Title: Colon en Puerto-Rico
Author: Cayetano Coll y Toste
Release date: March 16, 2024 [eBook #73179]
Language: Spanish
Original publication: Puerto-Rico: Tip. al vapor de la Correspondencia
Credits: Richard Tonsing and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive)
Transcriber’s Note:
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Tres pueblos se disputan la gloria de que en sus mares fondeara la exploradora armada de don Cristóbal Colón, y de que en sus playas desembarcaran los intrépidos argonautas, compañeros del gran Ligur, en su segundo épico viaje: Aguada, Mayagüez y Guayanilla.
Terciamos en el debate sin tener por divisa el amor de localidad, y con el deseo de aportar nuestro grano de arena al monumento histórico de los primeros tiempos de la conquista y colonización de nuestra isla.
Todo lo que tiene el sabor de la tierruca nos atrae y seduce, leemos con fruición psíquica todas estas disertaciones históricas boriquenses, las buscamos con exquisita diligencia, y aplaudimos esta prestigiosa labor de depuración, tanto la iniciada por el señor Brau y seguida por el padre Nazario, como la de los escritores de la ciudad del Oeste. Aspiramos, pues, únicamente, á esclarecer puntos oscuros de nuestra breve historia regional sin apasionamiento alguno, porque no pertenecemos á ninguno de los pueblos, que se disputan esta gloria.
No es de extrañar, que tratándose de asuntos de los primeros tiempos de la colonización del Archipiélago antillano, surja la controversia. Existen otros asuntos históricos de mucha mayor trascendencia, referentes al Descubrimiento de América, que aún están envueltos en las brumas de la incertidumbre y sobre el tapete de la discusión. Sin ir muy lejos tenemos un precioso ejemplo: el precisar cuál fué la primera isla donde el Almirante saltó á tierra en el Nuevo Mundo ha sido objeto de las más apasionadas discusiones entre escritores de reconocido mérito.
VITodos sabemos, que el pío Colón dedicó al Redentor de la humanidad la primera tierra que viera y pisara; que ésta fué una isla llamada por los indios Guanahaní, y que el gran Navegante la llamó San Salvador. Pues bien, como esas islas, donde hubieron cuarenta mil aborígenes, quedaron arrasadas de gente humana, y los ingleses posteriormente se apoderaron de ellas, y las colonizaron, y de nuevo, por decirlo así, las bautizaron, de ahí surgió la dificultad y quimera de poder signar con precisión cuál fuera la verdadera Guanahaní; pues el Diario de Colón se ha perdido, y se conserva únicamente el Extracto de él, hecho por el padre Bartolomé de las Casas en su Historia general de Indias; resumen utilísimo, pero que carece de las importantísimas anotaciones náuticas.
Ahora bien, al tratar de San Salvador, mientras Navarrete consideró la isla del Gran Turk como el primer punto donde pisó Colón el suelo del Nuevo Mundo; el sabio Humboldt y Washington Irving han opinado que fué la actual Cat-Island; Varnhagen optó por Mayagón; Fox por Atwood; y el ilustre historiador y viajero alemán Cronau ha probado en nuestros días, con investigaciones propias, ser Watling-Island, como opinaban Muñoz, Becher y Major.
Las tinieblas circundan siempre la infancia de los pueblos, y en las nieblas de los primitivos tiempos de la colonización de América la hidra de la fábula asoma á menudo la cabeza para confundir al investigador, que anhelante busca el vellocino de oro de la verdad, sin otro Argos que la razón; pues los escasos cronicones que se poseen, muchas veces, más caldean el cerebro que le iluminan.
Afortunadamente sobre el tema boriqueño, que se ventila, existen preciosos documentos, que hacen amena la discusión y de cuyas páginas, bien escudriñadas, brota radiante la pura luz de la verdad histórica.
Creemos sinceramente que corresponde la gloria discutida, á la villa de la Aguada. Hemos publicado, con tal motivo, cinco artículos en el periódico La Correspondencia, concordando nuestro parecer con el de Iñigo Abbad[1], Stahl[2], Brau[3] y VIIMontojo[4]. En Mayagüez se han publicado eruditos artículos, en las columnas del periódico El Diario popular[5], defendiendo los derechos que cree tener la ciudad del Oeste á tan alta distinción. El Pbro. Nazario ha editado un libro[6], en cuya obra no sólo recaba el estudioso sacerdote para el pueblo de su parroquia la gloria de haber sido el sitio electo por el gran Navegante, sino que niega se llamara nuestra isla Boriquén, y sí Carib; niega la arribada del crucero en el segundo viaje á Santa Cruz; supone costeó el Almirante, en ese mismo viaje, la parte meridional de la Española y no la del norte, para llegar al fuerte de Navidad; hace que Juan Ponce de León funde á Guaydía como primer pueblo de la isla en 1506, de donde saca la voz Guayanilla; llama á San Salvador Guamaní; considera la escritura de los indios boriqueños más perfecta que la de Méjico y Perú; y otra serie de afirmaciones y negaciones de suma trascendencia.
Llegado el debate á tal punto, se impone el dejar las columnas del periódico, cuotidiana hoja que desaparece rápidamente en la vertiginosa jornada de la vida moderna, y desarrollar en las páginas de un libro nuestra opinión.
Describiremos el segundo viaje de don Cristóbal Colón tal como nosotros le concebimos al reflejo de las historias compulsadas; y después presentaremos las fuentes históricas de nuestra confianza.
Creemos, firmemente, que el símbolo de la Redención cristiana, tallado en mármol de nuestras canteras, y levantado á las márgenes de la desembocadura del río Culebrinas, en las playas de Aguada, ocupa el lugar que le corresponde; pero, á fin de evitar interpretaciones dubitativas en el futuro, invitamos á todos los escritores, que han tomado parte en la controversia, para que de común acuerdo enviemos nuestros trabajos á la Academia de la Historia y aceptemos el veredicto de la sabia y competente Corporación.
Noviembre de 1893.
La llegada del intrépido genovés al puerto de Palos de Moguer, de donde había salido á la conquista del áureo vellocino de las Indias, cual nuevo Jasón en la célebre empresa de los Argonáutas, y su marcha triunfal á través de los hispanos pueblos, que le vitorean como á un héroe legendario de las epopeyas griegas, llegando á la condal ciudad de Barcelona, donde accidentalmente moraban los Católicos Reyes, radiante de justa emoción, y seguido de los capturados indios, que lucen vistosos penachos y cobrizas carnes, y ostentan lindos guacamayos y objetos de oro; tan feliz arribada despertó rápidamente en la Nación española un entusiasmo general hacia el desconocido navegante, que había regresado victorioso de los últimos confines del tenebroso mar Océano.
El desconocido en su propia patria, el desdeñado por el rey don Juan de Portugal, el desairado en Francia é Inglaterra, y acogido únicamente por el sabio astrólogo franciscano Fray Juan Pérez de Marchena en el modesto monasterio de la Rábida, y después por la bondadosa castellana Reina á instancias de su antiguo confesor, se yergue ahora al retorno de su fantástico viaje, agrupando á su alrededor los 2valientes hijosdalgos y los intrèpidos marinos àvidos de glorias y aventuras.
Acababa España de obtener la unidad nacional, lanzando del suelo patrio, tras gigantesca pugna de ocho siglos, la media luna del agareno; acababa el Renacimiento de infiltrar en Europa la savia de la vida moderna, con la venida de los artistas de Bizancio (1453), arrojados por el sable de Mahomet II; y el pueblo hispano, guerrero y artista, iba à trasladar à tierras descubiertas tan oportunamente, los trabajos de Hèrcules, terminados en el histórico estrecho con la ida de Boabdil à las costas mauritanas.
Los Reyes habían sentado en su presencia, honor altísimo, al profeta revelador de las invenidas tierras indianas. Aquellos edènicos salvajes de arrogante presencia, aquellas raras aves de vistoso plumaje, aquellos granillos de oro y macizas caràtulas del preciado metal, aquellas aromàticas maderas y picantes especias y desconocidas viandas y grotescas vasijas, revelaban à las imaginaciones impresionadas la realidad del descubrimiento.
Los regocijados è impacientes Monarcas dispusieron se reuniera con presteza suma, en las aguas de Càdiz, una brillante armada, que à las órdenes del glorioso Almirante cruzara de nuevo el incierto derrotero, por èl revelado, y afianzase la posesión de las halladas tierras à favor de la corona de Castilla.
No se omitieron gastos; se dispuso del oro necesario para los aprestos marítimos, merced à las alcabalas, bienes de judíos y emprèstito levantado; se comisionó à Berardi para la compra de la nao capitana; hubo acopio suficiente de granos y bizcocho; Rodrigo de Narvaez hizo la provisión de pólvora y balas; se obtuvo del Sumo Pontífice Alejandro VI la bula Inter cætera, 3sancionando el derecho à las tierras reveladas; se reunieron labriegos, herreros, albañiles, carpinteros y braceros para el laboreo de las vírgenes campiñas y construcción de acequias y edificios; se escogitaron veinte lanzas granadinas en briosos corceles andaluces; en la Alcaidía de Màlaga se reunieron corazas, espingardas y ballestas selectas; se llevaron à las carracas simientes como trigo, arroz, cebada, sarmientos, caña de azúcar y legumbres, y ganadería como vacas, yeguas, ovejas, cabras, puercas y asnas para castar[7]; se acumularon cal y ladrillos para edificar; y se embarcaron mil quinientas personas, en las diez y siete naves, entregàndose con fe ciega en manos del profeta y descubridor, que hacía poco tiempo había sido considerado como un loco visionario.
Allí venía el primer conspirador que hubo en Amèrica, Bernal Diaz de Pisa, que de Alguacil de la Corte pasó à Contador de la Armada, preso y aherrojado en Isabela por el Visorrey al descubrir su memorial de quejas à la Reina. Allí venía el benedictino Fray Bernardo Boil y doce sacerdotes del monasterio de Monserrat[8]. Allí venía Mosèn Pedro de Margarit como perito en el arte de guerrear: Boil y Margarit, dos autoridades adversas à la autoridad del Almirante; y personificando el uno el poder religioso y el otro la fuerza militar, habían de perturbar hondamente la incipiente Colonia, como sucedió, alentando al insubordinado Roldàn, que ejerció el cargo primero de Alcalde mayor de la Española. Allí venía Alonso de Ojeda, de músculos acerados, que supo capturar personalmente al bravo cacique CAONABÓ, destructor del fuerte de 4Navidad y nervio de la guerra del CIBAO, y montàndolo en el arzón de su corcel cordobès le condujo maniatado à la sorprendida ciudad de Isabela, para que desde la prisión oyera el tañer de las campanas, que habían servido al hazañoso paladín para su estratègico ardid. Allí el pulido Guevara, que había de tener tan novelescos amores con la hermosa HIGUEMOTA, hija de la cacica ANACAONA. Allí el infeliz Adriàn Mojica, ahorcado, por orden del Virrey, en las almenas del fuerte de la Concepción. Allí el arrojado Juan de Esquivel, vencedor del corpulento y batallador cacique COTUBANAMÁ, y despuès conquistador de XAYMACA, la actual Jamayca. Allí Sebastiàn de Olano, receptor de los derechos reales. Allí el padre Marchena, el amigo del alma de Colón, su primer protector y su confidente como sabio astrólogo. Allí los comendadores Gallego y Arroyo. Allí el físico Alvarez Chanca, encargado de la Sanidad, cuya Carta al Cabildo de Sevilla había de ser, andando el tiempo, una joya de inestimable valía. Allí los servidores de la Reina, Navarro, Peñasoto y Girau. Allí el piloto Antonio de Torres, que traía nombramiento de SS. AA. para volver con las naves à España; y à quien personalmente entregó el Almirante sus cartas y memorial para los Reyes, y cuyo encabezamiento decía: “Lo que vos Antonio de Torres, capitàn de la nao Marigalante è Alcaide de la cibdad Isabela, habèis de decir è suplicar de mi parte al Rey è la Reina, nuestros Señores”. Allí Juan de la Cosa, como Maestre de hacer cartas, piloteando la cèlebre carabela NIÑA, que tuvo la gloria de haber llevado à España la buena nueva del descubrimiento: Juan de la Cosa, que trazó el primer mapa del Archipièlago antillano al singlar del crucero por las edènicas islas: faro de potente luz para iluminar la epístola de Chanca. 5Allí el padre y el tío de Bartolomé de las Casas, el humanitario defensor de los indios, que antes de Grocio proclamara el derecho natural[9]. Allí Diego de Peñalosa, Escribano de Cámara del Rey é de la Reina, que dió el primer testimonio público en la ciudad de Isabela—9 de abril de 1494—dando fe de las instrucciones comunicadas á Margarit, de orden del Virrey, con el envío de cuatrocientos hombres de á pié y diez y seis de á caballo, al mando del capitán Ojeda, para aumentar la guarnición del fuerte de Santo Tomás á orillas del Janico. Allí el metalurgista oficial Fermin Zedó y el ingeniero mecánico Villacorta. Allí Luís de Arriaga, que había de defender tan valientemente el fuerte de la Magdalena contra los ataques del cacique GUATIGUANÁ y su numerosa mesnada. Allí Pedro Fernandez Coronel, Antonio Sanchez Carbajal y Juan de Luján, designados por el Visorrey, antes de embarcarse en la siempre útil NIÑA, en demanda de Cuba, para que fueran consejeros vocales, en unión del padre Boil, de su hermano don Diego, á quien dejaba de Gobernador interino. Allí Ginés de Gorvalán, que exploró las riquezas de los territorios del MACORÍS. Allí Juan de Aguado, Intendente de la Real Capilla, que había de retornar á España para traer después Comisión regia reservada[10]. Allí el esforzado mílite Diego Velazquez, conquistador y poblador de Cuba. Allí don Diego Colón, hermano del Almirante, y su ahijado de 6bautismo el indio de GUANAHANÍ, llevando el nombre de su padrino don Diego. Y allí Vega, Abarca, Gil García, Márquez, Maldonado, Beltrán y otros muchos, personificando el espíritu aventurero y gentil de aquel pueblo, que clavó con Pulgar el Ave-María á las puertas de la mezquita de Granada, antes de la toma de la morisca ciudad; y cerrada la era de la guerra muslímica traía al Nuevo Mundo el genio de la conquista, encarnado en fibras de hierro, espada toledana al costado, puñal florentino al cinto, relumbrante casco de vistoso plumaje, escudo cincelado, divisa amorosa ó pía, pesado lanzón para el férreo puño, y el pisador andaluz con gualdrapa multicolor: guerrero ágil, sobrio y apasionado, dispuesto siempre á arrojar el guantelete, dar un mandoble ó romper una lanza.
Y allí también, en la inmortal épica empresa, nuestro Juan Ponce de León, el mozo de espuela del Comendador mayor de Calatrava, don Pedro Nuñez de Guzmán; campeón de humilde cuna, pero de reconocida valentía personal, probada á diario, en los choques sangrientos con la morisma del Darro y del Genil; y que quince años después había de engarzar á la corona de Castilla la hermosa perla de BORIQUÉN, acogida por el Descubridor, en este segundo viaje, bajo el morado estandarte de los Católicos Reyes.
Consideramos estos días del ilustre marino genovés como los de mayor satisfacción pasados en su sufrida existencia. Había recorrido las calles de la ciudad de los Condes junto al Monarca don Fernando y el príncipe don Juan; sus hijos eran tomados por éste en calidad de pajes, honor propio de los hijosdalgos; magnates como el Duque de Medinaceli le habían tributado sus obsequios, y prelados como el Arzobispo de Toledo tratado en íntima ágapa; los 7vítores del pueblo le saludaban al paso; y abrazaba ahora sobre el combés de la MARIGALANTE, antes de partir de nuevo para las Indias, á sus hijos don Diego y don Fernando, en quienes los Monarcas habían vinculado la heredad de los títulos por él adquiridos.
El 25 de septiembre, á la hora del alba, zarpó la escuadra de la bahía de Cádiz, con derrotero á las islas Canarias, por llevar intención de tomar en ellas refresco de los bastimentos necesarios, y evitar los mares vecinos á los cabos portugueses y á los archipiélagos dependientes de Portugal[11]; á los tres días de navegación visitaron las naves tórtolas y pajarillos, que pasaban á invernar á Africa desde las islas Azores; el 2 de octubre[12] llegaron los expedicionarios á la gran Canaria, y á la media noche alzaron velas para ir á la Gomera donde arribaron el sábado 5 de octubre, ordenando el Almirante se acopiara prontamente lo que necesitara la escuadra; recolectando de nuevo semillas, aves de corral y ocho puercas. Se reparó una nao que hacía mucha agua, y molestados por falta de viento tardaron algunos días en llegar á la isla de Hierro, de donde partió el crucero, el 13 de octubre, con tiempo bonancible y rumbo al Oeste. El jueves 24, del mismo mes, estaban los viajeros en el mar de sargazos[13] y visitó una golondrina 8la armada. El sábado 26 por la noche vieron los intrépidos viajeros el fuego de San Telmo en las gavias, y hubo lluvia y tronada, y se cantaron letanías y oraciones, teniendo al subsiguiente dia de san Vicente mal tiempo también. El sábado 2 de noviembre consideró el Almirante estar próximo á tierra por el aspecto del cielo y estado de mar y viento, hizo recoger velas, y ordenó que toda la gente hiciese buena guardia aquella noche[14], y al amanecer del otro dia—3 de noviembre—quedaron justificadas sus opiniones, viendo al Oeste, siete leguas distantes de los buques, una isla alta y montuosa, á la cual puso DOMÍNICA, en obsequio al dia de arribada á ella. Y desde aquel momento empezó el bojeo del Archipiélago antillano, despertando en el ánimo de aquellos aventureros argonáutas sublimes ambiciones.
La DOMÍNICA por la parte visitada era inaccesible, la corrió el crucero una legua buscando surgidero, y no hallándolo, ordenó Colón que una carabela la reconociera, é hizo rumbo con la escuadra á otra isla avistada, á la cual puso en obsequio á la MARIGALANTE, la nao capitana, SANTA MARÍA GALANTE[15], llegando á ella á la caida de la tarde. Descendió el Almirante á tierra, plantó el signo de la redención cristiana[16], y levantó Diego de Peñalosa, 9escribano de cámara del Rey é la Reina, acta notarial de la toma de posesión. Permaneció la armada fondeada hasta la mañana del lunes 4, que zarpó, la vuelta al norte, hacia otra grande isla divisada; llegados á ella el mismo dia, la intituló el Almirante: SANTA MARÍA DE GUADALUPE, por devoción y ruegos de los monges de aquella casa, en Extremadura, á los cuales había ofrecido poner á alguna isla el nombre de su monasterio. Tres leguas antes de arribar á Guadalupe divisaron los viajeros una roca altísima (la SOUFRIÉRE), que terminaba en punta, de la cual salía al parecer un grueso chorro de agua, que por su limpidez algunos decían ser veta blanca en la roca. Surtas las naves, á la caida de la tarde, en puerto rebuscado, fueron á tierra los expedicionarios á reconocer una aldehuela que se divisaba en la playa; la hallaron desierta de adultos y encontraron algunas criaturas, en cuyos brazos ataron cascabeles para atraer á los padres el siguiente día. Les llamó la atención muchas aves blanco-rojizas[17] y 10verdes[18], unas calabazas[19] y la odorífera ananás[20], que por su similitud con el fruto del pino le llamaron los viajeros piña. Observaron también los arcos y las flechas, y las camas colgadas, hechas de algodón y á semejanza de redes (hamacas), y maravillóles sobre manera una tartera de barro lucidísima, que les hizo creer, de súbito, fuese de hierro, por el color que había tomado la arcilla cocida. Pero todo fué respetado, y se volvieron los viajeros á las carabelas. Al día siguiente—martes 5 de noviembre—envió Colón dos barcas á tierra para ver si podía capturar un indígena, que le diera nuevas del país. Regresó cada embarcación con un mozo indio, y los garzones dijeron, eran ellos de BORIQUÉN, y que los habitantes de SIBUQUEIRA (Guadalupe) eran CARIBES. Retornaron las barcas á buscar unos cristianos, que habían quedado en tierra, y encontraron con ellos seis indias, las que voluntariamente se embarcaron y fueron á las naos; pero el Almirante ordenó agasajarlas con cascabeles y sartas de vidrio, y llevarlas de nuevo á tierra. Colón quería atraerse á los indígenas; pero los indómitos CARIBES despojaron á las mujeres de las bujerías; y las mismas indias, cuando volvieron las barcas á hacer leña y aguada, se entraron en las embarcaciones y rogaron, por señas, á los marineros las llevasen á los navíos, manifestándoles, en su mímico lenguaje, que los naturales de Guadalupe comían hombres, y las tenían á ellas cautivas. Los marineros recogieron un garzón y dos criaturas más, llevando á bordo á aquella gente, que aceptaba mejor entregarse 11á seres extraños, vistos por vez primera, á quedarse en tierra de los terribles enemigos, que se habían comido á sus hijos y maridos. Por una de aquellas indígenas boriquenses supo el Almirante que hacia el Mediodía había muchas islas, y que de SIBUQUEIRA había salido una expedición de trescientos caribes, en diez grandes canoas, á piratear en las vecinas tierras y á capturar gente. Aunque el Almirante traía su carta náutica, trazada en el primer viaje, interrogó á las indias hacia dónde quedaba la Española para confirmar sus anotaciones[21]. Iba á hacer rumbo hacia ella, pues había satisfecho ya su curiosidad de conocer á los caribes[22], y por otra parte tenía vivo interés en llegar al improvisado fuerte de Navidad, donde había dejado treinta y nueve hombres, pertrechados de la artillería de la perdida SANTA MARÍA, y confiados á la dudosa hospitalidad del cacique GUACANAGARÍ y su tribu, cuando le avisaron, que el capitán Diego Márquez, el Veedor, había saltado en tierra con ocho hombres, antes de amanecer, sin licencia, y que no había retornado á las carabelas. El Almirante dispuso, que Alonso de Ojeda con cuarenta hombres y trompetas y arcabuces fueran al ojeo de sus extraviados 12compañeros; pero ésta y otras partidas regresaron á las naos sin hallar á los perdidos expedicionarios; en cambio trajeron maiz, aloes, sándalo, gengibre, incienso, odoríferas maderas, algodón y algunas aves[23]. Los extraviados viajeros regresaron el 8 de noviembre, manifestando, que se habían perdido con la espesura de los bosques. El Almirante puso en la barra al capitán. En esta isla se encontró mucho algodón hilado, y por hilar, en algunos bohíos reconocidos; telares para trabajarlo; y muchas cabezas de hombres colgadas y cestos llenos de huesos humanos[24].
13El domingo 10 de noviembre zarpó el crucero de Guadalupe y singló á lo largo de su costa (BASSE TERRE) hacia el noroeste, para ir á la Española. Al mediodía vieron los viajeros, á su izquierda, una isla, y por su altura llamóla el Almirante, SANTA MARÍA DE MONSERRAT, en obsequio al celebre monasterio catalán, de cuyo seno traía doce sacerdotes al Nuevo Mundo; esta isla, según aseveración de los indios traidos á bordo había sido despoblada por los caribes, comiéndose á su gente. El mismo día, por la tarde, divisaron otra isla, también á la izquierda, tan redonda y lisa, que la llamó el Almirante SANTA MARÍA LA REDONDA, por figurársele la islilla la cúpula de una catedral. Por temor á los bajos y restingas dispuso el gran Navegante dar anclaje á la escuadra. A la mañana siguiente, 11 de noviembre, arribó á SANTA MARÍA LA ANTIGUA, cuyo nombre puso el Almirante á esta isla en remembranza de la iglesia más venerenda de Valladolid. ¡Quién le hubiera dicho al famoso mareante é ilustre descubridor, que al dedicar un recuerdo á la vieja parroquia castellana, ella se lo devolvería, andando el tiempo, á su cadáver, cuando en pobre ataúd y abandonado de todo el mundo, lo condujeron á las puertas de la veneranda iglesia para recibir las oraciones y sentidos Salmos de la liturgia católica! Siguiendo el crucero su derrotero al noroeste distinguieron los viajeros muchas islas, situadas á la parte del norte, y corrientes al noroeste sueste[25], todas muy altas, dando fondo frente á una de ellas, que llamó el Almirante SAN MARTÍN, porque precisamente corresponde ese día al santo obispo y confesor, que lleva ese nombre.
14El 12 de noviembre la armada levó áncoras, sacando pedazos de coral pegados á ellas, lo que alegró á los tripulantes y viajeros, despertando grandes esperanzas; pero el Almirante no quiso detenerse, porque se acentuaban sus deseos de llegar á la Española. Soplaron vientos contrarios y el crucero, entorpecido en su marcha, tuvo que llegar de arribada forzosa á SANTA CRUZ, donde surgió el jueves 14 de noviembre, á mediodía. Dispuso el Almirante la captura de algún indígena de AY-AY (Santa Cruz), para saber dónde se encontraba y habiendo ido una barca á tierra apresaron cuatro indias y tres niños. Regresando á las naos encontró la barca una canoa en que iban cuatro indios y una india, los cuales viendo no podían huir bogando, hicieron uso de sus arcos y flechas, hiriendo dos cristianos. Las flechas eran arrojadas con tanta fuerza y destreza, que la india pasó de parte á parte un broquel. La barca, entonces, embistió impetuosamente á la canoa y la volcó; pero los caribes nadando y haciendo pié en los bajos continuaron su defensa hasta que fueron capturados por los veinte y cinco hombres de la embarcación. Partió la escuadra de SANTA CRUZ, el mismo día 14, con rumbo otra vez al noroeste en busca de la Española, inclinando, luego, el derrotero al norte, y entorpecido por un archipiélago de islillas se detuvo frente á VIRGEN GORDA, donde llegó de noche. Al siguiente día, 15 de noviembre, dispuso el Almirante la exploración del archipiélago dicho, resultando más de cuarenta islas altas y peladas, las dejó al norte, intitulando á la mayor SANTA URSULA, y á las otras, las VÍRGENES, y derribó al suroeste. Corrió el crucero estas costas todo ese día, y el siguiente, 16 de noviembre, por la tarde, divisó tierras de BORIQUÉN; navegó por el sur todo el día 17, y por la noche, 15observaron los pilotos que la isla tenía por aquella banda treinta leguas[26]; continuó la armada su derrotero el 18, y desaparecido el obstáculo de los MORRILLOS DE CABO-ROJO, fijó el rumbo al norte, recurvando, y acercándose á tierra, según las condiciones de mar y viento; viniendo á terminar el costeo de la isla en el último ángulo occidental[27], comprendido entre los cabos SAN FRANCISCO y BORIQUÉN, y dando anclaje el crucero el día 19 de noviembre.
A pesar de que Colón tenía gran interés en arribar cuanto antes á la Española, el aspecto frondoso, y exuberante de la selvática isla, hirió tan vivamente la artística imaginación del genovés marino, que le vemos deponer sus ansias de viaje y hacer que permanezca el crucero hasta la mañana del 22 de noviembre frente á la 16encantadora é inexplorada BORIQUÉN. Justo era, que después de haber saludado la acantilada é inhospitalaria DOMÍNICA; de sufrir crueles angustias en la antropófaga GUADALUPE; de sentir el corrosivo veneno de las enherboladas flechas de SANTA CRUZ; y de contemplar islas e islotes pelados, que el labio piadoso del Almirante—que hacía cantar todas las mañanas la Salve Regina y todas las tardes el Ave-María—bautizaba de continuo con el dulce nombre de la Reina de los cielos, justo era, que aquella tripulación é intrépidos viajeros aspirasen los perfumados efluvios de los aromosos campos de BORIQUÉN y recordara con ellos los cármenes y jardines de Valencia. Y la impresión fué tan dulce y alhagadora que el Almirante apellidó á la isla con el nombre de SAN JUAN BAUTISTA, no tan solo en obsequio al príncipe don Juan, que había tomado á Diego y Fernando como pajes, sino también porque la hermosura de la isla era precursora de ofertas y dones, que el tiempo ha justificado.
El viernes 22 de noviembre, á la hora del alba, hizo rumbo la escuadra al noroeste, y antes de anochecer avistaron los viajeros tierra desconocida; pero por las indias boriqueñas supieron era la Española. El aspecto de la comarca hacía dudar al Almirante y envió á tierra, frente á SAMANÁ uno de los indios naturales de ella, el cual no volvió. Siguió el crucero costeando, y el 26 de noviembre volvió el Almirante á enviar bateles á tierra, y trajeron indios voluntarios, que tocando los jubones y camisas, decian: camisa, jubón. No quedó duda alguna á los viajeros, que estaban por fin en la Española. Siguió la armada navegando en dirección al fuerte de Navidad y al explorar MONTE CHRISTI, en cuyo punto estuvo el crucero dos días, y en la desembocadura del rio YAQUE[28] 17encontraron los expedicionarios dos cadáveres, con un lazo al cuello uno, y el otro con la lazada al pié; al siguiente día hubieron otros dos. ¡Terribles presagios! El 27 de noviembre, á media noche, llegó la armada á la entrada de la bahía de Cabo Haity (Punta Santa), viniendo á tomar puerto al oscurecer del siguiente día, frente á la desembocadura del rio GUARICO, hoy rivière Haut du Cap. Al tiro de bombarda respondió un silencio sepulcral.
¡Con cuánta pesadumbre caerían las sombras nocturnales sobre el alma del apesarado genovés! Y en aquella obscuridad impenetrable ¡cómo vería la penetrante mirada del profeta descubridor levantarse tristemente la imagen de la desolación sobre el fuerte de Navidad, revelándole la intuición lo que la palpable realidad le presentara al siguiente día! ¡Con qué tensión nerviosa indagaría el triste fin de Diego de Arana, hermano de la madre de su hijo Fernando, y Alguacil de la Armada, de Pedro Gutierrez, el repostero de estrado del Rey, de Rodrigo de Escobedo, escribano de la Armada, y de los treinta y seis infelices compañeros! Tuvo que aplacar sus ansias y hacerse el diplomático, conteniendo los deseos de venganza de sus compañeros de viaje, principalmente del padre Boil, y contemplar, en silencio, el fuerte incendiado, los pozos cegados, los cadáveres putrefactos é insepultos y los indígenas recelosos y alejados, teniendo que escoger lugar más favorable para iniciar otra vez la colonización.
Para practicar investigaciones históricas con acierto y utilidad es conveniente concretar los puntos que se van á dilucidar; y respecto á los que motivan la controversia de la llegada de don Cristóbal Colón á Puerto-Rico, y lugar electo para surgidero de la armada, y desembarco de los exploradores viajeros, es necesario esclarecerlos, compulsando los documentos que tenemos del segundo viaje del Almirante.
Interrogar los anales de la historia es seguir cuidadosamente esa senda misteriosa, sobre la cual la imagen de la verdad se va revelando como espiritual aparición. Esto no se obtiene con escudriñar un solo libro. La revelación histórica se ofrece al espíritu investigador como el fruto de largas y serias observaciones. Pretender estudiar un período histórico de cualquier país, ceñido á un solo cronicón, es exponerse á error; porque no consideramos á ningún autor exento de equivocarse. Es necesario, pues, compulsar los cronistas, cotejarlos, someterlos á un careo ardiente, de donde al choque de ideas y narraciones recoja el investigador, á raudales, la luz, la pura luz de la verdad.
El diario ó cuaderno de bitácora del gran Navegante, en su segunda expedición al Nuevo 19Mundo, se ha perdido; sin que tengamos la suerte siquiera de que se conservara un extracto de él, como el que hizo el padre Las Casas del diario del primer viaje.
También se han extraviado las cartas y el memorial del Visorrey, remitidas por conducto de Antonio de Torres á los Católicos Reyes, y entregadas á los monarcas en Medina del Campo. Afortunadamente se conservan las de los Reyes al Almirante, acusándole el recibo de las suyas y de su memorial.
Como precioso documento histórico, respecto á esta épica empresa del ilustre marino, existe la carta dirigida al Cabildo de Sevilla por el físico de la Armada don Diego Alvarez Chanca, uno de los expedicionarios.
Como joya de igual valía que la anterior, se guarda en el Museo Naval de Madrid, la Carta náutica—sustraída de España y vuelta á recuperar—de Juan de la Cosa: carta de la parte correspondiente á la América, levantada por el famoso piloto, en el segundo viaje del descubridor genovés, y en la Expedición de Alonso de Ojeda en dicho año. Entre las diez y siete naves de la armada, que verificó la segunda empresa del Almirante, volvía á recorrer el mar tenebroso la simpática carabela NIÑA, la que tuvo la gloria de llevar á España la buena nueva del descubrimiento; y en ella venía Juan de la Cosa, como Maestre de hacer cartas náuticas.
De la epístola y mapa de estos dos testigos presenciales de la célebre navegación del gran Ligur haremos un estudio especial.
Ahora bien, ¿debemos prescindir de los demás cronistas por no haber ido en la Expedición?—De ninguna manera. Rechazar á cualquier historiador de este viaje por no ser testigo ocular, es reñir con los preceptos de la Retórica en la composición de narraciones históricas.
20El padre Nazario[29] toma únicamente por guía á Chanca en el bojéo del Archipiélago antillano, se ciñe á él, y prescinde de los demás cronistas. Creemos está en un error el ilustrado presbítero. Y vamos á probárselo, sacando nuestro argumento del rico arsenal de la Iglesia católica.—Cuatro son los evangelistas que nos han legado la historia del Mártir del Gólgota. Dos de visu: San Juan y San Mateo; dos de auditu: San Marcos y San Lucas. ¿Hay quién se atreva á rechazar á éstos, porque no fueron contemporáneos de Jesucristo?—No!—Pues hay que aceptar algo más todavía. San Marcos, que escribió su evangelio en griego y no en latín, como pretende Baronio, da detalles que no se encuentran en San Mateo: en la relación de los milagros y las parábolas del Redentor, es más completo que los otros evangelistas. San Lucas, escribió en Acaya, dirigió su obra en griego á Teófilo, y se considera su evangelio, redactado en 24 capítulos, más completo que los de los otros apóstoles. Y sin embargo, San Juan era el predilecto de Jesucristo, y San Mateo era hombre instruido, pues desempeñaba el cargo de perceptor de impuestos romanos, cuando el Salvador le dijo: Sígueme.
Don José Amador de los Ríos, en la Vida y escritos del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1851), dice en uno de los párrafos de tan interesante biografía: “Tenía entonces Oviedo quince años, y ya había aprendido, que no debe la verdad histórica recogerse en una sola fuente.” Fieles á tan preciosa divisa hemos procurado no atenernos, en los hechos que tratamos de dilucidar, á un solo cronicón.
Además de la carta del médico sevillano y 21el mapa del famoso mareante, viene en segundo orden la interesante carta de Pedro Mártir de Anglería al vizconde Ascanio Sforcia, cardenal canciller. Esta epístola fué escrita en latín por el célebre Consejero de Indias para enterar á Su Santidad el Papa de la marcha de los descubrimientos del ligurio Cristóforo Colombo. Para redactar tan precioso documento, Mártir de Anglería se asesoró minuciosamente de los viajeros retornantes, y especialmente de Antonio de Torres, comandante de las doce naves que volvieron á Cádiz. La Corte estaba en Medina del Campo, y allí fué el jefe de la flota de regreso á rendir á los Reyes cuenta del viaje, y á entregarles las cartas y memorial del Visorrey. Y prueba de que Pedro Mártir de Anglería es un fiel traslado de Antonio de Torres son las siguientes palabras en la carta al Canciller: “Te contaré, por darte gusto, lo que, preguntándoles yo por orden, me refirieron él (Antonio de Torres) y también los demás hombres fidedignos; pues yo tomé lo que me dieron, y lo que me dieron helo aquí”[30]. Mayor sinceridad no puede exigirse en un narrador. De manera que hablar Pedro Mártir de Anglería del segundo viaje del Almirante es lo mismo que si dijéramos, habla Antonio de Torres.
Antonio de Torres, hermano de la nodriza del príncipe don Juan era un experimentado piloto; fué nombrado por la Corona para llevar á Cádiz la armada de retorno; é iba á ser éste, el primer viaje que se efectuaba, á través del mar tenebroso, sin que lo dirigiese el gran Navegante. La empresa de Torres fué feliz, pues regresó al punto de partida, la bahía gaditana. En aquella 22época se ignoraba la necesidad que hay de hacer rumbo al Septentrión para encontrar los vientos del oeste, que facilitan á los nautas el retorno á Europa; era, pues, preciso ser experimentado marino para pilotear un buque en estas latitudes. Torres trajo inmediatamente á la Española al adelantado don Bartolomé Colón con tres naos aprovisionadas, que SS. AA. enviaban al Virrey; y regresó otra vez á España, conduciendo á don Diego Colón, hermano del Descubridor, para desvanecer en la Corte los informes del padre Boil y Mosén Pedro de Margarit, contrarios al Almirante; además, portaba las cuatro naves cargadas de indios prisioneros, que se habían capturado en las últimas rebeliones, y llevaba también oro, palo de Brasil y productos curiosos. En carta dirigida por los monarcas á don Cristóbal Colón, desde la villa de Medina del Campo—15 de junio de 1497—llaman, el Rey y la Reina, á Antonio de Torres: “Contino de nuestra Casa.” Cuando caído en desgracia el Almirante llega á Cádiz, preso y aherrojado, entrega á Alonso Martín, maestre de la nave que le condujo, una carta para doña Juana de Torres, nodriza que había sido del príncipe don Juan: carta que se conserva en el CÓDICE COLOMBO AMERICANO, y donde se ve lo favorecida que era la hermana de Antonio de Torres por la Reina Católica. Además tenía nuestro ilustre piloto un hermano llamado Pedro de Torres, Secretario de S. A.—Cuando los sucesos de la España se complicaron con la prisión del Visorrey y enseñoriamiento de Bobadilla, Antonio de Torres fué el electo por los Monarcas para conducir prontamente al Comendador Ovando á la Colonia perturbada y traer en las mismas naves al osado Bobadilla. A las cuarenta y ocho horas de haber partido la escuadra se desarrolló un terrible huracán; quedó 23arrasada la villa de Santo Domingo, que reposaba entonces en la banda oriental del río Ozama, y pereció en el naufragio de la flota el Comandante Antonio de Torres. A quien ostentaba tan brillante hoja de pilotaje en el mar de las Antillas, y conocía al dedillo el antiguo derrotero que llevaban y traían las naves, justo es concederle, que sabría perfectamente cuál era “el último ángulo de occidente de Boriquén” donde se hizo aguada, en el segundo viaje del Almirante.
Corresponde turno de preferencia también, en nuestras fuentes históricas, á don Fernando Colón, el hijo natural del Almirante. En la Colección de libros raros y curiosos, que tratan de América, publicados por Tomás Minuesa, está la Historia del Almirante escrita por su hijo don Fernando[31]. Y dice el prologuista: “La figura de don Fernando Colón es de una magnitud colosal en la historia de nuestros descubrimientos. El padre fué el héroe. El hijo el historiador. La epopeya es del padre. La historia, del hijo. El uno realizó, y el otro escribió la Odisea de sus viajes y el poema de sus descubrimientos.”—Colón, al darse á la vela para su segunda empresa, fué acompañado por sus hijos Diego y Fernando á Cádiz. Quedaron los hijos del Descubridor, de pajes del príncipe don Juan, y al regresar el Almirante hallóles en el palacio de dicho Príncipe, que á la sazón celebraba sus bodas con doña Margarita, hija del Emperador Maximiliano. Colón, á la par que pudo abrazar allí á sus hijos, contribuyó á dar esplendor á las fiestas con cuantas curiosidades y riquezas había logrado atesorar. Lógico es suponer, que el insigne marino narrase su expedición segunda, 24y que el hijo, su futuro biógrafo, se empapase de sus aventuras: máxime, habiendo podido estar después el Almirante en la grata compañía de sus hijos más de un año, que tardó en efectuar el tercer viaje. Además, don Fernando acompañó á su padre en el infortunado cuarto viaje; y á la muerte del Almirante, acaecida en Valladolid tuvo en su poder los papeles del gran Navegante, siendo el fundador de la gran Biblioteca colombina. En 1509, acompañó á su hermano don Diego á tomar posesión del Vireinato y de 1512 á 1520 efectuó otro viaje al Nuevo Mundo.—Estaba, pues, debidamente autorizado para escribir la historia de su padre y tratar de asuntos de las Indias Occidentales.
Pero, por si hay quien nos juzgue apasionados de esta fuente histórica, oigamos lo que dice Muñoz, Navarrete é Irving de la obra de don Fernando Colón.—Dice Muñoz[32]: “Este libro es el más importante para el tiempo de que tratamos, pues conserva todo lo sustancial de los papeles del descubridor, y á la letra varios fragmentos escogidos con pulso y delicadeza. Confieso deberle mucho, y debiérale más á no haber adquirido buena parte de lo que él disfrutó, ya íntegros, ya en relación prolija.”—Navarrete[33] anota: “Don Fernando llegó á ser hombre docto y curioso, manejó con mucho tino y discernimiento los libros y documentos de su padre para escribir la Historia de su vida y de sus gloriosas empresas. Habló con verdad y exactitud.”—Y el historiador Irving[34] califica 25el libro de don Fernando de “obra preciosa y piedra fundamental de la Historia del Mundo Americano.”
Viene en pos del hijo del Descubridor, como fuente histórica en los asuntos que ventilamos, el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, con su monumental obra[35]. Oviedo fué en su juventud mozo de cámara del príncipe don Juan, en cuya época trató con intimidad á los pajes Diego y Fernando, los hijos del Almirante, y presenció la entrada triunfal de Colón en Barcelona; fué soldado en Italia y familiar del rey don Fadrique; secretario en España del gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba; veedor de las fundiciones de oro, y más adelante, regidor y teniente del Darién en Tierra-firme; gobernador electo de la provincia de Cartagena; primer Cronista de Indias; Alcaide de la fortaleza y regidor de la ciudad de Santo Domingo, donde estaba avecindada su familia y donde escribió su imperecedera obra. Refiriéndose al segundo viaje de Colón y á sus compañeros, dice: “y á todos los más de los principales dellos los ví y conoscí. Y algunos al presente hay vivos en estas Indias y en España, aunque son ya muy pocos los que quedan dellos.” Y respecto al conquistador y poblador de Puerto-Rico, añade Oviedo: “capitán, hombre de bien é hidalgo llamado Johan Ponçe de León: el qual yo conosçí muy bien, é es uno de los que passaron á estas partes con el almirante primero D. Chripstóbal Colón, en el segundo viaje que hizo á estas Indias.” Conoció á Juan de León, el que mató al cacique principal boriqueño GUAYBANÁ de un tiro de arcabuz. En 1549 fué nombrado Regidor 26perpetuo de la ciudad de Santo Domingo y murió á la avanzada edad de 79 años. La obra de Oviedo es un manantial inagotable en todo lo que se refiere á las primeras colonias de América, y con justicia lleva el dictado de primer cronista de Indias.
