.º obtener los precios más remuneradores.
Veamos el proceso de los cereales embargados. Un trigo, embargado en planta, debía ser cosechado por el deudor, de acuerdo con el acreedor. En caso de no tener el primero los elementos necesarios, lo cosecharía el acreedor. Una vez cortado y trillado el cereal, se transportaría a los galpones de la estación, a disposición del juzgado. Al pedido de venta, se remitiría a plaza para{261} que una casa cerealera, acreditada, le diera salida. A este efecto, el juzgado dictaminó y la cámara confirmó, de que fueran los precios de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, los que servirían de patrón para las operaciones de venta. Con esta disposición se obtuvieron dos cosas: levantamiento del grano a conciencia y las mejores cotizaciones. En esta forma el cereal quedaba perfectamente garantido.
Este procedimiento, empleado por el juez doctor T., puede justipreciarse como una creación eminentemente pampeana, pues nuestras leyes de procedimientos nada dicen sobre el particular.
Había interés nacional en que no se malograra la cosecha, y al obtenerse buen precio, se facilitaba la transacción entre el acreedor y el deudor.
Frente a las prácticas antiguas, esta nueva doctrina judicial toma verdadero realce. No es para nadie un misterio que anteriormente a este procedimiento, jamás un trigo, embargado en pie, caía bajo la cuchilla de la segadora. Se malograba sobre el predio, servía de forraje a las bestias, o caía bajo la voracidad de las llamas, en la quemazón intencional. El concreto, en favor del nuevo procedimiento judicial, arroja la cantidad de 60.000 bolsas de trigo, embargadas al comienzo de la guerra, trigo salvado por la práctica conciliatoria puesta en juego por el juzgado entre propietarios y colonos. Repuntaron, como se recordará, los precios. Y aquella cosecha, que se hubiera aventado, con las prácticas viejas, rindió con creces para la transacción de acreedores y deudores y hasta para los terceristas que suelen nacer como hongos en estas oportunidades.
El “embargo voluntario”, es también otra creación pampeana que se anticipó, sin duda, a la prenda agraria. Mediante un acta judicial el acreedor entregaba al chacarero un crédito para levantar su cosecha, dando a embargo el producto de su chacra y dándose por depositario. La cosecha quedaba como garantía prendaria. Si el deudor pretendía engañar, el acreedor pedía suplantación de depositario.
A raíz de la depreciación de la tierra, los grandes{262} acaparadores para lotes por mensualidades, tuvieron que rescindir contratos de compraventa. Stroéder, por ejemplo, operaba en el agio, con simples boletas. Los chacareros, compradores de buena fe y que habían pagado gran parte de sus predios, se presentaron al juzgado cuando los propietarios verdaderos de la tierra, engañados por los intermediarios, trataron de compelerlos al desalojo. Esto era, evidentemente, injusto, pues no sólo se trataba de desalojo, sino de desapropiación de las cosechas. Tuvo, entonces, el juez que buscar el modo de no lesionar los intereses ni de los propietarios, ni de los pobres chacareros que no tenían culpa del crack y que se verían desposeídos del fruto de su labor. Dentro de los recursos de la ley, el juzgado supo arbitrar el tiempo necesario para que se produjera el ciclo de la recolección agrícola.
Tal hubiera hecho aquel Magnaud de París que le cupo tan bien el calificativo de “buen juez"...
Agrarios. Propios del campo.
Atingencia. Relación.
Irradiación. De “irradiar”: difundir rayos de luz un cuerpo luminoso. Está usado en sentido figurado.
Locación. Alquiler, arrendamiento.
Embargo. Retención por la justicia de los bienes de la persona contra quien se reclama el pago de una deuda.
Subrepticiamente. A escondidas.
Impunidad. Falta de castigo.
Planteada. Entablada.
Irrogar. Causar, ocasionar.
Sustanciación. De “sustanciar”: poner una causa o un proceso judicial en estado de sentencia.
Litigio. Pleito.
Disparidad. Diversidad, diferencia de opinión.
Equitativo. Justo.
Espectante. De espectar.
Granel. A barrer, en general.
Quicio. En sentido figurado: el estado anterior o normal.
Usufructo. Aprovechamiento.
Jurisprudencia. En derecho, se entiende por jurisprudencia sobre un punto, el conjunto de resoluciones o sentencias concordantes entre sí, que varios jueces han dictado, con relación a ese mismo punto.
Remuneradores. De “remunerar”: recompensar, premiar.
Dictaminó. Opinó, resolvió, sentenció.
Justipreciarse. Apreciarse, considerarse.
Malograra. De “malograrse”: perderse el fruto de alguna cosa; no aprovecharla; frustrarse lo que se pretendía.{263}
Transacción. Arreglo.
Conciliatoria. Lo que sirve para evitar pleitos, disputas o diferencias.
Terceristas. Intermediarios.
Suplantación. Sustitución.
Depreciación. Baja del precio, abaratamiento excesivo.
Acaparadores. De “acaparar”: hacerse uno solo dueño del total o de la mayor parte de los campos de una región, o de determinados productos, etc., con el objeto de revender a precios excesivos.
Rescindir. Anular.
Agio. Especulación, reventa.
Compelerlos. Obligarlos.
Crack. Voz inglesa que significa “crujido". Se usa para indicar una repentina paralización de negocios acompañada con gran número de quiebras y ruinas comerciales, que generalmente son las consecuencias de especulaciones temerarias.
Arbitrar. Ingeniarse para el tiempo necesario.{264}
Gran parte de nuestro viaje por la Pampa lo hemos realizado en compañía de agrónomos de la Enseñanza Agrícola. Esta circunstancia nos ha dado coyuntura para apreciar de cerca la obra de los técnicos y los beneficios que reporta a la agricultura, cuando se desenvuelve en su acción regular. Para que la labor de los agrónomos regionales sea eficaz, debe ser de constante movilidad. Un territorio tan extenso como éste, en donde los problemas agrícolas son tan múltiples, reclama una consciente fiscalización técnica. La chacra experimental, puede llegar a una eficiente contribución en lo que se refiere a seleccionamiento, aclimatación y perfeccionamiento cultural de las sementeras. Pero esta estación de prueba, cuyos resultados definitivos tendrá que demorar un tiempo para incorporarse a la práctica regional, necesita de la obra comprobativa de los agrónomos, cuya labor debe ser de difusión y de consejo, sobre el surco, como quien dice, y no en la comodidad burocrática de la oficina.
El agrónomo regional debe connaturalizarse profundamente con la zona cuyos intereses ha de servir, vincularse al agricultor y seguir el proceso de sus cultivos.
Siendo variadas las condiciones climatéricas y la calidad geológica de los suelos en el territorio, se impone, sobre todas las cosas, la observación objetiva del técnico. Hay una gran diferencia entre el norte de la Pampa en donde las lluvias arrojan un promedio de 550 milímetros y el centro y sureste, donde el pluviómetro marca de 250 a 400 y el oeste, conceptuada zona seca con sus 250 milímetros escasos. La misma constitución arenosa generalizada en toda la extensión de la Pampa, tiene sus variantes fundamentales. Los terrenos recostados en la frontera de Córdoba, son de arena gruesa con escasa proporción de arcilla; tienen alguna diferencia los del lado de San Luis, livianos y permeables. El análisis de Lavenir (Pablo), sobre suelos de la Pam{265}pa, establece que en Bernasconi, Alvear, Trebolares, Larroudé, Macachín y Santa Rosa el porcentaje no llega en ningún caso al 7 %; en Toay y Trebolares, la tierra es más consistente con una proporción total de arena de 82 a 97 y más, %. En general, es mediana la riqueza en calcáreo, ázoe y humus. En cambio son ricas en ácido fosfórico y en potasa.
Ante la diversidad de componentes químicos y geológicos que definen zonas características, nada más eficaz para la buena enseñanza agrícola, que el conocimiento experimental y la objetividad. El agrónomo regional debe ser una cátedra ambulante, mentor y consejero, teórico y agricultor a la vez. Nuestro viaje nos ha dado oportunidad para apreciar la condición de esta labor. En cada pueblo donde se han detenido nuestros coches, la acción científica ha podido experimentar sobre elementos nuevos, dar orientaciones y enriquecer el caudal investigativo con la experiencia de los cultivadores.
—Venga—le dicen al agrónomo, en comisión, de Quehué, los chacareros de Unánue—a visitar nuestros trigos. Venga pronto... Han aparecido unas manchas azules en las hojas, que nos tienen alarmados. ¿Qué será?
Hemos podido observar que en general, los agricultores de profesión, creen estar muy por sobre los agrónomos, en la práctica de los cultivos. Mientras los trigos se desarrollan sin novedad, con el verde uniforme y magnífico, todo va bien. Discuten enfáticamente procedimientos de cultivos y hasta suelen recibir con hosquedad las conferencias didácticas. Su desconcierto es cuando algún azote patógeno sacude el trigal. ¡Entonces sí que acuden al agrónomo, ante la amarga perspectiva de malograr los afanes del año!
—La isoca me tiene mal, señor, muy mal... ¿qué debo hacer?
—Si los trigos están en condiciones de soportar—opinan algunos agrónomos—páseles la rastra y el rodillo. Y sea previsor para el año que viene: surque el linde del campo. Aisle la isoca, que la isoca es cobarde para cruzar al sol. Esto, como medida previa. Pero lo{266} fundamental es conocer “de visu” el terreno donde se ha desarrollado la plaga. Un papal, por ejemplo, sufre la isoca, por invasión del predio vecino, porque está mal trabajada la tierra, o el estiércol no ha sido usado en condiciones de descomposición, como es lo pertinente. Es un caso de clínica que reclama la objetividad del agrónomo sobre todos los consejos.
Un campesino de Macachín nos confiesa su simpática aventura;
—¿Sabe que me he metido a ensayar los silos de alfalfa? Leí un artículo en una revista norteamericana y ¡qué diablos! para probar...
—¿Y?
—De todo. El forraje de los dos que hice fué cortado en la misma época. A ambos los acondicioné en igual forma. Uno de ellos me dió un resultado espléndido; pero el otro fué un fracaso. Fermentó en seguida y apareció el pasto todo manchado, amarilloso, fétido.
—¿Lo cubriría mal, tal vez?
—No señor. Tuve igual precaución para los dos. Y, a medida que iba insumiéndose el foso, me cuidé muy bien de ir revocando las agrietaduras, cosa que no entrara el aire.
—Habrá estado la alfalfa de alguno más humedecida.
—Quizás haya sido eso...
Y a renglón seguido de este dialogo, viene la explicación oportuna, cosa de que no se malogren los silos nuevos de este valiente ensayador.
En una estación de la línea Toay-Bahía Blanca, sube a los coches agronómicos, un guarda del ferrocarril. El también tiene un rosal en su casita. Es hombre de buen gusto y no puede ver que los pulgones le arruinen el “crédito de su jardín, que da unas rosas como si fueran de porcelana". Se le receta la acreolina al 2% o una emulsión jabonosa, a base de kerosene. Y el hombre—¡qué decimos! el poeta—jubiloso, como que lleva la salud a su pensil, busca con ingenuidad en su bolsillo, un peso para satisfacer la consulta...
En Macachín, una planta adventicia, simpática en apariencia, se ha metido como Juan por su casa, en los{267} alfalfares. Cualquier ganadero pone semblante torvo ante esta intrusa que no tiene traza de pertenecer al comadraje de la vecindad, definido ya en la nomenclatura campesina. ¿Qué será? ¿Qué no será? ¿De dónde vino? ¿La comerán las vacas? ¿Será indigesta, purgativa, venenosa? En nuestra presencia, la recoge el agrónomo. El tampoco la conoce. Pero ya le dirá la clasificación científica, a qué gentuza pertenece esta cizaña que viene a romper la armonía del prado.
El aula y el museo ambulantes, en que viajan los agró{268}nomos, constituyen foco de atracción, no sólo de colonos, sino también de estudiosos y observadores y especialmente del mundo escolar. Sentimos vivo placer en Rivera (provincia de Buenos Aires), en donde aguardamos el enganche en el tren que va a Catriló, presenciando la lección que un judío ruso da a su hijo—rapazuelo inteligente, rubio y bronceado—en el coche museo.
—Este—le dice, enseñándole un frasco—es una mais mogocho que rguinde mucho... Aquí tienes una rgama de pagaiso en donde se ha apodegado la cochinilla (aspidiotus hederae).
Hay quinteros con veinte o treinta años en el país, que se han encerrado en la rutina. Duro es machacar sobre estos espíritus, blindados a todo modernismo, imbuídos de buena fe en su primitividad virgiliana. ¡Y cuidado de contradecirles si han ingertado un brote diminuto sobre robusto y desproporcionado patrón o han podado románticamente un manzano lleno de fronda!
No siempre son ásperos y rudos los agricultores que nos trae la marejada inmigratoria. Cuando el agrónomo se familiariza con ellos y sabe atenderlos en sus cuitas, le toman afecto. Para los colonos, un agrónomo bueno, suele ser una figura paternal, una especie de segunda providencia. En los focos de colonización judía, sus agricultores, reacios y calculistas a menudo, suelen tener su afecto sencillo para el profesional. Los de Quehué, por ejemplo, llaman bondadosamente al agrónomo distribuidor de semilla “el gromo de nosotros”; “la groma” a la esposa; a sus niños los “gromitos".
En lo que el agrónomo no debe descansar es en su prédica sobre la civilización y afianzamiento de los médanos, problema que tiende a desaparecer en la Pampa. A menudo hemos visto despuntar sobre los trigales florecidos la cresta pelada de un médano, en salvaje desafío, como una ampolla purulenta sobre la lozana salud de los campos.
—¡Pero amigo!...—se le dice al colono locador o propietario, con cierta irónica gravedad.—Dome ese medanito...{269}
—Le parece... ¡Si es más bravo! Ya planté unos álamos, pero han desaparecido.
—Es claro. Si no lo repara, es tiempo perdido. Evite que entren los animales a removerlo. Métale un alambrecito con un hilo de púa, nomás; y después, ponga estacas de álamo de Italia o siembre centeno. A la vuelta de dos años no hay médano...
No siempre enseñan los agrónomos. Suelen aprender en la práctica de los viajes: De contínuo se encuentran con verdaderas sorpresas. Quien ha ensayado un forraje de Minesotta o Normandía; quien emplea un procedimiento especial para la desinfección de sus frutales, con resultados halagüeños; quien ha introducido una planta exótica para cerco vivo, que compite con ventaja sobre las tuyas, el tamarisco, la tuna y la cinacina.
Un italiano de la vecindad de Trenque Lauquen, que corresponde geográficamente a la zona de Catriló, nos enseña su cerco de oliveto, un arbusto excepcional para reparos vivos.
—Por aquí no entran ni los pájaros—nos dice con cierta vanidad por este descubrimiento que pone su fanegada a resguardo del medanito lindero.
—¿Conoce los sorgos de Jerusalem?—interroga al agrónomo, un agricultor ruso de Doblas.—Pues me están dando excelente resultado. Yo creo que es lo que conviene para el oeste de la Pampa.
En la chacra experimental de Guatraché, nos dan pésimos informes sobre el eucaliptus resinífero, como inadaptable al ambiente; sin embargo, en la estación Rivera (Buenos Aires), zona análoga, hemos podido admirar florecientes ejemplares de esta especie.
Todas estas apuntaciones han venido a robustecer nuestro juicio sobre los agrónomos regionales. Mientras su acción se circunscriba a la labor oficinesca, a base de meteorología, de notas al ministerio y correspondencia epistolar, con los pocos chacareros que consultan, lejos de la observación y el experimento, todo sacrificio del Estado para mantener este dispendioso organismo de la enseñanza agrícola será estéril. Es muy sencillo aconsejar a los labriegos de la Pampa:{270} “siembren trigo” ya que la necesidad del duro pan ha modificado el consejo de nuestro Guido Spano, cuando desde aquel remoto empleo agrícola que le deparó el destino, decía a los chacareros: “planten rosales, señores, muchos rosales, para dulcificar la vida"...
Pero no es ésta la misión fundamental de los agrónomos. Su obra debe ser práctica, experimental, objetiva. Debe ser maestro de agricultores, junto al arado, bajo el sol, en la cosecha, en la parva, en el troje; en los árboles de la huerta y en el alfalfar; frente a la plaga rebelde y en el ensayo de la máquina; en el consejo y en el aplauso estimulador. Debe en fin, no sólo ser buen agrónomo, sino buen agricultor, cosa de borrar en el espíritu de los hombres de campo el concepto de diletantismo con que la experiencia rural estigmatiza casi siempre, y por mera retractación campesina, todo lo que es didáctico o facultativo. Debe, en una palabra, ser autoridad.
Coyuntura. Ocasión.
Connaturalizarse. Amoldarse a las condiciones del medio.
Pluviómetro. Sencillo aparato que sirve para medir la cantidad de agua de lluvia que cae.
Permeables. Que son atravesados por el agua.
Porcentaje. Tanto por ciento.
Calcáreo. Sustancias en cuya composición entra el calcio.
Azoe. Nitrógeno.
Humus. Tierra negra en cuya composición hay gran cantidad de restos orgánicos.
Enfáticamente. Con énfasis, con entonación especial.
Didácticas. Metódicas, que enseñan.
Patógeno. Lo que ocasiona enfermedades.
De visu. Expresión latina: con la vista, de vista.
Pensil. Jardín.
Torvo. Hosco, ceñudo.
Adventicia. Que sobreviene o aparece sin haberse cultivado.
Nomenclatura. Enumeración.
Blindados. En sentido figurado: cerrados.
Injertado. De “ingestar".
Brote. Yema, botón o renuevo de cepas o árboles.
Calculistas. Que calculan.
Ampolla purulenta. Ampolla con pus.
Locador. Arrendatario.
Fanegada. Terreno pequeño.
Sorgos. Gramínea originaria de la India.{271}
Diletantismo. Afición, entretenimiento.
Estigmatiza. Desdora, rebaja, afrenta.
Retracción. Reserva, desconfianza.
Patrón. La rama o el tronco sobre los que se practica el injerto.
Fronda. Hojas, follaje.
Marejada. Marea, movimiento de las olas del mar. Está en sentido figurado.
Quehué. (Voz araucana). Esta es la etimología más aceptada, aunque parezca rara: que (hígado); hué (nuevo).{272}
El proceso escolar que viene desenvolviéndose en la Pampa, no se puede concebir sino sobre la base de la evolución agrícola. Es un problema sociológico que sólo el tiempo podrá resolver. País de inmigración por excelencia, mientras el consorcio de los pueblos sea en su seno una amalgama y no una fusión, mientras el entrevero no haya fijado en definitiva el tipo pampeano—que será sin duda, de tez morena y ojos claros—mientras un régimen social no concierte los fundamentos básicos de la colectividad y se codeen a la ventura, razas, lenguas y religiones, no pasarán de ensayos precarios las tentativas de armonización, de étnica fundamental. Pero como quiera que es mucho pedir la sustanciación de este proceso, no abreviado en América ni con la civilización vertiginosa de los Estados Unidos, tomemos la Pampa tal como se presenta en su florescencia virginal, mientras se asientan en su seno los pueblos inmigrantes, y los factores tiempo, ambiente, convivencia y legislación se encargan de plasmar su arquetipo.
Lo que no admite discusión es que el proceso evolutivo se ha comenzado ya, a raíz de los primeros cimientos. La generación pampeana de hoy, que recibe los beneficios de la enseñanza pública, es decir, el primer germen de la vitalidad autóctona del territorio, se significa en un sello propio de inteligencia y sagacidad. La explicación de esta premisa está en el dominio de la psicología elemental. Todo pueblo migrador es inteligente. Los pueblos estacionarios, incapaces de difundirse por el orbe, son por lo común, retrógrados. Sólo el indolente o el chato, se muere de viejo en su fanegada del valle, sin alzar la cabeza por sobre la montaña para mirar el horizonte azul donde se extiende el porvenir. Un hombre pobre, ruso o español, italiano o inglés, que cruza con su familia el mar, en viaje a lo desconocido, buscando un horizonte para labrar fortuna, es una fuer{273}za, es un carácter. Y de esta clase de hombres está poblada la Pampa, esa gran Pampa, que consagra hoy el vaticinio augural de ser “nuestro más pingüe patrimonio". Y si esta es la simiente esparcida por todo el haz del territorio ¿cuáles serán los frutos que cosechará el porvenir? Ya se diseñan; ya los encontramos por los campos en las faenas rurales, en la brega ardorosa; ya los sentimos en el trajín de los negocios y en el dominio esforzado de la tierra sin mancilla; ya los vemos—bravos mocetones—en los predios civilizados de la colonia y en la cabaña—técnicos y no rutinarios, agricultores y no labriegos.—Pero donde el espectáculo de esta naciente uniformidad se presenta augural y tonificante por el sello inconfundible de su argentinismo promisorio, es en las aulas de la escuela nacional. Aquellos niños rubios o morenos, de ojos azules o castaños, hijos de españoles o italianos, alemanes o rusos, católicos, protestantes o judíos, pampeanos todos, se unifican al pasar por el crisol de la escuela. ¡Y qué almácigo! La semilla, fecundizada por el trabajo, eclosiona en la brava progenie en cuyas manos y en cuya inteligencia la constitución nacional confiará el porvenir de una de las primeras provincias argentinas.
La colonización de la Pampa se ha venido produciendo en forma análoga aunque superior a la de Estados Unidos. Aquí está el “Far West” argentino en vías de moldear sus improvisaciones y manifestarse en la mayoridad otorgada por las fuerzas vivas que se desenvuelven en su seno. Ha alcanzado una etapa en su desarrollo; y si hasta ayer libró sus energías a la ruda labor de la tierra, comienza hoy a sentir preocupaciones de carácter institucional y político, síntoma elocuente de que acaba de terminar el proceso vegetativo de su organización, y siente, como el árbol, la necesidad de florecer y fructificar. Su población no es ya el componente del híbrido, segregado de todas las latitudes, incapaz de la convivencia redentora por la acción del trabajo. El sedimento que nos trajo Europa en su marejada, a semejanza del desborde de los grandes ríos, ha dejado su barro fertilizante en las campiñas, y es azul en los linos, oro en{274} las mieses y verdura en los alfalfares. Y ninguna población más valerosa que este pueblo colonizador que acaba de asegurar su estacionamiento definitivo en el territorio. El agricultor pampeano no tiene reatos para sus cultivos. Se extiende con energía y con abundancia, en la seguridad que ha de conseguir su independencia económica. Si persevera y salva su situación, se enriquece; si fracasa no se siente vencido ni se acobarda. El horizonte se abre como una providencia a su brazo y a su iniciativa. Y como la ayuda oficial fué siempre relativa—precaria a veces—hay un orgullo ingénito, trabajo personal, a la obra privada de cada colono. Y como el territorio es tan grande, tan generoso, tan pródigo en tierras de panllevar, si la suerte es avara en un sitio, se recurre a otro. Basta esta ligera semblanza para orientar el juicio sobre el temperamento de la masa escolar, retoño de buscavidas y base de una raza armoniosa, que ha de manifestarse en el porvenir con estas cualidades máximas: valor, inteligencia, sagacidad.
En nuestro viaje de estudio a través del territorio, hemos visitado numerosas escuelas, comprobando la existencia de estos elementos básicos que definen los prodromos de un pueblo homogéneo, a pesar de la diversidad de sus componentes. En todas partes hemos encontrado niños decididos, inteligentes, cuidadosos; audaces y no gazmoños; activos y no escurridizos ni negligentes. Y este patrón del mundo infantil es universal en el territorio. Lo hemos comprobado en la observación y el ejemplo. Un distinguido hombre público que visita una escuela infantil, elije al azar, entre los educandos de una clase inferior, un niño.
—Escriba en el pizarrón esta frase—le dice.
Y le dicta:
“La Pampa, por la bondad de su clima y la feracidad de su suelo, está llamada a ser una de las primeras provincias argentinas.”
El niño, sin vacilar, escribe de corrido. Al llegar a la palabra “feracidad”, se detiene. Recuerda de un tirón la frase, pero no ha colegido bien la vocalización de esta palabra. Es listo, pero teme el error, por propia emu{275}lación de sus camaradas, por orgullo instintivo. El mentor, que penetra la lucha interna del rapazuelo, se apresura a repetir la frase, puntualizando los sonidos de la palabra “feracidad”, desconocida para el alumno. Y basta el detalle para salvar el obstáculo hasta el final, sin un error.
—¿Y por qué será la Pampa una de las primeras provincias argentinas?—interroga a la clase el improvisado preceptor.
—Porque la Pampa tiene que ser provincia—responde sin discrepancia el concurso infantil.
Entrar en detalles sería inoficioso. Saben los niños que “ser provincia” es más que “ser territorio”; y ellos, que son argentinos, como los demás hijos de la nación, no pueden admitir que aquel “gran territorio” no pueda “ser provincia". Es una lógica de hierro.
Ejemplos parecidos a este que dan medida del espíritu abierto de la masa infantil, hemos podido observar en toda ocasión y en todo lugar. El sentimiento suele tener a flor de labio la expresión despectiva de “la Pampa siempre es la Pampa"—por desconocimiento craso de este territorio y de la levadura que se amasa en su seno—debía sentir la arrogante respuesta franca y honda, de sus niños, cuando se les interroga sobre el lugar de su nacimiento: “¡soy pampeano, señor!"—con todo el orgullo de un hijo de la república de los Gracos: “ciudadano de Roma"...