Y nos han facilitado provechosa enseñanza además, Fray Bartolomé de las Casas[36], cuyo padre y tío, vinieron con Colón en el segundo viaje, y él en compañía de Ovando; don Juan Bautista Muñoz[37], que en trabajos preparatorios para escribir su obra invirtió trece años, coordinando datos y compulsando documentos; Andrés Bernáldez, cura de los Palacios[38], que introduce en su historia una relación de los viajes de Colón; Antonio de Herrera[39], el protegido de Felipe II; Navarrete[40], en su magna obra de compilación; Francisco López de Gómara[41], que en 1552 dedicó su obra al emperador Carlos V, editada en Zaragoza, y coleccionada por Rivadeneyra en su Biblioteca de autores españoles; nuestro compatriota Alejandro de Tapia y Rivera[42], infatigable enciclopedista; Fray Iñigo Abbad[43], que para redactar su obra verificó un viaje de estudio y exploración por toda la Isla, trabajo que llevó á efecto el erudito benedictino, por disposición del conde de Floridablanca, en el reinado de Carlos III, y cuyo manuscrito presentó al Ministro en 1782.
Con el manejo y estudio de estas obras, y de 27cuantos historiadores extranjeros han llegado á nuestras manos, como Irving[44], Prescott[45], Robertson[46], Dutroulau[47], Rochefort[48], Dutertre[49], Labat[50], Charlevoix[51], Le Blond[52], Moreau de Jonnés[53], Humboldt[54], Lyell[55], Cronau[56], y Dahlmann[57]; y modernos trabajos históricos de Jozon[58], Sanchez Calvo[59], Lubbock[60], Ratzel[61], 28Chil[62], Leyva[63], Castelar[64], Montojo[65], Ernesto Restrepo[66], Unión ibero-americana[67] y Bertillon en unión de una sociedad de sabios franceses[68], hemos formado nuestra humilde opinión de la prehistoria regional de la antigua BORIQUÉN y sus habitantes, y del segundo viaje del inmortal Descubridor de las Indias Occidentales.
Hemos descrito el segundo viaje de Colón tal como nosotros creemos le llevara á efecto. Hemos presentado también nuestras fuentes históricas. Y ahora vamos á ocuparnos del célebre médico sevillano que era, por mandato de los Monarcas, uno de los expedicionarios compañeros del gran Navegante. Al llegar á la Española aprovechó Chanca el retorno de Antonio de Torres para enviar al presidente y señores del Cabildo de Sevilla una relación de la segunda gloriosa empresa del Ligurino.
El padre Nazario[69] considera á Chanca como notario, además de médico, y su célebre carta de referencia como un documento oficial; por ende, le asigna mayor veracidad que como historiador, y se le forja casi infalible.
Aparte de que los notarios están expuestos á equivocarse como todos los humanos, por aquello de hominum est errare, consideramos al doctor Diego Alvarez Chanca, únicamente, como encargado de la Sanidad de la Armada y de velar por la salud de los primeros colonizadores. El médico sevillano era una de las personas más distinguidas, que acompañaban al ilustre genovés 30en esta empresa; no sólo por el título universitario que llevaba, sino también por sus conocimientos generales.
Que desempeñaba únicamente el cargo de físico, lo probamos con un apartado del Memorial, que el Virrey entregó en la ciudad de Isabela al piloto Antonio de Torres para los Católicos Reyes. Si Chanca hubiera tenido el cargo de escribano y gozado sueldo de tal[70], buen cuidado hubiera tenido el bondadoso Colón al impetrar de los Monarcas aumento de sueldo para su amigo el facultativo, de manifestar, que una y otra retribución,—la de médico y escribano—no satisfacían á Alvarez Chanca. Esto, dejando á un lado que para aquella época, ya estaban completamente deslindadas estas dos profesiones. He aquí el párrafo de referencia:
“Item: Diréis á sus Altezas el trabajo que el doctor Chanca tiene con el afruenta de tantos dolientes, y aún la estrechura de los mantenimientos é aún con todo ello, se dispone con gran diligencia y caridad en todo lo que cumple á su oficio, y porque sus Altezas remitieron á mí el salario, que acá se le había de dar, porque estando acá es cierto quel non toma ni puede haber nada de ninguno, ni ganar de su oficio como en Castilla ganaba, ó podría ganar estando á su reposo é viviendo de otra manera, que acá no vive; y así que como quiera que él jura que es más lo que allá ganaba allende el salario que sus Altezas le dan, y non me quise extender más de cincuenta mil maravedís por el trabajo que acá pasa cada uno año mientras acá estoviere; los cuales suplico á sus Altezas le manden librar con el sueldo de acá y eso mismo, porque él dice y afirma, que todos los físicos de vuestras Altezas, que andan en reales ó semejantes cargos que estos, suelen haber de derecho un dia de sueldo, en todo el año, de toda la gente: con todo he seido informado, y dícenme, que como quier que esto sea, la costumbre es darles cierta suma tasada á voluntad y mandamiento de sus Altezas en compensa de aquel día de sueldo. Suplicaréis á 31sus Altezas, que en ello manden proveer, así en lo del salario como de esta costumbre, por forma que el dicho Doctor tenga razón de ser contento.”
Queda probado que el médico sevillano no venía de escribano y notario, sino simplemente de FÍSICO. Y que utilizaba sus amistades con el Descubridor, á ver si SS. AA. le aumentaban el sueldo, por haberse llevado una desilusión con la venida á las Indias, donde la incipiente Colonia le dejaba menos dineros, que la clientela que tenía en la Corte. El Escribano de Cámara del Rey é la Reina, Diego de Peñalosa, fué el que vino á desempeñar á la ciudad de Isabela su elevado ministerio. Y lo probamos perfectamente con el encabezamiento del documento que entregó el Virrey á Alonso de Ojeda, capitaneando cuatrocientos hombres de á pié y diez y seis de á caballo, para llevarlos al fuerte de Santo Tomás y ponerlos á las órdenes de Mosén Pedro de Margarit; cuyo documento oficial termina así:
“Fecha en la cibdad Isabela, que es en la Isla Española, en las Indias, á nueve días del mes de Abril, año del Nascimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil quatrocientos noventa y cuatro años.—El Almirante.—Por su mandado la fice escribir.—Diego de Peñalosa.—Testigos que fueron presentes á ver leer é concertar este dicho traslado de la dicha Carta original de Instrucción: Francisco Madrid, vecino dende: é Francisco de San Miguel, vecino de Ledesma, vecino dende.—E yo Diego de Peñalosa, Escribano de Cámara del Rey é de la Reina, nuestros Señores, á mandamiento del Señor Almirante, la fice escribir é concerté, é por ende fice aquí este mi signo.—En testimonio de verdad.—Diego de Peñalosa.”
No cabe duda, pues, que Alvarez Chanca vino encargado únicamente de la Sanidad, y Diego de Peñalosa de la fe notarial. En la ciudad de Isabela hubo escribanos de número, que 32desempeñaron comisiones secundarias á la del Escribano de Cámara. El mismo Virrey cuando enviaba una carabela á una exploración designaba á uno de estos escribanos para que dieran fe de los sucesos; pero el que vino en la Armada colonizadora desempeñando el cargo notarial fué Pedro de Peñalosa, Escribano de Cámara del Rey é la Reina. Y para mayor confirmación vamos á transcribir el final de la copia, que hizo sacar el Almirante, de la Información verificada por él—12 de junio de 1494—cuando exploraba á Cuba, y creyó que era Tierra-firma y no isla, poniendo por testigos las tripulaciones de la NIÑA, la SAN JUAN y la CARDERA; cuyo final dice así:
“En la cibdad de Isabela, Miércoles catorce dias del mes de Enero, año del Nascimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil quatrocientos noventa y cinco años, el dicho Señor Almirante mandó á mí Diego de Peñalosa, Escribano de Cámara del Rey é la Reina, nuestros Señores, é su Notario público en la su Corte é en todos los sus Reinos é Señoríos, que catase los registros y protocolos de Fernand Perez de Luna, Escribano público del número de dicha cibdad, defunto que Dios haya, etc.”
Y conste, que cuando en 9 de abril de 1494 redactaba Peñalosa su primer documento público en la Isabela, aún no había llegado á la Española el Adelantado don Bartolomé Colón, trayendo refuerzos y provisiones,—septiembre de 1494—por lo que el Escribano de Cámara del Rey é la Reina, Diego de Peñalosa, fué el que venía junto al Almirante en la capitana nao, desempeñando su alto ministerio notarial y Diego Alvarez Chanca ÚNICAMENTE como físico.
Por real despacho de 23 de mayo de 1493 se mandó, que Chanca fuese de físico en la Armada de don Cristóbal Colón; previniéndose en 24 33á los contadores mayores le diesen el salario y ración, porque había de estar de escribano en las Indias[71]. Es decir, que se le daría en Indias una de las tantas escribanías, que indudablemente habrían de crearse, ó se le pagaban sus honorarios de FÍSICO con sueldo de escribano. De ésto á venir desempeñando cargo de tal, hay mucha diferencia, y es lo que ha inducido á error al presbítero Nazario. Cuando el Almirante escribía á los Monarcas en favor de Chanca aún no le habían adjudicado ninguna escribanía.—Después se marchó el doctor Diego Alvarez en una de las expediciones que fueron á explorar el continente.
No falta quien haya dicho que la epístola del sevillano médico iba dirigida á los Monarcas. Esta carta era para el presidente y señores del Cabildo de Sevilla. Y basta el cotejo del final de la epístola, para cerciorarse que no era un documento notarial, aunque iba dirigida á un Cuerpo oficial.—Don Cristóbal Colón fué el que dió cuenta detallada á SS. AA. del segundo viaje, como lo hizo del primero cuando les entregó su precioso Memorial en la ciudad de los Condes. La relación y carta enviada por el Visorrey, referentes á su segunda épica empresa, se han perdido, salvándose un memorial de los llevados por Antonio de Torres; pero poseemos, para justificar nuestro aserto, las respuestas de los Reyes Católicos al Almirante, y de ellas se desprende, cual luz meridiana, la verdad que afirmamos. He aquí las Cartas de los Monarcas dirigidas al Virrey, desde Medina del Campo á 13 de abril de 1494, y desde Segovia á 16 de agosto del mismo año.
“El Rey é la Reina: Don Cristóbal Colón, nuestro Almirante 34del mar Océano, y nuestro Visorrey é Gobernador de las islas nuevamente falladas en la parte de las Indias: Vimos las cartas que nos enviastes con Antonio de Torres, con las cuales habimos mucho placer, y damos muchas gracias á Nuestro Señor Dios que tan bien lo ha fecho, é en haberos en todo tan bien guiado. En mucho cargo é servicio vos tenemos lo que allá habéis fecho é trabajado con tanta buena orden y proveimiento que non puede ser mejor, é asimismo oimos al dicho Antonio de Torres, é recibimos todo lo que con él nos enviastes, é no se esperaba menos de vos segun la mucha voluntad é afección que de vos se ha conocido é conoce en las cosas de nuestro servicio. Sed cierto que nos tenemos de vos por muchos servidos é encargados en ello para vos facer merced é honra é acrecentamientos como vuestros grandes servicios lo requieren é adeudan: é porque el dicho Antonio de Torres tardó en venir aquí fasta agora é non habíamos visto vuestras cartas las cuales non nos había traido por las traer él á mejor recaudo é por la priesa de la partida destos navíos que agora van, los cuales á hora que lo aquí supimos los mandamos despachar con todo recaudo de las cosas que de allá enviastes por memorial, é cuanto más cumplidamente se pudiese facer sin detenerlos, é así se fará é cumplirá en todo lo otro quel trajo á cargo al tiempo é como él lo dijere; no ha lugar de vos responder como quisiéramos, pero cuando él vaya, placiendo á Dios, vos responderemos é mandaremos proveer en todo ello como cumple. Nos habemos habido enojo de las cosas que allá se han fecho fuera de vuestra voluntad, las cuales mandaremos bien remediar é castigar. En el primer viaje que para acá se ficiere enviad á Bernal de Pisa, al cual Nos enviamos mandar que ponga en obra su venida, é en el cargo que llevó entienda en ello la persona que á vos é al Padre Fray Boil pareciere en tanto que de acá se provee, que por la priesa de la partida de los dichos navíos non se pudo agora proveer en ello, pero en el primer viaje, si place á Dios, se proveerá de tal persona cual conviniese para el dicho cargo. De Medina del Campo á trece de Abril de noventa y cuatro.—Yo el Rey.—Yo la Reina.—Por mandado del Rey é de la Reina.—Juan de la Parra.”
Bastaría esta sola carta de les Reyes para comprobar la acusación de recibo de las cartas 35del Virrey; pero como la fechada en Segovia tiene relación íntima con este segundo viaje del Almirante, del cual nos venimos ocupando, extractaremos la parte que nos interesa:
“El Rey é la Reina: Don Cristóbal Colón, Almirante etc.: Vimos vuestras letras é memoriales que nos enviastes con Torres, y habemos habido mucho placer de saber todo lo que por ellas nos escribistes, y damos muchas gracias á nuestro Señor por todo ello, porque esperamos que con su ayuda este negocio vuestro será causa que nuestra Santa Fé Católica será mucho más acrecentada:... y visto todo lo que nos escribistes como quiera que asaz largamente decís todas las cosas de que es mucho gozo y alegría leerlas.”
Queda suficientemente probado que el papel que desempeñaba el doctor Diego Alvarez Chanca en esta expedición fué el de FÍSICO de la Armada, y encargado de la Sanidad de la incipiente Colonia.—Esto, para nosotros, no aminora sus relevantes prendas de cronista; pero sin el carácter de notario, que pretende asignarle el padre Nazario[72], y que corresponde de lleno á Diego de Peñalosa.
Publicamos íntegro este documento histórico[73], porque los autores, que se han ocupado de él, no están contestes en algunas de sus notas, principalmente Navarrete y Las Casas. Los escritores puertorriqueños, para dilucidar el punto electo por el Almirante en su arribada á BORIQUÉN, han acudido á esta fuente histórica, y también están en desacuerdo, habiendo sacado, á veces, de una misma frase deducciones muy opuestas. El agua, por decirlo así, se ha revuelto tanto, que se necesita un filtro de Pasteur para descubrir las cristalinas linfas; por lo que preferimos publicar toda la epístola de Chanca con las anotaciones de don Martín Fernández Navarrete[74] y las del obispo de Chiapa Fray Bartolomé de las Casas[75], á entresacar frases en pro de nuestras opiniones. Además ponemos al lado de las notas de Navarrete y Las Casas, nuestra pobre opinión, de manera que el lector 37puede formar, perfectamente, criterio propio sobre los puntos que se debaten; máxime si se auxilia, en la cuestión del bojeo seguido por el crucero en el segundo viaje de Colón, de un mapa de las Antillas.
Combatimos el parecer del señor Navarrete, en algunas de sus notas, descansando siempre en pruebas fehacientes. Y no es de extrañar, que el ilustre académico sufriera equivocaciones en la magna obra, que se propuso llevar á cabo. Hoy mismo vemos al catedrático de Historia de la Universidad Central, don Emilio Castelar[76], suponer la agradable impresión que causaría á Colón y á sus compañeros, al llegar Cuba, el cocotero[77] y el plátano[78], cuando está probado hasta la saciedad ser plantas exóticas en las Antillas. El doctor don Joaquín Torres de Asensio, prelado doméstico de Su Santidad, al traducir del latín el pasaje de Mártir de Anglería, 38en que describe el HIGÜERO, cuyas calabazas usan los indígenas para guardar bebidas, incurre también en el error de creer se tratase del COCOTERO. La frase de Mártir en que considera el meollo de esa calabaza más amargo que la hiel, lo cree el señor Asensio debido á que los viajeros probaron el coco fuera de sazón, cuando sabemos que en los cocos, no maduros, y llamados vulgarmente COCOS DE AGUA, la comida interior es una tela blanca, semi-transparente y muy sabrosa al paladar. Y don Nicolás Estévanez, antiguo profesor del Ateneo militar de Madrid, asegura[79] que el pequeño grupo de islas de Barlovento llamado SANTOS, debe su nombre á la circunstancia de haber sido descubierto por Colón el día de Todos los santos, cuando sabemos positivamente, que el 3 de noviembre, al amanecer, divisó por vez primera á DOMÍNICA, y que el primero de noviembre, día conmemorativo de Todos los Santos estaba aún el crucero sin divisar tierra alguna; viniendo á sospecharla el Almirante el 2 por la tarde. Y por este estilo muchos errores relativos á América.
No es tan sólo respecto á Puerto-Rico, que ha sufrido don Martín Fernández Navarrete algunos errores. La ímproba tarea de recopilar y anotar los viajes verificados por los españoles en dos siglos, era empresa árdua, y aparejaba tropiezos y dificultades. Por eso vemos al señor Navarrete claudicar á veces. Al decidirse por cuál fuera la verdadera GUANAHANÍ, escoge á GRAN TURK, ligereza imperdonable, como dice Montojo, en un hombre tan eminente como el sabio marino[80]. Y al fijar el punto de Cuba 39donde arribara el Almirante, en su primer viaje, significa el puerto de NIPE; y el fluvial al cual bautizara Colón rio de la Luna, al puerto de BANES. Equivocaciones de bulto; pues el puerto de Cuba, al cual puso Colón el nombre de SAN SALVADOR, y donde fondearon las carabelas en su primera exploradora empresa, fué en el de GIBARA; y el rio de la Luna fué el actual puerto de MANATÍ. Hechos comprobados sin dudas ni vacilaciones algunas por Varnhagen[81], Leyva[82] y Montojo[83].
He aquí la Carta interesantísima del físico de la Armada, Diego Alvarez Chanca, dirigida desde la Isabela, al Cabildo de Sevilla:
“Muy magnífico Señor[84]: Porque las cosas que yo particularmente escribo á otros, en otras cartas, no son igualmente comunicables como las que en esta escritura[85] van, acorde de escribir distintamente las nuevas de acá y las otras que á mí conviene suplicar á vuestra Señoría[86], 40é las nuevas son las siguientes: Que la flota que los Reyes Católicos, nuestros Señores[87], enviaron de España para las Indias é gobernación de su Almirante del mar Océano Cristóbal Colón por la divina permisión, parte de Cádiz á veinte y cinco de Setiembre del año de[88] años, con tiempo é viento convenible á nuestro camino, é duró este tiempo dos dias, en los cuales pudimos andar al pié de cincuenta leguas; y luego nos cambió el tiempo otros dos, en los cuales anduvimos muy poco ó no nada; plogó á Dios que pasados los dias nos tornó buen tiempo, en manera que en otros dos llegamos á la Gran Canaria donde tomamos puerto, lo cual nos fué necesario por reparar un navío que hacía mucha agua, y estuvimos ende todo aquel día, é luego otro día partimos é fízonos algunas calmerías, de manera que estuvimos en llegar al Gomera cuatro ó cinco días, y en la Gomera fué necesario estar algún día por facer provisiones de carne, leña é agua la que más pudiesen, por la larga jornada que se esperaba hacer sin ver más tierra: ansí que en la estada de estos puertos y en un día después de partidos de la Gomera, que nos fizo calma, que tardamos en llegar fasta la isla de Fierro, estovimos díez y nueve ó veinte dias: desde aquí, por la bondad de Dios, nos tornó buen tiempo, el mejor que nunca flota llevó tan largo camino, tal que partidos del Fierro á trece de Octubre dentro de 41veinte dias hobimos vista de tierra; y viéramosla á catorce ó quince si la nao Capitana fuera tan buena velera como los otros navíos, porque algunas veces los otros navíos sacaban velas porque nos dejaban[89] mucho atrás. En todo este tiempo hobimos mucha bonanza, que en él, ni en todo el camino, no hobimos fortuna, salvo la víspera de San Simón que nos vino una, que por cuatro horas nos puso en harto estrecho. El primero Domingo después de Todos Santos, que fué á tres dias de Noviembre, cerca del alba, dijo un piloto de la nao Capitana: albricias, que tenemos tierra. Fué el alegría tan grande en la gente que era maravilla oir las gritas y placeres que todos hacían, y con mucha razón, que la gente venían ya tan fatigados de mala vida y de pasar agua, que con muchos deseos sospiraban todos por tierra. Contaron aquel día los pilotos de la armada, desde la isla de Fierro hasta la primera tierra que vimos, unas ochocientas leguas; otros setecientas é ochenta, de manera que la diferencia no era mucha, é mas trescientas que ponen de la isla de Fierro fasta Cáliz, que eran por todas mil é ciento; ansí que no siento quien no fuese satisfecho de ver agua. Vimos el Domingo de mañana sobredicho[90], por proa de los navíos una isla, y luego á man derecha pareció otra: la primera era la tierra alta de sierras[91] por aquella parte que vimos, la otra[92] era tierra llana, 42también muy llena de árboles muy espesos, y luego que fué más de día comenzó á parescer, á una parte é á otra, islas; de manera que aquel eran seis islas á diversas partes, y las más harto grandes. Fuimos enderezados para ver aquella que primero habiamos visto, é llegamos por la costa andando más de una legua buscando puerto para sorgir, el cual todo aquel espacio nunca se pudo hallar. Era en todo aquello que parescía desta isla todo montaña muy hermosa y muy verde, fasta el agua que era alegría en mirarla, porque en aquel tiempo no hay en nuestra tierra apenas cosa verde. Despues que allí no hallamos puerto acordó el Almirante que nos volviésemos á la otra isla que parescía á la mano derecha[93], questaba desta otra cuatro ó cinco leguas. Quedó por entonces un navío en esta isla buscando puerto todo aquel día para cuando fuese necesario venir á ella, en la cual halló buen puerto é vido casas é gentes, é luego se tomó aquella noche para donde estaba la flota que había tomado puerto en la otra isla[94], donde descendió el Almirante é mucha gente con él con la bandera Real en las manos, adonde tomó posesión por sus Altezas en forma de derecho. En esta isla había tanta espesura de 43arboledas, que era maravilla, é tanta diferencia de árboles no conocidos á nadie, que era para espantar, dellos con fruto, dellos con flor, ansí que todo era verde. Allí hallamos un árbol, cuya hoja tenía el mas fino olor de clavos que nunca ví[95], y era como laurel, salvo que no era ansí grande; yo ansí pienso que era laurel su especia. Allí había frutas salvaginas de diferentes maderas, de las cuales algunos no muy sabios probaban, y del gusto solamente tocándoles con las lenguas se les hinchaban las caras, y les venían tan grande ardor y dolor que parescían que rabiaban[96], los cuales se remediaban con cosas frías. En esta isla no hallamos gente nin señal della, creimos que era despoblada, en la cual estovimos bien dos horas, porque cuando allí llegamos era sobre tarde, é luego otro día de mañana[97] partimos para otra isla[98] que parescía en bajo de esta que era muy grande, fasta la cual desta que habría siete ú ocho leguas, llegamos á ella hacia la parte de una gran montaña que parescía que quería llegar al cielo[99], en medio de la cual montaña 44estaba un pico mas alto que toda la otra montaña, del cual se vertían á diversas partes muchas aguas, en especial hacia la parte donde íbamos: de tres leguas paresció un golpe de agua tan gordo como un buey, que se despeñaba de tan alto como si cayera del cielo: parescía de tan lejos, que hobo en los navíos muchas apuestas, que unos decían que eran peñas blancas y otros que era agua. Desque llegamos mas á cerca vídose lo cierto, y era la más hermosa cosa del mundo de ver de cuán alto se despeñaba é de tan poco logar nacía tan gran golpe de agua. Luego que llegamos cerca mandó el Almirante á una carabela ligera que fuese costeando á buscar puerto, la cual se adelantó y llegando á la tierra vido unas casas, é con la barca saltó el Capitán en tierra é llegó á las casas, en las cuales halló su gente, y luego que los vieron fueron huyendo, é entró en ellas, donde halló las cosas que ellos tienen, que no habían llevado nada, donde tomó dos papagayos muy grandes y muy diferenciados de cuantos se habían visto. Halló mucho algodón hilado y por hilar, é cosas de sus mantenimiento, é de todo trajo un poco, en especial trajo cuatro ó cinco huesos de brazos é piernas de hombres[100]. Luego que aquello vimos sospechamos que aquellas islas eran las de Caribe, que son habitadas de gente que comen carne humana, porque el Almirante por las señas que le habían dado del sitio destas islas, el otro camino, los indios de las islas que antes habían descubierto, había enderezado el 45camino por descubrirlas[101] porque estaban más cerca de España, y también porque por allí se hacía el camino derecho para venir á la Isla Española, donde antes había dejado la gente, á 46los cuales, por la bondad de Dios y por el buen saber del Almirante, venimos tan derechos como si por camino sabido é seguido viniéramos. Esta Isla es muy grande, y por el lado nos paresció que había de luengo de costa veinte y cinco leguas; fuimos costeando por ella buscando puerto más de dos leguas; por la parte donde íbamos eran montañas muy altas, á la parte que dejamos parescían grandes llanos, á la orilla de la mar había algunos poblados pequeños, é luego que veían las velas huían todos. Andadas dos leguas hallamos puerto y bien tarde. Esa noche acordó el Almirante que á la madrugada saliesen algunos para tomar lengua é saber qué gente era, no embargante la sospecha é los que ya habían visto ir huyendo, que era gente desnuda como la otra que ya el Almirante había visto el otro viaje. Salieron esa madrugada ciertos Capitanes; los unos vinieron á hora de comer é trajeron un mozo de fasta catorce años, á lo que después se sopo, é él dijo que era de los que esta gente tenían cativos. Los otros se dividieron, los unos tomaron un mochacho pequeño, al cual llevaba un hombre por la mano, é por huir lo desamparó. Este enviaron luego con algunos dellos, otros quedaron, é destos unos tomaron ciertas mujeres naturales de la isla, é otras que vinieron de grado, que eran de las cativas. Desta compañía se apartó un Capitán no sabiendo que se había habido lengua con seis hombres, el cual se perdió con los que con él iban, que jamás sopieron tornar, fasta que á cabo de cuatro días toparon con la costa de la mar, é siguiendo por ella tornaron á topar con la flota[102]. Ya los teníamos por perdidos 47é comidos de aquellas gentes que se dicen los Caribes, porque no bastaba razón para creer que eran perdidos de otra manera, porque iban entre ellos pilotos, marineros que por la estrella saben ir é venir hasta España, creíamos que en tan pequeño espacio no se podían perder. Este día primero que allí decendimos andaban por la playa junto con el agua muchos hombres é mujeres mirando la flota, é maravillándose de cosa tan nueva, é llegándose alguna barca á tierra á hablar con ellos, diciéndolos tayno tayno, que quiere decir bueno, esperaban en tanto que no salían del agua, junto con él moran, de manera que cuando ellos querían se podían salvar: en conclusión, que de los hombres ningunos se pudo tomar por fuerza ni por grado, salvo dos que se aseguraron é después los trajeron por fuerza allí. Se tomaron más de veinte mujeres de las cativas, y de su grado se venían otras naturales de la isla, que fueron salteadas é tomadas por fuerza. Ciertos mochachos captivos se vinieron á nosotros huyendo de los naturales de la isla, que los tenían captivos. En este puerto estovimos ocho dias[103] á causa de la pérdida 48del sobredicho Capitán, donde muchas veces salimos á tierra andando por sus moradas é pueblos, que estaban á la costa, donde hallamos infinitos huesos de hombres, é los cascos de las cabezas colgados por las casas á manera de vasijas para tener cosas. Aquí no parescieron muchos hombres; la causa era, según nos dijeron las mujeres, que eran idas diez canoas con gentes á saltear á otras islas. Esta gente nos paresció más pulítica que la que habita en estas otras islas que habemos visto, aunque todos tienen las moradas de paja; pero estos las tienen de mucho mejor hechura, é más proveidas de mantenimientos, é paresce en ellas más industria ansí veril como femenil. Tenían mucho algodón hilado y por hilar, y muchas mantas de algodón tan bien tejidas que no deben nada á las de nuestra patria. Preguntamos á las mujeres, que eran cativas en esta isla, que qué gente era ésta: respondieron que eran Caribes. Después que entendieron que nosotros aborrecíamos tal gente por su mal uso de comer carne de hombres, holgaban mucho, y si de nuevo traían alguna mujer ó hombre de los Caribes, secretamente decían que eran Caribes, que allí donde estaban todos en nuestro poder mostraban temor dellos como gente sojuzgada, y de allí conocimos cuáles eran Caribes de las mujeres é cuales nó, porque las Caribes traían en las piernas en cada una dos argollas tejidas de algodón, la una junto con la rodilla, la otra 49junto con los tobillos: de manera que les hacen las pantorrillas grandes, é de los sobredichos logares muy ceñidas, que ésto me parecen que tienen ellos por cosa gentil, ansí que por esta diferencia conocemos los unos de los otros[104]. La costumbre desta gente de Caribes es bestial: son tres islas, esta se llama TURUQUEIRA[105], la otra que primero vimos se llama CEYRE, la tercera se llama AY-AY[106]; estos todos son conformidad como si fuesen de un linaje[107], los cuales no se hacen mal: unos é otros hacen guerra á todas las otras islas comarcanas, los cuales van por mar ciento é cincuenta leguas á saltar con muchas canoas que tienen, que son unas fustas pequeñas de un solo madero. Sus 50armas son flechas en lugar de hierros: porque no poseen ningún hierro, ponen unas puntas fechas de huesos de tortugas los unos, otros de otra isla ponen unas espinas de un pez fechas dentadas, que ansí lo son naturalmente, á manera de sierras bien recias, que para gente desarmada, como son todos, es cosa que les puede matar é hacer harto daño; pero para gente de nuestra nación no son armas para mucho temer. Esta gente saltea en las otras islas, que traen las mujeres que pueden haber, en especial mozas y hermosas, las cuales tienen para su servicio, é para tener por mancebas, é traen tantas que en cincuenta casa ellos no parescieron, y de las cativas se vinieron más de veinte mozas. Dicen también estas mujeres que estos usan de una crueldad que paresce cosa increible; que los hijos que en ellas han se los comen, que solamente crían los que han en sus mujeres naturales. Los hombres que pueden haber, los que son vivos llévanselos á sus casas para hacer carnicería dellos, y los que han muertos luego se los comen. Dicen que la carne del hombre es tan buena que no hay tal cosa en el mundo; y bien paresce porque los huesos que en estas casas hallamos todo lo que se puede roer todo lo tenían roido, que no había en ellos sino lo que por su mucha dureza no se podía comer. Allí se halló en una casa cociendo en una olla un pescuezo de un hombre. Los mochachos que cativan córtanlos el miembro, é sírvense dellos fasta que son hombres, y después cuando quieren facer fiesta mátanlos é cómenselos, porque dicen que la carne de los mochachos é de las mojeres no es buena para comer. Destos mochachos se vinieron para nosotros huyendo tres, todos tres cortados sus miembros. É cabo de cuatro días vino el Capitán que se había perdido, de cuya venida estábamos 51ya bien desesperados, porque ya los habían ido á buscar otras cuadrillas por dos veces, é aquel día vino la una cuadrilla sin saber dellos ciertamente. Holgamos con su venida como si nuevamente se hubieran hallado[108]: trajo este Capitán con los que fueron con él diez cabezas entre mochachos y mojeres. Estos ni los otros que los fueron á buscar, nunca hallaron hombres porque se habían huido, ó por ventura que en aquella comarca había pocos hombres, porque según se supo de las mojeres eran idas diez canoas con gentes á saltear á otras islas. Vino él é los que fueron con él tan destrozados del monte, que era lástima de los ver: decían, preguntándoles cómo se habían perdido, dijeron que era la espesura de los árboles tanta que el cielo no podían ver é que algunos dellos, que eran marineros, habían subido por los árboles para mirar el estrella, é que nunca la podieron ver, é que si no toparan con el mar fuera imposible tornar á la flota. Partimos desta isla ocho días después que allí llegamos[109]. Luego otro 52día, á medio día, vimos otra isla[110], no muy grande, que estaría desta otras doce leguas; porque el primero día que partimos lo más del día nos fizo calma, fuimos junto con la costa desta isla, é dijeron las indias que llevábamos que no era habitada, que los Caribes la habían despoblado, é por esto no paramos en ella. Luego esa tarde vimos otra[111]: á esa noche, cerca desta isla, fallamos unos bajos, por cuyo temor sorgimos[112], que no osamos andar fasta que fuese de día. Luego á la mañana paresció otra isla[113] harto grande: á ninguna destas nos llegamos por consolar los que habían en la Española, é no plogó á Dios, según que abajo parescerá[114]. Otro día á hora de comer llegamos á 53una isla[115] é pareciónos mucho bien, porque parescía muy poblada, según las muchas labranzas 54que en ella había. Fuimos allá é tomamos puerto en la costa: luego mandó el Almirante ir á tierra una barca guarnecida de gente para si pudiese tomar lengua para saber qué gente era, é también porque habíamos menester informarnos del camino, caso quel Almirante, aunque nunca había fecho aquel camino, iba muy bien encaminado, según en cabo paresció. Pero porque las cosas dubdosas se deben siempre buscar con la mayor certinidad que haberse pueda, quiso haber allí lengua, de la cual gente que iba en la barca ciertas personas saltaron en tierra, é llegaron en tierra á un poblado de donde la gente ya se había escondido. Tomaron allí cinco ó seis mujeres y ciertos mochachos, de las cuales las más eran también de las cativas como en la otra isla[116] porque también estos eran de los Caribes, según ya sabíamos por la relación de las mujeres que traíamos. Ya que esta barca se quería tornar á los navíos con su presa que había fecho por parte debajo; por la costa venía una canoa en que venían cuatro hombres é dos mujeres é un mochacho; é desque vieron la flota maravillados se embebecieron tanto que por una grande hora estovieron que no se movieron de un logar casi dos tiros de lombarda de los navíos. En esto fueron vistos de los que estaban en la barca é aun de toda la flota. Luego los de la barca fueron para ellos tan junto con la tierra, que con el embebecimiento que tenían, maravillándose é pensando qué cosa sería, nunca los vieron hasta que estovieron muy cerca dellos, que no les pudieron mucho huir aunque harto trabajaron por ello; pero los nuestros aguijaron con tanta priesa que no se les pudieron ir. Los 55Caribes desque vieron que el hoir no les aprovechaba, con mucha osadía, pusieron mano á los arcos, también las mujeres como los hombres; é digo con mucha osadía porque ellos no eran más de cuatro hombres y dos mujeres, é los nuestros más de veinte é cinco, de los cuales firieron dos, al uno dieron dos flechazos en los pechos é al otro una por el costado, é si no fuera porque llevaban adargas é tablachutas, é porque los invistieron presto con la barca é les trastornaron su canoa, asaetearan con sus flechas los más dellos. E después de trastornada su canoa quedaron en el agua nadando, é á las veces haciendo pié, que allí había unos bajos, é tovieron harto que hacer en tomarlos, que todavía cuanto podían tiraban, é con todo eso el uno no lo pudieron tomar sino mal herido de una lanzada que murió, el cual trajeron ansí herido fasta los navíos. La diferencia destos á los otros indios en el hábito, es que los de Caribe tienen el cabello muy largo, los otros son tresquilados é fechas cien mil diferencias en las cabezas de cruces é de otras pinturas en diversas maneras, cada uno como se le antoja, lo cual se hacen con cañas agudas. Todos ansí los de Caribe como los otros es gente sin barbas, que por maravilla hallarás hombre que las tenga. Estos Caribes que allí tomaron venían tiznados los ojos é las cejas, lo cual me paresce que hacen por gala, é con aquello parescían más espantables; el uno destos dice que en una isla dellos llamada CAYRE[117], que es la primera que vimos, á la cual no llegamos, hay mucho oro; que vayan allá con clavos é contezuelas para hacer sus canoas, é que traerán cuanto oro quisieren[118]. 56Luego aquel día[119] partimos desta isla, que no estaríamos allí más de seis ó siete horas, fuimos para otra tierra[120] que paresció á ojo que estaba en el camino que habíamos de facer: llegamos noche cerca de ella. Otro día[121] de mañana fuimos por la costa della: era muy gran tierra, aunque no era muy continua, que 57eran más de cuarenta y tantos islones[122], tierra muy alta, é la más della pelada, la cual no era ninguna ni es de las que antes ni después habemos visto. Parescía tierra dispuesta para haber en ella metales: á ésta no llegamos para saltar en tierra, salvo una carabela latina llegó á un islon de éstos, en el cual hallaron ciertas casas de pescadores. Las indias que traíamos dijeron que no eran pobladas. Andovimos por esta costa lo más de este día, hasta otro día[123] en la tarde que llegamos á vista de otra isla llamada BURENQUEN[124], cuya costa corrimos todo un día[125]: juzgábase que ternía por aquella banda 58treinta leguas. Esta isla es muy hermosa y muy fértil á parecer: á ésta vienen los de Caribe á conquistar, de la cual llevan mucha gente; éstos no tienen fustas ningunas nin saben andar por mar[126]; pero, según dicen estos Caribes que tomamos, usan arcos como ellos, é si por caso cuando los vienen á saltear los pueden prender también se los comen como los de Caribe á ellos[127]. En un puerto[128] desta isla estovimos 59dos días, donde saltó mucha gente en tierra; pero jamás podimos haber lengua, que todos se fuyeron como gente temorizada de los Caribes. Todas estas islas fueron descubiertas deste camino, que fasta aquí ninguna dellas había visto el Almirante el otro viaje, todas son muy hermosas é de muy buena tierra; pero ésta paresció mejor á todos: aquí casi se acabaron las islas que facia la parte de España había dejado de ver el Almirante, aunque tenemos por cosa cierta que hay tierra más de cuarenta leguas antes de estas primeras hasta España, porque dos días que viésemos tierra vimos unas aves que llaman rabihorcados, que son aves de rapiña marinas é no sientan ni duermen sobre el agua, sobre tarde rodeando sobir en alto, é después tiran su vía á buscar tierra para dormir, las cuales no podrían ir á caer según era tarde de doce á quince leguas arriba, y esto era á la man derecha donde veníamos hasta la parte de España; de donde todos juzgaron allí quedar tierra, lo cual no se buscó porque se nos hacía rodeo para la vía que traíamos. Espero que á pocos viajes se hallará. Desta isla sobredicha[129] partimos una madrugada, é aquel día, antes que fuese noche, hobimos vista de tierra, la cual tampoco era conocida de ninguno de los que habían venido el otro viaje; pero por las nuevas 60de las indías que traíamos sospechamos que era LA ESPAÑOLA, en la cual agora estamos[130], Entre esta isla y la otra de BURIQUÉN parescía lejos otra[131], aunque no era grande. Desque llegamos á esta Española, por el comienzo de ella era tierra baja y muy llana[132], del conocimiento de la cual aun estaban todos dubdosos si fuese la que es, porque aquella parte nin el Almirante ni los otros que con él vinieron habían visto, é aquesta isla como es grande es nombrada por provincias, é á esta parte que primero llegamos llaman HAYTÍ[133], y luego á 61la otra provincia junta con esta llaman XAMANÁ, é á la otra BOHÍO, en la cual agora estamos; ansí hay en ellas muchas provincias porque es gran cosa, porque según confirman los que la han visto por la costa de largo, dicen que habrá doscientas leguas[134]: á mí me paresce que á lo menos habrá ciento é cincuenta, del ancho de ellas hasta agora no se sabe. Allá es ido cuarenta días ha á rodearla una carabela, la cual no es venida hasta hoy. Es tierra muy singular, donde hay infinitos ríos grandes é sierras grandes é valles grandes rasos, grandes montañas; sospecho que nunca se secan las yerbas en todo el año. Non creo que hay invierno ninguno en ésta nin en las otras, porque por Navidad se fallan muchos nidos de aves, dellas con pájaros, é dellas con huevos. En ella ni en las otras nunca se ha visto animal de cuatro piés, salvo algunos perros de todas colores como 62en nuestra patria, la hechura como unos gosques grandes[135]; de animales salvajes no hay. Otrosí, hay un animal de color de conejo é de su pelo, el grandor de un conejo nuevo, el rabo largo, los piés é manos como de ratón, suben por los árboles, muchos los han comido, dicen que es muy bueno de comer[136]; hay culebras muchas no grandes; lagartos aunque no muchos, porque los indios hacen tanta fiesta dellos como haríamos allá con faisanes; son del tamaño de los de allá, salvo que en la hechura son diferentes, aunque en una isleta pequeña[137], que está junto con un puerto que llaman MONTE CRISTO, donde estovimos muchos días, vieron muchos días un lagarto muy grande que decían que sería de gordura de un becerro, é atan complido como una lanza, é muchas veces salieron por lo matar, é con la mucha espesura se les metía en la mar, de manera que no se pudo haber dél derecho[138].