Y nada de extraño tiene esta característica, que semblantea las aristas firmes de este pueblo. Los niños de la Pampa no sólo son localistas por atavismo, por ambiente y hasta por necesidad, si se quiere, si no también por instrucción. La escuela normal de Santa Rosa que constituye el organismo educacional más completo del territorio, da su cosecha anual de maestros, pampeanos todos, y que se diseminan por la Pampa a cumplir su apostolado. Nada más lógico que este granero magisterial, lleve su amorosa semilla a todos los ámbitos del terruño e inicie a sus niños en el afecto nativo, capaz de ser más grande cuanto más alejado se ve al territorio del concierto fraternal dentro de los destinos de la nación.{276}
La escuela normal se fundó en 1909, el 28 de junio, con carácter de escuela rural, con dos cursos. En 1914, bajo la administración del consejo nacional, se completó con cuatro cursos. Este establecimiento ha dado maestros rurales en 1910, 11, 12 y 13. El año 1914, que correspondió a la reforma, no diplomó. En 1915 y 1916 dió los primeros maestros normales. De entonces a la fecha, han egresado numerosos maestros. El primer grupo fué de 5; el segundo de 10. El año anterior—1917—se han recibido 18. A estos resultados hay que agregar los maestros rurales del comienzo. El personal docente fundador de la escuela, estuvo constituído por profesores normales para los cursos superiores y maestros para los grados de aplicación.... Actualmente, en el personal hay dos médicos, dos abogados, un doctor en filosofía y letras, profesores normales, profesores de enseñanza secundaria y algunos maestros normales. Del sexo de los maestros normales que se forman en esta escuela, un 90 por ciento corresponde al femenino. En los cursos de aplicación están equilibrados.
El colegio nacional, que está llamado a desempeñar un papel importantísimo en el territorio como base de cultura profesional, ha comenzado recién su primer curso. Su primer aula se ha llenado de educandos. Este año se tonificará con nuevos elementos que han salvado su instrucción preliminar. Debemos hacer notar que había un poco de pesimismo a raíz de la fundación de este establecimiento. Este ambiente de resistencia, se afirmaba en el precedente de otras localidades. En la mayor parte de las capitales de provincia, al inaugurarse sus colegios nacionales, rara vez se pudo ordenar de inmediato el funcionamiento de su primer curso, dado la escasez de educandos. El colegio nacional de Santa Rosa resultó una revelación en tal sentido, pues su registro de matrículas cubrió con creces el número requerido para comenzar las clases con regularidad.
En el territorio de la Pampa hay más de 100 escuelas de carácter y dependencia nacional. El personal de todas, sin excepción, es diplomado. Los maestros están equiparados a los de la capital federal, con sueldos co{277}rrespondientes a las categorías 1.ª, 2.ª y 3.ª: 240, 216 y 190 pesos, respectivamente. Es decir que tienen haberes más remunerativos que los de las escuelas Láinez. Una característica que hemos podido comprobar, es que el personal docente de las escuelas es homogéneo. Hasta el seno de la escuela no ha llegado aún la influencia política, lo que no puede decirse de la mayor parte de las provincias. Los establecimientos de educación tienen carácter idéntico a los de la provincia de Buenos Aires, y es común encontrar escuelas con personal preparadísimo y en donde la enseñanza sigue el camino progresivo de las mejores iniciativas. No faltan los edificios de primer orden como el de la escuela elemental de Santa Rosa, donde se han llenado cumplidamente las necesidades de la pedagogía moderna; ni edificios primorosos como la escuela de Santa Aurelia, en Pico; ni establecimientos donde al buen local y mejor enseñanza, se une una otra segunda escuela de la palabra escrita—el periódico infantil—como ocurre en la urbana de Jacinto Arauz.
La acción privada, contribuye por otra parte, muy eficazmente a la cultura del mundo infantil. Son numerosos los establecimientos particulares distribuídos en los principales núcleos de población. Pero como tipo-modelos, ahí están las escuelas salesianas con asiento en diversas poblaciones y en donde una numerosa masa escolar recibe instrucción sana y fecunda. La escuela salesiana de General Acha, que hemos tenido oportunidad de visitar, es un establecimiento de primer orden y nos hacemos un deber en aseverarlo, desposeídos de todo prejuicio.
No hemos de entrar en mayores detalles sobre la instrucción pública en el territorio. La organización completa del organismo escolar llenará los claros paulatinamente. Lo importante, lo inmediato y que corresponde al campo de la sociología, es saber que en la entraña de este gran territorio, se está fundiendo una raza nueva que será, tal vez, la más definida de todas en nuestras provincias. Y si por sus contornos generales encontramos que el entrevero moldea y uniforma su étnica espe{278}cial, no hay razón para pensar que el pueblo que sabe organizarse por sí mismo no esté capacitado para gobernarse por sí mismo dentro de las mayores franquicias de la constitución.
Evolución. Desarrollo gradual de una cosa.
Sociológico. Perteneciente a la sociología.
Consorcio. Unión.
Amalgama. Mezclas del mercurio con los metales, formándose nuevos cuerpos. Está usada en sentido figurado.
Fusión. Efecto de fundir o fundirse. En el sentido del texto significa la unión íntima de gentes de distintas razas.
Entrevero. Mezcla.
Vertiginosa. Tan rápida que produce vértigo.
Plasmar. Formar.
Arquetipo. Modelo.
Sagacidad. Astucia y prudencia de ciertas personas, que les permiten darse cuenta rápida de las cosas y aun preverlas antes de que ocurran.
Premisa. Afirmación.
Orbe. El mundo.
Chato. De cortos alcances y sin energía.
Fanegada. Chacra pequeña.
Vaticinio. Profecía.
Haz. Conjunto.
Diseñan. (Ya se). Ya se advierten.
Brega. Lucha.
Trajín. Actividad.
Promisorio. Que es una promesa.
Crisol. Vasija que resiste mucho la acción del fuego y que sirve para fundir los metales, el vidrio, etc. Está en sentido figurado.
Eclosiona. Revienta, brota, aparece, se muestra.
Progenie. Prole, descendencia, los hijos.
Etapa. Grado.
Fructificar. Dar fruto.
Segregado. Separado.
Redentora. Que redime.
Sedimento. Residuo, sobrante.{279}
Tal es la Pampa de hoy, bajo las diversas aristas de su fisonomía, como la concibe nuestra semblanza honesta y augural. Y seamos francos: ¿la sabía de tal magnitud el país? Es posible que no. Impregnados estamos del prejuicio porteño sobre esta “factoría” territorial, para que caigamos en la ingenuidad de creer que no tiene mucho de paradojal ese conocimiento de la Pampa. En las deficiencias de la enseñanza está, sin duda, el fundamento de este pecado original. Ningún educando concibe el territorio pampeano—para su clase de composición—si no como “esa llanura extendida, inmenso piélago verde”, con el gaucho legendario y el ombú. Son los errores del romance vulgarizados en la escuela por el criollismo invertebrado que se revuelca todavía entre las cenizas del fogón. Son resabios de maestros indolentes, pegados al fabulario de los payadores, más que al proceso de la geografía política del país. ¡Ni la eterna llanura, ni gauchos, ni ombúes! Entre los campos ondulados, grávidos de cereales y teñidos en verde de alfalfar, zigzaguean los caminos dóciles y decisivos. Ya el coturno de la bota de potro se borró entre las arenas frágiles del médano, al paso del ramplón tachuelado del gringo. Hasta allí no alcanzó la sombra bienhechora y egoísta del ombú “sin dar al rancho madera, ni al fuego una astilla dar". Son caldenes los soberanos de la selva pampeana, contra cuyos troncos seculares se afila la herramienta talar, abriendo predios vírgenes a Céres y la pradería artificial.
Sobre la base de estos errores que competen a la geografía elemental y que—pese al optimismo declamatorio—siguen difundiéndose en los establecimientos de enseñanza, gravita el desorientado preconcepto que se tiene del territorio. Pero no es solo el error de “bona fide” el que ha dado cauce al juicio irrazonado sobre las características generales de la Pampa y su grandioso porvenir. Hay otros factores especiosos que tientan con{280} malicia mantener el concepto insustancial que se tiene formado de la Pampa, de manera de no descorrer el velo de esta recóndita virginidad, fuente poderosa de riqueza y de vigor.
Contiene este libro el aporte veraz y desapasionado que necesita el país para orientar su juicio sobre la Pampa. Pero si la objetividad con que han sido recogidas estas informaciones y la honradez periodística que prestigia sus capítulos, no tradujeran con suficiente elocuencia el grado de progreso alcanzado por este gran territorio, completaríamos la nota personal con las revelaciones de la estadística. Así, en guarismos globales, diríamos al país que la Pampa según la información del censo de 1912 excede en población de 108.000 habitantes, sobre una extensión de 14.000.000 de hectáreas de tierras aptas para toda clase de cultivos y explotaciones ganaderas; que la agricultura ha extendido sus sementeras en una superficie no menor de 2.000.000 de hectáreas, mientras la industria pecuaria, con el prestigio de la tecnificación reclamada por la ciencia moderna, abarca todo el resto del territorio, desde las notables invernadas de Pico hasta las márgenes del Colorado y los campos ovejeros de la Copelina; que los ferrocarriles han irradiado su sistema colonizador en líneas y ramales cuya longitud marca una extensión superior a 1.700 kilómetros, lo que excede en mucho a la mayor parte de las provincias argentinas, salvo Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe; que posee más de cien escuelas nacionales, colegio nacional y escuela normal y veinte y cinco publicaciones periódicas entre diarios, hebdomadarios y revistas; que alienta la vida institucional de veinte comunas constituídas y otro número igual de pueblos que aguardan las revelaciones del censo para incorporarse al organismo municipal. Y a esta demostración de potencialidad, material y moral, que informa de un organismo poderoso vitalizado por las grandes industrias, hay que agregar la fuerza económica del acervo privado que excede de los 300 millones y su contribución impositiva al fisco nacional muy vecina a los 5 millones de pesos.{281}
Corto se ha quedado el panegírico de los pampeanistas al buscar, para el proceso evolutivo, de este territorio el simil de las tierras estadounidenses que complementaron y aureolaron con su incorporación a los trece estados fundadores, la bandera constelada del Norte. Reclamamos para la Pampa la originalidad de un Estado absolutamente nuevo y sin precedentes en las demás naciones del orbe. Ya lo hemos dicho al comienzo de este libro: la Pampa no ha tenido adolescencia. Después de la desposesión al aborigen—ayer nomás—ha quedado incorporada de hecho a la cultura nacional, sin ese interregno semi-bárbaro que caracterizó las tierras nuevas de los Estados Unidos. El problema del indio cayó en liquidación con la campaña al desierto que constituye el episodio interno más notable en la vida militar del país. Y si aún se sostiene la fantasía selvática del Chaco, nada de extraño sería, que poniendo en evidencia las razones de este pseudo-problema, se encontrara en nuestro norte lejano el pretexto de una gimnasia militar para computar servicios y ganar presillas, a título de movilizar la institución armada de suyo burocrática en nuestro país, para tranquilidad y grandeza de la República...
Nosotros no tenemos ni el problema del indio, ni menos “the black problem” que es una pesadilla para los Estados Unidos.
Ningún territorio de la Unión, al incorporarse como Estado autónomo alcanzaba a la densidad demográfica de nuestra Pampa. Ni Ohio, ni Mississipí, ni Illinois, ni Missouri, ni Michigan, ni Florida, ni Iowa, ni Oregón, pudieron alcanzar esta cifra elocuente de 108.000 habitantes con que podemos presentar a la Pampa en su justo anhelo de provincialización. Todos aquellos Estados, con extensiones territoriales iguales o mayores que la Pampa, oscilaban parcialmente, en población de 45 a 80.000 habitantes. Solo Kansas, al operarse su transición política de territorio a Estado, tenía una población igual que la Pampa. Y Montana, que ocupa su sitio en el concierto federal en 1889, arroja una pobla{282}ción de 130.000 habitantes pero sobre un territorio tres veces superior que la Pampa.
No puede haber parangón posible entre el caso argentino y el norteamericano. Aquellos Estados se incorporan a la constelación por una apremiosa necesidad política, frente al problema separatista que era fundamental. Nuestra Pampa debe incorporarse espontáneamente por obra y gracia de la civilización. Su sistema cultural ha sido más completo que el de los territorios unionistas del oeste. Aquí, operada la conquista indiana, el progreso orgánico abrió con su cultura, el ciclo franco de la colonización, sin las escenas de aquella California desalmada de los buscadores, ni la justicia típica del “far west” con el código de Lynch y los desbordes de la chusma incivil.
Balanceadas en el transcurso de este libro las fuerzas vivas del territorio, fluye de una manera evidente la necesidad de elevar la categoría institucional de la Pampa, bajo el concepto federativo de nuestra carta fundamental y de acuerdo con el desarrollo de sus fuerzas productivas, su vitalidad económica y su densidad de población. Sobre la base de la constitución, la ley territorial número 1532, en su artículo 4.º, estatuye en forma clara y terminante que “cuando la población de una gobernación alcance a sesenta mil habitantes, constatados por el censo general y los censos suplementarios sucesivos, tendrá derecho para ser declarada provincia argentina". Tal es la situación de la Pampa. Todo esfuerzo para violentar ese derecho legítimamente conquistado, sería atentatorio para la civilización y regresivo para la ley.
Impregnados. Llenos, convencidos.
Prejuicio. El juicio que se forma sobre una cosa sin conocerla.
Factoría. Establecimiento exclusivamente comercial.
Paradojal. De “paradoja”: aserción falsa que se presenta con aspecto de verdadera.
Invertebrado. Que no tiene columna vertebral. Está en sentido figurado.
Fogón. El fuego que en el campo se enciende para preparar las comidas.
Fabulario. Conjunto o colección de fábulas.{283}
Zigzaguean. Que hacen zigzag, es decir, camino quebrado.
Coturno. Especie de calzado usado por los griegos y los romanos.
Ramplón. Grosero, inculto, vulgar. Calzado tosco, de suela muy gruesa y ancha.
Tachuelado. Claveteado con tachuelas.
Seculares. Con siglos de vida.
Preconcepto. Juicio sobre una cosa antes de conocerla.
Bonafide. Expresión latina: de buena fe.
Factores. Elementos.
Recóndita. Escondida.
Veraz. Verdadero, que dice la verdad.
Guarismos globales. La cantidad, expresada en números redondos, que indica la suma de varias más pequeñas.
Hebdomadarios. Semanario, o semanal.
Acervo. Riqueza, capital, fortuna.
Panegírico. Elogio.
Interregno. Un espacio de tiempo.
Pseudo-problema. Problema que sólo lo es en apariencia.
"The black problem". En inglés: el problema negro. Pronúnciase: di blac problem.
Parangón. Comparación.
Separatista. Partidario de la separación.
Unionista. De la “Unión”, nombre abreviado que suele darse a los Estados Unidos.
Estatuye. Dispone, ordena.
Gringo. Muchos autores se ocupan del origen de esta palabra. Hay quienes aseguran que esta expresión tiene su origen en una canción triste que entonaban los prisioneros ingleses, hechos durante las invasiones de principios del siglo pasado. Estos prisioneros, cuando al caer la tarde regresaban de Quilmes a Buenos Aires, después de las labores a que habían sido confinados, cantaban en coro una canción cuyo motivo principal de letrilla sonaba eufónicamente a los criollos con esta expresión: “gringo".—Se hizo popular entonces, la manifestación de “ahí vienen los gringos". Pero esto es absolutamente hipotético. Hemos podido observar que en Chile, Bolivia, Perú, etc., que ni de reflejo han recogido este modismo, se usa la palabra “gringo” para designar al extranjero; sea alemán, inglés, italiano, etc. Para nosotros, la palabra “gringo” viene de “grincu”, expresión araucana que significa extranjero. Nada más evidente y claro.
Cumilao. Nombre de capitanejo indígena.
Curacó... Agua de la piedra.
Mapuches. Mapú (tierra); che (gente).
Nahuel-Huapí. Terreno del tigre.
Neuquén. Río grande y correntoso en esta parte.
Puelén. Valle profundo.{284}
Planteado el problema de la provincialización pampeana, nada de extraño fué que el retardatarismo sacudiera su molicie para contrarrestar el avance de la idea nueva. Para la vieja feudalidad, esta autonomía gubernativa significaba una revisación de valores materiales que pondría en evidencia el máximo de las ganancias sobre la base del mínimo de las contribuciones fiscales. De ahí que el latifundista indolente, que vive del terrazgo, sobre canon no siempre libérrimo, goza de la vida muelle de la metrópoli y conoce la Pampa por las tranqueras de su heredad, buscara en la operación “outrance”, recursos ni muy expeditivos, ni muy convincentes para constreñir y desviar la opinión del país. Pero no se necesita mucho esfuerzo para especificar la estratagema. Los campos de la Pampa, cuya valuación territorial, no ha sufrido aparentemente modificaciones fundamentales desde muchos años hasta hoy, gravarían por cierto, su contribución de acuerdo con su valorización. Y esto es, en suma, lo que no desean los terratenientes, para quienes el usufructo del predio está en la locación parcelaria, fuente cómoda de sus más seguros ingresos. Es sospechosa, a fe, la discrepancia de opiniones entre el potentado tenedor porteño y el propietario pampeano, laborador sobre el surco o el gramillal, de sus dos, tres o cinco mil hectáreas, en defensa cada cual del interés privado. El terrateniente, que tiene una tasación oficial sobre su fundo de 20 pesos por hectárea, sabe que su precio positivo es de 200 y aboga porque la remoción institucional a que está avocada la Pampa, en su anhelo provincialista, no venga a nivelar el valor ficticio de la tierra que constituye la riqueza más firme y cuantitativa de la nación. Es, por lo común, un caso de cerrada sordidez, sin la más remota idea de la evolución progresiva que se opera en el país. Pero a fuerza de estirar el concepto se va a repetir la fábula de la gallina de los huevos de oro. El impuesto{285} territorial burlando el sistema de los terratenientes, va nivelando paulatinamente el tributo impositivo de la propiedad raíz. De ahí que la contribución territorial de la Pampa se haya acrecentado en más de un millón y medio de pesos en lo que va corrido de los dos últimos años. ¿A qué, pues, tanta oposición a la autonomía pampeana, sobre la premisa del impuesto territorial, cuando el impuesto territorial se ha de gravar lo mismo por la propia e inevitable valorización de la tierra? El propietario rústico, por el contrario: nervio y motor de su predio, colono o criador, siente la necesidad de que la opinión oficial venga a consagrar el verdadero valor de su tierra. En consecuencia es un partidario ferviente de la provincialización pampeana. Con toda la honradez que caracteriza nuestra labor, debemos consignar que en numerosas ocasiones hemos comprobado este contraste significativo; y más de una vez algún vasco analfabeto del oeste o algún italiano progresista del sur—a veces un criollo—ha exaltado nuestro entusiasmo, al enaltecer, con argumentos verdaderamente eficaces, la necesidad de coronar el esfuerzo de los labradores pampeanos con la autonomía del territorio, como el medio legítimo de orientar sus destinos, disponer de sus rentas, y alcanzar el desiderátum de los deberes y derechos que acuerdan el trabajo, la civilización y la ley. Contra esta amplia doctrina que emana del capital y del trabajo a la vez, no vemos el argumento fundamental que puedan oponer los grandes tenedores de tierra.
Los lectores que hayan seguido la capitulación de este libro, echarán de ver que no nos dejamos arrastrar por pasiones estrechas al exteriorizar nuestro juicio sincero sobre el latifundio. No hay prevención mezquina en este caso. Sabemos que el latifundio es un resultado de la despoblación. Por las proximidades de los grandes centros se va conjurando poco a poco con la subdivisión testamentaria, el ferrocarril y la colonia. No ocurre lo propio todavía—y por desgracia—ni en los campos cordilleranos, ni en algunas provincias del norte donde, como en Jujuy, existen feudos como el de Yavi, que no es otra cosa que el marquesado de Campero de hace{286} doscientos años, indiviso aún y con todos los derechos feudales sobre el autóctono, manumitido pero servil. En momentos de escribir este capítulo, el director general de Economía Rural y Estadística, don Emilio Lahitte, cerebro potente y gran argentino, pone en nuestras manos su atlas sobre el proceso del latifundio en el país. Más que todo lo que dicen los economistas sobre la evolución de la tierra argentina, nos han enseñado estos gráficos que siguen el curso de la subdivisión territorial iniciada, sin duda, con los ferrocarriles. Por los mapas del señor Lahitte nos hemos compenetrado del proceso pampeano y podemos asegurar que es tan fundamental la evolución, que la Pampa feudataria, se redimirá en muy corto plazo con el aumento vegetativo de su población y el expandimiento de sus ferrocarriles.
Nuestras objeciones sobre el fundo tienen su especificación capitalísima para aquellas heredades que, enclavadas al margen de los pueblos, desconciertan y trastornan la evolución progresiva de los núcleos de colonización, cierran los caminos y circunscriben su labor a la crianza cerrada o a la monocultura, ajenos a toda orientación reformista, a todo expandimiento civilizador. Cabañas como las del norte donde las industrias rurales se combinan con espíritu franco, donde se busca en la tecnificación el triunfo de la ganadería nacional; colonización como la de Trenel, donde se ha llegado al cooperativismo por propia iniciativa del capital en íntimo consorcio con el trabajo, no pueden despertar otro sentimiento que de simpatía ni otra palabra que el aplauso estimulador.
Sostienen los impugnadores de la Pampa provincia, que la creación de un organismo autónomo irrogaría ingentes egresos al nuevo Estado. Para el metropolitanismo acaparador es más cómodo y productivo centralizar las rentas de la Pampa antes que entregarlas a su arbitrio y distribución. No basta el procedimiento inconstitucional y absorsivo de los impuestos internos que restan a las provincias sus recursos legales; es necesario amamantar la burocracia con el tributo colonial de la Pampa, indianizando, a la antigua usanza, un territorio{287} que vale, en peso específico y por sí más que algún trio de provincias, tan precarias que aguardan periódicamente el giro federal para cubrir sus descalabros financieros. ¿Cómo se significa la Pampa en el presupuesto de gastos de la Nación? Es probable que su sostenimiento administrativo no origine una cantidad mayor de 80.000 pesos, englobando a la suma el margen de los imprevistos federales que tengan atingencia con el territorio. En cambio, su contribución al erario bien puede calcularse alrededor de 5.000.000 de pesos por concepto de contribución directa, patentes, papel sellado, derechos sucesorios, etc. La elocuencia de estos guarismos ha de poner en claro el juicio “a priori” o calculado de los que pretenden sostener este factoraje. Y no sería extraño que la influencia política de las “provincias pobres” tuviera su participación en este estancamiento provincialista de la Pampa, por temor a las comparaciones y por propio instinto de conservación...
Otra de las objeciones—la más inocente quizá—del oposicionismo a todo trapo, se relaciona con la supuesta carencia de hombres de talento cultivado, en el territorio. Es pueril la premisa. El centralismo federal jamás puso medida para liquidar los pleitos del interior e imponer a las provincias sus hombres dirigentes. Es vieja práctica, en nuestras artes de gobierno, malgrado nuestra plataforma federativa, el sistema de someter al cerebro de la capital lo que siente el corazón del país. Fué común desde antaño, ungir gobernadores desde los estrados de la Casa Rosada, salvo en los nobles tiempos del patriciado. ¡Y ahora ponemos el grito en el cielo porque el futuro estado de la Pampa—provincia de experimentación democrática—pudiera iniciar su proceso autonomista bajo la dirección administradora de los hombres de Buenos Aires!
Empero no ha de ocurrir tal cosa. Un territorio de labor como la Pampa, no ha de necesitar de elementos extraños para el gobierno propio. Las delegaciones que acudieron al certámen agrícola de Santa Rosa en el mes de diciembre—algunas espectables, como la que representaba al ministerio de agricultura—pudieron darse{288} cuenta exacta de la entidad representativa del territorio en lo que concierne a sus fuerzas productoras, base fundamental para el prestigio y la estabilidad de su gobierno. Es hipotético, egoísta y propio del desconocimiento que se tiene del país, pensar que no hay hombres en la Pampa, capaces de encarrilar sus destinos en la senda de su política institucional. Tal, la estratagema partidista imputaba incapacidad administradora, a los territorios de la Unión en vísperas de abrogarse facultades estadoales para gloria y concierto de los Estados del Norte. Y sépase bien, que de aquellos territorios noveles y semibárbaros del oeste, salieron estadistas y presidentes y ministros y fué el voto de uno de sus ciudadanos el que dirimió en el Capitolio la abolición de la esclavitud, el sillar más firme sobre el cual la gran república del Norte aseguró su porvenir.
Seamos justos; seamos grandes; seamos, en fin, argentinos.
La Pampa debe ser incorporada al concierto provincial de la República. Lo sanciona la ley, lo reclama su progreso, lo impone la civilización. ¿Qué marginará nuevos problemas de política interna? Para eso hemos cimentado nuestro sistema federativo. ¿Que creará un presupuesto dispendioso? Es el destino más legítimo que puede dar a sus rentas, antes de entregarlas al tesoro nacional para sostener con ellas el orfelinato de las provincias pobres. ¿Que concentrará el éxodo en menoscabo del país? Ojalá pudiera hacerse sentir en bien de la descongestión de Buenos Aires, hipertrofiado de miseria, arrastrando hacia sus campiñas promisorias, la juventud inactiva y el proletariado sin hogar! Hasta por nuestro propio buen nombre en el exterior, debemos crear esta provincia. La Pampa argentina es universal, pero bajo la envoltura del prejuicio, como la llanura incivil materializada por el geógrafo francés impresionado en la semblanza de “La Cautiva". Es una vergüenza que sobre el meridiano de la primer provincia argentina, se extienda todavía la colonia, secularizando el concepto del desierto cerril de hace cuarenta años. Y, tenedlo seguro, que para el extranjero ilustra{289}do que nos visite, esta dilación en dar a la Pampa sus derechos autónomos no será otra cosa que un expediente de política criolla. Y pensará, es posible, y en menoscabo de nuestros hombres de gobierno, sobre la “necesidad política” de mantener un territorio de asilo, válvula de expansión para el compadrazgo político y la frondosidad del presupuesto nacional; y hasta podría sospechar—¡tan mal nos conocen!—que el territorio pampeano es un desahogo de la provincia de Buenos Aires, reclamado por épocas regresivas, para zafar las jurisdicciones de la ley...
De la Pampa autónoma, grande y floreciente como es, se podría organizar la provincia de experimentación, el Estado-modelo, asegurando para su constitución las más bellas prácticas de la democracia, y para su legislación general, las más nobles conquistas del trabajo. Ojalá los materiales de este libro puedan ilustrar el criterio del país, proporcionando a nuestros hombres de gobierno el aporte necesario para afrontar en definitiva el problema de la provincialización.
Retardatarismo. La tendencia a retardar el progreso.
Molicie. Abandono, pereza, indolencia.
Feudalidad. Régimen feudal.
Terrazgo. Lo que el labrador paga al dueño de la tierra que aquél trabaja.
Libérrimo. El más liberal.
"Outrance". Palabra francesa. A toda costa, muy empeñosamente. Pronúnciase: utrans.
Estratagema. Ardid, trampa, engaño.
Locación parcelaria. El arrendamiento por parcelas, por fracciones de campo.
Cuantitativa. Relativa a cantidad.
Analfabeto. Que no sabe leer.
Manumitido. Libertado de la esclavitud.
Egresos. Gastos.
Factoraje. Relativo a factoría (establecimiento comercial bajo explotación tiránica, por lo común).
Federativo. De federación, federal.
Hipotético. Dudoso.
Estadoales. Perteneciente a los estados.
Hipertrofiado. Henchido, repleto.
Compadrazgo político. Camaradería y muchas veces complicidad entre los políticos y sus agentes.
Zafar. Eludir, esquivar, librarse.{290}
El “terralfar”[1] puntano, abarca, casi sin desperdicios, la gran llanura comprendida entre Villa Mercedes y Buena Esperanza. En 600.000 hectáreas, por lo menos, se extendió la conquista del inmenso prado que dominó al guadal. La sequía asoladora de 1916, puso su nota cruel sobre la verde maravilla de los campos. Las arenas, domadas paulatinamente, con el refinamiento forrajero y la rotación de los ganados, se entregaron a merced de los vientos, como una honda revelación contra la fuerza civilizadora que asentó su vagoroso peregrinar por el desierto. La gran zona convalece de la pavorosa epidemia. Los médanos viejos bravean aun al borde de los caminos y ondulan por los campos aprovechando el descuido de los ganaderos indolentes. Contra su acción arrasadora, impelida por los vientos del Sur, están los carrizales, los tamariscos, los sorgos y el centeno, remedios heróicos incorporados definitivamente a la práctica rural. El problema de las dunas pampeanas no existe en nuestro país. Solo la imprevisión y el despego a la tierra pueden fomentar estas temibles migraciones. Los viejos vecinos comarqueños recuerdan todavía la agreste primitividad de estos campos, tan sueltos, tan deleznables, que era preciso transitar por la angosta huella de los ganados, so pena de arruinar las cabalgaduras en una legua de trayecto. Con el curso de los años, casi insensiblemente se ha operado la transformación. Los cultivos de forrajes, el apeñuzcamiento de los vacunos, la subdivisión territorial que fomentó atenciones pastoriles y el esfuerzo defensivo de los pobladores, han contribuído, de consuno, a estabilizar la superficie, dando vida a la gran pradera artificial. Ya no se forman médanos. Solo algún viejo arenal porfía aún contra el esfuerzo civilizador hasta que cae atrincherado por el cerco de alambre y aplaca sus veleidosos nubarrones de polvo bajo la acción de los cultivos. Y es llegado el momento, entonces, cuando la misma naturaleza, cual si{291} quisiera favorecer el esfuerzo humano, termina la obra empenachando al médano vencido con matorrales de paja blanca, síntoma inequívoco de que el implacable arenal ha encontrado su eterna esclavitud. Los pobladores de la comarca que sufrieron la gran sequía (1910), debieron suponer que los médanos reconquistarían el desierto—tan despiadado fué el azote.—Pero sobre la pérdida de grandes alfalfares, cuando el suelo inconsistente entregaba sus arenas a los vendavales, cuando la torpeza salvaje de los campos parecía enseñorearse de nuevo y arrasar con la última mata de alfalfa, vinieron las lluvias del año 17, se remozaron las praderas, reverdecieron los bosques, y sobre la tierra sedienta y aplacada, se extendió como una red una yerba silvestre y amorosa, la “yerba del pollo"—la “yerba meona”, del paisano—síntoma modesto de salud y de vida con que significaba la naturaleza en su promisoria maternidad. Y al amparo de esta yerba-providencia que rastreó el suelo humildemente, con la sencillez de una liana cordial, se criaron los tupidos gramillales, tan sanos, tan inmensos, tan incitadores, que cayeron bajo la cortadora y fueron a reponer los almiares, a sustituir el forraje artificial que agonizaba en los predios.
¡Qué año terrible aquel! Lo recuerda el país entero que sufrió en forma proporcional, la implacable epidemia. Esta comarca, cuyos progresos rurales venían acrecentándose de una década atrás, sintió como ninguna el rudo golpe de la adversidad. Los ventarrones fijos, persistentes, desatados, castigaban la tierra sin compasión. Los primeros meses de sequía, resistieron valerosamente los alfalfares; luego cejaron las furias del viento que removía el guadal. Zona salpicada de lagunas, dulces y perdurables, barrancosas y hondas, mantuvo sus ganados mientras el agua fué complemento de nutrición. Pero cuando faltaron los pastos, cuando quedaron rasos como la mano los potreros de alfalfa, cuando se secó el olivillo salvaje y se achicharraron hasta las pencas, bajo las brasas del sol, no fué el agua de las lagunas la que salvó al ganado. La faena rural se circunscribió al cueraje de las bestias caídas en el lomo de los méda{292}nos, a la orilla del agua, junto a los molinos, al margen de los alambrados... ¡Qué horas amargas debieron pasar estos valientes pobladores! Las peonadas recorrían los campos tristes, despellejando sin tregua aquella hacienda mestizada ya, producto paciente de la acción tesonera de los criadores en aquel proceso civilizador desde los pastos punas al alfalfar, desde la represa primitiva al molino, al pozo sin medida y al tanque australiano. Por muchos años se recordará en la comarca el caso del inglés X, que después de esfuerzos inauditos para evitar la mortandad de su hacienda, vió—tal vez con lágrimas de rabia y de desesperación—que el médano vecino se había arrastrado alevosamente hasta cubrir por completo la charca de hierro galvanizado que almacenaba las aguas de su pozo. Solo el molino asomando su abanico circular, en lucha de muerte, seguía sus furiosos giros bajo el ala del aquilón...
Después de esta gran experiencia que trajo consigo el año 16, asistimos a la hora mortecina de los médanos comarcanos. Frente a Lavaisse, rumbo al sur, el camino que se encajona entre dos alambrados se ve de pronto interceptado por la duna, extendida como un inmenso reptil en tres kilómetros, por lo menos. Cautelosamente, erradizo, avanza el arenal sobre los campos del Oeste. El peón conductor del sulky en que practicamos la travesía, un ítalo-criollo andariego y conocedor, nos informa sobre las pretensiones de este endiablado arenal.
—Es atropellador, como él solo—nos dice.—Ya ve: va comiendo el campo sin ningún miramiento. Y si lo dejan, créame, se va a ir hasta las casas, nomás...
Pero antes de que peregrine, la trinchera de cañaverales de Castilla lo habrá estabilizado. Por el Este, junto al alambrado del camino, el saucedal, que ha resistido a las inclemencias del viento y de la sequía, se afirma como una muralla contra las arenas deleznables. Falta circunscribir la zona peligrosa que se abre a merced de los vendavales ordinarios y del pampero. A nuestro paso encontramos las carretas cargadas de caña que van a iniciar la defensa, enterrando en el guadal bulbos y carrizos. Es oportuno este saneamiento de la zona{293} que anticipa de aquí a un par de años la posibilidad de poner remedio a esta molesta travesía, siempre que una cuadrilla de camineros—el camino de Lavaisse es carril nacional—distraiga su atención en cubrir con ramas silvestres esta duna endiablada, tendida como un dragón entre el ferrocarril y el país de los alfalfares.
El proceso civilizador del terralfar puntano data de quince años a esta parte. En 1902, de Villa Mercedes al sur—salvo raras excepciones—aquella zona estaba comprendida por campos de estepa, cubiertos de paja amarga y poblados de ovinos “chilludos” (semi-criollos, de lanas lacias, con extremidades y barriga peladas). Los establecimientos rurales eran, en su mayor parte, abiertos, de un criollismo inveterado en sus crianzas. Apuntaba apenas el modernismo rural en tres o cuatro estancias: Las Isletas, Santa Ana y Buena Esperanza, muy al sur, establecimiento de una compañía holandesa. Planicie constelada de lagunas, los pastizales duros estaban salpicados por pequeños oasis de gramillas tiernas en la vecindad de los manantiales; y este fué, sin duda, el incentivo firme para los pobladores de las grandes estancias. Con la tecnificación de las praderas, ha sufrido una transformación fundamental la fisonomía del país. La cebadilla, que jamás medrara en aquellos campos salvajes, erizados de yerbas bravas se manifiesta en 1907 con su primer inmigración arrastrada por los vientos del estuario. La alfalfa, que va conquistando los predios, mata en 1908 el cebadillal incipiente, domina poco a poco la comarca y llega a culminar en la inmensa pradera que nace en Mercedes y remata en el paralelo 35, servida por las líneas del Pacífico. La crisis rural del 16 lo trastorna todo arteramente, despiadadamente. Y cuando las lluvias de 1917 aplacan las arenas, cuando ni rastros quedan de las praderías artificiales, vuelve el copioso cebadillal, tupido y fresco a extender su manto como una bendición. Y junto a la cebadilla que se prodiga con la intensidad de un cultivo, se extiende al ras del suelo una roseta peculiar, firme y espinosa, que resulta excelente gramínea y contribuye a afirmar los campos levantizos. Vinieron{294} otras yerbas, además, aprovechando el resurgimiento de las especies con la lluvia bienhechora; nutricias algunas, como el pasto de araña, el salvavidas y el almorejo; nocivas otras, como el abrojo grande y la cepa de caballo. Pero bien pronto echaron de ver los hacendados que las plantas tóxicas desarrolladas y floridas el primer año, perdían su fuerza germinativa desapareciendo como por ensalmo.
Después de la pavorosa epidemia del año 16 que a punto estuvo de convertir estas fértiles tierras en el “país del nunca jamás” que descorazonaba al agricultor australiano, vuelve a tonificarse la extendida comarca. Florecen nuevamente los alfalfares. Se pueblan, se dividen, se hermosean los campos; se civilizan y se enriquecen las estancias con las comodidades zootécnicas; se refinan los ganados. Arranca de 1902 el progreso firme del terralfar puntano. Don Roberto, Los Pozos, La Helvecia, Capelén, Alfaland, Las Meladas, Los Césares, El Nassau, etc., son las estancias que continúan el problema de la renovación pecuaria planteado por los primeros establecimientos de cría que se poblaron a renglón seguido de la conquista del riel.
Hablar de arvicultura en esta zona, es decir, del cultivo de la tierra con relación a los cereales exclusivamente, sería, sin duda, aventurarse hacia el fracaso. Mientras no se afirmen las tierras, mientras siga siendo guadal el guadal con su corteza de más de cincuenta metros de espesor, mientras no se atemperen los vientos con el arbolado artificial, toda cultura agrícola sería como arar en el océano o aventar la semilla al espacio. Hasta aquí no alcanza la previsión del “dry-farming”, con sus fórmulas maravillosas. Esta zona, será por muchos años país de invernadas, tierra de alfalfar.
Terralfar. Palabra nueva: significa la tierra cubierta de alfalfares o que puede estarlo.
Vagaroso. Errante.
Consuno (de). Juntamente.
Liana. Enredadera.
Olivillo. Pasto de la Pampa.{295}
Pencas. La hoja carnosa de la tuna.
Cueraje. Cuerear, quitar el cuero a las reses muertas.
Represa. Estanque.
Inauditos. Nunca oídos, extraordinarios.
Erradizo. Que anda errante.
Bulbos. Parte jugosa y redonda de la raíz de algunas plantas.
Carrizos. Especie de caña.
Oasis. Los parajes fértiles, con árboles y agua, diseminados en los desiertos.
Arteramente. Astutamente, engañosamente, con picardía.
Floseta. Pequeña rosa silvestre. (Forraje).
Levantizos. Movedizos, arenosos.
Pasto de araña. Pasto de la Pampa.
Salvavidas. Idem.
Almorejo. Idem.
Tóxicas. Venenosas.
"Dry farming". Expresión inglesa: cultivo de tierra excesivamente seca. Pronúnciase: drai fármi.{296}
Nuestras primeras investigaciones sobre las características del terralfar las comprobamos en el establecimiento Don Roberto, a cinco leguas de la estación Lavaisse. Administrador de esta estancia es don Edmundo W., propietario a su vez, de campos vecinos, y, sin duda, el hombre más progresista y emprendedor de la zona.
Nos sentimos realmente cómodos en compañía de este caballero argentino, prototipo del hacendado moderno que une, a la versación de las prácticas rurales, todo cuanto un espíritu cultivado puede aquilatar en achaques mundanos y vida de ciudad. No es un universitario en ciencias agropecuarias, pero es un técnico de verdad, un hombre práctico en la amplia acepción. En la observación, en los viajes, en la vida intensa del campo, en el laboratorio, en la experimentación, robusteció sus estudios. Posee, a conciencia, cinco idiomas modernos. Y en el noble deseo de tonificar su auto-educación, para capacitarse en el origen de sus temas predilectos, habla y escribe en latín—no “en latines”, como la vulgaridad de los hurones de biblioteca.—Nada de extraño, entonces, que este espécimen de “ranchman” que sabe a maravillas de arte y de ganados, domine a perfección con todo casticismo su idioma natal y dé a la estampa, por deporte, a los cincuenta años (“pardon”!) uno de los libros más sabrosos, más bellos, más fieles, que ha producido la literatura campera—“Memorias de un portón de estancia"—sin hablar en gaucho, ni usar de las tintas recargadas de nuestros revisteros y criollistas de “bureau".
Amablemente se desliza nuestra breve estada en su establecimiento acompañados, además, por don Enrique H., distinguido caballero e inteligente hacendado, que suponemos desertor de Florida, para gastar su bizarra juventud en la noble sencillez del campo, al frente{297} de los intereses de su señor padre, en su establecimiento Los Pozos.
Anfitrión y huésped nos proporcionan los veraces informes de este capítulo. Es larga y amable la sobremesa, después de haber gustado el sabroso pejerrey de las lagunas puntanas, sin rival, posiblemente, en el país.
—Hace diez y seis años—nos dice don Edmundo—poblamos estos campos. Fué una extensión de 10.000 hectáreas la superficie adquirida. Eran campos de paja amarga en toda su amplitud. El refinamiento forrajero se verificó paulatinamente, como era lo propio, llegando a cultivar 6.000 hectáreas de alfalfa. Antes que se tirara la línea de Beazley, nuestra estación próxima era Villa Mercedes. Los campos valían una bicoca entonces. Nosotros pagamos a razón de seis pesos con cincuenta centavos por hectárea, suma que se conceptuaba un precio fabuloso. Hoy el campo bruto vale en esta zona de 65 a 70 pesos, como nada, y alfalfado no se paga a menos de 120. El ganado preferido por entonces, era el vacuno pero uniformemente criollo, sin asomos de tecnificación. Criar ovinos hubiera sido una rémora por la flojedad del terreno guadaloso. Sólo las necesidades del consumo podían imponer uno que otro rebaño.
—¿Y la tierra, en general?—interrogamos.
—Es esencialmente guadalosa en toda la zona de la alfalfa. Del estudio químico-analítico realizado sobre suelos de estas estancias—estudio con aplicación a toda la comarca, sin duda—resultan las siguientes conclusiones: que la tierra es netamente arenosa, muy suelta, compuesta de arena fina cuyo diámetro de partículas oscila entre 0.0495 y 0.2475 milímetros, siendo la proporción de arcilla casi insignificante. La riqueza en humus, aun cuando no es muy grande, es normal. La tierra es pobre en ázoe y en potasio asimilable y su contenido en calcio y ácido fosfórico no es pequeño. Además las condiciones de porosidad y capilaridad de la tierra son buenas. Se desprende de estas condiciones físicas que la tierra es apta para ser abonada, absorbiendo bien a las diversas sustancias alimenticias.{298}
—¿Y qué profundidad calcula usted a la capa guadalosa?
—De 54 a 80 metros y más. Ahora bien: conviene hacer notar que este subsuelo es de excelentes condiciones higrométricas. La profundidad del agua, puede calcularse, como base general, entre 2 y 7 metros. Las aguas pluviales son generalmente escasas, pero más que por escasez los perjuicios agropecuarios suelen estribar en la inoportunidad de las lluvias. Un año de 550 milímetros repartidos en 74 días de lluvia fué bueno en resultados agrícolas. El factor negativo es el viento, que a no mediar este elemento bravío y familiar, con lluvias precarias, nomás, se asegurarían los cultivos. El viento permanente en la zona toma de N. E. a S. O., pero el más perjudicial para el arranque de las plantas es el del sur.
—¿En materia de cultivos de cereales, se han hecho algunos ensayos?
—Sí, señor. Desde 1906 se sembró avena, centeno y cebada en varios establecimientos. El centeno resistió grandemente a la sequía. La avena rindió bien, pero se echa de ver que necesita de lluvias oportunas.
En 1917 hubo excelente producción de estos cereales. Ese año se sembró especialmente centeno que ha dado resultados dignos de mención. Estas comprobaciones agrícolas han convencido a los propietarios que los terrenos de la zona, aún perdidos los alfalfares, conservan su valor por la invasión circunstancial de la cebadilla y el buen rendimiento de los cereales. Todas estas siembras se han verificado simplemente a máquina, habiéndose practicado algunos cultivos a voleo, con grandes resultados. Tengo como cosa bien sabida que el trigo empobrece la tierra, razón por la cual no se siembra con abundancia en la región, lo que no obsta para asegurar que se han levantado copiosas cosechas.
—¿Entonces usted no cree que el “dry farming” pudiera tener resultados prácticos en la zona de los alfalfares, como sistema cultural cerealero?
—No, señor. Y me afirmo al responder tan categóricamente, en la flojedad de la tierra. Los vientos, sin{299} duda, harían estragos con la semilla recién sembrada. Cuando hay cultivos, suelen ser excepcionales como rendimiento. Pero lo difícil es vaticinar sobre la prosperidad de los cultivos de cereales, por las veleidades de los fenómenos meteóricos. El alfalfar es otra cosa: cuando se arraiga, puede decirse que se ha estabilizado de verdad. Soy un convencido de la eficiencia del “dry farming". Pero para implantar este sistema hay que obrar con precaución y sobre las tierras apropiadas. He oído decir que en Kansas y Arizona, ha habido sus tropiezos al trabajar las tierras flojas, revolviéndolas para producir el “mulch”, o sea “tierra suelta”, sucediendo lo que hemos temido siempre aquí: se produjeron médanos. Y esto, como usted vé, no ha debido ser nada halagüeño para los experimentadores.
—Sin duda—respondemos;—pero se habrán tratado los cultivos sobre tierra de guadal como ésta.
—Recuerdo que hace años traje para esta misma estancia, a un argelino horticultor. Sus prácticas, que sin duda se afirmaban en razones de orden científico, se circunscribían a desmenuzar, carpir y aporcar. Cuando le pedí informes sobre estos procedimientos, me respondió, enfáticamente, con la conciencia de un hortelano que sabe bien lo que hace:
—“¡Ah monsieur: le sarclage vaut mieux que l’arosage!...” (La carpida vale más que el riego).
—¿Y dió resultado?
—Sí, señor. Pero la necesidad de dedicar preferente atención a otras tareas rurales, desvió un poco el cuidado de la huerta. Y todo pasó... Ya ve: ni jardín cultivamos... Los vientos no perdonan... Nuestras flores, señor—y no vaya a juzgarme de prosaico—suelen ser los pejerreyes de nuestras lagunas y los pollos suculentos...
Sin duda alguna, el argelino recordado por nuestro interlocutor, sabía bien la verdad comprobada por Jethro Tull, en su “Ensayo sobre los principios de la labranza y de la vegetación". El famoso agricultor inglés había, ciento cincuenta años antes, sintetizado su esfuerzo experimental en la famosa locución discutida y alabada en{300} nuestros días: “la labor equivale al abono”, o lo que es lo mismo, en su relatividad: “la labor es el riego". El huertano de don Edmundo traía su ciencia del setentrión africano, en donde el “dry farming” tiene patria inmemorial con sus famosos olivares. En la vecindad tunecina es de fama que en el siglo VII, se cultivaba más de 1.000.000 de hectáreas de olivo, por el procedimiento del secano. De que los resultados fueron óptimos lo prueba el hecho de que en tiempos de César, Túnez pagaba a Roma, como tributo anual, 13.500 hectólitros. La producción de aceite era tan importante—según Kearney—que desde algunos pueblos lo conducían por tubos de madera al puerto vecino, para su embarque.
—¿Y respecto al peligro de los médanos y la manera de combatirlos, qué opina usted?—interrogamos.
—Como presidente de la Sociedad Rural Río V, con asiento en Villa Mercedes, me he ocupado con verdadera dedicación de este asunto. Los graves efectos de las tierras movedizas se sienten con más intensidad en los caminos públicos. Opino que es allí donde debe circunscribirse con mayor empeño la acción defensiva y especialmente la obra del gobierno. Se impone, sin duda, la mayor vigilancia por parte de los ministerios de obras públicas tanto el nacional como provincial. Debe organizarse una “dirección de caminos”, con atribuciones bien definidas para reglamentar el tráfico. Creo que para el beneficio del sur puntano, la dirección de caminos de San Luis, debe tener su asiento en la ciudad de Villa Mercedes y estar formada por cinco miembros, siendo miembro nato el jefe político del departamento; delegados domiciliados en la campaña correrán con la vigilancia de zonas.
“Podría reproducir con detalles lo que alguna vez dije sobre la intervención que correspondería al ministerio de agricultura y la necesidad de una seria legislación nacional, pero sería largo y tal vez engorroso para su labor de difusión. Me limitaré a hacerle notar que es preciso que los ingenieros agrónomos regionales respectivos, con preferencia a las conferencias, se dediquen a hacer ensayos para el cultivo de médanos, y se les facilite medios para establecer viveros de cañas, sorgo, etc. para la re{301}partición de plantas y raíces para las cuales debe reducirse el flete a su mínimum (para raíces de cañas ya concedió rebaja el F. C. P.) y en caso necesario o para el mayor estudio, el ministerio adquirirá en propiedad cierta zona medanosa. El ministerio debe contar con una sección de médanos, bien en la división de enseñanza o en la futura división de defensa agrícola: en Francia, si estoy bien informado, es el departamento de “pons et chaussés” que se ocupa de este asunto, con preferencia del cultivo práctico, y en Alemania el estudio y cultivo está a cargo de las “Dünenbankomission” dependientes del “Forstwesen” (departamento forestal), y sería del caso pedir a los gobiernos de estos países los informes, publicaciones y vistas respectivas aunque allí el problema es sólo de médanos de costa, pero donde son maestros en la acción precursora del cultivo: la defensa contra los vientos y afirmado del suelo.”
Después del almuerzo, nos disponemos a incursionar por el campo en un cómodo “buggy”, o cosa parecida. Nos acompañarán don Edmundo y don Enrique.
La estancia “Don Roberto” que forma parte de los primeros exponentes de civilización agropecuaria en la iniciación del terralfar puntano, no se destaca como edificio estilizado, aun cuando el confort interno y la hospitalidad tradicional de la casa dejan una amable recordación en el espíritu del viajero. Está sombreada y guarecida por arbolados que representan un enorme esfuerzo cultural. Son álamos erectos y tamariscos, las plantas de rigor. Ocupó, sin duda, una isleta de chañares, el sitio en que se levanta esta población, pues algunos ejemplares de esta flora aborigen, semi-urbanizados por la propia convivencia de los árboles exóticos, extienden sus elegantes copas matizando el tono desteñido de los tamariscos con su verde primaveral.
—Esta zona—nos asegura el señor W.—no brinda facilidades para la arboricultura. Los primeros pobladores de estos campos, nos hemos ocupado con verdadero tesón, no sólo de atender a los trabajos rurales, sino de practicar los más convenientes para los terrenos arenosos bajo este clima recio, de manera de fomentar{302} los arbolados. Se trató siempre de conseguir una vegetación de aclimatación fácil y de rápido desarrollo, pues los árboles silvestres no sólo se resisten al trasplante sino que tienen el inconveniente de su crecimiento paulatino.
“Las experiencias, como digo, han sido consecutivas. Pero los amantes del árbol han podido notar, con desaliento a veces, raros fenómenos que han venido a malograr sus más bellas energías. Por ejemplo, algún vecino que ha podado en tiempo oportuno, con toda la prudencia racional aconsejada por la arboricultura científica, ha observado con tristeza en la primavera, sus alámos y sauces mustios y achaparrados, si no secos del todo. Otro poblador, que plantó en época oportuna las estacas de tamariscos recogidas en su propio establecimiento, malogra un cincuenta por ciento de sus arbolitos. Sin embargo, no falta algún vecino, que por imprevisión, corta a destiempo y con impiedad los gajos de tamariscos, con sus yemas hinchadas ya, y logra salvar casi todas sus estacas. ¿Es anómalo esto? Estoy, no obstante, con la razón científica, pero hay que tener muy en cuenta este resultado experimental y seguir plantando árboles, plantando sin medida y con fe sincera.”