63Hay en esta isla y en las otras infinitas aves de las de nuestra patria, é otras muchas que allá nunca se vieron: de las aves domésticas nunca se ha visto acá ninguna, salvo en la ZURUQUIA[139] había en las casas unas ánades, las más dellas blancas como la nieve é algunas dellas negras, muy lindas con crestas rasas, mayores que las de allá, menores que ánsares[140]. Por la costa desta isla corrimos al pié de cien leguas porque hasta donde el Almirante había dejado la gente, habría en este compás, que será en comedio ó en medio de la isla. Andando por la provincia della llamada XAMANÁ en derecho echamos en tierra uno de los indios quel otro viaje habían llevado vestido, é con algunas cosillas quel Almirante le había mandado dar. Aquel día se nos murió un marinero vizcaíno que había seido herido de los Caribes, que ya dije que se tomaron, por su mala guarda, é porque íbamos por costa de tierra, dióse lugar que saliése una barca á enterrarlo, é fueron en resguarda de la barca dos carabelas cerca con tierra. Salieron á la barca en llegando en tierra muchos indios, de los cuales algunos 64traían oro al cuello, é á las orejas; querían venir con los cristianos á los navíos, é no los quisieron traer, porque no llevaban licencia del Almirante; los cuales desque vieron que no los querían traer se metieron dos dellos en una canoa pequeña, é se vinieron á una carabela de las que se habían acercado á tierra, en la cual los rescibieron con su amor, é trajéronlos á la nao del Almirante, é dijeron, mediante un intérprete que un Rey fulano[141] los enviaba á saber qué gente éramos, é á rogar que quisiésemos llegar á tierra porque tenían mucho oro é le darían de ello, é de lo que tenían de comer: el Almirante les mandó dar sendas camisas é bonetes é otras cosillas, é les dijo que por que iba á donde estaba GUACAMARÍ[142] non se podría detener, que otro tiempo habría que le pudiese ver, é con esto se fueron. No cesamos de andar nuestro camino fasta llegar á un puerto llamado MONTE-CHRISTI, donde estovimos dos días para ver la disposición de la tierra, porque no había parecido bien al Almirante el logar donde había dejado la gente para hacer asiento. Descendimos en tierra para ver la disposición: había cerca de allí un gran río[143] de muy buena 65agua; pero es toda tierra anegada é muy indispuesta para habitar. Andando veyendo el río é tierra hallaron algunos de los nuestros en una parte dos hombres muertos junto con el río, el uno con un lazo al pescuezo y el otro con otro al pié, esto fué el primero día[144]. Otro día siguiente hallaron otros dos muertos más adelante de aquellos, el uno destos estaba en disposición que se le pudo conocer tener muchas barbas. Algunos de los nuestros sospecharon más mal que bién, é con razón, porque los indios son todos desbarbados, como dicho he. Este puerto está del lugar donde estaba la gente cristiana doce leguas[145]: pasados dos días alzamos velas para el lugar donde el Almirante había dejado la sobredicha gente, en compañía de un rey destos indios, que se llamaba GUACAMARÍ[146], que pienso ser de los principales desta isla. Este día 66llegamos en derecho de aquel lugar; pero era ya tarde[147], é porque allí había unos bajos donde el otro día[148] se había perdido la nao en que había ido el Almirante, no osamos tomar el puerto cerca de tierra, fasta que otro día de mañana se desfondase[149] é pudiesen entrar seguramente: quedamos aquella noche no una legua de tierra. Esa tarde[150], viniendo para allí de lejos, salió una canoa en que parescían cinco ó seis indios, los cuales venían á prisa para nosotros. El Almirante creyendo que nos seguraba hasta alzarnos, no quiso que los esperásemos, é porfiando llegaron hasta un tiro de lombarda de nosotros, é parábanse á mirar, é desde 67allí desque vieron que no los esperábamos dieron vuelta é tornaron su vía. Después que sorgimos en aquel lugar sobredicho[151] tarde, el Almirante mandó tirar dos bombardas á ver si respondían los cristianos que habían quedado con el dicho GUACAMARÍ[152], porque también tenían bombardas, los cuales nunca respondieron ni menos parescían huegos[153] ni señal de casas en aquel lugar, de lo cual se desconsoló mucho la gente é tomaron la sospecha que de tal caso se debía tomar. Estando ansí todos muy tristes, pasadas cuatro ó cinco horas de la noche, vino la misma canoa que esa tarde habíamos visto, é venía dando voces, preguntando por el Almirante un capitán de una carabela donde primero llegaron: trajéronlos á la nao del 68Almirante, los cuales nunca quisieron entrar hasta quel Almirante los hablase; demandaron lumbre para lo conocer, é después que lo conocieron entraron. Era uno dellos primo del Guacamarí[154], el cual los había enviado otra vez. Después que se habían tornado aquella tarde traían carátulas de oro que Guacamarí[154] enviaba en presente; la una para el Almirante é la otra para un capitán quel otro viaje había ido con él. Estovieron en la nao hablando con el Almirante en presencia de todos por tres horas mostrando mucho placer, preguntándoles por los cristianos que tales estaban: aquel pariente dijo que estaban todos buenos, aunque entre ellos había algunos muertos de dolencia é otros de diferencia que había contecido entre ellos é que Guacamarí[154] estaba en otro lugar ferido en una pierna é por eso no había venido, pero que otro día vernía; porque otros dos reyes, llamado el uno CAONABÓ[155] y el otro MAYRENÍ, 69habían venido á pelear con él é que le habían quemado el logar; é luego esa noche se tornaron diciendo que otro día venían con el dicho Guacamarí, é con esto nos dejaron por esa noche consolados. Otro día en la mañana[156] estovimos esperando que viniese el dicho Guacamarí, é entre tanto saltaron en tierra algunos por mandato del Almirante, é fueron al logar donde solían estar, é halláronle quemado un cortijo algo fuerte con una palizada; donde los cristianos habitaban, é tenían lo suyo quemado é derribado, é ciertas bernias[157] é ropas que los indios habían traído á echar en la casa. Los dichos indios que por allí parescían andaban muy cahareños, que no se osaban allegar á nosotros, antes huían; lo cual no nos pareció bien porque el Almirante nos había dicho que en llegando á aquel lugar salían tantas canoas dellos á bordo de los navíos á vernos que no nos podríamos defender dellos, é que en el otro viaje ansí lo facían; é como agora víamos que estaban 70sospechosos de nosotros no nos parescía bien; con todo halagándolos aquel día é arrojándolos algunas cosas, ansí como cascabeles é cuentas, hobo de asegurarse un su pariente del dicho Guacamarí é otros tres, los cuales entraron en la barca é trajéronlos á la nao. Después que le preguntaron por los cristianos dijeron que todos eran muertos, aunque ya nos lo había dicho un indio que llevábamos de Castilla que lo habían hablado los dos indios que antes habían venido á la nao, que se habían quedado á bordo de la nao con su canoa, pero no le habíamos creido. Fué preguntado á este pariente de Guacamarí quién los había muerto: dijo quél Rey de CAONABÓ y el Rey MAYRENÍ, é que le quemaron las casas del lugar é que estaban dellos muchos heridos, é también el dicho Guacamarí estaba pasado un muslo, y él que estaba en otro lugar y quél quería ir luego allá á lo llamar, al cual dieron algunas cosas, é luego se partió para donde estaba Guacamarí. Todo aquel día los estovimos esperando, é desque vimos que no venían, muchos tenían sospecha que se habían ahogado los indios que ante noche habían venido, porque los habían dado á beber dos ó tres veces de vino, é venían en una canoa pequeña que se les podría trastornar. Otro día de mañana salió á tierra el Almirante[158] é algunos de nosotros, é fuimos donde solía estar la villa, la cual nos vimos toda quemada é los vestidos de los cristianos se hallaban por aquella yerba. Por aquella hora no vimos ningún muerto. Había entre nosotros muchas razones diferentes, unos sospechando el mismo Guacamarí fuese en la traición ó muerte de los cristianos, otros les parescía que no, pues estaba quemada 71su villa, ansí que la cosa era mucho para dudar. El Almirante mandó catar todo el día donde los cristianos estaban fortalecidos porquél los había mandado que desque toviesen alguna cantidad de oro que lo enterrasen. Entretanto que ésto se hacía quiso llegar á ver á cerca de una legua do nos parescía que podría haber asiento para edificar una villa porque ya era tiempo, adonde fuimos ciertos con él mirando la tierra por la costa, fasta que llegamos á un poblado donde había siete ú ocho casas, las cuales habían desamparado los indios luego que nos vieron ir, é llevaron lo que pudieron é lo otro dejaron escondido entre yerbas junto con las casas, que es gente tan bestial que no tienen discreción para buscar logar donde habitar, que los que viven á la marina es maravilla cuán bestialmente edifican, que las casas enderedor tienen tan cubiertas de yerba ó de humedad, que estoy espantado como viven. En aquellas casas hallamos muchas cosas de los cristianos, las cuales no se creían que ellos hobiesen rescatado, ansí como una almalafa[159] muy gentil, la cual no se había descogido de como la llevaron de Castilla, é calzas é pedazos de paños, é una ancla de la nao quel Almirante había allí perdido el otro viaje, é otras cosas, de las cuales más se esforzó nuestra opinión; y de acá hallamos, buscando las cosas que tenían guardadas en una esportilla mucho cosida é mucho á recabdo una cabeza de hombre mucho guardada. Allí juzgamos por entonces que sería la cabeza de padre ó madre, ó de persona que mucho querían. Después he oido que hayan hallado muchas desta manera, por donde creo ser verdad lo que allí juzgamos; desde allí nos tornamos. 72Aquel día venimos por donde estaba la villa, y cuando llegamos hallamos muchos indios que se habían asegurado y estaban rescatando oro: tenían rescatado fasta un marco: hallamos que habían mostrado donde estaban muertos once cristianos, cubiertos ya de la yerba que había crecido sobre ellos, é todos hablaban por una boca que Caonabó é Mayrení los habían muerto; pero con todo eso asomaban queja que los cristianos uno tenía tres mujeres, otro cuatro, donde creemos quel mal que les vino fué de zelos. Otro dia de mañana,[160] porque en todo aquello no había logar dispuesto para nosotros poder hacer asiento, acordó el Almirante fuese una carabela á una parte para mirar lugar conveniente, é algunos que fuimos con él fuimos á otra parte, á do hallamos un puerto muy seguro é muy gentil disposición de tierra para habitar, pero porque estaba lejos de donde nos deseábamos que estaba la mina de oro, no acordó el Almirante de poblar sino en otra parte que fuese más cierta si se hallase conveniente disposición. Cuando venimos deste lugar hallamos venida la otra carabela que había ido á la otra parte á buscar el dicho logar, en la cual había ido Melchor é otros cuatro ó cinco hombres de pro. E yendo costeando por tierra salió á ellos una canoa en que vimos dos indios, el uno era hermano de Guacamarí, el cual fué conocido por un piloto que iba en la dicha carabela, é preguntó quién iba allí, al cual dijeron los hombres prencipales, dijeron que Guacamarí les rogaba que se llegasen á tierra, donde él tenía su asiento con fasta cincuenta casas. Los dichos prencipales saltaron en tierra con la barca é fueron donde él estaba, el cual fallaron en su cama 73echado faciendo del doliente ferido. Fablaron con él preguntándole por los cristianos: respondió concertando con la mesma razón de los otros, que era que Caonabó y Mayrení los habían muerto, é que á él habían ferido en un muslo, el cual mostró ligado; los que entonces lo vieron ansí les paresció que era verdad como él lo dijo: al tiempo del despedirse dió á cada uno dellos una joya de oro, á cada uno como le paresció que lo merescía. Este oro facían en fojas muy delgadas, porque lo quieren para facer carátulas é para poderse asentar en betún que ellos facen, si ansí no fuese no se asentaría. Otro facen para traer en la cabeza é para colgar en las orejas é narices, ansí que todavía es menester que sea delgado, pues que ellos nada de esto hacen por riqueza salvo por buen parescer. Dijo el dicho Guacamarí por señas é como mejor pudo, que porque él estaba ansí herido que dijesen al Almirante que quisiese venir á verlo. Luego quel Almirante llegó los sobredichos le contaron este caso. Otro día de mañada[161] acordó de partir para allá, al cual lugar llegaríamos dentro de tres horas, porque apenas habría dende donde estábamos allá tres leguas[162]; ansí que cuando allí llegamos era hora de comer: comimos antes de salir en tierra. Luego que hobimos comido mandó el Almirante que todos los capitanes viniesen con sus barcas para ir en tierra, porque ya esa mañana antes que partiésemos de donde estábamos había venido el sobredicho su hermano á hablar con el Almirante, é á darle priesa que fuese al lugar donde 74estaba el dicho Guacamarí. Allí fué el Almirante á tierra é toda la gente de pro con él, tan ataviados que en una cibdad prencipal parescieran bien; llevó algunas cosas para le presentar porque ya había rescibido dél alguna cantidad de oro, é era razón le respondiese con la obra é voluntad quél había mostrado. El dicho Guacamarí ansí mismo tenía aparejado para hacerle presente. Cuando llegamos hallámosle echado en su cama, como ellos lo usan, colgado en el aire, fecha una cama de algodón como de red; no se levantó, salvo dende la cama hizo el semblante de cortesía como él mejor sopo, mostró mucho sentimiento con lágrimas en los ojos por la muerte de los cristianos, é comenzó á hablar en ello mostrando como mejor podía, como unos murieron de dolencia, é como otros se habían ido á Caonabó á buscar la mina del oro é que allí los habían muerto, é los otros que se los habían venido á matar allí en su villa. A lo que parescían los cuerpos de los muertos no había dos meses que había acaecido. Esa hora él presentó al Almirante ocho marcos y medio de oro, é cinco ó seiscientos labrados de pedrería de diversos colores, é un bonete de la misma pedrería, lo cual me paresce deben tener ellos en mucho. En el bonete estaba un joyel, lo cual le dió en mucha veneración. Paréceme que tienen en más el cobre quel oro. Estábamos presentes yo y un zurugiano[163] de armada; entonces dijo el Almirante al dicho Guacamarí que nosotros éramos sabios de las enfermedades de los hombres, que nos quisiese mostrar la herida, él respondió que le placía, para lo cual yo dije que sería necesario, si pudiese, que saliese fuera de casa, porque con la mucha gente estaba 75escura é no se podía ver bien; lo cual él fizo luego, creo más de empacho que de gana: arrimándose á él salió fuera. Después de asentado, llegó el zurugiano á él é comenzó de desligarle; entonces dijo al Almirante que era ferida fecha con CIBA[164], que quiere decir con piedra. Después que fué desatada llegamos á tentarle. Es cierto que no tenía más mal en aquella que en la otra, aunque él hacía del raposo[165] que le dolía 76mucho. Ciertamente no se podía bien determinar porque las razones eran iguales, que ciertamente muchas cosas había que mostraban haber venido á él gente contraria. Ansí mesmo el Almirante no sabía qué se hacer: parescióle é á otros muchos, que por entonces fasta bien saber la verdad que se debía disimular, porque después de sabida, cada que quisiesen, se podía dél rescibir enmienda. E aquella tarde se vino con el Almirante á las naos, é mostrándole caballos é cuanto ahí había, de lo cual quedó muy maravillado como de cosa extraña á él; tomó colación en la nao é esa tarde luego se tornó á su casa: el Almirante dijo que quería ir á habitar allí con él é quería facer casas, y él respondió que le placía, pero que el logar era mal sano porque era muy húmedo, é tal era por cierto. Esto todo pasaba estando por intérpretes dos indios de los que el otro viaje habían ido á Castilla, los cuales habían quedado vivos de siete que metimos en el puerto, que los cinco se murieron en el camino, los cuales escaparon á uña de caballo. Otro día[166] estuvimos surtos en aquel puerto; é quiso saber cuándo se partiría el Almirante: le mandó decir que otro día[167]. En aquel día vinieron á la nao el sobredicho hermano suyo é otros con él, é trajeron algún oro para rescatar. Ansí mesmo el día que allá salimos se rescató buena cantidad de oro. En la nao había diez mujeres de las que se habían tomado en las islas de Cariby; eran las más de ellas de Boriquén. Aquel hermano de Guacamarí habló con ellas: creemos que les dijo lo que esa noche pusieron por obra, 77y es que al primer sueño muy mansamente se echaron al agua é se fueron á tierra, de manera que cuando fueron falladas menos, iban tanto trecho que con las barcas no pudieron tomar más de las cuatro, las cuales tomaron al salir del agua; fueron nadando más de una gran media legua. Otro día de mañana[168] envió el Almirante á decir á Guacamarí que le enviase aquellas mujeres que la noche antes se habían huido, é que luego las mandase á buscar. Cuando fueron hallaron el lugar despoblado, que no estaba persona en él: ahí tomaron mucho fuerte á afirmar su sospecha, otros decían que se habría mudado á otra población quellos ansí lo suelen hacer. Aquel día estovimos allí quedos porque el tiempo era contrario para salir: otro día de mañana[169] acordó el Almirante, pues que el tiempo era contrario, que sería bien ir con las barcas á ver un puerto la costa arriba, fasta el cual habría dos leguas[170], para ver si habría dispusición de tierra para hacer habitación, donde fuemos con todas las barcas de los navíos, dejando los navíos en el puerto. Fuímos corriendo toda la costa, é también estos no se seguraban bien de nosotros; llegamos á un lugar de donde todos eran huídos. Andando por él fallamos junto con las casas, metido en el monte, un indio ferido de una vara, de una ferida que resollaba por las espaldas, que no había podido huir más lejos. Los 78desta isla pelean con unas varas agudas, las cuales tiran con unas tiranderas como las que tiran los mochachos las varillas en Castilla, con las cuales tiran muy lejos asaz certero. Es cierto que para gente desarmada que pueden hacer harto daño. Este nos dijo que Caonabó é los suyos le habían ferido, é habían quemado las casas á Guacamarí. Ansí quel poco entender que los entendemos á las razones equívocas nos han traido á todos tan afuscados que fasta agora no se ha podido saber la verdad de la muerte de nuestra gente, é no hallamos en aquel puerto dispusición saludable para hacer habitación. Acordó el Almirante nos tornásemos para la costa arriba por do habíamos venido de Castilla[171] porque la nueva del oro era fasta allá. Fuénos el tiempo contrario, que mayor pena nos fué tornar treinta leguas[172] atrás que venir desde Castilla, que con el tiempo contrario é la largueza del camino ya eran tres meses pasados cuando descendimos en tierra[173]. Plugó á nuestro 79Señor que por la contrariedad del tiempo que no nos dejó ir más adelante, hubimos de tomar tierra en el mejor sitio y dispusición que pudiéramos escoger, donde hay mucho buen puerto é gran pesquería[174], de la cual tenemos mucha necesidad por el carecimiento de las carnes. Hay en esta tierra muy singular pescado más sano quel de España. Verdad sea que la tierra no consiente que se guarde de un día para otro porque es caliente y húmeda, é por ende luego las cosas introfatibles ligeramente se corrompen. La tierra es muy gruesa para todas cosas: tiene junto un río prencipal é otro razonable, asaz cerca de muy singular agua: edifícase sobre la ribera del una cibdad Marta[175], junto quél lugar se deslinda con el agua, de manera que la metad de la cibdad queda cercado de agua con una barranca de peña tajada, tal que por allí no ha menester defensa ninguna; la otra metad está cercada de una arbolada espesa que apenas podrá 80un conejo andar por ella; es tan verde que en ningún tiempo del mundo fuego la podrá quemar: hase comenzado á traer un brazo del río, el cual dicen los maestros que trairán por medio del lugar, é asentarán en él moliendas é sierras de agua, é cuanto se pudiese hacer con agua. Han sembrado mucha hortaliza, la cual es cierto que crece más en ocho días que en España en veinte. Vienen aquí continuamente muchos indios é caciques con ellos, que son como capitanes dellos, é muchas indias: todas vienen cargadas de AGES[176], que son como nabos, muy excelente manjar, de los cuales facemos acá muchas maneras de manjares en cualquier manera; es tanto cordial manjar que nos tiene á todos muy consolados, porque de verdad la vida que se trajo por la mar ha seido la más estrecha que nunca hombres pasaron, é fué ansí necesario porque no sabíamos qué tiempo nos haría, ó cuanto permitiría Dios qué estuviésemos en el camino; ansí que fué cordura estrecharnos, porque cualquier tiempo que viniera pudiéramos conservar la vida. Rescatan el oro é mantenimientos é todo lo que traen por cabos de agujetas, 81por cuentas, por alfileres, por pedazos de escudillas é de plateles. A este AGE llaman los de Carabi NABI, é los indios HAGE. Toda esta gente, como dicho tengo, andan como nacieron, salvo las mujeres de esta isla traen cubiertas sus vergüenzas, dellas con ropa de algodón que les ciñen las caderas, otras con yerbas é fojas de árboles. Sus galas dellos é dellas, es pintarse, unos de negro, otros de blanco é colorado, de tantos visajes que en verlos es bien cosa de reir; las cabezas rapadas en logares, é en logares con vedijas de tantas maneras que no se podría escribir. En conclusión, que todo lo que allá en nuestra España quieren hacer en la cabeza de un loco, acá el mejor dellos vos lo terná en mucha merced. Aquí estamos en comarca de muchas minas de oro, que según lo que ellos dicen no hay cada una dellas de veinte ó veinte é cinco leguas: las unas dicen que son en Niti[177], en poder de Caonabó, aquel que mató á los cristianos; otras hay en otra parte que se llama Cibao[178], las cuales, si place á nuestro Señor, sabremos é veremos con los ojos antes que pasen muchos días, porque agora se ficiera sino porque hay tantas cosas de proveer que no bastamos para todo, porque la gente ha adolecido en cuatro ó cinco días el tercio della, creo la mayor causa de ello ha seido el trabajo é mala pasada del camino; allende de la diversidad de la tierra; pero espero en nuestro Señor que todos se levantarán con salud. Lo que paresce desta gente es que si lengua tuviésemos que todos se 82convertirían, porque cuanto nos ven facer tanto facen, en hincar las rodillas á los altares, é al Ave María, é á las otras devociones é santiguarse; todos dicen que quieren ser cristianos, puesto que verdaderamente son idólatras, porque en sus casas hay figuras de muchas; yo les he preguntado qué es aquello, dícenme que es cosa de TUREY[179], que quiere decir del cielo. Yo acometí á querer echárselos en el fuego é hacíaseles de mal que querían llorar; pero ansí piensan que cuanto nosotros traemos que es cosa del cielo, que á todo llaman TUREY, que quiere 83decir cielo. El día que yo salí á dormir en tierra fué el primero día del Señor: el poco tiempo que habemos gastado en tierra ha seido más en hacer donde nos metamos, é buscar las cosas necesarias, que en saber las cosas que hay en la tierra, pero aunque ha seido poco se han visto cosas bien de maravillar, que se han visto árboles que llevan lana[180] y harto fina, tal que los que saben del arte dicen que podrán hacer buenos paños dellas. Destos árboles hay tantos que se podrán cargar las carabelas de la lana, aunque es trabajosa de coger, porque los árboles son muy espinosos; pero bien se puede hallar ingenio para la coger. Hay infinito algodón de árboles perpetuos tan grandes como duraznos. Hay árboles que llevan cera en color y en sabor é en arder tan buena como la de abejas, tal que no hay diferencia mucha de la una á la otra[181]. Hay infinitos árboles de trementina[182] muy 84singular é muy fina. Hay mucha alquitíra[183]. también muy buena. Hay árboles que pienso que llevan nueces moscadas, salvo que agora están sin fruto, é digo que lo pienso porque el sabor y olor de la corteza es como de nueces moscadas[184]. Ví una raiz de gengibre que la traía un indio colgada al cuello. Hay también linaloe[185], aunque no es de la manera del que fasta agora se ha visto en nuestras partes; pero no es de dudar que sea una de las especias de linaloes que los dotores ponemos. También se ha hallado una manera de canela, verdad es que no es tan fina como la que allá se ha visto, no sabemos si por ventura lo hace el defecto de saberla coger en sus tiempos como se ha de coger, ó si por ventura la tierra no la lleva mejor[186]. También se ha hallado mirabolanos cetrinos, salvo que agora no están sino debajo del árbol, como la tierra es muy húmida están podridos tienen el sabor mucho amargo, yo creo sea del podrimiento; pero todo lo otro, salvo el sabor que está corrompido; es de mirabolanos 85verdaderos[187]. Hay también almástica[188] muy buena. Todas estas gentes destas islas que fasta agora se han visto, no poseen fierro ninguno. Tienen muchas ferramientas, ansí como hachas é azuelas hechas de piedra tan gentiles é tan labradas que es maravilla como sin fierro se pueden hacer. El mantenimiento suyo es pan hecho de raices[189] de una yerba que es entre árbol é yerba[190], é el age, de que 86ya tengo dicho que es muy buen mantenimiento: tienen por especia, por lo adobar, una especia que se llama AGÍ[191] con la cual comen también el pescado, como aves cuando las pueden haber, que hay infinitas de muchas maneras. Tienen otrosí unos granos como avellanas, muy buenos de comer[192]. Comen cuantas culebras é lagartos é arañas é cuantos gusanos se hallan por el suelo, ansí que me parece es mayor su bestialidad que la de ninguna bestia del 87mundo. Después de una vez haber determinado el Almirante de dejar el descobrir las minas fasta primero enviar los navíos que se habían de partir á Castilla[193], por la mucha enfermedad que había seido en la gente, acordó de enviar dos cuadrillas con dos capitanes, el uno á Cibao[194] y el otro[195] á Niti, donde está Caonabó, de que ya he dicho, los cuales fueron é vinieron el uno á veinte días de Enero, é el otro á veinte é uno: el que fué á Cibao halló oro en tantas partes que no lo osa hombre decir, que de verdad en más de cincuenta arroyos é ríos hallaban oro, é fuera de los ríos por tierra; de manera que en toda aquella provincia dice que doquiera que lo quieran buscar lo hallarán. Trajo muestra de muchas partes como en la arena de los ríos é en las hontizuelas[196], que están sobre tierra, créese que cavando, como sabemos hacer, se hallará en mayores pedazos, porque los indios no saben cavar ni tienen con 88qué puedan cavar de un palmo arriba[197]. El otro que fué á Niti trajo también nueva de mucho oro en tres ó cuatro partes; ansí mesmo trajo la muestra dello. Ansí que de cierto los Reyes, nuestros Señores, desde agora se pueden tener por los más prósperos é más ricos Príncipes del mundo, porque tal cosa hasta agora no se ha visto ni leido de ninguno en el mundo, porque verdaderamente á otro camino que los navíos vuelvan pueden llevar tanta cantidad de oro que se puedan maravillar cualesquiera que lo supieren. Aquí me paresce será bien cesar el cuento; creo los que no me conocen que oyeren estas, me ternán por prolijo é por hombre que ha alargado algo; pero Dios es testigo que yo no he traspasado una jota los términos de la verdad.
Santoña y el Puerto de Santa María se disputan la gloria de ser la patria de este ilustre piloto y capitán. Bartolomé de las Casas le llama VIZCAINO, y Leguina considera esta apreciación del obispo de Chiapa como consecuencia de que en aquella época se confundía frecuentemente á los oriundos de provincias vecinas, y se designaba con el nombre de VIZCAINO al procedente de la costa cantábrica[198].
Juan de la Cosa se retiraba á Santoña, provincia de Santander á descansar de sus expediciones marítimas; allí ha existido un barrio llevando su nombre; el apellido LA COSA perdura en la marítima villa; el autor de SANTONIA (1677) afirma haber nacido el ilustre marino y capitán en aquella población; y en los archivos parroquiales de aquella villa se registra, por el siglo XV, un Juan de la Cosa, figurando á menudo, como padrino. Todas estas razones inducen á Leguina, Fernández Duro[199] y Picatoste[200] ha 92considerar como santanderino al compañero del gran Ligur en sus dos primeras empresas.
Cuando Cristóbal Colón, á bordo de la carabela NIÑA, y bojeando después de su segundo viaje las costas cubanas, cita ante el escribano Fernando Pérez de Luna—12 de Junio de 1494—á Juan de la Cosa, maestre de hacer cartas, para que dé su opinión, si Cuba era isla ó tierra-firme, el modesto cartógrafo, al manifestar sus generales de Ley, se da por vecino del Puerto de Santa María. Además, el notable é interesantísimo mapa lleva una nota marginal de haber sido trazado por Juan de la Cosa en dicho puerto de Santa María, el año de 1500.
Andaluz ó santoñés, puede fijarse su nacimiento á mediados del siglo XV; también aseverarse que navegó mucho por la costa cantábrica, donde en tan agitados mares aprendería con perfección el difícil arte de navegar; y probablemente vendría después á avecindarse al puerto de SANTA MARÍA.
Juan de la Cosa acompañó á don Cristóbal Colón en el primero[201] y segundo viaje á las Indias Occidentales: en el primero como dueño de la nao SANTA MARÍA[202]; y en el segundo, 93yendo en la carabela NIÑA como Maestre de hacer cartas. Acompañó también al Almirante cuando terminada la feliz segunda empresa, y fundada la ciudad Isabela, marchó el Descubridor 94á explorar las costas de Cuba. El sabio cosmógrafo genovés no se desdeñaba de consultar los mapas y cálculos de Juan de la Cosa.
Aunque Colón en su tercer viaje (1498) exploró las costas de Paria y su extenso golfo, columbrando el Continente americano, la mayor parte de los pilotos de sus naves, que habían anotado diligentemente la marcha de los vientos, recabaron de SS. AA., con la influencia de Fonseca, licencia para hacer descubrimientos á sus expensas, separando el quinto con destino al real Erario. Otorgada la demanda, Alonso de Ojeda, protegido del duque de Medinaceli, preparó una expedición (1498), eligiendo como primer piloto de su empresa á Juan de la Cosa, asociándosele también el florentino Américo Vespucio, que había de tener la gloria, usurpada á Colón, de dar su nombre al nuevo mundo. Juan de la Cosa levantó mapa del derrotero seguido en las costas americanas y su exploración fué más larga que la del gran Navegante[203].
El padre Nazario, aludiendo á esta empresa, dice[204]:
“No es mi propósito escribir la biografía de Juan de la Cosa.—Ya otros la hicieron con brillantez, aunque no tanta que lograran borrar la mancha que grabaran en la historia del maestro de cartas, la infidencia que lo arrastró á sorprender y copiar los secretos del Almirante, que en él tenía plena confianza, y la traidora explotación de aquellos secretos, puestos por su vanidad y sed de renombre y lucro á disposición de los encarnizados enemigos de su maestro.”
Es injusto este ataque al ilustre cartógrafo y 95capitán, y la gloria de Colón es tan grande, que no hay necesidad de empequeñecer á sus compañeros para que se destaque la figura del gran marino.
Juan de la Cosa no traicionó al Almirante, ni sorprendió sus secretos; fué su compañero en el primero y segundo viaje, y en la exploración de Cuba, y como hábil maestre de hacer cartas levantó su mapa.
La era de los descubrimientos había sonado y los Monarcas sosteniendo las prerrogativas del Almirante y poniendo freno al espíritu de conquistas y aventuras del pueblo español hubieran ido contra sus propios intereses y los de la Nación; máxime teniendo al lado á Portugal que les disputaba las invenidas tierras, é Inglaterra que había lanzado á Cabot hacia el Océano—no ya mar tenebroso—descubriendo las costas de la América del Norte.
Y respecto á este particular dice un autor dominicano[205] que no puede ser tachado de parcial hacia España:
“En los contratos de los Reyes con los particulares, se subentienden ciertas condiciones tácitas, que pertenecen al dominio del derecho general de las naciones. Y si estos convenios tienen algún vicio, ó en su ejecución encuentran un obstáculo invencible no hay duda que no pueden prevalecer contra lo que la realidad exige. En este caso se hallaba el enunciado derecho del primer Descubridor, á excluir á todos los que por una necesidad política fuera indispensable facultar para la toma de posesión del resto de América, ya porque España tuviese que burlar la ambición de otras naciones, ya sea por la oportunidad de adelantarse en descubrimientos importantes detenidos por los sucesos de la Española. Es, pues, preciso convenir en que la Corte pudo remover el obstáculo, conciliando los derechos 96generales con los particulares, porque ni los Reyes quisieron hacer ilusorios los beneficios que podría alcanzar la nación en el contrato privado con el Almirante, ni éste hubiera alcanzado los derechos reclamados renunciando España á ulteriores conquistas, y he ahí un conflicto que la alta política debía evitar, conservando al primer Descubridor ciertos fueros y preeminencias que le indemnizaran de las pérdidas que pudieran resultarle de no respetarse sus privilegios.”
En poder de Fonseca estaba la carta que Colón había levantado de su tercer viaje[206], y ésta le fué facilitada á Ojeda, el protegido del duque de Medinaceli, por el Obispo encargado de los asuntos de Indias. No vemos, pues, justificado el título de TRAIDOR adjudicado por el Pbro. Nazario al célebre cartógrafo Juan de la Cosa.
En esta expedición de Ojeda fué Américo Vespucio, y si este piloto florentino tuvo la gloria de dar su nombre al Nuevo Mundo[207] no tuvo 97la culpa Juan de la Cosa, sino la marcha de los acontecimientos. Y prueba de que los sucesos se precipitaban, es ver para esa época á la escuadra de Portugal recalar á la costa firme de América y tomar Pedro Alvarez Cabral posesión del Brasil, cuando Vicente Yañez Pinzón había atravesado la línea equinoccial y descubierto antes que Cabral esas tierras.
Al dar el rey don Fernando, desde Nápoles, su vuelta á Castilla (1507) convocó en Burgos una JUNTA DE HÁBILES PILOTOS, con objeto de reanimar y encauzar el espíritu y propósitos de los descubrimientos. Formaron el núcleo de ella Juan Diaz de Solís, Vicente Yañez Pinzón, Américo Vespucio y Juan de la Cosa.—Las Casas dice, que Juan de la Cosa era el primer piloto de aquel tiempo. Pedro Mártir de Anglería anota, que fué el primero que recogió oro en las arenas de URABÁ. Y Navarrete manifiesta que era “gran marino y cosmógrafo, maestro hábil para hacer cartas é instrumentos, y hombre valeroso; el mismo á quien se debe la más antigua carta geográfica que se conoce de países pertenecientes al Nuevo Mundo.”
En 1507 se le dió el mando de dos carabelas para vigilar la costa desde el cabo de San Vicente á Cádiz y proteger la vuelta de las Indias Occidentales 98de los buques españoles. En 1508 se le confirmó su nombramiento de Alguacil mayor de Urabá. Y en 1509 acompañó á Ojeda á la infortunada expedición que con 300 soldados hizo á Cartagena de Indias.
Esta costa era de Caribes: gente, aunque desnuda, dispuesta siempre á guerrear. Los españoles asaltaron una aldehuela indígena, que distaba del mar 12 millas. Los caribes arremetieron desesperadamente á los cristianos y los derrotaron. Juan de la Cosa con algunos castellanos corrió al auxilio del hazañoso Ojeda, que á las puertas de un templo, donde se hizo fuerte, peleaba con una multitud de indios. El heróico piloto, después de ver caer á su alrededor setenta de los suyos, cayó atravesado por muchas flechas emponzoñadas. Ojeda pudo salvarse, y auxiliado de Nicuesa, recuperar el cadáver de Juan de la Cosa atado á un árbol, hinchado y desfigurado, á causa del veneno de las saetas[208].
Pedro Mártir de Anglería asevera, que por los niños capturados por los españoles, después de incendiar el villajo y pasar á cuchillo á todos los adultos, supieron que los caribes habían hecho pedazos el cadáver de Juan de la Cosa y los de los demás compañeros, y luégo se los habían comido[209]. ¡Triste fin del célebre piloto y capitán! La Corona trató de mitigar tan dolorosa pérdida, ordenando por Real cédula expedida á 2 de abril de 1511[210], que el Tesoro de la Casa de Contratación de las Indias entregase á la viuda de Juan de la Cosa cuarenta y cinco mil maravedises para ayuda del casamiento de su hija mayor.
Examinemos ahora la importancia de la carta de marear del ilustre cartógrafo y capitán descubridor. Y para que no se nos considere apasionados al ameritar la obra del compañero del inmortal genovés, compilaremos las frases de un perito, las del capitán de navío don Cesáreo Fernández Duro, que fué uno de los miembros del Jurado Académico, constituido en Madrid, para examinar el mejor libro sobre el Descubrimiento de América y adjudicar el premio de 30 mil pesetas. He aquí el comentario del señor Fernández Duro:
“Ni la carta existente en el monasterio de Viladestes, fechada en 1413; ni el Atlas catalán del siglo XV, el más antiguo que se conoce, publicado en París por Duchón; ni los mapas hidrográficos que componen una colección de diez, formada por Andrés Bianco en 1436, existente en la Biblioteca de San Marcos de Venecia; ni el mapa de Fra Mauro, 1459; ni el de San Juan Ruyschio, citado por Humboldt; ni el del cosmógrafo catalán Jayme Ferrer, 1494–1495; ninguno de estos antiguos documentos llega en exactitud ni en extensión de tierras descubiertas y situadas á la Carta de Juan de la Cosa, que desde su hallazgo eclipsó á los anteriores, conquistando el primer puesto en la historia de la cartografía universal.”
Este mapa desapareció de España cuando 100la invasión francesa y la guerra de la Independencia. En 1832 lo compró á un agiotista prendero el Barón de Valckenaer. Al fallecimiento de este noble (1852) sus testamentarios pusieron en venta sus libros y papeles, y entre ellos la carta marítima de Juan de la Cosa. La puja fué sostenida por varias bibliotecas, y en un arranque de patriotismo, y en nombre del Gobierno español, el general Zarco del Valle aseguró que daría por él cien francos más que el que ofreciese mayor precio, adquiriendo la preciosa joya en 4200 francos[211].
Hoy se conserva el mapa mundi de Juan de la Cosa en el Museo Naval, en el gabinete de descubridores y sabios marinos, anotado en el Catálogo con el número 553 y las siguientes palabras:
“553.—Carta de la parte correspondiente á la América, que levantó el piloto Juan de la Cosa en el segundo viaje del Descubridor genovés, en 1493, y en la expedición de Alonso de Ojeda. Sustraída de España, la poseía el Barón de Valckenaer, cuyos testamentarios la vendieron en pública almoneda, y la adquirió el Depósito Hidrográfico. Su Director, que fué el señor don Jorge Lasso de la Vega, tuvo la condescendencia de que se depositase en este Museo, para que el público pueda ver un documento tan curioso y de mérito, con relación á la época en que se hizo”[212].
Hemos dicho que Juan de la Cosa acompañó á Colón en el primer viaje como dueño de la nao Santa María. En el mapa están las tierras descubiertas en esta empresa, GUANAHANÍ, la primera al oriente, por ser la SAN SALVADOR del Almirante. No tiene ninguna banderola con castillos y leones, por la misma razón que no la 101tiene Cuba, en el puerto de San Salvador, ni la Española en Navidad é Isabela, ni Domínica, ni Marigalante, etc. Estas banderolas están puestas en distintas tierras sin marcar puntos de desembarco. En Cuba está colocada precisamente en la región inexplorada.
En el segundo viaje de don Cristóbal Colón venía Juan de la Cosa en la carabela Niña, como Maestre de hacer cartas. En el interesante mapa están trazadas las islas avistadas y visitadas por los viajeros: la Deseada, Domínica, Santa María Galante, Santa María de Guadalupe, Santa María de Monserrat, San Martín, la Gorda, San Cristóbal, Santa Cruz, Boriquén y la Española. Vése por la investigación de este viaje, que Colón visitó á Santa Cruz, negado por el padre Nazario[213], y que Puerto-Rico se llamaba BORIQUÉN y no CARIB. Además, al trazar el entendido cartógrafo la isla de Puerto-Rico, delineó con perfección—y es lo más exacto que hay en la configuración que le da á la isla—el último ángulo de occidente, que comprende hoy los puertos de Aguada y Aguadilla. Llama la atención, sobre manera, esa exactitud del dibujo en lo que corresponde á la bahía limitada por los cabos San Francisco y Boriquén. La costa norte de Puerto-Rico está trazada de imaginación, es defectuosísima, y ha sido delineada calculando la acción violenta de los mares del septentrión, que siempre hacen grandes cortaduras en las costas nortes. Como el crucero recorrió la banda meridional, bien retirado de tierra[214] por temor á las restingas y escollos, el piloto de la NIÑA, al terminar la jornada del día 17 de Noviembre, en cuyo día corrieron 30 leguas por 102aquella costa, le consagra una línea, pudiendo trazar el día 18 la parte occidental de Boriquén; y sobre todo, con mayor perfección, el último ángulo de occidente, donde permaneció la armada dos días.
Entre Boriquén y la Española no traza Juan de la Cosa ninguna isla; por lo que nos inclinamos á creer que los viajeros no vieron la Mona. La islilla que llamó la atención del doctor Chanca fué indudablemente CICHEO, hoy Desecheo. Fernando Colón tampoco menciona la Mona al referir este viaje del Almirante. D. Martín Fernández de Navarrete, al anotar la Relación de Diego Alvarez Chanca, es quien pone, por vez primera, en una llamada á la isla MONA como la divisada. Error acogido por don José Julián de Acosta al glosar la obra de Fray Iñigo Abbad, y seguido después por Vizcarrondo, Janer y otros al redactar sus Epítomes de Geografía de Puerto-Rico.
Al partir la armada el 22 de noviembre, por la mañana, con rumbo al noroeste, en demanda de la Española, la islilla divisada fué de tan escasa importancia, y llamó tan poco la atención, que el hábil Maestre de hacer cartas no juzgó necesario delinearla en su mapa. Y téngase en cuenta que el cartógrafo traza la DESEADA, avistada únicamente, y delinea dos isletas frente á SANTA CRUZ, como cerrando el paso al norte.
Basta una ojeada al mapa de Juan de la Cosa para ver palpablemente, que el crucero se corrió al norte de la Española, ruta negada por el párroco de Guayanilla[215]. Toda la costa 103septentrional está anotada en el mapa, sobresaliendo los conocidos nombres de SAMANÁ é ISABELA.
En la carta náutica de Juan de la Cosa está también el viaje del Almirante, cuando fué en demanda de Cuba. Sabemos, por la historia, que Colón, una vez constituida la incipiente colonia en la Isabela, entregó el mando á su hermano don Diego, y en una escuadrilla, formada de la NIÑA, la SAN JUAN y la CARDERA costeó la parte boreal de la Española, vía recta á Monte Christi[216] y al lugar que ocupó el fuerte de Navidad[217]; de allí siguió hasta la isla Tortuga[218]; luego volvió á tocar en la Española[219], pasando á Cuba, cuya tierra avistada llamó ALFA. Los indios llamaban aquel sitio BAITIQUIRÍ, y hoy tiene el nombre, también indio, de MAISÍ[220]. Navegó 20 leguas el crucero, costeando el sur de la isla de Cuba, y reconoció la gran bahía de Guantánamo, donde los indígenas agasajaron á los viajeros con pescado, iguanas, hutías y casabe. Diego, el indio de Guanahaní, hizo de intérprete. Prosiguió el Almirante su derrotero, y el 3 de Mayo (1494) modificó el rumbo hacia el sur descubriendo la isla de Jamaica. Corrió la 104costa[221] y fué el crucero á un puerto, que el Almirante llamó PUERTO BUENO[222]. El 14 de Mayo hizo rumbo de nuevo á Cuba, resuelto el marino genovés á navegar quinientas ó seiscientas leguas adentro á ver si era tierra firme. Llegó á un cabo, que denominó CABO DE LA CRUZ[223]; hubo tronadas, y el crucero tuvo que evitar innumerables isletas[224] y bajos. Siguió navegando hacia Occidente, siempre evitando las islillas y restingas, y después de recorridas 335 leguas se detuvo en la isla de Pinos, la cual Colón llamó SAN JUAN EVANGELISTA[225]. Retornó el Almirante, levantando por fin aquella Información en que opinaba, y hacía opinar á la tripulación de las tres carabelas, que la isla de Cuba era tierra firme. En el mapa de Juan de la Cosa se ve terminar al cartógrafo su dibujo sin trazar el resto de la isla de Cuba[226], y dejando marcadas en aquellos sitios un sin número de islillas é islas, diseminadas en el mar[227]. A la vez coloca, en el lado opuesto á la región de Cuba explorada, una banderola castellana como señal de dominación sobre aquellas tierras. Volviendo atrás el crucero, tocó de nuevo en cabo Cruz, donde se dijo una misa solemne bajo un árbol. De cabo de la Cruz, por no tener vientos favorables, volvió la escuadrilla á Jamaica, y de 105aquí á cabo Tiburón de la Española, que llamó el Almirante, cabo de San Miguel[228]. No conoció Colón el sitio á que había arribado, hasta que los indios le sacaron de dudas, llamándole un cacique por su nombre. Entonces empezó el Almirante á costear, por primera vez, el sur de la Española. A fines de Agosto surgió la NIÑA en una isla, que llamó Colón ALTOVELO[229], y allí esperó á las otras dos carabelas. Reunidas las tres naves fueron á otra isla[230], y costeando de nuevo la banda meridional de la Española pasaron por delante de la boca del río Neyba[231] avistando un llano amenísimo lleno de caseríos tan contiguos, que por espacio de una legua parecía un solo pueblo. Envió Colón correos á la Isabela dando cuenta de su llegada, y prosiguió su derrotero llegando al antiguo cacicazgo del HIGÜEY, donde le impidieron los indios de CAYACOA hacer aguada. Este espíritu guerrero encontrado en esta comarca marítima se explica por su inmediación á la isla ADAMANAY (Saona), ya en poder de los terribles caribes. Al llegar á este punto, las fuerzas físicas del gran marino genovés estaban agotadas; las carabelas permanecieron seis días resguardadas á la entrada[232] del canal de Saona por el mal tiempo que hacía; y habiéndose agravado la enfermedad del Almirante, hizo rumbo la escuadrilla á la Isabela. Si el Almirante hubiera en su segundo viaje recorrido la Española por el sur para ir al fuerte de Navidad, como pretende 106el padre Nazario[233], al llegar al cabo Tiburón, á su regreso de Cuba y Jamaica, hubiera conocido inmediatamente aquella costa, y no sucedió tal cosa, sino que necesitó oírse llamar[234] por los indígenas para cerciorarse que había arribado á la Española. Además, después del largo viaje efectuado, se hubiera Colón dirigido inmediatamente á la Isabela, no volviendo á costear la parte sur ya conocida, y vemos todo lo contrario, que enfermo y rendido prosigue el bojeo de la banda meridional de la Española para explorarla personalmente, pues sabía únicamente que era una isla por haber enviado antes una carabela á voltearla.
Ni una sola vez nombra el presbítero Nazario la carta náutica de Juan de la Cosa al ocuparse, en su libro[235], del segundo viaje de don Cristóbal Colón; lo cual apareja suma extrañeza, si consideramos que el párroco de Guayanilla manifiesta especial predilección hacia Diego Alvarez Chanca, PRECISAMENTE por haber sido uno de los viajeros expedicionarios, que acompañaron al intrépido marino genovés en el bojeo de la armada por el archipiélago antillano.
Juan de la Cosa fué compañero de Colón en el primero y segundo viaje, y cuando fundada la ciudad de Isabela fué el Almirante en demanda de Cuba[236]. Nosotros, en carta publicada en el periódico LA CORRESPONDENCIA[237] hicimos 108mención del célebre capitán y cartógrafo, dispuestos á utilizar, como dijimos, el mapa del compañero del gran Ligur para dilucidar el punto, que se discutía, de cuál fuera el fondeadero electo por el Descubridor al arribar á las costas de Boriquén; y también desvanecer con esta interesantísima carta de marear algunos de los errores sostenidos por el presbítero don José María Nazario y Cansel.
En el artículo intitulado[238]: “El mapa mundi de Juan de la Cosa” se ocupa recientemente el padre Nazario de este mapa, para manifestar que,
“Esta carta, tal como se conserva en el Museo naval de Madrid, reproducida por la Revista general de Marina, publicada por la revista ilustrada El Centenario y por la Ilustración Española y Americana y antes que por todas estas publicaciones, reproducida en la parte que se refiere á América, en 1860, en el libro Viajeros modernos, páginas 50 y 61, esa carta digo:
Vemos con satisfacción el número de copias citadas por el erudito presbítero, pero, creemos que aun considerándola apócrifa, es de suma extrañeza no la citase en su obra de referencia, siquiera para combatirla como falsa hija de uno de los compañeros del gran Navegante, testigo presencial de su segunda empresa.
A las copias citadas por el padre Nazario podemos añadir: la reproducida fotográficamente por el periódico ilustrado ESPAÑA Y AMÉRICA—3 de Abril de 1892;—el fac-símil del Barón de Humboldt; la copia litografiada en negro de Mr. 109Jomard; el fac-símil del Diccionario enciclopédico hispano-americano[239]; y la reproducida por calco y grabada en piedra por I. Bouffard, en 1837, para ilustrar la obra de don Ramón de la Sagra[240]. ¡Es raro tanto honor á un pergamino viejo, imperfecto y por añadidura apócrifo!
Al señor de La Sagra se debe, según afirma el Conde de las Navas[241], la iniciativa de las diligencias llevadas á cabo para recuperar la carta de Juan de la Cosa.
Si la carta trae los descubrimientos de Juan Cabot, hay que tener en cuenta, que este célebre navegante veneciano propuso al rey de Inglaterra Enrique VII ir á descubrir nuevas tierras tan pronto se tuvo noticia del primer viaje de Colón; y que en 1497 arribó al continente norteamericano; por lo cual dice Cronau[242] que Cabot “tuvo la fortuna de descubrir el continente del Nuevo Mundo un año entero antes que el gran navegante genovés.”[243]
Sebastián Cabot, hijo del anterior, así como Luís y Sancho Cabot le acompañaron en esa expedición[244]. En seguida se tuvo conocimiento 110en la corte de los Reyes Católicos del viaje y exploración del inglés[245]; y su hijo Sebastián se pasó después al servicio de España y asistió posteriormente al congreso de Badajoz, en el que se repartieron las Molucas entre España y Portugal; navegó luego al servicio de la Corona de Castilla, y volvió á Inglaterra con el título de gran piloto.
En el mapa de Juan de la Cosa está la exploración de Vicente Yañez Pinzón, que había sido piloto de la NIÑA durante el primer viaje del Almirante. Con cuatro barcos abandonó, el 18 de noviembre de 1499, el puerto de Palos; hizo rumbo más directo al suroeste, que las precedentes expediciones, pasó la línea equinoccial y el 20 de Enero de 1500 atracaba al continente sud-americano, en el punto donde la costa brasileña proyecta en el Atlántico el ángulo más oriental de la América meridional, tres meses antes de la expedición de Cabral[246]. Pinzón puso al cabo, junto al cual había aterrado, el nombre de Santa María de la Consolación, cambiado más tarde en el de San Agostinho. Después 111de breve marcha al sur, retrocedió la flotilla hacia el norte, dió la vuelta al ángulo que forma la costa en el cabo S. Roque, siguió al noroeste recorriendo la considerable extensión de 650 leguas, por lo menos, hasta el golfo de Paria y la costa de las Perlas, y prosiguiendo al oeste llegó hasta el litoral de Costa Rica. De donde retornó á España, pasando por la Española y las islas Bahamas (septiembre de 1500).—No hay imposibilidad cronológica para que este viaje figure en la carta de marear de Juan de la Cosa, cuando nos consta por la historia, que entrambos pilotos fueron compañeros desde el primer viaje del Almirante, y les vemos después figurar juntos en Burgos (1507) en la Junta de hábiles pilotos que se reunió por orden del Rey Católico para dar impulso á los descubrimientos.
De que el Marañón, ó Amazonas, y el cabo de Santa María de la Consolacíón, ó de San Agustín, no estén trazados con suma precisión geográfica no creemos lógico se deduzca que es pseudónima la carta de marear de Juan de la Cosa[247], considerando esta equivocación como patente prueba de que Vicente Yañez Pinzón no dió conocimiento de sus descubrimientos á la Cosa. Estos errores geográficos son propios de aquella época, en que se empezaba á explorar y delinear las tierras del Nuevo Mundo. Colón en su Diario de navegación del primer viaje da á Cuba una latitud de 42° en vez de 21°. El globo terráqueo de Martín Behaim contiene errores hasta el grado 16. En el mismo mapa de Juan de la Cosa se encuentra la Boca del Drago paralela con Buenavista en el cabo de las islas Verdes, en vez de estar bajo los 11° á los 16°.—El signo 112de Cancro toca la costa sur de Haytí, cuando la verdadera situación de la punta extrema meridional de la Española está á los 17° y medio, etc. Sería, pues, lo mismo que decir que la carta geográfica dibujada por Pizigano en Venecia, en el año de 1367, es apócrifa por no ser exactas sus anotaciones cosmográficas; que el mapa de Andrés Bianco, dibujado en 1436, es pseudónimo por no existir las tierras trazadas; y que la carta marítima de Toscanelli no tiene la autoridad del autor á quien se atribuye por no haber dado Colón en su viaje con ANTILIA y ZIPANGU.
El viaje de Rodrigo de Bastidas fué efectuado de octubre de 1500 á septiembre de 1502, y comprendió desde la isla de Trinidad hasta el istmo de Darién. Juan de la Cosa acompañó á Bastidas en calidad de primer piloto. Partieron de Cádiz en dos barcos. Visitaron el golfo de Venezuela, conocido de la Cosa hasta el cabo de la Vela, y desde aquí investigaron las costas hasta llegar al istmo de Panamá. Las costas delineadas por el hábil cartógrafo y piloto son las que le eran conocidas en su mayor parte, desde el viaje de Ojeda en 1499.
Este viaje se efectuó, dándose á la vela la flota de Ojeda en el puerto de Santa María el 20 de mayo de 1499. A los 24 días de navegación llegaron á la Guayana francesa; á un punto de la costa americana mucho más meridional que la isla de Trinidad, donde Colón había arribado. Costearon el litoral con rumbo noroeste hasta el golfo de Paria; exploraron al oeste las costas de Venezuela, á la cual dieron este nombre, por recordarles Venecia las viviendas de los indígenas; llegaron á las bocas del Magdalena, desde donde singlaron á la Española. No entraña, pues, falsedad alguna, y se encuentra perfectamente dentro del orden cronológico é histórico, el delineamiento de estas costas de Tierra-firme en un 113mapa trazado en 1500, y cuyo autor pudo muy bien ir perfeccionando personalmente á medida que completaba sus estudios geográficos de las invenidas comarcas.
Y llegamos al argumento Aquiles del padre Nazario. Dice en su artículo de referencia:
“El bojeo de la isla de Cuba efectuado en el año 1509, del que no tuvo conocimiento Juan de la Cosa, porque en ese año moría saeteado en Cartajena, es testimonio poderosísimo para probar que Juan de la Cosa no es autor de la carta Mapa-Mundi que se le atribuye y que, como un tesoro, se guarda en el Museo Naval de Madrid.”
Al regresar el rey don Fernando desde Nápoles, y después de haber llevado á efecto, en Burgos, la Junta de hábiles pilotos para impulsar los descubrimientos, ordenó al Comendador Ovando el bojeo de Cuba, pues se dudaba aún si el Almirante en la Información que había hecho en la isla de Pinos, tuvo razón en creerla tierra firme, ó si realmente era isla[248]. Esta exploración la verificó Sebastián de Ocampo, que había sido criado de la Reina Isabel, y era uno de los vecinos de la Española. Se hizo á la vela en el puerto de Santo Domingo y costeó toda la parte norte de Cuba, reconociendo algunos puertos. Por averías en las naves surgió en una bahía, que llamó Puerto de Carenas, por haber puesto una nave en seco para la carena. Este puerto es el que se denomina hoy San Cristóbal de la Habana. Repuesto de este contratiempo siguió 114Ocampo viaje y reconoció la punta occidental de la isla, que tituló cabo de San Antonio. Voltejeó el cabo é hizo rumbo al este, recorriendo la banda meridional de la isla hasta cabo de la Cruz; de aquí navegó, desviándose de la isla, hacia cabo San Miguel (hoy Tiburón) de la Española; de donde prosiguió su derrotero hasta Santo Domingo.
Basta una simple Ojeada en el mapa de Juan de la Cosa, y la narración del viaje de Sebastián de Ocampo, para evidenciar el error en que incurre el párroco de Guayanilla al considerar en la carta náutica de Juan de la Cosa el bojeo de Cuba ordenado en 1509.
Hemos dicho que la figura trazada por el célebre cartógrafo carece del Departamento occidental de Cuba.—Juan de la Cosa delineó la extremidad occidental de la isla uniendo la Península de Zapata á la isla de Pinos, porque precisamente hasta esta isla llegó el piloto en unión del Almirante. Y en el viaje de Ocampo los lugares mejor explorados fueron los de la provincia de la Habana, donde se detuvo á componer sus naos trabajadas por la broma. Y tanto esta provincia como la de Pinar del río con su península de Guanahacabibes y cabo San Antonio corresponden al Departamento occidental, ignorado por Juan de la Cosa y no trazado en su carta de marear.
Si Cuba aparece en el discutido mapa como isla, y no como tierra firme, obedece á que, desde el primer reconocimiento de ella, la trazó Juan de la Cosa como isla, siguiendo las indicaciones de los indígenas; y hasta el mismo Colón estaba en esa creencia, cayendo en error cuando quería seguir el mapa de Toscanelli y dar con Cipango, Catay y el Quersoneso Aureo.
Y prueba de ello; que dice el Diario del Almirante:
115“Domingo 21 de Octubre.—... y después partir para otra isla que se llama Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, á la cual ellos llaman Colba.”
“Martes 23 de Octubre.—Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango, según las señas que dan esta gente de la grandeza della y riqueza.”
“Miércoles 24 de Octubre.—Esta noche á media noche levantó las anclas de la isla Isabela del Cabo del isleo, qués de la parte del Norte, á donde yo estaba posado, para ir á la isla de Cuba, á donde oí desta gente, que era muy grande y de gran trato. Y porque ventaba ya recio y no sabia yo cuanto camino hobiese fasta la dicha isla de Cuba.”
“Domingo 28 de Octubre.—La isla, dice, qués llena de montañas muy hermosas, aunque no son muy grandes en longura, salvo altas, y toda la otra tierra es alta de la manera de Sicilia: llena es de muchas aguas, según pudo entender de los indios que consigo lleva, que tomó en la isla de Guanahaní, los cuales le dicen por señas, que hay diez ríos grandes, y que con sus canoas no la pueden cercar en veinte días.”
A pesar de los indios manifestar siempre á Colón, que Cuba era una isla, cuando estaba la armada en el RÍO DE MARES—puerto de Nuevitas—anota el gran Navegante en su Diario lo siguiente, que nos trasmite Las Casas:
“Jueves 1º de Noviembre.—Y es cierto, dice el Almirante, questa es la tierra firme, y que estoy, dice él, ante Zayto y Guinsay.”
“Viernes 2 de Noviembre.—... y todavía afirma que aquella es tierra firme.”
Colón, ansiando llegar al anhelado continente, y fijo en el mapa de Toscanelli, dudaba de los indígenas y de sus propias exploraciones[249]; y 116por eso, le vemos al visitar la banda meridional de Cuba, después de su segunda empresa, levantar aquella desgraciada información en que opinaba y hacía opinar á todos sus compañeros, que Cuba era tierra firme.
Finalmente, Pedro Mártir de Anglería nos testifica[250] del aprecio en que ya en su época se tenían las cartas de Juan de la Cosa, sin considerarle ladrón de los papeles del Almirante, dando 117el sabio cronista superioridad á los pergaminos del hábil cartógrafo sobre los de los demás cosmógrafos de su tiempo, y manifestándonos la reserva con que se guardaban estos documentos geográficos en poder del Gobierno.
Queda, pues, probado suficientemente, que el Mapa Mundi de Juan de la Cosa no es apócrifo, y que con sobrada razón se conserva en el Museo Naval de Madrid como un tesoro geográfico inapreciable.
Aún hay escritores puertorriqueños que continúan poniendo en tela de juicio el nombre indígena de la isla de Puerto-Rico, á pesar de la brillante conferencia desarrollada sobre este tema, en el Ateneo, por don Salvador Brau.
El sesudo investigador, nutrido de interesantes datos, concretó[251] los testimonios históricos aducidos en pro de su tesis, de esta manera:
ESCRITORES | EPOCA | DENOMINACION |
---|---|---|
Doctor Chanca | 1493 | Buriquén |
Gonzalo Fernández de Oviedo | 1535 | Boriquén |
Fray Bartolomé de las Casas | 1550[252] | |
El Bachiller Santa Clara | 1582 | |
Juan de Castellanos | 1589 | |
Antonio de Herrera | 1601 | |
Juan de Laet | 1640 | |
Diego de Torres Vargas | 1647 | |
Fray Iñigo Abbad | 1788 | Borinquén |
Juan Bautista Muñoz | 1793 | Boriquén |
Washington Irving | 1828 | |
Alejandro Tapia | 1854 |
119El doctor Diego Alvarez Chanca, en su carta al Cabildo de Sevilla, llama á la isla de Puerto-Rico, primero, BURENQUÉN; después, BURIQUÉN; y por último, BORIQUÉN.
Letronne, en su Geografía Universal (1844), y Pastrana en su Catecismo geográfico (1852) llaman á la isla BORICUA.
El mismo Pastrana, con su genio poético, toma el vocablo de Fray Iñigo Abbad, Borinquén, y cambiando el acento crea la palabra BORÍNQUEN: la cual ha tenido popular aceptación, principalmente entre literatos y poetas.
El Pbro. don Juan Manuel Echeverría y el Profesor don Manuel Felipe Castro, en sus cantos épicos consagrados al sitio puesto por los ingleses á la ciudad de San Juan en el año de 1797, llaman á Puerto-Rico, CARIB.
El padre Nazario[253], al tratar este punto, se separa de Chanca y se decide por CARIB, como nombre primitivo de la isla.
Castro y Echeverría, al fijarle á Puerto-Rico el nombre de CARIB en sus poemas, escritos el año de 1851, no hicieron más que seguir á don Martín Fernández de Navarrete, en sus comentarios de 1825 al Diario de Colón.
Y vamos á probarlo.—Al estudiar Navarrete el Diario del Almirante y llegar á la anotación del martes 15 de Enero, donde dice CARIB, pone el académico don Martín una llamada y signa: PUERTO-RICO; é igual manipulación efectúa al encontrar dicha voz CARIB en la signación del miércoles 16 de Enero.—Y ha inducido á error á Navarrete y al padre Nazario la siguiente relación del mismo Diario. Al amanecer de ese día 16 partió la armada del GOLFO DE LAS FLECHAS (bahía de Samaná), “llevando la proa al Leste cuarta del Nordeste para ir 120diz que á la isla de Carib.”—Con esta ruta, Colón se acercaba indudablemente á Puerto-Rico, quedándole la isla al sureste, á más de 120 millas; y quizás, rectificando algo el rumbo, hubiera dado el Almirante con Boriquén, en este su primer viaje, si la gente no deseara el retorno á España por el mal estado de las carabelas. Pero hay que tener en cuenta, que si tal derrotero hubiera podido llevar á Colón á la isla de Puerto-Rico, también con igual rumbo, más ó menos rectificado, hubiera ido á las islas de Barlovento, donde señoreaban los CARIBES, y á quienes se referían los indígenas, que estaban á bordo, al hablar de CARIB; pues no correspondía á los naturales de Boriquén, y sí á los de las islas de Barlovento, la descripción que los indios quisqueyanos y yucayos, de á bordo, le daban al Almirante de los habitantes de Carib, Narra el Diario de navegación:
“Martes 15 de Enero.—Dice (el Almirante) que quiere partir, porque ya no aprovecha nada detenerse, por haber pasado aquellos desconciertos; debe decir del escándalo de los indios. Dice también que hoy ha sabido que toda la fuerza del oro estaba en la comarca de la villa de la Navidad de sus Altezas, y que en la isla de Carib[254] había mucho alambre y en Matinine, puesto que será dificultoso, porque aquella gente diz que come carne humana.”
Y al siguiente día escribe Colón en su cuaderno de bitácora:
Miércoles 16 de Enero.—“... para ir diz que á la isla de Carib[255] donde estaba la gente de quien todas aquellas islas y tierras tanto miedo tenían, porque diz que con sus canoas sin número andaban todos aquellas mares, y diz que comían los hombres 121que pueden haber. La derrota diz que la había mostrado unos indios de aquellos cuatro que tomó ayer en el puerto de las flechas.”
Basta la simple lectura de este párrafo para comprender claramente que los indios quisqueyanos no se referían á Puerto-Rico. A suroeste de la bahía de Samaná está la isla de ADAMANAY, hoy Saona, la cual para la época del descubrimiento estaba ya en poder de los caribes. Además todos esos mares estaban infestados de los belicosos antropófagos, que en sus almadías salían á piratear por las vecinas tierras desde las islas de Barlovento y costas de Venezuela y Colombia. Y confirma nuestro parecer, de error de Navarrete en interpretar á CARIB por PUERTO-RICO, aquella seguridad, que le daban los indios de á bordo á Colón, de que iba á dar con MATININÓ (Martínica) al poner el rumbo de la armada “nordeste cuarta del este”: lo cual no era cierto; como tampoco lo era, que dicha isla estaba ocupada solamente por mujeres. Téngase en cuenta además, que ya el domingo 13 de Enero, al tropezar el Almirante con los indios CIGUAYOS de la bahía de Samaná, se creyó que eran los caribes, á quienes tantos deseos tenía de conocer.
En la carta de Cristóbal Colón, escrita en el mar, cuando regresaba del primer viaje, y enviada desde Lisboa, en Marzo de 1493, á Barcelona, donde se encontraban los Reyes Católicos, se lee:
“Así que monstruos no he hallado, ni noticia, salvo de una isla de Caribes, que es la segunda á la entrada de las Indias, que es poblada de una gente que tienen en todas las islas por muy feroces, los cuales comen carne humana”
Vése, pues, que la isla de CARIB, era una del grupo de las de Barlovento, ocupada por indios antropófagos; y probablemente se referían 122los indios de á bordo á SIBUQUEIRA (Guadalupe), especie de fortaleza, de donde salían á piratear los caribes en sus grandes canoas por todo el mar de las Antillas. Lo acontecido en esa isla en el segundo viaje de Colón confirma este aserto; pues no había ninguna isla con el nombre especial de CARIB, é indudablemente se referían los indígenas, que estaban en la NIÑA, al pueblo de aquellas islas que, á diario, les atacaban y saqueaban, y al cual llamaban CARIBES. Y dada la dificultad de interpretar un lenguaje nuevo y extraño, á pesar de llevar Colón un expedicionario políglota como lo era el judío Luís de Torres, que dominaba el hebreo, caldeo y árabe, tomaron el CONTENIDO por el CONTINENTE y aplicaron el vocablo á la isla cuando los quisqueyanos se contraian á los naturales de ella.
Conste, pues, que don Martín Fernández de Navarrete es el ÚNICO historiador, que ha aplicado la palabra CARIB á la isla de Puerto-Rico, siguiéndole después Castro y Echeverría, en 1851, y en la actualidad el presbítero Nazario y Cansel.
Bastarían los testimonios históricos presentados por don Salvador Brau, en su interesante conferencia, y los razonamientos anteriormente expuestos, para dejar dilucidado este punto de nuestra prehistoria regional; pero como además del párroco de Guayanilla con su CARIB ha aparecido don José de Jesús Domínguez asignándole á la isla, como nombre indígena, el de BURIKEM[256] ó BURINKEM[257], creemos, por lo tanto, conveniente apurar el testimonio de 123todos los cronistas é historiadores. Y para ello, agregamos á la ya rica tabla de escritores de Indias, presentada por el señor Brau por orden cronológico, la siguiente:
AUTORES | FECHA | NOMBRE |
---|---|---|
Pedro Mártir de Anglería | 1494 | Burichena[258] |
Juan de la Cosa | 1500 | Boriquén |
D. Fernando Colón | 1571[259] | Idem |
P. P. Priores de San Gerónimo[260] | 1517 | Boriquén |
Francisco López de Gómara | 1540[261] | Boriquén |
Martín Fernández de Navarrete | 1825 | Carib |
Modesto Lafuente | 1860 | Boriquén |
Alejandro Gómez Ranera | 1860 | Idem |
Manuel Felipe Castro | 1851 | Carib |
Juan Manuel Echeverría | 1851 | Idem |
Rodolfo Cronau | 1891 | Boriquén |
Otto Neussel | 1892 | Boriquén[262] |
Emilio Castelar | 1892 | Boriquén |
Revue des Deux-Mondes | 1893 | Boriqve |
124La sílaba BU, en sustitución al BO de BORIQUÉN, la encontramos en Chanca, Mártir de Anglería, y los Gerónimos, cronistas que respecto á vocablos indígenas sufren lamentables equivocaciones. Los demás cronistas é historiadores, que se han ocupado de Puerto-Rico usan el BO, como puede verse perfectamente en las dos tablas que hemos presentado.
Don José de Jesús Domínguez, en nuestros días[263], se decide por la sílaba BU.—Tanto BO como BU, son dos sílabas de pronunciación labial, susceptibles de pasar de un sonido á otro por leyes filológicas conocidas. La raíz BO es mucho más común en los vocablos, que conservamos del lenguaje indo-antillano, y con etimología conocida. Además, es importantísimo notar que Juan de la Cosa, que acompañó al Almirante en el primero y segundo viaje, don Fernando Colón, que tuvo en su poder los documentos de su padre, Bartolomé de las Casas, que residió tanto tiempo en Santo Domingo y el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo, que trató personalmente al conquistador y poblador Juan Ponce de León, escriben el nombre indígena de la isla de Puerto-Rico con la silaba BO.
Respecto á la K, que el doctor Domínguez pone en sustitución á la QU, obedece á miras innovativas fonéticas. Roque Barcia ha dicho[264]: “conviene que seamos innovadores con discreción, no bárbaros; y bárbaros somos siempre 125que vamos contra la razón de la palabra, que es su etimología, su fuente, su principio.” Desfigurar la palabra indo-antillana BORIQUÉN sustituyéndola, arbitrariamente, con BORIKUA, BURINKEM ó BURIKEM es ir contra la etimología del vocablo, contra sus radicales, y contra la escritura y ortografía de los primeros cronistas.
Tan bárbaro es añadir letras de más á una palabra como quitárselas.—En RELOJ, por ejemplo, ¿queréis una letra más inútil que esa J? Sin embargo, RELOJ procede del griego HOROLOGION (el indicador de la hora) y mediante la eufonización tenemos RELOGIO, RELOGE, RELOX y RELOJ. Esa J, pues, que representa la G del griego y del latín, sería un barbarismo retirarla del vocablo.
Y vaya otro ejemplo, á la inversa del anterior: hasta hace poco tiempo se escribía ARMONÍA sin H; pero la Academia, volviendo por la fuerza del lenguaje exige hoy la H, y se escribe, HARMONÍA, por su origen latino y griego. Si mañana viésemos que la misma docta Corporación ordenaba, que ABOGADO se escribiese AVOGADO, sería una innovación de igual pureza; porque esa voz procede del latín ADVOCATO, ablativo de ADVOCATUS, y lo escribimos anómalamente con B teniendo en su origen V.
Aceptaríamos, que se agregase la N, en BORIQUÉN, para hacer BORINQUÉN, si el uso hubiese traído la desaparición de la N contra su etimología; pero la sílaba RÍ es una raíz indo-antillana y RIN no lo es.
La sílaba KEM en sustitución á QUEN que introduce el doctor Domínguez va también contra la escritura y ortografía de los primeros cronistas y le da á la E acento nasal, al agregarle la M por la N, aunque la M sea letra labial.
Verdaderamente que las vocales nasales existían en las lenguas antiguas, principalmente 126en el sánscrito, y también en el latín, donde serían escritas como hoy en portugués AM, EM, IM, OM[265]; pero los indígenas antillanos no daban preferencia á sonidos nasales ni al uso de sílabas fuertes, que requiriesen consonantes como la K. Y no sacamos nuestras afirmaciones de conjeturas é hipótesis. Oigamos lo que dice el Almirante, el martes 25 de Diciembre, en su cuaderno de bitácora:
“tienen una habla la más dulce del mundo y mansa, y siempre con risa.”
Los holandeses son muy amigos en su lengua de reemplazar la C y la Q por la K[266] y los suecos tienden hoy día á este cambio. Los polacos acostumbran á usar una K, muy ruda, delante de A en algunas palabras y son muy dados á usar dobles consonantes. Los árabes, tan dados á los signos de aspiración tienen una K que representa una mezcla de inspiración muy ronca y particular, una K gutural; y también tienen otro sonido que corresponde á una K muy fuerte[267]; pero Colón nos dice gráficamente, que el habla de nuestros indios era la más dulce del mundo y mansa, y siempre con risa. Y este parecer si lo diera un hombre del norte de Europa, de áspero parlar en guturales sonidos, podría pasar por cortesía del gran Navegante con los que le habían ayudado á salvar los restos del naufragio de la SANTA MARÍA, pero lo emite nada menos que un genovés, poseedor de los dulces y melodiosos acentos del Lacio.
Para cerciorarnos de la veracidad del Almirante, 127al justipreciar la dulzura del lenguaje de nuestros indios, comparemos algunos vocablos indo-antillanos con los de otras lenguas americanas, la mexicana, por ejemplo, y notaremos la suavidad de las palabras de nuestros indígenas.
Hé ahí los nombres de algunas islas del Archipiélago antillano, tomados al azar: Boriquén, Cuba, Quisqueya, Haití, Biminí, Ay-ay, Guanahaní, Yumá, Mayaguaná, Bieque, Sibuqueira, Siquéo, Xaymaca, Cayrí, Yumay, Yucayo, Guanaja, Ocamaniro, Matininó, Babeque, Guanabo, etc.
Y en el mapa del Anahuac, tales como eran los nombres en 1521 (Duvotenay, geógrafo), también leemos al azar: Mechoacan, Zacatallan, Cuitlatecapan, Matlatzingo, Cohuixco, Coatzacualco, Zatonacapan, Tlatlauhquitepec etc. Como los mexicanos no pronunciaban las letras b, g, r, s, se veían precisados á usar mucho de las letras p, c, l, x, y, t.
De manera, pues, que ni la ETIMOLOGÍA ú origen, ni la necesidad de PRONUNCIACIÓN, ni el USO autorizado por los cronistas informan en favor del vocablo BURIKEM ó BURINKEM, con el cual pretende el señor don José de Jesús Domínguez sustituir á la palabra BORIQUÉN, usada por una mayoría respetable de cronistas, cartógrafos é historiadores.
No existe nada en la naturaleza que tenga más vida que las palabras, y para llegar á poseer tal vitalidad ha debido el lenguaje estar en un estado de fluctuación ó indecisión hasta llegar á constituir un verdadero organismo. Hoy podemos admirar la diversidad que hay, en el modo de expresarse por medio de las palabras, entre unos y otros pueblos; pero con un detenido exámen se pueden señalar los jalones de una marcha evolutiva, llegando hasta encontrar las tres grandes divisiones del lenguaje: monosilabismo, aglutinación y flexión.
Los sabios están unánimes en admitir que la construcción del lenguaje ha principiado por la génesis de las raíces. Dice Max Müller[268]: “Si el sánscrito, el hebreo ó el griego no hubiesen atravesado la aglutinación ó capa aglutinativa, si no hubieran atravesado un período como el chino, aislado ó monosilábico, su forma actual sería un milagro.” El monosilabismo, pues, ha sido el primer medio que los hombres han tenido para comunicarse sus afectos, sus necesidades y sus ideas, prescindiendo de la mímica y de la onomatopeya; de aquí han pasado 129por una evolución secular de grados diferentes á la aglutinación; y por fin, han alcanzado algunos pueblos por medio de la compenetración y las tendencias flexivas, la forma más perfecta del lenguaje.
Es, por lo tanto, una cosa reconocida en el progreso de la lingüística, que la raíz ha tenido que existir por sí misma antes de llegar á la aglutinación y á la flexión.
En el estudio de las raíces de las lenguas indo-jaféticas es un auxiliar poderosísimo el zend y el sánscrito, manantiales fecundos donde el investigador filólogo sacia la sed que le devora; pues no conforme la Filología con darnos á conocer el hebreo, el griego y el latín asciende en busca de progenie más antigua. Las investigaciones interesantísimas de Grimm sobre las lenguas germánicas, y los trabajos de Bott y otros filólogos sobre las lenguas indo-europeas constituyen la escala de Jacob para la Filología comparada, pudiendo considerar esos estudios como fuente regeneradora de la Historia antigua[269]. Pero en las investigaciones del lenguaje 130indo-antillano, todo es tinieblas; no nos queda un dialecto siquiera, que pueda servir de apoyo para verificar nuestros estudios; únicamente, palabras sueltas, ya designando un árbol, una comarca ó un río, ya el nombre de un cacique, ya alguna que otra palabra recogida por los cronistas de la época de la colonización.
Estas palabras, que quedan al azar en la roca, en el arbusto y en el cronicón son aún verdaderas margaritas. Las hemos recogido, con asiduidad, no para reconstruir un lenguaje, lo cual es imposible, sino para propia satisfacción en nuestros estudios filológicos; tratando de averiguar sus raíces, sus temas y desinencias, para fijar sus etimologías, porque el estudio de los elementos de una voz es el estudio de la formación de la palabra. Y como dice muy bien el docto catedrático del Instituto don Enrique Alvarez Pérez en la gramática española que está editando[270]: “El filólogo, como el naturalista, analiza los distintos elementos que constituyen el organismo de la palabra; estudia las diversas fases que presenta en su desenvolvimiento; y compara las analogías y diferencias que tiene con otras del mismo idioma ó de los congéneres.”
En la carta de Cristóbal Colón escrita en el mar cuando regresaba del primer viaje, y enviada desde Lisboa, en Marzo de 1493, á Barcelona, donde se encontraban los Reyes Católicos[271], se lee:
“En todas estas islas non vide mucha diversidad en la fechura de la gente, nin en las costumbres, nin en la lengua, salvo que todos se entienden que es cosa muy singular.”
131Dice el Almirante en su Diario de navegación:
Lunes 12 de Noviembre.—“... y también estas mujeres mucho enseñarían á los nuestros su lengua, la cual es toda una en todas estas islas de India y todos se entienden y todas las andan en sus almadías.”
Además de un lenguaje indo-antillano, conocido en todo el archipiélago[272], ocupado por los indios procedentes de la Florida, había sus dialectos en algunas islas[273], nacidos de la peregrinación de las palabras, y de la evolución 132en el continuo fermento en que se hallaban, principalmente en un idioma, como el indo-antillano, que no había llegado á la cristalización fonética[274].
Algunos hay que opinan que la lengua MAYA, ó primitiva del Yucatán, tuviese sus afinidades con la que se hablara en Cuba, especialmente en la parte occidental de la isla, tan cercana á la península yucateca. Indudablemente 133había diferencia de dialecto en la región del oeste de Cuba; pues el intérprete Diego, que acompañaba á Colón, cuando viajaba cerca de BATABANÓ ó MAYABEQUE, no fué comprendido de los indígenas, y sí por los indios de Vueltarriba. Pero el lenguaje SIBONEY, ó de los indios de Cuba, era un dialecto con ligeras diferencias de la lengua general indo-antillana.
Ahora bien, ciñéndonos á la palabra BORIQUÉN, cuya etimología queremos estudiar, tenemos, que existen en ese vocablo tres raíces aglutinadas: bo-ri-quen.
La inicial BO[275] equivale á GRANDE, SEÑOR[276]. Y la encontramos con este valor en las palabras indígenas:
La sílaba intermedia RÍ, de Boriquén, entraña el concepto de VALOR guerrero, así como la idea de FUERTE. Y la encontramos en los vocablos:
137La final QUEN[277], de Boriquén, implica idea íntima ó de relación con la TIERRA, según lo prueban las palabras:
138De modo que BORIQUÉN puede traducirse por TIERRAS DEL VALIENTE SEÑOR, calificativo justificado; pues, aunque los boriqueños no constituían un pueblo belicoso, ni tenían necesidad para subsistir de hacer la guerra á sus convecinos, es fama que se mostraron siempre muy valerosos en la defensa de su país contra las invasiones y depredaciones de los isleños de Barlovento, sus encarnizados enemigos. A Cuba la conquistó Velázquez sin pérdida de un solo hombre, Juan de Esquivel se adueñó de Jamayca sin sacrificio alguno, y respecto al VALOR de los boriqueños, comparándolos con los haitianos, dice Oviedo: “En la manera de la gente, no difieren en cosa alguna de lo que tengo dicho de la isla Española, excepto que estos indios de SANCT JOHAN, eran flecheros é más hombres de guerra; pero assí andan desnudos é son de la misma color y estaturas.”
Hemos dicho que don Martín Fernández de Navarrete, el año 1825, anotando el Diario de navegación del Almirante, conservado por las Casas, fué el que aplicó, por vez primera, el vocablo CARIB[279] á la isla de Puerto-Rico; pero con documentos auténticos de cronistas y cartógrafos hemos probado ser BORIQUÉN el verdadero nombre indígena de la Isla.
Con esta palabra, CARIB, designaban los indo-antillanos al pueblo indígena de la América, que habitaba las Antillas menores y las costas de Tierra-firme, de donde, navegando en sus piraguas, marchaban estos belicosos indios á piratear en las grandes islas y regiones comarcanas.
Pueblo guerrero y antropófago, terror de sus convecinos, aunque no eran los caribes los indios más sanguinarios de América. Cerca del 140Orinoco dominaban los corpulentos OTOMACOS “la quinta esencia de los bárbaros, barbarísimos entre todos los bárbaros”[280]. Eran éstos, á su vez, el terror de sus vecinos los Jiraras, Caribes, Maypures y Maypoyas[281]. Los ACHAGUAS, indígenas colombianos, decían ser los Caribes descendientes de los tigres, de quienes habían heredado la crueldad que los distinguía. A los tigres los llamaban CHABÍ y á los caribes, CHABÍ-NABÍ, oriundo de tigre.
A la llegada de los españoles al Archipiélago antillano, capitaneados por Cristóbal Colón, dos razas americanas[282] se disputaban el imperio 141de estas islas. Una raza procedente del Norte y originaria de la desembocadura del Mississipí[283], adueñada de la península de la Florida, salvó fácilmente en sus amplias canoas, que daban cabida á ciento y ciento cincuenta hombres, las treinta leguas, que la separan de la isla de Cuba. Además, posteriormente, hubo el fácil acceso por el grupo de las Lucayas[284]. Esta raza, llamada por algunos, de los 142GUAICURE, fué arrojada de sus posesiones del Continente americano por la belicosa de los SEMINOLAS, valientes indios guerreros, que tan tenazmente combatieron, en 1512, al Adelantado Juan Ponce de León, descubridor del país de CANSIO[285]. La otra raza, procedente del Sur, alejándose de las margenes del Orinoco[286], 143su cuna, fué domeñando las costas de Venezuela y Colombia, y en son de conquistadora y en virtud de sus condiciones guerreras entró en el Archipiélago antillano, apoderándose de las pequeñas islas, cercanas á Tierra-firme, de donde extendió sus correrías á las mayores.
Al poner el Almirante el pié en GUANAHANÍ, una de las Lucayas, la lucha de estas razas continuaba á muerte, siendo los campos situados al este de BORIQUÉN la marca invasora de la raza dominante, aunque los caribes no habían podido aún apoderarse del territorio. Si el descubrimiento del Nuevo Mundo se hubiera retardado algún tiempo, los españoles hubieran encontrado todo el Archipiélago antillano en poder de la raza caribeña; pues los GUAYCURE eran más dados al AREYTO, ó bailar cantando, y al BATO ó juego de pelota, que á los ejercicios guerreros; preferían el alimento vegetal al animal, y sabemos por el Diario de Colón, que los indios de las Lucayas ni tenían siquiera los aprestos guerreros del salvaje. En cambio, los caribes desde niños se educaban, en el manejo del arco, se nutrían con carne humana[287], salían 144de continuo en sus almadías á sus terribles aventuras de pillaje, por lo cual eran más potentes para el combate que los BORIQUEÑOS y HAITIANOS[288]; y ya desde Sibuqueira (Guadalupe) 145y Ay-ay (Santa Cruz) organizaban á diario, sus correrías á Boriquén, acantonándose en las desiertas islillas situadas al este de la isla, principalmente en BIEQUE.
El padre Labat opinaba (1724), que los caribes habían emigrado desde la Florida á las Antillas y Tierra-firme; y algunos escritores de nota, entre ellos Alejandro de Humboldt, le han seguido en esta opinión; haciendo proceder el pueblo caribeño de los APALACHES de la América del Norte; pero después de la obra de D’Orbigny[289] las razas de la América del Sur han sido mejor conocidas. El sabio D’Orbigny, que empleó ocho años en recorrer el Continente sur-americano en una extensión de 775 leguas de Norte á Sur y de 900 leguas de Este á Oeste y que al regresar á Francia en 1834 obtuvo el gran premio anual de la Sociedad de Geografía, opina que la raza caribe procedía de la gran familia BRASILIO-GUARANIANA. Estos indios cubrían toda la parte oriental de la América del Sur desde las Antillas hasta cerca del río de la Plata. Además, D’Orbigny ha sentado, que los caribes que poblaban las islas de Barlovento y Sotavento, eran idénticos á los GUARANÍS, del Brasil, pertenecientes al tronco BRASILIO-GUARANIANA. Según el erudito venezolano Arístides Rojas[290], los jeroglíficos, ya en las llanuras y orillas de los ríos, ya en las alturas de la cordillera costanera de Venezuela, marcan el itinerario del pueblo Caribe y de sus diversas tribus de Este á Oeste. El padre Raymond y el padre Dutertre, misioneros que vivieron largo tiempo entre los caribes antillanos, conformes á las tradiciones caribeñas, los hacen provenir de los 146GALIBIS del Continente sur-americano; rama, según D’Orbigny, procedente, á su vez, de la gran familia BRASILIO-GUARANIANA.
Además de marcarnos la Antropología la diferencia de tipo y naturaleza del indio del Norte y el del Sur[291], sabemos por los cronistas que las costumbres y los usos de los indígenas de una y otra de estas razas que estudiamos eran bien diversos; pues, mientras los indios de las grandes Antillas y grupo de las Lucayas eran hospitalarios y pacíficos, los caribes eran crueles y sanguinarios.—Los guaycures apelaban únicamente á las armas para combatir tan sólo la agresión de sus feroces vecinos; éstos, por el contrario, hacían de la guerra un uso cuotidiano y se entregaban en sus débiles embarcaciones á atrevidas empresas. A Cuba la conquistó Velázquez, sin pérdida de un solo hombre.—Juan de Esquivel no tuvo que hacer sacrificio alguno para adueñarse de Jamayca. En Haytí inició la guerra contra los españoles el cacique Caonabó, que era de raza caribe; los demás régulos siguieron el movimiento con tibieza, aceptando prontamente la coyunda castellana. En Boriquén, cuyos indígenas eran más flecheros, al decir de Oviedo, y se explica, por tener sus naturales que contrarrestar, muy á menudo, el empuje de la invasión caribeña, que venía por el Este, recibióse á los cristianos cordialmente, y fué la servidumbre la que provocó después el 147alzamiento. Y los indios de las Lucayas eran tan inocentes, que se herían las manos palpando el filo de las espadas de los compañeros de Colón. En cambio, los caribes de Santa Cruz recibieron con flechas envenenadas, diestramente arrojadas por hombres y mujeres, á los compañeros del Almirante, que fueron á tomar lengua y hacer aguada. En Guadalupe no ocurrió lo mismo, porque todos los hombres dispuestos para la guerra se habían ido á piratear por las islas vecinas. Y ya nos dice Oviedo, que los buques hacían aguada en la Domínica á fuerza de armas. Cuando Ponce de León hizo recalada, expresamente, en la isla de Guadalupe para castigar á sus naturales, tuvo que retirarse bien descalabrado. Y las crónicas de Puerto-Rico están bien nutridas con la narración de las terribles invasiones de los caribes de las islas de Barlovento[292]. Eran, pues, los GUAYCURES 148y los CARIBES dos pueblos de diversa procedencia genealógica, y cuya lucha á muerte tenía que terminar, por ley antropológica, con el triunfo de la raza caribeña, más viril y más apta para la guerra, y la completa absorción y desaparición de nuestros pacíficos indígenas.