—¿Y cuál es el principal enemigo de los árboles?
—El viento del sur. Los árboles que pueden resistir el frío intenso del invierno, quedan debilitados para cualquier contingencia en la época estival; los vendavales, la sequía, la langosta o el granizo. Es menester, entonces, fomentar los cercos vivos o reparos artificiales contra el sur. Creo que las grandes casas de venta de plantas deben instalar viveros regionales; y los terratenientes harán obra útil y patriótica favoreciendo con sus pedidos a comerciantes y productores de árboles locales.
—¿Y se planta mucho en la zona?
—Muchísimo. Pero es grande el porcentaje de plantas que se malogran. ¡Y no nos desalentamos! Cuando escucho los desahogos de tantos que juran de no malgastar más su tiempo, paciencia y dinero, me llamo a silencio; sé que llegada la época de plantar renace la esperanza y vuelven a la empresa. ¡Qué mágico poder del{303} árbol y su extraño dominio sobre nuestra alma! Un pequeño arbolito que con gallardo crecimiento agradece el cuidado y promete sombra y alegría para lo futuro, borra el recuerdo de todos los sinsabores. ¡Con cuánta razón el color verde es el emblema de la esperanza!
Y don Edmundo después de esta explosión de generoso entusiasmo, nos dice con cierta languidez sentimental.
—Vea ese alamito. ¿Cuántos años le calcula?... Tiene cinco. Haga la prueba de arrancarlo con las manos... haga la prueba.
Nos parece una ironía la invitación. Tiene cuatro metros de altura el ejemplar. Sin embargo, y a trueque de un papel deslucido, nos aferramos a la planta como quien va a descuajar una cizaña del jardín. Y ¡oh sorpresa! cede el tronco al primer envión, se descoyunta en su unión con la raíz precaria y cae desvanecido. Es la venganza del guadal que no se aviene a los desplantes de la civilización.
—Cuando escriba sobre nuestros campos, amigo mío—nos dice don Edmundo—encomiende a los “snobs” de Buenos Aires, a los rentistas cómodos de la República, que si alguna vez cruzan esta región y contemplan nuestras cuasi-marchitas arboledas, no se sonrían con desdén, ni apliquen a sus moradores los calificativos de “atraso, rutina, dejadez". Dígales que se detengan ante esa incipiente arboricultura y saluden en ella a una de las manifestaciones del trabajo nacional.
La visita al campo remata las enseñanzas del día. Cruzamos los potreros en donde amarilleaba la alfalfa bajo un sol de julio, ardoroso y cordial.
"Ranchman". Palabra inglesa: hacendado. Pronúnciase: ranchman.
Prototipo. Modelo.
Auto-educación. La educación de sí mismo.
Casticismo. Pureza, corrección.
"Pardon". Palabra francesa. Equivale a: disculpe usted.
"Bureau". Palabra francesa: escritorio, oficina. Pronúnciase: buró.
Bicoca. Pequeñez.
Higrométrica. De “higrometría”: medida de la cantidad de vapor de agua que hay en la atmósfera o en el terreno.{304}
Aporcar. Cubrir las plantas con tierra.
Anómalo. Fuera de lo común, lo que es natural.
Trueque (A). A cambio.
Cizaña. Las plantas inútiles y perjudiciales que crecen en los jardines y sembrados.
"Snobs". Palabra inglesa sin equivalencia exacta en español. “Snob” se dice del hombre presuntuoso, esclavo de la moda, que pretende sin fundamento estar al tanto de toda novedad, petulante y tonto.{305}
La más notable comprobación sobre el éxito del “dry farming”, en el transcurso de nuestra gira, la encontramos en la Pampa del Tigre, sobre la línea del Pacífico, plena región pampásica del oeste.
Tienen estas tierras alguna similitud con la región del Pencoso, que motejamos de Palestina, sobre todo en la exigüidad de sus lluvias, ya que no en su constitución agrológica. Aquí el suelo es arenoso y uniforme, en una profundidad que varía entre 5 y 7 metros de espesor, últimas manifestaciones, hacia el occidente, del inmenso guadal que arranca desde el norte pampeano.
La primer impresión cultural la recogemos desde el tren. El verde profundo de un sembrío, recostado junto a la estación, hacia el sur, nos anticipa el valiente ensayo en aquella angustiosa travesía. Cabe la iniciativa, al propietario del campo, doctor P. S., secundado por su paciente experimentador, un muchacho porteño, connaturalizado con fe a la agreste región y hecho “farmer” en el amplio sentido.
De entrada, nos parece demasiado arriesgada la tentativa de maternizar el suelo reseco de la zona, habilitándolo para los cultivos cerealeros. Pero el optimismo franco borra el prejuicio, al hacer memoria sobre la acción colónica del propietario de este campo, en la región del Río Negro, sobre tierras de condición agrológica inferior y con el mínimo de lluvias aceptado por el “dry farming". En efecto, a este propietario corresponde la iniciativa de las prácticas del secano en Río Negro, en 1914, con lluvias de 200 milímetros y con resultados alentadores. En esta sistematización cultural que fué, por cierto, de grandes enseñanzas—ya que las teorizaciones agrícolas sobre el aprovechamiento de nuestras tierras semi-áridas, pasaban por primera vez al campo experimental—afianza el éxito de sus nuevos cultivos en la Pampa del Tigre, donde las condiciones meteó{306}ricas y la calidad del suelo, ofrecen las perspectivas de una auspiciosa maternidad.
Este cultivo, que tonaliza con el verde matiz, la llanura grísea por donde corre el tren, se nos antoja un labrantío de Utah, entre la aridez apenadora del desierto, en cuyas hazas florecientes, un labrador sagaz ha venido a poner en práctica la demostración de Alway, que comprobó el valor del almacenamiento de la humedad, como pudiera hacer un comerciante previsor con las reservas de su ganancia anual. El administrador, colaborador eficiente en aquella tarea de domeñar el predio bruto, nos habla con entusiasmo sobre el “stock” de humedad, capital confiado a la tierra, merced a los rastreos oportunos, como a una caja de ahorros, que devolverá, con réditos, centavo sobre centavo.
—A mediados del año anterior—nos dice—se puso en condiciones de cultivo, un cuadro de veinte hectáreas, comenzando a almacenar el agua de las lluvias caídas, por medio de rastreos con rastra de dientes. Llegada la época oportuna, se procedió a la siembra de maíces y sorgos, operación un tanto retrasada, debido a las huelgas y otros factores de fuerza mayor. La operación de sembrar la practicamos a fines de octubre con sembradora sistema “Lister”, maquinaria que llena todas las necesidades y hace una labor perfecta.
—¿Qué clase de maíz sembró?—interrogamos.
—Las variedades conocidas por Golden Beauty, o sea “amarillo grande” y “colorado de polenta".
—¿Y cuáles fueron los resultados?
—En cuanto a calidad, inmejorables. El peligro que nos amenazó con insistencia, fué la sequía de diciembre y enero pasados, tan cruel para las zonas agrícolas de la República. Los fuertes vientos también se dejaron sentir sin interrupción en la comarca. Felizmente cuando creíamos malograr todas las sementeras totalmente, una lluvia de febrero, oportuna, como una bendición, puso a salvo las cosechas.
—¿Y en sorgos?
—Se ha sembrado todas las variedades convenientes: kafir, milo, feterita y pasto ruso. De estos cultivos he{307}mos recogido semillas muy superiores a las traídas a la región. Vea usted si estos no son sementales de primer orden.
Y nos alcanzó unas panojas dignas de ser expuestas en cualquier exposición agrícola de Buenos Aires, por la profusión, calidad y limpieza de sus granos, blancos y grandes, de feterita; copiosos y pequeños, de kafir; frondosos y ligeramente anaranjados, de milo.
—Con esta aclimatación regional—nos asegura el administrador—hemos salvado uno de los más grandes escollos: conseguir semillas nativas.
—¿Y sobre cereales, qué experiencias se han hecho?
—Con intención de ensayar cereales, se resolvió destinar una parcela, practicando el barbecho con excelentes resultados, habiendo almacenado, aproximadamente, dos metros de humedad. Las semillas germinaron y crecieron las plantas, sin haber recibido una sola gota de agua, mientras que en algunas zonas húmedas y subhúmedas, los agricultores no podían arar porque la tierra estaba seca. Es posible que no se pueda arribar a una comprobación más eficaz sobre los resultados del “dry farming".
“A fines de abril de este año, dispuso el dueño del campo que se sembrara varias semillas importadas de Norte América: trigo turco, centeno, cebada y avena. Los cultivos salvo las avenas y cebadas que se perdieron, se encuentran en estado muy próspero, prometiendo rindes muy remuneradores, pues se ha desarrollado un sistema radicular admirable. En estos días—fines de septiembre—se han repetido los cultivos de maíces, sorgos, papas y porotos.”
—¿Y qué cantidad de lluvia cae en la región?
—Muy poca, pero la suficiente para que la tierra produzca, siempre que se ponga cuidado en la labor.
“Tengo fe—termina su información—en que estas campiñas hoy incultas, han de caer bajo la redención de los cultivos, por el procedimiento del “dry farming". Las tierras de esta vecindad, labradas convenientemente, han de producir cosechas de primer orden, tanto en forrajeras de ensilaje como en cereales y hortalizas.{308}”
Es sano y tonificante el optimismo de este agricultor, que valientemente viene a secundar la bella iniciativa del doctor P. S., iniciativa que—tenemos fe—provocará la transformación del desierto. Con el esfuerzo y en labores consecutivas, podrá arribarse en estos campos a la comprobación verificada en las estaciones experimentales de Utah, de que cuando se remueve la tierra virgen para dedicarla al “dry farming” y se cultiva con esmero, la lluvia penetra más y más, después de cada año de cultivo, como si la naturaleza próvida quisiera vincularse amorosamente al esfuerzo del hombre.
Widtsoe, atribuye un cuidado mayor al distrito de Great Plains para conservar la humedad del suelo, que al de Great Basin, precisamente porque aquel se caracteriza por las lluvias de estío, en la época de los vientos cálidos y la mayor evaporación. Algo de esto tiene la Pampa del Tigre. Pero tenemos confianza en que todo se ha de dominar con la energía y la labor.
Después de esta comprobación objetiva sobre los cultivos de la Pampa del Tigre, departimos en Buenos Aires con el doctor P. S., gestor de tan valioso procedimiento cultural y, posiblemente, el primer ensayador técnico del secano, en cereales, en la República.
Queríamos cerrar nuestro capítulo sobre la Pampa del Tigre con algunas apuntaciones marginadas en el producto de su observación y su experiencia.
—En diciembre de 1917 pedí a Estados Unidos—nos dice—semillas de cereales procedentes de la región de Great Plains, que, como usted sabe, es análoga, en calidad agrológica y en fenómenos atmosféricos, a nuestra zona semi-árida del interior. Mi propósito tendía a la fácil aclimatación de la simiente, con el fin de conseguir semilla nativa. Las avenas y cebadas se han perdido totalmente. No así los trigos que se desarrollan con toda lozanía y el centeno norteamericano, cuya parcela es la más destacada de las sementeras.
“El “dry farming”, como procedimiento agrícola—continúa nuestro interlocutor—es absolutamente eficaz y seguro, siempre que se ponga en práctica de acuerdo con las características del suelo y los factores meteoro{309}lógicos. Un agricultor experto, no puede fracasar jamás, salvo por contingencias imprevistas, puesto que al iniciar sus cultivos, debe conocer perfectamente la cantidad de humedad de que dispone.”
—¿Y en lo que respecta a prácticas culturales, cree usted que se debe introducir algunas modificaciones que difieran de los procedimientos aconsejados por los experimentadores de Estados Unidos?
—Sí, señor. La experiencia me está dando material para aconsejar algunas reformas en la preparación y cultivo del suelo. Por ejemplo, yo creo que en nuestras tierras arenosas de secano, la rastra de discos debe ser suplantada por la rastra de dientes, después de sembradas las semillas.
Es esta, sin duda, una interesante observación relacionada con la operación más trascendental en tierras semi-áridas. Macdonald—tan conocido por los técnicos—asegura que la escardadora es más a propósito para gradar el trigo u otros granos pequeños, que la grada común de dientes rectos u oblícuos. Pero si el terreno es medianamente firme—dice—la grada ligera ordinaria hará buen trabajo. Según este profesor, todo labriego deberá poseer una grada de palanca para poder graduar con ella la inclinación de los dientes. Sin embargo, su consejo categórico es el siguiente: “la grada de discos es absolutamente indispensable para los cultivos de secano".
El doctor P. S., compenetrado de la constitución de nuestros suelos en estudio, contraviene el consejo de Macdonald, dando prioridad a la rastra de dientes, afianzado sin duda, en la flojedad de las tierras arenosas. De todas maneras, su gran consejo se circunscribe a usar consecutivamente este instrumento. Coincide en esto con aquel gran cultivador de Valle Cache, en Utah—G. L. Farrel—a quien, en cierta ocasión, le interrogó un grupo de agricultores:
—¿Qué haría usted con un cultivo que estuviese demasiado ralo?
—Gradarlo—respondió.{310}
—¿Y si estuviese demasiado espeso?
—Gradarlo también.
En Utah se grada de tres a cinco veces, durante el crecimiento, para evitar la consolidación del terreno y la expansión de yerbas adventicias. El doctor P. S. opina que se debe rastrear cinco, seis, ocho veces, si es necesario, teniendo en cuenta, además, que esta operación, aparte de ser utilísima, es poco costosa. El éxito de esta tarea está en dejar las tierras en sazón (tempero), produciendo el mayor acopio de humedad.
Los norteamericanos tienen por norma de conducta en los cultivos de secano, este precepto: “el arado debe seguir a la segadora". En nuestras tierras, según nuestro interlocutor, debe esperarse para dar comienzo a la roturación hasta los primeros días de enero.
—El problema—nos dice—está en tener vegetación sobre rastrojo durante los meses de noviembre y diciembre, estado que trae como consecuencia, la supresión de las atadoras y el uso de las espigadoras para mantener una sementera alta.
—¿Y en cuanto a los gastos de labranza y demás faenas agrícolas, ha hecho usted alguna observación de importancia?
—La práctica me ha llevado al convencimiento que en nuestras tierras, el cultivo de secano cuesta menos que en Estados Unidos. En los Estados de “dry farming”, de la América del Norte, el procedimiento agrícola cuesta un 50 por ciento más que en las zonas subhúmedas y que la labor por otros métodos. Aquí cuesta menos. Se debe esto a la facilidad de arar. Además no hay que poner como gasto adicional las rastreadas, porque, además de que cuestan poco, cada rastreada supone una lluvia vital.
Encomiamos sin reservas la labor que se ha impuesto el doctor P. S. y cuyos resultados han de ser altamente benéficos para la zona sometida a nuestro estudio. Su entusiasmo sobre el “dry farming”, es sobre la base racional de los cultivos y el estudio de los métodos más eficaces, con aplicación a las necesidades de nuestro sue{311}lo. Con entusiasmo, nos habla de la necesidad de una institución de propaganda del secano y de carácter nacional. Será, indudablemente, una hermosa iniciativa capaz de abrir un ciclo nuevo a la agricultura nacional.
Similitud. Semejanza.
Motejamos. Calificamos, llamamos.
Sembrío. Sembrado.
"Farmer". Palabra inglesa: chacarero, colono, granjero.
Secano. Cultivo de la tierra sin aprovechar otro riego que el de las lluvias.
Hazas. Porción de tierra de labranza.
Panojos. Conjunto de espigas.
Barbecho. Tierra arada.
Radicular. Perteneciente a la raíz.
"Great Plains". En inglés: Llanuras grandes. Pronúnciase: grit plens.
"Great Basin". En inglés: Gran Hoya. Pronúnciase: grit besn.
Vital. Que da vida.{312}
Para el litoral argentino, que tiene en mucho su vitalidad representativa, como zona de producción ha de parecer paradógico este vaticinio: San Luis será, dentro de pocos años, un emporio pesquero.
Sin duda, los que ignoran—y son muchos en la República—que en la zona que hemos dado en definir con el nombre de “terralfar puntano”, hay trescientas lagunas, recibirán con sonrisa irónica el aserto. Con geografías hechas a tirones por burócratas y no por geógrafos; con mapas deficientes; nada de extraño que la planicie de las lagunas, lo más mediterráneo del país, muy poco interés hubiese despertado hasta hoy en el sentido de crear y explotar la industria piscícola. El estudio cartográfico de Lallemant, pudo haber influído en la difusión ventajosa de la comarca; pero, desgraciadamente, intereses particulares han retenido—quizá hasta las calendas griegas—la edición de esta obra que tan ingente labor costó al espíritu meditativo del sabio y a la disciplina profesional del ingeniero.
Estas lagunas, de agua dulce y permanente, que tachonan como las Pléyades del cielo, la gran pradera, son hijas de los vientos. Los “huaicos” o erosiones, han formado, a través de los siglos, estas hoyadas alrededor de los manantiales. Y prueba de ello es que los bordes de las lagunas son médanos empastados, propicios a las isletas de piquillines, de molles morados y talas, de quebracho blanco y cedrón, con suave bajada al naciente y bordes altos en la ribera opuesta. Las lagunas Capelen, Soven, Tastú y Los Leones, son las Cabrillas del grupo, por su tamaño y profundidad. Las demás, en todo lo que abarca la zona comprendida entre Villa Mercedes y Buena Esperanza, Paunero y Villa Valeria de Córdoba, tienen, por lo común, extensiones que no exceden de diez y siete hectáreas, como término general, y se encajonan entre barrancas sobre lechos profundos, arenosos y firmes. Muchas son de agua ligeramente salobre y todas{313} abundantes de totoras y aneas donde se prodigan los crustáceos, alimento nutritivo de los peces.
De esta constelación de lagunas, cuarenta, por lo menos, están pobladas de pejerreyes, dando lugar a una nueva industria con perspectivas remuneradoras. Arranca esta civilización lacustre de 1902, época en que el vecino don Carlos G., persuadido de que podía ser factible la crianza de peces, llevó agua de estas lagunas al ministerio de agricultura, deseoso de conocer los resultados de un análisis prolijo, requisitoria que—a estar a informes oficiosos—no despertó mayor interés en el gobierno nacional. Dos años más tarde—en junio de 1904—los señores Roberto y Edmundo W., se dirigían a la misma autoridad insistiendo sobre la necesidad de iniciar la piscicultura regional con especies apropiadas.
Por aquel entonces, el gobierno había contratado al ictiólogo norteamericano Titcomb, con la misión de introducir peces exóticos en nuestros ríos y lagunas, y al afamado piscicultor don Eugenio Tulliam, norteamericano también. Estos experimentadores quedaron asombrados al conocer la excelencia del pejerrey argentino, superior, en mucho, a cualquiera de las especies que pululan en ríos y lagos del continente septentrional. Sin embargo, tuvo la opinión de los técnicos sus tropiezos, frente al juicio pesimista de la repartición ministerial. Y sin duda, hubieran fracasado aquellos preliminares, a no mediar la actitud resuelta del general Roca, asesorado por Ronaldo Tidblom, director entonces de ganadería y agricultura.
Sobre esta seguridad alentadora, Tulliam verifica el primer ensayo de fecundación artificial de pejerreyes en la laguna Chascomús. Los primeros huevos, genitores de los copiosos cardúmenes que hoy prosperan en las lagunas puntanas, fueron depositados el 6 de noviembre de 1904 por el mismo piscicultor. Venía Tulliam, el piscicultor, a sancionar en la práctica la expresión gráfica que el anecdotario atribuía a Titcomb, el ictiólogo:
—Francamente, no sé para qué me han llamado ustedes... ¡Ojalá Estados Unidos tuviera el pejerrey de las lagunas argentinas!{314}
Pasó el tiempo. Comprobado, más tarde, que aquellas gestas artificiadas por la ciencia, habían caído en aguas piadosas y fecundas, lleva don Edmundo W. los primeros ejemplares de pejerrey puntano a la dirección de piscicultura del ministerio. Estaba tan arraigado el prejuicio que negaba éxito a la fecundación artificial, que poco faltó a los técnicos para proclamar la impostura del señor W. De lo que estamos seguros es que alguien dijo, con sospechosa ironía, mirando los pescados:
—¡Qué hermosos... y qué fresquitos!... Cualquiera diría que vienen del Mercado del Plata...
Pero triunfó la buena fé del propagandista. Y fué una comisión técnica a la laguna Los Barriles, en Lavaisse. El 2 de octubre de 1907, en tres tiradas de red, se obró el milagro de los peces. Sesenta y cuatro pejerreyes cayeron en las mallas arteras. Y entre los incautos, representantes de más de tres generaciones, se dejaron coger ejemplares de 27 centímetros de largo.
Pero, ni aun sobre la comprobación indubitable, se encontró el apoyo oficial reclamado. Entonces los hermanos W., creyéndose moralmente obligados a no cejar en tan empeñosa gestión, comenzaron a poblar las lagunas de la zona, usando el sistema de trasladar en toneles y de una a otra laguna, los peces vivos. En esta forma se logró un transporte eficaz hasta a distancias de doce leguas y en lo más riguroso del verano. Es así como se han poblado cuarenta lagunas del terralfar puntano y frontera de Córdoba. Con la población del semillero de lagunas hondas y perdurables, que vitalizan y alegran la comarca, vendrá, sin duda, la gran empresa con mercado franco en las capitales y centros del interior y hasta en el mismo Buenos Aires.
En nuestra reciente jira por la línea de Beazley hemos visitado la laguna Los Barriles, que será célebre en su auspiciosa hospitalidad, hemos presenciado las pintorescas escenas de su pesquería y, sobre todo, hemos gustado, en mesa de franca camaradería, en la estancia “Don Roberto”, de sus pejerreyes, que no por ser adoptivos dejan de ser menos sabrosos...{315}
Paradójico. De paradoja. Ficción que parece verdad.
Tachonan. Están esparcidas.
Pléyades. Una de las más notables constelaciones de estrellas.
"Huaicos". Hoyadas hechas por los vientos en los terrenos guadalosos o arenosos de la zona pampásica.
Empastado. Con pastos.
Isleta. Bosquecillos.
Cabrillas. Las “cabrillas” son las siete estrellas más brillantes de la constelación de las Pléyades.
Totora. Matas de paja que crece en las lagunas.
Anea. Especie de líquenes o plantas acuáticas.
Constelación. Grupo de estrellas. Está en sentido por extensión, de otras cosas.
Piscicultura. Cría o cultivo de los peces.
Ictiólogo. El entendido en ictiología, o ciencia de los peces.
Pululan. De “pulular”: abundar extraordinariamente.
Genitores. Padres.
Cardúmenes. Enjambres de peces.
Anecdotario. Colección de anécdotas.
Gestas. Hechos.
Indubitable. Sin dudas.{316}
Con la conquista del desierto y la llegada de las armas de la Nación a los grandes ríos patagónicos, se inician en el valle del Alto Negro las primeras labores agrícolas. Venía el ejército jalonando de pueblos la pampa. Por el norte se echaban las bases de Victorica, con Racedo, de jefe, y los soldados de la caballería por población. Era menester afianzar los dominios del sur, con una nota civilizadora y pacífica que clausurara dignamente el epílogo de Choele-Choel. Fué así, que a renglón seguido de la jornada militar, vienen al valle los primeros agricultores, militares también.
Iniciada la colonización que fué, conviene decirlo, ensayo cultural y premio a la fatigosa labor de las tropas, se tira el primer canal de regadío, hecho a ojo de buen cubero, sin bases planimétricas ni fundamentos de nivelación. Pero, aún estos estudios preliminares, que no admitiría hoy, en nuestro progreso, la más insignificante obra hidrológica, llenó el canal las necesidades para que había sido trazado, sirviendo, veinticinco años después, de base al sistema de riego que beneficia, bajo el carácter de cooperativismo, las tierras de Allen y General Roca. El viejo canal, cavado por presos y “milicos”, arrancaba seis kilómetros arriba del puente del F. C. S. sobre el Neuquen (margen izquierda) y venía a morir en el pueblo viejo de General Roca, después de un recorrido de más de 50 kilómetros.
Por largos años, el canal del ejército, acequiado previsoramente, cubrió las exigencias de aquella agricultura cuasi aborígen, tan abandonada por el calor oficial. Pero debían por fin el desarrollo de la región y la conquista del riel, orientado desde Bahía Blanca a las Cordilleras, sacudir la molicie de los poderes públicos y abrir un nuevo horizonte para estas tierras feraces. Por decreto de 27 de septiembre de 1907, el Poder Ejecutivo de la Na{317}ción reglamenta la concesión de chacras en la Colonia General Roca, iniciando con ello el verdadero ciclo cultural de la zona.
Se afianza esta disposición gubernativa en la conveniencia pública de establecer condiciones especiales de población para esta colonia. Considera, pensando con simpática tolerancia, que las sinuosidades del terreno exigen erogaciones pesadas en las labores de nivelación, antes de ser entregadas a la agricultura. Esta circunstancia y la característica arborescente del suelo, constituyen factores negativos que se oponen al arraigo de los colonos sin capital.