No podía, por lo tanto, corresponder el vocablo CARIB á los hospitalarios BORIQUEÑOS, que tan sólo empuñaban el arco y la macana para defender el terruño; y, por lógica deducción, tampoco á su país, y sí, ÚNICAMENTE, á los naturales de las islas de Barlovento.
Según el sabio Humboldt, el vocablo CARIBE procede de CALINA, CARIPUNA, habiéndose transformado la -L- y la -P- en -R-y-B-; de CALINA ó CARINA se ha hecho CARIBI ó GALIBI.
Nosotros, siguiendo la teoría filológica de que estos vocablos antes de llegar al período de aglutinación en que se encuentran han pasado por el monosilabismo, creemos que la primera sílaba -CA- de CARIBE, así como el -GA- de GALIBI es una evolución de la raíz GUA; cuya sílaba GUA ó HUA, en sus diversas acepciones pertenece á tres idiomas americanos: el guaraní, el muysca y el quechúa[293].
Pedro Mártir de Anglería ha sido el primero de los cronistas de Indias[294], que ha llamado la 150atención sobre la frecuencia de la silaba GUA en el lenguaje indo-antillano.
Según el misionero Ruíz Montoya[295] la palabra GUARANÍ equivale á GUERRA; y GUARINIARA, á GUERRERO; y AGUARINÍ, á GUERREAR etc. D’Orbigny acepta esta etimología. Y Arístides Rojas[296] opina, que GUARANÍ es corrupción de GUARINÍ; y que de esta voz se derivan CALIBI, CARIBE, CARAIBE, CASIBÍ y CARINA.
De manera, que CARIB es igual á CARIBE, CARIBO y GUARIBO.—Y nosotros, analizando y deshaciendo la aglutinación, traducimos: GUA, artículo; RÍ, valiente ó guerrero; y BO, grande, señor ú hombre jefe. Es decir: EL GRAN GUERRERO ó EL HOMBRE VALIENTE.
Vése, pues, que el vocablo CARIB, según los cronistas de Indias y la etimología de la palabra, corresponde de lleno á los CARIBES, habitadores de las islas de Barlovento y Costa-firme, ya haciendo relación á los individuos, ya á sus pertenencias; y de ningún modo á Puerto-Rico, no ocupada aún en la época del Descubrimiento por los terribles antropófagos.
Para precisar el nombre indígena de las islas del Archipiélago antillano hemos consultado, además del Mapa mundi de Juan de la Cosa y las relaciones de los cronistas de Indias, la carta náutica de Diego de Ribero (1529); la del Atlas universal de Guillermo Le Testu (1555); la que lleva la obra de Antonio de Herrera (1730); los mapas modernos de las Antillas de Hachette y Cª, Grosselin-Delamarche, Garnier Hermanos, Espasa y Cª, el que acompaña al trabajo de A. Bernad: “Le Monde à l’époque des grandes découvertes”, y el derrotero del primer viaje del Almirante, según don Patricio Montojo. De algunas islas no hemos podido haber el nombre indo-antillano, pero compilamos en el siguiente cuadro el de la mayor parte:
NOMBRE INDÍGENA. | NOMBRE ACTUAL. |
---|---|
Guanahaní. (San Salvador)[297] | Watling island. |
152Ojuná. (Sta. M.ª de la Concepción) | Rum Cay. |
Yumaí. (Fernandina) | Cat island. |
Xaomatí. (Isabela) | Long island. |
Yucayu | Pequeña Abaco. |
Siguatío | Grande Abaco. |
Guanimá | Eleuthera. |
Bahamá | Bahama. |
Biminí | Beminí. |
Habacoa | Bary. |
Mayaguaná | Marijuana. |
Xamaná | Samaná. |
Yabaque | Acklin. |
Babeque | Grande Inagua. |
Qüamá | Islas Turcas. |
Anamá | |
Caisimón | Islas Caicas. |
Cuba. (Juana)[298] | Cuba. |
Maya | Región occid. de Cuba. |
Guanaja. (S. J. Evangelista) | Isla de Pinos. |
Haytí. (Toda la isla) | Repúblicas de S. Domingo y de Haytí. |
Bojío. (Región septentrional) | |
Quisqueya. (Región Oriental) | |
Guanabo | Gonaive |
Adamanay | Saona. |
153Boriquén | Puerto-Rico. |
Amoná | Mona. |
Siqueo. (Cicheo) | Desecheo. |
Bieque | Viequez. |
Xaymaca | Jamaica. |
Ay-ay | Santa Cruz[299]. |
Sabá | Saba. |
Sibuqueira | Guadalupe. |
Ocamanirí | Redonda. |
Matininó | Martinica. |
Cayrí | Domínica. |
Carí | Trinidad. |
Cubagua | Isla de Perlas. |
Guaiquerí | Margarita. |
Oribá | Oruba. |
Curisao. (Isla de gigantes) | Curazao. |
Se ha hecho hincapié en la frase de Alvarez Chanca: “En un puerto de esta isla (Boriquén) estovimos dos días”; y exijiendo estricto rigorismo en la acepción del vocablo, y considerando de carácter oficial la carta del médico sevillano, se afirma[300] que,
“Al decir el doctor puerto, el lector debe entender que se le habla de una porción de mar entre algunas tierras que la resguardan del empuje de las olas y de los vientos, con una entrada, que se llama boca ó boquete. Esto tiene derecho á entender y no que se le hable en un galimatías en que por puerto deba entenderse ensenada, rada ó embocadura de río.—Mayagüez es todo menos puerto. Culebrinas no es más que desembocadura de un río.”
Creemos, por el contrario, que la palabra PUERTO, usada por el doctor Chanca, no debe tomarse con el rigorismo técnico que exije el señor presbítero de Guayanilla. Y vamos á probarlo. Se supone que Chanca tomó el vocablo directamente del Almirante, á quien acompañaba en la nao capitana; pues bien, Colón no usaba con la precisión que exije el padre Nazario la palabra PUERTO, y no por ignorancia náutica, 155sino por falta del detenido estudio necesario para clasificar debidamente el surgidero, que por vez primera hacia uso de él. Por eso le vemos llamar PUERTO á la ensenada YAMANIQUE[301] en Cuba, y dar igual denominación á la bahía de San Nicolás en la Española[302]. Llama ANGLA á la ensenada de PUERTO MARGOT[303], y puerto á la BAHÍA DE ACUL[304], y golfo á la bahía de Manzanillo[305], y angla grande á BAHÍA ESCOCESA[306]; y por este estilo pudiéramos multiplicar las citas.
Don Pedro Tomás de Córdova en sus informes[307] como Secretario de Gobierno, y siguiendo las latitudes y longitudes geográficas del mapa de don Antonio Cordero, piloto de la Real Armada, hablando de la banda occidental de la isla, dice: “En este intérvalo de costa está la ensenada del Boquerón, el puerto Real de Cabo-rojo, el fondeadero de Mayagüez y la ensenada de Añasco”. Y corriéndose al noroeste, dice: “Y en este espacio se halla el fondeadero de la Aguadilla, el que forma una grande ensenada 156que puede servir á cualquiera embarcación y ofrece mucha facilidad para hacer aguada.”
Don Fernando Colón no usa, como Chanca, la palabra PUERTO para designar el lugar de fondeadero en los mares de Puerto-Rico, sino CANAL, é igual denominación le aplica á la bahía de Cádiz. Muñoz dice, en una CALA[308]; y Las Casas, Herrera, Iñigo Abbad y Washington Irving anotan, en una BAHÍA.
Basta echar una ojeada por un diccionario marítimo[309] para convencerse de lo fácil que 157es usar indistintamente algunos de estos vocablos, muchas veces casi sinónimos, y lo ilógico por ende de exigir el rigorismo técnico, aun en los mismos papeles del gran marino genovés, cuando tales surgideros eran visitados por la armada por vez primera, y eran múltiples las atenciones del Almirante, que conducía por mares desconocidos una gran flota con un nutrido cuerpo de colonización, para detenerse á consignar en el cuaderno de bitácora, con exactitud náutica, el vocablo que le correspondía al inexplorado fondeadero, careciendo, además, de los datos geográficos necesarios para precisar la roturación de los anclajes.
Estos pueblos están asentados en la comarca marítima, que forma la bella herradura comprendida EN EL ÚLTIMO ÁNGULO OCCIDENTAL de Puerto-Rico. Y consideramos esta región como la correspondiente á la frase usada por Pedro Mártir de Anglería, y dictada indudablemente por el hábil piloto Antonio de Torres, porque sin recorrer TODA la banda occidental de la isla no hubiera podido el precavido marino usar el calificativo de ser el ÚLTIMO ÁNGULO de la costa del oeste. Aseveración comprobada después por los geógrafos[310], aunque ya para aquella época también, en la carta de marear de Juan de la Cosa se percibe marcado ese ángulo occidental con bastante exactitud. Por otra parte, el piloto Torres, que asesoró á Mártir de Anglería, volvió, al retornar á España con las doce naves, á recorrer el derrotero traído por Colón en su segunda empresa; y por mucho tiempo se estuvo usando esta vía al navegar por el mar de las Antillas.
Causa extrañeza á los contendientes opositores á nuestra opinión, que el Almirante, dirigiendo su armada por la costa meridional de 159Boriquén, recorriese además, toda la banda del oeste de la misma isla. Y por eso, pregunta el padre Nazario: “¿á qué había de ir Colón á la costa occidental de San Juan?”[311] Hay que tener en cuenta, que al iniciar el gran Navegante el bojeo de las Antillas en Dominica, el rumbo preferido, en general, fué en dirección noroeste; pero siempre que algún accidente le obligaba á una caída de sotavento rectificaba después su derrotero, cogiendo primero el rumbo franco al norte para volver luégo á fijarlo al noroeste. Así le vemos llevarlo á efecto, especialmente, cuando la arribada forzosa á Santa Cruz, yendo á recalar á Virgen Gorda. Por lo tanto, habiéndole obligado el archipiélago Las Vírgenes á derribar al suroeste, y terminada la dificultad al voltejear los Morillos de Cabo-rojo, lógico era, siguiendo la marcha establecida, corrigiese el rumbo navegando al norte, y después avistado el cabo de San Francisco y singlando el crucero por mares tranquilas, y necesitando agua para su numerosa flota de colonización[312], 160se acercara á tierra y echara el ancla en una bahía, 161cuyo aspecto le convidaba y retenía con encantadores atractivos.
Estudiando este punto del viaje del Almirante, dice acertadamente el general de Marina don Patricio Montojo:[313]
“Después de haberse aguantado al pairo ó con poca vela, durante la noche del 17—fiel á las precauciones que entonces, más que ahora, debía tomar un experimentado marino cerca de tierra desconocida—fué Colón voltejeando todo el día 18 y, bien entrado el 19 de noviembre, montó la punta de San Francisco para fondear en las inmediaciones del Culebrinas, donde hizo su aguada.”
Razonando el “Diario Popular,” de Mayagüez[314] sobre la frase de Pedro Mártir de Anglería, respecto á que la armada de Cristóbal Colón dió anclaje en el ÚLTIMO ÁNGULO OCCIDENTAL de Puerto-Rico, dice:
“Este, realmente, sería el único argumento sólido que podría presentarse en favor de Aguada, si las palabras de Pedro Mártir estuviesen consignadas en la carta del doctor Chanca, testigo presencial de los hechos que se relatan. Pero la indicación de aquel escritor no está confirmada por ninguno de los que después se han ocupado de las cosas de América, único modo como podrían tener apariencia de validez á los ojos de la crítica imparcial.”
Esta concesión del escritor de la ciudad del oeste queda satisfecha, en lo que pide en el último extremo del párrafo citado, con una simple ojeada á la carta náutica de Juan de la Cosa; admirando, desde luego, en la figurilla delineada que corresponde á Boriquén, aquel último ángulo occidental, algo exagerado por el cartógrafo en la latitud con relación á punta de Aguilas; 162pero digno de admiración por lo bien que se destaca la amplia rada en tan pequeño grabado. La Cosa trazó con mano hábil, y por vez primera, y en miniatura, la herradura que hemos dicho limitan los cabos San Francisco y Boriquén, y en cuyas costas radican las poblaciones de Aguada y Aguadilla.
Sin embargo, no basta lo expuesto, que justifica ya, como una verdad incontrovertible, la tesis que sustentamos, á pesar de la frase de William Prescott, en que asevera, que los que no se han ocupado nunca en investigaciones históricas apenas pueden formarse idea de lo débiles que son los fundamentos sobre los cuales es necesario construir la mayor parte de las narraciones. En derrota, pues, los adversarios, han querido atrincherarse en la duda, presentando la objeción, de cuál sería ese último ángulo occidental de Puerto-Rico, á que se refiere Pedro Mártir de Anglería en sus Décadas.
Como don Salvador Brau con sobria frase y robusta argumentación[315] desvanece esa nebulosidad, hacemos nuestras sus palabras. Dice el sagaz y circunspecto investigador:
“La isla de Puerto-Rico afecta topográficamente la figura de un paralelógramo irregular. Los dos ángulos orientales se comprenden en las Cabezas de San Juan al nordeste, y el cabo de Malapascua al sureste, y los dos occidentales se determinan por el cabo Rojo al suroeste y la punta Boriquén al noroeste.—En una derrota que se inicia por Malapascua, y mantiene su trayectoria de este á oeste, hasta el cabo Rojo, y de aquí ha de enderezar el rumbo al norte, recorriendo el canal llamado hoy de Santo-Domingo en solicitud de Samaná, ¿cuál ha de considerarse el último ángulo occidental de Puerto-Rico sino la punta Boriquén?
163¿Está situado Mayagüez en ese ángulo? No: Mayagüez no ocupa ángulo alguno en nuestras costas; la orientación de su ensenada es franca al oeste, y su emplazamiento ocupa el centro de la costa occidental. En el último ángulo se encuentra la rada comprendida entre el cabo de San Francisco y la punta Boriquén, rada que abarca dos poblaciones: Aguada, la tercera de la isla por su antigüedad y Aguadilla, segregada modernamente de la primera.”
El padre Nazario, estudiando[316] ese ÚLTIMO ÁNGULO OCCIDENTAL de que habla Pedro Mártir de Anglería, asevera que “debe ser el formado por las líneas de las costas meridional y occidental de la Isla, contándose en la distancia media entre el Cabo Rojo y el Cabo Aguilas”. Y no pudiendo meter la gran flota del Descubridor en la ensenada de BOQUERÓN por ser contrario á la tesis que sustenta se va á Roma por todo y asegura[317]:
“Es imposible desconocer que los dos desembarcos, el de Chanca y el de Pedro Mártir fueron en el mismo costeo por la banda meridional; que el referido por éste se localizó en el extremo occidental de la costa meridional: luego el primer fondeo referido por Chanca se verificó al oriente del segundo; luego Colón, por primera vez, arribó á un puerto de la costa Sud.”
Esta manera de discurrir, á pesar de la dialéctica, no es batirse en retirada sino á la desbandada. Con aceptar una arribada á Mayagüez y otra á Aguada tendríamos cuatro anclajes y todos en paz; pero surgiría un nuevo conflicto ¿dónde fué que estuvo el crucero los dos días?
Y según los comisionados, licenciado Santa 164Clara y presbítero Ponce de León[318] á Aguada arribó el capitán Juan Ponce, por vez primera, al verificar su empresa de conquistar y poblar el Boriquén en 1508. Cuando en 1510 le fué imposible á Cristóbal de Sotomayor levantar un poblado en las cercanías de Guánica por la incomodidad de los mosquitos, se replegó, atravesando la cordillera de montañas de Añasco, á inmediaciones de Aguada y fundó á Sotomayor, que destruyeron los indios en el levantamiento general de 1511. Aguada se llamó la nueva aldehuela de 1585, hoy villa, siendo sus habitantes moradores de aquel poblado ó costa y vecinos de San Germán, como los de Arecibo en 1616 eran todavía moradores de la ribera del Arecibo y vecinos de la Capital.
Esto, en lo que tiene relación con los VISITADORES, veamos ahora cómo estaban situados los VISITADOS.—Refiere don Fernando Colón[319] que la armada del Almirante, terminado el costeo del archipiélago Las Vírgenes,
“aportó á la isla que llamó San Juan Bautista, que los indios llaman Boriquén, y surgió con la armada en una canal de ella á Occidente, donde pescaron muchos peces, algunos como 165los nuestros, y vieron halcones[320] y parras silvestres[321] y más hacia Levante fueron unos cristianos á ciertas casas de indios, que según su costumbre estaban bien fabricadas, las cuales tenían la plaza y la salida hasta el mar, y la calle muy larga, con torres de caña á ambas partes, y lo alto estaba tegido con bellísimas labores de plantas y yerbas, como están en Valencia los jardines, y lo último hacia el mar era un tablado en que cabían diez ó doce personas, alto y bien labrado.”
De la narración del hijo del Almirante, que concuerda con la de Pedro Mártir de Anglería, se desprende que en la costa boriqueña, á donde aterró Cristóbal Colón y sus compañeros en el segundo viaje, existía un poblado de indios, los cuales huyeron atemorizados á sus bosques al sentir la presencia de los extraños visitantes. Hemos dicho que esa arribada ó desembarco tuvo efecto en el último ángulo occidental de la isla; y en esa herradura marítima desembocan varios ríos, entre ellos el Culebrinas. Y según otras investigaciones históricas[322] tenemos, que á orillas del Culebrinas, junto al mar, tenía el régulo Aymamón su villajo; ranchería, que según la descripción de don Fernando, recuerda las visitadas por Livingstone á orillas del Zambesis y las descritas por Stanley al explorar los territorios centrales del Continente africano.
Vése, pues, que uniendo todos estos datos, esparcidos en los antiguos cronicones de América, 166que hablan de la isla de San Juan ó del Boriquén, se forma el hilo de Ariadna necesario para salir del laberinto de dudas y vacilaciones, en que han caído algunos escritores puertorriqueños por seguir á los historiadores ó compiladores modernos como Navarrete, ó, lo que es peor aún, á los escritores extranjeros que no siempre han bebido en las verdaderas fuentes históricas de Indias.
Los escritores de la ciudad del Oeste en el DIARIO POPULAR[323] de aquella ciudad recaban para su pueblo el honor y la gloria de la primera visita del gran marino genovés, fundándose en que la ensenada de Mayagüez está orientada Á PONIENTE como narran los cronistas estaba el surgidero electo por el Almirante al tocar y dar anclaje en Boriquén, y que Aguada, está emplazada al noroeste.
Chanca no fija hacia donde quedaba el fondeadero. Mártir de Anglería prefija el último ángulo occidental de la Isla y Juan de la Cosa lo traza con bastante exactitud en su mapa mundi. Don Fernando Colón anota, en una canal á Occidente, y Las Casas, Herrera y Fray Iñigo consignan al poniente.
El tomar la frase Á PONIENTE, como argumento en favor de los derechos que trata de defender Mayagüez, es en buena discusión una sutileza. Y queda desvanecida, desde luego con 168esta cita del cronista Oviedo, tomada de su Historia general de Indias:
“Y en la misma costa de Poniente hay otros ríos así como el Aguada é Culebrinas, entre los cuales estuvo ya un pueblo llamado Sotomayor.”
Vése, pues, que los cronistas tomaban por Á PONIENTE, toda la parte occidental, ó el lado de la puesta del sol, sin precisar un cuarto más ó menos al sur ó al norte.
Quien primero interpoló á Mayagüez, en el derrotero seguido por Colón en su segundo viaje, fué don Martín Fernández de Navarrete al glosar la Carta de Diego Alvarez Chanca al Cabildo de Sevilla. Don José Julián de Acosta, al comentar la obra de Fray Iñigo Abbad, prescindió de la opinión del antiguo historiador de Puerto-Rico y siguió los trabajos del académico don Martín, efectuados en 1825. Y Vizcarrondo y Janer en sus COMPENDIOS siguieron á Acosta.
Otto Neussel, en nuestros días, no ha hecho más que calcar los errores de Navarrete respecto á la segunda empresa de Colón. En la conferencia dada en la Sociedad geográfica de Madrid—8 de Marzo de 1892—prueba el conferenciante, haciendo un estudio del primer viaje del Almirante, estar á la altura de los conocimientos modernos en algunos puntos, pero no en otros; se decide por WATLING como la verdadera GUANAHANÍ de los indios ó SAN SALVADOR del Almirante; y elige á JIBARA[324] como el puerto de recalada en Cuba, desechando á NIPE[325] PUERTO DEL PADRE[326] y las MÚCARAS[327]. 169Pero al presentarnos un mapa con las “derrotas que siguió Cristóbal Colón en sus cuatro viajes para descubrir el Nuevo Mundo, según los manuscritos de Fray Bartolomé de las Casas”[328], claudica y tropieza en el primer viaje, no tocando en RUM CAY y CONCEPCIÓN; no costeando el noroeste de CAT ISLANG; y recorriendo el suroeste, en vez del nordeste, de XAOMETO. Y en el segundo viaje, no tocando en ANTIGUA; no explorando el archipiélago LAS VÍRGENES; recalando en MAYAGÜEZ; y llamando á la isla BURENQUÉN. Y también presenta otras equivocaciones de bulto al delinear los otros viajes seguidos por el Almirante en el mar de las Antillas. No merece, pues, el señor Otto Neussel ser citado como una autoridad en la cuestión que se debate, porque su estudio de referencia revela que sus investigaciones han sido muy superficiales, respecto á la segunda empresa del Navegante; habiendo profundizado únicamente algunos puntos del primer viaje; pues, hasta en el viaje del Almirante que hemos llamado INTERCOLONIAL ó PARCIAL, mete la flotilla entre las islas de Saona y Santo Domingo, cuando tan sólo se refugió la escuadrilla de Colón á la entrada del canal de Saona. Este hecho histórico queda comprobado con dar una ojeada al mapa de Juan de la Cosa, que une la pequeña isla á la grande y no traza el canal de Saona.
Existiendo en la ensenada de Mayagüez una serie de bajos, que dificulta el anclaje en aquel puerto y expone las naves á zozobrar, por lo que se necesita de práctico hábil para tomar surgidero, dice el DIARIO POPULAR: “¿existirían esos bajos de arena y sus arrecifes, hace 400 años, tales como hoy existen?”
170Este argumento es del mismo género que el de la frase Á PONIENTE, una vacilación, una sutileza, batirse en retirada. Aquí ya se prescinde de cronistas y cartógrafos y se entra en suposiciones.
Cuvier[329] hablando de los LITÓFITOS dice que en la zona tórrida sus troncos pétreos se entrelazan formando rocas y arrecifes, y elevándose hasta flor de agua, cierran la entrada de los puertos y tienden lazos terribles á los navegantes. Conocido es el trabajo de estos obreros del mar; pero como observa el doctor Hoefer[330], estudiando los Viajes de Kotzebue de 1815–1818, el desarrollo de los bancos madrepóricos es en general extremadamente lento. Y el ilustre Dana[331] estima el crecimiento de estas masas, por término medio, en tres milímetros anuales. Esto sin contar que los políperos se alejan de los sitios marinos á donde tributa al mar una corriente de agua dulce. Puerto-Rico se compone de un núcleo de carácter granítico, rodeado de terrenos de transición, calcáreos y pirógenos. Y así como las pequeñas islas volcánicas, que se extienden desde Trinidad hasta las Vírgenes, constituyen el último período de los anales físicos del Archipiélago antillano, las masas calcáreas corresponden á períodos más antiguos y prolongados (período terciario). De manera que á excepción del limo arrojado en el puerto por el río Yagüez y esparcido por las marejadas del Oeste, las escolleras y accidentada costa occidental de la Isla y, por lo tanto, la de Mayagüez, 171así como el submarino piso donde acumulan los políperos su lento trabajo de rocas madrepóricas, son muy anteriores, y CON MUCHO TIEMPO, á la época en que Colón avistó á Boriquén; cuyos aborígenes se encontraban en el estado de sociedad correspondiente á la época de la piedra pulimentada (período contemporáneo).
Ahora bien, el lugar en que radica Mayagüez debe haber sido en pasados tiempos lugar pantanoso ó encharcado, y sin condiciones para establecer un caserío, ateniéndonos á la etimología del vocablo y al estado actual de aquellas costas. No dicen los cronistas, que en aquel sitio hubiera ranchería alguna de indígenas, y por otra parte nos aseveran que el cacique URAYOÁN, el señor de YAGÜECA, vivía á las márgenes del río GUAORABO (río de Añasco), en cuyas aguas se hizo el experimento de la mortalidad de los españoles con el infeliz Salcedo. Lo que prueba que el cacique de la comarca mayagüezana era el régulo URAYOÁN, y que éste no vivía en la costa, sino internado, y probablemente en las cercanías del lugar donde el teniente de Ponce de León, don Luis de Añasco, fundó la aldehuela, que andando el tiempo había de llevar su nombre, y que dista más de una legua del mar[332].
Militan, pues, en contra de la tesis sustentada por los escritores de la ciudad del Oeste, las malas condiciones comarcanas de aquella región, la etimología del vocablo, la carencia de cacique propio, y el no asignar los cronistas ya citados ranchería alguna indígena en la playa mayagüezana.
Además, si en ella hubiera existido esa pintoresca aldehuela, descrita por don Fernando 172Colón, ¿cómo no replegarse á sus cercanías don Cristóbal de Sotomayor al levantarse el poblado de Guánica por la incomodidad de los mosquitos, dada la proximidad de Mayagüez? Por el contrario, los pobladores levantan desilusionados sus viviendas, atraviesan las serranías con múltiples trabajos y van á fundar el nuevo poblado en las inmediaciones de Aguada. Y en estos contornos, á la desembocadura del Culebrinas, nos dice la historia estaba el aduar ó ranchería del cacique AYMAMÓN.
Algunos escritores modernos han opinado, que MAYAGÜEZ fué el nombre de un cacique; pero no descansa esta suposición en ningún cronista. En cambio Oviedo[333] dice:
“En la mesma costa de Poniente están Mayagüex é Corigüex, ríos, é más adelante está la punta que llaman el Cabo roxo”.
Oviedo, el más antiguo cronista de Indias, considera, pues, que el vocablo MAYAGÜEZ estaba aplicado á un río, de donde pasó á la comarca que hoy le lleva. Pudiera también del río haber pasado á un jefe indio, y algunos ejemplos podríamos presentar tomados de las crónicas indígenas; pero, en el presente caso, no lo dicen los antiguos escritores, como han tenido, por otra parte, la particularidad de señalarlo cuando ha ocurrido tener un mismo nombre el río y el cacique.
Respecto á escribir el nombre Mayagüez con X al final, hoy transformada en Z, hay que tener en cuenta que los colonizadores habían introducido la corruptela en muchos vocablos indígenas, por lo cual los escritores de aquella época usaron indistintamente las letras X, J, S, Y, Z. Así escribieron COROJ, COROX, COROSO y COROZO, así como JAGUA, YAGUA, 173XAGUA y SAGUA. Y otras veces sustituían el nombre indio por una palabra castellana. El mismo Oviedo habla de AGUADA y CULEBRINAS, sin citar los vocablos indígenas que fueron reemplazados por estas voces genuinamente españolas.
Escribiendo sobre el río MAYAGUEX de Oviedo, Juan de Laet (1640) y Navarrete (1825) cambian la X por S y anotan MAYAGUES, y Torres Vargas (1646), hablando del mismo río cambia la X en Z y escribe MAYAGÜEZ, cuya ortografía ha prevalecido.
La manía de querer representar con las solas veinte y cuatro letras del alfabeto romano los sonidos extranjeros, que no correspondían á ellos, ha ocasionado estas confusiones, que hoy tocamos de cerca, especialmente con los nombres góticos, árabes é indios. Aún tenemos en nuestros días quien dice MADRIZ por Madrid (de Majerit). La palabra GODOS lleva la D en sustitución á la TH. Los godos llamaban á su país GOTHS LAND, esto es, TIERRA DE GODOS. Los griegos y los romanos la denominaron GOTHIA, que significa lo mismo, y que nosotros pronunciamos GOCIA. La TH, en los nombres de estas gentes, se pronunciaba por los latinos como DZ, al modo de THETA griega ó TH de los ingleses, los cuales todavía escriben y pronuncian GOTHS. Nosotros conservamos la D original y decimos GODOS, pero no olvidamos la Z y las transformamos en C en GOCIA, y pronunciamos fuerte en GOTIA, en GÓTICO, y en GETA, que se tiene por otra desinencia del mismo nombre[334]. Y lo mismo ha sucedido al confundir la G con la H; por ejemplo, GERMANIA y HERMANO tienen un mismo origen. Las tribus al norte de los Alpes llamaban HERRMANN 174al que capitaneaba las tropas; de HERR, jefe, cabeza; y MANN, hombre, es decir, el HOMBRE JEFE. Los romanos, que combatían esas tribus, tomaron el vocablo de los labios de sus enemigos, y transformándolo en GERMANOS, lo aplicaron á aquellos pueblos teutónicos que trataban de avasallar; y por derivación, el de GERMANIA á todo el país. Y decían: UNIDOS COMO LOS HERMANOS; son HERMANS. Y en lenguaje figurado, SUNT FRATES; de donde las voces, HERMANOS, GERMANOS, COFRADES.
Y como ha pasado con los vocablos árabes y godos, ha acontecido con los indo-antillanos.—Tenemos en una Carta del licenciado Alonso de Zuazo á Mr. de Chievres (1518) estas interesantísimas palabras:
“de manera que, como muchos de estos indios estaban acostumbrados á los aires de su tierra y á beber agua de jagüey, que así llaman la balsa de agua llovediza é otras aguas gruesas.”
En la Relación testimoniada del asiento que se ha tomado con el capitán Francisco de Barrionuevo para ir á la paz y quietud de los indios de la sierra del Bahoruco en el distrito de la Audiencia de Santo-Domingo, año de 1533, se lee:
“é por lo que por esperiencia se ha visto en la dicha guerra, que la mucha gente no ha hecho provecho, antes no se han podido sustentar por no haber agua en las dichas sierras, é cuando la hallan en algunos yagüeyes, si hay para diez personas no hay para los demás.”
Como GÜEZ no es raíz en el lenguaje indo-antillano, y GÜEY si lo es; y como los escritores del siglo XVI y XVII, siguiendo los giros latinos, escribían las palabras indistintamente con J ó con Y, al igual que confundían la Q con la C y 175con la CH, tenemos el vocablo indio JAGÜEY, evolucionado por pronunciación y escritura en YAGÜEY, y después en YAGÜEX, YAGÜES y YAGÜEZ.
La sílaba inicial de Ma-yaguey, es radical en la lengua indígena y le consideramos las acepciones de GRANDE, ABUNDANCIA y también LLANO ó LLANURA. Y así la encontramos, entrañando la idea de GRANDE, en
Llevando en sí la idea de ABUNDANCIA encontramos la raíz MA en las voces indo-antillas:
Implicando la idea de LLANO hallamos la sílaba inicial MA en
Pudiéramos multiplicar las citas para confirmar el análisis filológico que hacemos de la radical MA.
Ahora bien, la raíz GÜEY indica AGUA; y por eso la vemos en las palabras asignadas á 177las plantas MAGÜEY, DONGÜEY, MARUNGÜEY, plantas muy ricas en jugos ó que crecen en lugares húmedos. La palabra JÜEY es corrupción de GÜEY, y está aplicada al cangrejo de lugares pantanosos. En Cuba se conserva el vocablo CAMAGÜEY aplicado á una comarca de aquella Isla abundante en aguas, y en Santo Domingo perdura la voz HIGÜEY, nombre del antiguo cacicazgo que comprendía los ríos Ozama, Yamasá, Guabanimo, Quiabón, Yuma, Yabacoa, Anamuya y otros.
La partícula GÜEY entraña una aglutinación, que se deshace en GUA Í, que equivale á EL AGUA.—GUA, en el lenguaje indo-antillano, ya hemos dicho que corresponde al artículo EL, así como en otras lenguas americanas tiene distinta significación[335].
La raíz Í, equivaliendo á AGUA, la encontramos aún en el idioma guaraní, y transformada en UNU, INÍ, WENÍ, ONÍ, NÍ, significando siempre AGUA, en diferentes naciones americanas[336]. En la lengua guaraní, PARA equivale á MAR; de donde, PARAÍ, agua de mar; ÍAYÍ, gota de agua; ÍASA, cántaro de agua; ÍABÚ, ruido de agua; ÍYUQUÍ, agua salada[337].
Por lo tanto el vocablo MAYAGÜEZ, corrupción 178de MAYAGÜEY y MAJAGÜEY, es equivalente á GRAN CHARCA DE AGUA, ABUNDANCIA DE AGUA ó LLANURA ANEGADA.
No existe, pues, ni en la Filología, ni en la Geología, ni en la Historia conservada por los cronistas de Indias, ni en el mapa más antiguo del Archipiélago antillano, punto de apoyo alguno para concederle á la playa mayagüezana el honor de la primera visita del Almirante; visita, que indicó por vez primera, don Martín Fernández Navarrete como efectuada en Mayagüez, al glosar equivocadamente la Carta de Diego Alvarez Chanca al Cabildo de Sevilla.
El presbítero Nazario y Cancel, en su reciente obra publicada, emite el pensamiento de haber sido el puerto de Guayanilla el lugar de fondeadero de las diez y siete naves del Almirante, al arribar á Boriquén en la segunda expedición al Nuevo Mundo. Ningún autor le ha precedido en esta investigación, y el estudioso sacerdote consagra su libro, por completo, al sostenimiento de esta original opinión.
Al señor párroco de Guayanilla le ha sido necesario reformar la marcha de la flota de Colón por entre las Antillas menores, y suprimir la arribada á las islas Antigua y Santa Cruz, para llevar, en determinado día, las carabelas del gran Ligur al lugar de surgidero que se proponía. En el trascurso de este libro, y en las anotaciones á la carta de Diego Alvarez Chanca, hemos combatido este parecer del ilustrado presbítero, que así como no ha querido admitir en el estudio del derrotero del Almirante más cronista que el médico sevillano, en cuanto á trabajos históricos de aquella época ha fiado demasiado en la enciclopédica obra “Viajeros modernos.”
El puerto de Guayanilla une las ondas de su seno á las del mar Caribe por un estrecho boquete formado por las puntas BARRACO y PUNTILLA. 180¿Es lógico aceptar, ni por un momento, siquiera, que el previsor marino metiera por un BOQUETE de mar las diez y siete naves, cinco de ellas de gran cabida, sin un fin preconcebido, y cuando le apremiaba el tiempo? ¿No son conocidas de todos las precauciones con que penetró en el puerto de Navidad? Y á pesar de la ansiedad que tenía en saber cómo se encontraban los 39 españoles del fortín, ¿no pernoctó á la entrada del canal y empleó todo el siguiente día en llegar al seno del puerto? La pérdida de la Santa María, en el primer viaje, le obligaba á ser más previsor aún en el segundo, que no llevaba tres ligeras carabelas, sino toda una flota de colonización. Es indudable, pues, que el crucero corrió la banda meridional de Puerto-Rico bien alejado de tierra por temor á los escollos y restingas, y favorecido por el viento alisio del Este navegó en popa toda la costa Sur el día 17, se mantuvo al pairo durante la noche, y en el subsiguiente día remontó las aguas turbulentas de los Morrillos, para ir á echar el ancla, el 19, en el último ángulo occidental de la isla.
El padre Nazario fija la residencia de Agueybana (Guaybaná), cacique principal de Boriquén, en el puerto de Guayanilla[338], para hacer concordar la arribada del gran marino genovés á aquel surgidero con el hallazgo de una ranchería de indios en condiciones de aldehuela, como rezan los cronicones. No se debe confundir el lugar de la costa donde se dió la primera batalla entre españoles é indios con el sitio donde radicaba el aduar del Cacique. La ranchería del régulo Guaybaná estaba, según se deduce de las crónicas de Oviedo[339], á una legua del río 181CAUYO (Yauco) y ningún cronista manifiesta estuviese en dicho puerto de Guayanilla, lo cual es una afirmación gratuita. Don Cristóbal de Sotomayor, acompañado de cuatro españoles y el LENGUA Juan González, estaba en el poblejo de Guaybaná[340] revistando seguramente sus ENCOMENDADOS y las siembras—pues el cacique principal de la isla, con muchos de su tribu, correspondían en encomienda al hijo de la condesa de Caminán—cuando tuvo lugar el levantamiento general de los indígenas contra los españoles y la triste muerte de Sotomayor, á las márgenes del río Yauco. Poco tiempo después, á la desembocadura de este río tuvieron el primer encuentro las fuerzas de Juan Ponce de León con las de los sublevados[341].
La aldehuela de Guaybaná no estaba, pues, en el puerto de Guayanilla, y probablemente radicaría en lugar alejado de la playa y cerca de 182la serranía, dada la facilidad con que el intérprete González, herido y maltrecho, pudo ganar las estribaciones de la montaña central, cruzarla y llegar al COA (Toa) donde había una estancia del Rey, siendo portador de la mala nueva de la muerte de don Cristóbal de Sotomayor.
El padre Nazario hace arribar también al poblador Juan Ponce de León á la costa Sur y practicar el desembarco por el puerto de Guayanilla cuando vino el intrépido leonés á la conquista del Boriquén.—El que Oviedo diga que llegó el capitán del Higüey á lugar donde SEÑOREABA Agueybana no es fijar la RESIDENCIA del primer cacique boriqueño en el sitio de surgidero de Juan Ponce. También dice el mismo cronista, que la armada de Colón llegó, en la Española, á Puerto Real, donde SEÑOREABA el cacique Guacanagarí, y sabemos que este régulo no RESIDÍA en aquel sitio, y sí tenía bajo su dominio al cacique, de segundo orden, que vivía en Puerto Real. En iguales condiciones estaba AYMAMÓN, que tenía su ranchería en las márgenes del Culebrinas y cercanías de la Aguada, en cuya comarca señoreaba Guaybaná, cacique principal de la isla. De aquí ha nacido la confusión de algunos escritores, situando la residencia de Guaybaná en distintos puntos de la Isla. La arribada de Juan Ponce de León al puerto de la Aguada está suficientemente probada por las crónicas del Br. Santa Clara. Además, es inverosímil hacer partir el carabelón, en que venía Juan Ponce con indios prácticos, desde el puerto viejo del Higüey, en Santo Domingo, con rumbo al sur de Boriquén para llevarlo á sufrir las terribles ondulaciones de los peligrosos Morrillos de Cabo-rojo y en contra de las corrientes marítimas del Canal, pudiendo navegar por aguas del noroeste de Puerto-Rico, más tranquilas y más fáciles para arribar á la próxima costa 183boriqueña: máxime, llevando indios prácticos á bordo y conociendo Ponce de León las buenas condiciones del puerto de Aguada desde el segundo viaje del Almirante.
El padre Nazario asevera[342] que la aldehuela del régulo Guaybaná se llamaba GUAYDÍA; afirmación, que no descansa en el testimonio de ningún cronista. La historia no nos conserva el nombre indígena del poblado del cacique principal del Boriquén. En una carta[343] existente en la Colección de Muñoz, se describe lo ocurrido en la sublevación general de los indígenas, en 1511, cuando Guarionex entregó á sangre y fuego el pueblo de Sotomayor, junto á Aguada. Escribe el Rey de los sucesos y parece ha aplicado á Aguada, llamándola Guaydía, los acontecimientos pasados en el inmediato villajo de Sotomayor.
El padre Iñigo Abbad aplica resueltamente la palabra GUAYDÍA á Aguada: lo cual, no deja de ser aventurado, aunque hay alguna similitud en los vocablos; tal vez, error de escritura en el primero[344]. Creemos que los cronicones de los 184antiguos escritores de Indias hay que tomarlos tales como están y no como quisiéramos que estuviesen. La palabra Guaydía aparece tan sólo en una carta del Monarca, y los hechos enlazados con esa palabra corresponden claramente al trágico fin del poblado de Sotomayor. Hay que aceptar error de escritura, si queremos enlazar el nombre con los sucesos conservados por el más antiguo cronista de Indias; pero, si deseamos ser fuertes y lógicos en nuestras deducciones, debemos dejar, entonces, las cosas tales como están, sin aplicar el vocablo á Aguada y menos á Guayanilla.
También el presbítero Nazario considera á GUAYDÍA como el primer pueblo de cristianos habido en la isla de San Juan, y fundado por el mismo capitán poblador Juan Ponce en 1506; mas, sin aducir testimoniales históricos ni prehistóricos, pues las antroglifitas[345] ó esculturas 185humanas del tiempo de los indios, que posee dicho señor, sólo prueban que donde se hallaron, ó en sus alrededores, hubo una población indígena correspondiente á la edad de la piedra, y nada más.
El primer cronista de las Indias, don Fernando González de Oviedo, que residió muchísimos años en la ciudad de Santo Domingo y fué amigo del conquistador de Boriquén Juan Ponce 186de León, y también del arcabucero Juan de León, matador de Guaybaná, nos dice[346]:
“Capítulo III.—Que tracta del primero pueblo de chripstianos que ovo en la isla de Boriquén ó Sanct Johan, é porque se mudó á donde se hiço después.—En el tiempo que Johan Ponçe gobernaba la isla de Sanct Johan, hiço el primero pueblo que los chripstianos tuvieron en aquella isla á la vanda del Norte, é púsole nombre de Caparra... El fundamento de la villa ó su principio fué el año de mill é quinientos nueve. Y estuvo aquella república ó villa en pié doçe años poco más ó menos, hasta que después se mudó á donde al presente está...”
De manera que el primer pueblo de españoles en Puerto-Rico, sin ningún género de dudas, fué Caparra, fundado en 1509 por el conquistador Juan Ponce de León.—El que los pocos castellanos, que vinieron en su compañía, á fines de 1508, quedaran de huéspedes del régulo Guaybaná hasta que retornara de Santo Domingo el capitán del Higüey, en 1509, no es constituir un pueblo.—Y pretender que Guaydía ha sido ese pueblo, y fundado en 1506 por el mismo Juan Ponce, es dejarse llevar de la fantasía, sin ningún dato fidedigno en que apoyarse. En 1506 estaba aún el capitán poblador de Boriquén en el cacicazgo haitiano del sublevado COTUBANAMÁ, desempeñando las funciones de pacificador de aquel sublevado departamento.
En 24 de Abril de 1505 hacía la Corona un asiento con Vicente Yañez Pinzón para venir á poblar la isla de Puerto-Rico[347], nombrándole el Rey capitán y corregidor de la isla, y teniendo que traer Pinzón los pobladores DENTRO DE UN AÑO. Este contrato ó capitulación no tuvo efecto, porque Vicente Yañez Pinzón prefirió seguir las huellas del gran Navegante, y en 1506, 187en lugar de venir á poblar el Boriquén, hizo su célebre viaje al continente americano, desde la isla de Guanajos, por la costa Yucatán, hasta Golfo Dulce, con objeto de encontrar un pase á la mar de Sur.