Observa el ejecutivo, que debido a estas circunstancias, han permanecido baldías muchas tierras de la colonia, a pesar del buen propósito de sus propietarios de someterlas a la labor. En cambio, las chacras de los colonos pudientes denuncian una sintomática prosperidad. Conviene entonces, a juicio del decreto, limpiar y perfeccionar el viejo canal de riego, aumentando su caudal y prolongándolo de manera que pueda permitir el riego de numerosas chacras que no gozaban de sus beneficios. Estas obras, según el gobierno, debían ser ejecutadas por los mismos propietarios, ya que el Estado no estaba, momentáneamente, en aptitud para su realización.
En el decreto, al propio tiempo que se encarrilaba la acción oficial tendiente a incrementar la Colonia General Roca, tan injustamente olvidada hasta entonces, se anticipaban los fundamentos de una cooperativa de riego, dando calce a la sociedad que debía organizarse incontinenti.
Con este aliciente, auspiciado por el compromiso gubernamental, se funda una Cooperativa de Irrigación Limitada, en General Roca. Las primeras acciones de la Cooperativa responden a un capital de 800.000 pesos que importan la diferencia entre el precio fijado de 50 pesos por hectárea y la reducción al mínimum de 2.50 pesos, de acuerdo con el artículo 5.º El gobierno, por su parte, recién extiende títulos definitivos cuando los colonos estuvieran en las condiciones establecidas por el decreto, es decir con sus propiedades alambradas, desboscadas y ni{318}veladas, abarcando los cultivos, por lo menos, una cuarta parte de la extensión total de sus predios.
A partir de esta época se significa el florecimiento de la Cooperativa como entidad económica. Su primer servicio reglamentado abarca una extensión de 1.200 a 1.300 hectáreas. Esto ocurría durante los años 1910 y 11. Paulatinamente va bifurcando sus canales y distribuyendo por el valle su red de acequias hasta llegar a completar un servicio aproximado de 17.000 hectáreas, que es la superficie actual bajo su beneficio.
He aquí una ligera estadística de los cultivos comprendidos en la extensión irrigada por la Cooperativa: Alfalfa, 11.000 hectáreas; viña en producción, 1.600; viña nueva, 150; avena y cebada, 450; trigo, 500; arvejas, 400; maíz, 300; frutales, 350; hortalizas, 700; cultivos nuevos, 1.400. Total: 16.850 hectáreas.
La red completa de los canales y acequias de la Cooperativa, tiene una extensión de 400 kilómetros. El canal matriz tiene 65 kilómetros de longitud y se extiende a lo largo del valle, por la parte prominente, desprendiendo diez canales secundarios, de los cuales dos van hacia el norte y los demás al sur. Es de boca-toma provisoria. No tiene dique. Esto no sería un inconveniente, si se conociera a ciencia cierta el régimen de las aguas del río. Pero las investigaciones hidrológicas relacionadas con el Neuquen, puede decirse que recién se inician con método y objetividad.
Los 800.000 pesos iniciales que formaron la base de la institución, fueron suma exigua para la expansión de la zona regable y el aumento vertiginoso de los plantíos. Fué menester entonces, recurrir a un empréstito bancario de 300.000 pesos, dinero que fué invertido en importantes obras de ampliación y mejoramiento. Esta deuda sigue sin tropiezos su amortización regular, según se desprende de los últimos balances. Bastarían sólo estos detalles numéricos para demostrar el acierto con que se desenvuelve la Cooperativa vigilando el interés de los asociados y colonos y propendiendo a incrementar la zona con la civilización del agua.
El canon de riego fijado por la Cooperativa, es de{319} 8 pesos por hectárea para los accionistas y 10 pesos para los no accionistas. Estos últimos, tienen sometido a riego una extensión de 4.000 hectáreas, aproximadamente.
En compañía del administrador, recorremos los canales, deteniéndonos en algunos saltos y compartos donde la obra de mampostería revela cautelosa previsión contra los arrebatos del caudal. En algún punto, donde el agua se vuelca y cambia de nivel, la corriente ha socavado los bordes amenazando continuar con su derrumbe. Viene allí, de inmediato, la reparación disciplinando la corriente que lleva toda la impetuosidad de un río.
Y, realmente, parece río esta arteria vital que se derrocha en las huertas por la raigambre circulatoria de sus acequias. Pero un río rumoroso y alegre, festoneado de verdura y ensombrecido por el fresco alamedal cuyas paralelas se proyectan eternamente, bajo la serena grandeza del cielo siempre claro y azul.
Talonando. Situando.
Epílogo. Final.
"A ojo de buen cubero"... Expresión usual para indicar las cosas que se hacen sin medida exacta, sin estudios, y a bulto.
Hidrogógica. De “hidrogogía”: arte de canalizar aguas.
Acequiado. Canal del que se ha derivado acequías.
Erogación. Gasto.
Incontinenti. En latín: inmediatamente.
Boca-toma. La intersección de un canal con el río.
Exigua. Insuficiente.
Raigambre. Conjunto de raíces trabadas entre sí. Está en sentido figurado.
Acequía. Pequeño canal o zanja que conduce el agua para el riego de las tierras.{320}
Frente al gran dique del Neuquen—que acabamos de visitar—la obra hidráulica más importante del país y, quizá, del mundo, recorramos, en ligera semblanza, el proceso cultural de estas tierras, desde la llegada del ejército que plantó el primer rancho sobre la salvaje heredad, hasta la civilización de los ríos y el triunfo de las industrias rurales.
Después de la revolución del 80, el general Conrado Villegas—figura legendaria de la expedición al desierto, reclamada por la eternidad del bronce—regresó a Buenos Aires con dos regimientos. Quedó el 5.º de caballería en Patagones a las órdenes del coronel Wintter. Encariñado Villegas con la gloriosa campaña, iba a tentar el avance definitivo hasta el remoto Nahuel Huapí, segunda etapa militar después de la concentración de Choele Choel con Roca—ministro y héroe—a la cabeza.
Regresó Villegas a Río Negro a principios del 81 con el plan general de la nueva cruzada. El 82 se inicia la expedición al lago. La primer brigada, que sale de Ñorquin en recorrida por los valles cordilleranos, va al mando del coronel Ortega. Está constituída por el 11 de caballería y el 12 de infantería. La segunda, sale de General Roca, al mando del comandante Godoy. Esta fuerza cruza el Neuquen y costea el Limay hasta sus fuentes. La tercer brigada, con el general Villegas a la cabeza, parte de Choele Choel. Comprende el 6 de infantería, que manda Bernal y cruza, en treinta leguas, la travesía desolada de Valcheta. Esta concentración, operada en el sur con marchas en forma de abanico, barrió las indiadas peligrosas, realizó investigaciones geográficas de importancia y puso el punto final a la empresa conquistadora iniciada con el foso de Alsina, años atrás y seguida con el plan militar de Roca, todo bajo el gobierno previsor de Avellaneda. Con el jalón de Nahuel Huapí, quedaban veinte mil leguas de territorio argentino rescatado{321} a la civilización y al trabajo. Esta expedición al sur duró el verano del 82. Se dejó junto al lago un destacamento al mando del comandante Rosario Suárez y regresó el grueso de las tropas al alto valle del Río Negro, dispuestas a seguir, en la paz y el trabajo, la era de civilización que acababa de abrir la empresa militar.
Y se trocaron en colonos los soldados.
Como medida previa para encarrilar las industrias del campo, reclamadas por la tierra generosa y feraz, se imponía la disciplina del agua. Fué así que se cavó el primer canal por iniciativa del comandante don Enrique E. Godoy, que llegó más tarde, como todos sabéis, a ministro y teniente general. Esa primer obra hidrológica, que es la que actualmente administra la Cooperativa de Irrigación de Colonia Roca, fué realizada, técnicamente, por el ingeniero Hilarión Furque. El gobierno nacional prestó todo su apoyo a esta primer tentativa en el sentido de difundir la agricultura en la región. El general Roca, que acababa de asumir la presidencia, tuvo un vaticinio augural: “Aquellas tierras, dijo, serán la futura Mendoza". Fué así que puso todo su empeño en favorecer la colonización. Los primeros agricultores fueron franceses, ingleses y rusos. Llegaron a la zona en número de ochenta familias, traídos por Godoy. Nuclearon sus pequeñas chacras en el paraje conocido por Sauce Ladeado, entre lo que es hoy General Roca y Allen. De aquel primer contingente, vive aún uno de los precursores de la agricultura regional, don José Escale, que tiene una chacra importante, sin contar el coronel Mallea, a la sazón teniente, que todavía gasta sus veranos a la sombra familiar del huerto que formó en su mocedad.
Iniciadas las labores agrícolas con los beneficios del riego artificial, se tropezó, de inmediato, con los inconvenientes de la administración del agua. Era demasiado grande el canal para alimentar predios laborados tan incipientes. Los trabajos de monda y sostenimiento de aquella arteria y sus confluentes, complicados con el desconocimiento absoluto del régimen de las aguas fluviales, debieron desalentar a los primeros colonos. Se inició un ligero éxodo. Pero la feracidad de la tierra pudo más{322} que el pesimismo; y a pesar de las deficiencias de la compuerta del canal y las bajantes del río, en verano, y sus desbordes incontenibles en invierno, se reinició la población del valle, alentada por vecinos progresistas como el doctor Marcos Zorrilla, uno de los más sinceros y eficaces propagadores de la región.
Uno de los vecinos más viejos del valle—don Enrique L.—que ha presenciado la obra del canal desde su primer palada, nos habla con entusiasmo, de aquellos preliminares de la colonia, significándonos, al propio tiempo, la lucha eterna que ha debido sostenerse para aprovechar, en forma sistemada y eficaz, los beneficios del agua. La Cooperativa no ha salvado aún los inconvenientes, según nuestro informante. Y es justicia añadir que hay una opinión muy difundida en el alto valle, según la cual esta institución de riego debía incorporarse a la acción del gobierno, no bien se inaugurasen las obras del canal grande. En nuestro reciente viaje por la zona nos hemos enterado de la petición vecinal, elevada al gobierno, en el sentido de oficializar el giro de esta Cooperativa.
Tal es, según este mal perjeñado boceto, el proceso cultural del alto valle o sea el Departamento General Roca de Río Negro. Las industrias rurales han tomado un vuelo de tal consideración, que han debido imponer obras fundamentales en lo que se relaciona con la civilización de los ríos y el aprovechamiento industrial de sus aguas. De ahí el gran dique sobre el Neuquen y el canal grande que arranca en Cordero y terminará en Chichinales.
El dique del Neuquen tiene por razón capital desviar hacia la cuenca Vidal o sea el lago Pellegrini, las aguas sobrantes del río. Constituye, propiamente, el primer paso en firme, dado en el sentido de evitar las inundaciones en Río Negro. Con el apresamiento y civilización del Limay—cuyo régimen dará margen a otros procedimientos debido a su diversidad de caracteres fluviales y lacustres—se habrá completado definitivamente un gran plan de defensa y aprovechamiento de las aguas, base segura del gran porvenir industrial del valle.
Las más temibles inundaciones del Río Negro, han de{323}mostrado, sin duda, la simultaneidad en las crecientes de los dos ríos Limay y Neuquen. Tan abundoso caudal procedente de los lagos del sur y de los aluviones cordilleranos, volcado sobre el Negro, debía producir la catástrofe. El dique del Neuquen viene a asegurar científicamente la docilidad de este río, por más turbulenta y arrolladora que sea su arremetida. Detenida su corriente por los grandes portalones y la fortaleza de sus muros, el agua buscará dos salidas: hacia la cuenca que es una hoyada como un mar, o hacia el canal grande, domesticada por las obras de ingeniería y bifurcada en su raigambre de canales y acequias fecundizadores. De manera que con esta obra, realmente gigantesca, desaparece todo temor de inundación por parte del río Neuquen. Con el estudio y apresamiento del Limay, se complementará la obra hidráulica reclamada por el amplio valle.
Por lo pronto, esta gran barrera de dique, opuesta a las aguas bravías del río y complementada con el amplio canal que corre junto al Ferrocarril del Sur en una longitud de ciento veinte kilómetros, significa el punto de partida en donde afianzará su verdadero porvenir la zona al orientar sus industrias en la explotación segura de la tierra, sin zozobras, sin desesperanzas, sin precipitación.
Nahuel-Huapí. (Voz araucana). Nahuel (tigre); huapí (terreno).
Chinchinales. (Voz araucana). Lugar del plomo. Chinchinal, es, además, una cebollita silvestre.
Jalón. Estaca que usan los agrimensores. Por extensión se dice de lo que señala el límite a que se ha llegado en una empresa.
Monda. Limpieza.
Éxodo. Emigración.
Perjeñado. Dibujado.
Lacustre. Perteneciente a los lagos.{324}
Acabamos de visitar la bodega de mayor capacidad del alto valle.
Como todas las de la zona, esta bodega se inició con cubas de madera, de mucha capacidad, elemento no muy favorable en Río Negro para la buena fermentación. Actualmente ha construído y sigue construyendo pilones de mampostería de dimensiones, tipo y paredes comunes. Quedan, sin embargo, algunas cubas de madera del país, lo que prueba que hay maderas argentinas, de clima frío, aptas para suplir ventajosamente a las antiguas cubas de álamo, siempre que se atienda con esmero la construcción. Estas cubas pueden contener 80 hectólitros y dan un resultado excelente, según nos manifiesta el administrador. La madera de que están construídas es raulí patagónico. Sus duelas ofrecen algunas vetas muy porosas. Esta condición hace sospechar que la madera no sería muy eficaz para la construcción de cascos comunes. Ignoramos si se ha ensayado en esta clase de vasijas.
La maquinaria de este establecimiento vinícola es absolutamente moderna. Llama, sin embargo, la atención, de que no se disponga de un alambique que le permita agotar sus orujos, perdiendo, en consecuencia, un porcentaje elevado de vino y por ende, de alcohol y cremor tártaro. No obstante, se ha iniciado la elaboración de algunos tipos de imitación licorosos, que requerirán mejoramientos.
Gustamos en la bodega algunos vinos de tipo corriente, gruesos. Se ha iniciado la elaboración de un clarete y otros más delicados y armónicos que no admiten “bautismos” ni desdoblamientos en el mostrador...
Un vino blanco, nos sabe a bueno. También nos agrada un pinot de tres años. Probamos, asimismo, un tipo licoroso, discreto.
Nos inicia en esta recuesta—pase el arcaismo—el viejo bodeguero, marchito por los años, pero alegre y{325} parlador, como conviene a un amigo de Baco—en el amable decir.
Se percata del juicio técnico con cierta inquietud. Pero tiene fe en su pericia. Más que con la boca nos pregunta con los ojos:
—¿Le agrada?
—Sí—respondemos.
—Este blanco—asegura el ingeniero A.—es de “folle blanche” y semillón...
—Justo...—confirma el viejo.
Y a renglón seguido interroga:
—¿Usted es de Mendoza?... Yo he estado en Mendoza... ¡Ah, qué tierra!... ¿Conoce la bodega de Escudero... de don Isidro?... Pues allí...
El vinificador de ley, añoraba, con emoción sin duda, el hermoso país de las vides. Allí aprendió a enderezar sus mostos y a hacer néctares nobles con la ciencia que dá el duro bregar.
Recorremos la bodega. Nos llama la atención, en primer término, las condiciones del techo, sistema cuyano, con cabriadas de pino tea, tirantería de álamo, y cubierta de varillas de sauce embarrado, hecho impermeable con una delgada capa exterior de argamasa. Lamentamos que este techo no se asiente sobre paredes de adobe, en vez de mampostería, que son más durables pero que no reunen, como las paredes “criollas”, las condiciones exigidas por la temperatura.
Esta bodega elabora, actualmente, 5.000 bordelesas. Este año elevará su producción a 7.000. Sus plantaciones abarcan 170 hectáreas, con 100 de viñedos y el resto de frutales.
Dedicamos preferente atención a los cultivos. Nos entusiasma, en verdad, el esmero con que se cuidan las viñas, la clasificación ordenada y la disposición regular de sus liños de tres alambres. Sin duda, este plantío es de los más florecientes y armoniosos de la zona. Los postes y varillas de sostén son de cemento armado con alma de hierro. Los cabeceros cuestan 1 peso m|n. y tienen 2.50 metros de alto (1 metro va bajo tierra); y las varillas son de 70 centímetros. Esta clase de material se ha co{326}menzado a usar en Mendoza con buenos resultados. Es más económico y tan seguro como el de madera. Tratándose de terrenos lavados, sin salitre ya, es seguro que esta clase de puntales se difunda en la región. Las principales variedades que comprende este viñedo son malbec, semillón, pinot y cabernet. Hay también un poco de criolla, que según el administrador de la finca—contrariamente a la opinión vulgarizada en la zona—da un vino de primera. Es original, sin duda, este resultado, pues la uva criolla de vino, sazona demasiado tarde y no sería difícil que en esta parte del valle tuviera un formidable enemigo en las heladas de otoño con su anticipo cruel. Ya lo dijo el adagio español: “vendimia enjuto, cogerás vino puro”, aconsejando la cosecha de las vides antes de las lluvias y heladas otoñales.
El cultivo de las viñas en este establecimiento, se practica por administración. Sin embargo, parece resuelto que se pondrá en práctica en adelante el procedimiento usado en Mendoza y San Juan, es decir, por intermedio de contratistas al porcentaje de la producción.
La huerta de frutales comprende diversas variedades de durazneros, manzanos, perales y ciruelos. Existe el propósito de secar la producción de duraznos, para lo cual se ha adquirido un secador moderno. El resto de la fruta será destinado a exportación o conservación, según convenga. Como este año se ha perdido totalmente la fruta de esta zona del valle, debido a las heladas de primavera, el problema de su industrialización queda postergado para la nueva cosecha.
Cuba. Vasija grande de madera, para contener vino.
Raulí. Arbol de la cordillera de los Andes (en el sud).
Duelas. Las tablas encorvadas de que se componen las cubas, barriles, pipas, etc.
Alambique. Aparato que sirve para extraer por destilación las esencias o espíritus que haya en un líquido.
Cremor tártaro. Bitartrato de potasio que se obtiene de los toneles de vino y se purifica para la venta.
Orujo. El hollejo de la uva después de exprimida.{327}
Desdoblamiento. Manipulación delictuosa que se hace con los vinos añadiéndoles agua y diversas sustancias para aumentar la cantidad.
Recuesta. Requerimiento, intimación. Investigación.
Percata. De “percatarse”: enterarse, darse cuenta.
"Folle blanche". En francés: loca blanca. Pronúnciase: fol blan.
Cabriada. (Cabrial o cabrío). Vigas o maderos dispuestos para asegurar el suelo o techo de una casa o galpón.
Argamasa. Mezcla de arena y cal para obras de albañilería.
Adobe. Ladrillo sin cocer.
Liño. Hilera de plantas.{328}
Después de visitar las bodegas más importantes del valle del río Negro superior, hemos recorrido las pequeñas bodegas, donde se sigue para la elaboración de los vinos, los procedimientos más elementales. Todo el mundo hace vino en la región. Pero, por lo común es el vino “de garrote”, como se dice en buen romance, destilado a fuerza de viga, torno y prensa rudimental. A veces un vinillo abocado, de buen paladar, nos confunde frente al aspecto desorbitado y poco pulcro de la bodeguita que lo produce. Nada es simpático en el local, pobre, mal oliente, sucio. Y sin embargo es genuino el producto. Sólo la uva, nada más que la uva, ha sido la sustancia vinócula que dió sus nobles mostos al mísero lagar. Es la mano de obra sin duda, la que ha sabido suplir airosamente a la pobreza mecánica bajo la pericia de algún viejo viñador que trajo sus remembranzas de la tierra andaluza o de la Italia septentrional.
—¿Qué le parece mi vinejo?—nos interroga con cara de triunfador, un viejo valenciano de quien gustamos el producto de su pequeña vid.—Este es un aloque de lo mejor, sin cristianar... Vea qué transparencia... Vea qué nitidez...
Por no desconcertarle, ingerimos su licor sin una queja. Pero “su vinejo” no es ni “de pasto”, ni peleón, como llamarían en su tierra, por su baja calidad. Es un vinagrillo acedo, simplemente.
La escena se repite a menudo.
—Este es de solera, por lo guapo y fortificante—nos dice un malagueño, mientras en un jarro de lata nos da a beber su vino.—Hasta para el cáliz de la misa quedaría bien... Con un litro puede usted vigorizar hasta cincuenta...
De entrada a algunos locales de conservación, el ojo alerta descubre en los barriles mal apilados, la procesión de mosquitos que se escurre entre los intersticios de las duelas. Es una colonia de “musca cellaris”, que nos{329} anticipa, de primera intención, el estado del líquido que contienen las vasijas. Aquello es vinagre, evidentemente.
El enólogo que nos acompaña en esa incursión valletana, trató hace años de encarrilar en la zona del Río Negro, la industria vitivinícola, respondiendo a la misión que le encomendara la Dirección general de agricultura. Respondiendo a nuestro deseo de conocer aquellos preliminares de la región, nos hace el siguiente bosquejo:
—El pisado y molienda de la uva, ocho años atrás, se practicaba con los pies en lagares de madera. Una vez molida se echaba en conjunto en las bordelesas o pipones de un solo fondo, colocadas en posición vertical. Por lo común no se procedía a la especificación de las clases de uva. Sólo la uva blanca, se vinificaba aparte. La fermentación, tan inapropiada, en locales mal dispuestos, en recipientes sucios, tenía que resultar un desastre. La corrección de los vinos, era un procedimiento poco menos que desconocido. Lo propio ocurría con el cuidado de los vinos, una vez elaborados. El relleno no se practicaba en ninguna bodega. Los trasiegos, se reducían, por lo general, a uno, comunmente efectuado tres o cuatro meses después del descubre. La clarificación y filtración eran palabras muertas. Se explica entonces que aquella industria, tan incipiente, tan falta de manipuleo, de tecnificación y de higiene, produjera tan malos brevajes, una especie de parodia de vinos imposible de clasificar.
“Felizmente—agrega el enólogo—la industria noble ha venido a marcar nuevos derroteros a la zona, con la selección cultural de las especies de vid, los procedimientos científicos en la elaboración y la maquinaria moderna.”
—Quedan, sin embargo, algunos rezagos de aquella primitividad—argüimos, ante la evidencia de nuestra investigación.
—Es cierto—nos responde;—pero la reglamentación oficial y sobre todo las exigencias de la demanda, han de barrer bien pronto con la mala producción. Salvo los establecimientos de importancia que están cimentando sobre hormigón, el crédito de sus vinos, estas a manera de bodeguillas tienen que fracasar poco a poco, dando paso a la industria noble y ordenada. Por lo pronto, es{330} evidente el perjuicio que irrogan con la mala calidad de sus productos. Los mismos mercados del interior del Neuquen, poco exigentes de suyo, prefieren pagar más caros los vinos de Mendoza, o introducirlos de Chile por los pasos de la Cordillera, a llevarlos de esta zona, desacreditados por los pésimos vinificadores.
Es evidente que no todos los bodegueros modestos elaboran sus vinos en condiciones antihigiénicas, siendo de notar que algunos de ellos tienen verdadero acierto en la manipulación aun cuando se vean imposibilitados por la falta de comodidad y elementos mecánicos a sentar tipos definidos capaces de acreditar una marca.
El italiano Juan F., viejo viñatero, con tres décadas de residencia, entre Río Negro y Neuquen, nos sorprende con un vino cocido, tirando a marsala cuya fórmula, que es una verdadera “trouvaille”, según su jubilosa afirmación, sólo la saben las parras pampanosas que ensombrecen su risueña casita.
—¿Cómo lo hace?—le interrogamos.
—Ma... de uva. ¿No vé?
Y ríe francamente, poseído de que en su garrafa dadivosa ha escanciado el néctar divino.
Después nos invita con un guindado excelente y un mal “chartreusse” de fabricación doméstica a base de agua de las Carmelitas.
—Yo no soy bodeguero—nos asegura;—soy hombre de campo. Hace treinta años cuidaba ovejas en las nacientes del Limay...
—¡Tan lejos!... ¿Y no tenía miedo a los indios?
—¡Qué esperanza!... Nunca me hicieron nada los indios. Ahora sí que tendría miedo ir por allá entre los cristianos...
Y vuelve a reír nuevamente. Y reímos todos de la gran verdad de este viejo, tan viejo y tan fuerte, mientras el sol, próximo al ocaso, juega con las copas de los álamos y en los racimos lujuriosos que comienzan a pintar.{331}
Vinillo abocado. Vino sencillo, pero suave y agradable al gusto.
Vinócula. Que produce vino.
Lagar. El pisadero de la uva.
Aloque. Vino tinto claro.
"De pasto". Expresión italiana: vino común.
Peleón. Vino ordinario.
Acedo. Agrio.
Solera. Se llama así—vino de solera—al vino añejo que sirve para dar sabor al nuevo.
"Musca cellaris". La mosca que se cría en el vinagre.
Trasiego. De “trasegar”: mudar el vino de una vasija a otra.
Manipuleo. Diversas operaciones que se hacen con el vino (u otro producto) hasta ponerlo en condición de ser consumido.
Hormigón. Mezcla compuesta por piedras pequeñas, cal y de cemento, la cual es tan fuerte como la piedra.
"Trouvaille". En francés: hallazgo, descubrimiento. Pronúnciase: truvaill.
Garrafa. Botellón de cuello muy largo.
Escanciado. De “escanciar”: servir, verter.
Néctar. Licor delicioso.