Hemos dicho, que Ponce de León estaba, para el año de 1506, en la guerra del Higüey. Y en efecto, terminada por fin la campaña, y habiendo obtenido el capitán Juan de Esquivel licencia del Comendador Ovando para retirarse á su casa y hacienda en la villa de Santiago, quedó Juan Ponce de León con la Tenencia de Gobernador de la provincia del Higüey, por haber sido el capitán de la gente armada de la ciudad de Santo Domingo que concurrió, bajo las órdenes de Esquivel, á someter á los caciques sublevados de aquella comarca. Entonces fué que el capitán Juan Ponce tuvo oportunidad de enterarse de las condiciones auríferas y de la abundancia de mantenimientos del Boriquén, porque los HIGÜEYANOS, atravesando el canal, mantenían comunicación diaria con los BORIQUEÑOS.
El comandante Ovando, que gobernaba en la Española, reconoció las ventajas que podría reportar la exploración de la vecina isla, y aprobó el proyecto de Ponce de León de hacer una expedición á San Juan, y le autorizó para que la ejecutase con algunos castellanos é indios prácticos. El capitán del Higüey se embarcó en un carabelón, con rumbo á Puerto-Rico, á fines de 1508.—No podemos, por consiguiente, aceptar la venida del conquistador y poblador Juan Ponce de León en 1506, como se pretende, por, entrañar manifiesto error cronológico.
El que se encuentren en los alrededores de Guayanilla los vestigios de una fundición, no prueban que Guaydía fuera el primer pueblo de españoles en la isla de San Juan, sino que esos restos de una fábrica de metales son los despojos 188de la explotación minera del antiguo San Germán de Solís (1528) ó de la Guadianilla de don Miguel del Toro (1512), aunque de ésta no dicen nada los cuadernos de fundiciones[348]; pero nunca de la primera fundición de la isla que se hizo el 26 de Octubre de 1510, por orden de Ponce de León, en la villa de Caparra, montando el quinto real á 2645 pesos. Al principio de la conquista de Boriquén se enviaba á la Española el oro que se recogía de las minas para verificar en Santo Domingo la fundición[349]. Y en Abril de 1510 pasó de fundidor á la isla de San Juan, Micer Gerón de Bruselas. Vemos, pues, á fines de 1510 llevándose á efecto en Caparra la primera fundición.—La de San Germán vino después, porque entrado el año 1511 hubo la sublevación general de los indios boriqueños, y visto el triste fin del villaje de Sotomayor, junto á Aguada, el poblador Juan Ponce de León regresó con su diezmada hueste á sus dominios de Caparra para darle impulso á la urbanización de la incipiente ciudad. Había dado cuenta á Santo Domingo del alzamiento de los indios y pedido refuerzos; por lo cual, repuesto del descalabro sufrido en el incendio de Sotomayor y cortado el vuelo de la sublevación con la muerte de los principales caciques, aunque no domeñados aún los indígenas, dispuso el capitán poblador que sus tenientes se situaran en puntos estratégicos para completar la pacificación. Y así el teniente don Miguel del Toro (1512) echó los cimientos de 189GUADIANILLA[350] en territorio del cacique Guaybaná al sur de la isla; y al oeste, el teniente don Luís de Añasco se situó en los dominios del turbulento Urayoán, señor de Yagüeca.
Para esta época fueron los disgustos entre el capitán poblador y los tenientes del Virrey. Y siendo Ponce de León, del partido opuesto al de los Colón, gestionaba en la Corte con la protección del Comendador Ovando el gobierno de la isla, independiente de la tutela de don Diego. Este, defendiendo sus prerrogativas, triunfó en el Consejo de Indias, y el Rey ordenó al conquistador entregase el Gobierno de San Juan á Díaz y Cerón, tenientes del hijo del Almirante.
Entonces se echaron los cimientos del primitivo San Germán á las márgenes de la desembocadura del río Guaorabo; el cual existía aún, según documentos oficiales, en 1520, y fué 190quemado y robado en 1527 por una flotillla francesa, que después de saquear el pueblo, hizo velas hacia la isla de la Mona.
Guadianilla sufrió también las vejaciones y piraterías de caribes y franceses, hasta que en 1528 don Francisco de Solís[351], con los restos de este pueblo y los despojos del San Germán saqueado por los franceses en 1527, fundó á Nueva Salamanca ó San Germán el nuevo en el puerto de Guayanilla.[352]
No se puede negar la existencia del San Germán de don Diego Colón, á orillas y boca del GUAORABO (río de Añasco) testimoniado por Oviedo, conocedor de los trámites de la colonización de Boriquén, confirmado por Herrera, 191y quedando aún vestigios de su fundación. El Rey en 23 de Febrero de 1512 ordenaba á Cerón y Díaz, tenientes del Virrey don Diego, tornasen á poblar el pueblo destruido (Sotomayor) en el alzamiento de los indios, y si no estaba en sitio acomodado para navegación y minas lo hicieran donde conviniera, y que se llamara San Germán como había dispuesto el hijo del Almirante.
En 1529 no había casa de piedra en San Germán, porque el licenciado La Gama, en su comunicación al Emperador, hacía referencia á San Germán el nuevo, fundado por Solís el año anterior; pero en el antiguo San Germán hubo CASA FORTALEZA, porque el Monarca lo había dispuesto en 19 de Octubre de 1514 significando “donde estén seguros nuestros caudales.” En la Nueva Salamanca se inició la fortaleza; pero no se llevó á término, y las depredaciones de los piratas franceses obligaron á los colonos á retirarse á la sierra[353], donde de 1555 á 1556 192fundóse el actual San Germán, á las márgenes del río Guanajibo.
Del primitivo San Germán del Virrey y del Guadianilla de don Miguel del Toro formó don Francisco de Solís á Nueva Salamanca ó San Germán el nuevo, en el puerto de Guayanilla. En 1541 estaba aún allí; pero trabajada la población por los corsarios franceses y en decadencia por la emigración de los colonos á Méjico y al Perú, quedaba reducida, en 1548, á treinta vecinos, emplazados á MEDIA LEGUA del puerto. Y este caserío fué destruido en 1554 por una invasión de franceses. ¿Cómo no se han de encontrar, en las cercanías del puerto de Guayanilla, las ruinas de antiguos poblados, si los colonos moradores de esa comarca, huyendo de caribes y piratas corsos, estuvieron desde 1512 hasta 1554 cambiando con frecuencia la residencia del pueblo? ¿Cómo no hallar monedas españolas del tiempo de los Reyes Católicos, 193maridadas con pedazos de frenos y estribos y espuelas y despojos de esculturas indias? ¿Cómo no encontrar las huellas de una antigua fundición?—Pero, nada de esto testifica que correspondan esos despojos á la primera población de españoles en la isla de San Juan, y que esa población se llamara Guaydía, y mucho menos, que en la playa de Guayanilla radicase la pintoresca aldehuela indígena visitada por el Almirante, en su segunda colonizadora empresa.
Página. | Línea. | Dice. | Debe decir. |
---|---|---|---|
16 | 14 | recordara | recordaran |
22 | 32 | España | Española |
38 | 2 | usan | usaban |
52 | 22 | Redond | Redonda |
81 | 3 | Carabi | Caribi |
181 | 25 | les | los |
PÁGINAS. | |
---|---|
Proemio | V. |
Segundo viaje de Colón | 1. |
Fuentes históricas | 18. |
Diego Alvarez Chanca | 29. |
Carta del doctor Chanca | 38. |
Cómputo de fechas y escalas | 89. |
Mapa de las Antillas | 90. |
Juan de la Cosa | 91. |
El mapa de Juan de la Cosa | 99. |
No es apócrifa | 107. |
Boriquén | 118. |
Qué significa Boriquén? | 128. |
Carib | 139. |
Qué significa Carib? | 149. |
Archipiélago antillano | 151. |
La cuestión puerto ó bahía | 154. |
Aguada y Aguadilla | 158. |
Mayagüez | 165. |
Guayanilla | 179. |
1. Iñigo Abbad y Lasierra.—Historia de Puerto-Rico.—1866.
2. Dr. A. Stahl.—Los indios borinqueños.—1889.
3. Salvador Brau.—Puerto-Rico y su historia.—1892.
4. Patricio Montojo, general de la Armada y Comandante Principal de Marina de la Provincia.—Periódico: Clamor del País: dos cartas dirigidas al señor Brau—Octubre de 1893.
5. El Diario popular.—Colección del mes de Octubre.—1893.
6. Pbro. D. José Nazario y Causel.—Guayanilla y la Historia de Puerto-Rico.—1893.
7. Gomara.—Historia de las Indias.
8. Víctor Balaguer.—Historia de Cataluña.—Tomo sexto. 1886.
9. Emilio Castelar.—Historia del descubrimiento de América.—1892.
10. El Rey é la Reina: Caballeros, Escuderos y otras personas que por nuestro mandado estais en las Indias: allá vos enviamos á Juan de Aguado, nuestro Repostero, el cual de nuestra parte vos hablará. De Madrid á nueve de Abril de mil cuatrocientos noventa y cinco.—Yo el Rey.—Yo la Reina.
11. E. Castelar.—Ob. cit.
12. Fernando Colón.—Historia del Almirante.—1892.
13. El historiador Oviedo le llamó praderas de hierba. Sabemos por Maury (Geografía física del mar) que en medio del Atlántico hay un espacio triangular, comprendido entre las Canarias, las Azores y las islas de Cabo Verde, el cual está cubierto por la vegetación de la alga flotante fucus natans: debido este fenómeno á que los circuitos de las dos grandes arterias del Gulf-Stream (corriente del Golfo) producen en ese espacio triangular la inmovilidad de las aguas marinas.
14. Fernando Colón.—Ob. cit.
15. Juan de la Cosa.—Carta náutica del 2º viaje.—1500.
16. Alvarez Chanca y Fernando Colón, dicen que el Almirante saltó en tierra, en esta isla, pero no refieren el hecho de poner cruces, ni anotan si desembarcara en Boriquén. Pero á los incrédulos, que exijen la repetición de estos detalles en los Cronistas, les probaremos con una cita del mismo don Cristóbal Colón la realidad, de que el piadoso marino, en las tierras que descubría, era el primero en entrar y ordenar la erección del símbolo cristiano. Dice el Diario del Almirante en su primer viaje: “Viernes 16 de Noviembre.—Porque en todas las partes, islas y tierras donde entraba dejaba siempre puesta una cruz, entró en la barca y fué á la boca de aquellos puertos, y en una punta de la tierra halló dos maderos muy grandes, uno más largo que el otro, y el uno sobre el otro hechos una cruz, que diz que un carpintero no los pudiera poner más proporcionados; y adorada aquella cruz mandó hacer de los mismos maderos una muy grande”.—Habiendo estado en Puerto-Rico dos dias, lógico es suponer, por deducción analógica, el desembarco del pío Almirante, la erección del emblema de la Redención cristiana, las salvas de bombarda y arcabuz, y el Salve Regina de la piadosa tripulación en la playa boriquense, la que, á pesar de los anhelos del gran Navegante por llegar al fuerte de Navidad, le fascinó y retuvo dos jornadas más, en su florida comarca.
17. Todus hipochondriacus. Bryant. Papagayo.
18. Chrysotis vittatus. Boddaest. Cotorra.
19. Auyama de los indígenas, distinta de la de Castilla.
20. Bromelia ananas. L. Según Oviedo el nombre indígena de la piña es yayamá.
21. Colón traía carta náutica de su primer viaje.—Lo prueba lo dicho en su Diario de navegación, remitido á los Reyes: “También, señores Príncipes, allende de escribir cada noche lo que el día pasare, y el día lo que la noche navegare, tengo propósito de hacer carta nueva de navegar, en la cual situaré toda la mar y tierras del mar Océano en sus propios lugares debajo su viento, y más, componer un libro, y poner todo por el semejante por pintura, por latitud del equinocial y longitud del Occidente, y sobre todo, cumple mucho que yo olvide el sueño y tiente mucho el navegar, porque así cumplo, las cuales serán gran trabajo.”
22. Fernando Colón.—Ob. cit.
23. Fernando Colón.—Ob. cit.
24. El erudito cubano don Juan Ignacio de Armas en su obra La fábula de los Caribes (1884), niega que los naturales de Guadalupe fueran antropófagos, y afirma, que “la fábula de los caribes fué al principio un error geográfico; luego una alucinación; después una calumnia.”—“No había, al llegar Colón, un solo estómago en las Antillas, ni aun en toda la América, fisiológicamente organizado para digerir la carne.” El señor Armas rompe lanzas con los Cronistas y con la filosofía de la Historia.—Los Cronistas aseveran, que fueron los caribes antropófagos.—Dice Gomara (Historia de las Indias) hablando de los caribes, con motivo de la conquista de Santa Marta por Rodrigo de Bastidas: “Caponan los niños, porque enternezcan para comer; comen carne humana fresca y cecinada, hincan las cabezas de los que matan y sacrifican á las puertas por memoria y traen los dientes al cuello por bravosidad, y cierto, ellos son bravos, bélicos y crueles.”—Dice Pedro Mártir de Anglería al conde de Borromeo, carta CXLII: “Encontró (Colón) hombres que se alimentan de carne humana: sus vecinos les llaman caníbales, y van desnudos como toda aquella gente.” Y en la Década tercera, libro V. cap. II dice: “dijimos que la isla de San Juan está próxima á la Española, y que los indígenas la llamaban Boriquén. Cuéntase, que en nuestros tiempos se han llevado de ella, para comérselos, más de cinco mil hombres, sólo desde las islas próximas que ellos habitan, como Santa Cruz, que se llamaba Ay-ay, y Guadalupe, que le decían Sibuqueira.”
25. Fernando Colón.—Ob. cit.
26. El Almirante rectificaba las singladuras en sus viajes, sin haber terminado su navegación, aprovechando para verificarlo cuando fondeaba ó se ponía á la corda temporejando, es decir, al pairo. Pruébase este aserto con esta anotación del cuaderno de bitácora de su primer viaje: “Miércoles 19 de Noviembre.—Aquí descubrieron sus puntos los Pilotos: el de la Niña se hallaba de las Canarias, cuatrocientas cuarenta leguas; el de la Pinta, cuatrocientas veinte; el de la donde iba el Almirante, cuatrocientas justas.”—Basta esta nota, justificativa de la costumbre establecida por el previsor marino en su primer viaje, para asegurar, que en la noche del 17 de noviembre de 1493, al poner al pairo la escuadra, después de haber corrido la costa meridional de Puerto-Rico, anotó el Almirante en su cuaderno de bitácora las treinta leguas recorridas en el singlar de aquel día; de donde las tomó Chanca. Y esto prueba, además, que á la terminación de haber corrido tal distancia no fué que tomó puerto el crucero.
27. Pedro Mártir de Anglería.—Primera Década oceánica, libro II, cap. IV.—Traducción de Torres Asensio.—1892.
28. Este rio al cual puso el Almirante el nombre de Rio del oro, por las muchas pepitas de este metal encontradas en sus arenas, ha variado su cauce al entrar en el mar, corriéndose al oeste de la antigua boca.
29. Nazario y Causel.—Ob. cit.
30. Fuentes históricas sobre Colón y América. Pedro Mártir Anglería. Traducción del Dr. D. Joaquín Torres Asensio.—1892.
31. Historia del Almirante D. Cristóbal Colón, escrita por D. Fernando Colón, su hijo.—Nueva edición.—1892.
32. Muñoz.—Historia del Nuevo Mundo—tomo 1º Prólogo.—1793.
33. Navarrete.—Colección de los viajes y descubrimiento que hicieron por mar los españoles.—1825.
34. Washington Irving.—Vida y Viajes de Cristóbal Colón.—1828.
35. Oviedo.—Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar Océano.—Edición de la Academia. 1851.
36. Las Casas.—Historia general de las Indias.—1552.
37. Muñoz.—ob. cit.
38. Bernáldez.—Historia del reinado de Fernando é Isabel.—Edición de 1869.
39. Herrera.—Crónica general de las Indias.—1622.
40. Navarrete.—Ob. cit.
41. Gómara.—Historia de las Indias.—1852.
42. Tapia.—Biblioteca histórica de Puerto-Rico.—1854.
43. Iñigo Abbad.—Ob. cit.
44. Washington Irving.—Ob. cit.
45. William H. Prescott—Historia del reinado de los Reyes Católicos.—1845.
46. Robertson.—Historia de América.—1787.
47. A. F. Dutroulau.—Les Antilles.—1866.
48. Rochefort.—Histoire naturelle et moral des Antilles. 1658.
49. P. Dutertre.—Histoire générale des Antilles.—1671.
50. P. Labat.—Nouveau voyage aux Antilles.—1722.
51. Le Pére Charlevoix.—Histoire de l’isle Espagnole ou de Saint-Domingue, écrite sur les mémoires manuscrits de P. J. B. Lepers, jésuite missionnaire de Saint-Domingue, et sur les pièces originales qui se trouvent au dépôt de la Marine.—1731.
52. Le Blond.—Voyage aux Antilles.—1813.
53. Moreau de Jonnés.—Histoire physique des Antilles. 1817.
54. Alex. de Humboldt et Bompland.—Voyage en Amérique.—1825.
55. Sir Charles Lyell.—L’ancienneté de l’homme.—1864.
56. Rodolfo Cronau.—América, historia de su descubrimiento.—1892.
57. José Dahlmann. S. J.—Estudio de las lenguas y las misiones.—1892.
58. Paul Jozon.—Des principes de la écriture phonétique et des moyens d’arriver a une orthographe rationelle et a une écriture universelle.—1877.
59. Estanislao Sanchez Calvo.—Los nombres de los dioses: estudios filológicos.—1884.
60. Sir John Lubbock.—Los orígenes de la civilización y la condición primitiva del hombre.—1888.
61. Federico Ratzel.—Las razas humanas.—1888.
62. Gregorio Chil y Naranjo.—Las islas Canarias.—1889.
63. Herminio C. Leyva y Aguilera.—Estudio acerca del primer punto visitado por Colón en la isla de Cuba.—Habana, 1890.
64. E. Castelar.—Ob. cit.
65. Patricio Montojo.—Las primeras tierras descubiertas por Colón.—1892.
66. Restrepo.—Estudio sobre los aborígenes de Colombia.—1892.
67. Periódico: Unión ibero-americana.—De 1885 á 1892.
68. Ad. Bertillon, Coudereau; Hovelacque, etc.—Dictionnaire des sciences anthropologiques.—1893.
69. Nazario y Causel.—Ob. cit.
70. Nazario Causel.—Ob. cit.
71. Navarrete.—Biblioteca marítima española.—1851.
72. Nazario y Causel.—Ob. cit.
73. Esta carta fué copiada por Navarrete de un códice, que poseía la real Academia de la Historia, escrito á mediados del siglo XVI. La carta ocupaba desde la página 17 hasta la 31 del mismo códice.
74. Navarrete.—Ob. cit.
75. Las Casas.—Ob. cit.
76. Castelar.—Ob. cit. pág. 371.
77. Había cocoteros en la costa del mar del Sur, en la provincia del cacique Chimán, pero en las Antillas eran desconocidos.
78. Dice Oviedo: “Estos plátanos los hay en todo tiempo del año; pero no son por su origen naturales de aquellas partes, porque de España fueron llevados los primeros, y hanse multiplicado tanto, que es cosa de maravilla ver la abundancia que hay dellos en las islas y en Tierra-firme.” Pedro Mártir de Anglería (Década sexta, libro IX, cap. I) dice: “Ahora contemos de donde les fué esta fruta (el plátano) á los españoles que habitan en aquellas tierras. Cuentan que primero la llevaron de aquella parte de Etiopía que se dice vulgarmente Guinea, donde es común y nace espontáneamente.” Fray Tomás Berlanga, el año 1516, fué el primero que llevó el plátano de Canarias á la Española.—El vocablo plátano es de orígen griego, de plátanos, derivado de platós, extenso, ancho. En latín, platanus y en provensal platani. Banana es voz indo-antillana como anana, guanana etc. Los criollos de Haity decían antiguamente banana.
79. Estévanez.—Geografía universal.—1889.
80. Patricio Montojo.—Ob. cit.
81. Varnhagen.—La verdadera Guanahaní de Colón.—1864.
82. Leyva.—Ob. cit.
83. Montojo.—Ob. cit.
84. Esta frase ha hecho suponer á algunos—El Diario popular de Mayagüez: Segundo viaje de Colón por Euskal-Erria—que la carta iba dirigida al Monarca. Magnífico Señor es un título de honor y de dignidad que desde el siglo V fué otorgado exclusivamente á los patricios. Colón al dirigirse á los Monarcas les decía: Cristianísimos, y muy altos, y muy excelentes, y muy poderosos Príncipes, Rey é Reina de las Españas y de las islas de la mar, nuestros Señores etc. También se estila decir simplemente, Señor.
85. Esta palabra escritura no está usada en sentido de testimonio público de Escribano. Equivale en esta carta al efecto de escribir, á la obra escrita; hoy en este sentido es anticuada.
86. Si esta carta hubiera ido dirigida al Monarca, Chanca diría vuestra Alteza; hoy decimos vuestra Magestad. La frase vuestra Señoría ha quedado hoy sincopada en usía, así como vuestra merced en el familiar usted.
87. Si la carta hubiera ido dirigida al Monarca diría aquí: que vuestra Alteza.
88. Igual vacío en el original. Debe decir, del año de 1493 (Navarrete).
89. De esta frase se deduce que Chanca venía en la nao Marigalante.
90. El 3 de noviembre.
91. La Domínica, que llamó así por haberla descubierto en día Domingo. (Nav.)
92. La Marigalante, que llamó así porque la nao en que iba Colón tenía este nombre. (Nav.)—Era de extrañar que dada la religiosidad y amor á los Reyes, que tenía el Almirante, pusiera á la segunda isla invenida el nombre de su barco. El mapa de Juan de la Cosa nos saca de esta duda. Colón aprovechó el epíteto galante, que portaba la nao capitana, y lo unió al dulce de María, para dedicárselo á la Reina de los Cielos; y le puso á la isla Santa María galante, como está trazado con hermosa letra gótica en la carta náutica del famoso piloto de la Niña. Queda, pues, en harmonía la verdad histórica con la piedad del genovés marino. ¡Primera utilidad que nos reporta el mapa imperfecto y viejo, como le han llamado algunos, del maestre Juan de la Cosa!
93. Viniendo el crucero con rumbo de este á oeste la segunda isla que vió quedando á mano derecha fué Marigalante.
94. En la Marigalante.—(Nav.).
95. Pimienta malagueta.—Caryophyllus pimienta.
96. De esto se infiere que sería la fruta del Manzanillo que produce efectos semejantes. (Nav.)—El fruto del Manzanillo (Hippomane mancenilla) contiene una pulpa blanda esponjosa, que puede muy bien causar la muerte del imprudente que se deje seducir por sus pérfidas apariencias y agradable perfume; al principio cuando se prueba, apenas tiene gusto alguno; luego se va percibiendo un sabor dulzaino muy cáustico, manifestándose pronto una irritación violenta en los labios, lengua y paladar.—Codina Langlin.
97. El 4 de noviembre.
98. La Guadalupe.—(Nav.)
99. Arribaron á la parte de Guadalupe títulada, Baja tierra, sobre cuya cordillera central se destaca el volcán llamado del Azufre; cuyo cráter despide contínuamente humo y á veces materias inflamadas.
100. Juan Ignacío de Armas.—Ob. cit.—niega esta antropofagía: lo cual es ir contra la narración de todos los cronistas de los primeros tiempos de la conquista y colonización de América.
101. En el primer viaje del Almirante, los indios de Guanahaní, le indicaron hacia donde quedaban las islas de los Caribes. Colón indudablemente las trazaría en su carta, que venía formando, y por eso en su segunda empresa modificó el derrotero en busca de ellas. Con tal motivo dice el padre Nazario (ob. cit.) “¿Conocía Colón las corrientes que le llevarían al mar Caribe en el segundo viaje y las que le alejaban de él en el primero?”—Pues no las conocía, y no hay derecho á exigirle al gran Navegante tales conocimientos, ni interpolar una revelación. Y prueba de ello, que cuando marchó á España, en 1496, con las carabelas Niña y Santa Cruz, las corrientes y los vientos le retuvieron en las islas de Barlovento, llegando á escasear las provisiones de boca y teniendo que arribar á Guadalupe para adquirir casabe y otros frutos con resistencia de los indios. El ilustre cosmógrafo conocía las mareas; y este fenómeno del flujo y reflujo reveló á los pensadores de la antigüedad la atracción universal, muchos siglos antes que Newton descubriese las leyes de la gravitación. Aristóteles dijo en su libro del Mundo, que las mareas siguen el movimiento de la luna; y en 1687 echó Newton las bases de la teoría científica de las mareas en su obra: De los principios. La Academia de Ciencias de París abrió un concurso en 1738. Y por fin, Laplace dió una teoría completa de las mareas.—Pero las corrientes del Océano, que supone el presbítero Nazario conociese Colón “por conocimientos profundísimos ó una revelación luminosa” es casi estudio de nuestros días. Franklin indicó la conveniencia de utilizar el termómetro para reconocer las corrientes y su origen. Humphry Davy y Alejandro de Humboldt utilizaron el termómetro en este sentido con brillantes resultados, y por fin, el ilustre comandante Maury, de la marina norte-americana, ha penetrado con una admirable sagacidad en los misterios del Gulf-stream. Colón, aunque era un gran marino, no podía conocer, en su 1º y 2º viaje, la circulación de estas arterias, cuyo corazón estaba en el golfo mexicano, para esa época inexplorado.
102. Fué Diego Márquez, el veedor, que iba por Capitán de un navío, quien con ocho hombres más desembarcó y se internó en la isla, sin licencia del Almirante, el cual con cuadrillas de gente y trompetas los hizo buscar en vano. Uno de los que se comisionaron con este objeto fué á Alonso de Hojeda con 40 hombres: y dijeron á la vuelta haber encontrado muchas plantas y cosas aromáticas, variedad de aves y caudalosos ríos. Los extraviados no pudieron regresar á sus navíos hasta el día 8 de Noviembre.—Las Casas.—Historia general de Indias.
103. Esta frase de Chanca no se puede tomar ad pedem littiræ. Habiendo llegado á Guadalupe el día 4, bien tarde, los ocho días se cumplen el 12 también por la tarde; y á tales horas del día es inadmisible emprendiera el previsor Almirante viaje por entre un archipiélago desconocido. Zarpar el 13 por la mañana, es retener el crucero en aquella isla hasta una fecha que no guarda harmonía con las demás. Lo lógico es aceptar, que á causa del extravío de Márquez y sus compañeros, se perdió la semana esperándolos.—Las Casas fija el regreso de los perdidos viajeros el día 8 de noviembre, y Fernando Colón anota que el domingo 10 levaron anclas, lo cual confirma nuestro aserto de que se perdió la semana en Guadalupe.—El día 11 de noviembre, día de S. Martín, estaba la armada frente á la isla que lleva el nombre del santo obispo.
104. En el Instituto Smithsonian de Washington, se conservan esculturas de madera de las islas Caribes con las señales de estas ligaduras de algodón en brazos y piernas.
105. Pedro Mártir de Anglería la llama Carucueria; pero tanto Mártir como Chanca en cuestión de nombres indígenas sufren sensibles equivocaciones. Los autores extranjeros escriben Karukera. Oviedo, que tuvo oportunidad en La Española, donde escribió su Historia de las Indias, de tratar á la mayor parte de los compañeros de Colón del segundo viaje, anota Cibuqueyra. No existe la radical turu en ninguna de las palabras que se conservan del lenguaje indo-antillano; y por el contrario, hay muchas que proceden de la raíz ciba ó siba, piedra. Los cronistas al recibir las nuevas voces de los indígenas las escribían poco más ó menos como les sonaban al oido y adaptándolas al alfabeto romano. Sibuqueyra, es el vocablo más afine con las etimologías: siba, piedra; que, tierra; i, agua; ra, corrupción de ri, valiente, es decir: piedra, tierra y agua del valiente.
106. Esta es Santa Cruz.—Chanca la llama la tercera, refiriéndose á la tercera en que desembarcaron.
107. Todos los indios de las islas de Barlovento pertenecían á la raza caribe, procedentes de Costa-firme; los de las grandes Antillas á la rama guaycure, procedentes de la Florida.
108. La Casas fija la vuelta de Márquez el 8.—El padre Nazario supone que el obispo de Chiapa no pudo estar asesorado por su padre Francisco de Casaus ó de las Casas, que vino en este viaje.—No necesitó el ilustrado Fray Bartolomé, que su padre le refiriera esta empresa del Almirante. Las Casas vino á América con el comendador Ovando y conoció á la mayor parte de los viajeros de la segunda expedición. Además, su cita está de acuerdo, perfectamente, con la de don Fernando Colón, que anota, que los extraviados regresaron á las naves el viernes 8 de Noviembre.
109. Partieron el Domingo 10 de Noviembre (Nav.). Fernando Colón opina también que partieron el Domingo 10.—El padre Nazario opina que el 12. Si tomamos la frase de Chanca al pié de la letra, y le suponemos casi infalible, tenemos, que habiendo llegado á Guadalupe el día 4 bien tarde, el día 12 bien tarde se cumplen los ocho días, y no es admisible que el previsor Almirante ordenara levar anclas de noche, y menos que lo efectuara el día 13; por lo que opinamos que el crucero siguió el bojéo del Archipiélago, abandonando á Guadalupe, el domingo 10 por la mañana.
110. La isla Monserrate. (Nav.) Juan de la Cosa la anota en su carta: Santa María de Monserrat.
111. El Almirante la nombró Santa María la Redonda. (Nav).
112. El domingo 10 por la noche.
113. Santa María la Antigua (Nav.).
114. Este párrafo de la carta de Chanca, algo obscuro, ha sido el que ha desorientado á don Martín Fernández Navarrete y al Pbro. Nazario.—La armada, después de costear á Antigua el día 11, llegó el mismo día á San Martín, y el Almirante bautizó dicha isla con el nombre del santo obispo que se venera ese día, ordenando el anclaje del crucero. Al otro día 12, al partir, sacaban las áncoras pedazos de coral, como reza la obra de don Fernando, el hijo de Colón. El padre Nazario supone el crucero frente á San Martín, el 15: lo cual es inadmisible. Nace este error de retener la armada en Guadalupe hasta el 12, ceñido á la frase de Chanca, de ocho días perdidos: frase que no se puede tomar al pié de la letra, sino como una semana perdida, ó error del narrante. Al padre Nazario no le falta tiempo en el derrotero que traza, porque suprime la arribada á Santa Cruz, plenamente justificada con el mapa de Juan de la Cosa. Dice el párroco de Guayanilla, pág. 34: “Tengo delante un mapa general de los derroteros en los cuatro viajes de Colón, y en él está descifrado el enigma de esta intercalación. Colón estuvo en Santa Cruz en su cuarto viaje. Para colocar su descubrimiento en el segundo, es necesario violentar las expresiones, contexto y construcción de lo dicho por el narrador.—Vamos á probar lo equivocado que anda el investigador presbítero en estos conceptos. El mapa de Juan de la Cosa está trazado en 1500 y trae á Santa Cruz delineada en el 2º viaje del Almirante: y el 4º viaje lo verificó Colón saliendo de Cádiz el 9 de Mayo de 1502; el 15 de Junio llegaron á Matinino (Martinica) y el 24 á Santa Cruz. La cronología echa por tierra los cómputos del señor Nazario y Causel.
115. La de San Martín. (Nav.) Error craso.—Esta es Santa Cruz: es Ay-ay: la tercera en que desembarcaron: lo dice el mismo Chanca al hablar de Guadalupe. Dice Fernando Colón: “por violencia del tiempo surgió el jueves 14 de noviembre en una isla, en la cual mandó coger algún indio para saber dónde se hallaba; y mientras el batel volvía á la armada trayendo cuatro indias y tres niños que habían preso, encontró una canoa, en que iban cuatro indios y una india, los cuales viendo que no podían huir bogando, se previnieron para defenderse, é hirieron á dos cristianos con las flechas, tirándolas con tanta fuerza y destreza, que la india pasó de parte á parte un broquel.” Concuerdan la relación de Fernando Colón y Chanca. El crucero al levar anclas, frente á San Martín, el doce por la mañana, hizo rumbo al noroeste en busca de la Española y vientos contrarios le obligaron á recalar el jueves 14, á medio día, á Santa Cruz, por abatimiento ó caida de sotavento como dicen los pilotos. El padre Nazario niega que la armada tocara en Santa Cruz en este viaje. En el mapa de Juan de la Cosa, está perfectamente señalada Santa Cruz. Y conste que esta carta corresponde, respecto á las Antillas, únicamente al primero y segundo viaje del Almirante y al bojeo de Cuba cuando Juan de la Cosa acompañó á Colón en la Niña.
116. La Guadalupe.
117. Domínica; Cayrí, de los indígenas.
118. Esta aseveración es falsa. En Domínica no había tal oro, como le dijo el indio á Chanca. Lo que se comprobó, después, en esa isla fué un buen lugar para tomar agua las naves que venían de España mientras usaron ese derrotero. Oviedo en su Historia general de las Indias, lib. VI, cap. XIII, dice: “Dicho tengo en otras partes que la isla Domínica es una de las islas de los indios caribes, la qual dista de la equinocial catorce grados desta parte de la línea hacia nuestro polo ártico y en la parte del poniente della tiene una bahía buena y un muy buen rio, que llaman el Aguada, donde los más navíos que á esta Isla Española vienen de Castilla, quando allí tocan, toman agua; más muy sobre aviso é con las armas en la mano, por los indios bravos caribes que en aquella isla hay.”—Este párrafo de Oviedo prueba también la costumbre de los marinos españoles de aquella época, de poner el nombre de aguada, á ciertos lugares útiles para surtirse de buena agua; justificando el calificativo que hoy lleva la villa de la Aguada, en Puerto-Rico.
119. El mismo jueves 14 de noviembre.
120. Isla de Santa Cruz donde surgieron el jueves 14 de noviembre (Nav.) Error craso.—El crucero al zarpar de Santa Cruz, á quien marcó nuestro académico Navarrete equivocadamente, con el nombre de San Martín, hizo rumbo al norte para corregir la caida de sotavento y fijar después el derrotero al noroeste como venía haciéndolo el Almirante al bojear el Archipiélago. Llegó de noche frente á Virgen Gorda. El día 15, de mañana, la costeó, y dándose con el archipiélago de islas Las Vírgenes envió cuarenta y seis hombres con naves ligeras á explorarlas y el crucero se mantuvo en alta mar por temor á los escollos, según refiere Pedro Mártir de Anglería.
121. El día 15 de noviembre.
122. A la mayor de estas islas llamó el Almirante Santa Ursula: y á todas las otras las once mil Vírgenes. (Nav.)
123. El día 16 de noviembre.—El padre Nazario se inclina á que Colón “pondría á buen recaudo la flota en la isla de Vieques”.—La flota se mantuvo esa noche en alta mar á la corda temporejando ó sea al pairo. No perdió 12 horas en ningún sentido, como pretende el padre Nazario; al contrario, la corriente ecuatorial le era favorable en el derrotero que llevaba; de manera, que en la mañana del 17 en lugar de perder tiempo, al pairo, lo ganó por la corriente de retorno del Gulf-stream.
124. Isla de Puerto-Rico, á la que llamó el Almirante San Juan Bautista. (Nav.)—Aquí rompe el padre Nazario con Chanca, pues, asevera se llamaba la isla Carib. El verdadero nombre indígena de la isla era Boriquén.
125. El día 17 de noviembre.—Hay que tener en cuenta que el precavido Colón no costeó la banda meridional de nuestra Isla como acostumbran á hacerlo hoy nuestros marinos, conocedores del derrotero que llevan. La pérdida de la Santa María en las costas de Haity, durante el primer viaje, era una enseñanza que obligaba al ilustre marino á ser más previsor aún en su segunda expedición, por llevar diez y siete velas, y tres de ellas de gran trasporte, que le hacían temer las escolleras y restingas, dirigiéndose, como dice Pedro Mártir de Anglería, por alta mar por temor á los escollos. Por lo tanto, lógico es suponer que la armada corrió el sur de Boriquén, lo más alejada posible de tierra, y al notar frente á la punta Parguera el oleaje más grueso, que le acusaba la peligrosa costa de los Morrillos de Cabo-rojo, se echara más fuera aún, recurvando después, y volviendo su rumbo al norte en busca del fuerte de Navidad, en la Española, constante aspiración del Almirante.
126. Este es un error.—Los boriqueños sabían navegar en canoas como los haitianos, con quienes mantenían tráfico; especialmente con los indios del Higüey. Con estas mutuas relaciones, fué que tuvo conocimiento Juan Ponce de León, de las fértiles tierras y condiciones auríferas de Boriquén. Dice Oviedo, que la madre de Guaybaná, el cacique principal boriquense, “era buena mujer, é como era de edad, tenía noticia de las cosas acaeçidas en la conquista é paçificación de la Isla Española, é como prudente continuamente deçía é aconsejaba á su hijo é á los indios que fuesen buenos amigos de los chripstianos, si no querían todos morir á sus manos.”
127. Esta nota de antropofagía en los boriquenses es errónea; pues no la confirmó después la conquista, como sucedió con los indios de las islas de Barlovento y costas de Tierra-firme. Oviedo dice: “Estos flecheros destas islas, que tiran con hierva, comen carne humana, excepto los de la isla de Boriquén.”
128. Ensenada de Mayagües. (Nav.) Esta nota la puso don Martín Fernandez de Navarrete, el año de 1825, como opinión propia, equivocándose como lo verificó respecto á Cuba y Santo Domingo. Don José Julián de Acosta, al anotar, en 1866, la nueva edición de la Historia de Puerto-Rico de Fray Iñigo Abbad, siguió á Navarrete, como él mismo lo confiesa, pág. 20. Lo mismo Vizcarrondo en sus Elementos de Historia y Geografía de Puerto-Rico (1863); y Janer en sus Elementos de cosmografía y geografía de Puerto-Rico.—(1890). Cabe la honra á Brau, en su obra, Puerto-Rico y su historia (1892), de haber vuelto por los fueros de la verdad oscurecida; y á la par, sostener la tradición oral, robustecer la opinión de Iñigo Abbad en su Historia de Puerto-Rico y de Stahl en Los indios borinqueños (1889), devolviendo á la villa de la Aguada la gloria que le pertenece, de haber sido el sitio electo por el Almirante para pisar la tierra de Boriquén, y tomar agua la escuadra.
129. Puerto-Rico. (Nav.)
130. El Viernes 22 de Noviembre tomo el Almirante la primera. tierra de la isla Española. (Nav.)
131. La Mona y Monito. (Nav.)—Juan de la Cosa en su carta náutica no traza estas islas, que indica Navarrete. Brau es de parecer que antes de dar anclaje, en una bordada del crucero, subiendo el canal, divisaron los viajeros la Mona. La isleta divisada no tenía importancia alguna, cuando el Maestre de hacer cartas no la signó en su mapa. Creemos se refiere Chanca á Ciçheo (hoy Desecheo), “distante 11 ó 12 millas de la punta de San Francisco, é isla de bastante altura”. (Antonio Cordero, piloto de la Armada.—1831). Ningún cronista habla de la isla Mona en este viaje; únicamente aparece en la nota de Navarrete en 1825, y en los historiadores, que han seguido al académico compilador.
132. Cabo Engaño.
133. Esta palabra ha inducido al padre Nazario (Ob. cit.) á creer que Colón desembarcó en la costa sur de la Española, lo cual es un gran error. Haytí no era provincia en los tiempos primitivos, como supone el párroco de Guayanilla. Haytí, que significa tierra alta ó montañosa, era el nombre primitivo de toda la isla; en la parte oriental la llamaban Quisqueya (madre de la tierra); y en la septentrional Bohío (lugar de señor). El doctor Chanca no tuvo tiempo hábil, entre su llegada á la Española y la redacción de su carta, para adquirir estas noticias geográficas, completamente dilucidadas en tiempos de Ovando, el comendador de Alcántara. Haytí estaba dividido antiguamente en cinco grandes cacicazgos, que los españoles les aplicaron el nombre de provincias; y correspondían esos cinco territorios llamados: Maguá, Marién, Maguana, Jaragua é Higüey ó Iguayagua, respectivamente á los caciques principales: Guarionex, Guacanagarí, Caonabó, Bohechio, y Cotubanamá. Sus límites son muy conocidos. (Geografía físico-histórica, antigua y moderna de la isla de Santo Domingo, por Javier A. Guridi (1871).) El 22 por la mañana salió el crucero de la bahía comprendida entre los cabos San Francisco y Boriquén de Puerto-Rico, y con ruta al noroeste, rumbo siempre preferido por Colón, en este su segundo viaje, avistó por la tarde cabo Engaño, tierra baja y muy llana, como dice Chanca y como asevera el ilustrado comodoro inglés Sir Robert H. Schomburk en su Tratado sobre puertos y anclaje de la isla de S. Domingo (1881).
134. Según Guridi, Ob. cit., tiene de superficie la isla 6,000 leguas cuadradas; y de circunferencia 400, aumentando más de 200 si se cuentan las cortaduras de las costas. Según A. Borius (Haití.—1886) corresponden á la actual República de Haity 23,911 kilómetros cuadrados.
135. El Cronista Herrera dice que estos perrillos que no ladraban los llamaban los indios guaniquinajes. Este es un error del cronista de Indias, de Felipe II. Los perros gozques que no ladraban existían también en Cuba donde no hubo guaniquinajes ó mejor como dice Oviedo guabiniquinar. Las Casas anota guaminiquinaces. Estos perros mudos y pequeños les llamaban los indios, josibí y los utilizaban en la caza de animales salvajes, como el corí, quemí, mohuí y jutía.
136. Esta descripción de Chanca corresponde á la jutía. Aún se conserva en las serranías de Bahoruco. En Cuba hay muchas variedades, la conga es la más grande y la de figura más parecida á la rata. (Capromys Furnieri). Hay una variedad llamada Capromys Poey, en honor al naturalista cubano don Felipe Poey.
137. Isla de Cabra, (Nav.)—Al N. O. del Puerto de Puerto-Plata.
138. La higuana. Existen de más de una vara de largo en Santo Domingo, según Guridi. El señor Noda distingue la higuana de mar y la de tierra. Clavigero dice que hay dos especies, terrestre y anfibia. Oviedo escribe: Yuana; Don Fernando Colón: Jiguana. Herrera: Higuana; aceptado por el Diccionario de la Academia. El vocablo indígena es jiguana, como dice el hijo del Almirante, por proceder de la radical jigua, que tenemos en muchas voces indias, como jiguagua, mayajigua, jiguaní, y otras.