Lujuriosos. Abundantes y bien desarrollados.{332}
El apresuramiento con que se organizó la colonización oficial en el alto valle del Río Negro, debió obrar como factor negativo en la intensidad de las labores agrícolas y el parcelamiento de las tierras. Se favoreció, inconscientemente, el acaparamiento de chacras y la incuria de los pobladores. La isla de Choele Choel, fraccionada en lotes de 100 hectáreas, como base colónica—y en donde los adquirentes afortunados, han podido adjudicarse, merced a la liberalidad oficial, hasta diez y más chacras—nos dá un ejemplo de estacionamiento industrial muy digno de tomarse en cuenta. En cambio, en la vecindad de La Picasa, en Allen, y aún en las colonias incipientes del Limay, vecinas a la confluencia, el fraccionamiento de la tierra y la diversificación agrícola han fundamentado los cultivos intensivos, marcando orientaciones a las industrias derivadas de la agricultura y asegurando el bienestar de innumerables colonos.
La isla de Choele Choel y los terrenos adyacentes son de una constitución agrológica insuperable. Es imposible encontrar en el país tierras más prodigiosamente feraces, como que no sólo son de origen aluvional, sino que por la misma bifurcación del río, con su raigambre confluenciaria, constituyen el conglomerado más rico de materias vegetales. Pero esto no es suficiente para la prosperidad agrícola e industrial de la comarca. Falta el parcelamiento en predios ínfimos como medio de intensificar la población, tecnificar los cultivos y dar vida estable a numerosas industrias reclamadas por la huerta, por el viñedo y por la fruticultura.
Felizmente la zona cabecera del alto valle va evolucionando hacia las pequeñas chacras. Los colonos de la margen izquierda del Limay, con sus finquitas no menores de 2 hectáreas ni mayores de 15, vivirían en el mejor de los mundos si tuvieran los beneficios discrecionales del agua, a pesar del cánon gravoso por concepto de riego y la evidente mediocridad de sus tierras. Allí está la{333} verdadera agricultura intensiva de la región. Y sería una falta de tino del gobierno de que no mejorara a la brevedad las condiciones precarias en que se desenvuelven estos agricultores, por la carencia del agua debido al dispendioso sistema de su aprovechamiento.
En Allen hemos encontrado el ejemplo más elocuente del pequeño cultivador. Se trata del vecino M. C., helvético, arboricultor competentísimo, que trabaja, sin ninguna ayuda, las cinco hectáreas escasas de su propiedad. Con toda complacencia hemos visitado la finquita de este agricultor recogiendo la impresión más halagadora. Dedica una atención especial a los frutales y a la huerta. Pero el renglón más lucrativo de sus productos, lo constituye el cultivo de rosales con destino a plaza. ¡Rosales, a doscientas leguas de Buenos Aires! ¡Eso es valentía! Alguna vez el escepticismo de la metrópoli se manifestó en nota chispeante, cuando el poeta Guido Spano, desde su puesto eventual en el ministerio de agricultura, aconsejaba a los agricultores del país que plantaran rosales para perfumar el acíbar de la vida... Se confirma aquí la razón del viejo Anacreonte; y no a la vera de la urbe estupenda, en el cómodo “faubourg”, sino en el valle lejano, más allá del “far west” argentino y donde la fantasía porteña cree ver todavía las mesnadas de los hijos de Caupolicán afilando sus lanzas, bajo las salvajes sauzaledas del río...
Y no sólo cultiva C. rosales para la exportación de ejemplares vivos, con rumbo a las jardinerías de la metrópoli, y con rendimientos aceptables, sino que se propone establecer, de acuerdo con la medida de sus fuerzas, una pequeña destilería de esencia de rosas. Si no hubiéramos visitado su chacrita, que es una monada; si no hubiéramos departido largamente con este agricultor—con este grande y hazañoso agricultor;—si no hubiéramos puesto en juego su tecnicismo, bien cimentado en su propia huerta de frutales, podríamos pensar que era el lirismo de un visionario, este pujo industrial de hacer suaves esencias donde los cerdos dan valiosas gorduras y los alfalfares invernan ovinos de alta selección...
Pero ahí está la comprobación en su finca. La recorre{334}mos con deleite, con emoción. Se recuesta sobre el canal de la cooperativa, como un ingerto promisorio sobre vigoroso patrón. ¡Qué aprovechamiento más meticuloso el de su predio! ¡Qué sencillez encantadora la de su casita! El agua se desparrama con equidad sobre los camellones. Prosperan maravillosamente las plantas. De primera intención se advierte en los frutales la mano experta del podador. Hay manzanos que no se levantan un metro del suelo y cargan abundosas pomas. Allí está la ciencia del huertano, evitando las ramazones inútiles, que demandan su parte de savia ineficaz y donde la parasitología encuentra un refugio inapreciable. Persigue C., con verdadero afán, la variedad de pomacea que resista al famoso pulgón, enseñoreado de los huertos valletanos. Y ensaya, ensaya siempre con la pertinacia de un benedictino, en procura del ejemplar inmune que pueda dar al traste con la terrible plaga.
Su finca, aparte del rendimiento en producción que asegura su modesto bienestar económico y el de su familia, es, en pequeño, todo un campo de experimentación. Se multiplican por ensalmo, variedades y familias, siguiendo un plan sistemado de observación bajo el más escrupuloso aprovechamiento de la finca. No hay desperdicio en su tierruca. Después del jardín de rosales, viene el huerto. Allí, entre las hileras de manzanos, perales y durazneros, se refugian las hortalizas, los espárragos, el pradito de maíz y el frutillal y conviven hasta las plantas exóticas, los kakis, las frambuesas...
Cuando visitamos esta finca, encontramos a C. en la faena de arraigar un enjambre de abejas que se había asentado sobre una planta de membrillo. Su colmenar es modesto, muy modesto, construído toscamente de cajones. Pero esta iniciación, que se incorpora a la intensa labor de la propiedad, ha de ser industria lucrativa dentro de poco, dado el carácter técnico que piensa C. imprimirle a su apicultura. Recorriendo la huerta de frutales, nos invade el recuerdo de La Vegetariana, aquella finquita de Astorga, en Guaymallén, también de cinco hectáreas, trabajada intensivamente, con rendimientos de quince hectáreas merced a la distribución de sus plantíos: los fru{335}tales, alineados, sirviendo de rodrigones al parral; y entre los camellones, de fila a fila, las acelgas, las cebollas, los tomates, toda la variedad hortícola, base de su apostolado y su alimentación.
No entramos en las interioridades de la casita del colono, pero tenemos la certeza de que reina la felicidad dentro de aquellas paredes humildes. Hay alegría en el solar. La obra de este hombre diligente ha sabido hacer un paraíso de aquella lengüita de tierra, adherida al canal como pidiendo una caricia a sus aguas. Y no sólo suponemos bienandanza en el hogar; suponemos holganza económica y sospechamos hasta los ahorrillos previsores que darán más tarde a este granjero fuerzas vitales para afrontar empresas mayores. Ya en Neuquen, encontramos otro colono—un valenciano—digno de tomarse como modelo de agricultor intensivo. Pero en el caso de C., se une la labor del labriego al tecnicismo del arboricultor, al tino del granjero inteligente que distribuye su labor diaria entre sus plantas, a pleno sol, y el libro de consulta; que pone sobre la rutina una nota cultural propia, sustantiva y quizá trascendental para la comarca.
Recorremos la finca. Con toda buena voluntad nos asesora C. sobre el resultado de sus experimentos. Su obsesión, su pesadilla es, hoy por hoy, el pulgón lanígero que ataca sus manzanos. Regresamos luego a su casita. Mientras reposamos a la sombra de un sauce, su esposa nos obsequia con un plato de frambuesas frescas con vino y azúcar, delicioso y sencillo manjar que no habíamos probado nunca...
Incuria. Abandono, descuido.
Incipiente. Que comienza.
Aluvional. De “aluvión”: terreno formado por la acumulación de cieno, arena, etc., después de las avenidas.
Conglomerado. Mezcla.
Discrecional. A discreción, a voluntad.
Mediocridad. Calidad mediana.
Precario. Inseguro, escaso.{336}
Dispendioso. Costoso.
Helvético. Suizo.
Arboricultor. El que cultiva árboles.
Excepticismo. Duda, desconfianza.
Eventual. Temporario.
"A la vera". Al lado.
Urbe. Ciudad.
"Far-West". En inglés: el lejano Oeste, expresión con que se designa la región occidental de los Estados Unidos. Pronúnciase: far úest.
Pujo. Alarde.
Meticuloso. Cuidadoso de los detalles.
Poma. Manzanas, o fruta, en general.
Huertano. El que cultiva la huerta.
Parasitología. El estudio de los parásitos.
Pomácea. Familia vegetal que comprende a los manzanos y otras plantas afines.
Pulgón. Insecto perjudicial a los frutales.
Benedictino. Monjes de una orden europea. Por extensión, se aplica a las personas capaces de realizar trabajos largos y pacientes.
Inmune. Libre.
Dar al traste. Acabar con una cosa, destruírla.
Trascendental. De la mayor importancia.{337}
“¡Qué noche aquella del 24 de mayo, primera que pasamos en Choele Choel!”, recuerda el comandante Prado en su sabrosa memoria “La guerra al malón". “Hizo un frío tan espantoso—agrega y era tan grande nuestra desnudez, que al recordarla después de veintiocho años, se me ocurre que va a echarse a tiritar todo mi cuerpo. A orillas del fogón parecían los milicos fantásticos asados en banquete de caníbales, girando automáticamente al calor de la lumbre, para evitar que mientras se calentaba el pecho se escarchase la espalda. Los centinelas eran relevados cada veinte minutos, y cuando los retenes volvían al cuerpo de guardia, era necesario apelar a las fricciones para desentumecer la tropa. Al amanecer del 25 y cuando formamos para saludar la salida del sol, el dilatado valle ofrecía el aspecto de una inmensa sabana, cuya superficie crujía con siniestro ruído al quebrarse la escarcha al paso de los soldados. Y cortando en dos aquella espléndida llanura, alzábase serpenteando en caprichoso zigzag, la columna de vapor escapada del río Negro, en espesa e impenetrable neblina".
Iba a epilogar el ejército su brillante jornada. Junto al río huraño se levantaría el primer pueblo del sur, jalonando la concentración victoriosa y a manera de avanzada de la nueva empresa militar, rumbo al lago Nahuel Huapí y a las cordilleras del Neuquen.
Se eligió el terreno para la nueva población. Contraviniendo la información popular, que atribuía al río crecidas arrolladoras, autorizó la ciencia de un ingeniero el local propicio y hasta donde no llegarían las aguas iracundas. Y se comenzó afanosamente, febrilmente, la construcción del pueblo. Se convirtieron los soldados en carpinteros, albañiles y mecánicos. El cuartel pasó a ser una gran maestranza. Conrado Villegas, Teodoro García, Manuel Campos, Wintter, Fernández Oro, Montes de Oca, Nadal, Cerri, Moritan—jefes de la cruzada—se convertían en proyectistas y horneros, arquitectos y le{338}ñadores. Y así fué tomando cuerpo la población, sobre un recodo del río, ensombreada por los sauces cerúleos, dominando el valle desde la barranca florida. Al mes y medio ya el caserío había tomado aspecto urbano. Pero un día comenzaron a subir las aguas. Nadie prestó atención al fenómeno, puesto que la seguridad del pueblo estaba basada en las matemáticas del ingeniero. Y siguieron las aguas derramándose por las vegas del valle. El río, lleno de braveza, se desbocaba por los ramblizos, cubría los islotes, se empinaba como un potro ensoberbecido junto a las barrancas, abatía sin piedad los sauces ribereños y se precipitaba como un furioso turbión hacia el mar...
No llegó la primavera para este pueblo fortalecido por el amor a la patria y por la fe. El 17 de julio amaneció el pueblo rodeado de agua...
—Se agotaron las provisiones de carne—dice el comandante Prado, testigo ocular.—Entonces se apeló al racionamiento extraordinario consistente en un puñado de harina que cocíamos, amasándola sin sal algunas veces, al rescoldo y a una que otra piltrafa de caballo que nos tocaba por milagro. Al hallarnos aislados por la creciente, y no sabiendo el tiempo que duraría esa situación, el General Villegas dispuso que se reunieran los caballos que habían quedado en el campamento pertenecientes al servicio de la proveeduría y a los ayudantes, a fin de distribuirlos para el consumo, moderadamente. Entre tanto, casi a la vista de todos, las caballadas se ahogaban en sus rodeos, se ahogaban las novilladas del proveedor, sorprendidas en su marcha, y dentro de poco nos ahogaríamos también nosotros. Y para que no entrase el desaliento en los espíritus, la división hacía constantes ejercicios durante el día, hundiéndose en el fango formado por el agua que brotaba del suelo. Por la noche esos mismos milicos lo pasaban bailando al compás de las bandas de música que tocaban, de orden superior, las más alegres piezas de sus repertorios...
La inundación arrasó con todo.
Mes y medio después, a fines de septiembre, se habían tirado las bases de otro nuevo campamento, un poco{339} más al oeste, sobre las barrancas del río, hasta donde parecía imposible que llegaran las crecidas. No fué esta la población definitiva. Acabamos de visitar Choele Choel y sus alrededores. Ahí están las ruínas de este campamento. Sólo ha quedado en pie la comandancia que ocupó el general Villegas y una media docena de robustos álamos que resisten como atalayas, los embates del tiempo.
Así fueron los preliminares civilizadores de Choele Choel. Después de esta primer tentativa del ejército, vinieron los colonos. Se dividieron y cultivaron las tierras. Se organizó el regadío. Y pasó por fin el ferrocarril intensificando la nota de cultura y trayendo población y bienestar.
La isla de Choele Choel constituye hoy, uno de los centros rurales más importantes del valle. Las condiciones agrológicas de la tierra son insuperables. El clima es benigno. Su situación junto al ferrocarril, contribuye, como primer factor, en el estímulo de sus industrias agropecuarias. Su población, que se densifica sensiblemente, puede calcularse en más de 3.000 habitantes, colonos todos. Las crecidas del río Negro, que fueron hasta no ha mucho tiempo, un formidable enemigo de la agricultura isleña, incipiente pero augural, van a ser sometidas con las grandes obras hidráulicas del valle. Ya el formidable dique del Neuquen, puesto como una barrera sobre el río veleidoso, se encarga de docilizar la corriente iracunda, enviando hacia la hoyada Vidal, el exceso pernicioso de las aguas que solían, en los meses de invierno, malograr las vigilias ribereñas. Con este gran alivio, que representa el primer paso formal en el sentido de regimentar los grandes ríos de la alta Patagonia, se asegura la tranquilidad de la comarca interín se formalizan los estudios para poner reparo a las turbulencias del Limay.
Este paso en firme dado por la civilización del agua, inicia un nuevo ciclo cultural para Choele Choel.
La acción oficial, después de un lamentable abandono de más de veinte años, se significa en 1904 con un decreto de colonización. Se divide la isla en chacras de 100 hectáreas. El loteo era previsor, sin duda, pero mientras{340} la disposición gubernativa daba facilidades de pago para la adquisición de las chacras, no se puso límite con el máximo prudencial de tierra que pudiera adquirir cada colono. De ahí que los adjudicatarios pudientes acapararan diez y veinte chacras, en menoscabo de la agricultura intensiva reclamada por las condiciones del suelo y el espíritu oficial que autorizó la colonia. No creemos que los grandes tenedores de tierra en la isla puedan alegar ninguna razón fundamental en su descargo. La producción frutícola, que es excepcional, no da margen aún a una industria lucrativa, a pesar de su excelencia. Y su éxito irrefragable en los certámenes de la metrópoli, no ha logrado mover el lirismo de sus cultivadores que se limitan a pequeñas parcelas, mientras la fruta del Paraná, domina la plaza; y sigue nuestra novelería pendiente de las manzanas de California, llenas de color y de vida, pero costosas, uniformes y antipáticas... Ninguno de los terratenientes de la isla tiene una huerta de frutales superior a 4 hectáreas de extensión. En estas condiciones, la fruticultura que debiera ser, por la validez calitativa de sus ejemplares, el primer renglón agrícola de Choele Choel, deja su carácter de empresa industrial para convertirse en deporte ornamenticio con rumbo a las ferias de exhibición y a los torneos platónicos de la capital. ¡No, pues! Esta isla llena de belleza y de maternidad, donde el río pletórico, dejó con sus resacas, por centurias, sus fecundizantes aluviones, está reclamando extendidos, ubérrimos plantíos, civilizados por la ciencia agraria, tecnificados por la industria y ennoblecidos por el riego racional.
Mientras tanto, los fruteros siguen aferrados a sus cultivos incipientes, sin extender sus huertos ni buscar en la selección de sus variedades, tipos que salven los inconvenientes de la distancia y respondan a las exigencias del mercado.
Está en la conveniencia de todos los propietarios isleños, dar incremento definitivo a esta industria, buscando los tipos de exportación embellecidos por el tamaño, la consistencia y el sabor. La obsesión por la monocultura—vale decir, “la fiebre de la alfalfa"{341}—tiene que ir suavizándose poco a poco, frente a la necesidad de las industrias combinadas y la implantación de la chacra mixta. La alfalfa, como cultivo, asegura, ciertamente, la especulación inmediata, traducida en producción ganadera, en reses de frigorífico, en textil. Pero, sería muy pobre el porvenir de estas tierras, si fincara solamente en aplicaciones pastoriles. El riego artificial, que es científico, que es dispendioso, que importa el más alto exponente de la cultura agrícola, puesto que vitaliza hasta los suelos más tenaces, salobres y áridos, tiene otra misión más eficiente que alimentar la hierba de los rebaños, en un país como el nuestro, de húmedas vegas y llanuras feraces. En Europa, donde toda corriente de agua es una fuente de maternidad para los prados ribereños, sólo justificarían esta prodigalidad del riego, en la propia juventud de nuestras industrias rurales. Esta gran riqueza del agua, que importa el resultado de una energía trascendental, aplicada por la nación en bien de su progreso, reclama fuentes de producción más intensas, más científicas, más complejas que los potreros de alfalfa, librados a la rutina del sembrador y a las veleidades del tiempo...
De acuerdo con la calidad de la tierra, la producción de hortalizas es excepcional. Como suena: excepcional. Son inmejorables las arvejas. Los porotos, las cebollas, las patatas, los garbanzos, rinden prodigiosamente. Dan bien los tomates y el pimentón. Por error tal vez, se ha difundido en la isla, la arveja de ojo negro, en lugar del “petit pois". Aquella se prodiga con mayor abundancia, pero ésta podría constituir una industria de gran rendimiento, dada su salida.
El maíz rinde de 6 a 7.000 kilos por hectárea, elevándose a mayor cantidad. No ocurre esto en la parte alta del valle, en Roca y Allen por ejemplo, donde la producción maicera es inferior. Sin embargo, nadie dedica mayor atención al maíz. Se siembra escasamente lo necesario para el consumo. El maíz, por lo general, se cultiva sin riego en la isla, aprovechando los terrenos de regadío para la alfalfa.
Algunas fincas han sido acotadas por mimbreras, como{342} valladares, anticipando, tal vez, la industria de la canastería. Por lo común los cercos vivos en la isla, son descuidados. No hay parangón posible entre las calles de la isla y las calles arborizadas de Cipolletti, La Picasa, Allen o Roca, con sus primorosas alamedas y sus trincheras de tamariscos.
En la estación de Choele Choel, mientras aguardamos la llegada del tren, departimos con un maestro: el director de la escuela de Colonia Galense, en la isla. Coinciden los informes que nos habían anticipado sobre este educacionista, con el juicio que nos merece la interlocución. Se trata de un maestro en el amplio concepto. Es joven. Ha estado en Patagones de vice director de la escuela normal, si mal no recordamos. Este año se ha sustraído al encanto de las vacaciones dedicándose al negocio de frutas. Ha acaparado la producción de la isla. En la estación dirige, personalmente, el embarque de los cajones a General Roca, a Bahía Blanca, a Allen, a Cipolletti, a Neuquen. Todos los días la misma faena. Y todos los días hace extender con sus peones, sobre una jerga, en el suelo, el montículo de sabrosos duraznos, en obsequio a los “habitués” de la estación, a manera de refacción comunal.
Nos interesa, por cierto, algunos pormenores sobre el carácter de “sus niños”, retoños de ingleses e italianos, de españoles y rusos, de criollos y de indios.
—Los rusitos—nos dice—son aplicados e inteligentes. Asimilan con extraordinaria rapidez las lecciones. Los niños criollos, parecieran, “a priori”, más retardados, pero una vez que se compenetran de las cosas, retienen las explicaciones admirablemente.
—¿Y los aborígenes? Porque ha de tener algunos niños indígenas...
—Son dóciles, atenciosos e inteligentes. Concurren a las clases con asiduidad y aprenden bien sus lecciones. Hace algún tiempo, me llamaron la atención dos niñitas, hijas de indios. Había notado en ellas cierto retraimiento, cierto dolor oculto, tanto en las horas de clase como en los recreos. Quise escrutar estos pequeños corazoncitos: “¿Por qué estáis tristes?"—“Porque las otras{343} niñas nos dicen que somos negras y no quieren juntarse con nosotras"—me respondieron.—Me pareció la odisea de una raza que no había acabado todavía con su último dolor. Horas más tarde, tocaba en clase el sentimiento de los niños explicando la muerte de un perrito aplastado por la rueda de un carro, frente a la escuela. Los niños habían presenciado la escena. Les hablé de la utilidad de los perros y de la piedad que debemos tener con los animales. Cuando terminé la clase, todos los niños estaban apesadumbrados, pendientes de la dolorosa tragedia. Sólo las niñas indias lloraban...
Choele-Choel. (Voz araucana). Significa ruídos extraños o raros.
Fogón. Hoguera en el campo, en la que los soldados preparan su alimento y con cuyo calor se defienden del frío.
Retenes. Pequeños grupos de tropa que recorren los puestos de centinelas.
Desentumecer. Quitar la torpeza de los miembros entumecidos.
Epilogar. Hacer o realizar el final de una cosa.
Contraviniendo. Oponiéndose, obrando en contra.
Iracundas. Furiosas; impetuosas.
Maestranza. Fábrica o talleres de construcción de armas u otros efectos.
Cerúleos. Del color azul del cielo. Por extensión: lo que es o parece ser del cielo.
Ramblizos. El sitio, por donde corren las aguas de los turbiones y avenidas.
Ribereños. De la orilla.
Turbión. Aguacero corto y muy violento, acompañado de viento fuerte.
Rescoldo. Ceniza caliente que conserva alguna brasa.
Proveeduría. Oficina militar que provee los víveres y efectos comunes a la tropa.
Preliminares. Primeros pasos.
Docilizar. Volver dócil, dominar, regularizar.
Interín. Mientras tanto.
Turbulencias. Alborotos, perturbaciones. En sentido figurado: desbordes.
Adjudicatario. Aquel a quien se atribuye la propiedad de una cosa.
Menoscabo. Daño, detrimento.
Irrefragable. Lo que no se puede contrarrestar.
Platónicos. Puramente idealistas, sin finalidad práctica.
Pletórico. Repleto, rebosante.
Resacas. Depósitos que dejan las crecidas avenidas de mareas.
Centurias. Siglos.
Aluviones. Terrenos formados por los depósitos que dejan las aguas.
Ubérrimos. Los más productivos, los más fértiles.
Textil. Dícese de lo que da material para hacer tejidos.
Mimbreras. Hileras de mimbres.
Valladares. Cercos, barreras.
Parangón. Comparación.
Interlocución. Conversación.
Montículo. Monte pequeño, montón.
Compenetran. De “compenetrarse”: darse cuenta.
Asiduidad. Frecuencia continuada.
Escrutar. Observar, conocer.
Odisea. En sentido figurado: destino.
Apesadumbrados. Doloridos, apenados.{344}
Cuando las tropas nacionales que batieron el desierto, llegaron, después de penosa travesía, a las márgenes del Colorado, el saucedal silvestre les brindó su amable abrigo. Sobre la copa del sauce más viejo y más alto, la gratitud nacional que ya comenzaba a tejer la corona a sus muertos ilustres, puso un nombre: Alsina. “Paso Alsina” se denominó aquel vado del río. Por allí cruzó el ejército, rumbo a Choele Choel. El sauce patagónico fué el primer amigo que recibió cariñosamente, campechanamente, a nuestras armas victoriosas y fatigadas. A su sombra, sentimental y alegre—supervivencia aborigen del territorio conquistado, que reclamaba ranchos criollos para perpetuarse en su aspecto familiar—debía sentar sus bases la colonia.
Y fué así nomás. Los sables mellados de nuestra caballería, volvieron al arsenal. La tierra reclamaba el brazo de los héroes para abrirse en su estupenda maternidad. Y mientras se trocaban las carabinas por las palas, y las cureñas por las carretillas de mano, en la empeñosa tarea de sangrar al río por canales fecundizadores, con las ramas de los sauces patagónicos se levantaban las viviendas de los labriegos—soldados de ayer—y se construían las estevas de los arados.
¡Qué árbol más expresivo, más lleno de dolor y de amor, más hospitalario y más humilde, más generoso y más eterno! El caldén pampeano es la fortaleza; el sauce patagónico, la bondad. Se complementan los dos en el simbolismo autóctono y en la leyenda salvaje. Aquél tiene la braveza indomable del indio, hosco, retorcido, huraño; éste tiene la generosidad de la tierra virgen. Si fueran pájaros, serían el carpintero y el chingolo; si fueran bestias, serían el puma y el guanaco; si fueran hombres, serían el soldado y el labrador...
Vosotros, los porteños burócratas, no lo conocéis. Cuando los hayáis trasportado a vuestros jardines; cuando exornéis vuestros parques con sus bosquecillos elo{345}cuentes y sentimentales; cuando le cobréis el amor que reclama, veréis que ningún árbol como el sauce patagónico más digno de dar el gajo que pide el bronce para plasmar la corona a los héroes de la Pampa, Río Negro y Nahuel Huapí...
El sauce llorón tiene un aspecto único. Parece el dolor de una vidalita. Llora sobre la huesa de sus muertos, sobre la acequia que corre a su pie, sobre el rebaño que ramonea su follaje, sobre el rancho que cobija. El cielo le da el rocío para la fuente de sus lágrimas. El sauce patagónico, tiene otra expresión y otro lenguaje. Hay en su aspecto un seducente panteísmo que llama al contemplamiento, a la silenciosa invocación. Tal el efecto que nos hizo un grupo de sauces, vecino a la ribera del río, en la isla de Choele Choel. Cada planta adoptaba una actitud diferente. Aquel sauce, después de levantarse cuatro metros, se inclinaba hacia el suelo, en una gran comba, como un misterioso signo de interrogación. Aquel otro, parecía retar al cielo, empinado y sombrío a la vez, como un Prometeo avasallador. El de más allá era un eremita achacoso y beatífico encapuchado en su mustio jergón. Otro parecía hincado en el suelo, levantaba el tronco central, decapitado en su copa, y se abría desde abajo en dos ramas inmensas, como dos brazos de piedad. Y todos así: adoloridos, quejumbrosos, extraños...
Y hemos pensado en el drama silencioso de estas plantas y en la burla cruel del río que dejó la amistad de sus sauces ribereños para escurrirse por un nuevo canal. ¡Y así está de angustiada la fronda!...
Pero, dejemos el ensueño. La industria reclama su prosa vil en el aprovechamiento de las plantas, así sea el laurel de Apolo, los árboles hespéridos o el olivo augural. Estos sauces que bordean los ríos de la Alta Patagonia, constituyen sin duda, una de las riquezas naturales más firmes de la zona. Los bosques de ñire, de lenga, de araucarias, de coihué, de cipreses y de raulí, que comprenden sin desperdicios la inmensa zona cordillerana, desde el río Agrio hasta la Tierra del Fuego, representan un valioso tesoro. Pero su industria es me{346}diata, cuando se pueble, cuando se lleve el ferrocarril hasta aquel gran país de las montañas, casi desconocido para el resto de la República. Y no sólo es mediato el aprovechamiento industrial de las florestas—salvo ensayos de poca trascendencia—sino que la repoblación de aquellos bosques, de nobles maderas, es gravosa en dinero y eterna en tiempo.
El sauce patagónico, es la carne de perro puesta al margen de los pueblos valletanos, corriendo en interminable cenefa, junto al Negro y al Colorado, a la vera del ferrocarril del Sud. No tiene el sauce el problema de la repoblación que tienen las maderas duras de las demás especies patagónicas. Una explotación sobre determinada superficie, que posea ejemplares maderables para trabajar de cinco a ocho años, puede formalizar una labor ininterrumpida sin solución de continuidad, debido al crecimiento rápido de los árboles jóvenes. El ingeniero forestal Max Rothkugel, ha publicado recientemente, bajo el patrocinio de la oficina de bosques y yerbales del ministerio de agricultura, un interesante volumen titulado “Los bosques patagónicos”, con numerosos cuadros, mapas y fotografías. Sin embargo, en esta labor, que debe ser dispendiosa para el gobierno, no dice una palabra sobre el sauce patagónico, a pesar de la importancia industrial que representa, tal vez el primer renglón en el aprovechamiento eficaz e inmediato de nuestras florestas australes.
No es nuestro propósito desvirtuar la obra de referencia que para nosotros tiene, a pesar de esta omisión, un ponderable significado como aporte científico al estudio de nuestra flora. Queremos, simplemente, justificar nuestra aseveración con el concreto. Y el concreto más eficiente nos presenta el aserradero de sauce patagónico que acabamos de visitar en Choele Choel.
Este establecimiento explota los sauzales ribereños de la margen del Río Negro—brazo norte—desde Paso Lescano, a 6 leguas de Choele Choel, hasta Paso Peñalva, en la confluencia de los dos brazos del río. Calcula la empresa que sobre el bosque en pie, de plantas adultas, puede trabajar sin descanso, por espacio de seis{346a} años. Interín se harán replantes y se pondrán en condiciones maderables los arbustos.
Complacidos recorremos el establecimiento. Nos seduce, en verdad, esta industria que ha venido a abrir un nuevo horizonte a la comarca, mientras se tecnifica el cultivo de las vides, se regimenta el regadío y se formaliza la industria frutal. Es una empresa netamente criolla, por la nacionalidad de sus sostenedores y el carácter de su explotación. El monte indígena ha sentido en su entraña el golpe del hacha invasora. Pero el jugo vital de sus heridas alimentará nuevos retoños que eternizarán la floresta alegre, marginando por siempre los ríos patagónicos. Es una transfusión que se opera en su generosidad sin reatos. Ya no dará sus ramas al rancho ni a la hoguera, entregado en cuerpo a la evolución civilizadora. Con su aserrín se fabricarán adobes con destino a las construcciones modernas que reclama el progreso del valle; con sus tablas se fabricarán los cajones para arrastrar hasta los mercados del Plata, las deliciosas frutas de las huertas ribereñas. Y la poesía perdurará en la fronda, junto a los ríos pletóricos, remozando la añoranza de la vieja heredad...
Vado. Paso.
Supervivencia. Acción y efecto de sobrevivir.
Huesa. Sepultura.
Ramonea. De “ramonear”: pacer los animales las hojas de las plantas y la punta de las ramas.
Seducente. Que seduce.
Eremita. Ermitaño.
Avasallador. Dominador.
Beatífico. Santo.
Encapuchado. Que lleva capucha; fraile.
Jergón. Tela burda con que se hace el hábito de los frailes.
Ñire. Arbol patagónico de la región de los lagos.
Lenga. Id., íd.
Araucaria. Id., íd.
Coihué. Id., íd.
Ciprés. Id., íd.
Rauli. Id., íd.
Repoblación. De “repoblador”: poblar de nuevo.
Desvirtuar. Negar, rectificar.
Aseveración. Afirmación.{347}
Eficiente. Eficaz, probatorio.
Replante. Nueva plantación.
Netamente. Completamente; visiblemente.
Invasora. En sentido figurado: destructora.
Transfusión. Operación que tiene por objeto hacer pasar cierta cantidad de sangre de un hombre a otro o de un animal a un hombre. Está en sentido figurado.
Añoranza. Aflicción o pena por la ausencia o pérdida de persona o cosa muy querida.{348}
La finca Los Canales, a tres leguas largas de la capital del Neuquen frente a la estación Plottier, enmarcada entre la ferrovía y el Limay, nos da una idea clara de las tierras ribereñas y su feracidad.
Data de nueve años la iniciación agrícola de este establecimiento.
El macizo de cultivos, con la casa familiar, la administración y demás dependencias del establecimiento, se levanta al lado de un lago pequeño y transparente, antiguo remanso del río, separado del cauce por los terrenos de aluvión. Cuando los hermanos P. iniciaron la finca, sólo un sauce patagón empenachaba el barranco. Hoy el árbol genitor oculta sus achaques entre el copioso alamedal de importación que bordea y embellece el lago y entre cuyas abaras se refugia algún alfalfarcito de experimentación o algún liño de vid alza sus sarmientos en procura de un rayito de sol...
—A este cultivito le llaman en la casa “la viña del doctor"—nos dice uno de los propietarios.—Lo he plantado entre los árboles para retrasar su vendimia y comer uva fresca en los comienzos del invierno...
Felizmente, el pecado de mezquinar el sol a las plantas, se reduce a este plantel minúsculo, lo que no autoriza para advertir en su poseedor, un rasgo de sibaritismo, sino una manifestación de buen tono en los halagos de la mesa.
Actualmente los viñedos de esta finca cubren una extensión de veinte hectáreas, correspondiendo las principales plantaciones a las clases francesas cabernet, malbec y semillón, sin olvidar la criolla y moscatel. El doctor P. nos informa que cultiva más de sesenta variedades a título de comprobación, sobre la prosperidad y adaptación climatérica de las especies y la conveniencia de expandir los tipos más vinificables. Esta diversidad en los cultivos vitícolas es un achaque de la región,{349} no siempre de resultados eficaces para el manipuleo industrial.
Cuando se inició esta finca, no había pasado el tren para Zapala. El campo virgen reclamó para su desfloramiento, una pujante energía apuntalada por el capital. Era menester primero asegurar la fecundación del predio con el riego, antes de iniciar las plantaciones. Mientras se proyectaba el plantel del establecimiento, se traía, en carros, la maquinaria hidráulica. Los primeros trabajos de elevación mecánica de las aguas del Limay, se realizaron a bomba. Solucionado el problema del riego, con una red de canales y acequias que debía amplificarse después con las obras definitivas, se da cuerpo a los primeros cultivos. Mientras se inician los potreros de alfalfa, se ensaya la convivencia de los frutales, el jardín de hortalizas y los primeros barbechos de vid, oriundos de Mendoza y el valle del Río Negro. Conjuntamente se levantan las poblaciones. Estos prolegómenos duran dos años. A partir de 1912, comienzan a producir los prados de alfalfa y la huerta. La primera cosecha vitícola se verifica en 1915. Y a raíz de esta producción, pasan las uvas primigenias al lagar para producir la primer bordelesa de vino.
Es así como se inicia la bodeguita que ha venido ensayando y seleccionando sus mostos hasta acreditar con discreción y en plena juventud, algunos tipos de sauternes, bordeaux y jérez. Esta bodega es la más austral de la zona andina.
Recorremos la propiedad, gratamente impresionados de la buena distribución de los cultivos y el estado floreciente de las plantaciones. La laguna, de riberas peladas diez años atrás, como un retazo que volcó el río sobre las arenas sedientas, es hoy una maravilla, enguirnaldada por el saucedal. A su vera se alza la casa familiar, de ligera elegancia, construída en firme al fondo del jardín estilizado, amplio, tipo francés.
Dentro de la investigación práctica que exige nuestra visita a “Los Canales”, nos interesamos especialmente sobre la producción forrajera y frutal. Aquellos alfalfares resisten cuatro cortes anuales, a conciencia. Estas{350} prácticas de siega obedecen, por lo común a la condición de tener personal disponible para la faena, sobre todo en los predios grandes. La hectárea de viña rinde alrededor de 10.000 kilos de uva para vinos comunes. Las clases de mesa dan rendimientos más apreciables. En lo que se refiere a fruticultura, la producción, cuando no se malogra por fenómenos meteóricos, suele ser excepcional. La cosecha de ciruelas y duraznos fué enorme el año anterior, no así este año, debido a la fuerte helada del 7 de octubre, con una temperatura de siete y medio grados bajo cero. Los manzanos y perales resisten con mayor firmeza a los fríos intensos. No hay granizo. Ninguna enfermedad criptogámica ha atacado aun las plantaciones. No hay filoxera, ni antracnosis en las vides. Es una admirable salubridad la de todo el huerto. La tierra, trabajada convenientemente, desleídas sus sales y regadas con equidad, se materniza sin reatos, produciendo alamedas sombreadas, frutales vigorosos y tupidos alfalfares. La sequedad de la atmósfera contribuye a esta intensa vida vegetal, lozana y fresca, no obstante los rigores de la temperatura en los períodos culminantes de las estaciones. Sólo la cuncuna merodea por los alfalfares. Pero la cuncuna es plaga universal.
El suelo pedregoso de la finca contribuye a que el drenaje de las aguas sea perfecto. El agua del subsuelo, perfectamente potable, corre entre tres y medio y cuatro metros de profundidad, entre una capa de pedregullo y arena. Se explica así que convivan un alfalfar y un pequeño cuadro de vid, sin riego, cultivados en las proximidades de la laguna y a título de experimentación.
Hemos gastado con sumo placer la mañana en la amable incursión. El edificio de la úsina, construído con toda solidez, junto a un remanso del río, con sus maquinarias en acción, con el juego poderoso de sus motores, con sus compuertas de acero, con su armazón de mampostería, enclavado en el suelo como una inmensa garra, nos da idea del poder económico de la heredad y su gran porvenir. Allí está el alma mater de la finca, traducido en el caudal de agua hurtado al río. De allí{351} arranca el canal matriz que se bifurca en la raigambre de acequias, que llevan frescura y vigor a las huertas y al prado.
Ya calienta el sol de mediodía, cuando nos ponemos en marcha, de regreso a la capital. Una suave quietud, un silencioso amodorramiento, ponen en nuestro espíritu su nota de laxidad, mientras cruzamos los caminos umbrosos bordeados de álamos que acortan las vides. Se acentúa, con el sol, el olor persistente y melífero de las flores de alfalfa y se insinúa el olor de los rosales confinados en la sombra. En el borde de un cuadro, donde pintan ya las primeras uvas, nuestro amable cicerone nos presenta las cepas de Corinto, cargadas de incipiente producción y en donde el grano genitriz de cada racimo, se destaca con su poderosa fecundidad, anheloso de salvar la progenie con la denuncia de su semilla vital. Y el pensamiento vuela al pasado ante esta perpetuidad cordillerana, de un gajo de la Grecia milenar, trasunto de las vides helénicas que elogiaron los ditirambos de Areón, cuando las doncellas corintianas tejían, en versos trocaicos, las aventuras de Dionisos...
Limay. (Voz araucana). Significa: liso, plano, parejo.
Enmarcada. Comprendida.
Ribereñas. Propias de la ribera, de la orilla del río.
Remanso. El sitio en que se detiene una corriente de agua.
Sibaritismo. Vida regalada y sensual, como la de los antiguos sibaritas. Sibaris fué una colonia griega del sud de Italia, fundada ocho siglos antes de la era cristiana, y que habiendo alcanzado gran poderío y esplendor, se hizo famosa por la molicie y afeminamiento de sus ciudadanos.
Manipuleo. Manejo de un negocio o de los útiles y materiales de una industria.
Desfloramiento. En sentido figurado: dar a un campo la primera labor.
Primigenias. Las primeras de todas.
Mostos. Zumo exprimido de la uva, antes de hacerse el vino. Por extensión, se llama mosto al vino.
Siega. El corte de las mieses.
Criptogámica. Enfermedades criptogámicas, son las producidas por las plantas criptógamas.
Mampostería. Obra hecha de piedra y cemento.
Bifurca. De bifurcarse: repartirse, dividirse un río o camino en varios menores.
Laxidad. Flojedad, laxitud.
Acotan. Limitan.
Melífero. Propio de la miel, que lleva miel.
Cepas de Corinto. Corinto es una ciudad de Grecia, célebre en la antigüedad. Está rodeada de collados en que se cosechaban uvas famosas por el vino que con ellas se fabricaba.{352}
En la vecindad de Cinco Saltos—Colonia La Picaza—acaba de iniciar la empresa del Ferrocarril del Sud, una chacra experimental bajo la dirección de un competente agrónomo.
Se propone la empresa al organizar esta estación agronómica, cumplir dos misiones reclamadas por el incremento agrícola e industrial que va tomando la comarca: la una, de experimentación; de enseñanza la otra. Los numerosos problemas del alto valle, que reclaman un estudio inmediato para, por lo menos, marginar soluciones definitivas, pueden englobarse en estas dos expresiones: riegos y cultivos. Finca en tales enunciados la razón fundamental de esta chacra.
En materia de aprovechamiento de las aguas fluviales, falta en la zona del Alto Río Negro estudios para su sistematización agrícola. Abunda el agua hasta ser un peligro la revenición de los terrenos. El temor de las sequías, que suelen ser angustiosas para los regantes del Limay, supeditados a la elevación mecánica de las aguas del río, ha aguzado en los colonos de la zona el espíritu de conservación y fomentado el riego excesivo. Pero es elemental que no todos los cultivos reclaman la misma dosis de agua ni en todas las épocas del año tiene el agua la misma provechosa oportunidad. A disciplinar los beneficios del riego tenderán los ensayos experimentales de la estación, estableciendo medidores de agua que fijarán, con la distribución en las diversas parcelas, la necesidad de cada cultivo. Estos resultados podrán servir de norma a los colonos para ordenar sus riegos, sobre bases ecuánimes, en procura siempre de los mayores rendimientos y la mejor calidad de los productos.
En lo que respecta a los cultivos, estudiará la estación agronómica, sobre bases de comparación, todas las variedades que “a priori” se adaptan al valle del Río Negro. De acuerdo con los resultados de esta investigación experimental, distribuirá entre los chacareros, las semillas aptas para su divulgación en la zona. Lo propio{353} ocurrirá con los cultivos arborícolas, disponiendo, al efecto, de un vivero. Ensayará variedades forestales y frutales, dedicando especial atención a las pomáceas, en procura de una selección conveniente, inmune al pulgón lanígero y otras plagas que pueden difundirse en la región si no se evitan con medidas previsoras.
En cuanto al cultivo de la vid, ensayará las variedades más propias del clima. Sobre este particular, aboga el agrónomo por los planteles de cepa americana. No existe la filoxera en el valle; pero es conveniente precaverse con tiempo. Para evitar este terrible flagelo, es indispensable plantar sobre pie americano, rompiendo con la incuria de muchos colonos y el sistema inveterado de cultivar las vides a la buena de Dios. La estación agronómica, una vez en funciones, facilitará a los colonos los tipos de cepa apropiados para vino y para exportación.
La misión didáctica la llenará este establecimiento por medio de una intensa labor de propaganda, por conferencias y clases prácticas, visitas a las chacras de la región, distribución de monografías sobre cultivos, variedades de plantas y semillas, sistemas agrícolas y pequeñas industrias.
—Puedo garantirle—nos dice el agrónomo—que, en términos generales, se desconoce en la zona los métodos de poda de los frutales. En las viñas, las deficiencias de esta labor fundamental son menos notorias. La estación agronómica ha traído un arboricultor francés muy competente, quien durante la época de la poda va a recorrer chacra por chacra para enseñar prácticamente los mejores procedimientos a seguir.
“Como resolución básica—nos dice—para poner en práctica un plan de experimentación y enseñanza, se ha dispuesto la confección de una estadística de las colonias Picasa y Lucinda, detallando minuciosamente cada cultivo, de manera de capacitarse sobre las deficiencias anotadas para aconsejar los reactivos de oportunidad.”
Tal es, en síntesis, la orientación cardinal de este campo de experiencia que, ageno a todo propósito de lucro, acaba de iniciar la empresa del Ferrocarril del Sud en una extensión de 24 hectáreas.{354}
En el terreno de la práctica y a medida que lo reclamen las exigencias de la región, ampliará sus experiencias en el campo de la industria. Establecerá su pequeña bodega con el único fin de enseñar a los colonos vecinos, los procedimientos de la vinificación. Incorporará, además, la industria lechera con tendencias a estabilizar el tipo de queso que convenga a la zona, atendiendo a los planteles de lecheras convenientes, a su cultura industrial y la calidad de los forrajes. Es probable que la implantación de este tambo experimental se inicie dentro de un año.
—Soy un acérrimo partidario—nos dice el agrónomo—de la propagación en el valle, del trébol violeta, como planta forrajera. Mis ensayos me han dado rendimientos excepcionales. El trébol violeta en esta zona tiene un sistema foliáceo admirable. Una sola de sus hojas, equivale, en tamaño, a tres del trébol violeta cultivado en Europa. Se tupe en forma inextricable y resiste, sin desmedro, hasta siete cortes anuales. Conceptúo a este forraje en mejores condiciones que la alfalfa para la región.—Y nuestro interlocutor robustece su entusiasta panegírico, mostrándonos un cuadro donde ha ordenado, secos ya, algunos ejemplares de hojas y de flores de “su trébol". Y pone, al propio tiempo, en nuestras manos, un tratado agrícola francés, donde la tricromía del trébol violeta, de tamaño natural, nos permite la comparación con la forrajera auténtica, marcando una enorme superioridad para la planta de nuestro valle.
En cierta ocasión nuestro interlocutor enseñó las hojas frescas del trébol a un experimentado agrónomo francés que visitaba la zona del Río Negro, interrogándole sobre su clasificación.
—Esto, sin duda, es trébol—dijo el técnico, después de un minucioso análisis al magnífico ejemplar trifolio;—pero, le mentiría a usted si dijera a qué variedad pertenece. No conozco este trébol...
Era, sin embargo, el “trefle rouge”, vulgarizado en las praderas de Francia. ¡Tal era la diferencia de la leguminosa!
No participamos del todo con el optimismo del agrónomo, convencidos de que ningún forraje puede superar{355} a la alfalfa, pero aceptamos, como razón de peso, el excedente cuantitativo de aquella apreciable planta, ya que no la calidad nutritiva de la alfalfa.
En lo que estamos muy de acuerdo con el agrónomo es en la necesidad de dedicar una atención preferente al cultivo de la remolacha azucarera. El suelo de la región y el clima se prestan admirablemente para dar carácter de industria a sus cultivos. Las tierras de aluvión profundas, la facilidad de riegos metódicos y la intensa radiación solar, son factores eficacísimos para la prosperidad de esta hortaliza. La experiencia de algunos ensayadores comarcanos, ha probado este aserto. La compañía de tierras del sur, por intermedio de su agrónomo arribó a interesantes comprobaciones. Ensayaron asimismo X. y X.... No conocemos la suerte que corrieron los cultivos de estos últimos afincados.
Calcula nuestro informante que la remolacha azucarera puede rendir en la región, por hectárea, hasta 30.000 kilogramos, cantidad que industrializada podría dar un resultado de 4.000 kilos de azúcar. Cree, además, ateniéndose a las facilidades del cultivo y razones agrológicas muy atendibles, que se podría realizar dos cultivos en el año, resultado desconocido en las regiones remolacheras de Europa. Sin duda esta sola circunstancia vendría a ser el mayor incentivo para tentar la propagación de esta salsolácea, con rumbo hacia la industria azucarera. Se aseguraría con ello, los cultivadores permanentes, lo que no ocurre en Europa, con una sola cosecha debido a la rotación de los braceros.
En compañía de nuestro informante, visitamos la chacra de experimentación, iniciada en diciembre de 1918. Todo es incipiente, en consecuencia. El terreno, un tanto quebrado, se presta admirablemente para la experimentación disciplinada de riegos y desagües. Conocidos con precisión sus niveles, se ha comenzado a desbrozar el terreno salvaje y a preparar convenientemente la tierra ya laborada, para desarrollar de inmediato el plan general de cultivos. Nos asegura el director que piensa tener hechos los edificios e instalaciones y practicadas las siembras de otoño e invierno para el mes de julio del corriente año. Esta chacra, adquirida por el Ferro{356}carril a la Compañía de Tierras del Sud tiene excelentes condiciones, no sólo por su ubicación sino por su aspecto, por la calidad de su suelo, con muy pequeños manchones de salitre que desaparecerán con los primeros lavajes y el emparejamiento; y hasta por la perspectiva panorámica que presentará en el futuro, de acuerdo con el plan resuelto de distribución de sembríos y arborización general.
El edificio de la administración, que será construído en seguida, mientras se dociliza el predio y se ejecutan las diversas suertes de cultivos y plantaciones, será de corte sencillo y elegante. Afirmado en el alto borde de una vieja arroyada—que se utilizará como desagüe, civilizada convenientemente—dominará el conjunto de la finca. Según el plan del agrónomo director, quien tiene amplias facultades de la empresa para disponer la ordenación general de la chacra, se buscará unir al aspecto educativo y experimental del predio, la nota cultural exigida por la estética, combinando los factores utilidad y belleza. Prima facie, el agrónomo nos supone el técnico reflexivo y el hábil proyectista. La práctica afianzará, sin duda, nuestro juicio, pues no se trata de un novicio en la región, sino de un experimentado cultivador con el éxito franco de su finca vecina, una de las más bien organizadas de la colonia.
Anticipamos el florecimiento de la chacra puesta al servicio de esta zona tan nueva y tan promisoria. Campo de experimentación y escuela, granja y laboratorio, mentoría de inexpertos y estímulo de labradores eficaces, mientras satisface la misión didáctica y experimental para que ha sido creada, enriquecerá con nuevos cultivos sus parcelas, comprobará la razón de industrias proficuas, regimentará el aprovechamiento sistemado y eficaz del riego y pondrá en su belleza conjuntiva el tono amable de los arbolados, con ejemplares exóticos y de la región. Será chacra y viñedo, cortijo y huerta, con mucho de parque y mucho de jardín.{357}
Marginar. Apuntar, indicar, iniciar.
Enunciados. Condiciones, datos o puntos esenciales de una cuestión.
Revenición. Hundimiento.
Supeditado. Sujeto, dependiente.
Aguzado. De “aguzar”: despertar el ingenio.
Ecuánime. Equitativo.
Arborícolo. De los árboles.
Filoxera. Insecto perjudicial para la viña.
Flagelo. Azote, plaga.
Orientación cardinal. Propósito principal.
Vinificación. Elaboración del vino.
Sistema foliáceo. Conjunto de las hojas de una planta.
Inextricable. Que no se puede desenredar.
Desmedro. Perjuicio.
Trifolio. De tres hojas.
"Trefle rouge". En francés: trébol rojo. Pronúnciase: trefl ruch.
Leguminosa. Familia de plantas cuyo fruto va encerrado en vainillas.{358}
El Alto Valle del Río Negro es una de las zonas del país destinadas al más grandioso porvenir. Se ha dado en motejarla de “Nilo argentino”, aludiendo, sin duda, a las crecidas periódicas del Río Negro, pero sin tener en cuenta la diferencia agrológica con las tierras del Egipto. El parangón puede relacionarse con el régimen de las aguas, no con la influencia fecundizante que puedan ejercer los propios desbordes. El Nilo limifica las tierras, las enriquece, las adiciona. El Negro las depura, las corrige, las salubrifica. Aquél, da con su limo la materia tonificante reclamada por las tierras pobres de su cuenca. Este, obra en sentido contrario: elimina de las tierras gordas, los salitres y las sustancias nocivas que pudieran trabar, a flor de suelo, los cultivos. De manera, que si para los campos egipcios las crecidas del gran río africano, son de una necesidad imprescindible, para nuestro valle conviene, en cambio, la disciplina de los canales para metodizar el aprovechamiento de las tierras aptas y corregir, con la eliminación de los lavajes, las materias que puedan entorpecer los cultivos. Con la civilización hidráulica de las grandes arterias fluviales que surcan y enriquecen este valle, habrá desaparecido por completo tan paradógica comparación.