139. Sibuqueira.—Chanca en cuestión de nombres indígenas está muy desacertado.
140. Especie de ganso, que procede del Norte de América y viene á invernar á las Antillas. Anser hyperboreus. La especie negruzca se intitula: Anser Gambelii.—El indio la llamaba guanana, y la domesticaba.
141. Este Rey fulano, á que se refiere Chanca, era el cacique Guarionex, frente á cuyos dominios estaba la armada del Almirante. Samaná pertenecía al cacicazgo de Maguá, cuyo régulo Guarionex residía en la actual La Vega. Comprendía este cacicazgo desde cabo Rafael, línea recta al centro del Cibao por sobre la cadena de montañas que la rodean: de allí otra línea recta á la punta Isabelina, en la cual fundaron los españoles la ciudad Isabela: límites, al norte y este el mar; al sur el cacicazgo de Iguayagua; al oeste, el cacicazgo de Marién, del cual era régulo Guacanagarí.
142. Guacanagarí, según Fernando Colón y Oviedo.
143. Rio de Santiago. (Nav.) Este es el rio que el Almirante en su primer viaje, y el martes 8 de Enero, puso el nombre de Rio del oro y hoy se llama Yaque, cuya desembocadura sufre variantes, habiéndose corrido á la bahía de Manzanillo, y los ribereños le han querido dirigir de nuevo por su antiguo cauce con trabajos de zanjeo y drenaje.
144. Según Fernando Colón el 25 de Noviembre.—El padre Nazario, ob. cit. pág. 78, dice: que fué “error en que estuvo don Juan Bautista Muñoz, al asegurar que, dejada la isla de San Juan, Colón llegó á Monte Christi el 25 de Noviembre.” Muñoz sigue al hijo del Almirante, y no hay tal error. El 22 por la tarde llegaron los expedicionarios á cabo Engaño y siguiendo costeando, de este á oeste, pasaron frente á Samaná y el 25 llegaron á Monte Christi, donde permanecieron dos días. Tampoco incurre Navarrete en equivocación, como pretende el párroco de Guayanilla, al hacer llegar la flota al puerto de Navidad el 27. Está en ésto don Martín de acuerdo con don Fernando Colón.
145. Son 7 leguas solamente. (Nav.)—Son más de diez leguas.
146. Guacanagarí.
147. Surgió el Almirante á la entrada del Puerto de la Navidad, miércoles 27 de Noviembre, hacia la media noche, y al día siguiente, á la tarde, entró en lo interior del puerto. (Nav.)
148. Debe decir, el otro viaje; porque hace referencia á la pérdida de la Santa María, cuyo naufragio tuvo efecto en el primer viaje.
149. Esta palabra desfondase es error de copista ó de imprenta. En esta arribada no hubo naufragio de ninguna nave. Desfondar, es quitar á la nave el fondo. Tampoco creemos la usara Chanca en sentido de desahogar el buque de alguna parte de la carga, pues en tal concepto usan los marinos el verbo desabarrotar. Creemos que algún pendolista puso una f por una s.—Antiguamente se usaba mucho en la escritura la doble s; de modo que debe decir, dessondase. No hemos encontrado en los diccionarios modernos el verbo dessondar; pero la etimología nos ha dado la luz que necesitábamos para aclarar esta frase de Chanca. Dessondar es des-sondar: des, partícula prepositiva, que entra en la composición de muchas voces; unas veces destruye la significación de su simple y otras la aumenta: del latín des, dis Sondar, verbo que procede del vocablo sonda, y éste del latín sub, bajo, y unda, onda: sub-unda, su-unda, sunda, sonda. Es decir, que no osaron tomar el puerto hasta que se sondase bien á la siguiente mañana.
150. La del miércoles 27.
151. Bahía de Caracol. (Nav.) En esta elección se equivocó el académico don Martín Fernandez de Navarrete, como al señalar la de Mayagüez, en Puerto-Rico, y la de Nipe, en Cuba. En la tarde del miércoles 27 se detuvo la escuadra frente á la entrada de la bahía de Punta Santa, hoy Cabo Haitiano. Allí cerca está un gran banco de arena sobre madrepórica base, donde encayó la Santa María, en el primer viaje, y que en la actualidad hace peligrosa la entrada en esta espaciosa bahía, como cuando la visitó Colón. El previsor Almirante empleó todo el dia 28 en dar anclaje á su escuadra, porque hizo preceder la toma de surgidero del continuo uso de la sondaleza y el escandallo, que en la carta del médico sevillano está tan desfigurado ese acto con la palabra se desfondase. El viajero é historiador alemán Cronau, Ob. cit., ha hecho un croquis, trazado sobre el terreno, de esta bahía, del lugar que ocupara el fuerte de Navidad, aldehuela de Guacanagarí, situación del rio Guarico, hoy Haut du Cap, bancos madrepóricos, y lugares de anclaje de la Niña y del naufragio de la Santa María; y en esta bahía fué que entró el Almirante en su segundo viaje y no en la de Caracol, como equivocadamente anota el señor Navarrete.
152. Guacanagarí.
153. Fuegos ó fogatas.
154. Guacanagarí.
155. Este cacique era, según los historiadores, de raza caribe; turbulento y desconfiado de los indios que ocupaban los inmediatos cacicazgos; era soberano de Maguana; su residencia estaba en la actual San Juan de la Maguana; su territorio comprendía: al este, el curso del río Jaina hasta el Cibao; al norte los cacicazgos de Maguá y Marién; al oeste el cacicazgo de Jaragua; y al sur, el mar. Caonabó, era marido de la célebre Anacaona. Sabedor de que Guacanagarí había hecho amistades con los venidos del turey (el cielo) y les indicaba el Cibao como la comarca más aurífera, citó al cacique Mairení, su dependiente, y con sus vasallos sorprendieron el fuerte de Navidad y dieron muerte á Diego de Arana y su gente. Castigó á Guacanagarí incendiándole su ranchería. El 24 de Marzo de 1495 peleó con tenacidad y valor con los conquistadores. Sabedor el capitán Alonso de Ojeda, de que el cacique se había acercado de noche á la Isabela para oir el toque de las campanas, le envió un parlamento, proponiéndole una visita al Almirante. Aceptada la visita, fué Ojeda con algunos valientes al encuentro del temible Cacique; al pasar el rio Yaque le invitó á que se bañara y le ofreció después un par de grillos, como presente de Colón; caído el indio en el ardid, le arrancó Ojeda de entre su acompañamiento y le llevó á la Isabela montado en el arzón de su cabalgadura. Mientras estuvo en prisión se ponía de pié siempre que le visitaba Ojeda y miraba con indiferencia la entrada del Almirante y los demás jefes. Interrogado el por qué de este proceder, contestó: porque era el más valiente de ellos, que se había atrevido á ir á prenderle personalmente.—Al regresar Colón á España se llevó á Caonabó, que murió en la navegación.
156. El 30 de Noviembre. El dia anterior 29, fué la visita del primo de Guacanagarí.
157. Bernia, s. f. capa de abrigo hecha de un tegido basto de lana, semejante al de las mantas y de varios colores. (Nav.)
158. 2 de Diciembre.
159. Manto moruno que cubre todo el cuerpo.
160. 3 de Diciembre.
161. 4 de Diciembre.
162. Guacanagarí, con motivo de haberle incendiado su ranchería el terrible Caonabó, ocupaba otro lugar distinto del que tenía al este del río Guarico.
163. Cirujano.
164. Ciba ó siba, significaba piedra en el lenguaje indo-antillano. Conservamos algunos vocablos procedentes de esta raiz.—Cibao: de ciba, piedra, y ó montaña, montaña de piedra. Sibuqueira de Sibaqueirí: de siba, piedra; que, tierra; i, agua; rí, valiente; es decir, piedra, tierra y agua del valiente. Fray Roman Pane habla de la cueva Cacibagiagua. En la parte occidental de Santo Domingo hay un lugar llamado Sibaguara. Y entre nuestros campesinos aún existe el vocablo seboruco, corrupción de sibaoruco. Todavía se conservan en Santo Domingo dos palabras topográficas afines á ésta: Cibao y Baoruco, aplicadas á terrenos elevados. Los Diccionarios nos aplican la voz arcabuco como para designar en América, lugar fragoso y lleno de maleza. Además el cronista Bernal Díaz del Castillo al narrar el naufragio frente á Trinidad, en la isla de Cuba, dice: “todos salimos descalabrados de los golpes de los ceborucos y desnudos en carnes. Ya escapados con vidas de entre aquellos ceborucos para ir á la villa de la Trinidad no había camino por la costa, sino malos países y ceborucos, que así se dicen, que son las piedras con unas puntas que salen dellas que pasan las plantas de los piés.” Vése por esta relación del cronista Bernal Díaz del Castillo conservado aún el valor de la palabra seboruco á su radical siba, piedra, y aplicada á los peñascos y terrenos pedregosos de la costa del mar.
165. Esta apreciación de Chanca, considerando al cacique Guacanagarí como falso, astuto ó solapado, es gratuita. La conducta del régulo indígena cuando el naufragio de la Santa María le abonó en los juicios del Almirante, que se opuso á las pretensiones del padre Boil. Una contusión, ocasionada por una pedrada, apareja á veces dolor intenso sin herida alguna. El tiempo se encargó de justificar á Guacanagarí, pues siempre fué amigo de los españoles, y les auxilió con sus huestes en las insurrecciones de los otros caciques.
166. 5 de Diciembre
167. 6 de Diciembre.
168. El 7 de Diciembre.
169. El 8 de Diciembre.
170. Puerto Delfin ó Bahiajá. (Nav). El Almirante mandó á Melchor Maldonado con 300 soldados á recorrer la costa. Exploró este capitán la tierra hasta la boca del Yaque sin encontrar paraje á propósito para fundar la nueva ciudad. Reconoció á Bayajá, que llamó Puerto Real, y visitó allí un cacique dependiente de Guacanagarí. Regresó Maldonado con estas noticias y Colón ordenó levar anclas.
171. De esta frase de Chanca se desprende claramente que llegaron al fuerte de Navidad por la costa norte, y no por el sur, como pretende el padre Nazario; pues de tener que desandar lo andado, con arreglo al derrotero del presbítero de Guayanilla, hubieran fijado el rumbo al oeste, y vemos, por el contrario, fijar la ruta al este.
172. Con el derrotero al este, que la armada emprendió, tenía en contra los vientos alisios: lo que justifica la pesadumbre de Chanca en ir de Navidad al puerto de la Isabela; concordando perfectamente las 30 leguas, que anota el médico sevillano, con la distancia que hay de un punto á otro de los signados por nosotros, si se tiene en cuenta las cortaduras de la costa. Exactitud que no se obtendría, metiendo la armada en bahía de Caracol como pretende Navarrete.
173. El día 9 de Diciembre abandonaron el puerto de Navidad—Guarico—y ya el mismo físico de la armada manifiesta haber sido penosa la navegación. La primera vez que dieron anclaje al crucero, en la bahía de Monte Christi, fué el 25 de Noviembre; el 27 siguieron viaje, pernoctando á la entrada del puerto de Navidad, y emplearon el 28 en tomar surgidero—Ahora bien, al abandonar Navidad y recorrer 30 leguas, con vientos contrarios, emplearían cuatro ó cinco días hasta fondear en el puerto de Isabela. Habiendo salido el 9 de Diciembre llegarían el 14. Desde este día hasta el 25 que desembarcaron, ó 1.º de Enero que durmió en tierra Chanca, pregunta el padre Nazario: ¿Qué hizo la armada? Pues, nada, estarse en el puerto de la Isabela esas dos ó tres semanas necesarias mientras se levantaban las rancherías, que constituyeron la incipiente ciudad de Isabela, antes de ordenarse el desembarco de los colonizadores, viniéndose á celebrar misa en la nueva capilla el día 6 de Enero de 1493.
174. La Isabela, distante 10 leguas al Este de Monte Christi. (Nav).
175. Los documentos oficiales, referentes á esa primera ciudad, dicen siempre Isabela y no Marta.
176. Colón los llamó ñame, niame ó iñame, porque así los oyó nombrar en Guinea; pero el vocablo indio es aje. En el Diario del primer viaje, 4 de Noviembre, se lee también mames. Las Casas confunde los ajes y las batatas. Oviedo sabe distinguirlos. En el Diario de Colón, 16 de Diciembre, se les llama ajes, y se hace una descripción de ellos. Pedro Mártir de Anglería—Década tercera, libro V. cap III—dice: “También dicen que hay varias especies de ages y batatas; pero los ages y las batatas las usan más como viandas ó frutas que para hacer pan, y como nuestra gente los rapos, rábanos, criadillas, nabos zanahorias y cosas semejantes; pero principalmente las batatas, que aventajan á las mejores criadillas de tierra, con cierta dulzura y suavidad maravillosa, principalmente si se dan con las mejores.”
177. Niti era una población indígena, que correspondía al cacicazgo de Maguana.
178. Población, como Niti, perteneciente al cacicazgo de Maguana, además de Corohai, Guaraguano y Guaba. Según Guridi, el Cibao contiene minas abundantísimas de oro, sobre todo á la parte de Janico, en San José de las Matas.
179. El ilustrado doctor don Agustín Stahl, en su interesante obra Los indios borinqueños, sintetiza su artículo Religión con las siguientes conclusiones: “1ª Las narraciones de Oviedo y algunos otros cronistas no son el resultado de observaciones auténticas y bien comprobadas.—2ª Sus afirmaciones carecen de crédito, porque no podría existir inteligencia cabal entre dos pueblos incapaces de entenderse por medio del lenguaje.—3ª Las apreciaciones de estos cronistas son meras conjeturas, deducidas del conocimiento que pretendían poseer de los pueblos del Asia, poco conocidos aún en aquella época.—4ª No hay pruebas evidentes en los monumentos arqueológicos, ni de otra clase, que justifiquen la existencia de culto alguno religioso entre nuestros indios.—5ª Todo inclina á creer que los indios borinqueños carecían en absoluto de ideas religiosas.”—Estas conclusiones fueron combatidas en la Revista puertorriqueña, por el erudito doctor don Calixto Romero, en una serie de artículos.—Ninguno de los contendientes ha hecho referencia á esta frase interesantísima de Chanca, que revela que los indígenas antillanos tenían su religión. Existe además un documento histórico irrefutable en este sentido, y es la Escritura de Fray Román Pane, heremita de la orden de San Gerónimo; el primer misionero que aprendió la lengua de los indios y cuyos conocimientos lingüísticos le valieron para convertir á la religión cristiana varios caciques. Su escritura es hecha de orden del Almirante y versa sobre la creencia é idolatría de los indios, y cómo observaban sus dioses.
180. El Bombax pyramidale, vulgarmente guano, es el único cuyos frutos maduros contienen una especie de lanilla color casi castaño, que se aprovecha, en Inglaterra, en la fabricación de sombreros llamados de castor, y en Puerto-Rico sirve para hacer almohadas; pero la descripción que dá Chanca no se refiere á este árbol.
181. Ceroxilon andicola. Cera de palma. Esta primorosa palmera suministra una especie de cera, que puede reemplazar á la de abejas: brota de las hojas y especialmente de la base de su peciolo.
182. Habiéndose fundado La Isabela en la costa norte dominicana, esta abundante terebintácea, á que se refiere Chanca, es indudablemente el anarcadium occidentale, ó vulgarmente pajuil; árbol común de los terrenos arenosos costeros de las Antillas. La corteza de este árbol deja exhalar una goma particular, llamada por los franceses, gomme d’ acajou; por los ingleses, cashew-gum; y en el país goma del pajuil. Es una materia dura, amarillenta, transparente, análoga por su aspecto al sucino y á ciertas gomas arábigas. Según Pereira, tiene todas las propiedades de la goma arábiga; pero es menos astringente. La hemos usado con ventajosa utilidad para pegar objetos de cristal y porcelana rotos.
183. Género de plantas de la familia de las leguminosas, entre ellas la dolichos unguiculutus.
184. La nuez moscada legítima (Myristica aromatica) procede de las Indias Orientales y se ha aclimatado en las Antillas, especialmente en Trinidad. Chanca se refiere á la myristica otobea que tiene sabor y olor análogos á la legítima nuez moscada.
185. La zábila—Aloe spicata.
186. Este es el Laurus montana ó canelero salvaje de las Antillas. La verdadera canela procede del Laurus cinnamomum, natural de las Indias Orientales, siendo preferido el de Ceilán.
187. Hay unas cincuenta especies de mirobalanos, originarias todas de países intertropicales. La que puede servir de tipo crece en las Indias Orientales. El heremita Fray Román Pane dice, que los indios llamaban jobos (spondias lutea) á los que ellos denominaban, mirabolanos.
188. Almácigo.—Bursera gummifera.
189. Basta esta frase de Chanca para echar por tierra la aseveración de Armas, que en Orígenes del lenguaje criollo, pag. 36, dice: “dieron (los conquistadores) el nombre de pan, al que á imitación del de Europa, enseñaron á hacer á los indios con yuca rallada.” Y como don Juan Ignacio de Armas tiene sus prosélitos, en esta escuela de negarlo todo, porque sí, vamos á presentar otra prueba que está de acuerdo con la de Chanca, de que los indios hacían su pan. En el Diario de la primera navegación de Colón se lee: “Miércoles 26 de Diciembre. El Rey (Guacanagarí), comió en la carabela con el Almirante, y después salió con él en tierra, donde hizo al Almirante mucha honra y les dió colación de dos ó tres maneras de ajes, y con camarones, y caza, y otras viandas quellos tenían, y de su pan que llamaban casabí.” Los mexicanos eran los que no hacían casabe. Dice Hernán Cortés en su 1ª Carta al Emperador Carlos V. (10 de Julio de 1579:) “los mantenimientos que tienen es maiz... y yuca, así como la que comen en la isla de Cuba, y cómenla asada, porque no hacen pan della.” Esta anotación de Cortés prueba además, que los indios antillanos, comedores principalmente de casabe, no procedían de los mexicanos, como algunos han pretendido; pues ignoraban los hijos del Anahuac la industria de la confección del pan de casabe.
190. La yuca.—Jatropha manihot. Su talle puede elevarse á la altura de un hombre y de ahí la manera de describirla Chanca entre árbol ó yerba. A la tabla cuadrilonga sembrada de piedrecitas silíceas donde se rallaba la yuca, la llamaban los indios, guayo; al jugo resultante de la yuca rallada y esprimida, naiboa; al residuo ó bagazo, catibía; á la especie de hornillo donde ponían la lozeta de barro cocido para hacer las tortas de casabe, burén; á la paleta ó tablilla para volverlas, mientras se estaba haciendo al fuego, cüisa.
191. Según Armas, Ob. cit, esta voz es de procedencia arábiga. Don José María Doce en su Diccionario ortográfico etimológico español (1881) le concede procedencia americana. El heremita Fray Román Pane, dice: “Pasados algunos días, mandó el señor de aquel campo sacar el agí”. Pedro Mártir de Anglería—Década quinta, libro IX, cap. III—dice: “Digamos ahora un poco acerca de la pimienta de las islas y del continente. Tienen selvas llenas de frutales que crían pimienta: pimienta digo, aunque no lo es, porque tiene la fortaleza y el aroma de la pimienta, ni vale menos que la pimienta aquel grano; ellos le llaman haxí, con acento en la final: es más alta que la adormidera. Se cojen sus granos como los del enebro ó el abeto, aunque no llegan á ser tan grandes. Hay dos especies de aquel grano, cinco dicen otros; la una es de larga como dedo y medio de nombre, más picante y aguda que la pimienta y la otra es redonda y no menor que la pimienra; pero ésta tiene la película, la pulpa y las pepitas, todas tres cosas con su cálida fortaleza. Otra tercera hay que no es acre, sino solamente aromática, que si la usáramos no necesitaríamos de la pimienta del Cáucaso.”
192. Omphalea nucifera.—Avellano de América.
193. Envió en efecto 12 navíos al mando de Antonio de Torres, que se hizo á la vela del puerto de la Navidad el día 2 de Febrero de 1494, trayendo relación de lo que había ocurrido. (Nav.) Se hizo á la vela del puerto de la Isabela. El de Navidad lo habían abandonado desde el día 9 de Diciembre.
194. Este fué Alonso de Ojeda, que con 15 hombres salió por el mes de Enero de 1494 á buscar las minas de Cibao, y volvió pocos días después con buenas noticias, habiendo sido en todas partes muy bien recibido de los naturales (Nav.). Don Antonio del Monte y Tejada en su Historia de Santo Domingo (1890) considera que este viaje de Ojeda debió ser desde la Isabela hacia el llano de Esperanza, y que atravesado el río Yaque más abajo de Santiago de los Caballeros, cruzaría Ojeda los otros ríos y subiría por la parte de Dicayagua á las sierras y partido de las Matas.
195. Juan López Luján, caballero natural de Madrid.
196. Diminutivo de hontana, fuente.
197. Los indios usaban para cavar la tierra un palo tostado al fuego, que llamaban coa, y que les servía como de azada para labrar los campos.
198. Enrique de Leguina.—Hijos ilustres de Santander.—1877.
199. Cesáreo Fernández Duro.—Disquisiciones náuticas.—1877.
200. Felipe Picatoste y Rodríguez.—Apuntes para una Biblioteca Científica Española del siglo XVI.—1866.
201. En la Relación de los individuos que acompañaron á Colón en el primer viaje, hecha por el docto marino don Cesáreo Fernández Duro para el Congreso de americanistas, de 1881, figura Juan de la Cosa en la nao capitana, inmediatamente después del Almirante.
202. Don Fernando y Doña Isabel, etc.—Por faser bien y merced á vos Juan de la Cosa, vesino de Santa María del Puerto, acatando algunos buenos servicios que nos habedes fecho, é esperamos que nos fasedes de aquí adelante, especialmente porque en nuestro servicio é nuestro mandado fuistes por maestre de una nao vuestra á las mares del océano, donde en aquel viaje fueron descubiertas las tierras é islas de la parte de las Indias, é vos perdistes la dicha nao; é por vos lo remunerer é satisfacer, por la presente vos damos licencia é facultad para que vos ó quien vuestro poder hobiere, podades sacar de la cibdad de Jerez de la Frontera, ó de otra cualquier cibdad ó villa ó logar de Andalusía, dosientos cahises de trigo, con tanto que no sea de la cibdad de Sevilla é su tierra, é lo podades cargar é levar é levades por las nuestras mares é puertos é abras de la Andalusía á la nuestra provincia de Guipúzcua, é al nuestro condado é señorío de Vizcaya, é no á otra parte alguna, lo cual podades sacar ó cargar desde el día de la data desta nuestra carta fasta nueve meses primeros siguientes, é cuando sacáredes el dicho pan lo registrades ante el dicho nuestro alcalde mayor de las sacas de la cibdad, villa ó logar donda lo sacáredes, ó por ante su lugar-teniente, ó la parte que dellos saquedes porque se sepa lo que sacades fasta el número de los dichos dosientos cahises.—E ningund consejo, nin otra persona alguna de ninguna cibdad, ni villa, ni lugar de la costa de los nuestros regnos é señoríos non vos lo puedan tomar ni descargar todo ni parte dello, como quier que para ello tengan nuestra carta ó privilegio. E queremos é mandamos que de los dichos dosientos cahises de trigo que así sacáredes é cargáredes vos ó el que el dicho vuestro poder hobiere non paguedes derecho de saca, por cuanto dello vos facemos merced ecebto los derechos que dello ha de haber el nuestro almirante mayor de la mar. E por esta nuestra carta, ó su treslado signado de escribano público, mandamos á todos los concejos, corregidores, asistentes, etc. (siguen las fórmulas). Dada en la villa de Medina del Campo á 28 días del mes de Febrero, año del nascimiento de N. S. Jesucristo de mil cuatrocientos é noventa y cuatro años.—Yo el Rey.—Yo la Reina.—Yo Fernando Alvarez, Secretario, etc.—Acordada: Andreas Doctor.—Concuerda literalmente con el registro original que obra en este Real archivo de Simancas en el legajo del año y mes de su expedición, y lo firmo en él á 29 de Agosto de 1828.—Tomás González.
203. Vivien de Saint-Martín.—Historia de la geografía y de los descubrimientos.
204. Nazario y Causel.—Revista de Puerto-Rico: 19 de Diciembre de 1893.
205. Antonio del Monte y Tejada.—Historia de Santo Domingo, 1890.
206. Dice Navarrete: “De los descubrimientos que acababa de hacer, formó Colón una carta, que más tarde remitió á los Reyes... Los primeros descubrimientos de Colón habían reanimado el gusto por las expediciones de mar á que los peninsulares se habían manifestado en todos tiempos inclinados... Protegió con todo su poder el gobierno este noble espíritu de empresas... El primero que al intento se aprestó fué Alonso de Ojeda... Hallábase en Castilla cuando llegaron las primeras noticias del descubrimiento de Paria, y favorecido del obispo de Burgos, no solo obtuvo permiso para navegar á los nuevos países, sino una copia de la carta geográfica que el descubridor había formado y remitido á los Reyes.”
207. Américo Vespucci ó Vespucio, al regresar á Europa, escribió á petición de uno de los príncipes de la familia de los Médicis, la relación de sus aventuras en la expedición de Ojeda. El relato, en estilo pomposo corrió por Italia, Francia y Alemania. En 1507 el alemán Martín Weltzemüller publicó un libro sobre las navegaciones de Américo Vespucio, intitulado: Cosmographiæ introductio insuper quatuor Americi navigationes, en el cual por primera vez se proponía dar á Orbis Novus el nombre de América. La proposición hizo fortuna, la moda la adoptó y el tiempo la fué sancionando. Contribuyó mucho á este fin el mapa mundi dibujado en 1520 por el célebre cosmógrafo Petrus Appianus y el de Gemma Frisius para el Ptolomeo publicado en Strasburgo, en 1552, que inscribieron el nombre América en las nuevas tierras al sur del mar Caribe, conservando, sin embargo, esta anotación contradictoria: Hæc terra, cum adjacentibus insulis, inventa est per Columbum Januensem, ex mandato regis Castellæ (Esta tierra, con las islas adyacentes, fué descubierta por Colón de Génova, bajo los auspicios del rey de Castilla.)
208. Fray Pedro Simón.—Primera noticia histórica de las conquistas de Tierra-firme.
209. P. Mártir de Anglería.—Ob. cit. Década segunda, libro I cap. II.
210. Leguina.—Ob. cit.
211. Picatoste.—Ob. cit.
212. Periódico: Unión ibero-americana. Número 82.
213. Nazario y Cansel.—Ob. cit.
214. Pedro Mártir de Anglería.—Ob. cit.
215. Nazario y Cansel.—Ob. cit.—Dice el cronista Oviedo:
“Tornando á nuestro propósito é camino, digo que después que passó esta armada á la isla de Boriquén ó Sanct Joan, vino á esta de Haytí, que llamamos Española, é tomó puerto en ella el mes de deçiembre del mesmo año de mill é quatroçientos é noventa é tres años, en Puerto de Plata, que es de la banda del Norte. E desde allí fué por la costa abajo al Occidente á la Isabela, é de allí pasó á Monte Crispto, donde señoreaba el rey Guacanagarí, que es á donde agora se llama Puerto Real.”
216. En el mapa está signado mt. xp.
217. Cerca de lo que es hoy Cabo Haitiano; está signado en el mapa C. St. (cabo Santo); y en el mismo sitio está trazado con letra gótica: nabidat. (El fuerte de Navidad).
218. En el mapa está signado: y tortuga.
219. En el mapa: p. de S. nicul. (San Nicolás).
220. En el mapa: punta de Cuba.
221. En el mapa están designados varios nombres de esta costa de Jamaica.
222. En el mapa: p. bueno.
223. En el mapa: C. de Cruz.
224. Están signadas en el mapa.
225. En el mapa está puesta la palabra abangelista en el último extremo occidental de la figura trazada como isla de Cuba. Los indios la llamaban Guanaja.
226. Falta todo el Departamento occidental.
227. En el mapa, mar oceanny.
228. En el mapa: C. de. S: miguel.
229. En el mapa: alto belo.
230. En el mapa: beata.
231. En el mapa: naiba.
232. En el mapa la isla adamanay está unida á la Española, y signado: saona.
233. Nazario y Cansel.—Ob. cit.
234. Los indios llamaban á Colón Guanimiquení, que significa: el señor de tierra y agua.
235. Nazario y Cansel.—Ob. cit.
236. No hay que confundir este viaje, que podemos llamar parcial ó inter-colonial, con el tercero de Colón que fué en 1498 y en el cual descubrió á Trinidad y Continente sud-americano. Juan de la Cosa no acompañó al Almirante en su tercera empresa, como equivocadamente dice el padre Nazario en su artículo de la “Revista de Puerto-Rico”.
237. “La Correspondencia de Puerto-Rico.”—21 de Noviembre de 1893.
238. Periódico: “Revista de Puerto-Rico”.—19 de Diciembre de 1893.
239. Montaner y Simón: Editores.—1890. Tomo 5°
240. Imp. lith. de Lemercier Benard et Cie.
241. Periódico: [Unión ibero americana].—1° de Mayo de 1892.
242. Cronau.—Ob cit. Tomo I pág. 358.
243. Colón descubrió Tierra-firme en su tercer viaje—1498.—Divisóla, en efecto, el primero de Agosto, y el gran marino, que muchas veces había tomado las islas por tierra-firme, esta vez fué á la inversa y tomó el continente por isla, y le llamó Isla Santa.
244. El padre Nazario atribuye á este navegante—núm. de la Revista citado—el descubrimiento que corresponde á Giovanetti Cabotto ó John Cabot, como dicen los ingleses. La patente de autorización dada por el rey Enrique VII es de 5 de Marzo de 1496.
245. Así como se supieron inmediatamente los descubrimientos del gran Ligur en las cortes de Europa se tuvo conocimiento en España del descubrimiento de Juan Cabot; máxime, cuando los aprestos marítimos se efectuaron públicamente, en la bahía de Bristol, por una sociedad de comerciantes. Los cuatro navíos equipados en Bristol se dieron á la vela en la primavera de 1498, fondeando el 24 de Junio de ese año en la costa de Labrador. En el estío de ese mismo año emprendió Sebastián Cabot otro viaje, siguiendo el derrotero de su padre, descubriendo la isla de Terranova, que llamó Tierra de los bacalaos y llegando hasta las inmediaciones de la Florida.
246. En el mapa de Juan de la Cosa está con letra gótica esta asignación: este cavo fe descubierto en ano de mil cuatrocientos noventa y nueve por castilla syendo descubridor Vicentians.
247. Nazario y Cansel.—Número de la Revista citado.
248. Dice Cronau, tomo II, pág. 47: “Por más que Cristóbal Colón ya hubiese descubierto á Cuba en el año de 1492, quedó aún por bastante tiempo indeterminado el problema de si era isla ó continente. Ya se sabe que el gran genovés murió en la creencia de que Cuba pertenecía al continente asiático y que era idéntico al país de Mangi.—Mas ya en vida del Almirante había personas que opinaban de distinta manera.”
249. Dice el doctor Sophus Ruge—citado por Cronau:—“Como fiaba más en la carta geográfica de Toscanelli y otros, referentes á las discusiones de Cipangu, que en su propia experiencia, creyó que la isla Española era tan grande como toda España, y colocó la costa septentrional de la Gran Antilla (Cuba) bajo el grado 40 de latitud”.
250. Mártir de Anglería—Década segunda, lib. X, cap. I. (1516) dice: “Desde que resolví obedecer á los que me pedían que en nombre de Vuestra Santidad escribiera estas cosas en latín, yo, que no soy del Lacio, puse cuidado de no poner nada sin averiguarlo bien. Fuí á verme con el Prelado de Burgos, patrono de estas navegaciones, de quien arriba se hizo amplia moción. Encerrándonos en una habitación, tuvimos en las manos muchos indicadores de estas cosas; una esfera sólida del mundo con estos descubrimientos, y muchos pergaminos, que los marinos llaman cartas de marear, una de las cuales la habían dibujado los portugueses, en la cual dicen que puso mano Américo Vespucio, florentino, hombre perito en este arte, que navegó hacia el Antártico. La otra (carta de marear) la comenzó Colón cuando vivía é iba recorriendo aquellos lugares, y en ella su hermano Bartolomé Colón, Adelantado de la Española añadió lo que juzgaba, pues él también recorrió aquellas costas.—Además, cada uno de los castellanos que, según su propia persuasión, sabía medir tierras y costas, se trazó su pergamino de navegar. De entre todas conservan como más recomendables las que compuso aquel Juan de la Cosa, compañero de Ojeda, que dijimos lo mataron los caramairenses en el puerto de Cartagena, y la de otro piloto llamado Andrés Morales, ya por la mayor experiencia de aquellas cosas (pues el uno y el otro estaban ya no menos familiarizados con aquellas regiones que con las habitaciones de su casa), ya porque estaban reputados por más entendido que los demás en Cosmografía naval.”
251. Brau.—Ob. cit.
252. Las Casas empezó á escribir de los asuntos de Indias en 1527.
253. Nazario y Cansel.—Ob. cit.
254. Puerto-Rico (Nav.) Los indios se referían á las islas de Barlovento, ocupadas por los caribes.
255. Puerto-Rico. (Nav.).
256. Revista puertorriqueña: 19 de Noviembre de 1893.
257. El Diario popular de Mayagüez; núm. del 19 de Noviembre de 1893, dedicado á conmemorar el Cuarto Centenario del descubrimiento de Puerto-Rico.—Citamos los dos periódicos porque encontrando los vocablos Burinkem y Burikem, dados á luz en un mismo día y en diversos periódicos, ignoramos cuál es el verdadero del doctor Domínguez, y en cuál pecó el cajista á juicio del erudito escritor de la ciudad del Oeste.
258. Téngase en cuenta, que antiguamente se escribía la q ó la ch, indistintamente. En la obra de don Fernando Colón unas veces se lee Borichén y otras Boriquén. Aunque haya error en la manera de escribir Anglería el nombre indígena de la isla de Puerto-Rico, ni interpola la n, ni la denomina Carib.
259. En esta fecha fué que se dió á la estampa, por vez primera, el manuscrito del hijo del Almirante.
260. Memorial al Cardenal Cisneros, por los Padres Priores de San Gerónimo, en Santo Domingo, á 20 de Enero de 1517.—Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias.—Ni hay la intrusa n, ni llaman á la isla Carib.
261. Gómara empezó á escribir su Historia de las Indias en 1540, y la publicó en Zaragoza el año de 1552, habiendo sido traducida al latín, al francés y al italiano.
262. Otto Neussel toma el vocablo tal como lo trae la carta de Chanca al nombrar por primera vez la isla de Puerto-Rico, y lo traslada al mapa que presenta para ilustrar Los cuatro viajes de Colón. También comete el error de signar á toda la Española Bohío.
263. Periódicos citados.
264. Barcia: Diccionario general etimológico de la lengua española.—1881.
265. Jozón.—Ob. cit.
266. Jozón.—Ob. cit.
267. M. Max Müller—Leçons sur la science du langage.
268. Max Muller.—La Stratification du langage.
269. Mr. Julien Vinson, profesor de la Escuela de lenguas orientales vivas de París ha sostenido con brillantes datos que “el oeste y el norte de Europa fueron poblados en los tiempos prehistóricos por razas que hablaban lenguas que se refieren al tipo eúskaro.” Y el filólogo E. Sanchez Calvo—ob. cit.—esplica todo el origen etimológico de los nombres de los dioses de la Mitología por medio de estas dos palabras claves: han y ber. Aquélla onomatopeya de la espiración, y ésta del hervor del agua, cuyo fenómeno al observarlo por vez primera la familia salvaje y contemplar atónita, que del fondo de la vasija llena de agua y aproximada al fuego salía, al poco rato, un rumor y luégo un ruido creciente, se aproximarían todos á admirar la nube de vapor y la multitud de burbujas agitándose y estallando. En el agua hirviente, que murmuraba ber, ber, ber, ber, creerían, los primeros que la observaron, que había un sér animado, un espíritu en movimiento.
270. E. Alvarez Pérez.—Gramática filosófica é histórica-comparativa de la lengua castellana. 1893.
271. Tomada de la edición que se hizo en Viena en la tipografía imperial y real de la Corte. 1868.
272. Había una lengua general en todas las islas, excepción hecha de las islas ocupadas por los Caribes, que constituían otra raza con otros usos y costumbres, Colón tomó en San Salvador varios aborígenes y los retuvo para que le sirvieran de intérpretes. Estos se entendieron perfectamente con los naturales de la 2.ª, 3.ª y 4.ª isla. En Cuba el políglota Luís de Torres, en unión de Rodrigo de Jerez, llevaron una embajada al Cacique y creyéndose que habían llegado al reino del gran Kan le hablaron primero en hebreo, después en caldeo y por último en árabe, teniendo que apelar al intérprete de Guanahaní para que los asombrados siboneyes les entendieran. Por fin pasan á Haití, donde entran en fácil y amistosa correspondencia con los aborígenes, anotando el Almirante en Diciembre 22.—: “... tienen alguna diversidad de vocablos en nombres de cosas.”
273. Las Casas reconoció en Haití, además de la lengua general, tres dialectos. En Jamayca se hablaba la lengua general de Cuba y Haití. Refiere Bernal Díaz del Castillo.—Ob. cit.—que al desembarcar con Juan de Grijalva en la isla de Cozumel “vino una india moza, de buen parecer, é comenzó á hablar la lengua de la isla de Jamaica... y como muchos de nuestros soldados é yo entendimos muy bien aquella lengua, que es la de Cuba, nos admiramos y le preguntamos cómo estaba allí”; y resultó que el naufragio de una canoa de pescadores de Jamayca la llevó á la isla de Cozumel.
274. El padre Nazario opina—Ob. cit. pág. VIII. Prólogo—que los indios de Puerto-Rico, á quien él llama Carib, tenían una escritura más perfecta que la de México y el Perú.—No es posible comparar el lenguaje indo-antillano, correspondiente á tribus, que estaban en la edad de la piedra pulimentada, y cuyo mayor desarrollo de cultura tuvieran en la Española en la corte del régulo Bohechio, á unas lenguas como la azteca é inca, que tenían ya su escritura entre ideográfica y jeroglífica, y correspondientes á imperios con una civilización análoga á la asiria y caldea.—Fray Román Pane, heremita de la Orden de San Gerónimo, escribiendo sobre los haitianos, dice: “... pero como los indios no tienen escritura, ni letras, no pueden dar buena razón del modo que han sabido ésto (su origen) de sus antepasados, y así no conforman en lo que cuentan, ni aun se puede escribir con orden lo que refieren.”—En cambio los mexicanos fabricaban papel con los filamentos de las hojas del maguey, el cual machacaban en agua, y extraida la fibra, la unían por capas, como las hojas del xiperus de Egipto. Y el arte de trasmitir los hechos, por medio de las pinturas jeroglíficas en este papel, y en pergamino ó lienzo, existía en el Anahuac antes de la llegada de los Aztecas. El mismo Cortés tuvo ocasión de apreciar estos trabajos: habiendo dicho á Moctezuma le indicase sobre la costa oriental un buen fondeadero para sus buques, mandó Moctezuma al momento se le trajese el mapa de toda la costa, desde el punto en donde hoy se eleva Veracruz hasta el río Guazacalco. Los Incas usaron los quipos ó cordones gruesos como nudos, de los cuales pendían cordoncillos de diversos tamaños y colores, y de ellos se valieron para contar el tiempo y las cosas. El blanco significaba la guerra; el amarillo el oro, etc.
275. La radical bo, grande, señor, está en contraposición, en el lenguaje indo-antillano, con la radical bi, pequeño; por ejemplo, bibijagua, especie de hormiga; bija, la semilla del achiote, de la en cual hacía el indio una pasta para untarse la piel y defenderla de la picada de los mosquitos; bijirita, pajarito de Cuba; bieque, tierra pequeña; biminí, pequeño lugar de agua, etc.—No debe confundirse la radical bo con el sufijo abon, que lo encontramos en la terminación de muchos nombres de ríos, como Cayrabón, Manatuabón, Mucarabón, Taynabón y Usabón en Puerto-Rico; y Daynabón, Inabón, Macabón, Quiabón y otros en Santo Domingo. Algunos nombres de ríos han perdido la final n, como Gurabo y Guaorabo por Guarabón; Guanajibo por Guanajiabón, y otros han sufrido mayor evolución, como Bayamón por Guayabón, y Cañabón por Caynabón, etc.
276. En asirio, señor es belu, en hebreo ba’al; en árabe ba’l. En persa, jefe es bari; en celta, bren; en galo, brenno; en bretón, brenín; en irlandés, barn; y en anglo-sajón, beorn. Derivados de la raíz ber, cuya forma arcáica se conserva mejor en el eúskano bero, que significa calor. “Dos palabras iguales al principio, viajando luégo cada una con su tribu, adquieren tan disfrazadas formas que es difícil reconocerlas por más que guarden siempre su raíz.”
277. La n entraña plural de que.
278. Los indígenas llamaban á sus ídolos Cemi, evolución de Guamí, equivalente á el que manda, el dueño.
279. En el Mapa para ilustrar los viajes de Sir Walter Raleigh, desde la isla de Trinidad hasta el bajo Orinoco, compilado de observaciones personales y del Atlas de Venezuela de Codazzi, por Sir Robert Schombuck, y cuyo mapa se encuentra en la obra de F. Michelena y Rojas: Exploración oficial del Orinoco y Amazonas (1867), se le aplica el nombre de Carí á la isla de Trinidad.
280. Padre José Gumilla.—Las naciones de las riberas del Orinoco. 1745.
281. Restrepo.—Ob. cit.
282. Hemos usado la palabra raza y no pueblo ó nación, por que creemos que la tribu india de los Guaycure, en la costa occidental de la América del Norte, y de la cual se supone procedían los indígenas de las grandes Antillas, no pertenecía á la raza caribe, procedente del Continente Sur.—Está probada la existencia del hombre en el Nuevo Mundo desde los tiempos más remotos, encontrándose sus vestigios en las lejanas épocas del mammut, el mastodonte, el milodonte. el megaterio y otras especies de animales monstruosos; de lo cual resulta insostenible la teoría de que la raza americana se deriva de la mogólica. El problema, pues, del origen del indio americano está por resolver. Pero nosotros tomamos el Archipiélago antillano, para el estudio de sus habitantes, tal como le encontraron los conquistadores, y de sus propias crónicas se destacan las dos razas, con sus usos, costumbres, lenguajes y tipos humanos muy diversos.—Generalmente se acuerda hoy día mirar la especie humana como única; pero esto no impide reconocer, entre las diversas naciones que pueblan nuestro globo, diferencias numerosas más ó menos acentuadas, conformaciones hereditarias más ó menos permanentes. Se ha convenido en designar estas modificaciones particulares bajo el nombre de razas, y admitir así la variedad en la unidad. Estas razas, tan pronto se propagan por generación, tan pronto se combinan y se transforman por crecimiento. La idea de estas modificaciones es muy antigua. Moisés, y más tarde Eforo de Cumes, han dividido los hombres, el uno en tres razas, según los tres hijos de Noé, y el otro en cuatro, según los cuatro puntos cardinales. Linneo reconocía (1766) en su Homo sapiens, cuatro variedades. Blumenbach proponía cinco razas: caucásica, mogola, etiópica, americana y malaya. Dumeril seis, añadiendo la hiperbórea. Bory de Saint-Vincent, que distingue quince especies de hombres, reconoce razas y sub-razas. Cuvier y Moquin Tandon tres razas principales: blanca, amarilla y negra. Isidoro Geoffroy Saint-Hilaire analiza las razas humanas, tomando por punto de partida los cabellos lisos ó crespos, la nariz sobresaliente ó deprimida, la piel blanca, amarilla ó negra y las condiciones de talla, ojos y miembros.—Esta confusión de los sabios en sus clasificaciones ha hecho que algunos admitieran para América una sola raza, otros dos, la colombiana y la americana, y por fin Morton en su Crania americana ha notado las diferencias considerables, y ha ensayado el primero una clasificación de las razas del Nuevo Mundo.