Este valle no es el Nilo ni por la condición de sus ríos ni por la calidad de sus tierras, ni por su clima, ni por su ventajosa situación. Es único en el caudal de sus riquezas y será único en su futura potencialidad. Lo han reconocido tal, los estadistas, los geógrafos y los viajeros ilustres. Después de su visita a la Argentina, pudo suscribir este concepto sir Charles E. Smith, director en Londres del Ferrocarril del Sud: “Aseguro que los valles del río Negro son maravillosos, estupendos. Llevo de mi viaje la impresión de una cosa colosal.” Se explica entonces, que quien era capaz de propalar una impresión tan franca y categórica sobre las tierras valletanas, tuviera influencia para reflejar en la gran empresa de su Directorio, la necesidad de poner todo el empeño{359} posible en beneficio de la zona, estimulando la colonización, amplificando la superficie de cultivos, nucleando, en fin, los centros urbanos y propendiendo en forma directa, al mayor aprovechamiento cultural del agua.
Es obra de justicia demostrar la gran influencia del Ferrocarril del Sud en toda la zona cultivada y cultivable de este valle. Sin el ferrocarril, que tiende sus líneas desde Bahía Blanca hasta los contrafuertes andinos, recorriendo valientemente cerca de 1.500 kilómetros por campos de ganadería criolla y de agricultura rudimental, no se habría jamás operado el prodigio de la transformación. Con sus rieles fué la población y el capital; sus estaciones provocaron la colonia y el centro urbano. Valorizó las tierras y obligó al parcelamiento y al cultivo. Con la facilidad del transporte, ennobleció los productos del suelo en calidad y en valer, fomentó las explotaciones agropecuarias facilitando los mercados del litoral bahiense y creó—ésta es la palabra—las industrias del forraje y la elaboración del vino. Y como todos estos nuevos exponentes de progreso que vitalizaban la gran zona, debían necesitar, como elementos básicos, de los beneficios del agua, complementa su obra cultural la gran compañía, construyendo bajo su dirección y por cuenta del Estado, el gran canal de riego que arranca en Cordero y terminará en Chichinales, arteria central que unificará más tarde el aprovechamiento de las aguas y que constituye, con el dique del Neuquen, la obra hidráulica más importante y trascendental que se ha realizado en el país.
He ahí en dos palabras la influencia decisiva del Ferrocarril del Sud en el progreso de los valles del Río Negro. Uno de los factores más eficientes en esta acción civilizadora—don Fernando G., presidente del Ferrocarril del Sud y gran argentino—nos trasmite, a nuestro requerimiento, su juicio sobre las orientaciones cardinales que tomará la comarca. Esta opinión, que nos merece confianza por la autoridad que la sustenta, tiene, en suma, puntos de contacto con la síntesis de nuestra observación. Tiene una clara visión del futuro el señor G., cuando atribuye al porvenir definitivo de la zona un carácter eminentemente industrial dentro de la produc{360}ción agrícola y sus especulaciones derivadas. Para llegar a este desiderátum, cerrando el ciclo cultural de las tierras del valle, tiene que desaparecer paulatinamente el acaparamiento de las tierras, a menos que sus tenedores ejerciten la policultura en forma intensiva. La alfalfa constituye, sin duda, un apreciable cultivo de rendimientos inmediatos. Bien está cubriendo extendidas parcelas; pero mientras no se formalice definitivamente el aspecto industrial de la zona. En efecto: en nuestra gira hemos encontrado fincas de consideración, no muy prósperas debido a su empecinamiento monocultor, con la fiebre de la alfalfa por única orientación productora. La abundancia de lluvias en el litoral, propicias a los cultivos forrajeros, suelen provocar ligeras crisis en los alfalfares del valle, cuando no se ha dispuesto con previsión de su aprovechamiento. Esta ligera consideración, nos hace converger con el juicio del señor G., encauzado hacia el desarrollo de las industrias granjeras y la diversificación agrícola.
En lo que respecta al riego de la región colónica del Neuquen (río Limay), opina nuestro destacado interlocutor que se solucionaría airosamente las dificultades en el aprovechamiento del agua, entregando a los vecinos regantes la administración de este servicio. Se organizaría, en consecuencia, las juntas de riego, evitando así los pleitos y desavenencias con la autoridad. La región valenciana nos da idea de la bondad de este sistema. Con tal procedimiento se extendería la superficie cultivada hasta desaparecer el baldío que no tiene justificación posible en las zonas de riego.
Una observación de carácter social muy digna de tomarse en cuenta, es la que nos trasmite el señor G., sobre los caracteres generales de la población del valle. El fenómeno—que tal puede llamarse al desarrollo demográfico de la zona—merece una atención especial. “Por lo común—opina el señor G.—las zonas de regadío, no atraen de inmediato a los pobladores. Todo suelo que necesita riego artificial, es conceptuado pobre, de primera intención. Habiendo tierras fértiles y fáciles,—piensan los agricultores—¿para qué aventurarnos a estas regiones con la incertidumbre del favor o la ad{361}versidad de la suerte? Aquí, en el alto valle del Río Negro, ocurre una evidente concentración. Todo el mundo se arraiga, y no bien se ha puesto en disposición de productividad una tierra, ya tiene compradores o locatarios. Si se realizara un censo en la zona, o sea en el Departamento General Roca, sus guarismos serían una revelación. Nada de difícil sería que en población, nomás, se alcanzara a un total de 30.000 habitantes. En toda época del año, tanto durante la preparación de las tierras, como durante los cultivos y cosechas, nunca faltan brazos, lo que comporta la facilidad de convivir que encuentra el proletariado.”
En efecto: hemos hablado con todos los afincados pobres y ricos. Nadie está descontento del solar. Y si vienen los años malos, nunca son tan fatales como para que los siniestros sean aplastadores y agoten las fuerzas económicas de la región. Numerosos son los concretos que podríamos citar, de agricultores locatarios—no ya afincados—que nos hacen notar el triunfo de su esfuerzo, traducido en bienestar económico y en salud familiar.
Tiene una esperanza bien fundada el señor G. en el emporio azucarero que será la zona, no bien se formalicen los cultivos de remolacha sobre la base de empresas industriales bien montadas.
“Es posible—nos dice—que ninguna región del mundo pueda llenar más cumplidamente las exigencias reclamadas por la industria del azúcar. Aquí están reunidos los cuatro factores esenciales, sobre la base de la mayor economía: tierra apta, agua, combustible y cal. No necesito hacer notar la importancia hidráulica de los saltos producidos por el canal grande. Ahí está la hulla blanca, que suple con ventaja a todo combustible en baratura y en oportunidad. No necesito tampoco demostrar la enorme existencia de cal en diversos puntos de la zona y especialmente en la vecindad de Roca. Con tales elementos, además de las ventajas agrológicas del terreno, queda demostrado que ninguna industria derivada de la agricultura puede estar más capacitada que la azucarera para formalizar en esta zona su gran centro de producción.” Tales opiniones nos dan la oportunidad{362} para manifestar que los recursos hidráulicos de los canales, anticipan a las industrias una fuerza propulsora superior a 20.000 caballos, sin contar los accidentes propicios de los ríos. ¡Ya hay dinamismo para vitalizar la comarca!
Limifica. De limificar: arrojar, depositar el limo sobre la tierra.
Adiciona. Agrega.
Nucleando. Formando núcleos.
Básicos. Fundamentales.
Tenedores. Ocupantes.
Policultura. Diversidad de cultivos.
Monocultor. El que sólo cultiva una sola especie de vegetales, una sola clase de cereal, etc.
Hidráulica. Parte de la hidrodinámica que trata del modo de elevar y conducir las aguas.
Hulla blanca. Se aplica esta denominación al agua considerada como fuerza empleada para la producción de energía eléctrica.
Dinamismo. Fuerza activa.{363}
Se nos ocurre pensar que la amplia zona cultivada del Río Negro superior, puede llamarse, algún día el “valle geórgico". De primera intención el calificativo ha de parecer una paradoja. El poema virgiliano no puede ensamblar en una comarca donde la vida rural, orientada hacia la industria, aspira a rendir los nobles frutos reclamados por sus dispendiosas obras de regadío. La tecnificación agrícola, las fuerzas mecánicas y el procedimiento cultural en las rústicas labores, han sometido científicamente los predios salvajes, pero a trueque del sentimiento afectivo a la heredad. No se conocen términos medios en la transformación agropecuaria de este largo valle circunscripto entre el saucedal ribereño y la meseta pampásica. La gran lonja de tierra, parcelada en amplios lotes, después de la llegada del ejército, y a raíz, más tarde, de la colonización oficial, no muy austera, ha realizado una evolución trascendental, pero inconsulta y agena a los principios más elementales de la economía rural. Entre el baldío selvático y el sometimiento del río Neuquen, a base de la obra hidrográfica más perfecta del mundo, se ha interpuesto el gran predio, la chacra fundadora, solariega e indivisa, perpetuada en detrimento de la densidad colónica y la fuerza intensiva de las industrias. A este valle pintoresco y umbroso, le ha faltado, en el transcurso de su proceso rural, la pequeña finca, la chacrita combinada, el labrantío modesto con especulaciones policulturales, a manera de granja o de clásico cortijo español. Le ha faltado, entrando francamente en el terreno sociológico, esa infancia propia de todos los valles de riego artificial, donde cada acequia es un tesoro y un vivero cada estadal de tierra. Le ha faltado, en suma, esa convivencia intensiva del pequeño hogar rústico que no solo es base de bienestar económico, si no que forma el fundamento sentimental del amor a la tierra.
Creemos conocer como nadie, esta portentosa región{364} de la alta Patagonia; y en estos largos andares, ha sido una de nuestras firmes preocupaciones estudiar el alma de este núcleo rural, sedimentado por todas las razas. Falta aquí la conexión social de los valles regados de Cuyo, en donde las industrias han culminado con un arraigo admirable, merced a ese proceso paulatino de la pequeña propiedad, sistematizada en vinculación familiar desde los tiempos del dominio español. Este valle, a semejanza de los pueblos del Far West, levantados de la noche a la mañana por la especulación de un terrateniente o la urgencia de un ferrocarril poblador—hacinamiento de casas, no exponente de cuerpo social—es todavía un conglomerado de chacras adheridas a un rosario de pequeñas poblaciones que ha enhebrado el ferrocarril, en su afán de conquistar el desierto. El “valle geórgico” sospechado, es una ensoñación del futuro. Vendrá, sin duda, pero cuando se intensifique el predio; cuando se entreveren las razas pobladoras; cuando se ame fuertemente la tierra; cuando se ponga en práctica el consejo del poeta mantuano—“admira la gran propiedad, pero cultiva la pequeña"—clásico aforismo que ha formado el cimiento de la moderna economía rural.
Las primeras manifestaciones de la transformación valletana podemos admirarlas ya en aquel horticultor helvético cuya finquita de cinco hectáreas hemos semblanteado ya.
Nuestro diligente cultivador helvético, bien pudo ser el Coricio del “rubio y espigoso llano del Tarento”, héroe rústico en el IV libro de las “Geórgicas”, disciplinando las pocas yugadas de un campo antes reacio a vides y sementeras, y en donde, acotada la propiedad por cercas espinosas, ordenaba sus camellones de hortalizas, cultivaba sus rosales, sus jacintos y sus verbenas. Tal le suponemos en el retorno a la casuca, rendido por la diaria labor, aderezando su mesa “con manjares no comprados” o segando en primavera la primera rosa y en el otoño la primera fruta.{365}
Y he aquí, que sin pensarlo, la recordación de Virgilio nos ha traído al maravilloso mundo de las abejas, modelo eterno de socialización y de virtudes domésticas. Ya hemos tenido oportunidad de decirlo otra vez: es raro encontrar una finca en el Alto Valle del Río Negro, donde no se cultive un colmenar, aunque sea en forma rudimentaria. Poco importa que en la finca haya elementos de alimentación para los enjambres. Se prospera con la flora común, con el alfalfar de los vecinos y las flores de cualquier huerto. Lo importante para la incrementación de esta industria, es que hay néctares todo el año en las praderas artificiales, en las plantas y en el campo silvestre. La primavera ofrece su flora copiosa en los perales, los manzanos, los durazneros y el jardín. Luego viene el manto violeta de los alfalfares, extendido en leguas de superficie. Y cuando cuajan su semilla los prados y se insinúa el invierno ventoso y gris, el “jume”, extendido sin solución de continuidad en los campos salitrosos, se encarga de brindar sus alimentos a aquel simpático proletariado, aquel mundo de los antófilos, según la calificación poética de Latreille. Con este incentivo de la alimentación silvestre, sin erogaciones ni trastornos en la economía doméstica, se explica que en toda chacra del valle exista un abejar, sin rumbosos cuadros tipo Standard ni cajas de apareamiento Benton—tan cómodas para favorecer la producción melífera y simplificar la cosecha—si no bajo el abrigo elemental de la barrica y el cajón de kerosene...
Es decir, que mientras las abejas, por la especulación humana y la obra misteriosa de la partenogénesis, se difunden por toda la inmensa hoyada de este río, anticipan los rumbos cardinales del valle geórgico, con sus hábitos de labor intensiva, de orden y de sociedad, la explotación industrial no pone ningún esfuerzo en faci{366}litar la vida de estos maravillosos insectos, ni en seleccionar y difundir sus plantas preferidas, cuajadas de néctares, ni en higienizar sus viviendas, ni en cobijarlos bajo la sombra protectora de los árboles y darles solaz con verdes remansos y a la vera del agua transparente y correncia... Expliquémosnos, entonces, que libradas las abejas del valle, al esfuerzo instintivo, simplemente, en la búsqueda de sus alimentos, emigren de la zona cultivada, impelidas por los vientos y al amor de los crespos sauces, que bordean el gran río hasta el mar. No por otra razón han arraigado enjambres extraviados la mayor parte de los vecinos ribereños del bajo valle hasta Viedma y Patagones y cuyo origen arranca en los dispersos colmenares de “apis ligustica” (italiana), llevados hace tiempo por un prestigioso vecino a la isla de Choele-Choel. Falta, en suma, para la consagración de la industria apícola, un factor subjetivo que debe ponerse en juego, por que así lo reclama la inteligencia de los insectos; falta el amor a las abejas, siquiera sea por su utilidad, por su generosidad, por su convivencia casera; el amor que se tiene a los animales domésticos, al caballo de labor, al perro guardián, a las gallinas o al gato; amor, que en el precepto rural del Mantuano, es el árbol que saliendo al paso de la novel colmena que gira ociosa fuera del panal nativo, con frondoso hospedaje la detiene en su tentativa de incierto peregrinar...
Muchas, pero muchas veces, ávido de conocer cosas nuevas de las abejas, nos hemos detenido en las fincas del valle para interrogar a los colonos apicultores. Se ha progresado en procedimientos técnicos, en utilería, en manualidad. Pero nadie adelanta una información nueva que delate observaciones juiciosas en el régimen de vida de este minúsculo gran pueblo. Un industrial italiano, que cosecha de su apiario, anualmente, algo así como treinta mil kilogramos de miel, que ha montado su ingenio con los materiales más modernos, que clarifica, que envasa a la perfección, que es técnico y experimentador a la vez, nos responde entre sorprendido y confuso y en su medialengua ítalo-criolla, cuando le pedimos alguna observación nueva sobre sus admirables pensionis{367}tas: “Ma... que quiere que le diga?... que dan miel... e ya’stá...”
Decididamente, desde Huber no se ha escrito nada nuevo sobre la vida de las abejas. Ni Reamur, ni Labtock, ni De Buen, ni Bates han podido destruir las teorías de aquel honrado y sagaz observador. Maeterlink, tan dilecto de los aficionados a la apicultura, no es más que un glosador con rasgos de naturalista a lo Michelet. Sus observaciones, románticas las más—como la de sostener la falsedad que en las antenas del insecto está el sentido de orientación—ya las hizo Virgilio, dos mil años atrás, en profundas y sabias páginas llenas de verdad y poesía. Y en sus “Geórgicas”, recordando la comarca del Cánopo—ciudad del delta del Nilo y de origen macedón—“toda aquella región que abejas cría y que ha cifrado en este arte su esperanza”, al hablar de los usos antiguos para la curación de las abejas enfermas, termina así:
Observamos que a medida que se difunde la apicultura con los nuevos procedimientos científicos y con tendencias exclusivamente usufructuarias, se dejan de mano enseñanzas populares sancionadas por la experiencia secular y que han debido tener su influencia decisiva en el perfume y sabor de este delicioso producto de bosques y vergeles. Desde los huertos paganos a los huertos frutales de la Normandía, la ciencia popular ha venido trasmitiendo de generación en generación, la necesidad de obviar y embellecer la vida de la abeja facilitando y seleccionando sus fuentes de alimentación, civilizando su vida tan doméstica, tan útil, con elementos de solaz y de higiene. La miel de nuestros abejares no puede ser nunca la deliciosa de las granjas itálicas de “illo tempore”, ni menos la de los tiempos de la Grecia eglógica. Aquellos pueblos, realmente sabios, por que eran paneístas y geófilos, dominaban la ciencia de los cultivos{368} como nosotros hoy dominamos las fuerzas mecánicas. Basta leer cualquier tratado de “re rústica"—no ya los poetas bucólicos del ciclo comprendido entre Anacreonte y Teócrito—para darse cuenta del amor trascendental que los huertanos ponían en sus cultivos. Se explica uno, a través del tiempo, la delicadeza de los vinos de Corinto o de Falerno y la razón por qué la hidromiel fué licor de los dioses, puesto “que las mieles no eran solo dulces si no también puras y a templar llamadas el áspero sabor al don de Baco...”
En nuestras incursiones por las comarcas regadas del país, empeñosamente hemos tratado de descubrir en los apicultores algo que no fuera la vocación adocenada puesta al servicio de sus abejares. Por lo común, no hemos encontrado más que el interés industrial—comercial, mejor dicho—cuando no el interés simplemente deportivo, hogareño y a la buena de Dios. En este valle suelen poner en práctica los industriales, el sistema de establecer “apiarios sucursales” en zonas de alfalfar, sin adelantarse con los cultivos aromáticos y las comodidades de higiene excreta reclamados por las ciudades alígeras, inteligentes y copiosas.
Nosotros nos permitimos concitar a los apicultores argentinos a que nos digan con franqueza, si hay algún industrial que, aparte de las prácticas modernas usadas en sus cultivos, ha tomado en consideración alguna vez, el clásico consejo de los viejos libros agrícolas. Nos conformaríamos con solo saber que alguien ha puesto en práctica en el país, los consejos de Virgilio, fragmentados de una de sus “Geórgicas”, relacionados con la ubicación y alimentación de las abejas.
Cuando vinieron los españoles, encontraron en Méjico y en los valles nordoccidentales del continente Sur, una variedad de abejas muy melíferas, clasificadas después{370} con el nombre de “melipondios". Es de suponer que los pueblos autóctonos de América, de la época precolombiana, cultivaron estos himenópteros, a título de alimentación o tal vez, para sus ofrendarios religiosos. Y si los cultivaron, es seguro que supieron favorecer su convivencia con la difusión en flora perfumada. La hipótesis desaparecerá como tal, para ser una verdad inconcusa, el día que investiguemos la razón por qué los príncipes incásicos importaron a las tierras altas del Titicaca la flora odorífera de los valles profundos y calientes del Sorata. Cuando visitamos aquella región lacustre, hace cinco años, fué para nosotros sorpresa evocativa en la isla de la Luna o de las Ñustas, la cantidad de yerbas y arbustos aromáticos difundidos en todas partes, como la prolongación de una botánica montaraz seleccionada por los viejos pobladores. Notamos, entonces, que junto a los acebos espinosos y la esparceta silvestre, se confundían con su efluvio suave, gramas medicinales y aromados hisopos; que la menta piperita, buscando su poco de humedad, se enseñoreaba por todas partes; que la malva y el hinojo se confundían en copiosos matorrales; que cada planta, cada arbusto, cada yerba rastrera, emanaba su perfume intenso o sutil; que de cuando en cuando un bálsamo suave, como de vainillas, como de genciana, sobresalía, dominador, del concierto polifloro en aquel viejo huerto abandonado... Y hemos pensado, que así como estos incas supieron cosechar de aquellas islas zumos medicinales y esencias balsámicas para sus oficios religiosos y galantes, bien pudieron perfeccionar la vida de sus silvestres abejares, con las nobles flores de sus plantas de importación con que supieron embellecer la aridez de la comarca...
Viene de lejos el ejemplo. Y no creemos que los apicultores de hoy se desdoren en su competencia industrial con poner en juego un poco del sentimiento clásico tan vecino a la grande y sabia naturaleza, fuente de vida y de verdad. Remocemos nuestras viejas lecturas; y aun cuando la mecanización de las industrias modernas, nos aparte cada día más del sentimentalismo bucólico de antaño, pensemos que en las especulaciones rústicas del campo y de la huerta, ningún factor más eficiente para{371} el bienestar colectivo, que el amor a la naturaleza y el amor a las cosas. Sigamos pensando que la miel de las abejas, más que el azúcar que fabrican los humanos con máquinas no tan perfectas como la geometría de sus alveolos, sigue siendo manjar de dioses a través de los tiempos. Y recordemos—también recurriendo al gastado patrón helénico, a Teócrito y su VII idilio—aquel magnífico episodio de las fiestas talisias, mientras caen las últimas frutas en la mano del hombre. A Comatas, cabrero siciliano, poeta rústico que sabe ofrendar a las musas sus blancos cabritillos, el granjero su amo, le encierra en su estrecho cofre, en castigo a sus poéticos sacrificios que van diezmando su hacienda. Dos meses después, al levantar la tapa de aquel ataud, los campesinos encontraron vivo a Comatas. Por un resquicio del cofre habían penetrado las musas a tejer sus panales. Las musas con las alas sutiles de las abejas...
Este valle del Alto Río Negro, será geórgico para engrandecimiento de nuestra tierra. Será geórgico por que se subdividirá, se socializará, se cubrirá de huertos, de granjas y praderías a lo largo de su río providencial. Será geórgico, por que en el anticipo de su vida futura ya han venido a rumorear las abejas entre los saucedales, como si fueran las musas del pastor siciliano...
Geórgico. Alusión a las Geórgicas, celebrado poema del gran poeta latino Virgilio.
Ensamblar. Unir, juntar.
Regadío. El terreno que se puede regar; las obras para regar un terreno.
Saucedal. Por sauzal; monte o grupo de sauces.
Conexión. Unión.
Yugada. Pequeño terreno.
Proletariado. La clase de los trabajadores.
Antófilos. Amante de las flores.
Partenogénesis. Reproducción de la especie sin necesidad de que intervengan los dos sexos.
Solaz. Diversión, entretenimiento.
Correntía. El agua que corre.
Apícola. Perteneciente o relativo a las abejas.
Apiario. Criadero de abejas para el aprovechamiento de la miel.
Glosador. Repetidor.
Románticas. Poéticas, novelescas.
Musas. Fabulosas deidades greco-romanas, a las que se atribuía un especial influjo en la poesía, las ciencias y las artes.{372}
"Illo témpore". Expresión latina: en aquel tiempo.
Eglógica. Campestre.
Geófilos. Amantes de la tierra.
"De re rústica". En latín: de cosas (asuntos) rurales. Es el título de una obra de agricultura escrita por Columela, el más sabio agrónomo de la antigüedad, hace unos 19 siglos.
"El don de Baco". Frase poética: el vino. Baco en la mitología greco-romana, era el dios de las vendimias y del vino.
Hidromiel. Aguamiel; bebida ligeramente alcohólica, compuesta con agua y miel.
Adocenado. Vulgar, de poco mérito, ramplón.
Hogareño. Relativo al hogar.
Excreta. La higiene pública, colectiva.
Alígeras. Con alas. Ciudades alígeras, se dice en el texto, aludiendo a que las colmenas son habitadas por las abejas, seres dotados de alas.
Abejarruco. Pájaro que persigue a las abejas.
Cognados. Parientes por la sangre.
Ingente. Grande, pesado.
Euro. El viento del este.
Neptuno. Dios del mar en la mitología greco-romana.
"Los senos de Neptuno". Frase poética: el mar.
Sérpol, ajedrea, viola. Plantas olorosas.
Autóctonos. Los más antiguos habitantes de un país.
Himenópteros. Orden del la clase de los insectos.
Ñustas. Palabra quéchua, que significa “doncellas".
Remocemos. De remozar: rejuvenecer, renovar.
Alvéolos. Las celdillas de los panales.
Patrón helénico. Es decir: según el modelo griego.
Fiestas talisias. Fiestas griegas, en honor de Ceres, diosa de la Agricultura.
NOTAS:
[A] Completando la fisonomía de nuestra pampa, geográficamente considerada, cerramos el libro con varios capítulos sobre la zona sur de San Luís que fué dominio ranquelino, y sobre el alto valle del Río Negro, donde las armas de la Nación remataron con brillo la gran cruzada conquistadora del desierto.
[B] Especialmente se recomienda a los profesores de lectura, que si emplean esta poesía como elemento de declamación prefieran como intérprete a una niña, por la suave sentimentalidad que se ha tratado de imprimir al verso.