283. Los indígenas le llamaron Mímasipí (el padre de los torrentes). Merino (1666) escribió Messippí; Dablon (1671) Mississipí; Hennepin (1680) Meschonipí; Coxe (1698) Micissip; Charlevoix (1731) Mechaseba.
284. Las islas Lucayas, de constitución madrepórica, son de más reciente creación que la isla de Cuba, constituida por rocas eruptivas antiguas.—En el Archipiélago antillano es digno de observación una banda de islas al norte, que empezando en San Bartolomé y San Martín continúa por las Vírgenes, Santa Cruz y Puerto-Rico hasta el nudo central de Santo Domingo donde se bifurca, yendo una de las ramas por el cabo Tiburón hasta Jamaica, y la otra pasando á Cuba por el cabo San Nicolás. Estas islas son todas constituidas por rocas eruptivas antiguas, acompañadas de depósitos sedimentarios de diversas edades, desde el terreno silicoso hasta los calcáreos conchíferos y madrepóricos de época reciente, que se continúan por los arrecifes más nuevos aún de las islas Lucayas. La banda del este tiene otro carácter: comprende una docena de pequeñas islas volcánicas, formando dos alineamientos, que vienen á cortarse en la Martinica bajo un ángulo muy obtuso, lo que da al conjunto el aspecto de una curva, cuya convexidad mira al Atlántico. Una segunda hilera de islas, colocadas con menos regularidad, casi exclusivamente compuestas del calcáreo moderno, y en el número de las cuales debe contarse la isla Trinidad, que marca la unión de las islas calcáreas al Continente sub-americano, y la Barbada, arrojada 60 millas de las otras, en pleno Atlántico, constituye una cadena exterior, que al primer golpe de vista parece no tener ninguna relación con la hilera anterior. Un examen atento demuestra, que estas dos cadenas se tocan, y que la isla de Guadalupe es el punto de encuentro. La Guadalupe es, en efecto, la única de estas islas, donde se encuentra una isla calcárea unida á una isla volcánica. Todas las que preceden de sur á norte, la Granada, San Vicente, Santa Lucía, Martinica, Domínica, son exclusivamente volcánicas, sin trazas importantes de depósitos calcáreos. Después de Guadalupe la cadena se desdobla y se continúa, de un lado por las islas volcánicas de San Cristóbal, Monserrat, Santa Cruz, con las Grandes Antillas, y del otro por las islas planas y calcáreas de Antigua, Nieves, etc., á las Lucayas y al continente de la Florida.—(Ch. Sainte-Claire de Deville. E. Rochefort).
285. Ponce de León le llamó La Florida, por haberle descubierto el domingo de Resurrección ó de Pascua Florida.
286. El antiguo nombre del Orinoco fué Paragua, que hoy lleva un afluente del Caroní, según Rojas. Cuando Ordaz cruzó el Orinoco en 1536, el río era conocido con el nombre de Uríaparia, llamándose así también uno de los caciques de la comarca. En la misma región conocieron el río con el nombre de Urinuco, y por corrupción, Worenoque, Orinoco.
287. Hemos dicho en una Nota anterior, que al negar el señor Armas la antropofagia en los Caribes había ido contra los Cronistas y la lógica de los hechos. La Mitología y la Historia nos la presentan en los pueblos primitivos. Saturno, Tántalo, Thyeste, y Lycaón son, en la fábula mitológica, antropófagos como los Lestrigones y los Ciclopes. Y la Historia nos dice, que fueron caníbales, los Scitas, Germanos, Celtas, Fenicios, Tártaros y Etíopes. La esclavitud, que hemos sostenido hasta ayer en nuestros ingenios con los pobres negros, era un canibalismo moral; pues bien, si nosotros hemos creído legal apropiarnos á nuestra satisfacción el beneficio del trabajo del esclavo, el salvaje, el caribe, creía ejercitar un derecho natural disponer de su prisionero, de su conquista, de su propiedad. A la vez, aguijoneado por el hambre en las islas pequeñas, sin rebaños ni animales, y escaso de vegetales, disponía como vencedor del fruto de su victoria, y no sólo celebraba su triunfo comiéndose, en ceremonia religiosa, algunos de sus prisioneros, sino que, como conocedor de la carestía de víveres en sus posesiones, guardaba los garzones para las épocas en que el hambre azotara sus comarcas. La vida del caribe, en la lucha por la existencia, se reducía á esta frase: matar ó ser matado; comer ó ser comido.—Los mexicanos habían reducido ya la antropofagia á festividad religiosa, era una atenuante del proceder caribe y un paso tardo á su desaparición, ya iniciada y acentuada en el Perú. Aquella infeliz víctima, tendida en el ara porfidiana y á la cual el cruento victimario, con silíceo cuchillo de obsidiana arrancaba el corazón, para llevarlo sangriento y humeante, á los labios del ídolo, esperando del terrible dios auspicios favorables, ¡cuánta similitud con el sacrificio de Ifigenia, la hija de Agamenón y de Clitemnesta, ante el altar de Diana en Aulide, para obtener del tremendo é irascible oráculo favorables auspicios en pro del jefe de los ejércitos griegos en la guerra de Troya! Sacrificio por sacrificio, entrambos obedecían á fanatismo religioso; pero eran, sin duda, el reflejo y la reminiscencia de tiempos antropofágios muy posteriores, y los últimos arranques instintivos de una época sanguinaria.
288. Dice Pedro Mártir de Anglería.—Primera década, libro I, cap. III:—“Aunque usan saetas de caña muy agudas, caben, sin embargo, que les aprovechan poco para reprimir la violencia y furor de los caribes, pues confiesan todos los indígenas, que en la lucha diez caribes vencerían fácilmente á ciento de ellos.”
289. D’Orbigny.—L’Homme américain. 1834.
290. A. Rojas.—Los jeroglíficos venezolanos. 1876.
291. El doctor Virchou en su Clasificación antropológica de los pueblos salvajes antiguos y modernos de América (1888) demuestra con el estudio de cráneos indios precolombianos, que hay grandes diferencias entre las muchas razas salvajes que poblaron el Nuevo Mundo, bien patentes en la configuración de sus cráneos; pero sin precisar su antigüedad, ni cuáles pudieran ser sus procedencias genealógicas.
292. Han dicho nuestros cronistas, y se repite como verídico, que los boriqueños llamaron á los caribes para defenderse de Juan Ponce de León.—Basta fijarse en la condición belicosa y feroz que tenían los caribes para no aceptar su presencia en el encuentro de la boca del río Yauco, ni en la derrota, al replegarse á Yagüeca, donde bastó un tiro de arcabuz aplicado á Guaybaná para terminar la campaña. Vendrían á auxiliar á los de Boriquén los naturales de la isla Mona, muy poblada para aquella época; pero es ilógico inmiscuir entre ellos á los caribes, tiradores de flechas emponzoñadas y diestros arqueros. Para el caribe la caída del jefe ó caudillo no era señal de rendición; peleaban sin contar sus enemigos y con una ferocidad leonina.—Esos caribes de Barlovento fueron el terror de los primeros pobladores de Puerto-Rico hasta el año de 1635, en que los franceses, protegidos por Richelieu, se dedicaron á la conquista de las Antillas menores. Se empezó por San Cristóbal y Guadalupe: se les hizo una guerra de exterminio, y á pesar de ello, fué preciso hacer, en 1660, un tratado de paz, por medio del cual los caribes reducidos á seis mil, se retiraron á Domínica y San Vicente.
293. El gua es guaraní y muysca y el hua es quechúa ó peruano. El hua quechúa tiene menos fuerza que el gua caribe, pero se han confundido muchas veces aunque tienen pronunciación y ortografía diferentes.
294. Dice Mártir de Anglería, Década tercera, libro VII, cap. IV.: “Gua es entre ellos artículo, y hay pocos nombres, principalmente de reyes, que no comiencen por este artículo gua, como Guarionex, Guacanagarí, y así también muchos nombres de lugares.”
295. Ruíz Montoya.—Vocabulario y arte de la lengua Guaraní.
296. A. Rojas.—La sílaba gua ó hua, como interjección, sustantivo, artículo, afijo y partícula en las lenguas americanas.
297. Esta palabra, según está conservada en el Diario del Almirante trasmitido por Las Casas, tiene una h intermedia: Guana-h-aní. Hoy nosotros al pronunciar el vocablo prescindimos de ella; pero entre los indios la aspiración tenía la fuerza de una consonante, como acontece con los árabes.—En la Carta de Cristóbal Colón escrita en el mar cuando regresaba del primer viaje, y enviada desde Lisboa, en Marzo de 1493, á Barcelona, donde se encontraban los Reyes Católicos, se lee: “A la primera que yo fallé puse nombre San Salvador, á conmemoración de su Alta Magestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los Indios la llaman Guanayaní.” Vése, pues, que el Almirante le dió á la aspiración el valor de y. Lo cual prueba, que esa h, que nos conservan los cronistas, representa una aspiración del lenguaje indo-antillano con el valor de consonante.
298. Colón le puso el nombre de Juana, en obsequio al príncipe don Juan; pero, después del bojeo de la isla por Sebastián de Ocampo, se llamó Fernandina, en honor del Rey Católico.
299. Dice Pedro Mártir de Anglería.—Primera década, libro II, cap. III:—“se descubrió otra mayor que todas las demás, la cual, llamada Ay-ay por los indígenas, quisieron ellos (los viajeros) apellidarla con el nombre de Santa Cruz.”
300. Nazario y Cansel.—Ob. cit.—pág. 66.
301. Dice el Diario del Almirante: “Lunes 26 de Noviembre.—Andaría en todo aquel día treinta y dos millas, que son ocho leguas. Dentro de las cuales notó y marcó nueve puertos muy señalados.” Y glosa Navarrete: Entre los nueve que dice vió y marcó en aquel trozo de costa, deben notarse la ensenada Yamanique y los puertos Jaragua, Taco, Cayaguaneque, Nava y Maraví.
302. “Viernes 7 de Diciembre.—Al rendir del cuarto del alba dió las velas y salió de aquel puerto de San Nicolás.”
303. Miércoles 19 de Diciembre.
304. Jueves 20 de Diciembre.
305. Viernes 4 de Enero.
306. Viernes 11 de Enero.
307. Córdova.—Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la isla de Puerto-Rico. 1831.
308. El Diario popular de Mayagüez.—17 de Oct. 1893—acepta el vocablo de Muñoz y dice: “Pero ya que el Sr. Brau concede tanta autoridad á Muñoz, y la tiene indudablemente, ¿cómo no se ha fijado en que éste asegura que las naves de Colón fondearon en una cala, que según el Diccionario es una ensenada pequeña que hace el mar, entrándose en la tierra? ¿Cómo dice el Sr. Brau que en esa bahía que comprende hoy las dos poblaciones de Aguada y Aguadilla ha de fijarse por la investigación crítica el fondeadero de la flota expedicionaria, cuando bahía es entrada de mar en la costa y de gran extensión que resguarda las embarcaciones, y Colón, según Muñoz, llevó sus naves á una cala y no á una bahía?”—No creemos lógico hacer un argumento de la palabra cala, por las mismas razones con que hemos combatido el argumento puerto del padre Nazario.
309. Diccionario marítimo español de D. José de Lorenzo, D. Gonzalo de Musga y D. Martín Ferreiro.—1864. Definiciones:
310. El ángulo más occidental de Puerto-Rico está á los 18° 22′ latitud y 60° 56′ 15″ longitud, ó sea el comprendido entre los cabos San Francisco y Boriquén, que constituye la amplia rada donde están los surgideros de Aguada y Aguadilla.
311. Ob. cit. pág. 96.
312. El “Diario Popular,” de Mayagüez niega la necesidad de proveerse la armada de agua con las siguientes palabras: “Pero Colón no pudo tomar aguada en nuestra isla porque no la necesitaba. Las 17 naves que traía se abastecieron del precioso líquido en Canarias, de cuyo puerto salieron á principios de Octubre, y cuando el 3 de Noviembre divisaron las tierras del Nuevo Mundo, el agua no les había faltado: es decir, que en sus depósitos podían llevar mayor cantidad que la que necesitaban en un mes.—En la Guadalupe, donde permanecieron ocho días, tomaron agua en gran cantidad porque la isla es rica en manantiales. Así lo afirma el conde Roselly de Lorgues en su historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón: “Mientras tanto, dice, mandaba el Almirante proveer de leña, hacer aguada y lavar las ropas de las tripulaciones.” Si de la Guadalupe salieron el 10 de Noviembre, tocaron en Santa Cruz el 14 y anclaron el 19 en los mares boriqueños, ¿puede imaginarse que en los pocos días trascurridos tuviesen necesidad de volver á hacer aguada, estando ya á las puertas de la Española—término del viaje—y cuando la que tomaron en Canarias les duró más de un mes?”—Y el señor Brau refutó al escritor mayagüezano, desde El Clamor del País, con este razonamiento: “Si los españoles, que venían con Colón, contaron á Pedro Mártir, en abril de 1494, que habían tomado agua en el último ángulo de la costa occidental de Puerto-Rico, ¿cómo vamos á desmentirlos, porque un conde francés sostenga que ya la habían tomado en la Guadalupe?—Y conste que Roselly de Lorgues no desmiente nada; se limita á decir, que en la Guadalupe hicieron aguada los barcos, cosa llana después de una navegación de más de veinte días. Pero hacer aguada el 10 de Noviembre no implica el no volverla á hacer nueve días después; sobre todo si se tiene en cuenta: 1º—Que el aprovisionamiento en una playa desierta, sin muelle ni facilidades de embarque, debió ser penoso. 2.º—Que los depósitos de á bordo eran muy rudimentarios, como pudo verlo todo el que quiso, en la Santa María que estuvo en nuestro puerto. 3º—Que los tripulantes eran mil quinientos y con ellos venían vacas, yeguas, cabras, ovejas y sus machos, en cantidad proporcionada para la colonia y cerdos y perros, y gallinas y otras aves domésticas, cuyas necesidades de alimentación debieron exigir bastante líquido. 4º—Que los expedicionarios traían naranjos, cañas, camuesos y gran número de plantas vivas, que necesitaban regarse. 5º—Que la provisión de agua no debió revestir la misma importancia en las Canarias, al empezar la navegación, que en la Guadalupe, donde por la altura tomada é indicaciones de los indígenas, pudo calcular Colón próximo el término de su viaje; y 6.º—Que si en Noviembre de 1493 se sentía tanto calor en estas latitudes, como el que sentimos en el momento de escribir estas líneas, hay que compadecer á aquellos argonautas, y convenir en que el consumo de agua para mitigar su sed debió ser, al singlar por el mar caribe, doble del que necesitaron antes de pasar la línea del Trópico.—Y he aquí como se concibe, que hiciera aguada en Puerto-Rico si no toda la flota española, alguno de sus buques en que escaseara el líquido, justificando este análisis crítico la tradición de cuatro siglos y la versión de Antonio de Torres y demás compañeros en Medina del Campo”.
313. Periódico: “El Clamor del País” núm. del 25 de Octubre de 1893.—Artículo: Donde fondeó Colón.
314. Núm. del 18 de Octubre de 1893.
315. “El Clamor del País”. Número del 20 de Octubre de 1893.
316. Ob. cit. pág. 104.
317. Ob. cit. pág. 112.
318. Relación ó descripción de Puerto-Rico, que, de orden de don Felipe II, dispuso formar en 1582 el capitán Melgarejo, gobernador de la isla. Dice el cap. 11: “El descubridor y conquistador de esta isla fue Juan Ponce de León... partió para este efecto de la isla de Santo Domingo del puerto de Xigüey el Viejo, de un lugar que llamaban Salvaleón. La primera vez que vino al dicho efecto tomó puerto en una punta de esta isla que llaman el Aguada... y allí tomó ciertos indios con que hizo amistad.”
319. F. Colón.—Ob. cit.—Tomo 1º—Esta descripción ha sido copiada después por Las Casas, Herrera, Muñoz é Iñigo Abbad.
320. Pudo ser el Pandion carolinensis, que frecuenta las embocaduras de los ríos, ó el Buteo brocalis (guaraguao) muy común en nuestro país, ó el Falco anatum (halcón de pastos,) habitador de ciénegas.
321. Uvero de playa. Cocoloba uvifera.
322. Dice Fray Iñigo Abbad—Ob. cit. pág. 54:—“Entre otros, el Cacique Aymamón, que tenía su ranchería en el río Culebrinas, cerca de la población de Sotomayor.”—Y ya sabemos que el caserío de Sotomayor estaba junto á la Aguada.
323. No citamos nombres propios, porque los artículos han aparecido en el periódico citado como de Redacción, aunque sabemos, que uno de los campeones en pro de Mayagüez es el culto escritor y dulce poeta don Manuel María Sama.
324. Opinión de Varnhagan, Leiva y Montojo.
325. Opinión de Navarrete.
326. Opinión de Fox.
327. Opinión de Humboldt y W. Irving.
328. Trazado y publicado por Otto Neussel, geógrafo. Imp. Jul. Palacios. Madrid. 1892.
329. Georges Cuvier.—Discours sur les révolutions du globe.—París. 1854.
330. Appendice au discours du Cuvier.
331. Citado por don Manuel Aranda y San Juan en la obra: Los misterios del mar.—1891.
332. Añasco tuvo su declaratoria de pueblo en 1703 y Mayagüez sesenta años después.
333. Oviedo.—Ob. cit.
334. F. S. de Noda.—Antigüedades Góticas.
335. Tampoco debe confundirse esta sílaba con el gua procedente de la raíz arábiga guada, corrupción de wad, que significa río ó valle por donde corren aguas. Como Guadalquivir, wad-al-kebir, río grande; Guadarrama, de wad-al-ramal, río arenoso, etc. Muchos de cuyos nombres han sido traídos á América por los españoles.
336. A. Rojas.—Los radicales del agua en las lenguas americanas.
337. Es digno de anotarse, con relación á la radical í agua, en las lenguas americanas, que en sánscrito existe la raíz in-du, la gota de agua; y en griego, idor, agua.
338. Ob. cit. pág. 137.
339. Dice Oviedo “que después de ser partido D. Chripstóbal, salió trás él el mismo caçique (Guaybaná) con gente é alcançóle una legua de allí de su assiento en un río que se dice Cauyo.” Este assiento se refiere á la aldehuela de Guaybaná.
340. En los repartimientos se dejaron á los caciques en sus estancias con su gente, citándoles, en época determinada, para que prestaran sus servicios con sus naborias en las minas, ó en las granjas, que empezaron los colonos á fomentar. Los conquistadores que tuvieron cuatro ó seis indios encomendados, pudieron tenerlos directamente á su servicio en sus respectivas casas; pero los que tenían ciento y doscientos les convenía más dejarlos en sus estancias ó especies de conucos, para que ellos se mantuvieran, y aprovechados en tiempos útiles en los trabajos mineros, que fué á lo que los dedicaron en un principio. Posteriormente, se subdividieron las grandes partidas de indios, y se repartieron también sus estancias, conservándose tan sólo las granjerías de los Reyes, que, por fin, las enajenó la Corona.
341. Dice Oviedo: “ovieron los chripstianos y los indios la primera batalla en la tierra de Agueybana (Guaybaná) en la boca del río Caoyuco (Yauco).”
342. Ob. cit. pág. 154.
343. El Rey á Cerón y Díaz: “Sabéis que algunos caciques de San Juan, se rebelaron y mataron á traición á D. Cristóbal de Sotomayor, á D. Diego su sobrino y á algunos criados y amigos, y además á cuantos cristianos pillaron en sus estancias fuera de poblado; que luego se juntaron con otros de la comarca, y fueron al pueblo de Guaydía y peleando mataron algunos cristianos”, etc. Tordesillas, 25 de julio de 1511.—Biblioteca de Puerto-Rico.—Y dice Oviedo: “Y el caçique Agueybana, que también se decía D. Chripstóbal, como más principal de todos, mandó á otro caçique dicho Guarionex, que fuese por capitán é recogiese los caçiques todos é fuesen á quemar el pueblo nuevo llamado Sotomayor.”
344. Guaydía no es voz indo-antillana, ni significa jardín. Si gua y guay pueden ser raíces del lenguaje indígena, el sufijo día es castellano puro.
345. Nuestros indígenas se encontraban en el período social de la piedra pulimentada, ó hablando con más propiedad paleontológica en el período neolítico de la edad de la piedra. El instrumento cuneiforme característico de esa época es el hacha, que poseían en abundancia nuestros aborígenes. El boriqueño había abandonado la gruta y construido la choza; de cazador y pescador errabundo había pasado á agricultor; en la industria de vasos, además del mortero de sílex para triturar el grano, trabajaba la arcilla y hacía recipientes para la cocción de sus viandas; en escultura, había iniciado el grabado, y había avanzado á la ornamentación de gruta, de la cual se conservan muestras en algunas cuevas; y cincelaba sus collares y aprestos guerreros sin tener la pasión por la escultura decorativa sobre madera, tan desarrollada entre los Papúas de la Nueva Guinea, ni el gusto artístico del modelaje cerámico que tenían los indios mexicanos y peruanos; no tenían sepulturas, ni túmulos, de los cuales el dolmen constituye la última palabra en esa edad; de manera que podemos considerar, que nuestro indígena no había llegado en su civilización al último cuarto del período neolítico.—Ahora bien, encontrándose en este estado de rudimentaria sociedad nuestros aborígenes, los signos que ellos grabaron en sus esculturas humanas ó antroglifitas no pueden considerarse, en lingüística, más que como el albor de la escritura, y nada más.—Para que la idea pueda comunicarse de un individuo á otro, para que un sonido, un gesto, un signo visible pueda recordarle á otro el mismo pensamiento, es necesario desde luego una representación figurada tan perfecta como sea posible, y después, más tarde, una convención recíproca. El primer lenguaje convencional ha debido ser un gesto acompañado de un grito proporcionado al lugar, á la hora, á la distancia; la primera trasmisión, no inmediata, de un pensamiento ha debido ser una fogata en un punto determinado, una marca en una roca, un montón de pedruscos, la cortadura de un árbol ó un árbol caído, etc. A este género de escritura primitiva corresponden los quipos peruanos. Después apareció la escritura ideográfica, más precisa, más analítica, menos abstracta, menos general; y de ésta, como consecuencia natural, directa y lógica, la escritura alfabética. Nuestros aborígenes tenían, pues, que pasar por la escritura jeroglífica antes de llegar á la alfabética; de lo cual estaban muy lejos. Hemos oído la versión de que hay en el país quien tiene el alfabeto del lenguaje indo-antillano, y esto no es más que una ilusión. Los signos grabados en las esculturas de nuestros indígenas tienen un valor igual al de los salvajes de la edad de la piedra de otros países, y por eso consideramos esos signos como el alborear de una escritura, que tiene que llegar á ser ideográfica y por fin alfabética.
346. Oviedo.—Ob. cit. Libro XVI.
347. Biblioteca histórica de Puerto-Rico; pág. 142.
348. En el Archivo de Simancas se conservan cuadernos de fundiciones en San Juan hasta el año 1526.
349. En 12 de noviembre de 1509 escribía el Rey á Juan Ponce: “Ví vuestra letra de 16 de Agosto. Poned gran diligencia en buscar minas de oro en la isla de San Juan; sáquese cuanto pueda, y fundido en la Española venga al instante.”
350. La palabra indígena Guayana conservada aún por derivación en los vocablos: Guayanés, aplicado á un río de la banda sur de la Isla; Guayama, donde se ha sustituido la n por la m; y Guayanilla, diminutivo castellano de Guayana, no debe confundirse con la voz de orígen árabe Guadiana, de la cual procede la palabra Guadianilla aplicada, según los cronistas, á uno de los pueblos primitivos de San Juan. Indudablemente que el manchego don Miguel del Toro al poblar cerca de la aldehuela del cacique Guaybaná, y oír la palabra indo-antillana Guayana, no pudo menos de dedicar un grato recuerdo al hermoso río Guadiana y darle el nombre de Guadianilla á la población de cristianos que fundaba; encargándose el tiempo y el continuo fermento de los vocablos, de transformarla en la actual Guayanilla.—Guayana, ó Gua-í-ana, de gua, el; í, agua; y ana, flor, equivale á el agua-flor, ó la rica agua ó el agua buena; y Guadiana, ó Wad-al-jana, del árabe wad, agua; al, el; y jana, recreo, equivale á: río, el recreo; ó río del recreo. No deben, pues, confundirse, al estudiarlas, las palabras Guadianilla y Guayanilla, aunque la gente y el tiempo las hayan confundido al aplicárselas al actual pueblo de Guayanilla.
351. En el estudio de los gobernadores de la isla de Puerto-Rico hecho por el ilustrado don José Julián de Acosta—Obra de Fray Iñigo, pág. 132—no consta el nombre de don Francisco de Solís como gobernador en 1528, sino Pedro Moreno de 1524 á 1528, y de esta fecha á 1529 el licenciado Antonio de la Gama; pero la cita de Herrera, el cronista de Felipe II, que tuvo los Archivos del reino á su disposición, está terminante. El catálogo presentado por Iñigo Abbad—pág. 502—es completamente oscuro de 1520 á 1581.—Y más adelante está equivocado; por ejemplo, presenta al Teniente Coronel don Matías Abadía gobernando hasta 1731, y nosotros hemos visto un documento histórico en el cual, el mismo gobernador, en 20 de septiembre de 1736, concede permiso á Lorenzo González para fundar la Ermita de la Monserrate en Arecibo.
352. Dice Herrera—Ob. cit.—Década 4ª, libro 5°, cap. 3. Año de 1528: “Está en esta isla, San Germán el nuevo, que otro tiempo se llamó la nueva Salamanca; la fundó el gobernador Francisco de Solís, con el despojo de otro pueblo, que se llama Guadianilla, que estaba á la vanda del sur, y la robaron franceses, y la perseguían caribes; está San Germán cuatro leguas de la mar, adonde han llegado franceses, y la han robado; dista de la ciudad de San Juan 30 leguas; los indios tienen mal asiento en una sierra, sin cosa llana, con el agua lejos.”
353. En Junio de 1520 estaba aún el primitivo San Germán en la desembocadura del río Añasco; pues los oficiales Reales de San Juan, Antonio Sedeño, Hernando Mogollón, Pedro Moreno y Baltazar de Castro escribían al Emperador noticiándole el envío, desde el puerto de San Germán, de 3940 pesos de oro y 136 marcos de perlas.—Y Blas de Villasante, en 26 de Setiembre de 1528, escribía al Emperador, que una nao francesa de armada con una carabela y un patax habían tomado el puerto de San Germán en 12 de Agosto (1527) y quemado y robado el pueblo, marchándose los franceses á la isla la Mona.—Entonces fundó Solís á Nueva Salamanca, ó San Germán el nuevo, en el puerto de Guayanilla; y el 19 de Noviembre de 1529 escribía el licenciado Gama al Emperador: “En esta villa de San Germán es mayor el peligro de caribes, pues no tiene casa ninguna de piedra, ni armas.” Este nuevo San Germán lo quemaron los franceses en Mayo de 1538. En 7 de Octubre de 1540 se ordenó por el Monarca hacer fortaleza en San Germán. Y en 12 de Marzo de 1541 escribía el tesorero Castellano á Su Magestad: “El puerto de la villa de San Germán es bahía y playa, y las naos surgen á media legua del pueblo do se ha de hacer la fortaleza.” En 1542 se suspendió la fábrica. Y en 1543 escribía el Obispo de San Juan al Emperador: “Los vecinos de San Germán, por el temor han llevado sus mujeres, hijos y haciendas, á los montes. Si tuviesen fortaleza no estarían tan tímidos, ni despoblarían la villa.” Y en 1548 el mismo Obispo al Emperador le dice: “Vine de Santo Domingo á visitar mi obispado, á principio de año. Desembarqué en San Germán y con provisión de la Audiencia hice congregar sus vecinos, que serán poco más de treinta y poblaron á media legua del puerto por evitar los daños pasados de corsarios. Mas no desamparan el importante puerto do siempre debe hacerse fortaleza.” Y el doctor Vallejo en 1550 escribía al Emperador desde la villa de San Germán: “Los pocos vecinos que han quedado se han retirado á vivir al peor sitio del mundo, distante del puerto más de una legua.”
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VI | pisó Colón el suelo del Nuevo Mundo;el sabio Humbold y | pisó Colón el suelo del Nuevo Mundo; el sabio Humboldt y |
VII | á las márgenes de la desembocadura del rio Culebrinas, en las | á las márgenes de la desembocadura del río Culebrinas, en las |
1 | intrèpido genovès al puerto de Palos de Moguer, de donde había salido à la conquista del àureo vellocino de las Indias, cual nuevo Jason en la cèlebre empresa de los Argonàutas, y su marcha triunfal à travès de los hispanos pueblos, que le vitorean como à un hèroe legendario de las epopeyas griegas, llegando à la condal ciudad de Barcelona, donde accidentalmente moraban los Católicos Reyes, radiante de justa emoción, y seguido de los capturados indios, que lucen vistosos penachos y cobrizas carnes, y ostentan lindos guacamayos y objetos de oro; tan feliz arribada despertó ràpidamente en la Nación española un entusiasmo general hacia el desconocido navegante, que había regresado victorioso de los últimos confines del tenebroso mar Ocèano. El desconocido en su propia patria, el desdeñado por el rey don Juan de Portugal, el desairado en Francia è Inglaterra, y acogido únicamente por el sabio astrólogo franciscano Fray Juan Pèrez de Marchena en el modesto monasterio de la Ràbida, y despuès por la bondadosa castellana Reina à instancias de su antiguo confesor, se yergue ahora al retorno de su fantàstico viaje, agrupando à su alrededor los | intrépido genovés al puerto de Palos de Moguer, de donde había salido á la conquista del áureo vellocino de las Indias, cual nuevo Jasón en la célebre empresa de los Argonáutas, y su marcha triunfal á través de los hispanos pueblos, que le vitorean como á un héroe legendario de las epopeyas griegas, llegando á la condal ciudad de Barcelona, donde accidentalmente moraban los Católicos Reyes, radiante de justa emoción, y seguido de los capturados indios, que lucen vistosos penachos y cobrizas carnes, y ostentan lindos guacamayos y objetos de oro; tan feliz arribada despertó rápidamente en la Nación española un entusiasmo general hacia el desconocido navegante, que había regresado victorioso de los últimos confines del tenebroso mar Océano. El desconocido en su propia patria, el desdeñado por el rey don Juan de Portugal, el desairado en Francia é Inglaterra, y acogido únicamente por el sabio astrólogo franciscano Fray Juan Pérez de Marchena en el modesto monasterio de la Rábida, y después por la bondadosa castellana Reina á instancias de su antiguo confesor, se yergue ahora al retorno de su fantástico viaje, agrupando á su alrededor los |
2 | Pontífice Alejandro VI la bula Inter cœtera | Pontífice Alejandro VI la bula Inter cætera |
12 | que se alimentan de carne humana: sus vecinos les llaman canibales | que se alimentan de carne humana: sus vecinos les llaman caníbales |
13 | ataud y abandonado de todo el mundo, lo condujeron | ataúd y abandonado de todo el mundo, lo condujeron |
16 | Almirante—que hacía cantar todas las mañana | Almirante—que hacía cantar todas las mañanas |
19 | náutica—sustraida de España y vuelta á recuperar—de | náutica—sustraída de España y vuelta á recuperar—de |
20 | Don José Amador de los Rios, en la Vida y | Don José Amador de los Ríos, en la Vida y |
22 | y llevaba también oro, palo de brasil y productos | y llevaba también oro, palo de Brasil y productos |
22 | “Contino de nuestra Casa.” Cuando caido en | “Contino de nuestra Casa.” Cuando caído en |
23 | entonces en la banda oriental del rio Ozama | entonces en la banda oriental del río Ozama |
24 | Wasington Irving.—Vida y Viajes de Cristóbal Colón.—1828. | Washington Irving.—Vida y Viajes de Cristóbal Colón.—1828. |
25 | regidor y teniente del Darien en Tierra-firme | regidor y teniente del Darién en Tierra-firme |
25 | prinçipales dellos los ví y conosçí | principales dellos los ví y conoscí |
25 | Colom, en el segundo viaje que hizo á estas | Colón, en el segundo viaje que hizo á estas |
26 | padre y tio, vinieron con Colón en el segundo | padre y tío, vinieron con Colón en el segundo |
28 | y Bertillon en union de una sociedad de sabios | y Bertillon en unión de una sociedad de sabios |
28 | Ad. Bertillón, Coudereau; Hovelacque etc.—Dictionnaire | Ad. Bertillon, Coudereau; Hovelacque, etc.—Dictionnaire |
30 | que llevaba, sinó también por sus conocimientos | que llevaba, sino también por sus conocimientos |
38 | su nombre á la circunstancia de haber sido descubiecto | su nombre á la circunstancia de haber sido descubierto |
38 | ha sufrido don Martín Fernandez Navarrete algunos | ha sufrido don Martín Fernández Navarrete algunos |
40 | estovimos ende todo aquel día, é luego otro dia partimos é fízonos algunas calmerías, de manera que estovimos en llegar al Gomera cuatro ó cinco días, y en la Gomera fué necesario estar algun | estuvimos ende todo aquel día, é luego otro día partimos é fízonos algunas calmerías, de manera que estuvimos en llegar al Gomera cuatro ó cinco días, y en la Gomera fué necesario estar algún |
42 | Niña. Queda, pues, en harmonía la verdad histórica con la pie- | Niña. Queda, pues, en harmonía la verdad histórica con la piedad |
43 | del cual se vertían a diversas partes muchas | del cual se vertían á diversas partes muchas |
45 | adquirir casabe y otros frutos con resitencia de los indios. | adquirir casabe y otros frutos con resistencia de los indios. |
45 | de nuestros dias. Franklin indicó la conveniencia de utilizar | de nuestros días. Franklin indicó la conveniencia de utilizar |
47 | y cosas aromáticas, variedad de aves y caudalosos rios. Los | y cosas aromáticas, variedad de aves y caudalosos ríos. Los |
50 | miembros. E cabo de cuatro días vino el Capitán | miembros. É cabo de cuatro días vino el Capitán |
60 | Entre esta isla y la otra de BURIQUEN parescía | Entre esta isla y la otra de BURIQUÉN parescía |
61 | é á la otra BOHÍO, en la cual agoramos estamos | é á la otra BOHÍO, en la cual agora estamos |
69 | se tornaron diciendo que otro día vernían con | se tornaron diciendo que otro día venían con |
69 | de Colón; caido el indio en el ardid, le arrancó Ojeda de entre | de Colón; caído el indio en el ardid, le arrancó Ojeda de entre |
80 | Diario del primer viaje, 4 de Noviembre, se lee tambiém mames | Diario del primer viaje, 4 de Noviembre, se lee también mames |
81 | sus vergiienzas, dellas con ropa de algodón que | sus vergüenzas, dellas con ropa de algodón que |
89 | Ese dia por la tarde | Ese día por la tarde |
90 | El 16 de Nbre. por ia | El 16 de Nbre. por la |
90 | en Haití; y luégo costearon | en Haití; y luego costearon |
106 | sucedió tal cosa, sino que necesitó oirse llamar | sucedió tal cosa, sino que necesitó oírse llamar |
107 | Ni una sóla vez nombra el presbítero Nazario | Ni una sola vez nombra el presbítero Nazario |
108 | por la revista ilustrado, El Centenario y por la Ilustración Española | por la revista ilustrada El Centenario y por la Ilustración Española |
108 | áun considerándola apócrifa, es de suma extrañeza no la cítase en su obra de referencia, si quiera | aun considerándola apócrifa, es de suma extrañeza no la citase en su obra de referencia, siquiera |
110 | Portugal; navegó luégo al servicio de la Corona | Portugal; navegó luego al servicio de la Corona |
112 | del órden cronológico é histórico, el delineamiento | del orden cronológico é histórico, el delineamiento |
113 | por que en ese año moría saeteado en Cartajena, es testimonio poderosisímo | porque en ese año moría saeteado en Cartajena, es testimonio poderosísimo |
115 | questa es la tierra firme, y que estoy, dice él, ante Zayto y Guisay | questa es la tierra firme, y que estoy, dice él, ante Zayto y Guinsay |
120 | en la isla de Carib había mucho alambre y en Matinino | en la isla de Carib había mucho alambre y en Matinine |
123 | P. P. Priores de San Gerónimo 1517 Buriquén | P. P. Priores de San Gerónimo 1517 Boriquén |
123 | Otto Neussel 1892 Burenquén | Otto Neussel 1892 Boriquén |
124 | suceptibles de pasar de un sonido á otro | susceptibles de pasar de un sonido á otro |
125 | traido la desaparición de la N contra su | traído la desaparición de la N contra su |
127 | los nombres en 1521 (Duvotenay, géograío) | los nombres en 1521 (Duvotenay, geógrafo) |
132 | posible comparar e lenguaje indo-antillano, correspondiente á | posible comparar el lenguaje indo-antillano, correspondiente á |
132 | hasta el rio Guazacalco. Los Incas usaron los quipos ó | hasta el río Guazacalco. Los Incas usaron los quipos ó |
134 | Gran árbol. Los indíos referían | Gran árbol. Los indios referían |
136 | Fuerte árbol reinoso. (Hedwigia | Fuerte árbol resinoso. (Hedwigia |
139 | En el Mapa para ilustrar los viajes de Sir Walter Ralegh | En el Mapa para ilustrar los viajes de Sir Walter Raleigh |
140 | especies de animales montruosos; de lo cual resulta insostenible | especies de animales monstruosos; de lo cual resulta insostenible |
143 | Venezuela y Colombia, y en són de conquistadora | Venezuela y Colombia, y en son de conquistadora |
144 | de contínuo en sus almadías á sus terribles | de continuo en sus almadías á sus terribles |
144 | moral; pues bien, si nosotros hemos creido legal apropiarnos á | moral; pues bien, si nosotros hemos creído legal apropiarnos á |
144 | reminiscencia de tiempos antropofágicos muy posteriores, y los | reminiscencia de tiempos antropofágios muy posteriores, y los |
146 | que contrarestar, muy á menudo, el empuje | que contrarrestar, muy á menudo, el empuje |
147 | terribes invasiones de los caribes de las islas de | terribles invasiones de los caribes de las islas de |
147 | inmizcuir entre ellos á los caribes, tiradores de flechas emponzoñadas y diestros arqueros. Para el caribe la caida | inmiscuir entre ellos á los caribes, tiradores de flechas emponzoñadas y diestros arqueros. Para el caribe la caída |
156 | de las embarcaciones. Diferenciase de | de las embarcaciones. Diferénciase de |
157 | por ende de exigir el rigorismo técnico, áun en los | por ende de exigir el rigorismo técnico, aun en los |
158 | las doce naves, á recorrer el derrotero traido por | las doce naves, á recorrer el derrotero traído por |
159 | obligaba á una caida de sotavento rectificaba | obligaba á una caída de sotavento rectificaba |
160 | perros, y gallinas y otras aves demésticas, cuyas necesidades de | perros, y gallinas y otras aves domésticas, cuyas necesidades de |
160 | doble del que necesitaron antes de pasar la linea del Trópico.—Y | doble del que necesitaron antes de pasar la línea del Trópico.—Y |
165 | cuales huyeron atemorisados á sus bosques al | cuales huyeron atemorizados á sus bosques al |
165 | por Livingtone á orillas del Zambesis y las | por Livingstone á orillas del Zambesis y las |
166 | en que han caido algunos escritores puertorriqueños | en que han caído algunos escritores puertorriqueños |
170 | Georges Cuvier.—Discours sur les révolutiones du | Georges Cuvier.—Discours sur les révolutions du |
174 | del siglo XVI y XVII, siguiendo los jiros latinos | del siglo XVI y XVII, siguiendo los giros latinos |
175 | Ma-boa Arbol silvestre de Cuba | Ma-boa Árbol silvestre de Cuba |
175 | Ma-cagua Arbol grande de Cuba | Ma-cagua Árbol grande de Cuba |
177 | arenoso, etc. Muchos de cuyos nombres han sido traidos á | arenoso, etc. Muchos de cuyos nombres han sido traídos á |
177 | en las lenguas americanas, que en sanscrito existe la raíz in-du | en las lenguas americanas, que en sánscrito existe la raíz in-du |
178 | DE AGUA ó LLARURA ANEGADA | DE AGUA ó LLANURA ANEGADA |
180 | salió trás él el mismo caçique (Guaynabá) con gente é | salió trás él el mismo caçique (Guaybaná) con gente é |
181 | granjerías de los Reyes, que, por fin, las enagenó la Corona | granjerías de los Reyes, que, por fin, las enajenó la Corona |
183 | primero. Cremos que los cronicones de los | primero. Creemos que los cronicones de los |
183 | El Rey á Cerón y Diaz: “Sabéis que algunos caciques | El Rey á Cerón y Díaz: “Sabéis que algunos caciques |
183 | de Sotomayor, á D. Diego su sobrino v á algunos criados y | de Sotomayor, á D. Diego su sobrino y á algunos criados y |
184 | al trájico fin del poblado de Sotomayor | al trágico fin del poblado de Sotomayor |
184 | en algunas cuevas; y cinselaba sus collares y aprestos guerreros | en algunas cuevas; y cincelaba sus collares y aprestos guerreros |
184 | cuales el dolman constituye la última palabra en esa edad | cuales el dolmen constituye la última palabra en esa edad |
185 | geroglífica antes de llegar á la alfabética; de lo cual estaban muy lejos. Hemos oido | jeroglífica antes de llegar á la alfabética; de lo cual estaban muy lejos. Hemos oído |
189 | sus prerogativas, triunfó en el Consejo | sus prerrogativas, triunfó en el Consejo |
189 | de la aldehuela del cacique Guaybaná, y oir la palabra indo-antillana | de la aldehuela del cacique Guaybaná, y oír la palabra indo-antillana |
189 | y el contínuo fermento de los vocablos, de transformarla en la | y el continuo fermento de los vocablos, de transformarla en la |
190 | velas hácia la isla de la Mona | velas hacia la isla de la Mona |